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Rip

en Voyerismo

Nos conocimos en el vecindario en diciembre de 1988, y en los primeros tiempos pasábamos bastante tiempo juntos, cogíamos siempre que podíamos, dos o tres veces por semana. En algunas oportunidades él se quedaba a dormir en mi casa pero debía volver a la suya pues estaba casado y tenía dos hijos. Nunca me importó conocer detalles de la relación que mantenía con su esposa, aunque a veces le preguntaba cómo iba a reaccionar ella en caso de que se entere de lo nuestro, pero sólo como para saber a qué atenerme, por seguridad, digamos. Yo lo apreciaba porque era un tipo piola, alegre, bastante culto, podía hablar cualquier tema y siempre tiraba buena onda, además no bebía alcohol aunque sí fumaba. Estaba refuerte, todavía está bien, hoy ya tiene 40 años pero se mantiene físicamente muy bien, no era deportista pero le gustaban algunos deportes acuáticos, los practicaba por diversión.

Yo estaba separada, tenía 26 años, tres hijas que vivían conmigo; este era el otro motivo que me impedía ver a Rip con mayor frecuencia. Las nenas lo conocían, él venía a casa siempre que podía y yo lo atendía bien, nos llevábamos bien. No contaba muchas cosas de su vida, pero los momentos con él eran agradables. Me gustaba. A veces me calentaba bastante.

Yo no era muy activa sexualmente y él no era un excelente amante. Cuando no cogíamos, apretábamos mucho. No recuerdo haber tenido grandes encamadas con él, no hablábamos directamente de temas sexuales. Una vez estábamos jugando y me dijo que me iba a pegar una piña, yo le sujeté las manos, forcejeamos y le dije que me gustaba que me peguen. Entendió eso pero nunca evolucionó la fantasía. En cierta oportunidad, bastante frustrada, le hice un reclamo directo al decirle que me gustaba que me digan obscenidades al oído mientras me cogían; un par de veces intentó hablarme, pero no funcionó. Y una vez no pude ser más frontal; estábamos en la cama, el arriba y le mostré cómo me gusta que me cojan: lo tome de las nalgas, apreté su cuerpo contra el mío y comencé el movimiento coital de manera que la base de su pija, bien metida en mi concha, presione mi clítoris, estuve así un minuto y tuve un buen orgasmo. Él eyaculó, pero me pareció que ni fu ni fa. Recuerdo estas cosas y quedo convencida de que no era buen amante, creo que porque era un poco disperso, inconstante. Pero como no era mi intención compartir proyectos delicados con él, lo aceptaba.

Yo tenía otro amante, mucho mayor, que venía a visitarme una vez por semana, tenía cierta fortuna, no me cogía bien, incluso tuve que fingir más de una vez, pero me ayudaba materialmente, aunque yo no le pedía nada, tampoco rechazaba sus obsequios. Me daba plata y mercaderías, me compró electrodomésticos, en fin, me bancaba. Yo lo soportaba porque no era cargoso y era un buen tipo. Sospechaba que yo tenía algo con Rip, a veces lo mencionaba y, por supuesto, yo negaba con vehemencia. No me gustaba que se encuentren en casa, de hecho nunca se encontraron; una vez Rip tuvo que salir por la ventanita del baño para que Lucas no lo vea. Con este acontecimiento me divertí.

Varias veces me pregunté qué hacía yo con ellos. Sobre todo Rip, que me parecía bastante inquieto y creativo, como con ganas de hacer siempre algo, aunque era muy difuso su comportamiento. Poco a poco fue soltando la lengua y me enteré de algo que me resultó muy raro y sobrecogedor, el primer momento fue el shock total, quedé muda al menos dos minutos, mientras él seguía hablando. Estaba sentado en la mesa y tenía los pies colgando. Yo seguía en lo mío cuando me di cuenta de que una tremenda curiosidad me estaba alentando, generada por el relato de Rip. Por momentos estaba confusa, trataba de ordenar pensamientos, y aparentemente lo conseguía porque volvía esa sensación extraña. Hoy recuerdo ese cosquilleo en distintas partes del cuerpo )recién puedo decir que era un cosquilleo), pero en aquel momento me costaba creer que era excitación sexual, me calentaba la idea de salir y hacer lo que Rip hacía casi todas las noches, hasta el amanecer. Era un practicante experto, conocedor de la noche y su ambiente, observador de los hábitos de cuanto ente nocturno vagaba por los barrios, daba pronósticos altamente precisos sobre los horarios de madrugadores, empleados, recolectores de residuos y colectivos. Controlaba con exacerbada atención, con extrema obsesión el ajuste de todos los detalles para concretar con todo éxito una fabulosa, oscura y controversial fantasía sexual: espiar a mujeres desnudas, semidesnudas, vistiéndose, desvistiéndose, maquillándose, acomodando ropa, parejas cogiendo, esposas en ropa interior, amas de casa comenzando su tarea diaria con camisones transparentes y lo que sea que haga en la noche una hembra en su casa, especialmente en el dormitorio o en el baño. Era un voyeur autodidacta, feroz, insaciable y temerario.

Nunca pensé que en mi vida me iba a pasar algo así, Rip no era un mirón casual. Era un cazador voraz de ventanas abiertas, iluminadas, cortinados transparentes; persianas y puertas con filtraciones de luz y atento a los menores ruidos y a la presencia de perros guardianes y policías. La zona de la ciudad que más lo atrapaba era la concentración de casas donde ambos vivíamos. Miles de viviendas con miles de mujeres a las que una distracción las deja en la incómoda posición de desnudarse con la ventana abierta. Y él estaba preparado para no perderse semejante puesta en escena de la naturaleza. También caminaba por calles de otros barrios, conocía muy bien varias zonas de la capital. Siempre alerta, siempre sediento, pero tratando de no cruzar el límite con la ceguera; la posibilidad de cebarse era real y él sabía que un error lo metería en problemas difícil de resolver, y además, ¿cómo explicar esta forma de sexualidad? ¿cómo se sentiría uno si la asombrosa sociedad formoseña en todo momento le dice degenerado, pajero vicioso, perverso, sátiro y puto enfermo?

Las recorridas de Rip comenzaron en invierno de 1985. Alrededor de las 5 de la mañana salió para ir a trabajar. Como el primer colectivo pasaba a las 5.15 prendió un cigarrillo y empezó a caminar. A tres cuadras de allí tuvo ganas de orinar. La calle estaba desierta pero iluminada, entonces se metió en un pasillo oscuro que pasa detrás de todas las casas del barrio. Estaba terminando de orinar cuando escuchó el sonido de un reloj despertador muy cercano, proveniente del otro lado del muro. Se acercó al portón trasero de esa vivienda y vio una ventana iluminada. Como no había plantas en el patio pudo ver una buena parte del interior iluminado. Había un ropero y algo que parecía una cama, pero definitivamente era un dormitorio. Estaba mirando a través de las maderas del portón cuando vio a una mujer que se sentó en la cama, de espaldas a la ventana, de frente al gran espejo colgado de la puerta del ropero, áse estaba levantando! Rip me aseguraba que esta es una de las mejores escenas. La mujer se tiró el pelo hacia atrás con las dos manos y se los ató. Tenía una remera sin mangas, pero no era posible ver más abajo. Había que disfrutar con una ventana chica. Estuvo sentada mirándose en el espejo, mirando a su alrededor. Luego de varios minutos se paró. Rip recibió una descarga de electricidad en el cuerpo, las piernas se le aflojaron, estaba ansioso, temblaba y sus ritmos respiratorio y cardíaco se aceleraron; había comenzado a calentarse porque la mujer estaba en bombacha. Tenía un buen cuerpo de treintona, la remera corta dejaba al aire unos diez centímetros de espalda, que terminaba en la cavada ropa interior celeste con bordes blancos. Rip se estaba tocando la pija )que la tenía bien parada) por encima del pantalón y seguía mirando. La mujer continuaba parada frente al espejo, que en este caso fue aliado de Rip, ya que la podía ver reflejada de frente. Debajo de la remera las tetas parecían perfectas. Rip se había desprendido el botón del pantalón y se bajó el cierre, expuso su pija y comenzó a masturbarse. La mujer estuvo mirándose en el espejo unos tres interminables minutos y pareció reaccionar, tomó una toalla y desapareció a la izquierda del cuadro. En la cocina había luz, también en el baño y Rip pensó que ella se estaba aseando. Pero se concentró en la ventana del dormitorio y vio a un hombre que, recién bañado, comenzaba a vestirse. ÒMañana te veoÓ, dijo pensando en la mujer, y fue a la parada de colectivos más próxima.

Para garantizar el éxito de su actividad, a Rip le fue necesario develar algunos secretos de la noche, vestirse para la tarea y organizar su vida cotidiana. Había arreglado en su trabajo cumplir horario vespertino y como siempre fue de hábitos nocturnos, nadie sospechaba si se quedaba despierto toda la noche. Salía con ropa oscura, las camisas o remeras debían tener bolsillo para los cigarrillos. Usaba jeans con botamangas cortas para no arrastrarlas por el piso y los bolsillos traseros tenían que estar en perfectas condiciones para guardar el encendedor, dinero y documentos. Los dos bolsillos delanteros estaban desfondados para poder tocarse el pene mientras miraba. Las zapatillas tenían suela de goma blanda, poco ruidosa y poco resistente a las pequeñas partículas de tierra o arena. No usaba sobretodo o campera, y aunque a veces hacía frío lo último que se ponía era un pulover. No llevaba reloj y trataba de salir con buena presencia, por si se encontraba con otras personas. En noches calurosas salía con pantalón corto y remera. Siempre estaba cómodo porque algunas caminatas se extendían por horas, entre las 22 y el crepúsculo. Otras veces volvía a su casa a medianoche y volvía a salir a las 4 de la mañana hasta el amanecer.

La mujer que más miró vivía en una casa de un dormitorio, en una esquina. Tendría entre 25 y 30 años y Rip pensaba que era docente porque terminaba siempre con guardapolvo tipo maestra y portafolios. Se levantaba a las 4.30 y se cambiaba en el living con las luces del baño y la cocina encendidas para no despertar a un hombre (sería su marido) que descansaba en el dormitorio. Rip la espiaba por la ventana del living, que tenía una persiana de madera, común en las casas de este barrio, sin cortinas. Las fallas de los listones de la abertura que comenzaba a unos treinta centímetros del piso permitían una amplia visión de todo el interior de la sala. Esta mujer tenía un cuerpo muy bien formado, de mediana estatura, tez blanca y cara redonda, se maquillaba en el baño, pero no había forma de llegar con la vista hasta el interior. áLo que hubiera dado él por verla en el inodoro o en la ducha! Era su costumbre salir desnuda al living, ya maquillada y le producía mucha ansiedad a Rip por el contraluz, pero podía verla entera. Se perfumaba y comenzaba a ponerse bombacha y corpiño. La chica permanecía semidesnuda en la casa cerca de media hora, planchaba ropa, preparaba el desayuno y hacía otras cosas, pero siempre con ropa interior. Rip se calentaba y se masturbaba pero tenía que interrumpir su placentero acto y miraba alrededor para asegurarse de que nadie iba a molestar; transpiraba, temblaba de placer y miedo al mismo tiempo y varias veces eyaculó en el piso. Eran emociones realmente fuertes y durante mucho tiempo, a veces todos los días de la semana, estuvo a las 4.30 espiando a esa mujer, oculto entre las plantas del jardín de la casa, mirando hacia adentro, siempre mirando.

Yo estaba entusiasmada con los relatos, y varias veces le pedí que me lleve a pasear a la noche. Quería estar con él, también mirando, aunque no lo tenía muy en claro. Sé que me iba a gustar y también me iba a calentar. Una vez salí con él. Serían las 11 y media de una cálida noche. Me preparé, me puse zapatillas cómodas, pollera corta, blusa, sin corpiño ni bombacha. Quería coger con él en la calle, en alguna oscuridad. Mientras caminábamos, casi susurrándome, me explicaba algunas cosas relacionadas con el hecho de espiar. Me sorprendió que conocía a la perfección algunos sectores, conocía los carteles que indicaban qué sector era, números de manzanas y casas de tal número a tal número, árboles, perros, qué auto faltaba, o cuál estaba demás, en las playas de estacionamiento; me decía de antemano dónde nos íbamos a encontrar con ventanas iluminadas, en qué casas había gente despierta, impresionaba ver cómo miraba, los movimientos de la vista, sus pasos precisos, sabía dónde doblar, donde esconderse, me decía que en tal casa íbamos a escuchar una radio prendida, o en tal otra había dormían con espiral áhasta sabía qué baldosas estaban flojas! áPor Dios, qué refinamiento! Así estuvimos casi una hora y media hasta que le pedí volver porque quería que me coja, y se lo dije. Paramos en una oscura vereda sobre una avenida y comenzamos a apretar. Yo estaba muy caliente, nos abrazamos, nos manoseamos, él recién ahí se dio cuenta de que no tenía bombacha; tenía la concha muy húmeda y comencé a masturbarme por primera vez delante de un hombre. Yo estaba nerviosa por lo que hacía pero me agaché y mientras él se bajaba el short de baño yo ya había empezado a hacerle la paja con una mano, mientras con la otra me tocaba la concha. Desde abajo lo miraba, me levanté la blusa y le mostré mis tetas; seguía pajeándolo con una mano y con la otra me apretaba los pechos. En esa vereda me vi envuelta en una cadena de hechos que comenzó cuando él me dijo

- Guacha, cómo me gusta esto, áperra!.

Instantáneamente le contesté:

- ¡Te gusta mirar, hijo de puta, me gusta que estés caliente! ¡mirame, degenerado, mirame!.

Quería gritarle pero tenía que controlar eso. Igual seguía hablándole:

- ¡Yo sabía que vos tenías algo escondido!

Yo estaba abajo todavía, con la mano derecha me masturbaba, con la otra le tocaba el pecho a él y me metía su pija en la boca, la sacaba empapada en saliva, así una y otra vez. Me levanté y le dije:

- Quiero que me cojas ahora, estoy caliente, quiero coger-  yo no podía parar de hablar. - Me doy vuelta y metémela. Quiero tu pija ahora en mi concha. áEstirame el pelo, mordeme, apretame fuerte los pezones! ápor favoré!

Yo estaba muy caliente. Abrí los brazos y me apoye en la pared, me agaché, me acomodé, abrí las piernas y mientras le seguía hablando, jadeando, le pedía que me la meta. Yo estaba realmente muy caliente. Rip se puso detrás y me pidió que yo la meta. Me escupí la mano, le agarré la verga, la fregué un poco en la entrada de mi vagina y le dije:

- Empujala ahora.

Yo me mordía los labios y el empezó a bombear.

- Quiero que algún día me cojas así por el culo. Quiero que me la des por el orto-  le dije.

El suspiraba y bufaba, me apretaba los pezones, me tocaba el clítoris, me manoseaba la cabeza, la cara, me metía los dedos en la boca, volvía y se ensañaba con mi cabello, me apretaba la espalda, me sobaba el culo, me puerteaba con un dedo; hasta me escupió en la espalda y me masajeó con su saliva. Eso me gustó muchísimo y le dije:

- Pegame

Me dio dos golpes en las nalgas y siguió manoseándome.

- ¡Voy a acabar!-  le dije - ¡Acaboé! áahhhh! áahhhh!

Me temblaban las piernas y le pedí que se siente. Se apoyó contra la muralla y me senté arriba, bien abierta. Inmediatamente le agarré la pija y la sentí muy mojada. Mientras le decía una sarta de obscenidades:

- ¡Hijo de puta!, te gusta clavarme, a mí también. Me gusta tener tu poronga adentro, bien adentro.

Yo me movía, me apretaba contra su cuerpo y nos fregábamos. Estábamos cara a cara, transpirados.

- Escupime en la cara y en las tetas y chupámelas

Yo estaba recaliente y me fregaba la cara y las tetas con las manos transpiradas y con saliva. Estaba como loca. Me paré, mientras me masturbaba le puse mi concha en la cabeza y fui bajando hasta que él me agarró del culo y me empezó a pasar la lengua.

Apenas nos entendíamos porque los dos nos hablábamos todo el tiempo. Nos decíamos todo tipo de cosas, con palabras como culo, concha, polvo, pija, tetas, semen, orto, verga, poronga, agujero, leche, vaginaé

Volví a sentarme arriba de él y me dijo:

- Voy a acabaré ¿Querés mi leche? Te la voy a dar, puta.

Me gustó terriblemente, tenía todo el cuerpo como adormecido después de varios orgasmos. Entonces me dieron ganas de orinar

- Quiero mear-  le dije

- ¡Meame! - dijo él

- ¡Ahhh! ¡Sí!-  yo ya no daba más

- ¡Voy a acabar! ávoy a acabar!-  dijo - ¡Acabo!

- ¡En mi cara y en mis tetas!-  alcancé a decir e inmediatamente salí, me quedé arrodillada en la vereda, el se paró y luego una sacudida con la mano me enchastró con varios chorros de semen que corrían por mi cuerpo. Me alcanzó la cabeza, la cara, gotas en las piernas, en el vientre, en las tetas. Mientras yo me pasaba la mano por la cara el fregaba su pija parada por uno de mis pezones. Mi ropa estaba con manchas.

Nos miramos un rato, no nos dijimos nada. Nos arreglamos un poco la ropa y me acompañó a casa. Nunca hablamos de lo que habíamos hecho. Cogimos, todo el mundo coge, sí, pero a mí me pareció extraordinario el lugar y la forma. Me hubiese gustado tratar el tema, pero nunca buscamos la oportunidad. Estoy arrepentida de no haber conversado sobre el asunto. Más aún, sé que tendría que haber encontrado la forma de recrear el acontecimiento, pero no lo hice. No lo hicimos.