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Instituto prematrimonial

en Dominación

Autor: Ricardo Erecto

Personajes: Frida Kimberley, (19 Años) prima de Fabián Parson Mónica Cook, (18 años) sobrina de Richard Ludmer Roxana Iralson, (17 años) novia de Sergio Wolf Lidia Brandsen (21 años) amiga de Oscar Seeger

Richard Ludmer Albert McDowell. Director del Instituto Víctor Muzac Vice Director del Instituto. Fabián Parson Sergio Wolf Oscar Seeger

Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia. No es más que una fantasía generada en la imaginación del autor.

Albert McDowell era el director del Instituto de Enseñanza Prematrimonial, fundado a fines de 1988 en Buenos Aires. La fundación del Instituto, que ahora tenía más de 10 años de intensa actividad, había surgido a solicitud de algunos amigos de Albert y de otras instituciones que añoraban tiempos mejores cuando las mujeres que llegaban al matrimonio estaban bien instruidas. La Institución era similar a otras de antigua existencia en Londres.

El objetivo era preparar a las niñas próximas a contraer matrimonio para la función que sus esposos deseaban. Si bien comenzó con las chicas muy poco antes de casarse, luego y debido a la buena fama del Instituto, niñas que todavía estaban lejos del casamiento, concurrían a tomar el curso

El curso propiamente dicho tomaba 6 semanas completas con una total inmersión en el aprendizaje. El costo era una cuota de matrícula (800 dólares) y seis cheques con vencimiento semanal de 800 dólares cada uno. En total 5.600 dólares. Las alumnas se alojaban en el mismo Instituto. Para ingresar debían contar con el aval de un familiar o conocido que se hiciera responsable de la niña. Podía ser el padre, el novio, el hermano, un tío, o personas sin parentesco inmediato o futuro. Se recomendaba que fuera un varón el responsable.

Así, un día se presentó Richard Ludmer para informarse del curso. Su sobrina, ya de 18 años no tardaría en ponerse de novia y convenía que fuese conociendo las obligaciones como futura esposa. Albert le indicó que debía esperar dos meses porque los turnos anteriores estaban ocupados. Richard aceptó y pagó la cuota de matrícula y dejó los seis cheques con vencimientos semanales. Debía presentarse con su sobrina, Mónica Cook el sábado 18 de marzo del 2000 a las 16:45. Sería servido un té en el cual participarían las otras alumnas con los tutores que las traían. Se saludaron y quedaron en volverse a ver ese día

Algo similar ocurrió con Sergio Wolf y su novia Roxana Iralson (17 años); Oscar Segeer y su amiga Lidia Brandsen (21 años) y con Fabián Parson y su prima Frida Kimberley (19 años).

Llegada la fecha y con puntualidad inglesa se presentaron las cuatro niñas acompañadas de los cuatro tutores nombrados. Fueron recibidos por el Director Albert McDowell y el Vice Director Victor Muzac.

Se sentaron todos a la mesa para disfrutar de un suculento té que ofrecía el Instituto. En ese momento Albert, dirigiéndose a los tutores, les preguntó si todas las futuras alumnas sabían qué se les iba a enseñar. Fabián tomó la palabra y comentó que si bien no conocía el programa de estudios en detalle, sí su prima estaba al tanto que era un curso para prepararse mejor para el matrimonio. Todos coincidieron y las chicas asintieron en tomar el curso.

Se hablaron de generalidades y de los viejos tiempos en Londres y la necesidad de recrearlos. Hacia el final, Víctor les dijo que durante el curso las niñas debían hacer TODO lo que se les indicaba y para ello debían estar de acuerdo ahora tanto ellas como los tutores. Todos asintieron entusiasmados. Albert se levantó y con el rostro muy serio dijo que a partir de ese momento comenzaba el curso. Dicho esto abrió un cajón, tomó unas esposas y dirigiéndose a la mayor, Lidia Brandsen le pidió que se diera vuelta para colocárselas. Lidia no esperaba un comienzo así pero una sonrisa de asentimiento por parte de su amigo Sergio le sugirió que debía aceptarlo. Luego le colocaron esposas a Frida, Mónica y finalmente a Roxana.

Las cuatro chicas estaban a un costado con sus muñecas firmemente aseguradas en la espalda por las esposas que les acababan de colocar. Albert y Víctor saludaron a los tutores y los acompañaron a la puerta, solicitándoles que volvieran a buscar a las chicas el sábado 6 de mayo a las 16:45.

Se retiraron y quedaron las chicas a merced de los profesores. Éstos las condujeron a sus habitaciones. Efectivamente había 4 habitaciones idénticas de 3 metros por 3 metros, que tenía un cómodo baño incorporado. Una gran ventana enrejada daba a un jardín. Sobre la amplia cama había bombachas, corpiños, camisón, pantalón, pollera, vestidos, todos prolijamente acomodados.

Luego de quitarles las esposas le indicaron a cada una que se bañaran y cambiaran la ropa, usando la pollera y una camisa y esperaran a que volvieran a buscarlas. Cerraron la puerta con llave y las niñas quedaron preguntándose qué pasaría luego. A las 7 de la tarde se abrieron las puertas de las habitaciones y cada una de las estudiantes debieron pararse en la puerta, con la mirada fija contra la pared. Albert esposó una a una con los brazos en la espalda.

Una vez concluida la tarea las llevaron a una habitación contigua. Debieron arrodillarse, mirando a la pared, manteniéndose erguidas, sin hablar y sin mirarse una a otra hasta que les fuera indicado. Si desobedecían, serían castigadas. Albert y Víctor se sentaron en unos sillones detrás de ellas y comenzaron a leer novelas que tenían preparadas.

No pasó mucho tiempo en que las chicas comenzaron a moverse por la molestia que sentían en las rodillas. Víctor, con voz firme les indicó que debían permanecer quietas o su trasero sufrirían las consecuencias. No pudieron soportar el tiempo (más de una hora) que debieron permanecer en esa posición sin moverse por lo cual debían ser castigadas.

Les ordenaron que se incorporaran y le quitaron las esposas a Frida y la obligaron a inclinarse sobre una pesada mesa que estaba en el cuarto. Le ataron las manos estirándoselas hacia delante con lo cual quedaba con el cuerpo apoyado sobre la mesa, las piernas caían hacia el suelo y el culito se mostraba prominente en el borde de la mesa.

Las demás alumnas quedaron detrás de Frida para que observaran la primera lección. Víctor le levantó la pollera y le bajó la bombacha. Un culo blanco, de piel muy suave y buenas formas apareció a los presentes. Las cerradas piernas de la niña no dejaban ver ni siquiera parte de la conchita. Un fuerte rubor por la vergüenza se apoderó de la cara de Frida. Ese mismo rubor, pero por los paletazos que le iba a propinar Albert se apoderaría de su trasero en pocos minutos más.

Efectivamente, empuñando una paleta de madera revestida en una goma rugosa comenzó a golpear con fuerza a Frida. Debió soportar 12 azotes, terminados los cuales, le subieron la bombacha, le bajaron la pollera y la desataron. Pasó a ocupar el puesto Roxana que era la siguiente en recibir el castigo. Se repitió así la operación sobre las cuatro. Al finalizar cuatro culos rojos ardían por el tratamiento recibido. Era hora de cenar y debieron sentarse, luego de levantar la pollera para que la bombacha hiciera contacto con el asiento, sobre una superficie de junco muy rugoso.

Los doloridos culos soportaban ahora la molestia de los asientos, pero ninguna se animó a quejarse ni decir palabra. Comieron en silencio y luego las condujeron a los dormitorios.

Una vez que se cambiaron con la ropa de dormir Víctor y Albert procedieron a esposarlas y observar a través del camisón, que era bastante transparente, las tetas de las alumnas. Coincidieron que las de Mónica eran las mejores y que debían recibir un premio en el futuro. Dejaron a cada una en su habitación, cerraron las puertas con llave y se fueron a dormir. El día siguiente sería de muchas novedades para las chicas.

Al despertarse se le retiraron las esposas, se bañaron y aguardaron envueltas en una toalla la llegada de los profesores. Les indicaron que usarían bombacha, corpiño, pantalones y remera. Así se vistieron y bajaron a desayunar. Terminado el mismo les colocaron grilletes en los tobillos con cadenas de 40 centímetros, un collar con cadenas que unían los cuellos de las cuatro alumnas y se dispusieron a pasear por el parque.

Luego de una rato de caminar, se les ordenó que, a la sombra de un árbol, descansaran, pero paradas, en fila y con sus manos en la nuca. La posición hacía que las tetas quedaran levantadas y bien marcadas. Lentamente Albert procedió a acariciar los 4 pares que se presentaban, siempre por encima de la remera. Luego les indicó que se aflojaran el corpiño para que, pasando las manos debajo de la remera pudiesen tocarlas sin tela de por medio.

Si bien obedecieron, sintieron bastante vergüenza por lo que debían hacer. Finalmente les indicaron que se levantaran la remera y acomodaran el corpiño para apreciar mejor la forma de las tetas. Aparecieron ocho pezones erectos, firmes y rojos. Las cuatro estaban bastante excitadas. Luego de apreciarlas y tocarlas a su gusto Albert y Víctor se dieron por satisfechos y luego de ordenarles que acomodaran la ropa, se encaminaron para la casa. La última de la fila, Roxana, sintió la mano de Albert sobre el culo durante parte de su caminata de regreso.

Al llegar a la casa se le retiraron las restricciones y condujeron a Roxana, Mónica y Frida a sus cuartos. A Lidia la condujeron al altillo, donde le ordenaron que se desnudara completamente. Con ciertas dudas lo hizo sin preguntar el motivo. Le vendaron los ojos y la acostaron sobre un colchón en el suelo. A continuación fue informada que sería penetrada por los profesores como primera lección sexual de futura esposa. Le abrieron las piernas y luego de acariciarla largamente en el clítoris y cuando la humedad de la concha era abundante procedió Albert a penetrarla. No es necesario dar detalles. Lidia acabó con un estremecedor orgasmo.

Albert se levantó y Víctor procedió a penetrarla. El resultado fue similar al anterior.

Como consecuencia del entusiasmo que había mostrado al ser penetrada, consideraron que debía ser más modesta en el futuro, por lo cual se le impondría un pequeño castigo. Le ataron las manos a un travesaño del techo y sí, desnuda, con los pies que apenas apoyaban en el suelo, debió permanecer más de 2 horas, hasta cerca del mediodía.

Los profesores se dirigieron a las habitaciones dónde estaban las otras tres alumnas. Entraron en la de Roxana y le ordenaron que se sacara el pantalón y la bombacha porque debían revisarle la concha. Así lo hizo pensando si eso era lo que Sergio pretendía del Curso. Le abrieron bien las piernas e investigaron la vulva y palparon la vagina con los dedos.

Observaron el vello del pubis y decidieron que por lo menos había que depilarlo parcialmente hasta dejarle sólo un pequeño vellón. Tomaron una cinta adhesiva especial para depilación, aplicaron sobre la parte a tratar y de un tirón retiraron la mitad del pelo que sobraba. Repitieron la operación sobre la otra parte. Quedaban entonces dos zonas con puntos rojos, (donde se habían arrancado los pelos) y una pequeña, en el centro con un vello oscuro. Si bien le había dolido bastante no se animó a decir nada soportando también la humillación a la cual se veía sometida.

Pasaron a la habitación de Mónica. Estaban seguros que su tío quería para ella un tratamiento especial. Le ordenaron que se desnudara completamente, le ataron las muñecas al respaldo de la cama y Albert la penetró sin muchos prolegómenos. Terminado el polvo de Albert, la desataron y le ordenaron que se inclinara hacia delante abriendo con sus manos las nalgas. Iba a ser penetrada por el culo. Mónica asintió luego de recibir la vaselina en la entrada del ano y el comienzo del recto. Sintió el pene de Víctor que se introducía en su interior. Sintió bastante dolor porque era la primera vez que era penetrada por el culo. Alguna lágrima se deslizó por su rostro.

Quedaba el premio por las mejores tetas de las cuatro. Luego de atarla las manos en la espalda, la acostaros en la cama y comenzaron a masajearle las tetas, que poco a poco se fueron endureciendo. Acariciaron los pezones y luego sus bocas se apoyaron sobre la erecta punta succionando con insistencia. También succionaron al costado de la areola dejando marcas del chupón que le aplicaron. A la vista de las tetas no quedaba duda de que una o más bocas habían pasado por allí.

Terminada la lección de la mañana, le ordenaron vestirse y esperar el almuerzo.

Finalmente era el turno de Frida. La hicieron desnudar y mostrar tanto su concha como el culo y finalmente dejó a disposición de los profesores las tetas. Fueron masajeadas en abundancia por Víctor mientras Albert probaba la lubricación natural de la vagina, introduciendo dos dedos en la misma. Frida estaba petrificada. No se movía ni se atrevía a decir nada.

Pensaba que su primo le había informado sólo parcialmente del contenido del curso. Albert siguió introduciendo u sacando los dedos de su vagina hasta que sintió que estaba a punto de acabar. Se estremeció con un sacudón cuando se produjeron las contracciones sobre los dedos de Albert. Nunca había experimentado una masturbada como esa.

Bajaron las cuatro a almorzar. Disfrutaron de una buena comida y luego debían lavar la vajilla y acomodar la cocina. Era casi inevitable que ocurriera algún accidente. Frida volcó una silla al piso mientras limpiaba. Albert le advirtió que por esa falta sería castigada. Al finalizar la tarea debía presentarse en el altillo. Las demás deberían esperar en sus cuartos.

Los profesores fueron al altillo y ordenaron a Frida que se desnudara completamente. Le ataron las muñecas a un travesaño del techo y las piernas, separadas, a dos postes que estaban en los costados. Podía observarse a la alumna como una Y invertida con los brazos en alto y las piernas abiertas. Víctor se retiró y quedó a solas con Albert.

Le puso una cinta sobre la boca que le impedía emitir sonidos y le colocó pinzas de madera en los pezones. Fue hasta un armario y tomando una caña flexible comenzó con golpes suaves en el trasero de Frida. Aumentó la intensidad de los golpes y comenzó a subir por la espalda. Frida se retorcía de desesperación pero las fuertes ligaduras le impedía soltarse. Tampoco podía emitir sonidos o rogar que parara el castigo. Gruesas lágrimas cruzaban su rostro.

Luego de más de 20 azotes, Albert estaba bastante excitado por lo que consideró el momento de cogérsela, cosa que hizo de inmediato. No conforme con ello tomando nuevamente la caña le aplicó 4 azotes en el vientre, le sacó las pinzas de los pezones y comenzó a retorcerlos, pellizcarlos y tirar de los mismos sin consideración. Frida estaba consternada y con dolores en el culo, la espalda y las tetas. Por otra parte acababa de ser penetrada sin preparación previa por lo que su vagina estaba seca. Esto le provocó un regular dolor al ser penetrada.

Quedó en esa posición durante casi una hora al cabo de la cual Albert, mientras le retorcía los pezones le preguntó entendía cómo debe comportarse una mujer casada y soportar los caprichos de su esposo. Debido a la cinta que obstruía su boca, Frida no contestó pero asintió con la cabeza. La desató, le permitió vestirse y la encerró en la celda hasta la hora de cenar.

Ahora le tocaba el turno a Roxana. La llevaron al altillo y le informaron que iba a ser castigada por el sólo placer de complacer a los profesores. La desnudaron, le ataron los tobillos y luego de colocarle unas esposas, por medio de una cuerda y un molinete comenzaron a levantarla cabeza abajo. La subieron hasta que sus manos quedaron a más de 30 centímetros del piso.

Roxana quería incorporarse y de ser posible tomar con sus manos la cuerda de la cual era sostenida con el fin de no quedar cabeza abajo. Todos sus esfuerzos fueron inútiles hasta que finalmente, agotada por el esfuerzo se dio por vencida esperando el tratamiento que quisieran aplicarle.

El castigo no se hizo esperar. Tener un culito que, así como se presentaba, era una invitación a azotarlo. Firme y de dimensiones generosas, la piel, que había recuperado su color blanco, invitaba a teñirla de rojo nuevamente. Tomó unas disciplinas de cuero con nudos cada 5 centímetros y comenzó a aplicarlo sin piedad. Múltiples marcas surcaban el trasero que ya denotaba fehacientemente el castigo recibido.

Entre quejidos y sollozos Roxana suplicaba no ser castigada de esa manera. Los ruegos no fueron escuchados y el látigo continuaba visitando el culo de la alumna. Luego de más de 20 minutos de azotes, Albert se detuvo a contemplar su obra. La cara de Roxana estaba desencajada por el sufrimiento, pero debía permanecer más de media hora en tan incómoda posición antes de soltarle las ligaduras y permitirle descansar. A continuación Víctor procedió a penetrarla de manera tal que las cuatro ya habían recibido un miembro varonil en su interior. Cenaron y fueron encerradas en sus habitaciones, luego de ser esposadas.

Pasaron varios días en los cuales las alumnas eran castigadas y cogidas a diario. Permanecieron atadas a árboles o postes por varias horas, todas debieron soportar ser colgadas cabeza abajo y el látigo recorrió muchas veces sus temblantes cuerpos tanto del frente como de atrás. Debieron recibir también el semen en sus bocas y saborearlo como el máximo elixir al que pudieran aspirar.

Albert mostraba mayor dedicación a Roxana, la más joven alumna. Es la que había recibido su pene con más frecuencia tanto por vagina como por el culo. Para lo segundo debió soportar varias enemas para desocupar adecuadamente el tramo final de sus intestinos. También debió soportar el roce de una cuerda áspera en su concha que firmemente fija a la cintura irritaba tan delicada parte al caminar.

La cuatro recibieron vibradores tanto en la vagina como en el culo, pero nuevamente Roxana fue la privilegiada. Los vibradores que le introdujeron eran de mayor diámetro que los recibidos por las demás.

Habían pasado apenas dos semanas cuando las cuatro chicas estaban dispuestas a recibir todo tipo de tratamiento que sus profesores querían infringirles. Estaban resignadas a soportar otras cuatro semanas. Esa tarde se les anunció que por la noche habría un baile al cual asistirían cuatro elegantes jóvenes y serían ellas quienes debían formar las parejas del baile.

Llegadas las 9 de la noche se les indicó que debían desnudarse para esperar a los invitados. Lucirían solamente un collar de cuero que era la indicación de sumisión a quién la eligiera. Las cuatro abrieron los ojos en señal de asombro. No pensaban que en un baile con cuatro desconocidos debieran presentarse desnudas. Una cosa era que se las cogiera Albert y Víctor, ya que sus tutores seguramente sabían eso, pero presentarse desnudas ante cuatro hombres era demasiado.

Quisieron protestar y lo único que lograron fueron sonoras cachetadas en las mejillas y la promesa de duros castigos, luego del baile, por atreverse a discutir las tareas que los profesores le imponían. Las cuatro guardaron silencio y con las cabezas gachas comenzaron a desnudarse y se le colocaron los collares

Poco después llegaron los invitados. No se sorprendieron que las esperaran unas jóvenes desnudas. Seguramente eran invitados frecuentes del Instituto. La saludaron con un profundo beso en la boca y una caricia en ambas tetas. Perecía un rito obligado. Luego de tomar una copa y comer unos sándwich es, comenzó la música. Cada varón eligió una alumna y comenzaron a bailar. Frida sintió que las manos de su compañero apretaban con fuerza su culo y se lo acariciaba profusamente. Mónica por el contrario sentía las manos de su compañero entre las piernas, acariciándole la concha. El compañero de Roxana parece que prefería las tetas porque mientras con una mano apretaba su espalda contra sí con la otra pasaba una y otra vez sobre el pezón de la teta derecha. Lidia también sentía las manos de su compañero en el culo pero al mismo tiempo su boca era invadida por su lengua inquisidora.

Así estuvieron varios temas hasta que uno de los asistentes (debemos guardar sus identidades porque todos eran hombres casados) propuso pasarles una cuerda entre los labios del clítoris a cada una y luego rodear la cintura con dicha cuerda. De esa manera con el movimiento del baile, se irritarían esas cuatro conchas quedando en óptimas condiciones para la cogida que luego vendría.

Los varones estuvieron de acuerdo y se procedió a colocarles el aditamento indicado a cada una. Las cuerdas, bien tensas, penetraban muy profundamente en las intimidades de cada una pero no se quejaron. Era un nuevo capítulo del curso que querían aprobar.

Continuaron con el baile. La irritación por el movimiento se hacía insoportable y también el dolor iba en aumento. Cerca de las 11 de la noche todos consideraron que era hora de verificar el efecto de las cuerdas. Bajaron la intensidad de las luces del salón, retiraron las cuerdas de las conchas de las alumnas y procedieron a cogérselas.

La penetración de todas fue bastante dolorosa. Por un lado la irritación provocada por las cuerdas, por otro que dichas cuerdas había absorbido el flujo que bajaba por las vaginas calientes de las alumnas y la prontitud de la penetración hizo muy poco gozosa la cogida para las chicas, no así para los jóvenes que dominaban la situación.

Terminado el polvo, se encendieron las luces, los varones se calzaron nuevamente los pantalones y a las chicas se les permitió ir al baño a higienizarse. Al regreso del baño, todos se sentaron a la mesa para disfrutar de la cena. Bebieron a la salud de las alumnas y como postre exigieron que cada una de ellas les chupara el pene hasta hacerlos acabar en su boca. Las cuatro se dedicaron a la tarea encomendada y una vez tragado el regalo recibido se incorporaron esperando las nuevas tareas que podían encomendarles.

El compañero de Lidia propuso que su chica luciera pinzas que apretaran sus pezones. El de Frida que permaneciera atada sus manos con sus tobillos, de manera de mostrar su vulva en todo su esplendor. El de Roxana que fuera atada a una columna y recibiera 10 azotes entre el vientre y las tetas y finalmente el de Mónica que permaneciera una hora con un vibrador en la vagina y otro en el culo, ambos en funcionamiento. Se cumplieron los deseos de los visitantes y mientras completaban las penitencias, los varones se dispusieron a descansar y meditar otros divertimentos a hacer antes de la finalización del baile.

Decidieron que debían recibir otras penitencias para acostumbrarse a complacer a sus maridos. Las mismas fueron las siguientes:

Lidia: debía arrodillarse delante de cada uno de los invitados y decir "Señor, soy una puta y quisiera que mi cuerpo quedara a su disposición para satisfacer sus deseos" Cada uno de los invitados podría rehusar a usar ese cuerpo o disponer de él.

Frida: Debía también postrarse delante de cada invitado y pedir que le clavara los dientes en cada teta. Una vez que se lo hubieran hecho, agradecer la marca y pasar al siguiente invitado.

Mónica: Se le colocarían esposas a las tetas, bien en la base y ajustándolas convenientemente para que no se deslizaran, sería parcialmente sostenida desde el techo con una cuerda, con los pies apenas apoyados. Permanecería así durante 30 minutos

Roxana: se le depilaría totalmente todos los pelos del pubis y la concha y se le frotaría con alcohol, tanto la parte depilada como los labios vaginales.

Las cuatro mujeres se estremecieron al escuchar el castigo que sobrevendría, pero comprendieron que debían aceparlo, por lo que ofrecieron sus cuerpos para realizar la fantasía que se les imponía. Luego de una hora tuvieron unos minutos de descanso

Pasado el mismo comenzaron a bailar nuevamente acariciando a las chicas de todas las maneras imaginables. A la 1 a.m. decidieron intercambiar parejas y luego de manosearlas adecuadamente se dispusieron a cogerlas nuevamente. Bajaron la intensidad de las luces y las penetraron. Mientras tanto Albert como Víctor se habían mantenido como simples espectadores. Al terminar la cogida los profesores se dirigieron a Roxana y Mónica respectivamente y les indicaron que les presentaran el culo para ser penetradas por ese orificio. Así lo hicieron acabando en el recto de ambas.

El destino de Frida y Lidia era recibir 18 azotes en el culo cada una aplicados a razón de tres en cada culo por los invitados y los profesores. Terminada la ceremonia se dio por finalizado el baile. Los invitados se despidieron y las alumnas volvieron a sus habitaciones.

Tres días después al despertarse se les comunicó que ese era el día del corsé. Usarían todo el día un corsé que se les colocaría de inmediato junto con un arnés que no era otra cosa que un cinturón de castidad metálico que cubría la concha de cualquier penetración pero que además causaba una profunda molestia al caminar y justamente, ese día estaba destinado al ejercicio físico.

Así luego de desayunar se les colocaron los corsetes muy apretados sobre la cintura que hacían que las prominentes tetas de las alumnas fueran más prominentes todavía, lo mismo que las redondeces del culo. Se les ajustó el cinturón de castidad entre las piernas, fijo al corsé y para completar se les colocaron unas pinzas en los pezones de los cuales colgaban unas campanitas que tintineaban con el movimiento. Un collar alrededor del cuello, unido con los de las otras alumnas por una cadena, completaban el atuendo con el que debieron salir a caminar, acompañados por los profesores.

Caminaron más de una hora hasta llegar a un paraje en el cual dos árboles distantes unos 6 metros uno de otro brindaban una refrescante sombra. Los extremos de la cadena que unía los collares de las alumnas fueron fijados cada árbol, impidiendo el movimiento de las chicas. Se le colocaron esposas unidas también al collar, con lo que quedaban las cuatro alumnas paradas entre los árboles, con las manos esposadas al collar.

Era una excelente posición para disponer de las chicas. Decidieron que era conveniente comenzar con unos azotes en los culos para lo cual tomando una rama flexible comenzaron con Frida. Recibió más de 10 azotes sin importar los sollozos y ruegos de la niña. El movimiento de los cuerpos provocaba un dulce tintineo de las campanitas que tenían colocadas en las tetas. Le siguió el turno a Mónica, luego a Roxana y finalmente a Lidia. Los cuatro culos lucían hermosas marcas rojas correspondientes a los azotes recibidos.

Era hora de pasar a las tetas. Se le retiraron los broches y comenzó el tratamiento en esta delicada parte. Sólo 6 azotes a cada alumna se le aplicaron en las tetas. Luego otros cuatro en los muslos completarían el castigo inmediato.

El cinturón de castidad entre las piernas de las chicas se incrustaba dolorosamente en las intimidades de las mismas que debieron soportarlo. Pidieron permiso para mear, cosa que les fue concedido pero las partes metálicas que ocupaban la concha quedó mojada por la orina, que luego irritaría estas partes.

Se retiraron las cadenas de los árboles y con las manos en alto, amarradas a los collares debieron emprender el camino de regreso. Al llegar a la casa estaban exhaustas y doloridas pero sólo se les sacaron las esposas para comer y beber y volver a quedar encadenadas a una barra metálica que había en el altillo. Sólo a la noche se les retiraron las restricciones que tenían colocadas y pudieron descansar en sus habitaciones. El castigo había sido duro y no habían recibido ninguna compensación en sus vaginas.

Dos días después las despertaron, y les ordenaron que luego de higienizarse, se desnudaran y que serían las cuatro conducidas al altillo antes de desayunar. Las colocaron en fila y con unas correas les fijaron los brazos cruzados detrás de la espalda. Las hicieron acostar en el piso boca arriba.

En esa posición procedieron a atarle firmemente los tobillos y con otra cuerda les amarraron firmemente las rodillas. Accionando un motor, cuatro cadenas se desenrollaban de un eje fijo en el techo del altillo. Dichas cadenas tenían en las puntas un mosquetón que permitía pasarlo por las cuerdas de los tobillos y de esa manera quedar unidas las cadenas a los tobillos de las niñas.

Volvieron a accionar el motor y lentamente las cuatro chicas fueron levantadas cabeza abajo. Los cuatro cuerpos se balanceaban en el aire sin mucha posibilidad de moverse. El cuadro resultaba encantador para los profesores que comenzaron a jugar con las tetas de las alumnas, dando algunas palmadas el culo, agarrando los pelos de la concha o haciendo cosquillas en el pubis y en el interior de los muslos.

Roxana fue la única que pidió que la bajaran, que se sometía totalmente a la voluntad de Albert o Víctor, pero sus ruegos no fueron escuchados y debió soportar tan incómoda posición por más de una hora, lo mismo que Frida, Mónica y Lidia. Finalmente accionaron el motor y lentamente los cuerpos se apoyaron en el suelo.

Ubicadas en el suelo, boca abajo, Víctor colocó un pie en la cintura de Frida para inmovilizarla, mientras Albert le aplicaba 6 azotes en el culo. Frida intentaba zafar el castigo, pero el pie de Víctor era implacable y no le permitía ningún movimiento. El tratamiento fue igual para las restantes tres.

Luego de lo acontecido, las desataron y las llevaron a desayunar. No hubiese convenido hacerlo antes porque era mejor con el estómago vacío para evitar posibles vómitos. Terminado el desayuno, Mónica y Frida debieron separar sus piernas para ser penetradas por los profesores mientras Roxana y Lidia observaban la escena. Terminado el polvo llevaron a las dos recién cogidas a sus habitaciones, las encadenaron y volvieron por las dos restantes a las cuales también penetraron. Seguidamente fueron encadenadas en las habitaciones.

Así pasó el tiempo hasta las cinco semanas. Eran diariamente penetradas, castigadas y sometidas a distintos vejámenes. Al finalizar la quinta semana los castigos corporales cesaron para que al cumplirse la sexta semana no quedaran marcas visibles sobre el cuerpo de las chicas.

Justamente en esa última semana además de cogidas fueron puestas a prueba de su sumisión y de soportar distintas penitencias que podían ser: quedar inmovilizadas, atadas o encadenadas pero no azotadas. Finalmente llegó el sábado 6 de mayo. Por la mañana, se levantaron, desayunaron y salieron al parque, ahora sin ninguna restricción sobre sus cuerpos, vistiendo bombacha y corpiño, para tomar sol y que su piel se tostara mostrándose rozagante y que ciertas partes de sus cuerpos quedaran sin tostar por estar cubiertas por prendas similares a una malla de baño.

Así llegaron al mediodía donde almorzaron frugalmente para prepararse para el té de la tarde. Luego se vistieron con las mismas ropas con las cuales habían llegado y aguardaron la llegada de los tutores.

El primero en llegar fue Richard, pero muy poco tiempo después lo hizo Oscar, Fabián y Sergio. Tomaron asiento alrededor de la mesa donde estaba servido el té. Todos los presentes estaban sonrientes y de muy buen humor. Albert se puso de pie y dijo que esa era una oportunidad de festejo, ya que tanto Frida como Mónica, Lidia y Roxana habían aprobado el curso prematrimonial con las máximas calificaciones. Por otra parte agradecía nuevamente a los tutores por haber depositado su confianza en el Instituto de Enseñanza Prematrimonial. Que todos podían estar seguros que estas niñas que hoy dejaban esa casa serían excelentes esposas y que nunca se arrepentirían de la instrucción recibida.

Se comentó además que una vez al año hacían un curso de actualización y que aquella niña que no había aprendido bien las lecciones recibidas podían tener una rápido curso de tres semanas para refrescar conocimientos.

Procedieron a tomar el té y conversar animadamente hasta más de las 18:30, hora en que se dio por finalizada la reunión. Se levantaron, se saludaron efusivamente y cada chica se retiró con su tutor.

FIN