Por fin encuentro a un obrero para cumplir mis fantasías. Sus olores siempre me acompañarán.
Tenía fe cristiana en que iba a hacer de él un buen sumiso.
De nuevo ante el espejo. Moratones por todos lados, chupetones, te han manchado toda la ropa de corrida, imbécil, y pensar que creías que no ibas a follar con ellas jamás. Vivan las reuniones de colegas…