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Gabriel el Vengativo

en No Consentido

PLANTEAMIENTO- Así resumiré mi entrevista con Gabriel, con planteamiento, nudo y desenlace, como una obra de teatro, porque eso me pareció cuando me la contó. Nunca me pareció que fuese un tipo mentiroso, por eso su historia la he de creer y de contar. Una tarde, hace dos semanas se decidió a explicármelo todo, así que encendí la grabadora y le escuché atentamente, reconozco que el tema me sedujo desde el principio.

A él lo conocí hace 5 años en el instituto. Era un chaval muy normalito, de esos que apenas hablan y que nunca llama la atención. Moreno de pelo muy corto, lechoso, menudo, con un horrible aparato en los dientes y un sinfín de granos repartidos por la cara. Siempre andaba trapicheando con revistas y vídeos pornográficos. Afirmaba sin rubor que era virgen y las chicas de la clase le huían por tan variados motivos. Él no respondía a los insultos y a mí, que era su compañero de mesa, solo me hablaba de una cosa. Silvia.

Estaba locamente enamorado de aquella muchacha, bueno, lo cierto es que todos lo estábamos. Hace unos meses vi una foto suya en una revista de moda y suspiré por ella. Era una chica repetidora y endiabladamente guapa. La recuerdo perfectamente porque nos traía locos a todos los chavales. Era de muy buena familia, siempre arreglada e inabordable. Con un lustroso pelo castaño, cortado justo sobre los hombros, unos ojos pardos deslumbrantes y unos labios fantásticos. El cuerpo ... bueno, tantas veces he pensado en él que no me costará describirlo. Silvia es bastante alta, esbelta mejor dicho, calculo que 1 metro 75 centímetros. Con un pecho magnífico, tan hermoso, con un tamaño justo, muy erguido y apetecible. Comparado con el de mi novia calculo que tendrá una talla 100. Su cintura es muy estrecha, el vientre plano como una tabla y el culo, bueno, el culo es el más perfecto que he visto en mi vida. Ni grande, ni pequeño, es el CULO, así, con mayúsculas. Podía pasar perfectamente por una de esas playmates que adornaban nuestras carpetas. Desgraciadamente no era todo lo simpática que nos hubiera gustado. Tenía la costumbre de mirar por encima del hombro, y las pocas veces que habló era para llamarnos niñatos. Por eso la historia de Gabriel, su venganza, me excitó enormemente.

Como era de esperar Silvia tenía su guardaespaldas. Carlos, un chico dos cursos mayor. Un maromo de película bastante más formado y alto que los demás, cerca del 1,85. Como no podía ser menos las niñitas de mi clase estaban locas por él y nuestra envidia, he de reconocerlo, se pesaba en toneladas.

Gabriel se obsesionó por ella. Escribía su nombre en los libros, no dejaba nunca de mirarla, la seguía hasta su casa desde lejos e incluso guardaba como un tesoro el palo de un chupa chups que ella había dejado en la papelera. Llegó hasta tal punto su obsesión que compró su colonia para echarla en la almohada mientras se masturbaba.

Pronto descubrió que la feliz pareja iba en coche a un paraje cercano y solitario a darle una alegría al cuerpo. Apenas podía ver nada desde los matorrales pero se excitaba imaginándola desnuda con ese desgraciado haciéndola gemir. Él pensaba que nunca podría ocupar ese lugar y suspiraba por ello.

Llegó el verano, las clases se acabaron y Gabriel siguió detrás de ellos. Una noche la pareja cambió el asiento de atrás del coche por una toalla entre unos pinos y bajo las estrellas. Estaban en plena faena cuando oyeron un ruido en unos matorrales a pocos metros. Carlos se levantó corriendo y descubrió a Gabriel con los pantalones bajados y la mano en la entrepierna. De la paliza que le dio aún le quedan secuelas, una nariz partida, dos dientes rotos y una costilla que soldó mal. Allí en el suelo, con los ojos llenos de lágrimas y la sangre saliendo a borbotones vio como Silvia se acercaba y le propinaba la última patada, justo allí donde menos gracia hace.

Mira quien es, el mierda de Gabriel. Vaya hijo de puta pervertido, te dije que me miraba demasiado en clase - Silvia le despreciaba y no ahorro crueldad al encontrarlo tendido y sangrante.

Tanta vergüenza sentía el pobre Gabriel que no denunció la agresión y puedo jurar que no fue pequeña. El clase dijo que habían sido unos vecinos suyos. Después de aquello pasaron varios meses y según me contó, fueron los peores.

NUDO- Los padres de Carlos se marcharon de vacaciones y dejaron un estupendo chalet para que éste y Silvia

disfrutasen. Había un jacuzzi, piscina y varias habitaciones para disfrutar de la vida. Gabriel seguía espiando a Silvia pero esta vez ese deseo se había vuelto odio, el más pavoroso y sádico que he conocido. Supo que estaban solos y tramó una terrible venganza.

Un sábado, a mediados de agosto Silvia llegó al chalet de Carlos. La puerta estaba abierta. No había luces, pero nada más entrar vio como un camino de velas la conducía por los pasillos de la casa. Ella y su novio había planeado una noche romántica, con buena pitanza, algo de vino, música y sexo tierno hasta bien entrada la noche. Ella se había vestido con sus mejores galas. Un vestido de terciopelo negro y suntuoso. Con la espalda descubierta hasta donde se empiezan a adivinar las curvas del trasero. Por delante un escote más que generoso que dejaba ver un par de formas estupendas, apetecibles. El vestido era largo y con dos aberturas a los lados que mostraban unas piernas estupendas, muy bronceadas y firmes. El pelo recogido y los labios pintados de rojo fuego. Vamos, que Silvia era aquella noche y más que nunca, un pastel.

Muy nerviosa siguió las velas, sonriéndose por la gran ocurrencia de su romántico enamorado. Pero llegó al salón y se lo encontró desnudo y atado sobre un enorme sillón de tres cuerpos. Sangraba escandalosamente y parecía estar inconsciente. Silvia se asustó y corrió hacia la puerta pero una enorme figura se interpuso en su camino, empujándola bruscamente al suelo. Después se arrastró hasta el centro del salón asustada. Allí la esperaba Gabriel que sonreía malicioso.

-El pervertido está de vuelta- En su rostro aún permanecían las secuelas de la paliza. Iba totalmente cubierto de negro, con una brillante capa hasta el suelo. Parecía dispuesto para un aquelarre. Sus ojos brillaban como los del Diablo. Silvia no podía articular palabra. Detrás suya apareció Santiago, el más grande y inepto de nuestro curso. Un auténtico palurdo de esos que se ríen a destiempo en clase. Lleno de pelos por todo el cuerpo, con unas manos inmensas y la espalda más grande que recuerdo.

Hola Silvia, soy Santiago, o mejor dicho, Bartolo, como tu y tus amigas me llamáis, verás que bien no lo vamos a pasar- Santiago, alias Bartolo, sonrió. Era la firma de la casa, una estupidez que no presagiaba nada bueno. Gabriel le había ayudado a pasar de curso y sus películas porno le habían hecho más llevadera su vacua existencia. Ese sábado tenía la promesa de poder hacer realidad lo que había visto en aquellas cintas y con una mujer mil veces mejor que aquellas actrices tan dispuestas.

Estáis locos, vais a ir a la cárcel- Silvia seguía en el suelo y su voz se quebraba.

Eso no me preocupa demasiado. Levántate- Gabriel se puso serio. Una faceta suya que no acabo de encajar, tampoco su posterior crueldad. Silvia no le hacía caso, así que se acercó, la agarró del pelo y la levantó. Ella intentó darle un rodillazo en sus testículos, parece que le había cogido gusto al gesto, pero falló. Gabriel enfurecido le arreó un espléndido bofetón que la volvió a tumbar en el suelo. Silvia no se lo podía creer. La cara le dolía y empezó a lloriquear. Pronto las lágrimas se mezclaron con la sangre que salía de su nariz.

Santiago no quería ser comparsa en esta fiesta así que la levantó bruscamente y se quedó a su espalda sujetándole las dos manos con una sola de las suyas y arrimándose peligrosamente. En esa postura estaba aún más bella. Así, llorando, frágil, con los pechos erguidos, suspirando y temblando de miedo.

Déjémonos de tonterías. Yo me la quiero tirar ya, estoy que reviento- Dicho esto empezó a besarla por el cuello. La mantenía paralizada con una sola mano mientras con la otra avanzaba por la cintura subiendo y dándole un terrible restregón.

Esa mano inmensa no tardó en entrar en la calidez de su escote y en magrear con descaro uno de aquellos estupendos pechos. Lo estrujaba con violencia, con avidez, mientras pasaba la lengua por el cuello. Silvia pudo comprobar como su aliento despedía un desagradable olor a vino medio fermentado y se asustó. Si Santiago estaba borracho no sabría muy bien distinguir y daría rienda suelta a su violencia, el panorama no podía ser más negro. Mientras Gabriel observaba atento como su compañero saboreaba tan suculento manjar. Pero estaba muy excitado así que se acercó con una copa de vino en la mano.

Suéltala un momento, que beba- Silvia permanecía en silencio, aún le dolía el bofetón. Ella vio el ofrecimiento como una forma de rebajar tensión, así que bebió nerviosa todo el néctar que se le ofrecía. Naturalmente la copa tenía algo más que vino. De hecho y según me contó el barman tenía más afrodisíaco que alcohol.

Bien no pasa nada Silvia. ¿Sabes cuántos puntos me dieron?. Aún me duelen los huevos de la patada que me arreaste. Claro que hoy los vas a tratar muy, pero que muy bien.- Gabriel volvió a sonreír.- Sujétala- Santiago la volvió a atenazar las manos detrás, dejando ese increíble escotadura al alcance de la mano. Tan apetecible resultaba que Gabriel decidió meter una de sus manos y palpar esa carne caliente, tersa. Asegurarse que era tal y como la había imaginado tantas veces en cada una de sus pajas. Lo cierto es que no le decepcionó. Silvia seguía en silencio intentando no bajar la mirada, como no queriendo ver que dos extraños abusaban de ella sin contemplaciones. El acercó su rostro y le dio un largo beso. Según me contó fue el mejor de su vida. Aquellos labios eran y son soberbios.

Abre la boca, quiero que me beses con lengua, como se lo haces a él.- Dicho y hecho, Silvia la abrió, ofreciéndole su lengua y un sabor que no olvidaría en su vida. Gabriel se entusiasmaba con esos juegos mientras sus manos se pasaban de un pecho al otro, estrujándolos, arañándolos y pellizcando los pezones tal y como había visto en las películas. Pronto perdió la paciencia y le arrancó la parte superior del vestido, dejando los pechos al aire. ¡Que gran visión, allí, con la luz de las velas le parecía lo más bello del mundo. Tan duros, tan perfectos, con unos pezones pequeños y oscuros que no tardó en morder con total deleite. Llevaba años deseando disfrutar de aquellos manjares y lo hizo a conciencia. El brebaje del vino empezaba a hacer efecto o eso creía él. Silvia gemía y se retorcía sintiendo esa boca y esas manos en su pecho y un enorme bulto y un aliento impaciente por detrás. Sus dos amantes se estremecían disfrutándola a placer. Santiago no tardó en soltarle las manos y estrujarle el culo. Un movimiento poco sensible ... muy en su línea. Metió la mano bajo el vestido y notó un tanga minúsculo.

Que te dije, que te dije, esta buenísima. - Gabriel había perdido los papeles, le faltaban manos para disfrutar de aquella hembra increíble. Chupaba, mordía, arañaba .... todo era poco con tanta hambre atrasada. Pero Silvia no estaba del todo convencida, así que aprovechando que habían bajado la guardia le propinó una buena patada y el objetivo, ya lo podrán imaginar, no podía estar peor situación. Mientras Gabriel se doblaba de dolor ella intentó zafarse y escapar, lástima que Santiago no estuviese tan aturdido como parecía. Se movió rápido, la agarró del pelo y de otro tremendo bofetón la tiró al suelo.

Cuando Gabriel se incorporó, después de un buen rato retorciéndose de dolor, se la encontró boca arriba, desnuda e inconsciente. Entre sus piernas y sobre su pelo púbico pudo ver restos de un líquido viscoso. Santiago había cumplido su promesa, se la había tirado. De lo único que se arrepentía Gabriel era de no haberlo visto. Ahora su compañero, tras descargar en el interior de la muchacha, descansaba apoyado junto a la pared, desnudo y más tranquilo.

Joder Santiago, lo has hecho, te la has follado. Dijimos que eso lo haríamos lo último- Se mostraba ofuscado pero sabía que había mucha noche por delante.

No podía más, está tan buena, cuando descanse un poco se lo voy a hacer otra ver y esta vez por el culo y luego quiero que me la chupe.... ¡aprovecha ahora!-

Gabriel se puso de pié junto al cuerpo tendido de Silvia. La iluminaban las velas, un cuerpo de pecado, totalmente desnudo y a sus pies. Gabriel estaba congestionado por la excitación, así que la movió un poco con el pie para que despertarla, pero nada de nada, respiraba mansamente. La sangre había dejado de manar de su nariz y del labio inferior. Así que no se lo pensó dos veces, cogió un cirio bastante gordo y derramó la cera por su cuerpo, desde el cuello hasta los muslos. Silvia gritó de dolor al sentir la cera caliente quemando su piel y sobre todo en lugares tan sensibles como aquellos. Después se sintió desnuda ante ojos extraños y se tapó instintivamente, una timidez que la hacía aún más deseable. Después alargó la mano y cogió el trapo negro en que se había convertido su vestido. Seguía asustada y además empezó a notar dolor y humedad entre sus piernas.

Levanta, ¿no querrás que te haga más daño?. Te dije que esta noche ibas a tratar mi rabo muy bien y le has dado una patada. Si vuelves a hacer algo así se la cortaré a tu novio o te rajaré a ti. No voy en broma ... ¿no me crees?- Silvia rompió a llorar.

Ponte de rodillas pero ya mismo - Era una orden casi un rugido. Silvia obedeció tapándose el sexo con el trapo negro. Desde atrás Santiago disfrutaba con la vista de su magnífico culo y su espalda.

Me duele mucho, dale un beso delicado en la punta - Gabriel era bastante sádico y muy aplicado en estas cosas. Se retiró la toga y le mostró el pene. Nuca se había empalmado de aquella manera, parecía que iba a reventar. No sentía vergüenza de que ella lo viera. Sabía que no era uno de aquellos cacharros de las películas, pero no estaba mal, quizás 16 o 17 centímetros. Ella se quedó mirando fijamente y le dio un sonoro beso en la punta. Poco le importó que ya la tuviese algo húmeda. Silvia empezaba a entrar en el juego de buena gana, aún así, no había que fiarse.

Bien, ahora uno más largo - Ella besó con los labios más abiertos, cogiéndole el glande y mirándo a los ojos. Según me contó después, aquella mirada y la sensación que disfrutaba en aquel momento le llevaron a su primer orgasmo. Allí en su cara, sin esperar. No es que Gabriel fuese eyaculador precoz, es que llevaba varios años soñando con aquel momento, nunca había estado con una mujer y aquello era demasiado para un chico virgen e impaciente. Silvia se sorprendió, pero lejos de apartarse permaneció allí quieta, recibiendo la descarga. El manantial caía por el rostro, perlando su precioso pelo castaño. Curiosamente la "fogosidad" de Gabriel no pareció desagradarle y no dijo nada. Permanecía quieta y en silencio mientras las gotas corrían por el cuello y el pecho, donde empezaban a aparecer las llagas coloradas de la cera.

Coño Gabriel, pareces tonto, córrete dentro hombre, en su boca o en el coño, es mejor. Niña ven para acá que vas a ver lo que es bueno- Santiago se había acomodado en el sofá, junto al novio inconsciente y su trasto ya pedía guerra. Silvia abrió mucho los ojos cuando vio aquello. Era enorme, digno de aquel mastodonte. Un pene grueso, brutal que la esperaba palpitante. Así que se levantó como pudo, tapándose con el paño las vergüenzas y se arrodilló frente a él, sin dejar de mirar su aparato y sin decir nada. Gabriel se quedó observando. Ella se puso a cuatro patas frente a Santiago, sentado en el sofá, y se metió aquello en la boca. Parecía que no iba a caberle ese enorme glande en aquella boquita, pero pronto demostró que querer es poder. Se movía rítmicamente ayudándose con una mano y dejando frente a los ojos de Gabriel y a su espalda un estupendo culo, todo abierto y receptivo.

Gabriel era y es un tipo bastante sádico, así que en ese momento, en el que cualquier otro se lo hubiera hecho por detrás, él buscó en una bolsa de deporte y saco una vara de bambú. Pese a la excitación y a lo bien que le había tratado Silvia, no pensaba olvidar su venganza. El primer latigazo sonó con fuerza en la habitación y ella gritó de dolor.

No seas cabrón, que me la está chupando. Si me la llega a morder te mato - Santiago se había asustado. Pero lo olvidó cuando vio que ella no solo no interrumpía la labor, allí entre sus piernas, sino que encima levantaba el culo para seguir recibiendo su castigo y mamaba con más pasión. Gabriel abrió mucho los ojos, estaba impresionado. Por una parte le dolía machacar aquel precioso trasero, tan duro, tan perfecto, pero por otra estaba su venganza ¡y que cojones! el estaba disfrutando y ella mucho más. Vio como levantaba el culo y entre sus muslos empezaban a brillar la humedad.

Coño, si le gusta y todo. Pues dale caña. - Santiago estaba congestionado, agarró con las dos manos la cabeza de la muchacha y acompañó el incesante movimiento.

Poco había que discutir. Gabriel cogió bien la fusta y siguió arreando con fuerza, haciéndola sonar en aquella carne que meses antes hubiera matado por besar. Cada latigazo dejaba una marca roja en sus glúteos, la carne vibraba y por raro que parezca la humedad no dejaba de manar.

Tan impresionado estaba ante esta visión que no tardo en reponerse, dejar el látigo a un lado tras unos minutos de castigo, pegar su pelvis y metérsela por detrás lenta y profundamente. Aquello estaba caliente y perfectamente lubricado. Estaba perdiendo su virginidad con la mujer que más deseaba en el mundo. Un momento precioso que recordaría siempre y que no iba a empañar el que ella estuviese medio drogada, magullada y chupándosela apasionadamente a otro desconocido.

Ahora Gabriel tardaría algo más en correrse, pero pudo darse cuenta que ella, en silencio, ya llevaba un rato haciéndolo y no sabía si era por el dolor, por la humillación o simplemente por los afrodisíacos. Pero no paraba de gemir y tenía multitud de orgasmos mientras se la mamaba a Santiago. Éste no tardo en soltar su descarga y junto a ella un grito de placer, casi un bufido. Silvia no dejó escapar ni una gota y aún siguió chupando un rato después.

Gabriel, viéndola como mamaba y movía el culo para recibirle mejor no tardo en seguir el camino de su amigo y soltarlo todo allí dentro. Ella volvió a gemir e hizo ademán de querer echarse a un lado.

Niña tu sigue hasta que yo te diga. Oye Gabi, quiero estrenarle el culo, así que ponte las pilas y échate sobre la tarima.- Mientras, Silvia seguía succionando con avidez, así que el grandullón no tardó en correrse de nuevo.

Bien ahora ponte encima de Gabi y cabalga- Silvia obedecía sin rechistar y se trasladó desde el sofá, a gatas, hasta donde estaba Gabriel tumbado.

Espera límpiate la cara y las tetas. A ti te gustará mucho el semen, pero a mi no- Gabriel le alcanzó un trozo de su vestido.

El ya había perdido la virginidad, así que empezaba a ver más claro, sin esos romanticismos de adolescente que le habían traído loco tantos meses. Después de haberla visto perdiendo los papeles mientras se la chupaba a su compañero la había bajado del pedestal. Pero Silvia ardía. Se subió encima y ayudándose con las manos se la metió dentro. No parecía ella, tenía cara de ida. Gimió cuando se la metió dentro y empezó a subir y bajar con ganas y hasta el fondo. Moviendo el culo como una profesional y haciendo botar las tetas de forma espectacular.

Santiago quería formar parte de aquello, así que se levantó, se la cogió, le dio dos meneos y enfiló para aquel magnífico culo. Entonces Carlos, el novio, que había permanecido inconsciente, despertó y encontró a su novia limpiándose de la cara y de las tetas, cabalgando sobre un desconocido y mostrando su culo a otro que avanzaba con malas intenciones .... o buenas según se mire. Él nunca la había imaginado así. No podía gritar porque estaba amordazado, pero quería morirse. Le dolió más verla así que las heridas y según supe después nunca volvió a dirigirle la palabra.

Mira Gabi, el imbécil éste se ha despertado- Mientras hablaba Santiago puso la punta de su aparato en el ano de Silvia y lo empujó lentamente.

Mejor, has llegado en el mejor momento, tu novia se está dando un atracón- Silvia permanecía concentrada, absorta y cabalgando como una posesa.

Te has perdido tres mamadas estupendas Carlos. A tu novia le encanta la leche y ya veo que también le gusta que le den por culo. No está tan estrecho como me esperaba. Hay que joderse, con lo fina y chulita que va por la vida- Santiago disfrutaba siendo cruel.

Mientras el pobre chaval, en el sofá, gritaba en silencio. Ella recibía las embestidas en su culo y saltaba sobre Gabriel, que no paraba de magrearle los pechos. Según me reconoció se corrió varias veces viéndola así. Aún hoy se masturba recordando aquello. Santiago también lo hizo indistintamente en los dos orificios y hasta que se cansó. Cuando acabaron Silvia que ya había tenido numerosos orgasmos, se fue arrastrando desnuda hasta los pies del sofá, donde permanecía Carlos que ya se había cansado de gritar y que tenía los ojos rojos de odio. Ella se encontraba cansada, había disfrutado mucho y eso le hacía sentirse confundida. Abominaba de aquellos dos que la habían hecho gozar tanto. La habían quemado, abofeteado, fustigado, humillado .... el sexo ya no volvería a ser como antes y su relación con Carlos estaba viviendo sus últimos instantes. Los efectos del afrodisíaco empezaban a disiparse y en su lugar llegó un fuerte sentimiento de culpa.

La mayoría de las velas se habían consumido y fuera empezaban a despuntar los primeros rayos del sol. Gabriel y Santiago se vistieron. Este último se acercó a una de las estanterías llenas de libros y cogió una cámara de vídeo. Todo estaba grabado.

Ahora niña, si dices algo, todo el mundo te verá follando como una loca. Vas a ser la actriz porno más famosa del mundo ... y la más guapa- Santiago sonrió satisfecho tras pronunciar su amenaza. Gabriel se acercó a ella y le dio un último beso en la frente.

 

DESENLACE. Cuando me entrevisté con Gabriel no pude evitar decírselo.

Habéis visto demasiadas películas. Es una amenaza estúpida. Estabas enamorado de esa mujer, ¿cómo ibas a hacerle esa jugarreta después de aprovecharte de ella de semejante manera?-

Tienes razón. Ni aún cuando la policía apareció en mi casa me atreví a hacerlo. ¿quien me denunció, ella o él?....¿sabes algo de Santiago?

Aquella entrevista, hace unas semanas y en la cárcel de Soto del Real, no la olvidaré nunca. Se publicó en mi periódico, aunque en otros términos y dos días más tarde. El juicio saldrá en enero y esa cinta, que yo pagaría por ver, sigue oculta en algún lugar del instituto.

Ignatus@ozu.es