Prostitución. Zoofilia. Humillación. Todo por mi adicción al sexo.
El mundo del sexo y de los depravados no tiene límites. Y yo soy una víctima de esa depravación.
Ser puta de un prostíbulo no resultó como planeaba, me llenaron de su semen de una forma muy curiosa que al final, me hizo sentir una zorrita sucia.
Entrar a un prostíbulo para ver chicas sexys bailando y algo más, es una cosa muy distinta a entrar para ser utilizada por cualquiera. Y yo sabía qué tipo de chica sería yo.
Mi nuevo trabajo como puta de mi novio estaba sacando lo más pervertido de mí. Soy una puta y me hace feliz que me usen por mis tres agujeros aunque yo no tenía ni idea que eso era el siguiente paso.
Nunca me imaginé siendo cogida en medio de la nada, y mucho menos me iba a imaginar que me la pasaría tan bien con un encuentro lésbico.
La calle tiene tantas sorpresas y hombres con penes dispuestos, que me parece que ser una puta, es lo mejor que me pudo pasar.
Estar en un balcón, totalmente desnuda y siendo dedeada y manoseada frente a un admirador que pasaba por la calle, trae más sorpresas de las que se pueden imaginar.
Después de ser penetrada por un desconocido y por mi novio, las cosas se salieron de control. Pero mi puta interna sabe que esto me encanta.