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No es un sueldo, pero está bien pagado

en Hetero: Primera vez

No es un sueldo, pero está bien pagado

No sé, ahora pensándolo bien, con el tiempo y los hechos ya transcurridos es difícil imaginar, incluso para mí, que los hechos que voy a contar hayan sucedido en realidad.

Tengo 25 años, pero los hechos transcurrieron hace 3 años.

En esos momentos me encontraba en paro, y aunque había completado una carrera técnica, tan sólo encontraba trabajos de fin de semana, y si acaso trabajos en ETTs (Empresas de Trabajo Temporal), mal pagados y en los que había que hacer muchas horas. Una de mis aficiones era la de realizar masajes, y aunque había empezado de forma totalmente fortuíta (leyendo libros, viendo videos formativos,...), no había pasado de ahí la cosa, salvo pequeños masajitos a algunas amigas.

Un día coincidí con Ángela, una vecina que vivía en el quinto. Mientras estábamos esperando el ascensor, me comentó que si era verdad que yo daba masajes. La pregunta, la verdad, es que me sorprendió bastante, pues salvo mi familia y algunas amigas muy íntimas, nadie más sabía de mi aficción.

- cómo es que usted sabe eso?
- no, por favor, no me trates de usted! Lo cierto es que tu madre me lo comentó en cierta ocasión, y ahora se me ha ocurrido preguntártelo!.
- bueno, sí. Lo cierto es que si que me gusta, pero en plan aficcionado y todo eso. No soy ningún profesional ni tengo ningún título.
- bueno, eso no importa si de verdad sabes hacerlos.
- lo cierto es que no se me da mal,..... o al menos eso dicen.
- es que te lo preguntaba, porque mi hija... ya sabes que tuvo un accidente, cuando iban ella y un primo suyo, en una moto, y lleva ya dos semanas que no puede levantarse... y bueno, si no está en la cama está en el sofá, viendo la televión,.... y me preocupa que sin hacer ejercicio ninguno, los músculos se le atrofien y luego le cueste más recuperarse de las lesiones.
- bueno, es cierto, debería ejercitar un poco el cuerpo.
- yo, había pensado que tal vez un masajista o un fisioterapeuta, la pudieran ayudar, pero he contactado con un par de ellos, y no hacen visitas a domicilio, aparte, ¿qué tienen unas tarifas que no sé quien puede permitírselas?
- es cierto, pero también hay que reconocerles que suelen estar bien preparados. De todas formas, si no le convencen puede ir a una curandera que conozco que los da muy bien.
- bueno, había pensado en otra cosa, porque eso es más bien si no quieres que te escayolen y todo eso y Susana, tiene las dos piernas ya escayoladas.
- bueno... pero no sé que puedo hacer yo.
- había pensado que tal vez, dándole unos masajes se podría estimular un poco toda la masa muscular.
- si... pero....
- oye, si es por dinero, bueno... te pagaríamos algo, claro.
- no, no es eso.... pero ya le he dicho que no soy ningún profesional.
- eso no importa.
- bueno, de acuerdo.
- entonces está hecho, que tal si mañana por la mañana pasas por casa.
- de acuerdo.

...... Esta fue la conversación que tuvimos, a groso modo, mientras el ascensor llegaba. Luego cada cual se fue a su casa y todo quedó ahí.

Lo cierto es que llegado a este punto, debo, por cortesía más que por otra cosa, describirles tanto a Ángela como a la pequeña Susana.

Ángela, es una mujer divorciada, de 38 años, morena, pelo liso que le llega hasta los hombros, es atractiva, pero nada del otro mundo; es secretaria de dirección y como ya dije, divorciada, desde hace unos 5 años. Susana, sin embargo, tenía 13 años, rubita, y muy guapita, aunque algo tímida, por lo que había podido observar.

La relación que tenía con ellas, no pasaba del mero hecho de saludarlas cuando, ocasionalmente nos veíamos, si bien con la pequeña había coincidido en más ocasiones que con la madre, ya que los horarios de una y otra y los míos propios, no lo habían hecho posible.

Bueno, cuando llegué a casa me puse a pensar, en todo tipo de situaciones de lo más morbosas, pero fueron tan solo eso "pensamientos impuros" en un momento de lujuria, porque luego, pensándolo friamente, lo cierto es que ¡eran vecinas!, y la que se podría preparar si hubiera el mínimo escándalo. Así que deseché todos esos "indignos" pensamientos y me puse a hacer el resto de mis quehaceres.

Al día siguiente pensando en mi compromiso, me puse a preparar los uténsilios de mi "trabajo". Un bote de aceite de almendras con esencia de lavanda, para que el masaje resultara agradable y tranquilizante, un bote de alcohol, para la perfecta desinfección de manos, unas toallitas de algodón, y algunas cosillas más.

A eso de las 10:00 horas, llamé a la puerta de mi vecina. Me abrió Ángela. Me quedé sorprendido, porque llevaba una blusa de tirantes que remarcaban, perfectamente, sus tetas, y un pantoloncito corto, muy ajustado.

- hola, buenos días.
- buenos días. ¿No sé si habré venido muy pronto?
- no, que va, pasa. De todas formas Susana está todavía durmiendo. Es una dormilona.
- si quiere vengo más tarde.
- no, no. Pero deja de tratarme de usted.

Me hizo pasar al comedor y estuve allí un rato esperando a que la pequeña se levantara.

- bueno, ven, pasa, es que la cuesta mucho levantarse.

Me llevó al dormitorio de la hija. Allí estaba la pequeña, incorporada y tapada hasta la cintura. Me quedé como un tonto, de pie y sin hacer nada.

- bueno.... como quieres empezar?
- bueno... no sé que tipo de masaje quiere?
- ya te comenté ayer que era para tonificar un poco los músculos.
- si, ya, pero se pueden hacer distintos masajes, dependiendo de la zona que se quiera estimular. La cara, manos, brazos, espalda, piernas,.....
- ah, bueno... Susana, ¿por cuál empezamos?
- no sé, mamá.... (la muchacha estaba roja como un tomate)
- bueno, que tal si empiezas por las manos y los brazos y luego vamos avanzando?
- bien, de acuerdo.
- podría lavarme un poco las manos?
- claro, el baño está en la puerta de la izquierda. Yo voy a ir preparando unas cosillas, si me necesitas, no tienes más que llamarme, de acuerdo?
- de acuerdo.

Me puse más cómodo, fui a lavarme las manos y después, ya en la habitación, me las froté con alcohol.

- por que haces eso? (preguntó la pequeña)
- bueno, es fundamental la higiene.
- ahhhh
- bueno, estás nerviosa?
- no, que va!
- no seas mentirosa, si estás como un tomate!, de todas formas no tienes porque preocuparte, sólo es un masaje.
- ya lo sé, pero es que es la primera vez.
- bueno, para mi, tambíen es como la primera vez.

Nos pusimos a hablar, para relajar un poco la tensión, y a la vez que íbamos tomando confianza, iba realizando mi trabajo.

Con una de las toallitas, húmeda y un poco caliente, la limpié las manos y los brazos por encima. Luego extendí un poco de aceite y fui frotando.

- qué tal te sientes?
- muy bien, y, ¿esto qué es, que huele tan bien?
- aceite de almendra, con esencia de lavanda.

Estuve durante diez minutos realizando un suave masaje, cuando creí que ya era suficiente le dije a Susana si quería que le diese en alguna otra parte del cuerpo. Ella muy colorada me dijo que sí.

- bueno, entonces que parte prefieres ahora?
- .... bueno.... tal vez....

En eso llegó la madre, y al ver a su hija que no se decidía...

- yo creo, que ahora toca el resto del cuerpo, no?
- si, pero para eso, creo que sería mejor que se quitara la camisola -dije yo.
- es cierto. Venga Susana, quítatela.
- pero?...
- no te preocupes, te pones de espalda, y te tapo con esta toalla -dije yo-.

Lo cierto es que la pequeña, estaba de miedo. Mientras le estaba haciendo los masajes a los brazos, no pude dejar de mirar el resto de su cuerpo, que aunque tapado con la pequeña, y casi trasparente camisola, dejaba bien a las claras que tan sólo llevaba puestas unas braguitas.

- bueno, yo os dejo, si necesitais algo, me llamais, vale? -dijo la madre-.

Se quitó la camisola, rápidamente, y se tumbo poca abajo. Sin embargo, pude apreciar los pechos, que a modo de pequeñas "peritas" le iban surgiendo.

La cubrí con una toalla y empecé a extender sobre su espalda un poco de aceite.

Al principio estuvo un poco tensa, pero a medida que la iba realizando el masaje, se iba tranquilizando.

Era una delicia acariciar aquella piel, tan tersa, tan joven, tan suave. A medida que lo iba haciendo me iba poniendo a 100. Mi "equipo", ya se había puesto en tensión hacía rato, y mis manos, se deslizaban por los costados más de lo que debieran.

- quieres que te masajee, tambíen las piernas?
- bueno, me contestó

Fui deslizando mis manos sobre sus piernas, subiendo y bajando, todo lo que podía (que no era muchos, debido a la escayola). La veía que estaba colorada, pero no decía nada. Permanecía con los ojos cerrados.

A medida que iba pasando el tiempo, mis manos, cada vez subían más y se deslizaban por debajo de la toalla, y acariciban su culito. Esto lo repetía una y otra vez, hasta que estuvo completamente tranquila. En ese momento, le quité la toalla, y la dije que sería mejor si se quedaba completamente desnuda.

Ella tan solo afirmó y me dejó hacer a mí todo el trabajo.

Le retiré suavemente su braguita y pude contemplar ese perfecto y bien formado culito. Era suave, de un blanco nacarado, prieto como no había visto hasta ese momento ningún otro.

Le fui amasando su tierno culito, y al mismo tiempo iba introduciendo unos dedos en su abertura trasera. Poco a poco, iba perforándolo hasta que uno de mis dedos llegó al tope. Le abrí las nalgas y la fui masturbando en su hoyito trasero.

Ante mi primera incursión, tensó su culito, la calmé y dije que no la haría ningún daño. Se relajó y me permitió continuar. Fui poco a poco introduciéndole la primera falange, luego la mitad del dedo, y luego el dedo entero. Lo metía y lo sacaba. A medida que lo hacía ella iba relajándose y al mismo tiempo empezaba a abrir sus piernas, en señal de aprobación y de excitación creciente. Ante esto, le coloqué un segundo dedo y la fui penetrando. Me daba cuenta que estaba desvirgándole su agujerito trasero, y ya que lo hacía, debía hacerlo bien. Así que me coloque sobre sus piernas, me abrí la cremallera y me saqué el pene, que ya estaba completamente en forma. Se lo coloqué entre sus nalgas y lo fui restregando. Poco a poco iba progresando, y a la vez que le abría totalmente los glúteos, le vi el hoyito, que por la acción de mis dedos ya estaba abierto, y coloqué mi cabeza en su entrada.

De un golpe de cadera le metí la cabeza, ante lo que emitió un pequeño jadeo. Me quedé quieto por unos momentos a la vez que masajeaba su espalda. Cuando la vi más calmada, reanudé la arremetida y la fui penetrando, poco a poco, hasta que mis testículos golpearon sus, hermosas, nalgas.

A medida que la penetraba, ella iba apretando y liberando mi pene. Era una sensación indescriptible. En un momento dado, sentí que ella se había corrido y cuando yo no pude más, también me corrí dentro de su culito.

Durante un rato nos quedamos parados y descansando, hasta que en un momento dado, me pareció oir ruidos, y se la saqué apresuradamente, la tapé sus nalguitas con la toalla y proseguí con el masaje en su espalda.

En eso llegó la madre y nos preguntó que qué tal iba el masaje.

La pequeña Susana, con apenas un susurro, dijo:

- Muy bien mamá, está muy bien.

Después de eso, lo dejamos y prometió que me llamaría muy pronto para un nuevo masaje.

¡Ya ven queridos lectores! No me dieron un sueldo por mi trabajo, pero cobré bien cobrado por mi servicio.

 

Autor/a: El Duque de If

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