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Lupita, mi secretaria

en Hetero: Primera vez

Trabajo en una oficina de seguros en donde el ir y venir no te permite en ocasiones ver la clase de "cueritos" que tienes a tu alrededor. Me tocó una circunstancia muy especial con lupita, mi secretaria, de vestir muy sobrio, limpia y recatada, Lupita es el prototipo de muchacha de origen pueblerino adaptada –con mucha reticencia propia- a la urbanidad. Observadora y de pocas palabras pero de voz cordial y atenta mi secretaria siempre había cumplido fielmente con sus horarios y su trabajo sin que yo reparara más que en sus resultados en la oficina. Alguna vez me había platicado de sus padres, de un hermano que se había ido de bracero, en fin, generalidades que se platican cuando no hay nada de que platicar.

Esa noche hubo que quedarse en la oficina por que había que presentar una propuesta a un buen cliente al otro día muy temprano, le pregunté a lupita si podía quedarse para ayudarme a imprimir y fotocopiar - a lo más será un par de horas y te llevaré a tu casa- le dije. -Claro que si me quedo- me contestó solícita.

Nos enfrascamos en la chamba y tres horas más tarde el asunto había quedado. Cuando lupita entró a mi privado con el último legajo que había fotocopiado noté con extrañeza que cojeaba ligeramente de un pie. ¿Qué te pasa lupita?- le pregunté al tiempo que me levante de mi asiento –No es nada licenciado, tengo un pequeño problema de circulación y cuando estoy mucho tiempo parada se me hinchan lo pies- me explicó. Le ví el pie derecho y note que la hinchazón le estaba oprimiendo severamente la piel que ya se desparramaba en los bordes de la zapatilla. ¡Pero mira nada más como tienes ese pie! Le dije con auténtica preocupación. –Te me sientas aquí y te quitas el zapato- -Pero licenciado...-quiso replicar –

-Es una orden- le dije con fingida autoridad al tiempo que la tomaba de los hombros para dirigirla a la silla.

Ya sentada pudo librar la extremidad de su opresión y lanzó un suspiro de descanso. La imagen de mi secretaria verdaderamente me conmovió. Me puse de rodillas y le pedí que me diera su pie para tallarlo –Como cree licenciado, no hay necesidad de eso..- dijo casi alarmada. –Nada, nada dame el pie, esto fue mi culpa- le dije mientras tomaba el pequeño pie muy bien formado y con un impecable trabajo de pedicuría. Nunca ha sido lo mío dar masajes, pero esa noche mi secretaria en verdad me había inspirado.

Empecé a frotar con suavidad desde la punta del pie hasta el tobillo. Hubo una débil protesta de mi secretaria que se acalló rápidamente mientras echaba en la silla ligeramente el cuerpo hacia atrás, entrecerrando los ojos. En verdad lo estaba disfrutando. El movimiento de mis manos se hizo más consistente mientras la frotación empezaba a subir hasta llegar a la rodilla. Me llamó poderosamente la atención la dureza y el torneado de sus pantorrillas además de un olor exquisito que sumado a los pequeños gemidos que lanzaba Lupita empezaron a enderezar mi pito.

Mis manos intrépidas subieron arriba de la rodilla lo que hizo que Lupita se parara como resorte de la silla –Qué estamos haciendo, licenciado?- me encaró mientras se oprimía las mejillas con las manos abiertas. –Estamos haciendo algo que tu y yo queremos- le dije con voz enronquecida por la pasión.

-No es correcto, licenciado- me dijo, nerviosa, mientras torpemente trataba de ponerse la zapatilla. En respuesta la tome por la cintura firmemente y le planté un beso en la boca.

Lupita se revolvió unos segundos tratando de deshacerse de la caricia a la que finalmente correspondió con una pasión contenida que me dejó gratamente sorprendido.

Mis labios recorrieron su cara, cuello, le di mordiscos en la oreja mientras mis manos le recorrían su cintura hasta llegar a la nalgas, unas nalgas duras y firmes que incrementaron mucho más mi erección.

Ya sin control, nos tiramos en la alfombra del privado. Con premura, sin dejarla de besar, le desabotone la blusa y le quite el bra, saltaron a mi vista un par de tetas pequeñas pero puntiagudas y firmes a las que metí a mi boca aspersora jugueteando el pezón con mi lengua. Para el momento de batallar con la falda de lupita, entre gemidos y sudor, me deshice de mi camisa. A pesar de su condición muy conservadora lupita portaba una soberbia tanguita que delineaba muy bien su cosita perfectamente afeitada. –soy virgen- alcanzó a susurrar mientras mi dedo empezaba con la exploración de su cueva. Mi lengua bajo desde las tetas a su vientre, le abrí las piernas y mi boca se clavó en su chocha. ¡MMM! Que delicia de sabor, sus jugos virginales inundaron mi garganta..su cosita olía a talco maja....sus gemidos se habían convertido en gritos abiertos de placer....Me despojé del pantalón que me quite junto con la truza... Mi verga regodeaba de liquido...Me coloque en rodillas frente a su cabeza posada en la alfombra y le ofrecí mi miembro a que dio timidamente unos lenguetazos.. supe que no me haría más sexo oral y decidí penetrarla –Hazlo con cuidado por Favor- me dijo temblando. Fue algo extraordinario...su estrechez hacía que centímetro a centímetro que iba introduciendo fueran gritos de placer en ambos...la venida fue desbordante, plena, única, montada en mi y revolviéndose sobre mi miembro, lupita tuvo su último orgasmo de la noche... Nos quedamos exhaustos tendidos un buen rato sobre la alfombra....