Caliente como una mona, me entregó por fin a Pablo, y él decide tomarme. Posteriormente, mi indecisión nos deja desnudos uno frente al otro y muy, muy cachondos.
La noche avanza llevándome cada vez más cachonda de uno a otro de los dos hermanos sin que ni yo ni ellos nos decidamos a dar el paso. Y, mientras yo voy de un hermano a otro, ellos van de paja en paja pensado en mí.
Por fin consigo deshacerme, o despegarme de Pablo, y fijar mi objetivo en mi verdadera obsesión: su hermano Carlos. Aunque dudo, después de haber probado a Pablo, y sabiendo que será difícil volver a encontrar una polla del tamaño de la suya...
Entre los brazos de mi primo, comprendo que me falta todavía mucho para conseguir una libertad sexual real y, contra todo pronóstico, a punto estoy de alcanzarla de golpe. Solo el sonido de la campana me libra de caer derrotada al primer asalto.
Me llamo Laura, y tengo 38 años años. Por ir al grano, diré que llevo mis últimos 8 años de vida disfrutando de la más total y absoluta libertad en lo que respecta a mis relaciones sexuales. Esta es la historia de cómo derribé mi última barrera, de cómo alcancé mi libertad.