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El día que me violaron

en Hetero: Primera vez

Me llamo Valeria y esto me ocurrió a los 14 años. Era jueves y tenía clases de inglés en el instituto desde las ocho de la noche hasta las nueve. Mamá siempre pasaba a buscarme a la salida y nos íbamos juntas caminando a casa pero ese día no fue. Le dije que a la salida iba a irme a la casa de una amiga para pedirle unos apuntes y le prometí que tomaría un remis para que me llevara y me trajera.

Salí esa noche del instituto y traté de encontrar algún remis estacionado en la vereda pero no tuve suerte. Esperé un rato hasta que pasara uno pero cada minuto parecía una eternidad y no pude esperar más. Además me estaba congelando ya que era invierno y no llevé ningún abrigo porque me pareció que no iba a hacer tanto frío. Entonces empecé a caminar en dirección a la casa de mi amiga ya que sólo eran unas pocas cuadras. No era un lugar muy seguro para ir caminando pero no tenía alternativa y además no pensaba que algo malo me pasaría.

Sólo faltaban dos cuadras para llegar cuando vi a un hombre recostado sobre la pared de una casa en medio de la oscuridad. Disimuladamente me crucé a la otra vereda sin despegar mi vista del hombre. Noté que me miraba fijamente y me asusté pero no quise correr. Cuando logré llegar a la vereda de enfrente comencé a caminar más rápido pero alguien me agarró de la boca por detrás y me arrastró hacia donde estaba el otro hombre. Yo traté de gritar pero me tapaba la boca muy fuerte. Trataba también de patearlo para que me soltara pero el otro me agarró las piernas y entre los dos me metieron en una casa que parecía estar abandonada. Todo ocurrió muy rápido y no podía creer lo que estaba ocurriéndome.

Yo seguía resistiéndome pero era inútil, ellos eran muy fuertes. Me llevaron hasta el sótano de la casa y cuando el hombre sacó la mano de mi boca inmediatamente grité pidiendo ayuda pero eso no pareció importarles. El hombre sólo se rió y me dijo que gritara todo lo que quiera porque nadie iba a escucharme. Quise suplicar que me dejaran ir (aún sabiendo que de nada serviría) pero no podía hablar, no me salían las palabras, lloraba mucho y no podía parar de hacerlo. En ese momento uno de ellos me sostuvo fuerte de los brazos e inmediatamente el otro hombre sacó una jeringa y me inyectó algo que me hizo perder fuerza. No podía quedarme de pie y ni siquiera tenía energías para hablar claramente. Estaba totalmente indefensa y no podía resistirme. No tenía fuerzas ni siquiera para llorar. Me sentía perdida, como si estuviera dentro de un sueño.

Empezaron a decirme cosas obscenas y a tocarme todo el cuerpo. Me dijeron que me tranquilizara, que iba a gustarme lo que estaban por hacerme y que si me portaba bien no me matarían. Me desabrocharon la camisa y sacaron mis senos por encima de mi sujetador. Me revolvió todo el estómago y casi vomito cuando empezaron a chupar mis pezones y a jugar con ellos. Fue muy desagradable y asqueroso.

Después de un rato me levantaron la pollera y me arrancaron la bombacha. Me dieron vuelta y me pusieron boca abajo. Me abrieron las nalgas y uno de ellos metió un dedo en mi ano y lo empujó hasta muy adentro. Yo no podía soportarlo más, me daba mucho asco. De repente noté mi vagina y mi entrepierna mojada. Creo que me oriné por los nervios. Los hombres sólo se reían y seguían metiendo y sacando el dedo de mi ano de manera brusca. Primero sentí entrar un dedo, después ya eran dos y tres. Parecía que estaban tratando siempre de meter mas dedos. Notaba cómo me abrían el culo con ambas manos. No sé si era a causa de la droga que me inyectaron pero sentía mi ano muy dilatado, como si una mano entera pudiera caber en él. De repente uno se me tiró encima y luego de un empujón me clavó todo su pene dentro de mi culo. Fue un dolor intenso, me dolió mucho. Fue como si un cuchillo me hubiera penetrado. El desgraciado se movía muy rápido y en cada movimiento que él hacía yo percibía que mi ano se dilataba cada vez más. Cada sacudida era para mí una tortura porque la droga aparentemente me hizo perder fuerzas pero seguía teniendo sensibilidad.

Escuché un gemido y luego sentí un líquido correr por mis nalgas. Inmediatamente después el otro hombre me agarró de las piernas, me las abrió más aún y también me penetró. En ese momento creí que mi ano se rajaría, sentía un ardor que me quemaba demasiado. Era un dolor tan intenso que parecía como si me estuvieran incrustando un cuchillo en el culo. Me desmayaba a cada rato y los hombres me pegaban para despertarme. Me decían que era mi primera vez y no podía perdérmelo.

En un momento se detuvo y se levantó. Pensé que se habían ido y que la pesadilla había finalizado ya que solo hubo silencio por unos cuantos minutos. Yo no podía hacer nada, no podía mover ni un solo dedo. Sabía que era por la sustancia que me habían inyectado pero también porque estaba muy dolorida, no quería moverme ni un centímetro. Me quedé ahí, quieta, con mi cara sobre la tierra, todavía sintiéndome como dentro de un sueño.

Cuando pensé que ya todo había terminado, escuché unas voces dirigiéndose hacia mí y luego sentí unos brazos agarrándome. Me levantaron y me dejaron recostada sobre mi espalda Después uno de ellos me abrió las piernas y me las sostuvo hacia atrás. Mis piernas estaban muy abiertas y mis rodillas casi tocaban el suelo. Luego, el otro hombre se inclinó hacia mí y me introdujo violentamente su pene en la vagina. Sufrí mucho y el dolor fue espantoso, pero también extraño. La intensidad del dolor fue tan aguda como cuando me penetraron por detrás pero lo sentí de una manera diferente, experimenté una sensación distinta a la anterior. Pero de cualquier forma el dolor fue inmenso ya que nunca había tenido relaciones sexuales porque tenía la idea de seguir siendo virgen hasta que me casara algún día.

Ante tal tormento, lo único que hacía era cerrar los ojos y esperar a que la pesadilla terminara pronto. Los hombres se turnaron varias veces y yo pensé que moriría, pero afortunadamente me desmayaba seguido y los hombres ya no se molestaban en pegarme para que me despertara.

La próxima vez que desperté, ellos ya no estaban, se habían ido. Todavía tenía mucho miedo porque pensé que iban a volver enseguida pero no fue así. El terror que tenía desde el principio era que me mataran pero afortunadamente no lo hicieron, tuve mucha suerte. También fui muy afortunada de no contraer alguna enfermedad o peor aún, quedar embarazada. Fue un milagro.

Yo realmente no quería escribir sobre esto porque me trajo malos recuerdos pero me pareció importante que lo sepan otras chicas para que no les pase lo mismo que a mí. Lo peor que pude haber echo es pensar que algo así nunca me ocurriría.