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Un cumpleaños muy especial

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Buscando nuevas oportunidades y tras aceptar un importante contrato, decidí abandonar temporalmente mi ciudad natal. Entre el absorbente trabajo y extrañar a mis familiares y amigos, fueron transcurriendo los meses. En el tiempo que tenía en esa ciudad había conocido a muy pocas personas, la gran mayoría de la oficina y vecinos, pero había alguien especial con el que había logrado establecer una buena relación, me refiero a un compañero de labores llamado Luis, a diario almorzábamos juntos y los fines de semana salíamos a divertirnos acompañados ocasionalmente por su esposa Adriana, una esbelta y preciosa rubia que además de ser muy linda era sumamente simpática.

Finalmente llegó el día de mi cumpleaños, primera vez que no lo pasaría con mi familia, a pesar de recibir muchas llamadas de ellos, me sentía un poco deprimido y queriendo tenerlos a mi lado. Ese día transcurrió como cualquier otro, no me extraño el no recibir felicitaciones de parte de mis compañeros de trabajo ya que ellos no estaban enterados de mi fecha de nacimiento. Al final de la tarde ocurrió algo inesperado por mi: Luis, luego de felicitarme me dijo que siempre supo que ese día yo cumplía años pero que quería hacerme sufrir un poco y enseguida me invitó a tomarnos unos tragos en su casa.

Al llegar a la casa de Luis lo primero que pude ver fue a su esposa Adriana, estaba más bella que nunca, tenía una minifalda muy provocativa que acentuaba mucho más su precioso físico, como es lógico trataba de controlarme para no dirigir mi mirada directamente a sus piernas. Comenzamos a tomarnos unos tragos mientras conversábamos de ciertos temas, hasta que cerca de la media noche y mientras Adriana vendaba mis ojos Luis me dijo que me tenía preparada una sorpresa. Transcurrieron varios minutos hasta que la presencia de una persona en la sala, rompió el silencio que ya empezaba a incomodarme, enseguida sentí como unas manos femeninas comenzaban a recorrer mi cuerpo alternando con besos y caricias en ciertos lugares estratégicos, hasta que luego de unos minutos ya me encontraba completamente desnudo y mi pene en manos de esta desconocida mujer, debo confesar que me agradaba como lo hacía por lo que me limite a disfrutarlo.

Momentos más tarde, mi pene alcanzó la máxima erección al percatarme de que la misteriosa chica se lo había llevado a la boca y lo lamía persistentemente, allí fue cuando no pude tolerar más la venda en mis ojos y decidí quitármela, me llevé una gran sorpresa al ver que quien me practicaba el sexo oral con tanta maestría, no era otra que Adriana. Sentí una sensación extraña, una mezcla de placer y vergüenza que finalmente me llevaron a incrementar enormemente mi excitación y tomar a Adriana por la cabeza y dirigir sus movimientos a mi antojo. La incertidumbre de la ausencia de Luis en el lugar me llenaba la cabeza de dudas, las cuales se solventaban de inmediato al ver a esa preciosa nena arrodillada frente a mi, haciendo lo que siempre me hubiese gustado que hiciera, con unas sandalias muy sexys como único atuendo ajeno a su estilizado cuerpo.

Pasados unos minutos, repentinamente apareció Luis, siendo mi reacción lógica el separar mi pene de la garganta de su esposa y cubrir mi desnudo cuerpo con unos cuantos cojines que estaban en el mueble. Enseguida pude tranquilizarme al verle la cara, se notaba complacido con lo que ocurría, y al ver el rostro de Adriana, enseguida deduje que ambos eran cómplices de lo sucedido.

Luis no tardó mucho en explicarme lo sucedido a la vez que tomó a su esposa por el cabello y la situó aún de rodillas frente a mi erecto miembro, para que ella sin preguntas continuara con lo que había empezado. Me excitaba tanto el hecho de ver a Adriana succionándome el pene mientras Luis me decía que todo formaba parte de la sorpresa prometida por él, que casi no podía prestarle atención.

Pero todo no podía ser tan perfecto, por un momento pensé que debido a que estaba de cumpleaños, ese sería mi regalo por parte de ellos, pero todo cambió cuando Luis con mucha tranquilidad me dijo que a él no le importaba que su mujer se entregase a mi, pero que el también quería disfrutar de las relevantes bondades ofrecidas por mi miembro, en otras palabras quería hacer lo mismo que tan veteranamente me hacía su esposa. Luego de unos instantes de incertidumbre y con tal de seguir disfrutando de aquel bombón, accedí a las peticiones de Luis.

Enseguida nos fuimos a la habitación de ellos, su inmensa cama serviría de escenario para lo que estaba por ocurrir, yo tenía el mando de mi accionar y el de Adriana mientras que Luis hacía lo que se le ocurría. Estando yo acostado en la cama y Adriana agachada frente a mi cara, comencé a practicarle el sexo oral, mientras que Luis no perdía un instante para comerse mi pene y testículos, aquella fusión de sensaciones y actividades comenzaba a agradarme bastante, Luis al parecer tenía experiencia al respecto, no temo reconocer que lo hacía casi tan bien como su rica esposa.

Poco a poco la situación se ponía más y más intensa, por tal motivo decidí que ya era hora de penetrar a aquella rubia que tantos sueños húmedos provocaba en mi, así fue como la exhorté a acostarse boca arriba mientras yo le levantaba y separaba las piernas. La temperatura fue en aumento al alcanzar la tan anhelada penetración, segundos más tarde entre gestos y gemidos de placer de parte de Adriana, Luis se decidió a continuar con la acción y seguidamente se agachó sobre el rostro de su esposa, quien comenzó a lamerle y a introducirle uno o dos dedos por el ano, al parecer le gustaba ya que hacía gestos de gusto.

Luego de unos minutos, Luis se colocó estratégicamente en un lugar donde lograba alcanzar mi pene con su lengua mientras este entraba y salía de la vagina de Adriana, yo aprovechaba aquellos instantes para llevarme a la boca los divinos pies de ella para lamerlos hasta el cansancio. Repentinamente sentí que estaba por acabar, enseguida saque mi pene de la vagina de Adriana y tomándola por el cabello la coloqué muy cerca de él, el inmenso flujo de semen no se hizo esperar y fue a parar a la cara de Adriana, quien lo recibía con la boca abierta, Luis por su parte no despreció aquel banquete y entre él y su esposa se merendaron hasta la última gota.

Pasados unos cuantos minutos y luego de un breve pero merecido descanso, me fui hasta mi apartamento. A partir de ese día, mi permanencia en aquella ciudad cambio por completo.

CONTINUARÁ...