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El placer de una joven fogosa

en Jovencit@s

Me había mudado a un pisito en un pueblo de la costa, toda mi vida había vivido en Madrid y ahora me mudaba allí, aunque salía a estudiar todos los días a la ciudad.

Echando unas vistas al edificio en que vivía me di cuenta de que había mucha gente joven, la mayoría familias jóvenes con hijos en edad infantil.

Un día volvía de la ciudad y estaba aparcando el coche cuando vi a una mujercita realmente bella, con una forma de vestir y moverse que me volvía loco, morena, pelo rizado, ojos oscuros y un cuerpecito del que no se podía desperdiciar nada y me sorprendió cuando la vi entrar al edificio, pocos segundos después entraba yo detrás.

Con una sonrisa me preguntó:

¿Entras?

Claro, voy al tercero ¿y tú?

Yo me quedo en el cuarto

Eh, vale

Fue lo único que hablamos y con un hasta luego nos despedimos.

Era una preciosidad, pero no me obsesioné, no me suelo obsesionar con esas cosas.

Se me estropeó el frigorífico y aquello no podía estar así, así que me decidí a sacarlo del piso y cuando me quise dar cuenta el ascensor no funcionaba, mi enfado no era más grande, me acerqué a la casa de un vecino y le pregunté por el piso en el que vivía la presidenta y cuando llegué y me abrieron la puerta, mi sorpresa si que fue grande, aquella preciosidad vivía allí, se sintió un poco avergonzada al abrirme con aquellos minúsculos pantalones y aquella camiseta sin sujetador, así que dijo de llamar a su madre y desapareció.

Al día siguiente mientras mis colegas y yo traíamos las cosas para la fiesta que íbamos, vi salir a sus padres y encontré una excusa para llegarme a su casa.

Pegué un par de veces y me abrió con cara sorprendida y antes de que yo hablase me dijo: "mis padres no están", le contesté: "ya, yo venía a hablar contigo" y entonces me dijo que pasase adentro. Le dije que si sabía de alguien que me pudiese vender alguna bellota y tal, porque además la vi alguna noche en algún bareto, y sus amigos no fumaban tabaco sólo respectivamente y me dijo que no, que me podía dar el número de algún amigo y que ellos sabrían a quien encomendarm, me dio el número de uno de ellos y le dije que teníamos una fiesta en casa y que si se aburría sola se podía llegar, que nosotros no íbamos a salir en todo el fin de semana, después de aquello me fui.

La fiesta iba genial, y aunque la música no nos dejaba oír bien los ruidos del exterior, aprecié que alguien tocaba el timbre, y ya lo supuse todo. Abrí la puerta y allí me la encontré, sonrojada un poco (supongo que le dio vergüenza, puesto que era muy tímida) y la dejé pasar adentro. Se la presenté a mis colegas y mis colegas estaban medio flipando con aquella nena.

Todo iba perfectamente, mis colegas ya estaban desfasados de más, en una habitación se habían montado una orgía de las buenas y yo seguía hablando con Iratze, que así era como se llamaba ella. No aguantaba más, necesitaba tocarla, porque esa mirada me estaba volviendo loco, entonces empecé a tocarle la pierna suavemente y quise adentrar mis manos en su minifalda y ella estaba dispuesta, pero al oído me dijo que había demasiada gente y que no le gustaba dar el espectáculo en público. La conduje a mi habitación entre besos, se moría, notaba su respiración acelerada, era una jovencita bastante fogosa, yo era y soy un joven bastante fogoso también, y de aquella mezcla podían saltar chispas. Me dejó claro que debajo de esa timidez se escondían un morbo y ansias increíbles, me tumbó en la cama, y encima de mí comenzó a quitarse la ropa, la camiseta, la falda... hasta quedarse con su pequeño tanga y recorriéndome con la lengua todo el cuerpo, me quito la ropa, yo la besaba y acariciaba como mejor sabía y a ella le encantaba. Sin ningún descaro, después de aquellos besos y caricias, dirigió su mano a mis calzoncillos y me la sacó, dura, con ganas de jugar, y ella jugó conmigo, empezó a chupármela, y de que manera, era extraño con su cara de niña buena y su voz dulce imaginar en que clase de mujer seductora y desinhibida podía llegar a convertirse.

Apartó mi juguete de su boca y empezó a frotarse con él, me iba a hacer estallar, aquella combinación entre sus roces y mis caricias y besos acabarían con los dos. Me incorporé y la hice tumbarse ahora sobre la cama, le bajé su tanguita con la boca a la vez que recorría mi lengua cada uno de los lugares de su cuerpo por los que la prenda bajaba, desde su dulce mojado, hasta sus hermosos pies. Tiré el tanga al suelo y con mi boca recorrí su dulce milímetro a milímetro, sin dejarme un rincón y ella arqueaba la espalda como motivo de placer y lujuria, veía venir que pronto estallaría y se correría de lo lindo, pero como quería hacer esperar aquel momento, no seguí y simplemente nos dedicamos a seguir jugando sin manos, fue espectacular sentir sus hermosos pechos sobre mi ealda mientras me besaba por detrás y fue espectacular explorar cada parte de su cuerpo sin mis manos.

Hicimos la postura del 69 y gozamos increíblemente y después de aquello creímos (sin decir nada) que ya era hora de dar un paso más adelante, o mejor dicho, un movimiento más adelante. Fue un momento salvaje, pues salvajemente la agarré por detrás y se la metí y ella gritó de placer, ah, notaba su dulce bien caliente, crujiente, mojado, quise congelar aquel momento, entonces empecé a embestirla sin piedad, mientras ella me mordía en el brazo por aquella enorme ola de placer. Sin pensárselo me paró y haciéndome tumbarme en la cama me cabalgó como una amazonas, la arañé y mordí todo lo que pude y más, y aquella mezcla de sadomasoquismo nos excitaba mogollón.

Pensé en unas esposas que había comprado una vez para mis fantasías y la esposé a la cama, le mordí sus pezones, su barriga, sus hombros, su cuello y le hice el sexo oral como nadie se lo podría haber hecho nunca, estaba sometida a mí, y después de eso, se la metí bien profunda, que el gemido que lanzó hizo que mis colegas viniesen a ver lo que pasaba, pero tan pronto como vieron aquella escena se largaron. La follé con todas mis ganas y ella me arañó tan fuerte que me hizo sangrar, pero tan pronto como la desesposé lamió toda mi sangre.

Nos relajamos y quise introducirle algún dedo en el ano, y sin previo aviso lo hice, y mordió la almohada en signo de que aquello le encantaba, no la quise encular porque pensé que a pesar de todo, era demasiado pronto y seguramente le dolería, así que sólo jugamos con nuestros dedos, para seguidamente volver a follarnos como locos y no sólo en mi habitación, también en el baño, en la habitación en la que estudiaba y en la cocina sobre la lavadora cuando la mitad de la gente se hubo ido.

Aquella noche durmió conmigo, sus padres no estaban en casa y al día siguente además de la orgía que se montaron mis colegas con unas extranjeras, la anécdota más comentada fue la noche de lujuria que tuvimos Iratze y yo. No fue la primera desde luego, seis meses estuvimos en contacto carnal, hasta que yo me distancié un poco del pueblo y empecé a salir por otros sitios... De todas formas, aún sigue viviendo un planta más arriba y si quiero un buen derrame, sólo tengo que decírselo.