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Un pequeño sade

en Hetero: Primera vez

Un bucle castaño resbala por el cuello de la niña y queda balanceándose colgado encima de la caja. Maita la mira nerviosa y mueve la cola. Tambaleantes aún ciegos, los perritos buscan los pezones de la madre y se prenden con voracidad.

Maita saca su lengua larga y rosada. Con fruición lame los restos de flujo y sangre. Un aguijón delgado se clava entre los muslos de la niña.

- Qué perra bonita –susurra, rascando sus orejas con cierta brusquedad- y tonta.

- Cristela, deja ya esos animales y acuéstate… tienes dos semanas encima de esa caja… ¡apaga la luz!

La niña apaga la luz y se mete a la cama. La luna recorre sus dedos, corre apenas las cortinas.

El pequeño llora asustado. Ella lo saca del camisón y lo huele igual que Maita. Esta calentito, le hace cosquillas en la panza y lo lleva hacia abajo, entre sus piernas. El cachorro regresa a husmear en su cuello, tiene hambre. La niña lo toma otra vez; despacio, va guiándolo hacia abajo. Ahora él comienza a buscar entre la ropa y las sábanas. Cristela se recuesta.

La luna da un brinco adentro de la habitación. Corre por el piso como un cangrejo y trepa por el cubrecama. Agazapada en su mancha de luz espía.

Cristela recorre su calzón con dos dedos separando más sus muslos flacos. Un pequeño molusco rosa ofrece el centro de su flor lampiña. Un olor ácido queda en el aire ante la nariz del cachorro.

Ansioso, él continúa su búsqueda dejándose guiar por ese hilo quebradizo. Por fin, encuentra esos gajos de carne húmeda, enrosca allí la lengua y succiona con fuerza.

Un filo de luz plata corre desde los pies de Cristela hasta su rostro. Sus labios se abren y dejan escapar una ráfaga de silencio hirviendo.

El hambre frustrada excita al cachorro: erguido en sus cuatro patas hace presión con el hocico. En la frente oscura de Cristela crecen gotitas de luna. De pronto, un pulso entrecortado, preciso, ciñe con violencia al animalito, que se retuerce desesperado. Cristela se endereza; apoyada en los codos, no ceja, se divierte al verlo retorcerse. Se oye un débil crujido. El filo de luz cae en las sabanas y cesan los espasmos.

El hociquito chato tiene la lengua todavía afuera, enroscada. Está muerto.

La oscuridad se da una voltereta y salta ala boca de Cristela en una sonrisa.

-Lo aplasté sin querer, mamá –susurra bajito; después se duerme.

Espero les haya gustado y si hay alguna chava de para hacer nuevas experiencias pus hay ta mi correo coatl2099@hotmail.com