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Moy y Daniel

en Hetero: Primera vez

MOY, DANIEL, Y EL PROFESOR JUAN ANTONIO

Hola: tengo 16 años. Mi nombre es Mónica, pero desde niña me he acostumbrado a que me digan Moy, y es como me llamaré en estas mis historias, que son reales.

Digo "historias", porque narraré dos en este mismo relato.

Soy hija de una familia de clase media. Nací en Guadalajara (México), pero ahora radico en una importante población del Norte del País. Soy la tercera de tres hermanos (somos dos hombres, el mayor y el menor, y dos mujeres, la tercera y yo, la segunda). Mis hermanos y mis padres no entran en esta historia.

Hace tiempo un sorteo me brindó el premio de una computadora personal que instalé en mi habitación y, cierta noche en que me encontraba sola en casa, navegando en la red, pude percatarme del importante cruce de relatos eróticos que existen en diversas páginas. Al leer los relatos me decidí a insertar algunas de mis historias, que tengo bastantes, ya que mi vida sexual activa la comencé por iniciativa propia a la temprana edad de 10 años.

Ahora que tengo 16 años y que me doy cabal cuenta que soy hiperactiva sexualmente hablando, pienso que fui concebida y nací con la sangre excitada, con un fuerte deseo y apetito sexual: recuerdo que cuando era una niña de seis o siete años, en que se piensa más en jugar con otras niñas y muñecas y en ir al parque de diversiones, yo prefería encerrarme en mi recámara o en el baño para tocar libremente mi clítoris hasta que éste se inflamaba produciéndome ricas e indescriptibles sensaciones. Me gusta la independencia y la soledad y en vez de salir con la familia prefiero quedarme en casa a disfrutar de la soledad.

Han pasado 6 años desde que viví mi primera experiencia sexual con Daniel, un jovencito vecino, amigo de mi hermano mayor.

MOY Y DANIEL

Narro esta historia como el verdadero inicio de mi vida sexual activa, ya que fue Daniel el hombre a quien entregué mi virginidad cuando yo tenía 10 años de edad. Daniel en esa época tenía 19 años de edad.

Daniel, era mi vecino y muy amigo de mi hermano mayor, jugaban en el mismo equipo de baloncesto e incluso compartían igual carrera y grado en la universidad, por lo que se frecuentaban mutuamente en sus respectivas casas para estudiar.

Daniel era un tipo perseguido por las mujeres y envidiado por los muchachos de su edad, ya que si bien no era guapísimo, si era muy atractivo, alto, moreno claro, de ojos negros, de cuerpo fuerte y musculoso gracias a su vida deportiva, de muy amena conversación y un líder natural, y otros muchos atributos con que la vida lo había premiado.

Igual que mi hermano, Daniel tenía su novia, pero a como diera lugar me había propuesto que sería él, con quien tanto yo soñaba, el hombre a quien yo entregaría mi virginidad.

Cuando en mi soledad acariciaba mi clítoris, yo soñaba que era Daniel quien lo hacía, como lo vi en una película porno que una tarde encontré en el cajón del buró en la recámara de mis hermanos. Esa película, que constaba de varios episodios, me enseñó muchas cosas que yo no me imaginaba cómo eran: conocí y me entusiasmaron los enormes penes de los actores, vi cómo se hacían mutuamente el sexo oral, masturbaciones, penetraciones, etc. etc.

Una mañana de fin de semana del mes de Abril, mis hermanos y mis padres salieron inesperadamente a una cercana población, a casa de los abuelos, pues el abuelo se había fracturado una pierna a consecuencia de una caída. Preferí, como siempre, quedarme en casa pretextando tareas escolares y la necesidad de estudiar para un examen. Debido a que el accidente del abuelo no era nada de cuidado, mis padres entendieron mis razones y después de múltiples recomendaciones se marcharon con el clásico: "Moi, hasta en la noche, cuídate mucho".

Como era una salida, aunque cercana, fuera de la ciudad, la costumbre me había enseñado que el regreso sería ya entrada la noche y por tanto, dispondría de todo un día para disfrutarlo a mis anchas soñando con Daniel, sin pensar que a partir de esa mañana mi sueño sería una realidad.

Lo primero que hice en cuanto salió la familia, fue quitarme los calzones y quedarme solo con el vestido de encima. Me encantaba y todavía lo hago, traer mi panocha al aire. En esa mi edad de 10 años, aún era totalmente lampiña y no había tenido mi primer menstruación.

Hacía poco más de media hora que estaba sola cuando sonó el timbre de la puerta. Me asomé por la mirilla y el corazón me dio un vuelco: quien tocaba era Daniel. Me hice la que no sabía quien era y pregunté:

¿Quién?

Yo, Daniel.

Acomodé mi pelo con coquetería y abrí la puerta. Daniel me mostró una estupenda sonrisa. Venía cómodamente vestido solo con una playera deportiva, pantalón corto y tenis.

Hola, Moy. Busco a tu hermano. ¿Le podrías hablar, por favor?

Daniel, mi hermano no está, pasa y te explico.

Daniel pasó y lo invité a ponerse cómodo y a sentarse frente a la T.V. que estaba encendida. En sus múltiples visitas él ya conocía la casa, así que no hubo mayor problema. Tejí de inmediato el plan de retenerlo y una forma de hacerlo era llevarle un refresco sin preguntarle previamente si deseaba tomarlo, por lo que me dirigí a la cocina para llevarle un vaso de coca-cola y otro para mi.

Daniel, te traigo un refresco.

Gracias, Moy. Así que estás sola en casa.

Me senté en el mismo sofá frente a la T.V., buscando quedar lo más cerca posible de mi visitante deseado e inesperado.

Si, todos salieron al rancho a visitar al abuelo que está enfermo y volverán por la noche. Estaré todo el día sola.

Venía por tu hermano para ir a jugar baloncesto, pero si no está veré que hago.

Mientras veíamos la T.V. y tomábamos la coca-cola, platicábamos de cosas sin importancia (¿que temas podría platicar una niña de 10 años con un joven de 19?) yo no despegaba mi vista de sus piernas velludas y subía mis ojos por sus muslos hasta donde yo sabía que tenía su "paquete" tratando de imaginar cómo sería en realidad.

Seguramente Daniel notó algo en mi que pasó repetidamente su mano sobre mi cabeza acariciando mis cabellos, lo que me motivó a poner mi mano izquierda sobre su muslo derecho y empecé a jalar delicadamente sus vellos.

"Algo" empezó a crecer bajo su short, y ¡"que algo"!: era un estupendo instrumento que conocí, admiré, succioné y sentí dentro de mi esa misma mañana.

Daniel apuró su vaso de coca-cola y, seguramente pensando en evitar un problema por ser él mayor de edad y yo una niña, me dice:

Gracias, Moy, me voy. Vendré mañana que regrese tu hermano.

No, Daniel, no te vayas aún, por favor; quédate solo un momento.

Si a Daniel su inteligencia le decía que debería marcharse, su instinto lo hizo quedarse.

Después de unos instantes en que Daniel siguió acariciando mis cabellos, me recosté poniendo mi cabeza sobre sus piernas, tratando de buscar la forma de tocar "ese algo" que por adivinarlo tan grande, me intrigaba.

En silencio, mientras "veíamos" la T.V., como tratando de levantar un poco mi cabeza, a manera de almohada coloque mi brazo sobre el muslo de Daniel de forma tal que mi mano quedó perfectamente sobre su pene. Daniel se quedó expectante, en silencio. Yo seguí mi obra.

Palpé lo largo y grueso de su pene. Toqué sus testículos sobre su short.

Recostada sobre las piernas de Daniel cambié de posición dando la espalda al televisor y quedando frente a él. Yo seguía tomando la iniciativa y Daniel solamente se dejaba hacer lo que yo le hacía.

Pude ver que Daniel cerraba los ojos mientras que seguía acariciando mis cabellos.

En tanto busqué la forma de extraer totalmente y contemplar aquel miembro viril en todo su esplendor: metí mi mano bajo el resorte de la cintura del short y bajo su trusa hasta llegar a su mata de abundantes pelos.

Por primera vez a mis 10 años tenía en mis manos el pene de un hombre. Lo saqué de su escondite y pude contemplar que era algo enorme. Me sorprendió un poco que estuviera húmedo ya que de su punta salía un líquido transparente. Bajé su short y pude ver un mejor espectáculo.

(Ese día no medí el pene de Daniel, sino posteriormente, pero para que tu que me estás leyendo tengas una idea, eran 19 cms. de largo medidos a regla, grueso y ligeramente curvo a la izquierda).

No resistí la tentación e imitando a las actrices de la película porno que hacia semanas había visto, levanté mi cara y acerqué mi boca a la punta de aquella lanza succionando, primero con torpeza y con mayor habilidad después.

Daniel bajó su mano y como yo no traía calzones, sin problemas llegó hasta mi panocha que ya estaba bastante húmeda. Separando mis labios vaginales, con sus dedos tocó con maestría mi clítoris logrando que éste se inflamara rápidamente quedando del tamaño de una uva, incluso un poco más grande del tamaño que yo me lo ponía cuando me tocaba estando sóla.

Daniel, al percatarse que yo no traía calzones entendió que yo deseaba tener sexo. Sin embargo lo detenía mi corta edad.

Moy, no es correcto lo que estamos haciendo. Me voy a retirar.

No, Daniel, por favor continúa. Te quiero y deseo ardientemente ser poseída por ti.

Pero eso no puede ser. ¡Eres solo una niña!

No importa. Deseo ardientemente ser poseída por ti. Si no eres tu será otro.

Pero esto es una violación. Puedo ir a la cárcel por muchos años. Es un verdadero problema.

Yo no diré nada. Toma en cuentas que soy yo la que quiero tener sexo.

Pueden venir tus padres y tus hermanos de un momento a otro.

No vendrán. Volverán hasta muy entrada la noche.

Pero te dolerá horriblemente y sangrarás. Yo soy un hombre y tu una niña.

Si lo haces con cuidado me dolerá menos.

Guardamos silencio y seguimos con el juego, pero de forma más audaz.

Daniel me tomó en sus brazos y me sentó sobre de él, yo montada como un caballito, me acercó a su cara y mientras besaba mis labios introduciendo su lengua en mi boca (fue para mi una nueva experiencia) me sacó mi vestido quedando yo totalmente desnuda.

Mis senos aun no crecían aunque los pezones ya estaban hinchados. Mis partes bajas estaban totalmente lampiñas, pero eso para mi no era ningún impedimento para hacer lo que estábamos haciendo.

Mientras que con sus dedos acariciaba mi inflamado clítoris, bajó poco a poco sus labios y succionó mis pezones transportándome a un mundo totalmente nuevo para mi. Yo sola no podía hacerme eso, pues no me alcanzaba.

A estas alturas, Daniel, al igual que yo, estaba ya totalmente desnudo.

Rodamos por la alfombra succionándonos mutuamente todo el cuerpo con nuestros labios. Daniel se dejaba hacer lo que yo quería y yo le correspondía aprendiendo de forma práctica y gozosa lo que en silencio él me hacía.

Sin darme cuenta, mientras yo succionaba su pene, y estando él acostado teniéndome sobre él mismo, empezó a besarme primero los muslos llegando luego con su lengua a mi demasiado húmedo clítoris: ¡que maravillosa sensación!.

No tardé mucho en experimentar mi primer infantil orgasmo: Repentinamente me sentí transportada a un mundo de fantasía: mis cabellos se erizaron, mi piel se me puso chinita, calambres indescriptibles me recorrían todo el cuerpo y mi vagina explotaba con algo como jugos húmedos que Daniel succionó totalmente.

Mientras yo experimenté estas sensaciones que no puedo narrar cómo realmente fueron (solo escribo algo de lo que experimenté), la lanza de Daniel explotó, llenando mi boca con chorros y chorros de semen caliente, tantos que me escurrían por mis labios.

Quedamos exhaustos, pero al mismo tiempo deseando más.

Tomándome Daniel en sus fuertes brazos, volvimos al sofá frente a la T.V.. Él se sentó y yo me acomodé de nuevo en sus piernas como montada en un caballo.

Fundidos en un abrazo mientras en silencio nos besábamos en los labios, su pene durísimo estaba entre nuestros estómagos. No obstante haberse corrido abundantemente en mi boca, su pene no estaba vencido y quería más pelea.

Yo arqueaba mi espalda y me hacía hacia atrás mientras subía y abría mis piernas de tal forma que se abriera mi rajadita y para que sus pelos acariciaran mi clítoris que ya empezaba a dolerme gratamente de las ganas de ser perforado.

Tomándome de mis caderas, con sus manos me levantaba suavemente y me deslizaba mi rajadita a todo lo largo de su pene. Así lo hizo un buen rato hasta que rompí el silencio:

¡Hazme tuya, Daniel, hazme tuya!.

Me prometes no gritar ni decir nada a nadie.

¡Si, te lo prometo!. No gritaré ni diré nada a nadie. Será nuestro secreto.

Tengo miedo.

Soy yo la que te lo pide.

Bien, pero no seré yo quien te lo introduzca. Serás tu sola quien lo haga.

Tu nada más me dices cómo.

Poniendo tu hoyito por donde orinas, siéntate en la punta de la cabeza. Si te duele te levantas.

Daniel siguió sentado y yo, abriendo mis piernas lo más que pude me levanté hasta dejar sentado mi virgen orificio en la punta de aquella dura lanza. Daniel metió sus manos por mis axilas y me ayudó empujando suavemente haciendo presión desde mis hombros.

Yo separaba mis labios vaginales con mis manos y veía aquella dura lanza dando en el blanco. Hice un poco de presión hacia abajo y con cierto temor me detuve.

¿Te duele, Moy?

No, Daniel, continuemos.

Hicimos más presión hacia abajo y de nuevo me detuve.

¿Te duele, Moy?

No, mi amor, ¡quítame lo virgen ya....!

Empujándome Daniel de mis hombros hacía abajo, sentí un dolor muy agudo que traspasó todo mi cuerpo: ¡mi himen estaba cediendo a la presión de aquel mástil!.

¡Ooohhhh...!, ¡Daniel...!, ¡Ooohhhh...!, ¡Me duele!. ¡Ooohhhh...!, ¡Espera un momento!, ¡Ooohhhh...!

Daniel detuvo la presión un poco asustado, más al ver que yo estaba sangrando. Sin embargo yo no hice nada por extraer de mi aquélla lanza que tanto había deseado. Pude ver que delgados hilos de sangre corrían a lo largo de aquél pene que todavía no entraba en mi totalmente. Mi sangre empapaban los pelos de Daniel.

Al ceder levemente el dolor me fui sentando poco a poco hasta que los pelos de Daniel rozaron de nuevo mi uvita. Tenía dentro de mi 19 cms. de carne dura, gruesa y caliente. Pude ver que mis labios vaginales se habían abierto a todo lo grueso de aquél pene. Nunca me había imaginado que a mi me cupiera algo tan grande.

Me recosté sobre el pecho de Daniel abrazándolo por el cuello.

El buscó mis labios y mientras introducía su lengua en mi boca, empezó a moverme delicadamente subiéndome y bajándome, ensartándome su duro palo cuan largo era.

Sin sacármelo me levantó en vilo y me acostó en el sofá quedando Daniel de rodillas en la alfombra. Abrí mis piernas y las subí sobre sus hombros dejando que todo su miembro me acariciara por dentro.

Casi la sacaba toda y luego la clavaba hasta el fondo. Daniel entraba y salía en mi en tanto yo me corría en múltiples e indescriptibles orgasmos.

Casi toda afuera y toda hasta el fondo, casi toda afuera y toda hasta el fondo, casi toda afuera y toda hasta el fondo, casi toda afuera y toda hasta el fondo, casi toda afuera y toda hasta el fondo, hasta que sentí que muy adentro, casi en mi ombligo que fuertes chorros calientes me inundaban...

¡Oooohhhh, Moy, me corro...!, ¡me corro...!

¡Córrete todo, mi amor, dame todo lo que traigas dentro!

¡Oooohhhh, Moy...!, ¡Oooohhhh, Moy...!, ¡Oooohhhh, Moy!...

¡Yo también..., Daniel...!, ¡siento... que me estoy... corriendo... contigo...!, me estoy... corriendo... contigo...!, me estoy... corriendo... contigo...!

Terminamos. Continuamos un momento abrazados. Luego Daniel extrajo su miembro dejando en mi interior un vacío que desde entonces siempre estoy buscando cómo llenar.

Mentiría si dijera que no me dolía. Si, me dolía, pero el placer había superado al dolor. Al siguiente día lo volvimos hacer (mi familia salió de nuevo a casa del abuelo) y fue menos doloroso y las siguientes veces el dolor desapareció por completo, y lo continuamos haciendo durante mucho tiempo, hasta que yo cumplí 16 años, hace poco más de un año en que nos tuvimos que separar por cambio de residencia.

Desde que Daniel toco el timbre de la casa buscando a mi hermano a este momento habían pasado casi tres horas.

Daniel se levantó y lavó las sábanas manchadas con la sangre de mi desfloración y su semen. Yo casi no me podía mover, sin embargo hice un esfuerzo y lo logré. Me sentía abierta, pero feliz.

Mi padre volvió ya muy noche para dormir en casa. Cuando llegó yo ya dormía en mi recámara. La familia se había quedado con los abuelos. Al siguiente día volvió mi padre al rancho quedándome yo de nuevo sola en casa, por lo que Daniel y yo aprovechamos y repetimos lo del día anterior con más libertad. Esto te lo platicaré en otro relato.

 

MOY Y EL PROFESOR JUAN ANTONIO

Cuando tuve mi primera experiencia con Daniel, yo cursaba el quinto año de mi educación elemental. Lo hicimos el resto del ciclo escolar, cada vez que se presentaba la ocasión y durante todo el sexto año.

Concluí la primaria con buenas notas (siempre he sido buena estudiante) e ingresé, poco antes de cumplir los 12 años, a la secundaria, contando con un lugar preferente por mis calificaciones.

Nueva escuela, nuevos amigos, nuevos métodos de estudio, nuevos maestros entre los cuales uno sobresalía entre todos: Juan Antonio, mi maestro de historia universal. Un maestro joven, muy bien parecido, alto, delgado, moreno y de ojos verdes, atento y caballeroso y una forma amena y sencilla de dar la clase. De esos maestros como hay pocos y que tanto deseamos las adolescentes.

Aun cuando yo estaba perdidamente enamorada de Daniel, con quien seguía sosteniendo relaciones cuando menos una vez a la semana, no era impedimento para que el Prof. Juan Antonio me gustara, por lo que busqué la forma de atraerlo y hacerme su "amiga".

Como en la escuela siempre me ha gustado sentarme hasta adelante, en las primeras butacas, frente a mis maestros, antes de la clase de historia universal fui al sanitario de niñas y me quité mis calzones, mismos que guardé muy bien en mi mochila, y como si nada, me dirigí al salón de clases y ocupé mi lugar antes de que arribara mi profesor Juan Antonio.

Cuando el profesor llegó y tomó la lista de asistencia, estando sentada frente a él empecé mi labor de conquista:

Sentándome casi en el filo de mi butaca, con discreción acomodé mi falda de forma tal que abría mis piernas y descaradamente mostraba mi panocha al profesor Juan Antonio. Éste lo detectó fácilmente ya que se puso un poco nervioso y pude ver que bajo su pantalón "algo" subía de tamaño y se extendía a lo largo de su pierna.

A estas alturas yo ya había tenido mi primer menstruación, mis senos empezaban a crecer y ya tenía un incipiente vello púbico, aunque he optado por depilarlo ya que sin pelos me siento más agusto.

Yo abría y cerraba discretamente mis piernas, incitando más al macho que tenía frente a mi. Así pasó la hora de la clase de historia. El maestro se tuvo que retirar para dar paso a la siguiente clase. Pude ver que se dirigió de inmediato al sanitario de maestros donde de seguro se masturbó para bajar su erección. ¡No era para menos!. El primer paso estaba dado: mi meta fue que antes de una semana tendría a mi siguiente hombre.

A la salida de clases esperé pacientemente en la puerta de la escuela a que saliera mi profesor Juan Antonio.

Cuando salía venía acompañado de otro maestro, pero al verme rápidamente lo despidió y se dirigió a mi. Me saludó con un beso en la mejilla:

Hola, Moy, ¿cómo estás?.

Bien, maestro, ¿y usted?.

Un poco preocupado por un detalle que me pasó hoy en clases.

¿Puedo saber de qué se trata?

Si, pero no te lo puedo decir aquí. Si gustas otro día te invito un refresco o una torta o lo que desees, pero en otro lado.

Si quiere, profesor, hoy, ahora, puede ser. Solo necesito llamar a mi mamá para decirle que iré a casa de una amiga a hacer una tarea, que llegaré más tarde que de costumbre.

Muy bien. Si gustas llamamos de la esquina.

Nos encaminamos a la esquina, marqué a casa de un teléfono público y dejé recado en la contestadora. Luego, el profesor Juan Antonio y yo nos dirigimos en silencio a un restaurante cercano. Tomamos una mesa alejada y pedimos unas hamburguesas y refrescos. En tanto las traían empezamos a platicar:

Moy, ¿por qué lo hiciste?,

¿Qué, maestro? (fingiendo una inocencia muy lejos de la realidad).

¿Por qué te sentaste así en mi clase?

Porque me gustas mucho y quiero que me hagas el amor.

¿Qué......?

Si, quiero que me hagas el amor....

Pero si solo eres una niña....

No importa. Hace más de dos años que no soy virgen... además, llevo una vida sexual muy activa... tengo una pareja...

¿Tienes una pareja?, Seguramente es un niño como tu.

No, es estudiante de ingeniería civil, tiene actualmente 21 años.

¿Y con él tienes relaciones sexuales?

Si, desde hace dos años, desde que yo tenía 10 años. Él es mi hombre, nos amamos, pero tu me gustas mucho, y si quieres, quiero que me hagas el sexo.

Pero, ¿dónde?...

No sé, en tu casa podría ser. Sé que vives solo.

Pero, Moy, si me ven llevando a mi casa a una niña, ¿te imaginas el lío en que me metes?

No tengas cuidado, buscaremos la forma....

No sé.... Tengo miedo... Nunca he vivido una experiencia así.... (decía mientras yo veía que se tocaba insistentemente la entrepierna; seguramente tenía una nueva erección).

Si quieres invítame ahorita a tu casa....

Vamos, Moy; si no vamos, no sé que será de mi. Debo aceptar que yo también lo deseo.

Pagó la cuenta y caminando nos fuimos a su casa. Mi maestro Juan Antonio vivía sólo en un cuarto independiente amueblado de acuerdo a sus necesidades. Tenía una cama, buró, un televisor, video-cassettera, un equipo de sonido, un escritorio, computadora, libreros repletos de libros, videos y discos, un escritorio, dos sillas y su ropa en un closet. La habitación disponía de baño interior y estaba aislada del mundo. Ciertamente no había mucho orden y no era para menos para un hombre soltero que vivía solo.

El entrar a su cuarto se percató de cerrar debidamente la puerta. Entraba suficiente luz por la ventana y no hacía calor.

De nuevo tomé la iniciativa ya que mi profesor no se atrevía a tocarme.

Lo senté una silla y empecé a besarlo como Daniel me había enseñado. Mientras lo hacia, desbotoné su camisa y dejé su pecho al descubierto. Me excitó ver su pecho lleno de pelos: Juan Antonio es hombre de pelo en pecho.

Pude palpar que tenía un buen paquete entre las piernas. Para comprobarlo destrabé su cinturón y bajé su pantalón y sus trusas. Era un pene grueso y largo, perfectamente recto y cabezón.

Yo seguía sin calzones así que el empezó a palpar mi panocha percatándose que efectivamente su verga no sería la primera que me introducirían.

Tomándome en sus brazos me llevó a su cama y me recostó entre las sábanas desarregladas. Sin dejar de mirarme terminó él de desnudarse. Pude contemplar que tenía un miembro enorme; aunque nunca se lo medí como una vez lo hicimos Daniel y yo con el pene de éste, pero en tamaño si eran ambos equiparables.

Se inclinó sobre mi y me besó en los labios, primero dulcemente y después con mucha pasión. Mientras que sus manos recorrían todo mi cuerpo, sin despegarlos bajó sus labios por mi cuello hasta llegar a mis pezones. Mientras me succionaba un pezón, con su mano apretaba el otro seno. Debo decir que para estas fechas mis senos ya estaban creciendo, aunque aun eran pequeños. Por las bellas sensaciones que experimentaba yo abría las piernas y arqueaba mi cuerpo deseando ser penetrada hasta lo más profundo de mi cuerpo.

Los labios de mi Prof. Juan Antonio se deslizaron por mi estómago, por mi ombligo y en una de mis contorsiones en que con mis piernas abiertas arqueaba mi cuerpo hacia arriba, con sus finos dedos separó mis labios vaginales dejando al descubierto mi clítoris que palpitando ya había alcanzado el tamaño de una uva y empezó a succionarlo haciendo correr mis jugos interiores en sabrosos e intermitentes orgasmos.

Para este momento, su pene ya estaba en mi boca, aunque se me dificultaba retenerlo por lo grueso que estaba en ese momento.

¡Oooohhhh, Juan Antonio, me corro...!, ¡me corro...!, ¡me corro...!

¡Córrete toda, mi amor, dame todo lo que traigas dentro!

¡Oooohhhh...!, ¡Oooohhhh...!, ¡Oooohhhh..., Juan Antonio!...

¡Yo también..., Moy...!, ¡siento... que estoy.... a punto.... de correrme..... en tu boca....!

¡Córrete todo, Juan Antonio, córrete igual que yoooooo!

me estoy... corriendo... contigo...!, me estoy... corriendo... contigo...!, me estoy... corriendo... contigo...!

Juan Antonio se corrió no solo en mi boca, sino que su semen inundó mi cara, mi pecho, y después lo desparramamos aún más cubriendo mi piel como si fuera crema humectante.

Quedamos exhaustos, pero el trabajo no estaba concluido; estaba solo iniciado. Mi Prof. Juan Antonio se tiró en la cama con su lanza apuntando directamente al techo. Estaba dura, continuaba muy dura.

Seguimos el juego. Me subí sobre de él abriendo mis piernas y acomodando la punta de su flecha en dirección a mi abertura vaginal. Me acomodé frente a él de forma tal que su miembro se perdió total y rápidamente en mi interior.

Con la ayuda de mi Prof. Juan Antonio empecé a moverme subiendo y bajando metiendo y sacando, deslizando en mi interior todo lo largo y grueso de su pene. Yo cerraba los ojos tratando de sentir cada vez más placer y vaya que lo lograba.

Sentí que explotaría en un nuevo orgasmo: mis cabellos se empezaron a erizar, la piel se me puso chinita, mi vagina se contrajo apretando aquél mástil y lanzando un grito me aferré con mis manos a los fuertes brazos de mi maestro.

¡Me corro...!, ¡Ooohhh....!, ¡que bello.....!, ¡Ooohhh....!, ¡que bello.....!,

Aun corriendo mis líquidos en mi interior, el Prof. José Antonio, sin extraer ni un centímetro de su miembro me levantó en vilo y me acostó levantando y abriendo mis piernas que depositó sobre sus hombros.

Continuó sus furiosas y duras embestidas llegando su pene hasta lo más profundo de mi ser. Yo me movía siguiendo un ritmo que había aprendido con Daniel lo cual hacía la relación más excitante y sabrosa.

Toda hasta el fondo, casi toda afuera, toda hasta el fondo, casi toda afuera, toda hasta el fondo, casi toda afuera, toda hasta el fondo, casi toda afuera, toda hasta el fondo, casi toda afuera... Era un cojedero que ya te has de imaginar... Yo aún una niña de 12 años perfectamente ensartada por su maestro de historia universal.

¡José Antonio...!, ¡me estoy corriendo de nuevo...!, ¡me estoy corriendo de nuevo...!, ¡me estoy corriendo de nuevo...!, ¡dame tu leche...!, ¡dame tu leche...!, ¡dame tu leche...!

Si, Moy..., te doy... mi leche...., te doy... mi leche...., te doy... mi leche...., ¡me corro...!, ¡Ooohhh....!, ¡que bello.....!, ¡Ooohhh....!, ¡que bello.....!,

Terminamos al mismo tiempo. Mi Prof. Juan Antonio extrajo su miembro de mi interior aun chorreando leche, no obstante que era la tercera vez que se corría en el día: la primera vez en el sanitario de maestros en la escuela después de que salimos de clases, la segunda vez en mi cara y en mi pecho y esta tercera vez dentro mi vagina.

Nos metimos a la regadera, nos bañamos, nos cambiamos y nos despedimos. Ya era hora de retirarme a mi casa. Era suficiente tiempo para hacer una tarea "en casa de mi amiga".

Sin embargo en la despedida que fue con un largo beso en los labios, sellamos nuestro compromiso de tener relaciones de nuevo en fecha muy próxima. Quizá sería cuando él nos dejara una tarea en el grupo.

Si deseas compartir tus experiencias y tus relatos conmigo, envíame tus relatos que yo corresponderé con más, ya que tengo de todo tipo (incesto, gay, heteros, zoofilia, etc.) a mi e.mail:

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