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Mi primera vez

en Hetero: Primera vez

Me llamo Aurora y soy una chica de 30 años y la historia que voy a contar me sucedió hace ya casi 13 años.

Cuando terminé mis estudios en la escuela primaria, mis padres decidieron que para tener una mejor educación, lo mejor era matricularme en un colegio de monjas que había en una población a 40 kilómetros de mi casa, decían que como yo era una chica bastante tímida y no salía con amigas, el ambiente del internado y el contacto obligatorio con desconocidos me haría abrirme al exterior.

Al principio, yo esta más bien reacia a ello porque pensaba que aquello sería un colegio sólo para chicas, con uniforme, serias y con una disciplina muy rígida. Me imaginaba grandes salas llenas de camas donde dormiríamos las internas custodiadas por una monja amargada y gritona. Todo eso me parecía horrible.

Pero me equivoqué. Cuando llegue al colegio con mis padres para matricularme lo que me encontré fue un centro mixto donde la gente iba vestida de forma normal. Cambié de idea y el colegio ya no me pareció tan horrible. Las habitaciones eran para dos personas y el ambiente era como de un colegio mayor, aunque solo de chicas, los chicos y algunas chicas, sólo acudían a clase.

Si bien el colegio era mixto, las reglas en cuanto a comportamiento eran muy rígidas y no estaba permitido tontear dentro del colegio.

Al principio me costó bastante adaptarme y hacer amigas. Cuando pasaron unos meses yo ya tenía mi grupo de gente, con los que pasaba la mayoría del tiempo. El grupo lo componíamos cuatro chicas del internado, dos chicas de fuera y cuatro chicos, era un grupo variopinto.

Pasaron los días y sin darnos cuenta llegaron las vacaciones de Navidad y con ellas la primera fiesta del colegio. La fiesta se organizó en una discoteca próxima al colegio. Se pusieron anuncios y al evento acudió un gran número de gente joven dispuesta a divertirse.

Cuando hicimos el reparto de trabajo para la fiesta, yo pedí trabajar en el guardarropía porque no me atrevía a estar en la taquilla y mucho menos en la barra de camarera, me moriría de vergüenza.

Cuando llegamos a la discoteca a preparar todo uno de los amigos del grupo (Miguel) se acerco a mí y me preguntó si estaba preparada para en jaleo. Le dije que no que todo mi cuerpo templaba y que me sentía incapaz de atender el guardarropía yo sola. Me contestó que al principio tenía que estar sola porque todos tenían su puesto, pero que cuando él cerrará la taquilla me ayudaría.

A las 11 de la noche comenzó a llegar la gente y a mí se me amontaba el trabajo. Llegó un momento en el que de verdad me encontré mal y mi vista se dirigió hacia la taquilla, que esta situada a escasos metros de mí. Cuando Miguel se volvió, sus ojos buscaron los míos y leyó el terror en mi mirada, ya no sabía que hacer. Jamás había sentido nada igual, era una mezcla de vergüenza, agobio y decepción conmigo misma por no poder aguantar algo tan simple como esto. De repente, alguien me dijo: " tranquila, estoy aquí para ayudarte, relájate". Era Miguel, en aquel momento le hubiese comido a besos, fue mi salvador y desde entonces uno de mis mejores amigos.

El resto de la fiesta fue estupendo. Cuando acabamos nuestro turno nos metimos en la pista de baile y sin separarnos ni un minuto estuvimos bailando y bebiendo hasta altas horas.

Cuando terminó la fiesta nos fuimos cada uno por nuestro lado, él a su casa y yo de vuelta al colegio. No pasó nada más.

Al día siguiente habíamos quedado para limpiar el local y entonces me di de cuenta que estaba más nerviosa por volver a ver a Miguel que la noche anterior. Miguel pasó de ser un simple amigo a algo más, algo yo no podía definir porque no lo había sentido nunca antes. Con él había pasado la mejor noche de mi vida, me había divertido como nunca y por fin había superado la vergüenza que me separaba de una vida normal.

Cuando le vi mi corazón se volvió loco y algo se tuvo que reflejar en mi cara porque una de las chicas (Yoli) se me acercó y me dijo: "deja de mirarle porque si no lo vas a desgastar". Casi me muero allí mismo, note que mi cara se volvía no colorada, sino roja y salí corriendo hacia el colegio. Miguel se acercó a Yoli y le preguntó si yo estaba bien y ella le dijo que nunca había estado mejor, que por fin me había vuelto una chica normal. Miguel no lo entendió y no dijo nada.

Fueron unas Navidades diferentes. Estaba pletórica, no podía dejar de sonreír y mis padres estaban encantados.

Cuando volvimos a clase todo fue diferente. Al principio no sabía lo que sentía, pero en cuanto tuve delante a Miguel lo vi todo muy claro, sentí que le quería. Sólo había un problema, él me seguía viendo como una amiga de cuadrilla a la que había hecho superar un mal trago, pero nada más.

Durante el descanso entre clases se acercó a mí y la conversación no fue como yo me esperaba, hubo una frase que me marcó:

A partir de ahora vamos a ser buenos amigos y así te podré contar todas mis cosas.

Aquello me cayó como un jarro de agua fría. Seguro que le gustaba alguna otra y yo le iba a servir de paño de lagrimas y de confidente, pero nada más. Pero mejor eso que nada.

Fueron pasando los días y salíamos a tomar café y hablábamos. Él me contaba sus cosas y nos reíamos. Pero un día me contó que estaba loco por otra chica de clase que se llamaba Eva y que yo tenía que ayudarle porque me llevaba muy bien con ella. Me acaba de clavar un puñal en el corazón y me quería morir. No podía hacerme eso, pero me lo hizo.

Pasó el tiempo y Miguel poco a poco se iba acercando a Eva y a mí me lo contaba todo.

Llegó la fiesta de Semana Santa y en lugar de quedarnos a dormir en el colegio, convencimos a nuestros padres y un grupo de chicas nos quedamos a dormir en un hotel cercano al colegio y a la discoteca.

Las cosas fueron sobre ruedas hasta que a eso de la una de la madrugada Miguel consiguió marcharse con Eva por ahí y yo no lo soporté. Al poco rato salí del local y me fui a dar un paseo a ver si me olvidaba de ellos. Al salir vi a una pareja besándose con pasión. Cuando me acerque más vi que eran ellos y me derrumbé.

Me fui al hotel sin decirle nada nadie y me acosté llorando.

Después de un rato de lágrimas y promesas de que no me volvería a enamorar, me quede dormida profundamente.

No sé que hora sería, me desperté entre sueños y oí como alguien golpeaba mi puerta. Me levante adormilada y abrí. La sorpresa fue mayúscula, era Miguel, estaba llorando de rabia y cuando me vio se tiro a mis brazos y me dijo que le abrazara fuerte, que necesitaba una amiga, alguien con quien hablar.

Le dije que se calmará y que me contará lo que había pasado.

Me contó que se había enrollado con Eva pero que de pronto ella se apartó y le dijo que era un crío, que estaba enamorada de uno de último curso y que se había enrollado con él para darle celos al otro.

Yo no sabía que hacer, así que cerré la puerta y le acompañé hasta la cama y lo senté. Cuando estuvo más calmado, me dio las gracias, se recostó en la cama y me pidió que le dejara dormir allí, que no quería dormir solo. Se quedó dormido enseguida mientras yo optaba por recostarme al otro lado de la cama, procurando mantener las distancias. Me quede dormida.

Cuando me desperté era de día. Escuche un ruido de la ducha y respiré aliviada, la noche había pasado sin incidentes.

Cuando Miguel salió del baño y me miró vi algo raro en su mirada, entonces me acorde que sólo llevaba puesto un camisón corto. Me tape rápidamente con las sábanas. Miguel se acercó y me miro fijamente. Nunca nadie me había mirado así, se me puso carne de gallina y un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Se sentó en el borde de la cama junto a mí, acerco su cara a la mía y me beso. Dios mío, fue maravilloso. Al principio yo estaba cortada, era mi primer beso. No tengo ni idea de cómo surgió pero sin darme cuenta estaba tumbada en la cama con él a mi lado besándome suavemente.

Antes de que fuera a más, le separe y me levante de la cama, estaba muy nerviosa y le dije que no iba a dejar que pagara conmigo lo que Eva le había hecho.

Se acerco y acariciándome los brazos me dijo que estaba equivocada, que durante la noche se despertó y al verme tumbada junto al él se dio cuenta que era yo la persona que estaba buscando, que yo era la persona que le daba confianza y paz y que sabía que yo jamás le fallaría ni le dejaría colgado. Me dijo que me quería y que me lo quería demostrar.

Yo le conteste que me daba miedo, que era virgen.

Entonces, con mucha dulzura me cogió la cara y me beso. Poco a poco nos acercamos a la cama y me tumbó. Me beso suavemente en la boca, las mejillas, el cuello, los hombros y entonces llegó al camisón. Levantó la cabeza y me dijo: - ¿quieres que siga?. - Por favor, no pares.

Primero me bajó un tirante, dejando al descubierto mi pecho. Lo beso y acaricio con mucha delicadeza. Luego bajo el otro tirante, deslizo el camisón hasta la cintura y sus labios recorrieron toda mi piel. Yo me estaba volviendo loca de placer. Comencé a gemir. Cerré los ojos y noté como sus manos acariciaban mi braguita y como con suavidad hacía descender el camisón y la braguita hasta sacarlos por mis pies. Era la primera vez que alguien me veía desnuda.

Entonces se incorporó y estuvo observándome durante unos segundos. Se quito la camiseta y dejo ver el bulto que su miembro hacía en el bóxer. Me dijo: - "eres preciosa y no es justo que la ropa que llevas no haga honor al cuerpo que tienes. Me siento muy afortunado por esto. No te arrepentirás." Después de esto, su mano acaricio mis muslos, luego su interior y sin darme cuenta sus dedos jugueteaban con mi sexo. Yo creía que me moría, jamás había sentido tanto placer, era increíble. Noté como su lengua sustituía a sus dedos y como mordisqueaba mi clítoris. Yo me agarraba con fuerza a las sábanas y me mordía el labio para no gritar de gusto. Entonces tuve mi primer orgasmo.

- ¿Te gustaría jugar con esto?. Me preguntó señalando su pene. No dije nada, me puse de rodillas mientras él se tumbaba en el hueco que yo había dejado en la cama. Noté como mi mano se calentaba con el calor que desprendía ese músculo. Comencé a acariciarlo siguiendo los consejos que él me daba, al principio suave y poco a poco más fuerte. Mi cerebro trabajaba por su cuenta y ante su asombro comencé a besar su miembro hasta que lo introduje del todo en mi boca, casi no me cabía. - "no pares, lo haces muy bien, sigue, sigue"
Sentí su leche caliente en mi boca y me lo trague todo, estaba muy rico. Su miembro seguía erecto. Empezó a besarme de nuevo por todo el cuerpo mientras me acomodaba en la cama, puso una de las almohadas bajo mi cadera y acerco la cabeza de su pene a mi rajita.

Tengo miedo.

No te preocupes, no pasa nada. Si te duele lo dices y lo dejamos.

Vale, soy toda tuya.

Comenzó a introducir su miembro poco a poco y notaba como mi coñito la admitía, después me escocía pero me gustaba. Entonces su pene tocó la pared del himen.

Yo ya estaba muerta del placer y el dolor me daba igual, lo único que quería era que empujara con fuerza, que me atravesará, que hiciera lo que quisiera conmigo. - "Empuja, empuja con fuerza, no me dejes así por favor". Y es lo que hizo. Sentí que algo se rompía dentro de mí y al poco me corrí mientras mi cuerpo se retorcía de placer y mi boca gritaba su nombre. Él siguió empujando y su ritmo se aceleró. Se corrió dentro de mí y pensé que tocaba el cielo.

Se colocó junto a mí en la cama y mientras me abrazaba y besaba me susurro un "Te quiero" que me llegó al alma.

Nos dormimos abrazados.

Han pasado 12 años y 7 meses y todavía seguimos juntos. Nos casamos hace 6 años y tenemos 3 hijos maravillosos.

Todos los años, el día 14 de marzo de 1989 volvemos a la habitación 115 de ese hotel y repetimos lo de aquella noche. No lo olvidaremos nunca.

Además, Eva fue mi madrina de boda y a ella le estaré eternamente agradecida.