También Dédalo de Atenas era un erectida, hijo de Metíon, biznieto de Erecteo. Fue el hombre más ingenioso de su tiempo: arquitecto, escultor y artífice de la piedra.
Hermes, el dios alado, corrió a Atenas y cumplió el encargo de su hermano; en la misma canastilla de juncos en que yacía, depositó al niño ante las puertas del templo de Delfos, cuidando de abrir la tapa de la canasta para que la gente lo viera.
Arde otro mundo más allá de esta celosía que atrapa nuestra mirada. Así, de la quietud horadada va ensangrentándose este subsuelo donde, conviene recordároslo, habitamos nosotras.
A veces huele mal, y a veces bien.
¡Mía es la victoria! gritaba en su corazón, devorando a la candida doncella con sus miradas centelleantes. Así brilla el ojo ávido del águila cuando, soltando de las corvas garras la palpitante liebre, la deposita en su elevado nido de rocas, de donde le será imposible escapar.
Era una tarde del mes de diciembre.
Al día siguiente, muy temprano nos despertamos, con una sonrisa fresca y un dulce beso impregnado de amor en los labios.
¡Que vuelvan el rostro todos los que son aún amigos míos! Y diciendo estas palabras sacó del bolso que llevaba siempre colgando al costado, la cabeza de la Gorgona Medusa y la presentó al primer adversario que le acometía. ¡Busca a otros a quienes puedas conmover con tus milagros! gritóle éste despectivamente. Pero en el momento que se disponía a levantar la mano para arrojar su venablo, quedó petrificado
Lucía, una de las muchachas más virtuosas y más guapas del lugar, había desaparecido.
Hace muchos, muchos años, por casualidad conocí a una mujer cuya profesión era la prostitución.
Cuando soplaron en la noche las auras, ninguna flor de aquéllas pudo ya sentir sus caricias.
La jornada nos ha dado suficiente botín; el acero y la red están húmedos de la sangre de las piezas muertas. ¡Pongamos, pues, fin a la caza por hoy! Reanudaremos tan alegre ocupación mañana, cuando la rosada Aurora asome en el cielo.
"Por la salvación de mi alma, yo prometo meterme a fraile el día que mi caballo sea Dios,"
La propia Agave, agarrando con ensangrentadas manos la cabeza, creyéndola de un león, clavóla al extremo de un tirso y la paseó por los bosques de Citerón. De este modo vengóse el poderoso dios Baco del que había despreciado su divino culto.
Encontrarás, en un prado solitario, una novilla que no ha sido aún uncida al yugo. Déjate guiar por ella y allí donde se eche a reposar sobre la hierba, eleva muros y da a la ciudad el nombre de Tebas.
Quizá para muchos no tenga interés lo que voy a contar; pero como a mí me conmovió profundamente, por nada de este mundo se me queda esta narración en el buche.
- Ven conmigo, preciosa decíale la extranjera . Te conduciré como botín a Zeus, el que blande la égida. Así lo han dispuesto los hados
¿Eres tú? - Sí. - Ven en seguida, porque ya se ha ido Pepe.
Una pequeña guía para todos aquellos que quieran probar las delicias de este apasionante mundillo.
Faetonte apenas dejó a su padre tiempo de terminar: - Haz que se realice mi deseo más ardiente: ¡confíame, no sea más que un solo día, la dirección de tu alado carro solar!
Muchos años pasaron: murió el padre de Felipe, y la pobre madre, acompañada sólo de la vieja esclava, siguió viviendo en la misma casa, siempre pensando en su hijo, de quien no tenía noticias y siempre mirando aquel tronco seco, que le recordaba el dicho de la negra: "¿Felipillo santo? Cuando la higuera reverdezca."
"Don Lucas, ya tengo escuela."
Inaco, el antiguo fundador y rey de los Pelasgos, tenía una hija de gran belleza llamada Ío. En ella se había posado la mirada de Zeus, el señor del Olimpo, un día en que la doncella guardaba los rebaños de su padre en los prados de Lerna. El dios se sintió preso de amor por ella
La mina del Espíritu Santo, primera que se había descubierto en el reino de la Nueva Galicia, producía asombrosas cantidades de oro y plata; las recuas que allí llegaban con tercios de víveres y efectos de comercio tornaban cargadas de oro y plata para México
veláronse las cabezas, desciñéronse los vestidos y arrojaron, como se les ordenara, las piedras tras de sí. Entonces se produjo un gran milagro: la piedra comenzó a perder su dureza y fragilidad, volvióse flexible, creció, tomó cuerpo; aparecieron en ella formas humanas.