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Enseñé a mi sobrino

en Hetero: Primera vez

Esta historia, cargada de morbo por la edad de mi sobrino, no me resulta del todo grata, pues, con el tiempo y a pesar de mi buena relación con el protagonista, no he dejado de pensar si aquello fue bueno o no, aunque, desde luego, sin consecuencias aparentemente dramáticas para nadie. Mi nombre es Asunción y mi sobrino se llama Luis.

Hace aproximadamente 20 años, cuando yo contaba con 22 y mi sobrino con 13, yo aún vivía con mi madre, siendo la menor de 7 hermanos, de ellos tan solo el mayor era varón; lo demás todo mujeres. Mi hermana mayor, Carmen, casada la primera hacía ya 15 años, venía los veranos a nuestra casa del pueblo a pasar las vacaciones, en donde, además de mi madre y otra hermana mayor aún soltera, nos juntábamos mi hermana Carmen con su marido y sus 3 hijos, el mayor de ellos, Luis y siempre coincidían al menos con alguna otra hermana que tambien estaban de vacaciones y venían al pueblo a pasarlas con su familia. Es decir, en esas fechas veraniegas, raramente bajaban los habitantes de la casa de las 15 personas.

A pesar de ser una gran casa de pueblo, con su corral, patios, cámaras, bodega… etc., habitaciones tenía 5 y en total de camas era de 8, además de un sofá que, apoyado con 3 o 4 sillas, hacía una cama regular.

Mi madre dormía en su cuarto y en su cama de toda la vida, y estando delicada yo solía dormir con ella en otra cama pequeña en su misma habitación, cama que compartía desde siempre con mi sobrino Luis. El resto se repartían por familias en las otras habitaciones.

Los primeros años, a partir de los 6 o 7 años, nos gustaba dormir juntos, pues jugábamos mucho y lo pasábamos bien, pero cuando fui creciendo y mi sexualidad se fue desarrollando, mi interés se centraba en otro tipo de juegos, no siempre compartidos con mi sobrino, pero que llegábamos a un acuerdo para jugar un rato cada uno a su juego favorito.

Mi madre se dormía pronto y tambien se despertaba pronto, por lo que, por la noche, sin hacer mucho ruido, podíamos jugar sin ser vigilados por nadie.

Aquel verano, en el que Luis ya tenía 13 años y yo 22, nuestra familia no dio mayor importancia al cambio que, yo al menos, había dado, por lo que aún no pusieron trabas a que siguiésemos durmiendo juntos, lo cual, he de reconocer, me alegró, pues yo sí aprecié cierto cambio en mi sobrino, que siendo desde siempre un muchacho serio y reservado, mostraba un aire de hombrecito muy atractivo.

Desde la primera noche ya él mismo mostró un cierto pudor al cambiarse y yo, viendo este reparo, también sentí un poco de vergüenza al ponerme mi habitual camisón para dormir, pero de estas apreciaciones mías no puedo decir que surgiese ninguna disposición por ninguna de las dos partes, pues sería después cuando se desatarían ciertos acontecimientos que me mantuvieron impresionada largos años posteriores.

Este verano en concreto y a pesar de que, como digo, ya venía acostándose conmigo mi sobrino y, evidentemente ya había apreciado en él sus atributos masculinos en otros veranos, en éste habrían de ponerse de manifiesto de forma, podría decir que aparentemente mas voluntaria por su parte y ahora entro en detalles.

Tras una larga charla de la primera noche sobre nuestras cosas habituales después de todo un año sin vernos, le dije que estaba ya muerta de sueño, pues serían las 2 de la madrugada; A mi madre se le oía roncar suavemente hacía mas de una hora, pero mi sobrino no mostraba signos de cansancio, a pesar del viaje. Estaba locuaz y muy interesado en mi reciente noviazgo con un chico de un pueblo cercano al nuestro y que venía a verme los domingos.

Cuando el sueño me venció y podría llevar dormida posiblemente una hora, comencé a notar una suave presión sobre mi trasero, mas bien hacia mi entrepierna que, aunque me causó cierta sorpresa, pude controlar mi primer impulso de separarme y girarme para ver de qué se trataba. Fingí seguir dormida y esperar acontecimientos hasta aclarar el verdadero origen y sentido de este hecho que, por otra parte, se me antojaba del todo evidente: mi sobrino debía esta acercándome su miembro en una búsqueda de sexo simulado, pues estaba claro que ya debían haber despertado sus sentidos y era probable que su instinto le impulsase a la búsqueda de ésta experiencia que, por otra parte, a mí me causaba cierta turbación y excitación. Yo estaba vuelta de espaldas a él y en posición fetal.

Esperé unos minutos y me cercioré de que mi impresión era cierta: estaba frotando suavemente su miembro –no sabía si desnudo- contra mi camisón, a la altura de mi ano. Bajo es camisón, yo solía dormir con braga, eso sí, de las de antes, es decir, hasta la cintura y con un dedo de pata, a prueba de novios calentones.

Mi sobrino continuaba a su faena acercando su pene a mi punto mas excitante, a la vez que muy suavemente me subía el camisón ligeramente, intentando liberar de obstáculos su contacto conmigo; yo continuaba fingiendo estar profundamente dormida, sin mover un solo músculo y simulando una respiración pausada y profunda e imitando los ligeros ronquidos de mi madre, a fin de darle una mayor confianza en su impunidad, resultado que efectivamente conseguía. Cuando pudo levantar el camisón ligeramente por encima de la braga, su pene entró en contacto directo con mis piernas, en su parte mas superior y rozando mi vagina desde su exterior. La verdad es que me encontraba muy excitada y expectante acerca de su control de la situación pues, sorprendentemente, apenas movía un músculo que no fuese para ir colocándose en la posición de que buscaba y que, debía ser, colocar su pene entre mis piernas a la altura de la vagina y notar el contacto del calor de mi zona mas erógena. Yo, trataba de ahuecar mis piernas para facilitar su penetración entre ellas, pero sin que notase que era un movimiento consciente por mi parte. Mi intención era disfrutar del momento sin que mi sobrino pensase que yo lo había consentido voluntariamente.

Al cabo de unos largos minutos de quietud total en aquella posición, noté como mi sobrino daba unos suspiros ahogados y como mi braga se humedecía, algo mas de lo que ya estaba, con una eyaculación de mi sobrino que, fruto de su control total, no había movido ni un solo músculo mientras parecía disfrutar de un orgasmo placentero. Supongo que pensaría que por la mañana ya se habría secado y yo no notaría gran cosa. En fin, como quiera que fuese, esa primera noche mi sobrino se mostró ya un hombrecito y a mí me dejó con la miel en los labios… mayores.

Al día siguiente, por supuesto, ninguno comentamos la incidencia de la noche y yo me dediqué a lavar mi ropa interior, que se encontraba manchada con algo pastoso, como era de esperar. Mi sobrino no mostró inquietud alguna, actuando con total normalidad, algo que me sorprendió; si me dirigía a él, no mostraba nerviosismo alguno y su comportamiento era el habitual. Salió a jugar con sus primos y hermanos y la única referencia al tema vino por su ofrecimiento de echarnos la siesta, algo que era normal en casa y sobre todo en verano. Yo, incomprensiblemente, sí mostré cierto nerviosismo por su ofrecimiento y directamente le dije que no podía y que se echase él solo, pues así dormiría mejor. Declinó la oferta y la aplazó para cuando yo también me acostase con él… "para hablar, añadió".

La noche llegó implacable y con ella mi expectación a los nuevos acontecimientos. ¿Qué sucedería? ¿Se atrevería mi sobrino a intentarlo de nuevo? ¿Debía yo darme por enterada? En fin, no sabía que hacer ni qué pensar, así es que me abandoné a los sucesos que me deparase el destino. Para ésta ocasión, recordé que tenía unas bragas muy viejas, que sabía que no había llegado a tirar y muy suaves y mucho menos pudorosas que las del día anterior, hasta el extremo de que ya las tenía desechadas y sin usar por su extremo deterioro, pero pensé podrían venir bien para el caso. Desde luego, por la zona mas baja, se encontraban tan mal que se habían abierto ciertas perforaciones, a pesar de su doble capa protectora, posiblemente de la polilla y por ser la zona de mayor desgaste; todo esto no me preocupaba lo mas mínimo, pues su objetivo no era lucirlas ante nadie, sino tratar de aprovecharme, yo también, de un contacto lo mas directo posible, pues a mi edad, yo aún era virgen y mi deseo y ardor eran aún mas intensos que los de mi sobrino, supongo.

Tambien debía propiciar la sensación de mayor seguridad para él y favorecer un contacto un poco mas activo, pues su prudencia en los movimientos no permitían que yo gozase de grandes sensaciones. Debía diseñar una estrategia y dársela a conocer de una manera sutil, sin que él se diese cuenta de mis intenciones reales.

Con estos preparativos, por segunda noche nos fuimos a acostar y comenzamos a charlar, como nos gustaba hacer, preguntándole a mi sobrino si había dormido bien o estaba muy estrecho conmigo en la cama. Me aseguró que no tenía problema ninguno y que había dormido perfectamente. Yo le dije que a veces sufría de insomnio, sobre todo en verano por el calor y que para ayudarme a dormir, el médico me había recetado unas pastillas buenísimas, hasta el extremo de no llegar a oir a mi madre, cuando me llamaba por la noche, el día que las tomaba. Se había dado el caso de que un día se levantó mi madre a despertarme y, a pesar de sus zarandeos, tuvo que ir a llamar a mi hermana para solucionar su problema. Ahora también había decidido tomar las pastillas, pues conmigo en la cama y el calor de las noches manchegas, me hacían despertarme con frecuencia. Eso sí, si mi madre llamaba por la noche, se tendría que levantar él, aunque fuese por encima de mí, sin temor a despertarme, pues eso era prácticamente imposible y dado que mi sobrino dormía junto a la pared y yo en la parte de fuera.

Esto pareció causar el efecto deseado y sin mas comentarios, ambos nos dispusimos a "dormir", eso sí, asegurándome de que Luis viese como me tomaba el bendito somnífero, que no era sino una vulgar aspirina. Yo me giré hacia la cama de mi madre y dando la espalda a Luis y él se giró hacia la pared. Ahora solo quedaba esperar. No es necesario añadir que la inquietud no me permitía dormir, pero debía simularlo, así es que comencé a imitar la profunda e intensa respiración de los durmientes profundos, con un suave ronquido incluido que, efectivamente, movilizó a mi sobrino al que noté girarse hacia mí pasados unos breves minutos.

Yo, había adoptado una postura forzada que facilitase un acceso total a mis partes mas sensibles e, intencionadamente me di una vuelta completa para que el camisón quedase por encima de mi cintura.

La luz de la luna penetraba por la ventana del lado de Luis, por lo que su visión debía ser perfecta y no tendría que esforzarse mucho tanteando para localizar su diana. Así, en un par de minutos mas, ya comencé a notar su pene erecto justamente en mi vagina, que ya ardía de pasión esperando su visitante. Yo me dispuse a disfrutar algo mas que la noche anterior, pero Luis, inesperadamente se apartó de mi. Yo esperé expectante, cuando sentí que mi sobrino me llamaba en voz baja; yo callé. Me volvió a llamar en voz algo mas alta y volví a callar. Me dio un pequeño empujón en el hombro izquierdo y yo sin moverme. Llegó a zarandearme suavemente y yo igual, silencio y simulación total de estar en coma profundo. Era evidente que trataba de asegurarse de que el somnífero había hecho su efecto. Me tranquilicé y ahora esperaba que fuese algo mas agresivo.

El seguía insistiendo incrédulo, esta vez me empujaba sobre otras zonas de mi cuerpo, comprobando mi sensibilidad, así, tanteó me cintura, mi brazo, mis caderas –aprovechó para elevar el camisón un poco mas-, mis nalgas…mi vagina a través de la braga…etc., en fin, me dio un magreo completo hasta estar totalmente seguro de que estaba profundamente dormida y cuando se convenció, me acercó, mas bien me clavó, su pene en la braga, a la altura de la vagina y se atrevió, incluso, a sujetarme por las caderas, comenzando un suave vaivén rítmico que me hizo suspirar de gozo y sin poder controlarlo provocando, por su parte, una parada absoluta de movimientos. Al poco, nuevo vaivén y restregones sensitivos en nuestras partes sensibles. Yo, casi imperceptiblemente, también sincronicé un levísimo movimiento facilitando y potenciando a la vez el suyo, pero ésta vez él no paró. Yo sentía su pene entrar y salir entre mis piernas rozando mi vagina y, al poco, se atrevió a meter su mano izquierda bajo mi camisón alcanzando mis pechos que comenzó a manosear inmediatamente, ya sin recato alguno.

Bueno, la situación no permitía otra cosa, de modo es que yo ya estaba para no poder aguantar mucho mas, así es que me decidí a cambiar de posición para ver si llegábamos a una posición aún mas sensitiva; tras unos iniciales movimientos de advertencia en los que mi sobrino suspendió su actividad de inmediato y se separó de mí, yo me metí la mano en la braga como para rascarme, consiguiendo bajarla hasta prácticamente verse mi vello púbico. En esa posición y con las piernas encogidas para darle mas facilidades, me dispuse a iniciar otra sesión de simulación de sueño profundo que animase a mi sobrino a continuar con su actividad , pues le ofrecí una posición realmente llamativa capaz de tentar al mas tímido.

No tardó en comenzar a moverse estudiando la forma de colocarse, tal como supuse. Estaba segura de que se acordaría de mi ofrecimiento de pasar sobre mí, si era necesario, y mi madre me llamaba. Al instante comenzó a tocarme y llamarme para ratificar que aún estaba profundamente dormida. Me pasó la mano por todo el cuerpo, incluida mi vagina, que ya tocó directamente y sin el obstáculo de la braga, pues tan baja como yo misma la había situado, permitía el acceso directo desde todas sus aberturas. Subiendo su mano por mi muslo, llegó a la ingle y la pasó, sin mayores reparos, sobre mi sexo desnudo, pasando sus dedos sobre los labios de mi vagina que estaba totalmente húmeda. Yo di un escalofrío y él también.

Ya con la prueba superada, me acercó de nuevo su pene a mi entrepierna pero ya accediendo al contacto directo en si sexo, comenzando a moverse y, acercándose cada vez mas, llegó a introducir parte de su pene en mi vagina, provocando en mí una excitación total que casi no podía reprimir. A los breves minutos saco su glande de mi vagina y eyaculó entre mis piernas. Sus temblores me contagiaron y yo también, con una discreta ayuda de mis dedos, en esta ocasión conseguí correrme tambien.

Pronto se dio la vuelta y de nuevo me quedé con la "miel en los labios". Supongo que él también deseaba mas, pero se reprimió.

A la mañana siguiente yo me desperté temprano y me arreglé un poco, pues las bragas las tenía a la altura del medio muslo y el camisón por encima de los pechos.

Sentía solamente un terror abismal hacia el posible embarazo, pues sería un escándalo de unas dimensiones extraordinarias. No se recuerda un hecho similar desde hacía mas de 20 años y la afectada, que fue embarazada por su novio, aún permanecía en un convento, pues su novio finalmente la repudió. En mi caso sería aún peor, pues mi novio sabe perfectamente que el no puede ser el padre.

Tenía muy claro que las pastillas que estaba tomando para regular mis menstruaciones eran anticonceptivas, pero fue una conclusión de la conversación del ginecólogo con mis padres, estando yo fuera de la consulta. Ya llevaba tomándolas 2 años, con ligeros períodos de descanso, pero no me había vuelto a interesar por el tema ante mis pobres expectativas de llegar a hacer uso de esta propiedad especial de las pastillas. Ahora todo había cambiado y ya sí me interesaba conocer el alcance real de esta peculiaridad, así es que me animé a preguntarle a la farmacéutica, una chica joven de la capital con la que ya había hecho amistad gracias a mis frecuentes visitas a su farmacia. Ella, sonriendo con picardía, me confirmó que efectivamente eran un anticonceptivo eficaz totalmente. Supongo que pensaría en mi novio; que equivocada estaba.

Ya completamente tranquila, me decidí a poner a mi sobrino en antecedentes, pero debía ser lo suficientemente discreta como para saber vincularle a un secreto tan trascendental para los dos, especialmente para mí, de modo que me dediqué el resto del día a preparar la estrategia, de tal modo que pudiese hacerle a él responsable de todo y se viese obligado a guardar silencio bajo amenazas mías de denunciarle. Pensé en fingir un embarazo y responsabilizarle a él, que tendría que aceptar que por las noches, estaba abusando de mí. Sí, parecía un buen argumento de momento. Me dispuse a llevar adelante mi plan y le propuse a Luis, para después de comer y cuando todos estaban echados la siesta, subir a la cámara de la casa a jugar en el granero y buscar cosas antiguas en arcones viejos que conservaba mi madre de sus padres y de mi padre ya fallecido. Como era de esperar, aceptó en el acto.

Una vez recogida la cocina después de comer, nos apresuramos a subir a la buhardilla de la casa, en donde estaba el granero y comenzamos a abrir baúles viejos y muebles desechados, pero en un momento determinado le dije a Luis que quería hablar con él. Con cara de sorpresa él, y yo de circunstancias, le expliqué que creía haberme quedado embarazada. El enrojeció y comprendí que el plan se desarrollaba dentro de lo previsto. Le dije que si sabía lo que era eso y lo que significaba; confirmó que sí estaba informado y sobre las consecuencias le expliqué que posiblemente me mandarían a un internado de monjas y luego a un convento y que el padre sería denunciado y obligado a sostener al hijo de por vida. Luis puso mirada apesadumbrada y bajó su vista. En éste momento le dije que yo con mi novio no había hecho nada malo y lo único que se me ocurría era si él sabía algo, pues llevaba 2 días levantándome mojada de semen de hombre en las bragas. Aquello fue demasiado para un niño de 13 años y rompió a llorar. Yo no pude evitar abrazarle y tratar de consolarle, pero eso sí, intentando que asumiese su responsabilidad y su culpa. Puede que no fuera muy ético, pero en el plan se incluía una compensación adecuada.

Le insistí en si podía decirme algo y entre sollozos, me dijo que había sido durmiendo, que no se había dado cuenta y que había sido sin querer; que no volvería a pasar, pero que no se lo dijese a nadie que él era el padre.

Ya en mis manos, le prometí que no saldría de mí quien era el padre si él me prometía no volver a hablar nunca con nadie, salvo conmigo, de lo que había pasado entre nosotros y que confiaba en poder arreglar el asunto con un medicamento que me daría la farmacéutica. El pareció mas tranquilo y trató de explicarse sobre lo sucedido, diciéndome que ya le había pasado en otras ocasiones por la noche, soñando, …etc., pero que no se había dado cuenta de que me había manchado a mí.

Había llegado el momento de llevar adelante la 2ª parte de mi plan y comencé por preguntarle si sabía lo que era hacer el amor, contestándome él que sí. Yo le pregunté si lo había hecho con alguna chica y me dijo rotundamente que no. También le pregunté si sabía lo que era masturbarse y enrojecido me dijo que sí, pero que él no lo había hecho nunca. Tambien le conté lo mismo sobre mí, pero que yo sí me había masturbado en alguna ocasión y que podría enseñarle si él quería, aceptando el ofrecimiento, aunque me dijo que le daba vergüenza. Yo le propuse masturbarnos el uno al otro y él asintió mostrando su plena conformidad, pero que debíamos desnudarnos los dos, pues hacía un calor terrible, mas aún en aquella zona de la casa. Así es que le indiqué que se recostase sobre el trigo y comencé a tocarle su pene, ya muy erecto, a través del pantalón, lo que pareció gustarle, por lo que poco a poco le fui descubriendo su miembro quitándole el pantalón primero y luego los calzoncillos. El estaba rojo de vergüenza, y yo de pasión. Me sorprendió sobremanera las dimensiones del pene de un niño de 13 años, aunque era cierto que no tenía referencias anteriores para comparar, pero no sé por qué pensé que debía ser menor, incluso las noches pasadas en que sentí su contacto, no fui consciente de sus dimensiones. Apenas tenía vello y sus testículos eran pequeños y muy duros. Yo estaba ardiendo de pasión, pero no quería mostrar mis debilidades. Comencé a acariciar su miembro y sus testículos y el cerró lo ojos. Mis caricias se convirtieron en frotación suave, mientras le acariciaba el resto del cuerpo con la otra mano, pero antes de poder concentrar mi esfuerzo en serio, comenzó a dar espasmos y a eyacular con unos chorros de semen sorprendentes, que mancharon mi ropa y todo su vientre. No pude sino procurar que lo disfrutase al máximo sincronizando mis movimientos con sus latidos de placer.

Después de esta primera experiencia, yo comencé a desnudarme, quitándome la bata que llevaba sobre una braga negra y muy atrevida, provocando el efecto deseado de despertar en mi sobrino una atracción inevitable. Se acercó a mí y me tocó los pechos, los cuales estaban duros por mi juventud y con unos pezones aún mas duros de la excitación que sufría. Yo le bajé la mano a mi entrepierna, pues estaba ardiendo de pasión y no deseaba mas que llegar a un orgasmo lo antes posible. Yo me recosté sobre mi bata en el trigo y le dije que me quitase las bragas, lo que él hizo al instante, dejando al descubierto mi sexo poblado de un vello negro, como mi cabello y con los labios mayores enrojecidos y chorreantes de flujo vaginal. Luis, entre asustado y excitado, puso su mano sobre mi sexo con ciertos reparos y yo le animé a meter sus dedos y acariciarme toda la zona, como yo le había hecho. Se puso manos a la obra y, torpemente, consiguió excitarme aún mas. Yo viendo su falta de iniciativa, le pedí que se pusiese de rodillas entre mis piernas, para tener un mas cómodo acceso a mi vagina, aunque lo que en realidad buscaba era irle posicionando para provocar una experiencia sexual completa. En esa posición, su pene estaba a escasos centímetros de mi sexo y me pareció mas que probable que él intentase colarse dentro, pero pasaba el tiempo y él no se arrancaba, por lo que le pedí que, desde esa posición, me acariciase un rato los pezones. Eso le obligó a extenderse sobre mí y llevar su pene hasta justo la entrada de mi sexo, pero le indiqué que no debía penetrarme, pues eso no era conveniente hacerlo entre parientes y sin saber si el embarazo sería o no posible. El asumió esta responsabilidad y yo me liberé de ella, con el fin de poder inculparle al cien por cien cuando se consumase el coito.

Era del todo previsible que, en esa posición y tocando y lamiendo mis pechos, su pene no podría evitar la penetración, comenzando con unos restregones sobre mi vagina que rápidamente corregía retrocediendo un poco, pero casi de inmediato volvía a su posición natural y volvía yo a provocarle alzando ligeramente mis caderas, hasta que ya no debió poder controlar mas y se dejó caer sobre mí penetrándome de una vez. Sentí un dolor inicial, pero inmediatamente un placer intenso, notando su pene que alcanzaba todo mi ser. Gimiéndole que por favor no lo hiciese, a la vez le apretaba contra mí reteniéndole y moviéndome rítmicamente para favorecer tambien su aumento evidente de placer. A mi requerimiento noté que trató de echarse atrás y salir de mí, pero evidentemente no le dejé. Con un vaivén cada vez mas rápido, tras unos breves minutos de placer y calor, alcanzamos juntos un orgasmo tremendo, lanzando Luis un largo quejido con sus dientes apretados y apretándome profundamente en una penetración casi dolorosa, pero a la que yo también contribuía elevando mi pelvis contra mi sobrino. Noté nuevamente su descarga seminal, esta vez dentro de mí.

La parte mas negativa de esta experiencia fue éste momento. Tras unos minutos de éxtasis en los que mi sobrino quedó sobre mí sudoroso y con ligeros espasmos hasta que, de repente, comenzó a sollozar abrazado a mí y diciéndome que ahora que iba a pasar, pues me habría quedado embarazada y, en este momento, comprendí que Luis aún era un niño y me arrepentí de lo que había hecho, no solo en lo que respecta al sexo, sino el haberle cargado con toda la responsabilidad que ahora le abrumaba. No pude por menos que reconfortarle y tratar de convencerle de que podría arreglar el asunto sin ninguna trascendencia, pues tenía mucha amistad con la farmacéutica y era seguro el tratamiento que me había dicho, así es que no teníamos por qué preocuparnos. Me dijo que no quería volverlo a hacer mas y yo me supuse, que una vez probada la miel, sería difícil espantar a las moscas. Era cuestión de tiempo. De cualquier modo, seguía con mi interés en que se considerase responsable máximo, con lo que me aseguraría de su silencio.

Después de aquello, bajamos a la casa y todo transcurrió con absoluta normalidad, aunque yo aún ansiaba repetir la experiencia con Luis, pero no debía darle a entender que la instigadora de todo había sido yo. El, por el contrario, mostraba un aspecto cabizbajo y apesadumbrado. Yo me alegraba en silencio.

De nuevo, en la noche, pensaba provocarle de nuevo y volver a gozar intensamente del sexo, pues realmente, ahora me daba cuenta de lo necesitada que me encontraba.

Mi sobrino me dijo que no quería volver a acostarse conmigo, pero le hice desistir de su empeño haciéndole ver lo anormal que verían sus padres y toda la familia esta actitud, que no debía preocuparse y siguiese mostrando total normalidad para no despertar sospechas.

Nos fuimos a la cama y rápidamente mi sobrino se dio la vuelta hacia la pared y yo me dispuse a esperar, eso sí, diciéndole que si no le importaba que me quitase el camisón pues hacia un calor insoportable. Esa noche yo no me había puesto bragas y esperaba que él lo viese. Me giré hacia él y, abrazándole, le pregunté si estaba preocupado. En fin, tras tratar de hablar con él un rato y tranquilizándole sobre una nueva consulta realizada a la farmacéutica, conseguí que se girase hacia mí, dándose cuenta entonces de que estaba totalmente desnuda. Trató de no mostrar interés y yo procuré no seducirle, pero seguía abrazada a él y con mi pierna sobre su miembro, hice unas pequeñas maniobras que me indicaron que comenzaba a debilitarse su determinación.

Al poco ya se giró hacia mí y me tendió su brazo sobre mis caderas, dirigiendo su mano a mi trasero desnudo y tocando suavemente, comenzó a colocarse mejor para situar su pene lo mas cerca posible de mi vagina igualmente desnuda. Yo le facilité la maniobra y le pregunté si se había vuelto a excitar, asintiendo levemente con su cabeza. Yo tampoco podía aguantar mucho mas, así es que tomé un momento la iniciativa y le saqué su miembro para situarlo en la puerta de mi sexo.

No esperó mas y situándose de rodillas entre mis piernas y con el pene al descubierto y en completa erección, apoyó sus brazos a los lados de mi cuerpo y a la altura de mis senos, comenzó a chupar y lamer mis pezones. Yo me derretía de gusto. Enseguida comenzó a restregar su pene sobre mi vagina y a volvernos locos de nuevo los dos y en un momento y ya sin ningún reparo y creo que poseído de una pasión que le hizo perder totalmente el control, apoyando su mano izquierda a mi lado y con la derecha sujetó su pene y lo enfocó directamente a mi sexo, completamente a su disposición, introduciéndolo suave y lentamente. Yo no pude reprimir un quejido de placer y mi sobrino hizo otro tanto, dejándose caer sobre mí sin, ajeno ya de sus actos. Yo le abrace apretando sus nalgas contra mí y él, lejos de alarmarse, continuó penetrándome con una intensidad que me causaba dolor inicialmente, pero pronto pasó a ser un placer sin límite. Yo trataba de disminuir la intensidad de los empujones de mi sobrino, mas por el ruido que por otra razón, pero él no obedecía a razones y, al momento, sentí como inundaba mi interior de un fuerte chorro de esperma ardiendo, que me hizo a mí tambien correrme como si llegase a perder el sentido; mucho mejor que la primera vez de esta tarde.

Mi novio, un chico chapado a la antigua, jamás se le hubiese ocurrido hacerme ese tipo de propuestas que, por otra parte, yo estaba deseando. Tendría que ser mi sobrino el que, finalmente, me "abriese las puertas del mundo".

Como no deseaba terminar la noche con un solo polvo, traté de tranquilizar a mi sobrino explicándole que tomaba ciertas pastillas para regular la regla y que la farmacéutica ma había confirmado que eran anticonceptivas con total seguridad. Ambos nos alegramos del asunto y nos dispusimos a iniciar una nueva sesión de sexo a tope.

Cuando, después de repetir otras dos veces y encontrándonos al cien por cien de esta tercera vez, nuestros quejidos placenteros, que ya no estaban reprimidos como antes, despertaron a mi madre quien pareció darse cuenta de lo que ocurría y me preguntó que hacíamos. Yo, sin muchos temores acerca de su capacidad de comprensión por su estado físico, le dije que estábamos "jugando" y "divirtiéndonos". Ella, aparentemente sin entender la doble intención, nos echó una pequeña reprimenda sobre que yo sabría lo que estaba haciendo y que me iba a costar la ruina, así es que se dio ya vuelta diciéndonos que no hiciésemos tanto ruido, que se iba a enterar todo el pueblo que me estaba follando a mi sobrino. Yo, totalmente sorprendida de este comentario, casi quedé paralizada de terror, pero mi madre no volvió a rechistar y se durmió sin mas. Mi sobrino estaba tan asustado como yo, pero a partir de ese momento y contando con la complicidad de mi madre, cuyas razones desconocía, nos volvimos a unir en otro abrazo de pasión y, eso sí, ya en silencio total, repetimos la experiencia durante todas las noches de aquel corto verano, el mejor de mi vida.

Debo terminar diciendo que mi novio jamás llegó a preguntarme sobre mi virginidad, posiblemente porque él era tan ignorante de la sexualidad de la mujer como yo del hombre –bueno algo menos, claro-, así es que soy feliz en mi matrimonio con tres hijos maravillosos y con un sobrino que me ha dejado el mejor sabor de boca, -de labios, mas propiamente-, de toda mi vida.