Nunca he sido muy atrevido con las mujeres, a diferencia de otros de mis amigos. Sin embargo, también es verdad que a mis veinte años, tampoco me ha dado tiempo ha vivir mucho.
Nunca había tenido sexo con una mujer casada. A mis cuarenta años, mi vida sexual, se limitaba a mi primera novia, a los dieciocho; tres rolletes de días y mi última ex pareja, con la que estuve tres años, hasta hace tres años tiempo atrás.
Me llamo Roberto, tengo 30 años. Vivía en el norte de España hasta hace tres años. Por motivos laborales, me mudé a un pueblo de Andalucía, en el sur, Antequera. Un pueblo muy bonito, con muchas casitas bajas y muy acogedor. El problema, era estar lejos de mi familia y amigos, sin conocer a nadie.
Tener una mujer con las tetas grandes siempre es un atractivo para tus amigos que aunque digan lo contrario les encantaría poder disfrutar del suave tacto de unos pechos voluminosos. Si de repente se encuentran que le cedo a mi tetona esposa durante unos minutos para que se aprovechen de ella, queda una historia como la que sigue
Una pareja de amables lectores nos contacta para contarnos su fantasía y me piden que la haga realidad por medio de un relato. Nuestros personajes son totalmente reales solo se han cambiado los nombres para mantener la privacidad de estos. Espero que a parte de nosotros que somos los protagonistas también ustedes los lectores lo disfruten.
Como muchos hombres una de mis mayores fantasias era mantener un trio, pero a diferencia de otros, mi mente soñaba con mi mujer, yo y otro hombre montandonoslo.
Ya habían pasado algunas semanas desde lo sucedido entre mis jefes y sus ahora socias Claudia y Elena. A mi parecer ya ellas estaban dispuestas a olvidar ese significativo sacrificio.
La historia que les voy a contar me horroriza, pero es la cuarta vez que la oigo y he decidido escribirla, la he escuchado desde cuatro puntos de vista, el de Caludia, el de Elena, el de Roman y el de su hijo y la he querido recrear para guardarla para la posteridad.
Lourdes se sacó la polla de su coño, se arrodilló, puso mi polla entre sus tetas y me masturbó con fuerza. Mi polla se tensó, a punto de descargar. Lourdes abrió la boca para recibir mi leche y un lechazo fue a parar a su cara, el segundo fue a su barbilla y los siguientes fueron a para a sus tetas.
Trabajo como velador en un edificio. Mi trabajo consiste en permanecer alerta ante cualquier contrariedad y tambien recibir a la gente que vive en el edificio.
Esta historia que les cuento es cierta y en absoluto esperada para mí ya que cuenta como mi tía y yo estrechamos más nuestra relación.