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Mi primera vez

en Hetero: Primera vez

Tenía 12 años cuando mi tío Juan, de 28, tuvo que hacer un curso de tres meses en Madrid por lo que vino a vivir a nuestra casa durante ese tiempo. Las primeras semanas apenas le vi, pero eso iba a cambiar al llegar las vacaciones de verano, ya que mis padres se iban a trabajar cada día y él sólo iba a clase por las tardes. Al empezar mis vacaciones, tío Juan me prometió que al día siguiente iríamos a visitar la Casa de Campo.

Por la mañana, cuando se fueron mis padres y como mi tío no se levantaba, entré en su habitación para despertarlo, sin saber que la noche anterior había estado con unos amigos hasta muy tarde y se había acostado pasadas las tres de la madrugada.

- Venga tío Juan, que son las nueve.

- ¿Ya son las nueve?.- Preguntó medio dormido.

- Sí, hace un rato que papá y mamá se han ido al trabajo,- le dije abriendo la ventana- y hace un día estupendo.

- Déjame dormir un rato más,- me dijo- ayer me acosté muy tarde.

- ¡Venga!, levántate ya "porfa".- Le insistí.

El seguía medio dormido y volvió a cerrar los ojos, viendo su sueño a mi sólo se me ocurrió hacer lo que tantas mañanas me hacía mi madre, pegar un tirón de la ropa para forzarlo a levantarse. Cogí las sábanas y sin que él se lo esperara las tiré hasta los pie de la cama; él se sobresaltó, pero la que se quedó de piedra fui yo.

Mi tío dormía completamente desnudo y ante mí vista quedó su enorme "cosa", gorda y larga, con la punta roja y brillante rozándole el ombligo, debajo tenía unos huevos enormes y arrugados y alrededor había un montón de pelos negros y rizados. Era el primer sexo de hombre que yo veía en mi vida y aquello no se parecía en nada a las pichinas de algunos niños que había visto; quedé tan sorprendida que ni siquiera reaccioné para volver a taparlo.

- Lo siento tío Juan, no sabía que, que... - intenté disculparme- que estabas así.

- No te preocupes, no pasa nada.- Dijo sonriendo

- Perdona pero yo no quería.- Volví a disculparme.

- Vale, no te preocupes, tu no podías saber que yo estaba desnudo.

Al final mi tío se había despertado y viendo que yo seguía con la vista clavada en su picha cogió las sábanas y volvió a taparse. Yo salí de la habitación y él pudo vestirse. Estuvimos todo el día juntos y ninguno de los dos volvió a hacer ningún comentario sobre lo ocurrido por la mañana. Aunque la imagen de mi tío desnudo en la cama con su enorme pene surgiendo entre sus pelos, no se borraba de mi cabeza.

Yo ya sabía que la "cosa" de los hombres era diferente a la de los niños; porque en el colegio cuando hablábamos de los chicos, siempre había alguna amiga que había visto desnudo a su padre o a algún hermano mayor y nos contaba que no tenían la "cosa" como los niños, sino mucho más grande y con muchos pelos, pero yo nunca me había imaginado que "aquello" pudiera ser así.

Al día siguiente, poco después de que mis padres volvieran a irse, decidí irme a la habitación de mi tío, ahora se que lo hice porque en mi subconsciente deseaba tener la oportunidad de verle otra vez desnudo. Tras preguntarle si estaba dormido, me metí en la cama a su lado y empecé a intentar convencerlo para que volviéramos a ir de paseo. Yo insistí, pero tío Juan siguió firme en su negativa, por lo que me quedé callada.

En la penumbra y el silencio de la habitación empecé a recordar lo ocurrido el día anterior y a pensar si mi tío estaría otra vez en cueros. El estaba en silencio y yo estaba como alterada, sentía una especie de picor en mi chichi que no sabía que era. Seguramen-te fue esa primera excitación la que me hizo hacer lo que hice, ya que sin pensármelo dos veces decidí tocarle su sexo.

De repente y sin decir nada, alargué la mano derecha y tras tocarle rápidamente la zona del ombligo me agarré a su polla. Aquello aún superaba todo lo que yo había imagina-do, estaba tan duro que parecía un hueso y tan caliente que estuve a punto de soltarlo, aunque al final me agarré a aquel tronco de carne que casi no podía abarcar.

-¿Hoy también estás desnudo?.- Le pregunté.

-¡Inma! ¿Pero qué haces?.- Me gritó sobresaltado, dándome una bofetada en el brazo.

-Sólo quería saber si hoy también dormías desnudo.- Contesté mientras soltaba su sexo, intimidada por su reacción.

-¡Claro, yo siempre duermo desnudo!, pero hay otras maneras para saberlo, bastaba que me lo hubieras preguntado.- Me gritó indignado.

-Ya, pero he querido gastarte una pequeña broma.- Dije casi llorando.

Cuando pensé en lo que había hecho me asusté tanto que empecé a llorar, él pensó que se había pasado e intentó consolarme.

-No pasa nada Inma, perdóname, no tenía que haberte chillado así y no he querido pegarte, sólo quería retirar tu mano, el sexo de un hombre no es algo que una niña deba tocar.

-Vale.- Contesté intentando cortar mis lloros.

-Venga Inma, basta ya de lágrimas, es que no me esperaba lo que has hecho.

-Yo...,- le interrumpí- yo solo quería.

-Solo querías saber como es el "pito" de un hombre ¿no?... a tu edad es normal que tengas curiosidad... ya te estás convirtiendo en una mujercita... ayer me viste en cueros y ... ¿Era la primera vez que veías un hombre desnudo?.

-Sí, a un hombre sí, había visto algún niño; alguna amiga me lo había dicho pero yo no creía que "eso" fuera así.

Tío Juan se había excitado y decidió sacar provecho de la situación, sin que yo me lo esperara cogió mi mano y volvió a ponerla en su enorme pene; pese a mi sorpresa yo volví a agarrarme a aquel mango que parecía haber aumentado de tamaño en esos minutos, y que ahora estaba mojado y más caliente.

-Ves como no pasa nada,- me dijo acariciándome la cabeza- antes ha sido por la sorpresa.

-Es enorme tío, vaya "cosa" grande que tienes, parece mentira.

-¿Te gustaría verla con la luz encendida?.

-No se, me da un poco de vergüenza.

Por toda respuesta encendió la luz, retiró las sábanas y quedó desnudo ante mi vista, yo me senté en la cama y abrí mi mano para poder ver mejor aquella polla que aún siendo de tamaño normal, a mis ojos de niña parecía algo descomunal. Estuve un rato contempla-do extasiada la entrepierna de mi tío y creo que así hubiera seguido si él no hubiera roto el encanto.

-¿Te gusta?

-No se que decir tío, ¿puedo volver a tocarla?

-Claro, pero tú también tienes que enseñarme tu chichi y tienes que jurarme que no le contarás esto a nadie.

-Te lo juro; ¿pero para qué quieres ver mi chichi?

-Porque estoy seguro que es precioso ¿o no?

-Que va, solo es una raja, es feo y además ahora me están saliendo pelillos, a mí me gusta más tu "cosota".

En aquellos años mi sexo había empezado a desarrollarse, abultándose y abriéndose, al tiempo que empezaba a crecerme una mata de suave vello que a mi me parecía horrible, aunque ahora comprendo que mi pequeño y dorado coñito debió encantar a mi tío, que quedó como extasiado cuando me quitó las bragas.

-Dios mío, que maravilla, Inma tienes un coñito precioso.

Tío Juan se arrodilló en la cama y me abrió las piernas; después de repetir varias veces que le encantaba mi coño, colocó su cabeza entre ellas y empezó a besarme en los muslos, acercándose poco a poco hacia mi sexo. Al final su boca llegó hasta mi coño y empezó a meter su lengua entre mis labios mayores; cuando noté el primer contacto de su lengua en mi incipiente clítoris, sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo y me hizo soltar un gemido.

-¿Te gusta eh?,- me preguntó apartándose un momento.

-Sí, siento como unas cosquillas muy buenas.

-Ven,- me dijo apartándose de mí y tumbándose boca arriba en la cama- vamos a cambiar de postura, ya verás como todavía te gustará más.

-Vale.- Le contesté, al levantar la cabeza mi atención quedó captada por su enorme polla, más hinchada y larga que antes, el capullo estaba de color púrpura y dejaba escapar unas gotas de líquido transparente.

-Ponte de rodillas sobre mi cara, con una pierna a cada lado de mi pecho.- Dijo ayudándome ponerme a horcajadas- Eso es, así, con tu culito en mi cara.

Yo me coloqué tal como me decía e inmediatamente noté como su boca volvía a apoderarse de mi pequeño coño al mismo tiempo que sentía como me empujaba la espalda hacia adelante, obligándome a inclinar el cuerpo en dirección a su sexo. Sin esperar que él me lo dijera, volví a coger aquel enorme pedazo de carne en mis manos y pude sentir perfectamente como palpitaba y como emanaba un olor que me embriagaba. Tras frotar varias veces el tronco, toqué el capullo y quedé asombrada por la suavidad de aquella piel que parecía quemarme la mano; siguiendo con mi exploración me apoderé de los huevos y volví a quedar pasmada por el extraño tacto de los primeros cojones que tocaba.

Yo estaba extasiada por la suerte de poder ver todo aquello y cada vez más excitada, porque pese a mis sobos mi tío había seguido comiéndome el coño y poco después creí morirme de gusto, derritiéndome en su boca; sin saberlo había tenido el primer orgasmo de mi vida que me hizo gritar de placer.

-No se porque he gritado,- me disculpé cuando me hube calmado- me ha entrado una cosa muy rara por el cuerpo y no he podido evitarlo.

-Ya no eres tan niña,- me dijo- te has corrido como una mujer.

-Es la primera vez que me pasa.

-Tu ya has tenido tu gusto, pero ahora tienes que hacer que yo también me corra.

-¿Pero cómo?, no se lo que tengo que hacer.

-Tienes que seguir jugando con mi polla, pero además te metes en la boca todo el trozo que te quepa y chupas como si fuera un helado que se está derritiendo.

Obedecí a mi tío y aunque al principio me dio asco y tuve nauseas, él empezó a chuparme el coño otra vez y pronto empezó a gustarme aquel sabor raro a macho en celo. Poco después, coincidiendo con mi segundo orgasmo, tío Juan empezó a gemir y su polla se endureció aún más hasta que de repente sentí un chorro de líquido caliente que se estrelló contra mi garganta, y me atragantó, tuve que soltar mi hirviente presa que siguió disparando leche varios segundos hasta dejar mi cara completamente pringada.

Yo quedé pasmada por lo que acababa de suceder, pero mis sorpresas no acabaron allí, mi tío respiraba profundamente y parecía como muerto, además su polla empezó a encogerse y su punta, momentos antes tan hinchada acabó tragada por un capuchón de piel que cambió por completo el aspecto de aquella excitante parte del cuerpo masculino.

Cuando mi tío se recuperó empezó a contestar el montón de preguntas que yo no paraba de hacerle y así fui enterándome de golpe de todo lo relacionado con el sexo y supe que era algo de lo que ya nunca iba a poder prescindir. La conversación duró hasta que la polla de mi tío volvió a levantarse amenazadora; volvimos a repetir un 69 fantástico, pero su corrida ya no me pilló por sorpresa y me tragué hasta la última gota de leche.

Tras el placer nos quedamos rendidos en la cama y yo empecé otra vez a hacerle preguntas que él me iba respondiendo; así estuvimos más de una hora, hasta que él se levantó para ir a ducharse, su picha continuaba encogida y yo me sentí muy orgullosa al ver que él no se tapaba de mí y caminaba por la habitación completamente desnudo.

Había disfrutado tanto que no quería que aquello acabara, por lo que entré en el baño y encontré a mi tío metido en la ducha empezando a enjabonarse.

-Yo también tengo que lavarme.- Le dije.

-Venga, entra, esta bañera es enorme y hay sitio para los dos.

Después de mojarme con la ducha, cerró el agua y con la esponja empezó a enjabo-narme, especialmente la zona del coño y mis pequeñas tetas, que apenas habían empeza-do a crecer; al rato dejó la esponja y siguió con la mano, yo me había vuelto a calentar y al girarme supe que él también porque su polla estaba tiesa. Entonces empecé a enjabonarle y cada vez que le tocaba su sexo notaba como se hinchaba un poco más; él seguía acariciando mis tetillas y se echó en el suelo de la bañera.

Yo me quedé de pie sin saber que hacer, porque tal como estábamos llenos de jabón no podía ponerme a chuparle su polla, pero mi tío tiró de mi mano, hizo que me sentara en su barriga y empujo mi cabeza hasta que nuestras caras se juntaron. Era el primer beso que me daban y tío Juan parecía no querer acabarlo nunca, por suerte para mí, porque me gustaba sentir su lengua hurgando dentro de mi boca.

Mientras tanto, él no dejaba de frotar mi coño aunque de pronto me di cuenta de que no lo hacía con su mano sino con su polla; mi tío levantaba sus caderas y frotaba su capullo a lo largo de mi entrepierna, aquello me producía un gran placer por lo que yo también empecé a moverme para aumentar el roce.

En esas estábamos cuando, debido a la cantidad de jabón que cubría nuestros sexos, una de las veces el capullo se introdujo ligeramente en mi coño; yo sentí la presión e instintivamente elevé las caderas deshaciendo el contacto, pero él también lo había notado y volvió a moverse para que la cabeza de su polla volviera a quedar en la puerta de mi sexo.

Esta vez no me quité tan rápido y sentí la enorme polla apretando contra las estre-chas paredes de mi coñito; el juego estaba empezando a gustarme y ni siquiera me quité cuando noté un fuerte empujón que introdujo la polla un poco más y me hizo bastante daño. Allí seguí yo, excitada por las caricias y los besos de mi tío, sin darme cuenta de que él estaba sobrepasando el umbral de su propio control y aquello solo podía acabar con su polla clavada hasta el fondo de mi infantil cuerpo.

Y así fue, mi tío volvió a empujar otra vez haciéndome daño, pero cuando quise separarme sus manos apretaron sobre mi culo y me lo impidieron. Ayudado por el jabón y por sus manos que me sujetaban firmemente volvió a empujar varias veces hasta que en una de esas embestidas sentí como si algo se desgarrara en mi interior y pegué en fuerte grito; él siguió empujando, sin hacer caso de mis quejas, hasta que consiguió meterme su polla por completo ya que yo notaba sus cojones golpeando en mis nalgas; después empezó a bombear hasta que se corrió y pude sentir como la leche inundaba mi interior.

Después acabamos de lavarnos y me pidió perdón por lo que había hecho diciendo que no había podido evitarlo. Yo estaba dolorida y pensaba que follar no era tan bueno como él me había dicho. A lo largo del día no volvimos a hablar del tema, pero al día siguiente en cuanto se fueron mis padres volví a irme a su cama y me apoderé de su polla, dispuesta a volver a disfrutar del sexo.

Aquel verano follamos montones de veces y lo malo vino cuando él se tuvo que marchar, yo me quedé sin mi ración diaria de placer y tras aguantar una temporada decidí que aquello me gustaba tanto que ya no podía pasar sin hacerlo. Primero lo probé con dos críos de mi edad que casi salieron huyendo; después con un chaval de 18 años que sólo pensaba en clavármela y correrse, follé con él tres veces y no sentí nada; hasta que al fin me dejé seducir por un vecino de 50 años, viudo, que volvió a hacerme gritar de placer, pese a que le faltaba la vitalidad de un muchacho joven y nunca podía correrse más de una vez.