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Mi noviecita

en Hetero: Primera vez

El hecho que les voy a contar me sucedió cuando tenía 15 años.

Cuando iba a la secundaria, todos los días pasaba por ahí una compañera un tanto especial. Su nombre era Claudia. Tenía 14, pelo rubio, tetas redondeadas, un culo bien paradito y carita de nena. Pero lo que más me gustaba era verla cuando traía jogging ajustado, que se transparentaba un poco por lo blanco que era y le dejaba ver su bombacha que era blanca también. En ese momento me venía la excitación. Mi verga, que a esa edad medía como 14 cm, se ponía a mil y el corazón me palpitaba. Cada vez más deseaba poseerla. Quería tener a esa chica encima mío. Con sus brazos rodeándome el cuello y sus tetas en mi cara para poder lamerlas y ese culo encima de mi verga... ¡MMMMHHH! No lo podía superar y me iba de lleno a hacer pajas al baño de la escuela, lo cual quedaba un poco feo, pero ya que nadie me veía, no me importaban las consecuencias de mis actos. A veces se me manchaba el pantalón y me quedaba un rato adentro esperando en el baño a que se me secara el semen que tenía chorreando, lo cual duraba un rato.

Un día, se me presentó una oportunidad. Ahí estaba ella. Sola. Sin compañía. Miré a ambos lados para comprobar que nadie me estorbara y empecé con ella una conversación que terminó con una invitación a tomar una bebida a alguna cafetería cercana. Ella aceptó. Me quedé como paralítico, estupefacto. No podía creer que había logrado invitar a la chica de mis sueños.

Estaba tan emocionado que en la clase de historia estaba mirando como dormido al pizarrón y pensando en ella todo el tiempo. No escuchaba a la profesora. Tenía como un zumbido en las orejas. Mientras cada vez más pensaba en ella, mi verga subía de a poco. Esto lo notó la profesora, que inmediatamente interrumpió la explicación para ponerme los pies en el suelo y preguntarme qué era lo que había dicho. No supe qué responder. Así que le tiré cualquier verso y quedé como un reverendo boludo, tanto así que me sacaron afuera del aula.

Pero no la quitaba a Claudia de mis pensamientos.

De pronto, se abrió la puerta del aula de 2º año, vi que salía Claudia y la profesora que la empujaba afuera y luego la puerta que se cerraba de un golpe.

Cuando le pregunté qué había sucedido, me contestó que ella se quedó mirando al techo en la clase pensando en mí.

- ¿Cómo? ¿Vos también? - la miré asombrado. Al decir esto, los dos echamos una carcajada.

- Ya que estamos afuera, ¿qué te parece si vamos ahora a la cafetería y charlamos? -.

Y fuimos. Mientras hablábamos, no nos quitábamos los ojos de encima.

Pasaron unos días desde aquella salida. Esta vuelta estoy en mi casa, cuando recibo un llamado.

Era Claudia. Me decía con tono muy bajo que estaba afónica y en cama.

- ¿No podrías ir vos a la escuela y pedirle mi tarea a la profesora? - me preguntó.

- Está bien - contesté con toda amabilidad.

Al día siguiente, hice lo que me pidió y, ya que me había dejado su dirección, toqué el timbre de la casa y esperé.

Me atendió ella. Estaba sola en la casa. Nos saludamos.

- Pasá - invitó ella.

- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís? - le pregunté.

- Un poco mejor - me contestó y la voz se le escuchaba bastante bien.

- Acá está la tarea - y le mostré lo que le había dejado la profe.

- ¡Ah, qué bien! ¡Gracias! -.

Tiró la tarea a un lado en el piso violentamente y me miró con ojos llenos de pasión. Antes de que pudiera abrir la boca para decir algo, de un saque me empujó al sillón y, una vez encima mío, se sacó el camisón que llevaba puesto, quedando solamente con la bombacha puesta.

Las tetas totalmente expuestas y el pelo, que hasta hace unos días lo tenía recogido, estaba suelto, y largo, tal como a mi me gusta.

Mi verga empezó a subir quedando al rojo vivo.

Nos besamos apasionadamente y caímos en la alfombra que adornaba el piso del comedor.

Besaba su cuello, le decía cosas al oído como "así te quería agarrar yo" o "quiero besarte, quiero comerte, quiero poseerte". Luego, tal como yo soñaba, lamía sus tetas, sus pezones que a esta altura estaban duros.

Mientras me sacaba el pulóver y la remera, ella se dirigió a mi pantalón. Lo desabrochó, le bajó el cierre, me lo sacó y miró mi verga luchando por salir de mis calzoncillos. Me sacó también los calzoncillos y quedó mi verga ante su mirada atónita. No podía dejar de mirarla.

- ¡Pero, nene, tenés un armatoste acá! - dijo.

- Ya viste que no soy un "nene" después de todo - le contesté.

Echó hacia atrás un poco el cabello, abrió su boquita y se zampó mi verga de un saque. Pero yo no me iba a quedar con las manos vacías, porque se acomodó de tal forma que su vagina quedara enfrente de mi cara, lista para que la chupe. Comprobé que tenía poco pelo, lo cual me excitó más. Yo me quedé chupando su vagina mientras que ella se quedó lamiendo mi verga como si fuera un helado.

Estuvimos unos minutos así cuando me corrí en su boca. Ella, al mismo tiempo, descargó sus flujos en la mía.

Quedamos un momento exhaustos.

Pero luego mi verga volvió a pararse. Una vez que ella se repuso, tomó mi verga en sus manos y la guió a la entrada de su vagina. Se sentó con cuidado. Todo iba bien hasta que hubo un problema. Se sentía incómoda. Entonces le propuse la posición del perrito.

Se colocó en cuatro patas y esperó a que coloque mi verga en su rico agujero. Hubo un mete y saca delicioso. Y esta vez no hubo quejas. Más bien jadeos. Cuando mi verga tocó el himen de la vagina de Claudia, le advertí que se prepare porque seguro que un poco le iba a doler.

Empujé un poco más, y el himen se rompió. Apenas un gritito salió de su boca. Dejé mi verga adentro por un rato, y luego comencé un nuevo mete y saca. Me sentía en el cielo. Las paredes de su vagina me apretaron tanto que, sin poder evitarlo, descargué todo mi semen dentro de ella.

Ella descargó sus flujos. El violento orgasmo que sentimos nos dejó más exhaustos.

Cuando retiré mi verga de la vagina de Claudia, inmediatamente ella se arrodilló enfrente de mí y la chupó una vez más. Me descargué como un loco dejándola completamente tirada en el piso y llena de mi leche.

Después de descansar un rato, limpiamos la alfombra aún desnudos, y luego tomamos un baño juntos. Una vez que me estaba por ir, quedamos en que algún día volveríamos a hacerlo.