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Entrevista de Trabajo

en Dominación

Entrevista de Trabajo

por Malachi

La actual situación del mercado laboral, donde encontrar trabajo se esta haciendo cada vez más difícil, conlleva, a mi entender, un grave problema con el que los jóvenes nos estamos encontrando: la aceptación de contratos y una perdida de derechos alarmante.

Pero la sociedad no parece reconocer dicha situación y el proceso para conseguir el tan ansiado "curro" se convierte en toda una experiencia, que, en ocasiones sobrepasa los límites de lo normal.

Eso me ocurrió a mi recientemente al acudir a una entrevista de trabajo con todas las ilusiones puestas en un cargo que creía hecho a mi medida.

El anuncio pedía jóvenes licenciados en derecho para trabajar en uno de los despachos más prestigiosos de la ciudad. El sueldo era de quitar el hipo y la firma ponía a disposición del contratado toda una serie de ventajas.

Parecía hecho a medida, y me preparé la entrevista a conciencia, dispuesto a hacerme con el puesto a cualquier precio. La selección previa había reducido el número de candidatos a diez, y yo estaba entre ellos.

Me puse mi mejor traje, el cual solo había usado en una boda, y me dispuse a enfrentarme a la prueba más decisiva de mi vida.

Llegué a la empresa de abogados, situada en un prestigioso barrio en la cual me había citado con un señor llamado Pablo. El tal Pablo, tendría unos cuarenta años, alto, fuerte, moreno, vestido como un ejecutivo tipo, con una americana gris y pantalones negros. Me saludo y me hizo sentarme. La habitación era de reducidas dimensiones y detrás suyo había un enorme espejo que me hacía sentir incomodo. Comenzó preguntándome mi edad y mis aspiraciones en la vida y yo fui contestando tranquilamente a todas y cada una de sus preguntas. Algunas de las preguntas se salían de lo común, pero yo no me amilané:

- ¿Eres virgen?

No. Ya hace tiempo que deje esa etapa – respondí.

¿Te masturbas habitualmente?

Eh, bueno, lo normal, no? Como todos, supongo.

Pareció contento con las respuestas. De repente se levantó y levantó el teléfono.

Ahora quiero que hagas exactamente todo lo que te diga. Quiero ver que tal te comportas en situaciones de tensión.

Avisó a dos personas y les dijo que se incorporaran a la entrevista.

Entraron dos chicos, a los que me presentaron como Juan y Luis, dos abogados de la empresa. Juan tendría unos treinta años, y se veía atlético y bien bronceado. Luis era más bajo y le sobraban algunos kilos.

Juan me dijo que cogiera un acta judicial y la leyera como si estuviera ante un jurado. Me fui al centro de la habitación y comencé a leer entornando lo mejor que pude y procurando no exteriorizar mis nervios, los cuales iban en aumento.

Una vez leí los primeros párrafos me callé ante un gesto de Pablo.

Muy bien, pero hay poca tensión. Haz lo mismo pero sin ropa.

Mire directamente hacía los dos abogados, que sonreían amistosamente. Luis me dijo que no me preocupara, que todos habían tenido que pasar por lo mismo, pero que el puesto bien merecía algunas concesiones.

Me decidí y comencé a quitarme la ropa, quedándome únicamente con los slips puestos.

Comencé a leer de nuevo el documento, pero Pablo me interrumpió de nuevo:

No se si no me he expresado con claridad. Te he pedido que te desnudaras y aun no lo estas del todo. ¿realmente te ves capacitado para acceder al puesto?

Por supuesto, contesté yo. Y acto seguido dejé caer mis calzoncillos hasta los pies, dejando oscilar mi polla, algo encogida por la situación.

No esta mal – comentó Juan.

Me coloque en medio de nuevo y procurando taparme un poco con el documento judicial, me lo arrimé lo máximo que puede a mi sexo, lo cual provocó un inoportuno roce que hizo que mi verga comenzara a engordar. Los ojos de mis entrevistadores se clavaban en mi sexo y a mis espaldas, Pablo tenía una perfecta panorámica de mi culo totalmente depilado.

Empecé a leer y dada la situación, no lo hice nada mal, controlando la tensión y abstrayéndome de lo que estaba sucediendo allí.

Muy bien, lo estas haciendo muy bien. Pero ahora queremos que te sientes en ese sillón que tienes detrás. Me ordenó Pablo.

Era un sillón de madera muy antiguo. Me senté, aprovechando la posición para taparme con los folios.

Bien, ahora viene la prueba final. No es fácil, pero si la superas el puesto es prácticamente tuyo. Has demostrado controlar muy bien los nervios en situaciones de presión. Quiero que sueltes el acta judicial y me recites el primer párrafo. Es muy cortito, o sea que esmérate, porque a cada olvido te supondrá un obstáculo en la prueba, debiendo además empezar de nuevo y en postura y situaciones diferentes. ¿ Listo? Empieza ya.

Comencé. Tenía gracia. Normalmente he tenido buena memoria para estudiar, pero esta vez fallé en el tercer renglón.

Debías decir "improcedente" en vez de "inconsecuente". Tendrá que empezar de nuevo, pero antes sube tus pies al borde del sillón y colócalos al borde del mismo.

Que horror, pensé. Pero no di muestras de miedo. Estaba muy cerca de lograr mi objetivo y no iba a rendirme ahora. Separe mis muslos y piernas, las subí a cada extremo del sofá colocando mis pies en los brazos del mismo. Creo que ellos debían tener un espectáculo muy excitante, mostrando mis abultados testículos colgando y mi ano entreabierto. Me sentí humillado y ridículo, pero continué.

Empecé de nuevo a recitar, pero los nervios me volvieron a traicionar y vi como Pablo sacó una videocámara del cajón.

¡No!, grite juntando mis piernas y tapándome. Eso si que no. No estoy dispuesto a que me graben en vídeo.

Vamos a ver – dijo Luis – que a estas alturas dejaba entrever un bulto de considerables dimensiones entre los pantalones. ¿tu quieres ser abogado? ¿No es cierto? Pues esto no es más que una cámara, tranquilo, que estará apagada, es para ver como te comportas bajo presión.

Dicho eso, respiré y me coloqué una vez más en posición, pero esta vez noté como mi sexo comenzaba a levantarse... no entendía porque pero esta situación comenzaba a excitarme peligrosamente. Allí mostrando las partes más intimas de mi anatomia a una grupo de desconocidos. Todo por un trabajo.

Empecé a recitar de memoria de nuevo, con evidentes síntomas de nerviosismo y la cercanía de la cámara sobre mi pecho provocó un nuevo error.

- Arrimaros aquí – dijo Pablo señalando la el suelo delante de mi. Luis y Juan se arrodillaron frente a mi sexo, notaba en los muslos la respiración entrecortada de ambos.

Bien – continuo Pablo – es posible que notes algo ahí abajo pero te confirmo que como vuelvas a pararte o equivocarte no serás contratado.

Me esperaba cualquier cosa de ellos. Empecé y, no había acabado la primera frase cuando noté que tenía cuatro manos en mis muslos, a escasos centímetros de polla erecta y que comenzaba a emitir pequeñas cantidades de líquido preseminal. Me callaba dos segundos, seguía como podía, hasta que noté como un par de dedos separaban mis nalgas, abriendo el camino hasta mi cueva anal. Me callé. Pablo me miró y conseguí continuar recitando. De repente, entre los dedos que palpaban la entrada a mi ano sentí uno más grueso, me imagino que del más gordo y empezó a hurgar en mi ano hasta que consiguió introducirlo por completo. Yo emitía ciertos quejidos, pero continuaba hablando para no perder el trabajo.

Con la misma mano noté como otro dedo pugnaba por entrar, mojado en saliva, lo cual alivió en cierta medida el paso hasta mi gruta. Cuando noté que los dos dedos se introducían hasta el fondo no pude evitar dar un grito, dado el dolor que me provocaron.

Chico, aquí acabas de arruinar tus proyectos de futuro, me dijo Pablo, puedes vestirte y marcharte ya.

No, por favor – supliqué – haré lo que queráis pero darme otra oportunidad.

Entonces Pablo asintió con la cabeza y me dijo que era mi última oportunidad. Se bajo los pantalones y mostró su verga, bastante más gorda que la mía y de unos 17 cms. Los otros dos hicieron lo mismo y comenzaron a desnudarse. Juan tenía un buen cuerpo y una polla totalmente depilada lo cual la hacía mas grande si cabe. El gordo tenía un barrigón horrible, lleno de pelos y un mini miembro.

Muy bien – dijo Pablo – ahora de rodillas y ven hacía mi, quiero ver y oír como recitas cuando tienes un trabajo que hacerme entre los dientes.

Mi cara estaba pegada a la polla de mi futuro jefe, olía a polla sudada y cerda. Incluso notaba el calor que irradiaba. Saqué la lengua, ya no había marcha atrás, y empecé a lamerle los testículos mientras el cerraba los ojos de placer. Me acerqué hasta el agujero de su culo e introduje mi lengua entre sus glúteos, saboreado aquel túnel escondido. El me presionó más la cabeza hacía su ano para notar como entraba más y más adentro mi dolorida lengua.

De repente, Juan le entregó la cámara al gordo, que se estaba masturbando y no tardé en notar como un miembro durisimo trataba de abrirse camino entre mis nalgas, quizá deseoso de que le hicieran caso, notaba como sus testículo me golpeaban los muslos y las nalgas, hasta que acertó y la introdujo en mi dilatado agujero lentamente. Note como me llenaba de carne caliente hasta el fondo y lo peor es que yo estaba comenzando a disfrutar, a tenor de la tremenda erección que tenía en ese momento.

Bueno, ¿recitas o no? – gimió Pablo.

Pretendían que recitara con la excitación que tenía. Empecé entre lengüetazo y mordisqueo de su glande a recitar tímidamente. Cuando iba casi por la mitad noté como Juan eyaculaba en mi interior clavándome su polla en varias sacudidas espasmódicas que me llenaron de leche hasta el estomago.

Se salió de mi interior y dejo su puesto al gordo, que colocó sus manos en mi cintura y tras acariciarme el culo como un poseso comenzó a restregarme su glande entre mis nalgas. Noté como intentaba introducirla en mi agujerito negro, clavándome bruscamente su dura pero afortunadamente pequeña herramienta. Grité de dolor, pero seguí moviéndome para acelerar su corrida. Pablo por su parte parecía a punto de correrse, y tras unos espasmos de su pelvis contra mi rostro soltó un abundante chorro de semen contra mi cara y mi boca, sin poder yo evitar tragar algo de tan caliente y pastoso líquido blanco. Cuando ya no podía más noté como el gordo gritaba y me clavaba las uñas en la espalda mientras se corría a su vez dentro de mi culo, que a estas alturas debía estar repleto de semen entremezclado de los dos abogados que me había cubierto sucesivamente.

Me dieron una toalla para que me limpiaran y fueron saliendo uno tras otro de la habitación.

Cuando Pablo se quedó a solas conmigo sacó de su carpeta un contrato de trabajo, que tras leer detenidamente firmé.

En la actualidad trabajo en el despacho junto a Pablo y ya he ganado varios casos en los tribunales, pero lo que más me gusta es el momento en que llevamos a cabo entrevistas para incorporar a nuevo personal.

Así, que, si alguien busca trabajo, estaré encantado de entrevistarle...

 

 

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