Un chico le prepara una sorpresa a su novia para hacer que un
viaje en taxi se convierta en la realización de una de las fantasías sexuales de
ambos. La sorpresa se hace doble cuando la chica se da cuenta que su novio
estaba compinchado con el taxista hasta el punto de que éste llega a participar
en el juego.
Soy un chico de 26 años alto y de pelo corto y castaño, ojos marrón oscuro, de
complexión atlética y dicen las chicas que guapo de cara. Mi novia tiene 24
años, mide 1,65 tiene el pelo muy largo y negro, ojos negros, grandes y
profundos y unos juguetones labios que suele pintar de un rojo muy llamativo y,
como toda su preciosa boquita, sabe usar más que bien. Sus pechos son medianos,
con unos pezones verdaderamente duros cuando se excita. Tiene las piernas bien
torneadas y un culito precioso y respingón que no pocas veces es el protagonista
de nuestros encuentros sexuales.
La historia que voy a compartir con vosotros ocurrió el verano pasado en
Valencia, ciudad donde fuimos a vacacionar por dos semanas a un pisito que un
familiar mío nos dejó. Somos muy activos en la cama y nos gusta fantasear con
diferentes prácticas sexuales, y siempre hemos tenido la intención de
realizarlas; el caso es que yo deseaba darle a mi chica una sorpresa que no
pudiera olvidar y la amistad con un amigo taxista, fuerte, algo menos alto que
yo, moreno y de pelo negro, me permitió fabricar dicha sorpresa.
Tras una cena romántica y con una noche preciosa, cálida y estrellada en la
capital del Mediterráneo, cogimos un taxi para volver al piso en lo que prometía
ser una noche memorable, pero ella no sabía que lo sería por lo que pasaría en
el taxi y no en el piso. Tras montar en el taxi y decir la dirección a mi
secreto amigo empecé a besar el cuello de mi novia Sonia, a enredar mis dedos en
sus cabellos, algo que le encanta, y puse su mano en mi paquete para que notara
mi erección.
Ella, que es bastante atrevida, lejos de cortarse empezó a sobarme por encima
del pantalón mientras mi mano se deslizaba por debajo de su corta falda, sin
encontrar oposición hasta que las yemas de mis dedos tocaron sus braguitas de
encaje negro. Notaba como Sonia miraba de reojo al retrovisor central del coche
para comprobar que no nos miraba el conductor, cuando ni corta ni perezosa abrió
mi cremallera e introdujo su mano en la apertura de mi ropa interior, agarrando
mi miembro con fuerza y moviéndolo a un lado y a otro, arriba y abajo. Acercó su
boquita a mi oreja y me dijo: "Quiero que te corras en mi mano en este taxi" y
luego metió su ensalivada lengua en mi oreja. Todo iba a pedir de boca, el morbo
que a ambos siempre nos ha producido hacerlo en sitios arriesgados funcionaba a
favor de mi plan. Lo que ella no esperaba es que yo respondiera a su provocación
desabotonando su vaporosa blusa y bajando mi cabeza hasta que mi lengua repasara
su pezón derecho, en círculos, metiéndolo en mi boca, succionándolo, mordiéndolo
suavemente; Ella empezó a gemir, pues nunca ha soportado el placer que le
produce esa caricia y en eso aproveché para mover su braguita-tanga e introducir
mi dedo índice en su rajita ansiosa, ambas cosas hicieron que de la boca se
Sonia se escapara un furtivo gemidito que sin duda fue escuchado por mi
cómplice, el taxista.
Susurré a los oídos de Sonia, mientras mi dedo salía y entraba en ella con
suavidad que se pegara a la puerta del coche justo detrás del conductor, a razón
de "ocultar no de él": Así lo hicimos, yo ladee su ligero cuerpo, levanté un
poco su pierna derecha y agarrando mi pene empecé a pasar mi glande ardiente
entre los labios de su vagina. Sonia cerraba los ojos, jadeaba, intentaba no
hacer ruido, pero no pudo evitar soltar un estruendoso "Oooohhh" cuando sintió
toda mi virilidad meterse profundamente en su sexo. Me miró con ojos acusadores,
como reprochándome que llegara tan lejos, pero cuando mis manos se agarraron a
sus pechos ya al descubierto y mi lengua entró en su boca, su acusación pareció
convertirse en sumisión, me mordió fuertemente los labios como para castigar mi
osadía. Susurré: "Tranquila Sonia, no nos puede ver" y ella me contestó:
"..Ooh,..pero...pero yo..oohh ..no aguantarééé...oohh umm..gritaréé" mientras mi
pene empezaba a profundizar en su estrecho coñito, y llevé dos dedos para
masajear su clítoris lo que acabó de rendir toda resistencia que ella hubiera
querido oponerme.
Mi plan, el de mi amigo y mío, era que cuando ella empezara a gemir, él nos
propondría que nos quedáramos solos en el coche por un módico precio y mi
respuesta a lo que para Sonia sería esa surrealista proposición, sería que
preferíamos que se quedara con nosotros. Pero mi amigo Luis, que sin duda no se
había perdido detalle disimuladamente, no aguantó más, paró el coche en una
apartada y oscura avenida de las afueras de la ciudad y volviéndose nos dijo: .
Sin dejar de penetrar a Sonia, me moví hasta el centro del coche y agarré los
brazos de mi novia con un brazo y con el otro la sujetaba por la cintura para
que mi pene siguiera dentro de ella. Sonia gritaba e intentaba desasirse de mi,
mientras yo la susurraba. La rapidez con la que Luis actuó fue clave para que
todo saliera bien en el momento más crítico de la noche: Cuando Sonia se diera
cuenta de que iba a ser follada por dos hombres. Luis separó las piernas de
Sonia con fuerza y empezó a lamer con avidez todo su chochito, del cual yo volví
a entrar y salir rítmicamente:
- ¿Pero qué haces? ¡¡¡Estás loco!! - gritaba Sonia.
- Tranquila preciosa -le decía mientras seguía bombeando. - Todo está
controlado, ¿no lo ves? Tú deseas esto igual que yo, ¿acaso no te gusta mi polla
dentro de ti?¿O su lengua en tu coñito? Ríndete a las sensaciones que tu cuerpo
te transmite ¡¡déjate ir!! ¡¡déjate llevar!!.
- Eres un cabrón - me reprochó, y al intentar arañarme los muslos se encontró
con la cabeza de Luis y su boca que la había ensalivado enteramente toda su zona
genital.
Agarré sus pechos con firmeza pero con dulzura, empecé a morder su cuello, y
noté de pronto las manos de Luis en sus tetitas, con lo que yo usé las mías para
agarrarla por la cintura y levantarla y bajarla, para que cabalgara sobre mi
polla erecta que la penetraba sin tregua, las caricias combinadas empezaron a
hacer su efecto y Sonia dejó de estar tan rígida, empezó a gemir y a respirar
pesadamente, y cuando me di cuenta sus manos acariciaban los cabellos de Luis y
le imponían el ritmo al que ella quería ser lamida y devorada. Luis se levantó y
con su polla asomada a sus pantalones ya bajados se echó levemente sobre Sonia,
acabó de subir del todo su faldita hasta la cintura y desabrochar su blusa por
completo, los pezones que tantas veces he sentido endurecer en mi boca estaban
ahora turnándose en la boca de Luis, los gemidos de los tres llenaban el coche,
pero por encima de todos los de Sonia amenazaban con ser escuchados en la
solitaria calle si alguien pasara por allí.
Sonia ahora sentía mi polla llegar hasta lo más hondo de su intimidad, la
penetración era más violenta cada vez y más profunda, la polla de Luis, tiesa
hasta el límite frotaba los labios mayores y menores del sexo de mi novia y su
clítoris erecto, llevándola a un éxtasis compartido del que no sabía salir, del
que no quería salir. Todo estaba saliendo a pedir de boca, sólo quedaba el
postre. Con suavidad me salí de ella y ensalivando mi pene y su culito con dos
dedos que habían explorado la boquita de mi novia, la levanté ligeramente para
agarrar mi herramienta y dirigirla a su más estrecho agujerito. Luis que se dió
cuenta de ello, sacó un preservativo como un relámpago y pertrechándose con él
se dispuso a penetrarla, así lo hizo, de golpe, en un coñito ya dilatado y que
se estremeció de placer al sentirse repleto de nuevo, pero por una polla
diferente a la anterior. Yo empujaba mi glande contra su culito y la dejaba caer
para que el peso hiciera el resto, poco a poco el recto de Sonia quedó tan
repleto o más como su coñito, mientras ella gritaba de gusto como nunca lo había
hecho, hasta que la lengua de Luis se enredó en la suya, aunque sin acallar los
gritos del todo.
Luis y yo empezamos a follarla doblemente, entrando y saliendo sin piedad ni
cuidado ya que estaba tan excitada que otro hombre hubiera cabido en su boca, la
doble penetración rompió todas sus inhibiciones, empezó a insultara nosotros y a
ella misma, nos llamaba perros, cabrones y se autodenominaba zorra: ¡¡Haced que
me corra cabrones!! - ¡¡Folladme, folladmeee!!. De repente se calló un segundo,
inspiró profundamente y estalló en gritos y movimientos compulsivos en el
orgasmo más brutal que yo le haya visto, Luis no lo pudo resistir y se corrió
con la polla enterrada hasta el fondo en mi novia y por último yo, sin condón
llené de semen caliente sus entrañas, semen que al poco caía por mi polla abajo
y rebosaba de su dilatado pero apretadito culo.
Luego vinieron las confesiones, las presentaciones mutuas de Luis y Sonia y el
epílogo que los tres nos dimos en el piso, tras el episodio del taxi, pero eso
es otra historia que si queréis no me importará contaros, si es que os ha
gustado el secreto que he compartido con tod@s vosotr@s. Un beso y/o abrazo.
Hasta pronto.