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Primera desvirgación

en Hetero: Primera vez

Que tal, amante de fantasías y de realidades sexuales, de ideas e idealizaciones, de sexo y de placer. Antes que nada me presento, soy el devastador de himenes, y me autodefino como un enigmático sujeto que hasta hace algún tiempo era un tipo común y corriente, como tu, como cualquier persona, pero desde cierto momento he encontrado en la desfloración de jóvenes vírgenes mi máximo placer y mi mayor virtud, y es por ello que decidí compartir contigo y con todos los demás navegantes de esta web todo esto, que te estaré contando periódicamente con todas mis aventuras sexuales anteriores y las que vaya acumulando de ahora en adelante, desde mis 17 años y hasta los 26 que tengo ahora, en entregas que te estaré brindando. Ahora que ya sabes a que me dedico, te contaré como nació mi obsesión por los hímenes y como logré mi primera desvirgación.

No hace mucho era yo un chico normal, demasiado normal en el aspecto sexual; si bien me encantaban las mujeres, era únicamente lo típico que un puberto fantasea de vez en cuando y sólo queda en eso, pero cierto día de primavera mi vida cambió lo mismo que mi destino. Caminando por la calle, descosía mis ideas, de todo un poco, cuando de repente saltó a mi mente el esbozar mi tipo de mujer ideal.

Sin duda ésta cuestión planteada por mi razón me hizo curiosear en todos los rincones de mi imaginación y me hizo sentar en aquella banca de aquel parque que son ahora íconos sexuales para mi. Lo primero que pensé, ya sentado, fue que esa mujer debía ser joven, muy joven, tal como yo lo era en aquel entonces, en mis 17 años, y lo demás cayó en mi mente de manera espontánea: 14 años, rubia, pelo largo a la altura de la mitad de la espalda, lacio, ojos azules, labios carnosos y gruesos, delgada en cuestión de cintura y de facciones, pero absolutamente esbelta y magníficamente proporcionada en senos y gluteos, y si, senos grandes, firmes, redondos, uniformes, duros y tiesos, gluteos parados y con la curva de 90 cm acentuada a la perfección, piernas largas, torneadas, firmes, rostro de ángel y lo más importante, inocencia reflejada en lo cristalino y azul de sus ojos.

Vaya boceto de mujer que acababa de crear, que, sin embargo, pensé, sería muy difícil haya algo más o menos parecido a este portentoso arquetipo de mujer deseado por muchos más hombres aparte de mi. Y luego de un suspiro y de volver a la realidad, eché la vista instantáneamente al colegio de al lado de aquel parque de magia, era la hora de salida, 2:00 p.m., con decenas de estudiantes tres años menores que yo y por supuesto la paradisíaca vista de niñas casi mujeres... Y repentinamente, entre la multitud de padres, estudiantes, maestros y la resonancia de cláxones, smog y alarido, todo se enfocó en una imagen diáfana que emergía ciertamente de un sueño y de una ilusión, precisamente ese sueño-ilusión que había creado hacía algunos instantes... Lo supuestamente irrealizable era ahora totalmente real a los ojos, al corazón y a los instintos sexuales, todo concentrado en aquella beldad que surgía de la nada envestida en su espectacular falda de colegiala a la mitad del muslo, su suéter azul y su camisa ajustadísima, con nudo hecho arriba del ombligo y con los botones y el hilo queriéndose reventar por la inmensidad que cubrían y contorneaban.

No se cuanto tiempo pasó, 10, 15, 30 minutos, y toda la multitud se fue esfumando del todo, y aquella niña que me tenía en estado hipnótico seguía ahí sentada algunas bancas de diferencia con respecto a mi, y como la multitud, su grupo de amigas igual se disipaba de a poco y se fue quedando sola, y cuando por fin estuvo así, sola, por impulso y sin planearlo decidí acercarmele. Era lógico que por la charla con sus amigas y entre tantas e incontables llamadas con su teléfono celular no había delatado el acechar obsesionado de mis ojos.

Caminando, me pasé de largo para que no pareciera plan y así lo hacía continuamente de esquina a esquina de la plaza, y noté de reojo que al fin me había visto, y de hecho era una vista tan o incluso más acechante que como yo la veía, y sentí que el momento y cuando pasé enfrente de su banca, cruzamos los ojos por primera vez y no nos dio nada más por hacer que cruzar y fundir nuestras miradas pícaras y excitantes.

Me le acerqué y lo primero que le dije fue un titubeante que tal, a lo que me respondió con un tembloroso y un poco contagiado de miedo hola. Le dije mi nombre y le pregunté el suyo, a lo que me respondió con un suspirante y todavía con algo de miedo Ana. Luego de esto la conversación se volvió más fluida y la recuerdo como a cada uno de sus cabellos rubios y lacios:

-Supongo que acabas de salir de la escuela, que haces tan tarde por aquí, si ya pasaron 45 minutos de que salieron no es cierto?

-Sí, pero es que mi hermano quedó de venir por mi y le he estado marcando a mi mamá por teléfono y no me contesta, y tengo que esperar aquí.

Luego le pregunté por donde vivía y le dije:

-Pues te ofrezco llevarte. Sé que si estás aquí es por obediencia a tus padres y no aceptarías tal propuesta de un desconocido, pero créeme que puedes confiar en mi y te presto mi celular para que llames a mi casa o todo lo que sea necesario, pero es más peligroso quedarte aquí, así que mientras lo piensas voy a la nevería de enfrente y te invito un helado para que me respondas.

Llegué con los helados y ella me dijo:

-Pues mira, no hay mucho que pensar, me has parecido un chavo bastante agradable, simpático y honesto y tienes razón en todo, así que nada más esperamos otros 5 minutos y acepto tu propuesta, vale? Así nos terminamos el helado

-Claro, por supuesto.

Pasaron los 5 minutos y nos fuimos a mi coche que tenía estacionado en el otro costado de la plaza. En el camino, mientras ella me contaba de sus clases, su familia y cosas así, yo miraba de reojo ese espectacular par de rubias piernas que con tal visión, excitaban hasta la inmensidad, más aún cuando se sintió con más confianza y cruzó la izquierda sobre la derecha, con la falda levantada casi hasta el final, complementando con esta imagen excelsa las gotas de sudor que escurrían desde su cuello, pasaban por sus maravillosísimos senos y se perdían en su no menos sexy ombligo.

Llegamos a su casa, pero advirtió que no había ningún coche más que el de su tía que vivía con ella, pero no quiso llegar y me propuso hablarle a su papá para avisarle que iría a hacer tarea con sus amigas y así que yo pudiera invitarle a comer. Por supuesto acepté y nos dirigimos a uno de los más exclusivos y exquisitos restaurantes de la ciudad. Ya en el restaurante, sólo había mesas no de sillas sino de sofás, para dos personas, por lo que quedamos en zona exclusiva, aislada y por supuesto juntos, muy juntos. Mientras degustabamos los platillos, fingía tos y movimientos bruscos, para rozar sus piernas con las mías y mi mano con su mano. Terminamos, pagué la cuenta y se adelantó ella un poco, y cuando nos dirigíamos al subterráneo del estacionamiento (oscuro y con muchos coches, pero todos vacíos por supuesto) noté que al levantarse se le había levantado un poco la falda y se mostraba cerca de la mitad de su pantaleta, que, siendo la desembocadura de su impresionante par de piernas, me provocó la erección más imponente de toda mi vida. Subimos al coche y primero estuve buscando un disco y luego abriendo los compartimentos interiores de mi coche, hasta que ya no pude más y se sobrevino la charla más excitante de que tenga memoria:

-Ana, pues hace apenas 3 horas que te conozco, pero aunque no creas, eres la mujer de mis sueños, la que siempre imaginé, la perfección hecha mujer, y me encantas, no sabes cuanto me encantas, disculpa que te lo diga, pero no podía callarlo más.

En sus ojos de sorpresa y los instantes en que estuvo callada me imaginé que quizá se había disgustado y me temí lo peor. Luego suspiro, respiró fuerte y profundo y dijo:

-La verdad no se que me pasó contigo, pero desde la primera que te ví caminando en la plaza, vi al chavo perfecto, quizá primero te noté un poco común a lo que conozco por lo caro de tu ropa y tus finos accesorios, pero luego que me hablaste en buena onda, supe que eras genial y que aparte de que eres mega guapo y de tu excelente imagen, eres super lindo, y no se si por tus gafas oscuras o tu aroma a fragancia de Ralph Lauren, pero me fulminaste.

Luego me tocó la mano y le di un beso en ella y le dije que esperara un poco. Salí del coche y fui a la tienda del restaurante que tenía florería y le compré una docena de violetas. Fui al coche y por el lado en que estaba ella le abrí y se las entregué, a lo cual respondió con un suspiro y una sonrisa sin igual. Luego la besé, recliné el asiento y cerré la puerta del coche (polarizado, afortunadamente), y aquel beso lo recuerdo como a pocas cosas, duró alrededor de 5 minutos hasta que respiramos un poco y después, como estaba yo encima de ella, la volvía a besar, pero ahora le desabotoné su suéter, le levanté el cuerpo y se lo quité.

Luego le tomé el costado del cuerpo con las dos manos y con ambas acariciaba su cintura y luego bajé mi mano derecha sobre su cadera y emitió un leve grito que iba de la mano con el aumentar de sus respiraciones. Bajé más mi mano y le acaricié su pierna, en momentos que la enloquecían y me enloquecían. Luego de algunos momentos de caricias a su pierna, se la levanté un poco y se la froté por debajo, continuando por supuesto en su pantaleta que se sentía tan húmeda como la selva en primavera. Tiré de su pantaleta y se la bajé un poco, mientras que con otra mano le acariciaba sus senos. Ella se retorcía, pero sus gemidos eran consumidos por mis besos que no cesaban. Le desabroché los botones a su camisa y noté que no traía bra, lo que me excitó aún más y me hizo acariciarcelos primero, apretarlos después y estrujarlos al final. Al fin dejé de besarlas para dirigir mis labios a la redondez de sus senos y a la fantasía de sus pezones. Ahora si se oían absolutamente todos sus gemidos y quejidos, así como su jadeo que enloquecía y embrutecía. El juego de caricias se prolongó bastante y para adicionarle algo mejor, le tomé sus manos y se las dirigí a mi pantalón, donde tocó por vez primera un pene, erecto, varonil, enhiesto. Lo concibió primero con miedo y luego con excitación, y le gustó.

Cuando estaba a punto de bajar por completo su pantaleta, me empujó hacia arriba y desconectó el ambiente de pasión que habíamos creado, diciéndome que era virgen y que no estaba en sus planes el dejar de estar en esa condición antes del matrimonio, por lo que me pidió que me hiciera a un lado y que la llevara a su casa, en un tono un poco encolerizado, pero esto en lugar de desmotivarme, me sobresaltó y en el forcejeo entre cuerpos me hice para atrás y abrí la puerta del coche, y luego con violencia la levanté a ella y la volteé de espaldas a mi, le levanté la pierna izquierda desesperadamente y le bajé ahora si su pantaleta hasta el zapato, luego levanté su falda y me bajé el pantalón y le embestí el glande de mi pene por el ano, cuando en aquel entonces me medía algunos 16 centímetros y aún cuando me rasguñaba la cara yo le sujetaba una pierna parada y la otra subida en el coche y luego hacía rápidos movimientos de atrás para adelante y jalaba su pubis hacia mi, que permitieron ingresar varios centímetros de mi pene en su ano, que la hicieron soltar un grito de dolor inmenso que le tapé con la mano.

Primero luchaba y se resistía, pero luego supo que no podía hacer nada y se entregaba a mis movimientos y acometidas con el pene. Ahora lo único que hacía era llorar a cántaros, con infinidad de lágrimas escurriéndole por la cara y el pecho y con coches sonando a lo lejos de ese apartado lugar del estacionamiento al que ni siquiera los vigilantes asistían, eyaculé luego de alrededor de 7 u 8 minutos de acometidas y más acometidas. Acabé y su pierna y sus zapatos estaban llenos de semen que aún escurrían como un ciclón húmedo.

Llorando de dolor y con el cuerpo débil, no hablaba ni decía nada siquiera, pero yo aún no lograba contener mi erección por lo que con su llanto y con aquel cuerpo maravilloso que estaba a mi entera disposición, la desnudé por completo y le levanté las piernas con mis brazos, juntándolas al cofre del coche, sujetándola de sus glúteos, con sus piernas abiertas totalmente hacia mi y ataque ahora su vagina con mi lubricado mástil y primero, por la pasión acometí fuerte y rapidamente y no hice más que acrecentar su dolor y llanto, por lo que pensé las cosas y la empecé a acariciar por completo como al principio y de nuevo la besé interminablemente, y sus lágrimas cesaron no gradualmente, sino pronto y hasta recuperó el equilibrio y empezó a disfrutar. Ahora ella se movía un poco pero también yo era el controlador de la escena.

Su llanto era ahora un gemido pasional que volvió a ser llanto hasta que le rompí el himen y le desangré su estrecha vagina, no tanto como su ano, pero igual de fascinante. Le hice el amor con pasión si, pero ahora controladamente, tan así que con todo y la ruptura de su red, lo disfrutó al máximo. Al fin eyaculé en su vagina y terminamos. Subimos al coche y estaba feliz, contrastante con su expresión dolorosa de la primera vez. Me dijo que me amaba y le dije que era la mejor. Se hizo tarde y la llevé a su casa; en el camino me contaba como cuando le penetré el ano yo parecía como un salvaje violador desenfrenado y loco, y después cuando le rompí el himen, le dolió mucho pero no era comparable con la estrechez de su ano perforada por mi, por lo que decidió disfrutar del momento y entregarseme plenamente.

Llegamos a su casa y quedamos en vernos, cosa que cumplimos por mucho tiempo y aún lo hacemos, con fantasías sexuales que disfrutamos, pero ahora yo prefiero cuerpos vírgenes, aunque Ana será siempre mi pasión y la mujer más maravillosa y perfecta, la que me inició a obsesionarme con vírgenes como ella, otros cuerpos tan excelsos como el de ella, mujeres que en otras entregas te contaré como despedacé sus hímenes, lo que ahora es para mi una pasión, una obsesión y un placer.

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