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El renacer de los deluyrei (07)

en Grandes Relatos

*** Para la completa comprensión de la presente entrega, es imprescindible leer las anteriores ***

 

Cuando Óscar despertó, descubrió que estaba solo. Mientras se despejaba, se llevó distraídamente las manos a la entrepierna, alegrándole mucho comprobar que su hombría había recuperado su talla y aspecto habitual. No vio ninguna de las botellas donde habían guardado el líquido amniótico resultado de su insólito embarazo, y se preguntó dónde las habrían puesto. Era ya mediodía. Sentía a todas las deluyrei en el salón, donde estaban reunidas junto a las humanas... aunque Juliana, intuía, quizá ya no se viese como tal.

Se dirigía al cuarto de baño, dispuesto a darse una ducha, cuando le rodearon las formas astrales de las deluyrei, dándole alegremente los buenos días. Le pidieron perdón por no presentarse físicamente ante él, pero estaban en medio de una orgía. Él, claro, se hizo cargo ( antes de irse, Ciríe le sugirió que no orinase, guiñándole pícara un ojo, y él decidió hacerle caso ).

Mientras se duchaba, rememoró algunos de los sueños que había tenido esa noche. Muchos eran normales ( o sea, eróticos ), pero había tres que se le antojaron precognitivos, otro en el que fue testigo de ciertos hechos acontecidos décadas atrás... y otro que ni siquiera parecía haberse gestado en su mente.

Se centró primero en los que le parecieron premonitorios. En uno de ellos, se veía a sí mismo convertido en un gigante. Su piel se había endurecido, dando lugar a un formidable exoesqueleto, similar al de un crustáceo aunque a escala. Parecía una armadura, y sin duda esa iba a ser su función, pues si había adquirido aquella forma era para enfrentarse a la mujer maligna, esa con la que ya había soñado.

No le cupo duda de que servía a Khali. O mucho se equivocaba, o era una especie de deluyrei corrupta creada por ella, una emponzoñada y grotesca imitación de la obra maestra de su hermana, Afrodita. Más aún, todo parecía indicar que se trataba de una matriarca. Fue ella la primera que se convirtió en titán, acorazándose, y él le imitó.

La matriarca oscura ( le pareció bastante apropiado llamarle así, y no sólo por la negrura que irradiaba su alma, si no también porque sus ojos, o más concretamente sus córneas, eran negras ), le temía y le odiaba con inconcebible intensidad. En el fondo debía saber que bajo ningún concepto podría vencerle, pero se negaba a aceptarlo.

Óscar no recordaba muy bien la pelea, siendo el único detalle que logró retener con total nitidez la transformación de ambos en colosos blindados. En cualquier caso, tenía bien claro que su victoria sobre la matriarca oscura fue aplastante, y lo mejor de todo fue que él, a diferencia de ella, no tuvo que emplearse a fondo ( la verdad es que se ensañó con ella, pero se lo merecía, y sentir su impotencia le satisfizo enormemente ).

Algo le decía que no se trataba de una alegoría. Si el sueño aquel era realmente premonitorio, se cumpliría tal cual. En parte lamentó no haber dormido con Ciríe: seguro que habría compartido el sueño con ella, y entre lo que cada uno recordase quizá pudiesen haberlo reconstruido ( por otra parte, si se hubiese acostado con él quizá las demás hubiesen querido imitarle, caso en el que no le habrían dejado descansar demasiado bien que digamos ).

En otro de los sueños, Óscar visitaba al psiquiatra que le estuvo tratando a fin de sugerirle, en vista de lo acertado que había estado con él, que se buscase otro trabajo. La recepcionista le dijo que no se le podía molestar, pues se encontraba en medio de una sesión, pero él tuvo una corazonada, haciéndose invisible y teletransportándose con sigilo a su despacho. Estaba con un tipo vestido de cirujano, que respondía al nombre de Ramón, y con un tal José María... que identificó, tras fijarse bien en él, como Martínez, su odiado compañero de clase. El psiquiatra, de nombre Federico ( no podía descartarse, pues en la vida real ignoraba su nombre de pila, conociéndole, al igual que pasara con Chema, por su apellido ), sacó de un cajón un frasco de grageas... del que salían lamentos y lloros de mujer.

Volcó su contenido sobre la mesa. Dieciocho pastillas de distintos colores, todas alargadas... que antaño fueron mujeres y que, por quién sabe qué oscuras y maléficas artes, se habían visto reducidas a ese penoso estado. Martínez descorchó una botella de cava y los tres brindaron por su fructífera asociación, riéndose de los esfuerzos de las mujeres/gragea por retornar a su antigua condición, cosa que sin ayuda ( y ellos no se la iban a proporcionar ), les sería imposible ( El psiquiatra les advirtió que su último fichaje, una joven madre soltera que habían empezado a emputecer haría tan sólo dos meses, estaba aún algo verde, recomendándole a Chema que se lo tomase con más calma: en un par de semanas más, en las que ella seguiría acudiendo a su consulta en busca de ayuda - la muy ingenua -, le arrastrarían definitivamente a la perdición, y lo mejor de todo es que pensaría que había elegido libremente someterse a ellos ).

Tras el brindis, el cirujano sacó de uno de sus bolsillos de la bata un bisturí y hendió con él a todas las mujeres/grageas ( el muy animal prescindió de anestesia, provocarles un intenso dolor, como se dedujo de los alaridos que dieron ), implantándoles pequeñas virutas de corcho ( lo cogió del tapón de la botella ), y suturando con hilo dental ( Martínez le tendió un rollo ). Las heridas de la mayor parte de las pastillas se cerraron con rapidez, pero las de cinco de ellas comenzaron a supurar, y de la pus fueron surgiendo varias cosas.

La pus de Yolanda/gragea, una de las afectadas, dio lugar a un pequeño cangrejo, y Martínez la arrojó de un manotazo a la papelera, ignorando sus súplicas. De la pus de Paloma/gragea y de la de Rosa/gragea ( sí, la mujer de Arturo ), brotaron varios gusanos, y también fueron rechazadas por Martínez. La supuración de Rocío/gragea y de una mujer/gragea desconocida se transformó en yoghurt, motivo por el que también fueron rechazadas. Desde la papelera, las cinco mujeres no cejaban en sus ruegos: harían lo que fuera por volver al frasco, pues no tenían otro lugar a donde ir, pero Martínez atajó el llanto de las hermanas de Arturo mostrándoles un diminuto ataúd que llevaba en el bolsillo.

Llevaba una inscripción virtualmente microscópica ( lo cual no era de extrañar, pues estaba a escala ), pero Óscar fue capaz de leerla. " María Antonia, tus sobrinas te abusan y asesinan: con tus restos aún calientes, a las órdenes de sus amos, practican la necrofilia ", eso era lo que ponía.

Paloma/gragea, haciendo acopio de valor, le dijo que aquello ya les daba igual, retándole a que lo hiciese público. Chema, fastidiado, abrió el féretro, extrayendo de él un ajado chupete a cuya tetilla le faltaba un trozo, y amenazándoles con cortarle otro mucho mayor. Las tres hermanas callaron, y de sus caóticas mentes Óscar captó una insondable congoja ( la más afectada, por algún motivo, parecía ser Yolanda ).

Las dos restantes mujeres/gragea, sin embargo, seguían armando jaleo, así que Martínez, furioso, orinó dentro de la papelera, ahogando sus ruegos. Óscar ya no pudo aguantarse más, haciéndose visible y agitando ante ellos un plato metálico que se materializó ante él y que cogió del aire ( era mágico, aunque ignoraba para qué servía ), meneando con la otra mano tres calcetines ( bastante sudados, todo sea dicho ), que obtuvo del mismo modo. Les aseguró que estaba dispuesto a usarlos a fin de secuestrarles el pene, y ellos retrocedieron, horrorizados... momento en el que el sueño finalizó, pues aquella amenaza, que habría consumado de recitar una frase bastante pintoresca ( seguida de ciertos manejos que no lograba recordar ), le pareció de pronto tan absurda e incoherente que rompió a reír, despertándole sus propias risotadas ( eso sí, volvió a dormirse enseguida ).

Cuanto más pensaba en ello, más disparatado se le antojaba, y no sólo por lo del hipotético secuestro fálico, o la atrocidad que se sugería en la inscripción del féretro: ayer mismo había descartado que José María fuera Chema, y aquello, a su vez, significaba que la hermana de Arturo no tenía nada que ver con su antigua compañera de clase.

Así pues, aquel sueño tenía que ser tan sólo un síntoma de lo mucho que le había perturbado la posibilidad de que su primer amor, aunque fuera platónico, se hubiese convertido en una zorra desequilibrada a las órdenes de uno de los tipos que peor le habían caído en su vida ( si no el que más ). Por otra parte, las probabilidades que había de que el psiquiatra que le atendió fuese el tal Federico eran realmente escasas, estadísticamente hablando. Pese a todo ello, la sensación de que era premonitorio persistía. Sin duda se equivocaba, pero no iba a poder estar tranquilo al respecto hasta que tuviese una charla con Arturo.

El tercer sueño que se le antojó premonitorio parecía tener como escenario el espacio exterior. Miríadas de cuerpos flotaban ingrávidos, sin orden ni concierto, en una nada negra y fría. La única luz provenía de un minúsculo sol artificial. Se trataba de una especie de fuego con forma esférica, del tamaño de una sandía mediana, en torno al cual se habían congregado un montón de tipos, asumiendo muy diversas posturas. Estaban fuertemente abrigados, y de sus bocas y narices salía algo de vaho, pequeñas nubes que, en vez de expandirse y disiparse, permanecían antinaturalmente estáticas.

Nadie respiraba, ni se movía, y las llamas del ficticio sol ( de naturaleza mágica, comprendió de pronto ), oscilaban con enervante lentitud. Aquellos tipos, a juzgar por cómo iban vestidos ( hizo invisibles las mantas con las que se cubrían algunos, para poder verles mejor ), parecían los extras de una película basada en la edad media. Algunos estaban en posición fetal, y Óscar supo que dormían. No le cayeron bien, pero ni de lejos sintió por ellos la intensa aversión que sentía por la matriarca oscura. Un poco apartada de ellos, había una enorme mujer.

Ella también dormía, en posición fetal. Parecía humana, de raza negra, pero Óscar supo que no era humana, ni tampoco deluyrei. Tenía un aura muy hermosa, y en circunstancias normales debería haber sido infinitamente más intensa que la de un humano, o eso intuyó él, pero ahora apenas brillaba algo más que las de sus compañeros. Por algún motivo, estaba en muy baja forma. Algo le decía que estaba muy cansada, incluso herida, y lamentó no poder hacer nada para ayudarle, aun sabiendo que se trataba de un sueño.

Ignoraba a qué especie pertenecería, pero sintió una irresistible simpatía hacia ella, muy próxima al amor. Estaba bendecida por Afrodita, supo de algún modo. Las estáticas miradas de varios de los tipos ( no había ni una sola mujer entre ellos ), confluían en la misteriosa hembra.

Las expresiones de todos los que le estaban mirando denotaban recelo, así como cierta antipatía. De hecho, había uno que le apuntaba, si bien desapasionadamente, con una ballesta ( cosa que le extrañó, pues, a juzgar por sus emanaciones espirituales, de todos ellos era el único razonablemente decente: a Óscar le habría encantado darle un pescozón, por equivocarse de bando, pero en aquel sueño parecía estar tan sólo de espectador ).

Recorrió, como un fantasma, aquel lugar. Había un enorme cúmulo de baúles y recipientes ( éstos últimos, eran mayoritariamente de cristal ), no muy lejos de la esfera luminosa ( aunque la gente estaba bastante más cerca de ella, sin duda para beneficiarse del magro calor que irradiaba ). Algunos de ellos estaban abiertos: contenían metales y piedras preciosas, joyas, esculturas, lienzos, armas... aquello, sin duda, era un tesoro, por cierto bastante importante. Y había sido robado, comprendió súbitamente.

A unos metros de él, había provisiones, todas ellas reunidas en un montón con forma vagamente piramidal: cecina, carnes en salazón y ahumadas, panes, pellejos con agua y con vino, pan de camino, frutos secos, dátiles, uvas pasas, higos desecados, nabos, queso, especias, sal, unas cebollas... ¿ qué harían allí ? Era como si hubiesen estado posados sobre algo que, súbitamente, hubiera desaparecido.

En cuanto al resto de los objetos que se veían aquí y allá, a Óscar se le antojaron muy similares a los que hallaron en el hogar de las hermanas de Ciríe. Se preguntó qué habría más allá de aquella enorme burbuja de aire, por lo que se alejó de la esfera de fuego para comprobarlo. Para su sorpresa, llegó a un punto en el que no podía seguir avanzando, una especie de barrera se lo impedía ( en cualquier caso, tuvo la sensación de que no había a dónde ir ).

En cuanto al aire, había algo raro en él. El que no pudiese actuar sobre los objetos que había en aquel lugar no le impedía respirar, y tenía la persistente sensación de que algo no era como debía ser. Justo cuando llegó a la conclusión de que la atmósfera era completamente normal, comprendió que eso era, precisamente, lo que fallaba en ella. Debería ser mucho más tenue, y también más fría ( sabía que era así, pero no el por qué ).

En aquel sueño, además, la sensación que él de algún modo había asociado ( ignoraba si con acierto o no ), al hecho de que fueran precognitivos, difería sutilmente de la de los otros dos. Era casi como si, además de estar percibiendo el futuro, percibiese también el presente y el pasado, todo ello condensado en una imagen estática. En cualquier caso, era el que menos le preocupaba, pues no parecía augurar nada malo.

A continuación repasó el cuarto sueño, uno en el que asistió, o eso creía, al renacer de la matriarca oscura con la que tendría que luchar algún día. Geográficamente no logró situarse muy bien, pero los hechos sin duda acontecieron en una importante ciudad portuaria, del norte de España, que daba al mar Cantábrico ( quizá fuese Bilbao, o tal vez Santander ). El momento, sin embargo, fue capaz de determinarlo con absoluta precisión: era el cinco de julio de 1936, a las siete menos cuarto de la tarde. La acción comenzaba en una tienda de antigüedades. Una joven de quince años hacía inventario bajo la atenta mirada de su padre. Se trataba de un hombre severo pero justo ( aparte de bueno, hecho crucial ), y realmente quería a su hija, pero no podía permitir que siguiera comportándose así: su última travesura les había hecho perder un cliente, habiendo malogrado de paso unos cuantos artículos. Le tendría toda la tarde trabajando, aún a sabiendas de que había quedado con un chico.

Físicamente, aquella joven no tenía nada de especial, de hecho era un tanto vulgar. El chico con el que estaba tonteando, sin embargo, era relativamente agraciado, y temía perderle si faltaba a la cita. En aquel momento, odiaba a su padre... al que últimamente no tenía en gran estima, ni siquiera cuando estaban de buenas. Él anotaba en un cuaderno algunos datos, dándole la espalda, y ella llevaba en las manos el casco de una armadura.

Su contacto, por algún motivo, le hizo sentirse bien. Era casi como si aquel pedazo de acero le simpatizase, lamentando lo mucho que aquel viejo asqueroso le estaba haciendo sufrir. Deseó que su padre muriese en aquel preciso momento, y entonces sucedió lo impensable: el alma que dormitaba en el casco desde hacía siglos despertó por completo, alimentándose de su odio y logrando comunicarse con ella. El tiempo pareció detenerse mientras la matriarca oscura invadía la mente de la rebelde e ingrata joven, prometiéndole poder y placeres sin fin si mataba a su padre, que en aquel momento comenzó a girarse hacia ella, casi en cámara lenta.

Si hubiese logrado esquivar el primer golpe, y a poco estuvo de hacerlo, sin duda se habría impuesto a su hija, pero no fue el caso, y, para cuando la injustificada furia de ésta cedió, ya había muerto. Tenía el cráneo destrozado. La joven se sentía bastante mal, pero la matriarca oscura barrió el remordimiento de su mente, diciéndole que ya no había marcha atrás. Tenía que deshacerse del cuerpo de su padre, pero, antes de ello, le tendría que ofrecer su sangre... y sus testículos.

El casco parecía absorber la sangre que entraba en contacto con él, oxidándose y haciéndose cada vez más pesado. Gracias a ello, no tardó en desangrar a su padre, limpiando con bastante eficacia la escena del crimen. Desnudándole, le cortó los testículos, metiéndolos dentro del casco. De inmediato, éste se encogió, arrugándose como una pasa, y adquirió una apariencia parcialmente orgánica ( desprendía un sutil hedor a putrefacción que a ella, curiosamente, se le antojó grato ). Una débil rama surgió de él, cubierta de espinas, y de ella brotó una única flor.

La joven comió el fruto al que ésta dio lugar, adquiriendo una fuerza sobrehumana. Cogió el cuerpo de su padre con un solo brazo y se dirigió a la playa más cercana, llevando de la otra mano lo que quedaba del casco. Nadie le vio, pues su cómplice les hizo invisibles. Arrojó el cadáver al mar, y la matriarca oscura atrajo telepáticamente a todos los predadores de la zona, viendo entre ambas cómo lo devoraban sin dejar de él más que huesos ( y no todos ).

Cuando volvieron a la tienda ( vivían en el piso de arriba, estando ambos locales comunicados por unas escaleras ), la muchacha volvió a sentirse culpable, pero la deluyrei maligna le empezó a hablar de las cosas que podía ofrecerle a cambio de su ayuda, y eso le animó bastante.

Una hora después, se dirigía resuelta a casa del que ella, en su candidez, suponía su novio... encontrándole paseando con una chica mayor que ella, agarrados de la mano y muy acaramelados. Les siguió hasta que estuvieron en un lugar poco concurrido, y entonces se dirigió a ellos, montándoles un buen número. En realidad aquel chico no quería nada con ella: si le había prestado atención, le explicó, era tan sólo para no herir sus sentimientos, pero la joven parricida se negó a creerle.

Llevaba dentro de un bolso, que le cogió prestado a su madre, a la matriarca oscura. Ella supo que el tipo le decía la verdad, pero, en vez de ponerle al corriente de ello, le dijo telepáticamente a su cómplice que aquel hombre tan sólo le quería para desflorarle, y sólo por una apuesta que había hecho con unos amigos, pues ni siquiera le deseaba ( lo de que no le deseaba era cierto, el resto definitivamente no ). La asesina enloqueció de rabia: haciendo uso de su fuerza, que aún continuaba amplificada, les mató a golpes a los dos.

El aberrante e impío feto/huevo/semilla a partir del cual se reconstruiría la matriarca oscura pronto se alimentó de más sangre de macho, degustando también sus testículos ( se negó a beber de la sangre de la chica, se alimentaría sólo de hombres por el momento ). Los dos cuerpos corrieron la misma suerte que no mucho antes el de su padre, y, al llegar de nuevo a casa, la matriarca se hizo surgir otra flor, ofreciendo a su socia un nuevo fruto.

No hubo cambios físicos inmediatos, de hecho tardaría tres meses en hacerle por completo efecto, pero aún así la joven corrió al espejo más cercano, intentando imaginar su aspecto cuando aquella especie de maloliente trufa hubiese hecho su trabajo, otorgándole una extraordinaria y sensual belleza.

En aquel momento alguien entró en casa: eran su madre y su hermano mayor, y le preguntaron por su padre. Ella, con voz de niña buena, les dijo que había salido a atender un encargo. Antes de salir del cuarto de baño volvió a mirarse al espejo, y por un fugaz instante se vio a sí misma dentro de tres meses, sonriendo complacida. Óscar también vio su reflejo futuro: salvando la diferencia de edades, su rostro era idéntico al de Remedios, la amante de Inmaculada... y ese era, precisamente, el nombre por el que se había dirigido a ella su hermano.

En cuanto al restante sueño, parecía algo a medio camino entre un anuncio televisivo y un manual de instrucciones. Una sugerente voz femenina le hablaba de los poderes del consolador mágico de Hepente mientras éste iba haciendo, por sí mismo, algunas demostraciones. Al principio se centró en sus cualidades sexuales, pasando enseguida a detallar todo lo relativo a su empleo como dispositivo de almacenaje.

Una vez explicó su manejo, recomendó a todo futuro propietario hacer un vaciado completo no bien tomase posesión del mismo, a fin de poder inventariar lo que quiera que tenga dentro en ese momento. Tal cosa, dijo, debería hacerse en una superficie llana y amplia, preferentemente al aire libre ( a Óscar le dio la sensación de que aquella sugerencia encerraba una doble intencionalidad, pero no logró dar con el otro motivo por el que se hacía ). Habría jurado que aquel sueño provenía del propio artefacto, habiendo sido proyectado en su mente desde y por éste, cosa que descartó por absurda.

Enseguida terminó de ducharse, y se secó con una toalla ( podría haberlo hecho por medio de su poder sobre los líquidos, pero le apetecía sentir aquel grato y hormigueante roce en su piel ). Iba a ponerse uno de sus albornoces, pero al recordar su aumento de talla prescindió de hacerlo ( no le habría cabido, o en el mejor de los casos le habría quedado muy prieto, demasiado para encontrarse a gusto ).

Estuvo a punto de sacar los útiles para el afeitado del cajón donde los guardaba, pero entonces recordó que ya no necesitaba afeitarse. Se peinó, pero sin emplear cepillo, pues ya sabía controlar su pelo ( la última orgía no sólo había sido especialmente satisfactoria en el aspecto sexual, si no también extraordinariamente instructiva ). Se echó unas gotas de perfume y se aplicó un poco de desodorante ( no mucho, ni de lo uno ni de lo otro, pues quizá alguien quisiera lamerle un poco, y no quería irritar la lengua de ninguna de sus chicas ), bajando al salón.

- ¿ Qué tal has descansado, cariño ? - se interesó Alicia no bien entró, recibiéndole, al igual que el resto, con una amplia y franca sonrisa.

- Fenomenalmente, me siento como nuevo.

- ¿ Quieres unirte a la juerga ? - le preguntó Ciríe.

- Desde luego, pero antes me deleitaré un ratito viendo como fornicáis - le dijo él, acomodándose en uno de los sofás.

- Que no sea mucho, papá, te echamos en falta - le rogó Laura.

- Tranquila, me hago un par de pajas y listo.

- ¿ Qué vas a hacer con el rico semen que te salga, Óscar ? - le preguntó Hedelia.

- ¿ Qué me sugerís ?

- Si lo echas en un vaso, luego podríamos beber de él - le dijo Sarigza.

- Eso está hecho - les aseguró Óscar, teletransportándose a la cocina y trayéndose un enorme vaso, tras lo que se volvió a sentar y les dijo - Venga, dadme un buen espectáculo...

Habían puesto en el suelo seis colchonetas, de esas que se usan en algunos gimnasios, a fin de estar cómodos. Aquello les había obligado a apartar algunos muebles ( aunque no demasiados, pues el salón era muy espacioso ). Sobre las colchonetas había un buen número de juguetes eróticos, que usaban cuando era menester, y también algunos cojines sobre los que apoyarse.

Las siete deluyrei estaban aproximadamente igual de desarrolladas. Hedelia tenía el pelo negro, y sus ojos eran de un verde muy similar al de los de Ciríe. Su constitución era virtualmente idéntica, e incluso se parecían de cara.

Sarigza tenía los ojos del color de la miel, casi amarillos, y su pelo era de un castaño especialmente rojizo. Sus pómulos estaban algo más marcados que los de sus hermanas, y era levemente más ancha de caderas, estando sus labios algo más pronunciados. Era la más baja de las cuatro hermanas, aunque por muy poco margen, y Óscar se preguntó si aquella leve diferencia no se difuminaría cuando hubiese crecido del todo.

Hepente era completamente rubia, y sus ojos eran azules, siendo su piel algo más clara. Sus orejas eran levemente afiladas, parecían estar casi en punta, y era de todas la más espigada, siendo sus caderas algo más estrechas, aunque aún así en verdad generosas. Tenía un cierto aire nórdico. Su nariz era también algo afilada, aunque eso no le restaba ni una pizca de encanto.

Su hija vaginal, de nombre Melein, era muy parecida, de hecho casi parecían gemelas, aunque ella no era tan alta, y sus orejas, así como su nariz, eran menos afiladas. En cuanto a Fasme, la hija vaginal de Sarigza, era casi tan ancha de caderas como su madre, y su pelo era de un rojo aún más definido que el de ésta. Sus labios no eran tan carnosos como los de ella, ni sus pómulos tan prominentes.

Albarí, la hija vaginal de Hedelia, era casi un calco de ésta, aunque había salido especialmente orejuda ( nada que se acercase siquiera a lo inestético, naturalmente ), es más, su ojo derecho era azul, que no verde, y además su pelo, principalmente negro, exhibía un sutil mechón de cabellos rojizos que le caía por la frente.

Quizá fuera la menos agraciada de las siete, aunque aquello era un tanto difícil de determinar, pues todas eran unas auténticas preciosidades. Por su parte, Ciríe parecía la más guapa del grupo, aunque, una vez más, aquello era más bien difícil de decidir. Además, las cosas podrían cambiar una vez terminasen de desarrollarse. Esa misma noche, sin ir más lejos, habían dado un estirón impresionante. Ciríe era como mínimo diez centímetros más alta, y sus pechos empezaban a ser bastante apetitosos ( de busto debía tener ya noventa centímetros, si no algo más ). Aparentaba trece años, al igual que las demás deluyrei.

Todas tenían puesta una estupenda polla entre las piernas, y las estaban usando para dar placer a las humanas. De hecho, leyó de sus mentes, Ciríe no se la había quitado en toda la noche, cosa que le habría sido imposible de no haberla reducido, mientras dormía, a un tamaño ínfimo. Las demás también se habían puesto rabos no bien renacieron, aunque diminutos, expandiéndolos cuando comenzaron a jugar con las humanas ( unas dos horas atrás ), y Óscar no tardó en comprender el motivo: ya habían alcanzado la pubertad, y, de tener puesto un coño, les sería poco menos que imposible reprimir su primera ovulación... que todas querían compartir con él. Óscar comenzó a masturbarse mientras veía cómo se amaban, aunque siguió informándose de lo ocurrido mientras él dormía por medio de su telepatía.

Juliana, tal y como supuso, había dejado de existir: ya no parecía una mujer, ni se sentía como tal. Cuando despertó, su cama estaba levemente ensangrentada: en algún momento de la noche sus pechos se habían abierto, expulsando los implantes de silicona y cerrándose sin dejar huella, cosa que también ocurrió con las restantes prótesis.

Mientras limpiaba la cama dio con un par de obleas azuladas, y entonces comprendió cómo se las arreglaron para alterar el color de sus ojos. Las lentillas, que sin duda introdujeron en la córnea, no contaban con un vano transparente en el centro, de modo que debería haberlo visto todo de color azul, cosa que no ocurrió y que a Hepente le tenía muy escamada ( se las había pedido para estudiarlas, pues sospechaba que había algún tipo de magia en juego ).

Su cuñado se parecía mucho a Luis, aunque de joven ( había visto fotos de él ). A Óscar se le antojó razonablemente atractivo, opinión que era compartida por el resto de los presentes. Ahora rondaba el metro ochenta y cinco, puede que algo más, sus ojos eran grises, y era delgado, pero fibroso.

El lóbulo de sus orejas se había reducido, le había crecido la nuez, y le había salido vello en cara, pecho, brazos, piernas y genitales. Pero no sólo había experimentado cambios físicos. Ahora se sentía todo un hombre, cosa que, en contra de todo pronóstico, le gustaba... y mucho.

A Óscar le chocó bastante aquel cambio de actitud, pero entonces recordó que la leche de los deluyrei no sólo corregía trastornos fisiológicos, si no también psíquicos. Si Julián había asumido el papel de mujer no fue por que originariamente tuviese ese tipo de tendencias, si porque su madre le había obligado a adoptarlas, y convertirse en algo que en el fondo no quería ser le había marcado profundamente: a fin de reparar los daños, la leche de Óscar había suprimido buena parte del insidioso condicionamiento que padeció a manos de su madre, padrastro y hermanas.

Pese a todo, aún echaba de menos el sentirse mujer ( su madre, asesorada probablemente por la neharai, le adiestró demasiado bien, logrando que lo disfrutase de verdad ), no viéndose capaz de elegir entre una y otra condición, por lo que había decidido esperarse unos días antes de pedirle a la hechicera que le alterase. Lo único que tenía bien claro es que seguía siendo bisexual al cien por cien.

Julián no era el único que había experimentado cambios por mediación de su leche: a Laura se le había borrado el tatuaje de la rosa ( ese que llevaba en la cadera ), cerrándosele el agujero del aro que llevaba en el ombligo ( se lo quitaba por la noche ), y alineándosele el colmillo que tenía levemente torcido. También se le habían cerrado los agujeros que tenía en las orejas a fin de ponerse pendientes, al igual que a Julián, Esther y Alicia. Ninguno de aquellos cambios le agradó, pero tampoco iba a hacer un mundo de ello.

En cuanto a Alicia y a Esther, parecían tener veinte años ( antes de tomar la leche aparentaban como mucho treinta, y fenomenalmente llevados ). Sus auras eran ahora tan intensas como las de Laura y Julián.

Óscar realmente estaba disfrutando del espectáculo, y su mirada no dejaba de recorrer los once cuerpos, sudorosos y deseables ( sí, incluso Julián se lo parecía, aunque en menor medida ).

Alicia estaba de rodillas, emparedada por Sarigza y Hepente, también de rodillas y abrazadas a ella. La hechicera bombeaba en el recto de la humana, mientras que la clérigo lo hacía en su vagina: Hedelia, de pie entre Alicia y Sarigza, era devorada por las dos ( estaba de puntillas, y se apoyaba con sus manos, aunque sin ejercer apenas presión, en los hombros de la sacerdotisa ).

En aquel momento, su trasero estaba pegado a la cara de Sarigza, siendo Alicia la que se encargaba de su fabulosa porra. Hedelia de vez en cuando se agachaba, a fin de restregar sus testículos y su miembro contra los pechos de ambas, y naturalmente también se giraba, para que así las dos pudiesen degustar tanto su ojal como su rabo.

La hechicera y la clérigo tenían dentro de su recto sus propios testículos, bien grandes, y cada una de ellas hacía vibrar los de la otra ( con su consentimiento, claro ). Las cuatro se estaban acercando al clímax, acelerando sus movimientos... sin privarse por ello de dirigirle a Óscar, ocasionalmente, la mirada. Alicia clavó sus uñas en la espalda de Sarigza ( no le hizo sangrar, pese a que apretó con todas sus fuerzas ), relajando su boca para que Hedelia se limitase a hacerle el amor por ella.

Hepente le pellizcó los pezones a Alicia, clavándole los dientes en el cuello ( aunque sin hacerle daño ), y Sarigza le agarró de las nalgas, engullendo los testículos de Hedelia, que mordió con deliciosa rudeza: ésta, cogiendo del pelo a Alicia, con fuerza pero a la vez con gentileza, insertó el falo dentro de su boca.

La humana empezó a contraer los bien adiestrados músculos de su vagina, así como su recto, dando un estimulante masaje a las orondas vergas que por allí recibía: las deluyrei sabían que no tenían mucho tiempo, pues Alicia, pese a disfrutar de una condición física envidiable, no podría aguantar la respiración más de medio minuto, o no con comodidad.

Por consiguiente, las tres incrementaron el ritmo de sus embestidas. Hepente aumentó también la frecuencia y amplitud de las vibraciones que estaba induciendo en los genitales de Sarigza, la cual, además de imitarle, expandió un poco más la lengua, moviéndola con más ganas si cabe en el recto de su otra hermana, cuyos testículos mordió con más fuerza, haciéndole incluso un poco de daño.

Era una escena preciosa, y a Óscar no sólo le excitó ver cómo gozaban, si no también sentirlo a través de su telepatía. Le emocionó notar cómo las cuatro, además de procurarse su propio placer, también pensaban en las otras.

Justo cuando se iba a correr, Hedelia extrajo la mayor parte de su miembro, dejando tan sólo el glande y algo más en la boca de Alicia, que remató la faena con un excelente trabajo oral, entre agitados jadeos ( se estaba corriendo en ese preciso instante - al igual que las otras, pues la sincronización fue casi perfecta -, y no olvidemos la prolongada falta de aire ). En vez de tragarse el esperma, Alicia lo retuvo en la boca, dejando que rebosase lo que no le cabía ( que no era poco ), restregándoselo contra los pechos.

Se dejaron caer hacia un lado, saliéndose las tres deluyrei de la humana, y se besaron con cariño entre las cuatro, compartiendo la corrida de Hedelia ( mas no las de sus hermanas, que se quedó dentro de los glotones orificios de Alicia, uniéndose a las que allí ya había: no se le escapó ni una gota pese a la respetable cantidad de esperma que ya había acumulado dentro de sí, pues las deluyrei lo retuvieron por medio de su poder sobre los líquidos ).

Dado que los senos de Alicia aún estaban llenos de semen, cada una de las deluyrei restregó los suyos contra los de ella, quedando enseguida los ocho pechos más o menos igual de embadurnados. Entonces, todas lamieron los de todas, hasta no dejar ni un pizca. Mientras lo hacían, claro, se metieron mano, y la mayor parte del tiempo Alicia tuvo en su poder cuánto menos un falo, recibiendo como mínimo un puño, ya fuera en el coño o en el culo ( una vez más, las deluyrei se aseguraron de que el semen permaneciese dentro de Alicia, y Óscar empezó a comprender sus intenciones ).

Una vez finalizada aquella lujuriosa gestión, Hedelia se puso de rodillas, dándoles la espalda, y tanto sus dos hermanas como Alicia le besaron el ano y los genitales, arrancándole algún que otro suspiro. Entonces, ella dilató exageradamente el orificio posterior, y Sarigza le clavó en éste uno de sus testículos ( tan grande como el puño de Alicia, de hecho algo más ), repitiendo Hepente la operación con el otro. Ya estaban listas para comenzar la siguiente ronda, y eso hicieron: Alicia se volvió a poner de rodillas ( su respiración ya se estaba normalizando ), situándose Hedelia tras ella y Hepente delante. Ahora le tocaba a Sarigza ser devorada.

Puso su trasero contra la cara de Alicia y apretó como si pretendiese hacer del vientre: su ano se infló, expulsando primero un testículo y después el otro ( ambos golpearon contra la cara de la humana, que recibió aquella lasciva agresión con una sonrisa ).

Alicia le mordisqueó un poco los genitales, juguetona, y con sus manos amasó el abdomen de la clérigo, centrándose de inmediato en su ombligo ( no lo había transmutado, pues aún no le era posible y además tendría que haber pedido permiso a Óscar, pero eso no significaba que aquellas caricias no le fuesen gratas ).

Hepente y Hedelia se estrecharon contra la humana, aunque sin penetrarle, conformándose por el momento con restregar sus babosas porras contra el abdomen y la espalda de Alicia, que dejó de estimular el ombligo de Sarigza, pasando a jugar con su tranca ( ni que decir tiene, de sus testículos aún no se había cansado, recorriéndolos sensualmente con la lengua, e incluso succionándolos ).

Mas sólo usó una mano, la izquierda, porque con la otra empezó a sobarle la cara a la hechicera, metiéndole los dedos, y finalmente toda la mano, en la boca. Ella se la lamía con lascivia, dándoles tiernos mordiscos. Era el momento de proceder a la inserción: Alicia se dio el gusto de dirigir la anhelante polla de la sacerdotisa al rostro de Hepente, a la que asió del cuello, con firmeza ( una vez más, les clavó con fuerza las uñas a ambas, atención que, lejos de dolerles, les fue muy grata ).

Repasó toda la cara de la hechicera con la tranca de su hermana, hundiéndola ocasionalmente en su boca. Antes de enchufársela, hurgó su meato con el dedo índice, momento en el que Hepente introdujo la punta de la lengua en éste, uniéndose así al dedo de la humana ( la penetración fue mínima, del orden de medio centímetro, pues Sarigza, al igual que las restantes deluyrei, quería que fuese Óscar el primero en torturar, para placer mutuo, aquel agujerito ).

Una vez Hepente se tragó la porra de Sarigza, Alicia le agarró del cuello, a fin de sentir el abultamiento provocado por el enorme miembro. La sacerdotisa llevó las manos hacia atrás y se separó las nalgas: a Alicia no le cupo duda de lo que quería, pero decidió sorprenderle. Así, en vez de comenzar a devorarle el ojal, continuó lamiéndole los genitales, restregando su nariz contra el fragante trasero de la deluyrei, inhalando extasiada sus penetrantes y lujuriosos efluvios.

Hepente le cogió la mano derecha a la humana, y Hedelia la izquierda, separándose un poco de ella para que pudiese asir sus insaciables pilares de carne, a los que se las guiaron con dulzura. Alicia se alzó un poco ( aprovechó para hundir de una vez la lengua en el recto de Sarigza, y ya no la sacaría de allí en un buen rato ), restregándoselas durante unos segundos antes de dirigirlas a sus hambrientos orificios.

Sólo les dejó bombear durante unos segundos, sin soltarles el tallo, y entonces les apartó, enfilando las dos pollas en su vagina, que las recibió sin esfuerzo ( como las estaba cogiendo de la base, la penetración no fue profunda, pero sí satisfactoria ). Le dieron unas cuantas arremetidas más, y volvió a sacárselas, repitiendo la operación en el recto.

Alicia les hizo separarse una pizca más y presionó sus miembros contra sus respectivos orificios, hundiéndolos del orden de diez centímetros. Entonces, empezó a mover las caderas, atrás y adelante: cuando la verga de una de ellas estaba a punto de salírsele, la de la otra le había entrado hasta la mano ( aún las agarraba ).

Poco después, Sarigza se dio la vuelta, y Alicia soltó los falos de sus dos hermanas, comenzando a acariciar los genitales de la clérigo, cuyo recto invadió Hepente con la lengua. De momento no devoró el falo que tenía ante sus ojos, limitándose a darle breves besos y aún más exiguos lametones.

Enseguida Hedelia le cogió de las caderas, siendo imitada por Hepente, y empezaron a apretar, ahora sin trabas. Sus trancas se deslizaron con deliciosa lentitud, y Alicia las recibió con alborozo, abriendo la boca y comenzando a trabajarse la polla de la sacerdotisa, todo ello sosteniendo la mirada de Óscar, que justo en aquel momento se corrió por vez primera, echándolo todo en el vaso.

- Vaya, parece que tus cojones están de nuevo en forma - le dijo Alicia, jocosa - Tras parir a seis personas, temí que se te hubiesen escacharrado.

- Imposible, mis huevos son a prueba de bomba - bromeó él.

- Qué cantidad de esperma, Óscar, está claro que te ha gustado ver cómo nos cepillamos a tu mujer - le dijo Hedelia, bombeando dentro de Alicia, aunque por el momento despacio.

- Es casi insaciable, la muy puerca - dijo Hepente, moviéndose también.

- Si no te importa, Óscar, vamos a seguir divirtiéndonos - le dijo Sarigza, restregando su porra contra la cara de Alicia, a fin de llamar su atención - Te recuerdo, cielo, que puedes unírtenos cuando te plazca.

- ¿ De verdad ? - se choteó él - Lo tendré en cuenta...

- Con tu permiso, querido esposo, voy a comerme una vez más la rica polla de Sarigza.

- Buen provecho, zorra.

- Gracias - repuso ella, engulléndola - Mm, mm...

- No se habla con la boca llena, maleducada - le regañó Óscar - Venga, zorras, seguid fornicando.

Las cuatro mujeres le sonrieron con cara de vicio, siguiendo a lo suyo ( ya llevaban hora y media así, habiendo cambiado trece veces de postura, y no parecía que se fuesen a cansar enseguida ).

En cuanto a Laura y las sobrinas de Ciríe, habían decidido agruparse las cuatro a fin de imitar a sus respectivas madres, y Óscar, que hasta el momento se había centrado principalmente en el primer cuarteto, decidió que era hora de deleitarse viendo cómo su hija y las jóvenes deluyrei gozaban.

Por su parte, Ciríe estaba con Esther y Julián: la mayoría del tiempo, Esther era emparedada por su hermano y por la deluyrei, recibiéndoles alternativamente por detrás y por delante, aunque a veces era a Julián al que emparedaban, recibiendo por el culo a Ciríe y penetrando a Esther por donde fuese menester. La paja que en aquel momento se estaba haciendo se la dedicaría a su hija y a las sobrinas de Ciríe: entonces, se haría una más, dedicándosela a Ciríe y compañía.

El que Óscar estuviese gozando del espectáculo no le impedía seguir recabando información por medio de su telepatía. Además del cuarto que compartía con su mujer, y del de su hija, el chalé tenía siete alcobas más, destinadas a posibles invitados ( sin contar las que había en las plantas secretas, claro ), y cada una de las cuatro deluyrei adultas fue acomodada en una de ellas, destinándose otra para Esther y Juliana ( nunca más tendrían que dormir abajo, pues, con Óscar y los restantes deluyrei protegiéndoles, ya no temían a nada ). Las sobrinas de Ciríe compartirían habitación con sus respectivas madres vaginales.

Ya habían sacado todas sus pertenencias del espacio de almacenaje de Hepente, colocando parte de ellas en sus respectivas habitaciones: aquello que no usaban demasiado a menudo, lo habían puesto en el amplio trastero con el que contaba el chalé. También habían sacado de la mágica polla el coche de Óscar ( que estaba en el garaje ), junto al resto de sus cosas.

Las cámaras ocultas del salón estaban grabando la orgía, y la breve filmografía con la que se había hecho Óscar, a lo largo de los últimos días, estaba sobre el vídeo. Antes de comenzar la orgía habían echado un vistazo a todas las grabaciones, encontrándolas realmente estimulantes.

Sarigza, tal y como prometió, había orado antes de acostarse, obteniendo la iluminación de su señora. Muchas eran las cosas que había averiguado, pero se había negado a hablar de ello hasta que Óscar estuviese presente y hubiese retozado un buen rato con todas ellas. Haber perdido la capacidad de transmutar los dedos pulgares en pollas no le importaba en absoluto, pues en su lugar, al parecer, habían adquirido nuevos e insólitos poderes. Óscar intentó sondear más a fondo su mente, pero ella, que se dio cuenta, se le quedó mirando y le hizo un puchero de reproche, así que desistió... por el momento.

No le quedaba mucho para correrse cuando sonó su teléfono móvil, que aún estaba en el sofá donde lo dejó. Sin dejar de pajearse ( aunque disminuyó el ritmo, dejando el vaso en el suelo ), se levantó a cogerlo. Era Teresa.

- Hola, Óscar.

- Hola, Teresa - le dijo él, con su antigua voz, acomodándose en el sofá donde estaba el móvil - ¿ Alguna novedad ?

- Sí, por eso te llamo. Se ha estropeado uno de los refrigeradores.

- Pues llama al servicio de mantenimiento.

- No sé el número, de ese tipo de cosas siempre te has encargado tú.

- No tiene pérdida, lo anoté con un rotulador indeleble al lado del número de serie.

- ¿ Donde lo tiene ?

- Justo encima de la toma de corriente, pero quizá sea mejor que vayas a mi despacho y cojas la agenda, será más rápido.

- Enseguida - le dijo ella. Ya de camino ( le había llamado desde su móvil ), le preguntó - ¿ Qué tal te va ? ¿ Ya has solucionado ese asunto pendiente que tenías ?

- Podría decirse que sí, así que supongo que el lunes volveré.

- ¿ Te has reconciliado con tu mujer, o seguiréis adelante con el divorcio ?

- ¿ Cómo sabes que estaba tramitando el divorcio ? No recuerdo habértelo dicho...

- Se lo dije yo - le apuntó a su marido Alicia, acercándose a él acompañada por su hija ( los demás seguían sobre las colchonetas, aunque sin armar demasiado jaleo, pues ninguno quería perderse la conversación ).

- ¿ Estás con tu mujer ? Me ha parecido oírle.

- Sí, estoy con ella, y ya hemos resuelto nuestras diferencias, así que no nos divorciaremos.

- Me alegra mucho oír eso. Bueno, ya tengo tu agenda.

- Busca en la letra B - le instruyó Óscar - Segunda página, casi al final. Lo anoté con bolígrafo rojo en vez de con rotulador, o al menos eso creo recordar.

- Entonces sólo puede ser éste - dijo ella - Muchas gracias, ahora mismo llamo.

- Espera un poco, nena - le pidió Óscar - Cierra la puerta y echa el pestillo.

- ¿ Para qué ?

- Tú tan sólo hazlo.

- Ya está - anunció al poco ella.

- Perfecto. Alicia te tiene que decir una cosa muy importante, de modo que te le voy a pasar.

- ¿ Qué quiere ? - le preguntó Teresa no bien sintió que se había puesto al teléfono.

- No me trates de usted - le reprendió Alicia, amasando con la mano libre los genitales de su esposo - Ya no hace falta fingir que apenas nos conocemos, pues pon fin he puesto a mi marido al corriente de todo.

- Pero, ¡ se supone que no se lo dirías nunca !

- No me quedó más remedio que hacerlo. Además, ya estaba harta de mentirle.

- ¿ Lo sabe todo ?

- Todo. Y ahora, esclava, desnúdate de cintura para abajo y siéntate en la silla de mi esposo.

- Pero...

- ¡ Hazlo, o me enfadaré !

- Está bien... - cedió ella.

- ¿ Estás desnuda ya, zorra ?

- Sí... ama.

- Perfecto. Verás, he decidido compartirte con mi esposo, como ya hiciera con Laura y esas dos amigas mías a las que nunca te dejé ver la cara.

- Pero, así, tan de repente... - se quejó Teresa ( sin embargo, la idea le excitaba muchísimo, de hecho en más de una ocasión había fantaseado con ello ).

- Mastúrbate, esclava - le ordenó Óscar, sin necesidad de coger nuevamente el teléfono ya que estaba hablando vibratoriamente.

- Me da mucha vergüenza... - le dijo ella, llevándose la mano libre, pese a ello, al humedecido sexo.

- Lo sé, pero también sé que te encanta.

- ¿ Te ha contado Alicia muchas cosas de mí ?

- Las suficientes como para hacerme una idea de lo complaciente que eres. Prepárate, voy a hacer contigo lo que me dé la gana, tanto en el trabajo como fuera de él. A fin de cuentas, llevas años soñando con eso, ¿ no es así ?

- Sí...

- Así me gusta, esclava, que seas sincera. ¿ Estás cachonda ?

- Muchísimo - gimió ella - ¿ Quieres oír cómo me toco ?

- Ya lo hago, no hace falta que te pongas el móvil pegado al coño. Además, si te lo quitases de la cara, no sólo no podrías hablar, si no tampoco escuchar cómo me la machaco.

- ¿ Tú también te estás masturbando ?

- Eso es. Me sorprendiste en plena faena, y no iba a dejar de pajearme por algo tan nimio como una llamada tuya. Y, ahora, júrame por tu hijo que, pase lo que pase, no dejarás de pajearte hasta que te corras... o hasta que yo te lo ordene.

- Te lo juro por mi hijo, Óscar.

- Buena chica.

- ¿ Que hace Alicia ? - le preguntó al poco ella, entre jadeos.

- De momento no se está masturbando, le basta con sobarme los huevos. Algo de descanso no le vendrá mal, lleva como dos horas haciendo el amor con unos amigos... a los que pronto me uniré.

- ¡ No me lo creo !

- Papá te dice la verdad, nena - le aseguró Laura, haciéndose con el teléfono ( en la otra mano, tenía el vaso donde había eyaculado Óscar, que acababa de coger, aunque de momento no había bebido de él ).

- ¿ Tú también estás ahí ? - se sorprendió Teresa.

- Por supuesto, y yo también he participado en la orgía. Oh, y quizá debas saber que ayer papá me gozó por todos los agujeros.

- Óscar no es de esos... - gimió ella.

- Quizá no lo fuera, pero eso ha cambiado - le aseguró Laura - Y ahora, esclava, me voy a meter su enorme y deliciosa polla en mi boca, y se la voy a comer. No creas que no me gustaría tragarme toda su lefa, ya la he probado y me he vuelto adicta a ella, pero esta vez jugaremos a otra cosa...

- ¿ Qué cosa ?

- Cuando se corra, escupiré su leche en un vaso y se lo daré, para que sea él quien haga el reparto.

- Esto no puede estar pasando - gimió ella, hurgándose el sexo con cada vez más ganas.

- Sí que está pasando, Teresa, y pronto te gozaré por donde se me antoje, a ti y a Manuel - le dijo Óscar, dejando que fuera Laura quien se encargase de su falo ( a fin de aumentar el volumen de su siguiente corrida, expandió sus genitales, aún en poder de su esposa, y Laura le sonrió, relamiéndose golosa antes de volver a engullir su porra ).

- Por favor, Óscar, mi hijo no. Haz conmigo lo que quieras, pero no involucres a mi hijo...

- Haré lo que se me antoje con ambos, y gozaréis más que nunca. Además, la idea de que os someta a los dos te pone realmente cachonda.

- No, no es verdad... - mintió ella.

- Tan verdad como que acabas de coger un rotulador de mi escritorio ( uno bien gordo, de color azul ), y te lo has metido por el ojal.

- ¡ Tienes instalada una cámara en tu despacho !

- En absoluto, y como te subas las bragas te daré veinte latigazos, por faltar a tu juramento.

- Pero, si no tienes una cámara, ¿ cómo has sabido lo que hacía ? - le dijo ella, quitándose de la cabeza la idea de subirse las bragas.

- Mm... por lo que veo, tienes un compromiso familiar el sábado. Concretamente, una prima lejana tuya se casa, y no puedes faltar a la boda. Lástima, tendremos que dejar nuestra primera cita para el domingo.

- ¿ Has contratado algún detective para que me investigue, o algo de eso ? - se alarmó ella.

- Para nada, y mastúrbate con más ganas.

- Pero...

- ¡ Que te pajees como es debido, cerda ! ¡ Como no te corras antes de que yo lo haga, te vas a enterar ! ¡ Y deja ya de pensar en los zapatos que se va a poner tu hijo el sábado ! ¡ No hace falta que le compres unos nuevos, esos que le compraste para ir a la comunión de tu sobrino bastarán !

- ¡ Me estás leyendo el pensamiento ! - se asombró ella, sin dejar por ello de tocarse.

- En cierta forma, sí - le dijo él, no considerando oportuno hablarle de su percepción exhibicionista - Y te advierto que santiguarse surte conmigo aún menos efecto que ese siete de tréboles que llevas siempre en el bolso... o sea, ninguno.

- ¡ También sabes eso ! - exclamó ella, tan alterada que casi se le cayó el teléfono.

- Todas tus manías, todos tu vicios, todas tus debilidades: ahora, nada puedes ocultarme. No sólo soy tu nuevo amo, ahora soy tu dios... y te llevaré en persona a mi paraíso, el paraíso del placer sin fin - no bien dijo aquello, Óscar temió haber ofendido a alguna de las deluyrei, cuanto menos a Sarigza, pero ésta, a la que dirigió una rápida mirada, le sonrió, dejando bien claro que sabía distinguir entre una broma y una blasfemia ).

- Debo estar soñando - balbució ella, incrementando aún más si cabe el ritmo de sus caricias.

- Te aseguro que estás despierta, puta.

- ¿ Cómo va eso, esclava ? - le preguntó Alicia, estrujando con todas sus ganas los testículos de Óscar a sabiendas de que aquello, lejos de dolerle, le resultaría muy grato ( lo hizo de uno en uno, pues ya no podía abarcar los dos ).

- Ya... casi... estoy...

- ¿ No te da vergüenza ? ¡ Estás teniendo sexo telefónico con tu jefe ! ¡ Degenerada !

- Mm... sí... soy una degenerada...

- Escucha bien, puerca - le dijo Óscar - Tienes diez segundos para correrte. A partir de entonces, por cada uno que te demores, te daré un latigazo. Unos, dos, tres...

- Espera, no tan rápido... - gimió ella.

- ocho, nueve...

- Me... me... ¡ me corro ! - gritó ella no bien Óscar dijo diez, y no mentía ( que Óscar precipitase la cuenta, saltando de tres a ocho, no hizo si no incrementar su excitación, pues se imaginó siendo azotada sin remedio, y eso bastó para hacerle alcanzar el clímax ).

- Y justo a tiempo, esclava - suspiró él, eyaculando copiosamente en la boca de Laura.

Su hija se tragó tan sólo una ínfima parte de la corrida, dejando que el resto rebosase de su boca, escanciándolo en el vaso... que quedó lleno hasta algo más de la mitad.

- No entiendo nada - gimió ella, mientras se reponía del que, sin duda, era el más intenso de los orgasmos que había obtenido con ayuda telefónica.

- Tendrás todas las respuestas el domingo - le prometió él, cogiendo el vaso ( se lo había tendido Laura ) - Te quiero en el chalé justo a mediodía, acompañada de tu hijo. Venid ambos bien descansados.

- ¿ De verdad tu hija te la ha mamado ?

- Sí, y lo ha hecho tan bien que le voy a dar ahora mismo un sorbo de mi semen - le anunció él, aproximando el vaso a los labios de su hija, que abrió la boca y extrajo la lengua, agitándola tentadora.

- ¿ Has oído cómo me lo tragué ? - le preguntó Laura, tras deglutir, escandalosamente, el breve chorro de esperma que su padre le ofreció - Jamás he probado lefa más rica, te va a encantar... y también a tu hijo.

- ¿ Sigues aún ahí, Teresa, querida esclava ? - le preguntó Alicia, cogiendo ahora ella el teléfono ( con el que previamente golpeó un par de veces, traviesa, los huevos de Óscar ).

- Sí...

- ¿ Has gozado, puta ?

- Uf, ya lo creo...

- ¿ Has manchado con tus jugos la silla de mi marido, tu jefe ?

- Coño, pues sí. Lo siento mucho, ama.

- Eres una puerca - le dijo Óscar - No es que me importe que hayas decorado mi silla con tu flujo vaginal, de hecho me gustará ver la mancha que has dejado, pero no me has pedido permiso para rubricármela, y eso merece un castigo.

- ¿ Qué me vas a hacer ? - se alarmó ella, excitándose de nuevo.

- Nada, te lo harás tú. Saca el rotulador de tu culo y chúpalo.

- Está sucio...

- Hazlo. Quiero que lo dejes limpio. Imagina que es la rica polla de tu nuevo amo.

- Ya está - le dijo al poco.

- Lo sé. Eres una chica muy buena.

- Gracias...

- Vuélvete a vestir y ponte debajo de mi mesa.

- ¿ Para qué ?

- Tú tan sólo hazlo.

- Estoy bajo tu mesa - le avisó ella, segundos después.

- La próxima vez que haga una entrevista a uno de esos chicos que de vez en cuando vienen solicitando un puesto, yo tendré la polla al aire, y tú me la mamarás sin que él se dé cuenta. Oh, y, a fin de evitar que te toques, inmovilizaré tus manos, atándolas a tu espalda con cinta de embalar.

- ¡ Esa es una de mis mayores fantasías contigo ! - gimió ella.

- Lo sé.

- Mientras te la como...

- Descuida, te clavaré un par de vibradores y tendré en todo momento los mandos a mano ( quizá incluso sobre el escritorio, aunque tapándolos con el monitor ). Te voy a hacer de rabiar, cada vez que note que te estás a punto de correr los pararé...

- Mm... sí...

- Sin embargo, yo sí que me correré, posiblemente más de una vez, y tú te lo tendrás que beber todo.

- Cuando se vaya la visita...

- Para entonces creerás estar muriéndote de ganas, esclava, así que te sacaré de debajo de la mesa, agarrándote del pelo, y te pondré sobre ella, sacándote los vibradores.

- Me... ¿ me la clavarás ?

- Sí, y a placer, tanto por delante como por detrás. Oh, y lo grabaremos todo, para que Alicia y Laura, además de Manuel, vean lo puta que eres...

- ¿ Me darás una copia ?

- Eso depende de lo bien que te portes.

- Seré muy buena, no tendrás queja de mí.

- Más te vale, o te tendré que disciplinar.

- No creo que te sea necesario, tu mujer y tu hija me tienen muy bien educada, al igual que a mi hijo.

- No lo pongo en duda, aunque, ahora que lo pienso, ser excesivamente obedientes os privaría del placer de ser castigados por mí.

- Si lo que quieres es que seamos un poquito rebeldes contigo, Óscar, por mí no hay problema - le aseguró Teresa, mimosa.

- Vente bien aseada el domingo - le advirtió repentinamente Laura, tras aceptar feliz un nuevo trago del semen de su padre - Quiero que tanto tú como tu hijo os hagáis una lavativa, pues haremos uso intensivo de vuestros culos.

- ¿ Queréis que nos pongamos un dilatador anal ?

- Sí, y tú te meterás unas bolas en el coño. Que sean esas rojas que te regalamos tu último cumpleaños.

- Como desees...

- Será mejor que no te calientes la mollera intentando averiguar cómo es que de pronto puedo leerte la mente - le aconsejó Óscar - Mantén tu fe en mí, y serás largamente recompensada.

- Lo haré... jefe.

- Así me gusta, nena. En fin, creo que te voy a dejar, pues tengo que unirme a una orgía...

- ¿ Realmente estáis con más gente ?

- Desde luego: Alicia y Laura ya han perdido la cuenta de las veces que se han corrido en lo que va de mañana - le dijo él, examinando los bajos de ambas y agregando - Mm, están llenas de leche, hay que ver cómo les chorrea el coño y el ojal - en realidad no chorreaban, pues las deluyrei aún seguían reteniendo sus copiosas corridas en las entrañas de las humanas, pero eso Teresa no tenía por qué saberlo, y Óscar disfrutaba mucho calentándole - Se ven deliciosos, creo que ya sé qué voy a desayunar...

- ¿ Te vas a beber el esperma de sus amantes ? - se asombró Teresa.

- Por supuesto: sería una grosería desperdiciarlo, con la de rato que las pobres muchachas llevan corriéndose dentro de mi mujer y mi hija - repuso él, dedicándoles un guiño a las deluyrei ( en efecto, ese era el motivo por el que habían estado evitando que su esperma se derramase de las humanas, y les alegró mucho saber que Óscar apreciaba su regalo ).

- ¿ Muchachas, dijiste ? - indagó ella, confusa.

- Eso es, y no veas las pollas que se gastan, las siete.

- ¡ No sabía que te gustasen los travestidos !

- Me temo que esa es una palabra un tanto vulgar para referirse a hembras tan sublimes como ellas - le reprendió Óscar, al que aquello le estaba divirtiendo un montón - Incluso sus rabos, que son los más grandes que jamás he visto en una mujer, exudan feminidad. Pero no creas que sólo voy a desayunar lefa, aderezada con los ricos jugos íntimos de Alicia y de Laura: es mi intención acompañarla con el sabroso menstruo de unas chicas preciosas que acabo de conocer.

- ¡ Estás de guasa !

- ¿ Bromearía yo con algo así, esclava ? - se hizo el molesto él.

- No, pero...

- Mm, mira cómo suenan sus agujeros - le cortó él, hundiendo el teléfono en el coño de Alicia.

- ¿ Qué fue eso ?

- Nada especial, tan sólo le metí el móvil a Alicia en la raja. Uf, no veas lo pringoso que se ha quedado, espero que no se estropee...

- ¿ Me lo harás a mí ?

- No sé, por lo visto eres bastante estrecha.

- Comparada con esas dos, cualquiera lo es...

- Conoces bien a fondo sus entrepiernas, ¿ verdad ?

- Sí, y no me canso de meterles las manos dentro... siempre que me dejan.

- A ti también te encanta limpiarles con la lengua el semen que en ellas depositan sus amantes, ¿ a que sí ?

- Oh, sí, me chifla...

- Excelente, veo que mis chicas te han educado como es debido, inculcándote algunas de sus buenas costumbres. ¿ Te gustaría hacerlo ante mí, después de haberme corrido en las dos ?

- ¡ Claro que sí ! ¿ Realmente me dejarás ?

- Tendré que pensármelo - bromeó él.

- Por favor, amo, dime que sí. Haré lo que sea.

- Tonta, claro que podrás hacerlo. Disfrutaré mucho viendo cómo degustas sus ricos coños.

- ¿ Acaso tú también has catado el de Laura ?

- Claro que sí. Está tan delicioso como el de su madre, ¿ no crees ?

- Desde luego, son las rajas más exquisitas que he probado, con o sin aderezo, y sus ojetes están divinos incluso sucios.

- Vaya, así que en más de una ocasión les has lamido el trasero después de hacer caca...

- Me da mucha vergüenza, pero reconozco que lo he hecho, y...

- Has llegado a correrte sin tocarte, tal es tu excitación.

- Sí.

- ¿ Te has zampado sus deposiciones ?

- A tanto no llega, y tampoco queremos forzarle - se apresuró a aclararle Alicia, bajando el tono para que Teresa no le oyese.

- No lo he hecho, me sentiría demasiado sucia - repuso ella, contrita.

- ¿ Qué me dices de Manuel ?

- Él ni siquiera les limpia el culo - dijo ella, avergonzándose un poco de su hijo ( no adoraba a sus amas con tanto fervor como ella, cosa que a menudo se le antojaba indignante ).

- Me parece intolerable: como castigo, le haremos comer la caca de Laura.

- Pero...

- Tranquila, me aseguraré de que lo goce. Resulta que he soñado con ello, y quiero darme el gusto de ver cómo se hace realidad. Ya verás, se va a hacer adicto a la mierda de mis chicas, y por supuesto a la mía: le va a gustar tanto, que seguramente te animarás a imitarle.

- Perdona que te contradiga, pero lo dudo mucho.

- Pronto cambiarás de parecer - le prometió él - En cualquier caso, la simple idea de ver cómo tu propio hijo se nutre con la mierda de Laura, gozando con ello como nunca, te pone cardiaca, ¿ no es así ?

- Uf, ya lo creo. Estoy otra vez que ardo. ¿ Me dejas hacerme otra paja, amo ?

- Sólo cuando hayas solucionado lo del refrigerador.

- Así se hará, jefe... ¿ o prefieres que sólo te llame amo, a partir de ahora ?

- No, también puedes llamarme jefe. Eso te recordará que, además de ser mi esclava sexual, trabajas para mí. Además, no podemos permitir que me llames amo delante de nuestros trabajadores, ¿ verdad ?

- Supongo que no - rió ella.

- En fin, hasta el domingo... oh, y pásatelo bien en la boda, ¿ vale ?

- ¿ He de acudir con algún juguete puesto ?

- Por supuesto que no, me niego a hacer que te sientas humillada delante de tu familia. Como ves, Teresa, realmente me preocupo de tu bienestar.

- Eres muy generoso, amo Óscar...

- Lo sé, esclava. Lo dicho, hasta el domingo.

- Va ser memorable - auguró Laura no bien Óscar colgó - Y no sólo para nosotros, también para ellos.

- No sé si ha sido una buena idea ponerle al tanto de tu telepatía - dijo Alicia, pensativa.

- No ha sido testigo de mi telepatía, si no de mi percepción exhibicionista - se defendió Óscar.

- Eso da igual - insistió Alicia - Ella pensará que le has leído la mente, y eso podría hacer que se sintiera desvalida.

- A ti no te pasa.

- Claro que no, pero yo confío por completo en ti...

- Teresa me conoce bastante bien, son muchos años trabajando juntos. También se fía bastante de mí.

- No compares - se ofendió ella.

- No lo hacía. Con todo, Teresa confía en mí lo suficiente como para no temerme... demasiado.

- ¿ Crees que se lo contará a Manuel ?

- Probablemente sí, pero sospecho que él no le creerá.

- Espero que por fin nos los presentes, ya estoy harto de jugar con ellos sin que me vean la cara - dijo Julián.

- Joder, tía, que raro se me hace oírte hablar de ti misma en masculino - le dijo Laura, metiendo un dedo en el vaso que sostenía Óscar y tendiéndoselo a su madre, que degustó el viril néctar de su esposo con gusto.

- Tío, si no te importa - le corrigió él - Al menos, hasta que Hepente me, mm... modifique.

- Ya te he dicho que podemos empezar cuando quieras - le aseguró la hechicera, acariciándole las nalgas ( una vez Alicia y Laura se levantaron, las deluyrei se redistribuyeron, acercándose a Ciríe y compañía ).

- Lo sé, pero me gustaría probar durante unos cuántos días esto de ser hombre. Ni de lejos es tan malo como siempre temí... o me hicieron temer esas fulanas.

- Qué raro, tengo atrasado el reloj del móvil - observó Óscar.

- No me extraña, casi nunca lo usas - le dijo su esposa.

- No me gusta sacar el teléfono para ver la hora, es mucho más rápido mirarse la muñeca: para algo están los relojes de pulsera. A pesar de ello, siempre lo tengo en hora... - en aquel momento Óscar calló, poniendo cara de sorpresa.

- ¿ Qué pasa, Óscar ? - se alarmó Ciríe, que de pronto se vio incapaz de leer sus pensamientos, lo cual no le impidió detectar su excitación.

- Un momento, espera que compruebe una cosa - le dijo él, sin abrir de momento su mente a ninguna de las deluyrei, tras lo que hizo un fugaz desdoblamiento astral a fin de echar un vistazo al reloj de su auto... que también se había atrasado.

- ¿ Qué se te ha perdido en el garaje ? - se extrañó Sarigza, a la que aquella breve excursión astral no se le había pasado por alto.

- Digamos que se me han perdido varias horas, y eso confirma más allá de toda duda mi hipótesis. Será mejor que os quitéis de ahí, esos colchones nos vendrán bien.

- ¿ Nos vas a decir qué está pasando, o te vas a seguir haciendo el interesante ? - se molestó Hepente, levantándose ( los demás también lo hicieron ).

- La ángel con la que te reuniste antes del ataque, esa que murió y que tú metiste en tu espacio de almacenaje, ¿ podría pasar por una humana ?

- Supongo que sí, aunque una muy alta, fuerte...

- Y de raza negra - terminó por él Óscar.

- Eso es - se sorprendió ella.

- Aún está donde le dejaste - le dijo él.

- Absurdo, ayer mismo le intenté sacar.

- Intentaste sacar su cadáver, lo cual es imposible, pues está viva.

- ¿ Cómo puedes estar tan seguro ? - quiso saber Hedelia, haciendo sitio.

- Luego os lo explicaré - les prometió él, momento en el que Hepente, con su dispositivo de almacenaje ya en mano, apuntaba con él a las colchonetas... sobre las que apareció la mujer con la que Óscar había soñado.

- ¡ Tenías razón, está viva ! - exclamó la hechicera, alegre.

La ángel despertó ( era difícil no hacerlo, habiendo pasado de estar en caída libre a reposar sobre una colchoneta, por no hablar del cambio de temperatura y de la súbita actividad que había en torno a ella ), mirando a su alrededor con recelo. Cuando reconoció a la hechicera, se calmó bastante.

- Hepente, definitivamente tienes que cambiar de jabón - bromeó Darlane en el mismo idioma que usaban entre ellas las deluyrei - El que usas encoge una barbaridad. ¿ Cuánto... ?

- Unos mil cien años, señorita, que ahí dentro equivalen como a nueve horas - repuso Óscar por Hepente ( no bien formuló la frase cayó en la cuenta de que ella, en teoría, no podía saber español ).

- Aquí dividen el día, que es una pizca más corto que un día estándar, en veinticuatro horas - repuso Hepente a la pregunta no formulada de la ángel.

- Gracias por la aclaración - le dijo Darlane, haciendo un rápido cálculo, tras lo que se volvió a Óscar y le anunció - En ese caso, apuesto joven, y ya que me dormí cuando habían pasado unas cuatro de vuestras horas a partir del momento en el que distorsioné mágicamente el tiempo, me he echado una siesta de más de medio milenio.

- ¡ Puede entenderme ! - se sorprendió él.

- A menudo he hecho de embajadora, y Afrodita decidió otorgarme el mismo don de lenguas del que gozan sus hijas, a fin de facilitar mi cometido - le explicó ella - Dentro de un rato sabré hablarlo, de momento deberé conformarme con entenderlo...

- Te imaginé muerta, Darlane - le dijo la hechicera.

- Oh, y posiblemente lo estuve, al menos durante un rato - le restó importancia ella, quitándose con la única mano que le quedaba las mantas con las que se cubría - Afrodita dispuso que pudiera resucitar, siempre que mi cuerpo no haya quedado demasiado maltrecho cuando muera. Fue un regalo que me hizo tras un servicio especialmente valioso, y del que me siento muy orgullosa.

- ¿ Cómo has sabido que estaba viva, papá ? - le preguntó Laura.

- Pura lógica - le dijo él - Debería haberlo deducido ayer, de hecho creo que estuve a punto de hacerlo.

- Pues yo no se la veo por ningún lado - se quejó Esther.

- Pensad un poco, en realidad es muy sencillo - les sugirió él, acercándose a la ángel ( Hepente lo hizo, y sus hermanas, Ciríe incluida, también ).

Entre los cinco le ayudaron a Darlane a desnudarse, y no sólo para que estuviese más cómoda, si no también para tener acceso a su brazo izquierdo, o más bien a lo que quedaba de él. Llevaba un chaleco de un tejido aterciopelado que se mantenía cerrado no con botones, si no con lazadas. Era azul oscuro, y tenía algunos signos mágicos bordados en color oro ( relativamente discretos ). Contaba con dos pequeños bolsillos, uno en cada costado, y en la espalda mostraba dos hendiduras aproximadamente verticales, a la altura de los omoplatos, cuya finalidad a Óscar de momento se le escapó.

Bajo él, vestía una camisa sedosa y bastante holgada, de manga larga, que sí se cerraba por medio de botones. Era mayoritariamente blanca, exhibiendo bordados en plata ( también de índole arcana ). Al igual que la anterior prenda, contaba con hendiduras en la espalda. Para quitársela, tuvieron que aflojarle el cinturón, de cuero negro, lo cual liberó también su falda, una enorme y vaporosa pieza, de color verde, que le llegaba hasta la mitad de las pantorrillas. El brazo se había visto reducido a un muñón, quedando tan sólo de él un palmo a partir del hombro.

- ¿ Cómo es que tu ropa está intacta, Darlane ? - le preguntó Ciríe.

- La tengo hechizada, majestad, por lo que se mantiene indefinidamente limpia, reparándose a sí misma de cualquier daño. La indeseable que nos atacó desintegró la manga, junto a mi brazo, pero no tardó mucho en volver a crecer, desapareciendo de paso las manchas de sangre.

- ¿ Por qué le ha llamado majestad ? - le preguntó Óscar, extrañado.

- Es lo que se suele hacer con las reinas - repuso Darlane, divertida.

- ¿ Eres reina ? - se sorprendió él, dirigiéndose a Ciríe.

- En efecto.

- Deberías habérmelo dicho.

- ¿ Para qué ? ¿ Habría cambiado eso algo entre nosotros ?

- No, supongo que no... - concedió él.

- Soy la reina de la comunidad deluyrei terrestre, pero entre nosotras prescindimos de formalismos: somos muy pocas, y nos conocemos desde hace muchos siglos, por lo que, aun siendo reina, yo me veo más bien como la madre de una familia especialmente numerosa - le explicó Ciríe, fijando su vista en Darlane y diciéndole - Por lo que más quieras, dirígete a mí como a las demás, no estoy acostumbrada al trato mayestático.

- Como deseéis - le dijo ella, corrigiéndose de inmediato - quería decir como desees.

- Eso está mejor - le aseguró Ciríe, regalándole con una deslumbrante sonrisa.

- ¿ Quién es él ? - le preguntó Darlane, señalando con la mano a Óscar.

- Un patriarca deluyrei - repuso Sarigza.

- ¿ Es alguna clase de broma ? - se sorprendió ella, en verdad desconcertada.

- Mi hermana es sacerdotisa, preciosa, no bromearía con algo así - le dijo Hepente, empezando a descalzar a la ángel.

- Santa y lujuriosa Afrodita, la de cosas que debo haberme perdido mientras echaba la siesta - logró decir Darlane ( que seguía dejándose hacer ), mirando a Óscar con aún más interés y preguntándole, con un respeto casi cómico - ¿ Hace mucho que nuestra señora os trasladó a este mundo, oh honorable ?

- No fui trasladado, señorita, nací aquí.

- Me temo que debo estar aún adormilada, mi señor, pues creo haber entendido que sois nativo de la Tierra, el mundo donde se originó la especie humana.

- Y ese es el caso, Darlane - le dijo Hedelia - De hecho, Óscar era humano hace no mucho.

- Más aún, nuestra diosa no desempeñó un papel activo en su milagrosa transformación, pese a lo cual Óscar goza de todas sus bendiciones - añadió Sarigza.

- No entiendo... - se quejó Darlane, presa de una terrible confusión.

- No se preocupe, enseguida se lo explicaremos - le dijo dulcemente Óscar, dotándose de pechos - Mientras lo hacemos, ¿ me permite sugerirle que se amamante de mí ?

- La leche de una matriarca, pero masculina, que antes fue un humano - suspiró ella, alternando su mirada entre los pechos de Óscar y su cara - Mi señor, no me creo digna de tan enorme e insólito honor.

- Me sentiría muy honrado si la aceptase, señorita - le aseguró él - Créame, en verdad me satisfaría contribuir a su restablecimiento.

- Anda, guapa, dale un buen tiento, ya verás que cosa más rica - le animó Ciríe, ayudándole a colocarse.

Óscar se había puesto de rodillas, y Darlane se sentó frente a él ( bueno, o más bien fue sentada por las cuatro deluyrei ), con las piernas a ambos lados del patriarca. La ángel era enorme, pues mediría dos metros cinco, siendo además bastante robusta, y Óscar, que mediría en torno al metro noventa y tres, se alzó levemente para poner sus pechos a la altura de la cara de ella. Entonces, pasó su brazo izquierdo por la axila derecha de Darlane, rodeando su espalda y apretándole contra él, aunque con ternura. Darlane posó sus labios en el pezón del pecho izquierdo de Óscar, temblando de emoción ( y también de excitación ), dirigiéndole una tímida mirada, como si quisiese pedirle permiso para empezar.

- Beba de mí hasta hartarse.

- Es maravillosa, os juro que nunca antes libé néctar más exquisito - le dijo ella tras paladear, con expresión extasiada, las primeras gotas que succionó.

- ¿ Que le parece si nos tratamos de tú ? - le sugirió Óscar, apartándole el cabello que le caía por la cara ( negro, de palmo y medio de longitud, y moderadamente rizado ), atención que hizo que la ángel se ruborizase - Al igual que le pasa a Ciríe, se me hace muy raro, casi violento, que se dirijan a mí en términos tan exageradamente solemnes.

- Si esa es tu voluntad...

Se fueron turnando para explicarle lo ocurrido. Lo hicieron en castellano, pues los humanos, que se habían acomodado alrededor ( al igual que las sobrinas de Ciríe ), estaban empezando a sentirse excesivamente excluidos, y sólo se enteraban de algo cuando Óscar hablaba, cosa que no hacía demasiado a menudo.

A Hepente le había llamado mucho la atención el calzado de la ángel, y ésta le invitó con un gesto a examinarlo por medio de sus sentidos sobrenaturales ( también contaba con algunos hechizos ). Eran botas, y estaban confeccionadas con la piel de una especie de lagarto que no se daba en la Tierra ( aunque era muy abundante en los mundos de la magia ), llegándole casi hasta las rodillas.

Sus pequeñas escamas, de un verde muy brillante, ocasionalmente exhibían otras tonalidades, dependiendo de cómo les diese la luz. Se aseguraban por medio de cordones, y sus suelas eran, en apariencia, de caucho ( tenían muescas para incrementar la adherencia al suelo, de modo que podrían haber pasado por las suelas de una zapatilla deportiva ). Eran de dos centímetros de grosor, por lo que casi parecían plataformas, y planas, por lo que carecían de tacones diferenciados... al menos en ellas, pues las botas llevaban incorporado, en el talón, un curioso mecanismo.

Parecía un escorpión ( uno excepcionalmente grande ), agarrado a la parte posterior de la bota mirando hacia arriba ( casi como si intentase trepar por ella ), y con el rabo, que estaba por completo articulado, alzado. Estaba hecho de un metal brillante y plateado, con adornos en barniz negro, y su aguijón sólo bajaba, ejerciendo presión contra el suelo, si así lo deseaba quien llevase puestas las botas, alzándolas en mayor o menor medida ( cuando los rabos estaban por completo estirados, las otorgaban una altura extra de un palmo ). Ni que decir tiene, también servían como armas, pues los aguijones eran realmente afilados ( y también como espuelas ): aquellas botas habrían sido todo un tesoro para cualquier fetichista que se precie de serlo.

Darlane no se había quedado desnuda, pues llevaba ropa interior, consistiendo ésta en medias, bragas, y una especie de camiseta de tirantes. Todo ello era de un color crema que contrastaba notablemente con su piel, de un hermoso y homogéneo tono marrón café. Las medias llegaban hasta la mitad del muslo, donde se sujetaban por medio de tirantes a las bragas ( se afianzaban por medio de corchetes ). Eran muy finas, pero por completo opacas.

Las bragas eran muy amplias, y se mantenían en su lugar por medio de un elástico ( si conocían el caucho, no había ningún motivo para que no conociesen la goma, en la que se basaba ). Parecían estar hechas del mismo tejido que las medias, y tenían una raja entre las piernas por la que asomaban, incitantes, algunos pelos ( en los muslos, o al menos en lo poco que de ellos se veía, no tenía ni uno ). Estaba cerrada con una sugerente y fina lazada roja: de quitarse, quedaría expuesto tanto su sexo como su ano.

En cuanto la camiseta, tapaba todo su torso, y era de un tejido algo más compacto, pero no por ello menos flexible o menos suave. Terminaba inmediatamente debajo de su ombligo, en el que Óscar creía haber visto un abultamiento. Tenía sus correspondientes hendiduras en la espalda, notó Óscar al tacto, y fue entonces cuando dedujo su finalidad: extraer las alas, en caso de que tuviesen... y fuesen, al igual que las de ellos, de quita y pon ( Hedelia, que había captado aquel pensamiento, cabeceó afirmativamente a fin de no interrumpir a Sarigza, que era la que hablaba en aquel momento ).

Los pechos de Darlane era fabulosos, casi excesivos. Redondeados, bien formados, y de un diámetro del orden del treinta por ciento mayor que el de su propia cabeza. Óscar sentía los pezones de la ángel erectos a través de la camiseta, pero también sentía en ellos un cuerpo extraño, comprendiendo que estaban anillados.

Era una mujer musculosa, lo suficiente como para poder pasar por una culturista ( cuánto menos, amateur ), pero aquello no le restaba ni un ápice de feminidad ( no por ser fuerte estaba privada de curvas sugerentes, cosa no sólo aplicable a sus pechos, ya que sus caderas también quitaban el aliento ).

Su nariz era grande y graciosamente achatada ( no demasiado ), sus labios también eran grandes, su frente bastante amplia ( levemente hundida, por cierto ), y, sus ojos, de un increíble color azul violáceo. El resultado era embriagador, casi hipnótico: Darlane era tan hermosa como las deluyrei. Su olor corporal también le gustaba mucho a Óscar... y eso que, tras la sudada que se dio mientras luchaba contra la maga que le atacó, a ella y a Hepente, era bastante intenso. Se preguntó cómo sabría su piel, ya a punto estuvo de lamerle la frente, pero se contuvo.

Los ángeles también cuentan con un impresionante poder regenerativo, de hecho más intenso que el de los deluyrei comunes, pero se ve bastante mermado en los mundos terrenales: Sarigza, por medio de una rápida y sencilla oración, había hecho que su cuerpo reaccionase, al menos momentáneamente, como si se encontrase en uno de los reinos superiores.

Aquello, unido al intenso poder de la leche de Óscar, había reconstruido ya el brazo, faltando tan sólo parte del antebrazo por crecer: de hecho, los dedos ya habían empezado a diferenciarse en lo que se esbozaba como una rudimentaria ( y por el momento, más bien escuchimizada ), mano.

La mente de la ángel era tan difícil de leer como la de una deluyrei, no siendo de extrañar, pues también contaban con cierta telepatía. Óscar notó que a Darlane le habría gustado que le metiese mano, pero no se atrevía a pedírselo pues no quería abusar de su generosidad: ni corto ni perezoso, le empezó a amasar las nalgas a través de las bragas, expandiendo y endureciendo su tranca para que ella la sintiese contra su musculoso, pero sensual, abdomen.

Ella, al notar aquella galante muestra de deseo, le dedicó una sonrisa, enseñándole sus grandes y perfectos dientes. Óscar se envalentonó, decidiendo desanudar la lazada de sus bragas para tener acceso a su entrepierna, pero Darlane le dijo:

- Por favor, Óscar, eso no.

- ¿ Rechazas a nuestro salvador ? - se sorprendió Sarigza, entre incrédula y, por qué no decirlo, ofendida.

- Si lo hago es con un buen motivo - se defendió la ángel - Sin duda os habéis percatado de cuánto le deseo, pero de momento preferiría no mantener relaciones sexuales...

- ¿ Cuál es el problema ? - se extrañó Hedelia.

- Podría decirse que he hecho una especie de voto de castidad - les dijo Darlane, dirigiendo una fugaz mirada a Ciríe de la que sólo Óscar se percató.

- No necesitas darnos explicaciones, cielo - le dijo Óscar, el único que logró captar algo de su mente ( en gran parte, por que sólo a él se la abrió ).

- Gracias, Óscar, por tu comprensión.

- De nada, Darlane.

Tras aquel breve inciso, le siguieron explicando a la ángel lo sucedido: no mucho después, ya se había hecho una idea bastante razonable ( para entonces, su antebrazo estaba completo, y a la mano poco le quedaba ).

- ¿ Qué tal si ahora nos cuentas lo que te ocurrió a ti ? - le dijo Hepente.

- Me parece justo - dijo Darlane, por vez primera en castellano ( no pronunciaba aún demasiado bien, pero su gramática ya era correcta ).

- ¡ Coño, si habla español ! - exclamó Esther.

- Ya me he impregnado con vuestro idioma lo suficiente para hablarlo, que no tan sólo entenderlo - le explicó ella, abriendo y cerrando, con aire satisfecho, su nueva mano - Perdonadme si de momento no me se entiende muy bien.

- Se me entiende - le corrigió Óscar, sin intención de ofenderle.

- Gracias - le dijo ella, en absoluto molesta.

Cuando Darlane resucitó, ya estaba dentro del espacio de almacenaje de Hepente. No tardó mucho en deducir lo ocurrido, comenzando a sopesar sus opciones ( los ángeles tienen unos sentidos muy penetrantes, y el ambiente, que a un humano se le habría antojado completamente oscuro - aparte de mortalmente gélido, y por supuesto irrespirable -, para Darlane estaba tan sólo en penumbra ).

Los espacios de almacenaje no suelen tener demasiado aire, por lo que la presión del mismo en ellos acostumbra a ser muy baja, generalmente en torno a los cien milibares. Pero se dan excepciones: sin ir más lejos, la presión del aire en el de Hepente es bastante superior, del orden de trescientos cincuenta, algo más de un tercio de la presión atmosférica que se da en la Tierra al nivel del mar.

Habría sido de todo punto insuficiente para un humano ( para hacerse una idea, viene a ser la presión que hay en la cumbre del monte Everest, y son muy pocos los humanos que han logrado adaptarse lo suficiente para respirar sin bombonas de aire allá arriba, cosa que para la que han necesitado años ), pero un ángel sí que podría respirar de él. No le sería cómodo, es cierto, y minaría su salud al estar tan débil, pero su muerte por asfixia no era inminente.

La ángel también tenía un dispositivo de almacenaje, una araña de oro con las patas exageradamente largas que podía hacer de anillo, de pulsera, de gargantilla e incluso de cinturón ( todo dependía de cómo las colocase: juego no les faltaba, pues cada una de ellas contaba con doce articulaciones ).

En el momento del ataque la llevaba puesta en la mano izquierda, a modo de pulsera. No había sido dañado, y aún se mantenía agarrado al horrible pingajo en el que se había convertido su brazo. Lamentablemente, no le serviría para nada, pues no se puede acceder a un espacio de almacenaje desde dentro de otro.

Lo primero que tenía que hacer era encargarse del brazo, que si había parado de sangrar era tan sólo porque se le había congelado ( estaba a unos veinte grados bajo cero, pero los ángeles son capaces de subsistir en medios realmente extremos ). No tardó en dar con el frasco de orina que Hepente guardaba para emergencias ( dio por hecho que tendría uno, y no se equivocó: para localizarlo, tan sólo tuvo que valerse de sus sentidos astrales ).

Cortándose el brazo, y derritiendo la orina por medio de un sencillo hechizo, se la aplicó en el muñón ( no fue nada fácil, sobre todo estando en caída libre, pero se las arregló ). Estaba muy cansada, y si moría de nuevo lo más probable es que resucitase aún más débil... de atesorar en su cuerpo suficiente energía para hacerlo, claro.

El frío, además, estaba empezando a hacer mella en ella, así que se abrigó, empezando a hojear el tomo maestro de Hepente en busca de algunos hechizos: le vendría bien disponer de más aire, pues no sabía cuánto tiempo tardaría la maga en sacarle, así como de algo de luz, pues estaba empezando a forzar la vista más de la cuenta.

- El hechizo de la bola de fuego y el que servía para regenerar el aire - comprendió Julián por fin.

- Eso es - le felicitó Óscar, dejando que Darlane siguiese explicándose ( cada vez que hacía una pausa, aprovechaba para sorber un nuevo trago de leche ).

Aquellos fueron los primeros hechizos que ejecutó, tras anotarlos en un papel ( le ayudaría a memorizarlos ). Era zurda, pero no tuvo más remedio que valerse de la mano derecha: aquello, unido a la ausencia de gravedad, alteró su caligrafía notablemente, no siendo de extrañar que Hepente no la reconociese. Se acomodó frente a la esfera ígnea recién creada por ella ( para moverse por el espacio de almacenaje hacía uso de sus alas ), y se dispuso a descansar.

De frío ya no moriría, pues el calor que generaba el fuego mágico subió notablemente la temperatura, que se había estabilizado, en las inmediaciones del mismo, a unos diez grados sobre cero ( la temperatura en la periferia del espacio de almacenaje sería de uno o dos, también sobre cero, lo cual tampoco estaba demasiado mal ). Se estaba quedando dormida cuando aparecieron dos humanos ante ella.

Estaban muy asustados, y portaban armas mágicas ( de hecho, apuntaban con ellas a puntos al azar, casi como si hubiesen estado a punto de usarlas cuando fueron introducidos allí ): apenas unos segundos después, las armas desaparecieron de sus manos. Darlane manifestó una vez más las alas y se acercó a ellos, a fin de interrogarles. Uno de ellos empezó a lamentarse entre sollozos, creyendo que estaba en el infierno ( la ingravidez le asustó mucho ), y tuvo que darle una bofetada para que se centrase.

De momento no sabía hablar su idioma, pero sí podía comprenderlo, así que debería valerse de gestos ( su telepatía, por supuesto, le sería también de gran utilidad ). Para cuando logró hacer que entendiesen que no corrían peligro inminente, aparecieron tres humanos más, cuyas armas también fueron retornadas al espacio normal por quienquiera que se hubiese hecho con el control del dispositivo de almacenaje de Hepente ( de cuya muerte supo al sondear las mentes de sus dos primeros visitantes ).

Durante un buen rato fueron apareciendo más personas, de uno en uno o en grupos reducidos, y todos eran desarmados al llegar. Ascendían ya a cuarenta y cinco sus compañeros de cautiverio cuando el traidor que había estado raptándoles se hizo con el tesoro que las deluyrei guardaban en su hogar, para aquel entonces fuera del mismo.

Tras aquello sólo fueron capturados cuatro humanos más, primero tres y al poco otro. Este último llegó bastante agitado, y a él no le desaparecieron las armas ( una espada y una ballesta, ambas encantadas ). Al interrogarle ( Darlane ya hablaba su idioma a la perfección ), por fin se hicieron una idea de lo que había estado pasando.

Rodrigo, el humano en cuestión, era un hombre de fe. Realmente había creído que la mujer de la armadura era una enviada de su dios ( recordemos que Khali había decidido aprovecharse de la patética ingenuidad de los llamados cristianos ), poniéndose gozoso a su servicio. Pero, durante el ataque al templo, las dudas le corroyeron. Si tan malignas eran aquellas criaturas a las que estaban masacrando, ¿ por qué más de una dio su vida para salvar la de otra ? Más aún, casi nunca remataban a sus enemigos, conformándose con incapacitarles.

Él mismo, sin ir más lejos, se había beneficiado de la clemencia de una de ellas: le arrebató su arma, un hacha mágica, pero, en vez de partirle en dos con ella ( cosa que hasta un niño podría haber hecho, pues multiplicaba la fuerza de los golpes ), se conformó con noquearle... no sin dirigirle antes una intrigante mirada que le turbó en lo más profundo de su ser, pues en ella creyó ver lástima e incluso decepción, pero en ningún caso odio.

- ¡ Eh, me acuerdo de él ! - exclamó Sarigza - ¡ Fui yo quien le desarmó, perdonándole la vida !

- Pues hiciste bien, como enseguida verás - le aseguró Darlane, examinando una vez más su brazo izquierdo.

- Yo diría que ya lo tienes regenerado, mi celestial comensal - le dijo Óscar.

- Así es, y me gustaría mucho estrenarlo ahora mismo, usándolo para proporcionarte placer - repuso ella mientras recorría dulcemente, con el dedo índice, el miembro de Óscar.

- Los dos sabemos que eso no puede ser - le dijo él.

- ¿ Seguro que no te importa ?

- Ya te dije que no. Eso sí, una vez solventes esa importante gestión que tienes pendiente, me gustaría mucho joder contigo.

- Y a mí también - le aseguró ella, abrazándose a él y dándole un beso en la mejilla, tras lo que se separaron ( Óscar aprovechó para sentarse, con las piernas cruzadas, desvaneciendo de paso sus pechos ).

- ¿ Qué pasa con nosotras ? - se hizo la ofendida Sarigza - ¡ Aún no te has dignado a ponernos las manos encima ! ¿ Te parece bonito, papá, con la de rato que hace desde que nos pariste ?

- No seas impaciente, sabes muy bien que estoy deseando daros un buen repaso, y a vuestras hijas también, pero antes hemos de saber qué es lo que ocurrió.

- ¿ Qué se supone que tiene que hacer Darlane, Óscar ? - le preguntó Esther ( las deluyrei estuvieron tentadas de interesarse por ello, pero reprimieron su curiosidad al notar lo personal que era aquello para la ángel )

- ¿ Tiene que ver con su voto de castidad ? - aventuró Laura.

- Hablaremos de ello a su debido tiempo - les prometió Darlane, que continuó relatándoles lo que le pasó a Rodrigo.

Cuando las deluyrei pudieron volver a teletransportarse, huyendo en masa, él no se prestó voluntario para seguirles. Su fe se tambaleaba, era preciso que hablase con la enviada de su señor. Se enteró de que estaba herida, y se dirigió a la sala donde le habían dejado.

Conferenciaba con tres de las capitanas ( no fue al único que le extrañó que hubiese seleccionado únicamente mujeres para dirigir las tropas, pero aceptó aquella insólita elección sin rechistar ). Estaba a punto de anunciarles su presencia cuando la mujer de la armadura blasfemó... ¡ mancillando a su dios ! ¡ Sus sospechas eran ciertas, le habían engañado ! Poco le faltó para irrumpir en la sala, matando a las cuatro paganas, pero decidió espiarles, ocultándose tras unos bancos.

La mujer se había quitado la armadura, quedando desnuda ya que no llevaba nada debajo. Tenía una severa herida en el abdomen, por la que asomaban los intestinos, pero aquello no parecía preocuparle... al contrario de las llamas que estaban consumiendo su mano derecha, con la que asía un pequeño objeto que Rodrigo no logró identificar, pero al que se refirió como portal mágico interplanetario.

- ¡ Por supuesto ! - exclamó Hepente - ¡ El artefacto que nos trajiste de parte de Afrodita contaba con un potente hechizo antirrobo !

- ¿ Potente ? - se burló Darlane - Eso era lo que pensaba yo también, pero salta a la vista que aquel adjetivo se le quedaba terriblemente corto. Sería mucho más apropiado decir que era irresistible, inconmensurable, aplastante. Le estaba matando sin remisión, y algo me dice que ni Khali en persona podría haberle salvado...

Los dedos se le cayeron, y con ellos el artefacto, pero su antirrobo seguía actuando, achicharrando paulatinamente a la mujer aún sin mediar ya contacto con aquello que protegía. Desesperada, decidió seccionarse el antebrazo, a fin de evitar que las llamas se extendiesen al resto de su cuerpo. Rodrigo fue testigo de cómo surgían de su espalda dos alas, muy similares a las que algunas de las criaturas a las que habían estado atacando desplegaron junto antes de empezar a huir, y una pincelada de un intenso rojo surgió de la nada para incidir en su brazo, que atravesó limpiamente sin hacerle daño.

La mujer pareció concentrarse, y el canal de invisibilidad por donde estaba pasando sin trabas el láser se desvaneció, empezando éste a vaporizar tejidos.

- No me digas que esa fulana era una deluyrei - logró decir Óscar cuando se repuso de la sorpresa.

- Imposible, un deluyrei jamás atacaría a los suyos, y naturalmente tampoco serviría a Khali - le reprendió Sarigza - Sin duda era una neharai, ojalá todas ellas fueran desterradas al más inhóspito de los infiernos.

- ¿ Tienen las córneas de los ojos negras ? - le preguntó él, sintiendo que la sacerdotisa se estaba callando algo: sea lo que fuere, tenía intención de compartirlo con los demás más tarde ( algo le decía que estaba relacionado con lo de los dedos pulgares ), así que lo dejó pasar.

- ¡ Eso es ! - se sorprendió Hedelia - ¿ Cómo lo sabes ?

- Esta noche he tenido algunos sueños de lo más inquietantes, cuando termine Darlane de hablar os los cuento.

- En ese caso, intentaré abreviar - prometió la ángel.

El antebrazo cayó al suelo, y la neharai se orinó en la herida, apartándose con aprensión del miembro, que estaba a punto de consumirse por completo ( había apurado mucho ). No le había servido de nada: cuando las llamas llegaron al punto por donde había sido seccionado, aparecieron de pronto en el muñón. Hiciese lo que hiciese, su cuerpo se iba a consumir por completo, para lo cual tan sólo quedaban unos minutos.

Oró a Khali, suplicándole iluminación. Las lentas pero inexorables llamas ya lamían su codo para cuando abrió nuevamente los ojos, resuelta: almacenaría su alma en el casco de la armadura, combinando la magia de la misma con la de su propio cuerpo y agregando la de un hechizo que comenzó a ejecutar. Moriría, sí, pero podría renacer a partir del casco, siempre que se diesen las condiciones idóneas.

Terminó de formularlo justo cuando las llamas empezaban a cebarse en su cuello y la parte derecha de su tronco, explicándoles a sus corruptas capitanas qué tenían que hacer para resucitarle. Era muy sencillo, sólo tenían que matar a un hombre bondadoso y regar el casco con su sangre, metiendo dentro del mismo sus testículos. Tendrían que hacerlo muchas veces, probablemente más de cien, pero a partir de la primera empezarían a contar con su ayuda, pues iría recuperando sus poderes ( las siguientes víctimas, además, no tenían necesidad de ser personas rectas y puras, por lo que sería mucho más fácil encontrar voluntarios ).

Le preguntaron dónde podrían hallar a alguien lo suficientemente virtuoso como para merecerse el dudoso honor de ser su primera víctima, y ella señaló con el brazo izquierdo, por el momento intacto, hacia el lugar donde se escondía Rodrigo, de cuya presencia había sido consciente todo aquel rato ( fue en ese preciso momento cuando él vio por vez primera sus ojos ). Él intentó huir, pero una de las humanas ( a la que por cierto conocía de cuando era niño, pues le reclutaron del mismo poblado donde él vivía ), le aturdió con una espada mágica, suministrada por la maligna hechicera, que era capaz de cortar a distancia ( también podía golpear sin mediar contacto físico, para lo cual bastaba con agitarla de otra forma ).

Entre las tres le arrastraron al malogrado cuerpo de la neharai, que se burló de Rodrigo, confesándole que fue ella quien le indujo a creer en su palabra ( y no su falso dios ), manipulando a tal fin su mente ( para mortificarle aún más, le dijo que los deluyrei eran, sin duda, una de las especies racionales más nobles que existían ).

Él le escupió a la cara, llamándole monstruo: ella se relamió, divertida, y manifestó por unos segundos sus cinco restantes pares de alas, diciéndole que quizá fuera un monstruo, pero desde luego no uno cualquiera.

- ¡ Era una matriarca neharai ! - Exclamó Hepente - No me extraña que fuese tan dura de pelar...

- ¿ Les llamáis también matriarcas oscuras ? - quiso saber Óscar, tomando nota de lo poco que aquello sorprendió a Sarigza.

- Pues sí - repuso Ciríe - No me digas que has soñado con una de ellas.

- Sí, y le ponía a caldo.

- No he entendido esa expresión - se disculpó Darlane - ¿ Qué quieres decir con ello ?

- Que le corrí a hostias.

- Por favor, no uses argot, que aún no lo dominó - le rogó ella, sin hacerse aún una idea.

- Está bien, perdona: lo que intentada decir es que le di una paliza tremenda. Y eso no es todo, pues juraría que el sueño era premonitorio... no siendo el único que tuve.

- Tú ya lo sabías, ¿ no es verdad, hermana ? - le increpó Ciríe a Sarigza ( Óscar no había sido el único que se había dado cuenta de que la sacerdotisa se estaba callando algunas cosas ), incapaz de contenerse más.

- No, pero me lo imaginaba - repuso la sacerdotisa, añadiendo, pensativa - En cierta forma, Óscar ya le ha vencido en dos ocasiones. La primera de ellas fue cuando destruyó el monolito ( o mucho me equivoco, o tanto ese como los demás fueron creados por ella ). La segunda vez fue cuando se sobrepuso a la infección espiritual que los remanentes de la magia de la neharai supusieron para él: durante aquella batalla ( que él libró, sin darse cuenta, mientras aún estabas dentro de él ), perdió el poder de transmutar los dedos pulgares en penes. Hablaremos de ello más tarde.

- ¿ Por qué no ahora ? - le preguntó Hedelia.

- Para que Óscar y los humanos puedan hacerse una idea, antes les tendremos que explicar algunas cosas de Khali y de sus creaciones, y eso nos llevará un rato - repuso la clérigo, volviéndose a la ángel y diciéndole - Venga, Darlane, termina de contarnos lo que le pasó a Rodrigo para que Óscar nos pueda contar esos sueños, y así poder contar yo lo que he averiguado esta noche.

- De acuerdo. La neharai ordenó a las humanas que extrajesen su hombría y le tumbasen boca arriba, pues se le acababa de ocurrir otra manera de atormentarle...

Rodrigo era uno de esos excéntricos que consideran la sodomía un pecado terrible ( poner trabas a su práctica sí que es un pecado ), y al parecer la matriarca oscura no quería morir sin correrse al menos una vez, así que le excitó en contra de su voluntad y se clavó su miembro en el culo, asegurándose de que no se perdiese detalle ( su trasero y zona lumbar aún estaban intactos ). Él comenzó a llorar, convencido de que aquello le condenaría al fuego eterno, pero le fue imposible evitar tener el mejor orgasmo de su vida.

Entonces, ordenó a dos de las capitanas que, no bien le hubiesen nutrido con la sangre y las gónadas del humano, iniciando de ese modo su renacer, liderasen un grupo de apoyo: el contingente que había salido tras la clérigo de Afrodita y la hechicera parecía haber tenido problemas, y quería asegurarse de que se daba muerte a ambas, pues eran las únicas que podrían echar por tierra sus planes.

Muy pronto no quedaban más que cenizas de la neharai, apagándose las mágicas llamas al no haber ya nada que consumir. Su alma estaba ahora dentro del casco de su armadura, y les anunció a sus secuaces que había llegado el momento de sacrificar al humano. Rodrigo, que se había logrado reponer del tremendo golpe ( le había afectado, sí, pero no tanto como les hizo ver, y la rabia que sintió al ser violado le despejó del todo ), agarró la mano con la que su compañera de juegos asía la espada. Forcejearon brevemente, y, cuando se quisieron dar cuenta, las dos restantes capitanas habían muerto, decapitadas sin que la hoja del arma llegase siquiera a rozarles.

Rodrigo le logró quitar la espada, pero no podía usarla contra la capitana, pues portaba un escudo mágico capaz de neutralizar sus ataques. Ella, no obstante, sí que podría dañarle, pues se hizo con el arma de una de sus colegas ( se trataba de un látigo que amplificaba por cien la fuerza de sus golpes, y con él hizo añicos el banco tras el que se protegió ). Rodrigo no podía atacar directamente a su enemiga, pero no fue necesario: apuntando al techo, le dio un buen tajo, ocasionando el derrumbe de buena parte de la sala.

Su amiga ( antaño, al menos, lo fue ), quedó muy malherida. Sólo cuando tomó plena consciencia de su inminente fin comprendió el error que había cometido asociándose a la neharai, cuyas risotadas telepáticas resonaron en las mentes de ambos: Rodrigo, furioso, atacó el casco con la espada encantada, pero el hechizo que había encerrado en su interior el alma de la matriarca oscura también había incrementado su ya de por sí enorme resistencia, tornándolo virtualmente indestructible. Ya que no podía destruirlo, lo ocultó bajo los cascotes resultado del derrumbe, confiando en que nadie lo hallase. Quizá la hechicera o la sacerdotisa, a las que tanto parecía temer, supiesen cómo destruirlo. Si daba con ellas, decidió, volvería a por el casco.

- ¿ Por que no se lo llevó consigo ? - se extrañó Esther.

- Porque no quería correr el riesgo de que la neharai se pusiera en contacto con las personas con las que se fuese cruzando.

Rodrigo se quedó velando a la humana hasta que murió, ignorando las crueles burlas telepáticas de la matriarca oscura ( las cuales, por fortuna, enseguida cesaron, pues su espíritu se estaba adormeciendo en el casco ). Entonces, se hizo con el principal arma de una de las decapitadas capitanas ( que resultó ser una ballesta ), lamentando que el látigo de la otra hubiese quedado sepultado como consecuencia del derrumbe.

Le habría gustado dar sepultura a la mujer, pero el tiempo apremiaba, así que salió de allí. Dio la casualidad de que alguien organizó una expedición hacia la morada de la hechicera y la sacerdotisa ( quizá la pagana les hubiese aleccionado telepáticamente antes de morir, a fin de ahorrar tiempo a sus capitanas ).

Evidentemente, se ofreció voluntario. Confiaba en que le ayudasen a enmendar sus errores, para lo cual les protegería de sus camaradas aun a costa de su vida ( con un poco de suerte, a lo mejor no tenía que llegar a tanto, pues, tras la muerte de la neharai, que había estado usando su telepatía para coordinar los efectivos del templo, aquello era un caos, yendo cada cual por libre ).

Como era de esperar, emplearían uno de los artefactos teletransportadores facilitados por la maga para enviarles allá. No bien llegaron al complejo subterráneo, se interesó por las enemigas; para su pesar, le informaron que ya estaban todas muertas. Aquella noticia le dejó desolado. Estuvo un buen rato meditando qué debía hacer a continuación, observando, indiferente, lo que hacían los demás. El saqueo había comenzado, pero él no intervino. Pese a que el tesoro ya estaba en el exterior, sus compinches seguían investigando todo aquello, pues no querían correr el riesgo de dejarse nada de valor dentro: sólo cuando estuviesen seguros de ello hundirían los túneles de entrada, a fin de sellarlo para siempre.

Tenían previsto utilizar explosivos mágicos ( facilitados, al igual que las armas, por la hechicera maligna ), y ya los habían puesto en los lugares pertinentes. Eran unas redomas rellenas de un polvo gris, y su detonación era retardada, iniciándose la cuenta atrás ( y estableciéndose la duración de la misma ), por medio de unas cuantas palabras que ella les enseñó ( por si fuera poco, se podía supeditar la explosión de una de ellas a la de otra ).

En el breve periodo de instrucción que les había impartido la hechicera, todos habían sido testigos del poder destructivo de aquellas redomas: Rodrigo estaba tan deprimido que decidió acomodarse cerca de una de ellas, quedándose allí hasta que la detonasen ( a fin de que nadie le intentase cambiar de opinión, se escondió en un pequeño almacén que había al lado y por el que, a través de un respiradero, veía la redoma. Cuando la activasen y salieran todos del complejo, se acercaría, purgando sus pecados a través de su inmolación ).

Habían dejado vigilancia, tres tipos que no se llevaban bien entre ellos ( de ese modo, las posibilidades de que urdiesen alguna fechoría eran menores ), y Rodrigo apenas prestó atención a su tensa conversación, lo cual no le impidió enterarse de algunas cosas. Se estaban preguntando dónde se habrían metido algunos de sus compañeros, a los que no veían desde hacía rato: es más, les sorprendía bastante que cada vez pasase menos gente ante ellos, llegando a sospechar que estaban desertando... o quizá peleándose en el exterior, por el botín ( si así era, ellos no iban a intervenir. Cuántos menos quedasen, a más tocarían, y todo sin necesidad de sudar una gota ).

Agotado aquel tema, comenzaron a burlarse de uno de sus compañeros de armas: había tenido el coraje de penetrar en la sala donde estaban los cadáveres de las que ellos, en su ignorancia sin par, creían súcubos, saqueándoles, pero sólo se había molestado en registrar a la hechicera, y sólo su jubón. Si tenía el suficiente valor para exponerse a sus espectrales voces, ¿ por qué no registrar a todas, y bien a fondo ?

Fue en aquel momento cuando Rodrigo se enteró de que existía una manera de comunicarse con las extrañas criaturas, o al menos con sus almas. Lo mínimo que podía hacer era presentarles sus disculpas. Iba a salir de su escondrijo cuando apareció, precisamente, aquel del que hablaban.

No quería tener problemas con ninguno de ellos, y si salía en ese momento podrían pensar que les había estado acechando con quién sabe qué intenciones, así que decidió esperarse a que activasen las bombas: mientras ellos saliesen del complejo, él se acercaría a la sala central, que era donde, si no le habían informado mal, yacían los cuerpos de las seis mujeres ( tres de ellas adolescentes, se había corrido el rumor, hecho que no hizo si no acrecentar su vergüenza ).

Uno de ellos le preguntó al osado profanador si había valido la pena afrontar las aterradoras voces de las muertas, cuando registró sus cadáveres, y él les aseguró que sí, pues había encontrado justo lo que buscaba ( dicho esto, les enseñó el consolador mágico de Hepente ).

Todos comenzaron a reír, los muy idiotas, y le sugirieron que, si no se bastaba para cubrir a su mujer, no hiciera uso de eso: ellos mismos, por un módico precio, le darían un buen repaso... y también a sus dos hijas. Él, lejos de ofenderse, les aseguró que aquel chisme no era para su mujer, pues tenía previsto usarlo con ellos tres, al igual que había hecho con todos los que se había ido cruzando. Creyendo que estaba bromeando, siguieron riendo... pero sus carcajadas se truncaron súbitamente, pues les introdujo en el espacio de almacenaje, felonía de la que fue testigo Rodrigo ( pensó que les había desintegrado, tal y como hacían algunas de las armas que les habían dado ).

Cuando el traidor murmuró unas palabras cerca de la redoma, Rodrigo comprendió que la acababa de activar, y salió del almacén, suponiendo que el escudo le protegería. Su intención era neutralizar al tipo aquel, aunque también tendría que detener la explosión, pues no quería ser responsable de la muerte de nadie más ( la temporización podía suspenderse por medio de una frase... que de momento no recordaba, y que más le valdría recitar enseguida ).

No bien el felón le vio, intentó meterle en el espacio de almacenaje, pero el escudo que portaba Rodrigo, detectando aquello como un ataque, le ancló al espacio normal, inhibiendo el tránsito interdimensional. Indignado, le acusó de matarles, y el tipo le aseguró que no era así, sacando, delante suya, las armas de sus últimas víctimas ( de todos modos, tenía previsto hacerlo ).

El que las armas de los guardianes de la redoma estuviesen intactas no significaba, a juicio de Rodrigo, que los que las portaban estuviesen aún vivos, y empezó a agitar la espada, de momento sin dañar seriamente a su contrincante ( antes de deshacerse de él, tenía que lograr sonsacarle la frase que inhibía la cuenta atrás de la bomba ).

El maleante tuvo que luchar contra él, haciendo uso de los artefactos mágicos que había robado a todos los que apresó ( que no eran pocos ), pero el escudo que llevaba Rodrigo le protegía de todos los ataques, mientras que él no tenía forma de defenderse de su espada ( podría haber usado la ballesta, en la que se materializaba un nuevo dardo conforme era disparada, quedando tensada, pero era menos eficaz ). Fue retrocediendo, internándose en el complejo, mientras intentaba razonar con su furibundo adversario. Le prometió la mitad del tesoro que guardaba en el mágico pene de bronce, e incluso le contó cómo sabía de su existencia.

Como es de suponer, la hechicera maligna también tenía un dispositivo de almacenaje, y a él le fascinó desde el primer instante aquel novedoso concepto. Quiso la casualidad de que fuera el primero que irrumpió en la sala donde había tenido lugar el brutal enfrentamiento entre su improvisada maestra y las otras dos hechiceras, viendo cómo Hepente introducía el cadáver de Darlane en su propio espacio de almacenaje antes de abandonar la estancia... lo que le permitió identificarlo como tal.

Cuando expiró el intervalo de amortiguación sobrenatural que desencadena el afelio sobre los deluyrei, comenzando éstos a huir del templo valiéndose de la teletransportación, los humanos, como ya sabemos, se organizaron por grupos para perseguirles. A él le habría gustado seguir a Hepente, pero le tocó ir a otro sitio: una vez acabó con la deluyrei tras la que había ido, regresó al templo. Los que habían salido tras la clérigo y la hechicera parecían haber tenido problemas, así que, cuando se organizó un grupo de apoyo, él también se ofreció voluntario, dispuesto a hacerse con el artefacto en cuestión.

Creyó enloquecer de miedo cuando se aproximó a los cuerpos de las enemigas, pues sus fantasmales y airadas voces irrumpieron con fuerza en su mente, pero su codicia le ayudó a sobreponerse, registrando a la maga: no bien halló el artefacto ( no le costó mucho, pues estaba en el mismo bolsillo donde creyó ver que se lo guardaba ), sus pensamientos quedaron libres de tan molesta intrusión, y a punto estuvo de proseguir con la rapiña, pero, dado que ya tenía lo que quería, decidió dejarlo pasar.

Entonces, salió al exterior. Cuando vio aquel inmenso tesoro, decidió que tenía que ser suyo, y usó el dispositivo de almacenaje para quitarse de en medio a los que lo custodiaban, por lo común atrayéndoles a sitios apartados por medio de engaños. Tanto la primera como la segunda expedición tendían un responsable de comunicaciones y uno de transporte, de modo que secuestró también a los cuatro. Ignoraba cómo eran los dispositivos teletransportadores ( no les había visto usarlos ), así que le fue imposible quitárselos, pero los otros, que había tenido ocasión de ver en funcionamiento, sí que pudo extraerlos del espacio de almacenaje.

A fin de que nadie se acercase por allí, se puso en contacto con el resto de las tropas y les dijo que la súcubo hechicera, antes de morir, había hecho un sortilegio que provocó que todo aquel que estuviese cerca de ella contrajese una especie de lepra que mataba en minutos y que se contagiaba por simple proximidad. Tras esto, demandó ayuda, diciendo que los artefactos teletransportadores se les habían estropeado. Tal y como supuso, le dijeron que se las arreglasen solos. Hecho aquello, machacó los dispositivos de comunicación con una piedra, seguro de que ya nadie podría interferir con sus planes... y así habría sido de no tropezarse con Rodrigo.

Éste le preguntó qué pretendía hacer con sus prisioneros, y él le confesó que aún no lo había decidido, aunque estaba barajando la posibilidad de devolverles al espacio normal a varias brazas del borde de un barranco bien profundo, a fin de que se despeñasen.

Aquello ya era el colmo: levantó la espada, dispuesto a noquearle por medio de un contundente golpe a distancia ( por la galería se acercaba gente, sin duda alertados por la contienda, y era más que probable que alguno de ellos recordase la maldita frase que desactivaba la redoma ), pero en ese preciso momento el artefacto explotó, lanzándoles a ambos al suelo la fuerte onda expansiva.

Aprovechando que a su adversario se le había caído el escudo, el traidor intentó meterle en el espacio de almacenaje una vez más, pero él usó a la desesperada su espada, cortándole por la cintura ( junto a buena parte de la pared de la galería sobre la que se había apoyado para incorporarse ). Mientras caía al suelo, seccionado en dos, sonó otra explosión, bastante más lejana, y ambos supieron que habían quedado encerrados, no siendo los únicos ( la otra redoma fue programada para estallar no bien detonase cualquiera de sus hermanas gemelas, motivo por el que nadie se quedó custodiándola: en su momento les pareció una idea excelente, pero pronto desearían no haber hecho caso al que se le ocurrió. De no tratarse de uno de los que fueron introducidos en el espacio de almacenaje, posiblemente le hubiesen linchado ).

Aquella distracción fue lo único que necesitó el traidor para desterrar a su verdugo al espacio de almacenaje, cosa que hizo con su último aliento.

- ¿ Cómo no os disteis cuenta de lo que estaba pasando ? - se extrañó Julián.

- La magia del consolador tiene la virtud de escudar la mente de su portador ante intrusiones telepáticas, y nosotras, una vez muertas, no estábamos en muy buena forma que digamos - le explicó Hepente.

- Cuando el tipo aquel metía a alguien en el espacio de almacenaje de nuestra hermana, dejábamos de percibir sus pensamientos, deduciendo, erróneamente, que habían sido asesinados a traición... cosa, me temo, nada inusual entre humanos, sobre todo si son gentuza como aquella - añadió Hedelia.

- ¿ Llegasteis a leer las mentes de los que custodiaban las redomas ? - les preguntó Óscar.

- Sí, pero sus pensamientos nos llegaban muy atenuados por culpa de la distancia, no pudiéndolos interpretar con claridad - repuso Sarigza - Antes de que lo preguntes, con Rodrigo nos pasó otro tanto de lo mismo.

- El esqueleto del que cogí el consolador de Hepente no estaba partido por la mitad, por lo que no podía ser el del traidor - cayó en la cuenta Óscar.

- Es evidente que se lo quitó alguien - dijo la aludida.

- Y así fue - les dijo Darlane, continuando con la explicación.

Dado que sólo el traidor sabía cómo funcionaba el falo mágico, habiendo muerto, todo parecía indicar que iban a quedarse encerrados allí dentro por siempre. ¿ O quizá no ? Tras hojear el tomo maestro de Hepente ( le habría gustado tener el suyo propio a mano, pero no podía ser ), Darlane dio con un hechizo que permitía imbuir conocimientos por medio de sueños, anotándolo junto a los otros.

El primero que entrase en contacto con el artefacto tendría un sueño en el que le sería explicado su funcionamiento, cosa que ocurriría la próxima vez que durmiese: llegado ese momento, el artefacto volvería a designar como receptor del sueño al siguiente que lo tocase, fuera o no la misma persona.

- Eso quiere decir que esta noche fui yo el único que lo tuvo - dijo Óscar.

- Así es - concedió la ángel - ¿ Qué te pareció ?

- Bastante preciso, al par que ameno. Lo de recomendar que se hiciese un vaciado completo, claro, era para que os sacasen de allí...

- Naturalmente.

- Me preguntó por qué nadie lo usó - dijo Hedelia.

- Quizá a quien lo encontró le mataron, y nadie se molestó en quitárselo - aventuró Sarigza.

- Se le habrían comido, y su esqueleto estaba intacto - dijo Óscar.

- No si ocurrió muy al principio - dijo Hepente - Para cuando comenzaron a comerse entre ellos, su cadáver podría haberse podrido lo suficiente como para descartarlo.

- Tales elucubraciones no conducen a nada - suspiró Hedelia, asqueada.

- Tienes mucha razón, hermana - le dijo Ciríe, y Darlane ( que estuvo a punto de decir algo al respecto, pero que finalmente optó por callarse ), prosiguió con su relato.

De nada serviría el anterior hechizo si nadie entraba en contacto con el mágico cipo, y la ángel hojeó de nuevo el tomo maestro de Hepente en busca de alguna solución. No tardó en dar con otro hechizo, uno que era capaz de dirigir sobre determinado objeto, a elegir, la atención de todo aquel que se encontrase cerca: ni que decir tiene, impregnó con su efecto el artefacto. Eso explicaba por qué Óscar, cuando estaba explorando el complejo subterráneo, sintió repetidas veces que se le estaba pasando algo por alto, persistiendo la sensación hasta que dio con el dispositivo de almacenaje.

Ocurriese lo que ocurriese, convenía prepararse para lo peor. Juntaron todas sus provisiones, que por fortuna no eran pocas ( el traidor les había quitado las armas, pero no las alforjas que llevaban ), y las pusieron sobre la bandeja mágica de Hepente, a fin de que no se deteriorasen.

- ¿ Cómo lo hicisteis ? - quiso saber Óscar - Ahí dentro no hay gravedad...

- La emulé por medio de un sencillo hechizo, atrayendo hacia la bandeja todo lo que estaba a menos de una nervadura de ella - le explicó Darlane.

- No noté nada raro en ella cuando la extraje ayer - dijo Hepente.

- Aún no contabas con un cuerpo propio, encontrándote dentro de Óscar - le recordó Sarigza - Eso tuvo que mermar tu percepción sobrenatural.

- Es más que probable - coincidió la ángel - Además, el hechizo deja de simular gravedad cuando la hay, de modo que tuvo que entrar en reposo cuando lo sacaste: de haber seguido activo, sin duda lo habrías detectado.

- Algo no me cuadra - dijo Julián - Si dos de los tipos que el traidor secuestró tenían chismes teletransportadores, ¿ por qué no los usasteis para salir de allí ?

- Porque no podían efectuar translaciones entre distintas dimensiones.

- ¿ No podrías haber hecho un hechizo para retornar al espacio normal, Darlane ? - le preguntó Óscar.

- ¿ Desde dentro de un espacio de almacenaje ? - se quejó ella - No sé de ninguno, es más, dudo que haya.

- Soy del mismo parecer - coincidió Hepente - El que jamás nadie haya ideado alguno no significa que sea imposible hacerlo, pero urdir un nuevo hechizo, y más de tal complejidad, no está al alcance de cualquiera.

- Me habría supuesto muchos días de intensos estudios, y aquel entorno no era el más adecuado para meditar - dijo la ángel - además, no olvidéis lo débil que me encontraba...

El hechizo por medio del cual se habrían de inducir sueños en quienes tocasen el artefacto demostró tener un inesperado efecto secundario ( consecuencia, quizá, de haberse ejecutado en otra dimensión ). Cuando aquel que lo tocó en primer lugar tuvo el sueño, Darlane experimentó una especie de retroalimentación, captando mucha información de su mente: todo parecía indicar que había enloquecido, por lo que probablemente aquello para él no fuese más que otra alucinación más... a la que, para su desespero, no prestó la menor atención. A menos que alguien le arrebatase el mágico falo de bronce, aquel pobre demente seguiría teniendo el sueño hasta que muriese, con el mismo resultado.

- ¿ Por qué no nos lo dijiste, en vez de dejar que elucubrásemos al respecto ? - le reprendió Hepente a Darlane.

- Se os veía tan animados especulando, que me dio pena interrumpiros - repuso ésta.

- Fue entonces cuando decidiste hacer el hechizo para alterar el paso del tiempo, ¿ verdad ? - le dijo Alicia.

- Eso es. La locura del portador del falo mágico de Hepente, además de agresivo, le hizo volverse irracionalmente precavido, escondiéndose de los demás, lo que disminuyó drásticamente las probabilidades de que alguien se lo quitase.

- Pero eso no descartaba que terminase deshaciéndose de él, o cuánto menos olvidándolo... - le interrumpió Hedelia.

- Imposible, veía al artefacto como una especie de amuleto ( y en cierto modo lo era, pues le mantenía aislado de vuestras emanaciones mentales ). Y, si él no nos sacaba del espacio de almacenaje, ninguno de los que estaban atrapados en el subterráneo lo haría. Pero no todo estaba perdido para nosotros. El monte bajo en que se encontraba el complejo se terminaría erosionando, y algún día uno de sus muchos túneles quedaría expuesto. Si alguien entraba, podría dar con el artefacto.

- Para eso harían falta miles de años - dijo Ciríe.

- Decenas de miles, en realidad - le corrigió Hedelia.

- Deberíamos habernos dado cuenta ayer mismo de lo que estaba pasando - se recriminó Hepente, tras una breve pausa.

- Pistas no nos faltaban - coincidió Sarigza.

- Si no hubiésemos tenido todos tantas ganas de joder, posiblemente no se nos hubiesen pasado por alto tan reveladores indicios - dijo Hepente.

- Soy del mismo parecer - dijo Ciríe - En fin, creo que podemos dar por finalizado el tema, así que es tu turno, Óscar

- Esta noche tuve cinco sueños inusuales, incluyendo el que el consolador proyectó en mi mente - comenzó él.

- De todos, ese es el que menos nos interesa - le dijo ella.

- En ese caso, empezaré precisamente por ese, a fin de dejar lo mejor para el final.

Tras narrarles el sueño fruto del hechizo de Darlane, les contó el que tenía como protagonistas las hermanas de Arturo, su esposa, Martínez y demás ( las deluyrei, así como la ángel, se abstuvieron de decirle cuán verosímil se les antojaba, pero Óscar notó que todas ellas daban por hecho que se cumpliría, de una u otra forma: era evidente que se fiaban de sus dones premonitorios más que él mismo, cosa que le halagó ). El siguiente fue aquel en el que se daba un paseo por el espacio de almacenaje de Hepente, aunque sin identificarlo como tal de momento.

- Así que Rodrigo me apuntaba con la ballesta... - suspiró Darlane cuando Óscar terminó.

- Sí, a mí también me extrañó.

- El hombre aún debe estar hecho un lío - dijo ella, pensativa - Mientras hacía el hechizo destinado a distorsionar el tiempo allí dentro, les hablé a todos de los auténticos dioses, poniendo especial énfasis en Afrodita y Khali: de ese modo, comprenderían la gravedad de sus actos. Rodrigo no podía creerse que ese tal Jesús, su padre, y el espíritu ese del que tanto hablaba y nada concretaba, no fueran si no una más de tantas engañifas con las que los humanos se someten entre ellos. Y el que yo, siendo una ángel ( de no verme las alas, no se lo habría creído ), fuera de piel oscura, le rompió todos los esquemas.

- Malditas sectas paganas, no hacen más que desquiciar a la gente - renegó Sarigza - Si las funda un tío que sea de piel clara, lo más probable es que todo aquel que la tenga oscura pase a ser un representante del mal: si es de piel oscura, los malos serán los blancos. Y, si no encuentran a alguien al que odiar en función de su pigmentación cutánea o rasgos, ya se inventarán alguna otra cosa: el caso es apiñarse todos contra un ficticio enemigo común.

- ¿ Los ángeles sois todos negros, Darlane ? - le preguntó Laura.

- Qué va, hay casi tanta variedad como entre los humanos, al menos en lo que respecta al color de la piel, aunque solemos ser bastante más altos, fornidos... y, modestia aparte, guapos.

- Eso no hace falta que lo jures, nena - le dijo la humana - Estás bien maciza, tienes un cacho polvo que no te tienes.

- Gracias - dijo ella, no muy segura de qué había querido decirle con eso pero casi convencida ( tanto por su telepatía como del creciente dominio del castellano, jerga incluida ), de que se trataba de un halago - Tú también eres preciosa.

- ¿ Podríamos dejar los piropos, por merecidos que sean, para más tarde ? - les dijo Óscar - Nos estabas hablando de Rodrigo, Darlane.

- Muy cierto. Veamos, ¿ por dónde iba ? Ah, sí: cuando le dije que uno de mis amantes más queridos había sido un demonio, y que rebosaba bondad ( siendo, por cierto, de piel muy clara ), el muy estúpido pensó que le estaba mintiendo. Hasta ese momento había sido uno de los pocos que hizo de pinche ( el hechizo, a diferencia de los anteriores, precisaba de un montón de ingredientes, así como de procesos pseudo alquímicos ), pero, no bien oyó aquello, se apartó de mí.

- ¿ Cómo te ayudaban ? - se interesó Esther - No tenían donde apoyarse para avanzar.

- Sí que tenían dónde apoyarse, ¿ o caso has olvidado el aire que nos rodeaba ?

- Me lo imaginaba - dijo Hedelia - Supongo que les bastaba con mover brazos y piernas para avanzar, aunque no creo que lo hiciesen con demasiada soltura.

- Desde luego que no, volaban peor que pavos asados ( y al licor: así, además de muertos y tullidos, estarían de paso borrachos ), pero era mejor que nada - bromeó Darlane.

- ¿ Se había inventado ya la ballesta ? - se interesó inesperadamente Óscar, cuando las risas decayeron - Me da la sensación de que es algo posterior.

- No tengo constancia de que hubiera ballestas por aquel entonces, y eso que medios para fabricarlas ya había - repuso Hedelia - pero recuerda que era importada, y en los mundos de la magia siempre estuvieron más avanzados que en la Tierra.

- ¿ Habéis pensado ya qué hacer con todos esos tipos ? - les preguntó Alicia.

- No, pero no corre prisa - dijo Darlane - Por mucho que nos demoremos en tomar una decisión, para ellos sólo habrá transcurrido un instante.

- ¿ Qué nos decís de Rodrigo ?

- Oh, a él es probable que le saquemos antes, aunque sólo sea para aclarar de una vez sus ideas - dijo Sarigza.

- Le costará adaptarse a esta era, qué duda cabe, y lo mismo ha de aplicarse a los otros, pero de todo ello ya hablaremos en otra ocasión - terció Ciríe, volviéndose a Óscar y diciéndole - Anda, continúa contándonos tus sueños, que aún te quedan dos...

Óscar les narró su futura lucha con la matriarca neharai: cuando supieron de su victoria, todas se relajaron bastante. Entonces, les contó el restante sueño. Nadie le cortó ni una sola vez, todos estaban demasiado impresionados como para intervenir.

- Todo parece indicar que Óscar vencerá a la matriarca oscura, pero no estaría de más tomar algunas medidas para protegernos de ella - dijo Ciríe.

- Estoy completamente de acuerdo - coincidió Hepente, teletransportándose a su cuarto a fin de coger sus libros de magia más importantes ( entre ellos, claro, su tomo maestro ).

Darlane cogió su chaleco y metió la mano en uno de sus bolsillos, extrayendo su dispositivo de almacenaje. La dorada araña, que estaba hecha un ovillo, se asió al índice de su mano izquierda, tomando forma de anillo antes de quedar estática, y con él apuntó a una de las colchonetas, donde aparecieron varios libros.

- ¿ Qué estáis tramando ? - quiso saber Esther.

- Vamos a defender esta casa con un hechizo - le dijo Hepente, que acababa de regresar con varios libros - nuestra presencia, e incluso la de Óscar, os pone en peligro a ti y a tus hermanas, sin olvidarse de Laura. Haremos lo que esté en nuestras manos para convertir vuestra morada en un lugar seguro.

- No os pongáis en el suelo - se apresuró a decirles Alicia, señalando la mesa más amplia del salón - En esa mesa estaréis más cómodas.

- Gracias - le dijo Darlane, dirigiéndose allí con sus libros. Antes de sentarse, repasó con una especulativa mirada la silla que le acercó Laura, decidiendo que podría soportar su peso.

- Me temo que vamos a tener que comprar algunos muebles nuevos - dijo Alicia, tras averiguar a que se había debido el breve titubeo de la ángel - Contigo y con Óscar en casa, las sillas no van a durar demasiado. Antes, nos dijiste que los ángeles acostumbráis a ser más altos que los humanos: ¿ acaso son todos tan enormes como tú ?

- Bueno, he conocido a algunos que me sacaban más de un palmo, aunque por lo común son más bajos que yo. En mi familia somos todos relativamente altos, y yo estoy algo más desarrollada que los demás - mientras decía aquello, dirigió una breve mirada a Ciríe que, de nuevo, sólo Óscar supo interpretar.

- ¿ Os llevará mucho rato encontrar el hechizo apropiado ? - quiso saber Sarigza.

- No creo.

- Para amenizar la espera, ¿ qué tal si te tomas ya tu desayuno, papá ? - le dijo Laura a Óscar, acercándose a él entre contoneos.

- Tú aún no te has terminado el tuyo - le recordó él, señalando al vaso donde se había derramado, olvidado desde que Hepente retornó a Darlane al espacio normal.

- Enseguida lo remedio - le dijo ella, cogiendo el vaso y metiendo un par de dedos en él, removiendo con parsimonia su contenido. Entonces, se los llevó a la boca, limpiándolos a base de breves y traviesos lametones, sin apartar la mirada de su padre. Pronto los succionaba con fruición, entrecerrando los ojos y ronroneando con cara de hembra en celo.

- No seas egoísta y dame un poco - le regañó Alicia, acercándose a ella.

Laura volvió a impregnar dos dedos con el esperma de su padre y se los tendió a su madre, que los lamió con fingida reticencia... para a continuación metérselos en la boca hasta los nudillos, saboreándolos con ansia. Esther se les acercó, juguetona, y hundió cuatro dedos, dos de cada mano ( Laura aún sujetaba el vaso ), ofreciendo a ambas. Ninguna se hizo de rogar. Al poco, las tres se estaban besando, dando pequeños sorbos y compartiéndolo uniendo sus bocas. Algunas gotas se cayeron casualmente del vaso, yendo a parar a sus cuellos, pechos y abdomen, y, claro, no les quedó más remedio que limpiarse mutuamente con la lengua.

- Tu lefa está que se sale incluso fría - le dijo Laura a su padre, finalizado ya su festín.

- Sí, ya veo que os gusta - rió él.

- Ciríe nos contó lo que hicisteis con aquellos vasos de plástico, los de la pajita - le dijo Esther.

- Y la idea os entusiasmó - comprendió él.

- Puedes jurarlo - le aseguró Alicia - ¿ No podrías llenarnos un termo con esperma, otro con leche y otro con pis ? Cada vez que saliésemos a la calle, o cuando tuviésemos visita, podríamos beber de ellos delante de todo el mundo.

- Eres una viciosa, querida esposa - le dijo acarameladamente él.

- Y tú, papá, una máquina de hacer leche - le dijo Laura.

- Hablando de leche, hija, se me acaba de ocurrir un juego muy divertido - le dijo Óscar - Reconozco que me he inspirado en el sabroso desayuno que me habéis preparado, pero confío en que no me lo tengáis en cuenta.

- Cuenta, cuenta... - le animó jocosamente ella.

- Ya sé lo poco que te gusta tener que madrugar para ir al colegio, pero un día de éstos te levantarás una hora antes. Al igual que la mayoría de la gente, lo primero que sueles hacer es ir al cuarto de baño para echar un pis: pues bien, ese día te saltarás ese trámite, yendo directamente a la habitación de tus padres para darles los buenos días, cosa que harás de una forma muy especial.

- ¿ Quizá haciéndoos a los dos un estupendo pajote, mientras restriego mi coño contra vuestros pies ? - propuso ella, comenzando a masturbarse.

- Dejaremos eso para otro día - rió él, añadiendo, ya serio - No, tesoro, lo que harás será subirte a la cama, poniéndonos tu apetecible trasero en la cara, primero a tu mamá y luego a mí, y orinándonos encima mientras los dos aprovecharemos para comerte un poquito el ojal, dándote afectuosas nalgadas que sin duda contribuirán a que te despiertes del todo.

- ¿ Qué más ? - le preguntó su hija, suspirando.

- Te pondremos un enema, para dejar bien limpias tus tripas, y nos divertiremos hasta que te haga efecto - continuó Óscar - Llegado el momento, harás caca delante de tu papá y de tu mamá, que te limpiarán en persona el culito ( ya que tanta ilusión te hace, usaremos papel blanco ). Entonces, aumentaré el calibre de mis cojones y te daré por delante y por detrás, inundándote de esperma: no conforme con ello, manifestaré pechos y me los ordeñaré en tu coño y en tu ojal, a fin de añadir más leche, aunque de teta. En cuanto a tu mamá, le comerás la rajita como sólo una puta de tu calibre sabe hacer, fomentando la secreción de su delicioso néctar vaginal, que también verteremos dentro de ti. Cuando ya estés bien rellena, te meteremos un estupendo vibrador en cada orificio, poniéndote unas de vuestras bragas de látex, de esas que tienen argollas para asegurar por medio de un par de pequeños candados. De ese modo, no se te escaparán nuestros jugos del amor ( menos aún los consoladores ).

- ¿ Acaso ya le has hablado a Óscar del cáliz de la lascivia ? - le preguntó Hedelia a Ciríe.

- Qué va, aunque sí que le hablé de cosechar esperma y flujos vaginales en nuestros orificios para su posterior consumo...

- ¿ De qué habláis ? - quiso saber Óscar.

- El cáliz de la lascivia es uno de nuestros juegos favoritos - les explicó Sarigza - Ya os hablaremos de él, estoy segura de que os encantará: ahora, será mejor sigas contándole a Laura tu linda fantasía.

- Sigue, padre - le apremió la aludida, manoseándose con cada vez más energía la raja ( eso sí, a fin de no desperdiciar el desayuno de su padre, procuró no separar los muslos, centrándose principalmente en su alborotado clítoris ).

- ¿ Acaso te parece poco, cacho puerca ? - le regañó con afecto él - Estarás todo el día con un par de consoladores clavados, cuyas baterías me aseguraré de cargar al máximo, sabiéndote llena de los ricos jugos de tus padres, y sin poder orinar. ¿ Cuántos orgasmos tendrás en tales circunstancias, mi adorada niña ?

- Uf, a porrillos... - suspiró Laura, temblando de excitación.

- Ni que decir tiene, ese día llevarás gafas de sol todo el rato, tal y como haces cuando decides ir a clase con algún juguetito en la entrepierna: de ese modo, nadie te verá los ojos, no teniendo necesidad de esforzarte demasiado en disimular cuando te corres.

- Qué envidia, yo también quiero - dijo Alicia, acariciándose también ( al igual que el resto de los presentes, excluyendo a Darlane y a Hepente ).

- Para ti también habrá, nena - le prometió Óscar - Tengo que ir de compras, pues he de hacerme con ropa: ¿ te imaginas ir de tienda en tienda con dos consoladores clavados, llena de mi leche, y sin poder hacer pipí hasta que yo te autorice ? Por descontado, cada vez que entremos en un probador me harás como mínimo una paja, cada vez con una parte de tu cuerpo. Oh, e irás vestida como una puta, para deleite tanto nuestro como de todos aquellos con los que nos crucemos.

- ¡ Oye, yo también me apunto a eso ! - exclamó Laura - En cuanto a lo de antes, papá...

- Tranquila, llevarás una copia de las llaves de los dos candados, nunca se sabe qué puede pasar. Ese día, beberás bastante agua, y también zumos, por lo que, cuando llegues a casa, echarás un pis interminable... y lo harás sobre tus padres, limpiándoles luego con la lengua.

- Se me acaba de ocurrir que, antes de eso, podría hacernos un buen beso negro a los dos, manoseándonos el sexo a conciencia - improvisó Alicia.

- Excelente sugerencia - le felicitó Óscar, volviéndose a Laura y diciéndole - Sólo te dejaremos mear cuando nos hayas hecho un buen trabajo a los dos ( a menos que ya no puedas más, claro, pues no es plan de que te dé algo ). Una vez que te hayas desahogado, te pondrás en cuclillas, con el trasero sobre un plato, y apretarás a fin de evacuar el contenido de tu vagina y de tu recto, que te tomarás a modo de merienda, con una cucharilla, ante la atenta mirada de tu familia. Piénsalo, hija: durante todo el día llevarás dentro de ti las secreciones íntimas de tus padres, sabiendo de antemano qué harás con ellas al llegar a casa.

- ¡ Sí, sí ! - gritó ella, corriéndose. Se le aflojó el esfínter anal, amenazando con salírsele lo que tras él guardaba, pero las sobrinas de Ciríe evitaron el derrame por medio de su poder sobre los líquidos. Cuando se repuso, le dijo a Óscar, entre jadeos - Joder, papá, dime que me lo harás el lunes...

- Sólo si no tienes ningún examen o práctica: el día que juguemos a eso, no creo que puedas rendir muy bien. Algo me dice que tendrás la mente en otra parte.

- Más concretamente, en mis partes - bromeó ella - Supongo que tendré que limpiar con la lengua los consoladores...

- Mamá y yo te ayudaremos, cielo. Oh, y te pondré un vibrador en cada uno de tus pezones, de esos chiquitines que a veces también os ponéis contra el clítoris.

- ¿ Cómo los mantendrás en su sitio ? ¿ Con uno de esos sujetadores que mamá me adaptó ?

- No. Esa misma mañana te taladraré los pezones, y te los anillaré para sujetar los vibradores, tal y como tu madre ha hecho con muchas de sus sumisas... y algún que otro sumiso.

- No creas que la idea no me seduce, pero también me da un poco de grima.

- Tranquila, disolveré una lágrima cargada de poder anestésico en un vaso lleno de agua, para rebajar su eficacia, y te pondré algunas gotas en cada pezón. Me aseguraré de que no se te duerman del todo, quiero que te duelan un poco: ya verás que pupa más rica te hace tu papá.

- Mm, creo que me has convencido - le dijo ella, pellizcándose con expresión risueña los pezones - Además, los agujeros que me hagas se me cerrarán al poco de beber tu leche, como me pasó con el del ombligo y los de las orejas. Oh, y eso me recuerda que me debes, mm... digamos que seiscientos euros.

- ¿ Se puede saber en concepto de qué ?

- Como compensación por las molestias derivadas de cerrárseme esos agujeros: si quiero volver a ponerme pendientes, o el aro del ombligo, tendré que hacérmelos de nuevo. Y no olvides el tatuaje de la rosa.

- Seiscientos euros me parece mucho dinero por tan poca cosa. Dime la verdad, ¿ cuánto te costó ?

- Está bien, reconozco que me salió gratis, pues me los hizo una de las sumisas de mamá. Pensé que a lo mejor colaba...

- ¿ No te da vergüenza, intentar estafar a tu papá ?

- Tonto, ni se me habría ocurrido, pudiendo leerme el pensamiento - rió ella - sólo bromeaba.

- ¿ Le conozco ? - se interesó él - Me refiero a la sumisa en cuestión.

- Desde luego, es esa peluquera que de vez en cuando se pasa por casa - repuso Alicia por su hija - Además de peinarnos y cortarnos el pelo, alisárnoslo o incluso teñírnoslo ( cosa que, como ya sabes, no hacemos más que muy ocasionalmente ), también nos depila, nos pinta las uñas, y nos hace la pedicura y la manicura ( no siempre nos encargamos nosotras mismas de esas cosas ). También nos da masajes, habiendo llegado a bañarnos.

- Nunca se me habría ocurrido que, además, hiciese tatuajes - dijo Óscar, cruzando la mirada con Darlane, a la que aquel giro de la conversación, a despecho de lo concentrada que estaba, había logrado atraer su atención momentáneamente: Hepente, que estaba sentada frente a ella, posó los pies en su sexo, a través de sus bragas, y ella, captando la indirecta, volvió a centrarse en la búsqueda del hechizo más apropiado para proteger el chalé, parcela incluida.

- No tiene licencia, aprendió por sí misma, pero se le da muy bien.

- No sé si me gusta la idea de que una tía sin cualificación haya estado trasteando con la hermosa piel de nuestra hija.

- No te preocupes, extremó las precauciones - le aseguró Laura, sintiendo un escalofrío de satisfacción al oír aquel piropo, al que tan acostumbrada estaba por parte de la polifacética y sumisa estilista, de labios de su padre.

- ¿ Le compartiréis también conmigo ? - quiso saber Óscar.

- ¿ Acaso no te prometimos compartir a todas nuestras sumisas ? - le regañó Alicia - ¡ Claro que sí, bobo !

- ¿ Se puede saber qué estás haciendo, hermanita ? - le preguntó Ciríe a Hepente, que seguía restregando sus pies contra el sexo de Darlane, para fastidio de ésta ( no es que no le gustase, de hecho lo adoraba, pero así le era imposible concentrarse, y además no olvidemos su voto de castidad: si se corría, echaría a perder un montón de días de autoimpuesta abstinencia sexual. Lo que inicialmente había sido una simple llamada al orden, se había convertido en un acoso de lo más molesto ).

- Estimulando el coño de mi preciosa colega, naturalmente - repuso Hepente.

- Pues para ya, que Darlane se siente molesta - le dijo Óscar.

- Perdóname, nena, no me había dado cuenta - se disculpó Hepente no bien detectó, por sí misma, el creciente malestar de la ángel.

- Eres muy mala, Hepente - le regañó Ciríe - como castigo, tu reina te ordena que ofrezcas tu polla a Darlane como reposapiés. Ni que decir tiene, te prohibo que te corras en ellos.

- Estimada colega, ¿ deseas descansar tus pies en mi sexo ? - le preguntó Hepente a la ángel, tras sonreír a su hermana.

- ¿ Tal que así ? - le preguntó ella, posando el pie izquierdo en el miembro de la deluyrei, sin olvidarse de presionar sus genitales ( podría haber usado los dos, pero con aquel ya se bastaba para taparle todo el sexo, pese a lo enorme que lo tenía: además, así le era más cómodo ).

- Mm, sí... - suspiró Hepente - Lástima que tengas puestas esas medias, me gustaría sentir el tacto de tus pies sobre mi tranca.

- Tranquila, todo llegará - le prometió Darlane, y ahora fue ella quien sonrió a Ciríe.

- Bien, quiero mi desayuno - anunció Óscar, tumbándose boca arriba en una de las colchonetas ( en cuanto a las hechiceras, volvieron a concentrarse en la búsqueda, pese a lo que estaban haciendo bajo la mesa ).

- ¿ Por cuál vas a empezar, papá ?

- Me encargaré primero de tu madre, así que acércate, que quiero que veas cómo le devoro.

- ¿ Que te parece si, mientras, me clavo tu polla en el culito ? - le dijo Ciríe, azuzándosela con un pie ( se ve que no quería ser menos que Darlane ).

- Hazlo, nena.

- ¡ No es justo, nosotras también queremos ! - se quejaron las sobrinas y hermanas de Ciríe ( a excepción de Hepente, que había logrado abstraerse hasta cierto punto de lo que ocurría ).

- Tened por seguro que vuestros culos también los cataré. Además, recordad que habéis llenado el de mi mujer y el de mi hija con vuestra leche: ¿ no os gustaría que yo llenase el de vuestra reina con la mía, para así poder libar de él ?

- ¡ Sí ! - contestaron todas, alborozadas.

- Anda, ínflate un poco más eso - le dijo a Óscar, melosa, Ciríe, señalando su virilidad - Tras el estirón de esta noche, mi culito se ha vuelto aún más glotón que antes.

- ¿ Valdrá así ? - le preguntó él, expandiendo su tranca hasta que alcanzó cuarenta centímetros de longitud y quince de diámetro.

- No seas animal, si me meto eso me destrozaré - le reprendió ella, añadiendo maliciosa - Aunque, si lo que quieres es reventarme un poco... ¿ quién soy yo para negarnos ese placer ?

- Quizá en otra ocasión - le dijo él, reduciendo las dimensiones de su imponente mástil hasta que Ciríe le dio su aprobación ( en compensación, expandió sus genitales, y no poco, poniéndoselos como cocos ).

- Así está perfecto - le aseguró ella, empezando a arrodillarse, moviendo las caderas. Se había llevado las manos a la nuca, sacando pecho ( sus senos se veían ciertamente apetecibles, más tarde los cataría ), y sus masivos genitales se bamboleaban con gracia ( su miembro también lo hacía, pero no tan descaradamente, pues estaba muy tieso ).

No tardó en encajar la porra de Óscar, descansando los testículos contra su pubis. Alicia plantó sus pies a ambos lados de la cabeza de su marido, imitando a Ciríe. Cuando su apetecible entrepierna entró en contacto con el rostro de Óscar, éste le dijo:

- Quiero que le comas la polla a Ciríe mientras yo te como a ti.

- No creas que no me apetece, pero, si se mueve, no me será nada fácil.

- Descuida, ordeñaré a tu marido usando la musculatura de mi recto...

Alicia dio un gritito cuando Óscar comenzó a devorar su sexo, restregando la nariz contra su ojal. Pese al placer que estaba sintiendo, se esforzó en mamarle la polla a Ciríe, que empezó a trabajarse la de Óscar con su acostumbrada habilidad, para gozo de ambos. Al principio, la humana usó sus manos para encargarse de la tranca de Ciríe, pero Óscar se las agarró y las llevó a su trasero. Ella, comprendiendo que quería que se bastase con la boca, las dejó allí. Aprovechó para separarse las nalgas, facilitando aún más si cabe a su marido el acceso a su entrepierna.

Con una de sus manos, Óscar repartía caricias por buena parte del cuerpo de su mujer: cintura, espalda, muslos, pantorrillas, cuello... con la otra, hurgaba su sexo y su ano, todo ello sin dejar de comerle, y pronto Alicia empezó a mover las caderas, intentando desencadenar su primer orgasmo frotando la entrepierna contra el rostro de Óscar, que se dejó hacer. A todo esto, Laura se había empezado a masturbar, pero su padre le agarró la mano con la que se estaba hurgando y le dijo ( vibratoriamente, pues tenía la lengua muy ocupada ):

- No me importa que te toques, así estarás aun más jugosa, pero te prohibo que te corras. Quiero enloquecerte de gusto, cacho puta, tal y como estoy haciendo con tu madre.

- ¡ Hazle caso, hija ! - le recomendó Alicia, entre gemidos - ¡ Estoy en el nirvana, no veas que bien me está comiendo el cabrón de tu padre !

- No hables tanto y sigue tomándote tu biberón - le dijo Ciríe, agarrándole del pelo y hundiendo nuevamente su rabo en la boca de la humana.

La lengua de Óscar entraba y salía sin parar, cambiando de orificio con una facilidad pasmosa ( en más de una ocasión la plegó dentro de uno de ellos, asomando la punta para encargarse también del otro ). Si a eso se le sumaban las caricias que le estaba prodigando, no es de extrañar que Alicia pronto se corriese, por delante y por detrás ( su marido y la deluyrei, claro, enseguida le siguieron ). Óscar aminoró sensiblemente el ritmo de sus lametones, dándole ocasión a Alicia de recuperarse: no mucho después, su lengua volvió a desbocarse, para alborozo de su lúbrica ( y magníficamente aderezada ), mujer.

Cuando cada uno se corrió dos veces, Óscar dio por concluido su primer plato, y demandó el segundo. Alicia se levantó, aún agitada, poniéndose a reír cuando vio la cara de su marido.

- ¡ Parece que te hayan estampado una tarta en los morros !

- Puede, pero yo no soy el único que tiene la cara adornada con lefa - le dijo él - Te la has embadurnado a propósito con las corridas de Ciríe, ¿ verdad ?

- Por supuesto, de lo contrario no podría darme el gusto de hacer esto delante tuya - repuso ella, relamiéndose con impudicia a fin de apurar parte de la corrida.

- ¿ Te gustaría que nos limpiemos mutuamente a lametones, como si fuésemos gatitos ? - le propuso él.

- Gatitos cachondos y guarros - matizó ella, entre risas, tumbándose nuevamente sobre el, aunque ahora de espaldas a Ciríe.

Óscar tenía la boca entreabierta, y Alicia se percató de que, en ella, aún tenía esperma: sólo entonces comprendió que le había estado hablando vibratoriamente, aunque moviendo la boca para disimularlo. Unieron sus labios y sus lenguas se retorcieron, felices y juguetonas, dentro de sus bocas. Cuando ya no quedaba nada por tragar, se separaron, empezando a recorrerse con la lengua sus respectivas caras.

- Hoy tenías el culito muy limpio - le susurró él, sin dejar de lamerle.

- Esta mañana le pedí a Laura que me hiciese una lavativa, y luego se la hice yo a ella.

- Queríais estar tan limpias como fuese posible, para disfrute de vuestro macho, ¿ no es eso ?

- Eso es.

- Agradezco el detalle, pero, ¿ no podríais haber dejado que fuese yo quien os administrase los enemas ?

- Aún estabas dormido.

- Lo sé, esposa, pero privarme de tan grata diversión no puede quedar sin castigo - le dijo con afecto él, palmeando sus nalgas ( para entonces, ya habían terminado de apurar los sabrosos jugos que había en sus rostros ).

- No seas bruto, que me vas a dejar moretones - se quejó ella, gimiendo de excitación ( y también de dolor, pues la verdad es que Óscar le hizo un poco de daño, aunque no le golpeó tan fuerte como para dejarle marcas... o, al menos, no duraderas ).

Alicia enseguida se levantó de Óscar, mirándole con fingido enojo mientras se restregaba el trasero, algo enrojecido. Su intención era simular que le había hecho auténtico daño, pero le fue imposible contener la risa.

- Ahora me toca a mí, papá - dijo Laura, impaciente, haciendo ademán de sentarse sobre el rostro de su padre.

- Espera, quiero que te vayas agachando con sensualidad, tal y como hizo antes la grandísima cerda de tu mamá - le advirtió Óscar.

- No nos has dicho qué te ha parecido nuestro rico zumo de polla - se quejó Hedelia, haciendo un mohín de reproche.

- Está delicioso, no veo la hora de ordeñarlo en persona - le aseguró él, y no mentía. Entonces, mirando pícaro a Alicia, añadió - Oh, y he disfrutado mucho tomándomelo de tan lindos y jugosos recipientes.

- Papá, no te distraigas, que voy a comenzar la función - le regañó Laura, ya en posición.

- Mm, menudas vistas tengo, puerca - le dijo él, palmeándole las pantorrillas - ¿ Qué tal si te hurgas ahí abajo un ratito, antes de sentarte ?

- Si lo hago, podría escurrírseme la lefa.

- Mejor. Venga, haz puntería en la cara de tu papá, será divertido.

Laura comenzó a menearse, estimulando con varios dedos sus orificios. Apetecibles regueros de semen deluyrei se deslizaron por sus magníficas piernas, pero nunca llegaron a la colchoneta, pues su padre, que extendió la lengua, se los lamía conforme descendían. Algunos grumos cayeron en su cara, y Óscar también los lamía, procurando que su hija lo viese. Como era de esperar, ésta al poco le dijo:

- Por lo que más quieras, papá, deja que me siente de una vez en tu cara.

- ¿ Estás segura ? Esto es también muy entretenido, cariño - le dijo él, lamiéndole una gota que le había caído junto sobre los dedos del pie.

- Por favor... - gimió ella.

- Anta, hija, siéntate ya.

- Toma culo, papá - le dijo ella, dejándose caer ( o poco menos ).

- Oye, bruta, ten más cuidado - le regañó él - Si hubiese sido aún humano, me habrías podido romper el cuello.

- Si he sido tan brusca es precisamente porque sé que no te iba a hacer daño - se excusó ella - Por ello, y por...

- Lo mucho que necesitabas que te hiciese esto - le cortó él, comenzando a lamerle.

- ¡ Así, así ! - gritó ella.

- ¿ No se te está olvidando algo, nena ? - le dijo Ciríe.

- Trae para acá ese pedazo de tranca, zorra, que hacer tanto ejercicio me ha dado hambre - bromeó Laura, asiendo el pene de Ciríe y empezando a lamerlo ( por el momento, aún no lo engulló ).

- No uses las manos, hija, póntelas en el culo, como hizo tu mamá.

- ¿ Qué te parece el panorama, papá ? - le preguntó ella, separándose los glúteos tras posar en ellos las manos.

- Magnífico. Mm, qué bien te abres, no me extraña que tú también puedas encajar dos pollas sin dolor, tanto por delante como por detrás.

- Anda, papá, déjate de charla y devórame.

- Muy bien, pero antes me daré el gusto de dirigir la polla de Ciríe a tu boca - le dijo él - di "ah", que tu papá te va a dar un caramelo...

Laura dejó que su padre le metiese el pene de Ciríe en la boca, comenzando a trabajárselo. Repitieron paso a paso lo que habían hecho con Alicia. Cuando terminaron, Laura se giró y le dio un prolongado beso ( no sólo se había rebozado la cara con el esperma de Ciríe, también había retenido parte de su última corrida en la boca, todo un detalle que Óscar agradeció ), diciéndole:

- Qué gustazo me has dado, tiarrón. Espero que más tarde me dejes devolverte el favor...

- Claro, mi niña, pero tendrás que pedir la vez, que las demás también quieren comerme el culo.

- Vaya, será cuestión de ponerse a la cola - bromeó ella - En fin, ¿ qué hay de mi castigo ? Recuerda que soy cómplice de mamá, habiendo cometido el mismo crimen, y a ella le has dado unos buenos azotes...

- ¿ Estás segura de querer que tu papá te caliente un poquito el trasero ? - le preguntó, acariciando sus glúteos.

- Por completo. Venga, atízame mientras nos limpiamos la cara.

Óscar azotó a su hija mientras se lamían mutuamente. Cuando acabaron, le dijo:

- Veo que te ha gustado que tu padre te zurre...

- Mm, sí. Ha sido muy estimulante, aunque si me hubieses pegado aunque fuese tan sólo una pizca más fuerte, creo que me habría arrepentido de pedírtelo.

- Me aseguré de no excederme - le dijo él, amasando fraternalmente sus nalgas, tras lo que introdujo cuatro dedos en cada uno de sus dos orificios, abriéndoselos.

- ¿ Qué se supone que haces, papá ? - rió ella, restregando sus pechos contra el viril torso de su padre.

- Le muestro tus hermosos agujeritos a Ciríe, para que elija por cuál te quiere penetrar. Espero que no te importe que te entregue a ella...

- Claro que no, tonto. Además, Ciríe es una amante excepcional, al igual que sus hermanas y sobrinas. Joder con ella es siempre un placer.

- Gracias nena - le dijo ella, reclinándose sobre su espalda, de modo que su miembro quedó contra sus nalgas - ¿ Por dónde deseas recibir mi tranca, cariño ?

- Lo dejo a tu elección, preciosa - repuso acarameladamente Laura, frotando su trasero contra el baboso y ardiente pene de Ciríe - Tómame por donde se te antoje, nena, soy toda tuya.

- Difícil elección - le dijo la deluyrei, incorporándose y repasando su falo contra la entrepierna de Laura, en cuyos anhelantes orificios hundía alternativamente parte del glande.

- Dada la postura, yo me decantaría por este lindo agujerito de aquí - le dijo Óscar a Ciríe, abriendo todavía más el suculento ojal de su hija - Además, el que le des por culo no le impediría gozar también por delante, bastaría con que restregase su raja contra mi abdomen y tus cojones.

- Me has convencido - dijo Ciríe, clavando su estaca de un único empujón en el recto de Laura, que gimió de gusto.

- ¿ No vas a sacarme los dedos, papá ?

- No, hija, quiero darme el gusto de sentir cómo el rabo de Ciríe te penetra.

- Ciríe podría lastimarse la polla contra sus uñas.

- Las tengo muy cortas, y además recuerda que ella es mucho más resistente que un humano. Descuida, no se hará ningún daño.

- En ese caso, adelante, chicos. Me encanta probar cosas nuevas...

- Pues, mira por dónde, se me acaba de ocurrir otra.

- ¿ El qué ? - le preguntó ella, entre jadeos ( Ciríe había empezado a bombear ).

- Tu tía Esther está llena de lefa, pues Ciríe y Julián se han corrido en ella un montón de veces. ¿ Qué te parece si yo le limpio el culito y tú el coño ?

- Me encantaría, aunque no sé qué tiene eso de novedoso...

- Enseguida lo verás - le dijo él, dirigiéndose acto seguido a Esther - Vamos, cuñada, siéntate en mi cara.

- Te advierto que yo, a diferencia de mi hermana y mi sobrina, no me he hecho una lavativa. Cierto que he hecho del vientre, como casi todas las mañanas, y eso me debe haber vaciado bastante, pero...

- No te enrolles, cuñada, y dame tu culo - le cortó Óscar, mirándole con lujuria - Lo quiero ahora.

- Aquí lo tienes, tesoro - le dijo ella, acomodándose sobre su rostro mirando hacia Laura - Mi culo es tuyo, disfrútalo.

- Te vas a enterar, puerca, vamos a hacerte gritar de placer - le prometió Laura a su tía, comenzando a lamerle el clítoris.

- Espera, hija, no te cebes que aún queda por ultimar un detalle.

- ¿ De qué se trata ? - le preguntó Esther, llevándose las manos al trasero a fin de separarse los glúteos.

- Voy a hacerte invisible por debajo de tus pechos - le anunció él - De ese modo, Laura y yo podremos sostener la mirada mientras te devoramos, espectáculo del que tú también disfrutarás.

- Buena idea, pero, si no te importa, deja visibles mis piernas por debajo de las rodillas, pues quiero saber dónde las tengo.

- Eso está hecho, cuñada - le dijo él, desvaneciéndole desde las rodillas hasta sus pechos.

- Coño, se le ve por dentro - dijo Laura, mirando hacia arriba - Da un poco de grima, parece que le han cortado por la mitad.

- Sabes que no es así, cielo...

- Eso de ahí que se mueve, ¿ no es su corazón ? - le preguntó Julián, señalando al interior de su hermana.

- Exacto. Voy a aislarlo del resto, para que podamos verlo con claridad.

- La leche, ahora parece que lo tengo al aire - dijo Esther, muy impresionada.

- Nos daremos el gusto de ver cómo tu corazón se desboca conforme te vas excitando, cuñada - le dijo Óscar - Y eso no es todo: voy a hacer visible el contenido de tus tripas, así como el de tu vagina. De ese modo, todos podremos distinguir a la perfección ambas cavidades.

- ¡ Hala, qué de lefa ! - exclamó alborozada Laura no bien su padre la hizo visible. Pese a lo mucho que empañaba su visión, no les impedía verse mutuamente.

- ¡ Venga, hija, a comer, que tu tía se nos va a enfriar ! - le apremió inesperadamente Óscar, comenzando a retorcer su lengua en el recto de Esther, que profirió un desgarrador aullido de placer.

- Toma lengua, tía - le dijo Laura, imitando a su padre.

A la joven humana le encantó ver cómo la lengua de Óscar serpenteaba, aparentemente en el aire aunque rodeada de esperma... y, cuando la expandía lo suficiente ( cosa que no hizo demasiado a menudo ), también de heces. Saberse vista por su padre tampoco tenía precio, y disfrutaba mucho de las arremetidas de Ciríe, con cuyos genitales se había estado restregando, cada vez con más energía, desde que empezaron a comerse a Esther.

Sostenían la mirada tanto como podían, aunque Laura de vez en cuando alzaba la vista, constatando, orgullosa, cómo el ritmo cardiaco de su tía se iba acelerando. Fue muy de su agrado sentir los dedos de su padre en su sexo y ojal, máxime teniendo en cuenta que a menudo los retorcía: sus caricias, combinadas con el contundente bombeo de la poderosa verga de Ciríe, le estaban haciendo perder la razón.

Su padre le sonreía con picardía, y ella de vez en cuando le devolvía la sonrisa. Había puesto sus manos en las invisibles caderas de Esther ( la cual aún tenía las suyas en sus asimismo invisibles nalgas ), y se preguntó si no podría hacer algo, lo que fuese, para estimular a su padre.

Óscar, al tanto de sus intenciones, le aseguró vibratoriamente que no era necesario, y ella las mantuvo allí. Sin embargo, él no se privaría de incrementar la estimulación de su hija, de modo que manifestó senos ( en esta ocasión no muy grandes ), en los cuales a su vez materializó bocas, engullendo con cada una de ellas uno de los pechos de su hija. Ni que decir tiene, comenzó a succionarlos con fruición, mordisqueándolos a menudo.

Hasta el momento, Óscar había tenido los pulgares hacia arriba, usando el dedo índice y el corazón para hurgar el ano de su hija, mientras que con el anular y el meñique se encargaba de su coño: cruzando las manos, giró las muñecas, cambiando de posición los dedos. Ahora, sus pulgares quedaban muy próximos al clítoris de su hija, que era justo lo que quería.

Cuando comenzó a acariciárselo, Laura dio un respingo, comenzando a restregar su nariz contra el erecto botón de su tía, todo ello sin dejar de devorarle. Le encantaba sentir la lengua de su padre, a veces parecían rozarse: la separación, en esos casos, tenía que ser de milímetros, por lo que sus lenguas se veían tan próximas que parecían estar amagando un beso.

Los dedos de Óscar no sólo estaban dando placer a Laura, también estimulaban a Ciríe, a la que le gustó mucho sentirlos en el recto de Laura, oponiéndose, con contundente dulzura, al avance de su verga. A fin de incrementar la estimulación de la humana, indujo vibraciones en sus testículos, que se introdujeron parcialmente, con la ayuda de Óscar, en la húmeda rajita de su hija.

Óscar decidió imitar a Ciríe, meneando su falo dentro del recto de la deluyrei, al que aplicó potentes pulsos vibratorios. Pero aún podía darle más placer: retorciendo sus piernas, logró poner los pies contra los pechos de Ciríe, amasándoselos con energía... y pellizcándoselos con las uñas, tras alargarlas del orden de dos centímetros ( procuró centrarse principalmente en los pezones ).

- La hostia, Óscar, hay que ver cómo te retuerces - se sorprendió Alicia.

- Lo que sea por hacer gozar a mis chicas - le dijo vibratoriamente él, aumentando un poco más el grosor de su lengua y comenzando a raspar con sus dientes, sobre todo los de la mandíbula superior, el trasero de Esther ( morderle, teniendo la lengua fuera, no le era viable ). Aprovechó para rozar con los labios la punta de sus dedos, como si se los besase.

- ¡ Qué bueno, cuñado, no pares ! - chilló la humana.

- Tranquila, no pararé hasta que creas morirte de gusto.

No mucho después, en efecto, Esther creía morirse de gusto... al igual que Laura y, por qué no decirlo, Ciríe. Óscar también disfrutó mucho, por supuesto. Cuando su cuñada se repuso del doble orgasmo, se levantó como pudo de él, dándose sólo entonces cuenta de que Óscar ya le había vuelto de nuevo completamente visible.

- Ay, papá, eres una bestia del sexo - suspiró Laura, algo mareada ( había gozado incluso más que su tía, no en vano había recibido estímulos adicionales ).

- Muchas gracias, nena - le dijo él, desvaneciendo sus pechos, bocas incluidas ( también menguó las uñas de sus pies, descansando las piernas sobre el suelo ) - Anda, levántate, que la fiesta ha de continuar.

- Y espero que por mucho rato - bromeó ella.

- Vuestro néctar está tan delicioso como el de vuestras madres, ricuras - les dijo Óscar a las sobrinas de Ciríe mientras Laura se incorporaba.

- ¿ Quieres un poco más ? - le preguntó tentadora Fasme, arrodillándose a su izquierda ( su miembro quedó a medio palmo de la cara de Óscar ).

- Por nosotras no te prives, papá - le dijo Albarí, arrodillándose a su derecha.

- Haz lo que se te antoje de nosotras, papá, somos tus putas - le dijo Melein, sentándose en su pecho, de modo que su falo también quedó a escasos centímetros de la cara de Óscar.

- ¿ Todo esto es para mí ? - les dijo sonriente él, sopesando complacido las herramientas que se le ofrecían.

- Todo - le aseguró Fasme.

- Os habéis hecho crecer unas pollas preciosas, a juego con el resto de vuestros fabulosos cuerpos - les dijo él, recorriéndolas con los dedos, travieso. No tardó en centrarse en sus testículos, y entonces añadió - Mm, qué cacho huevos os gastáis, son casi tan grandes como mis puños...

- Debe ser cosa de familia, papá - bromeó Melein.

- Veo que te has hecho adicto a los rabos - rió Ciríe - Quien te lo iba a decir, tan sólo unos días atrás, ¿ verdad ?

- Y todo te lo debo a ti - le dijo él - anda, desenchúfate un momento de mí y ven para acá, que quiero jugar también con el tuyo.

- Goloso... - le regañó amorosamente ella, incorporándose sin titubeos y acercándose a la cabeza de Óscar. Se puso de rodillas frente a Melein, posando sus genitales en la frente de Óscar.

- Veo que os habéis decantado todas por una talla similar - apreció él, sobando la tranca de Ciríe.

- ¿ Quieres jugar también con las nuestras ? - se ofreció desinteresadamente Sarigza, hablando tanto en su nombre como en el de Hedelia.

- Más tarde, chicas. A fin de ser equitativo, os gozaré por vez primera junto a Hepente. Primero, las hijas, y luego las madres...

- A mí me parece justo - dijo la hechicera, a la que le estaba empezando a costar reprimir su eyaculación.

- ¿ Qué tal va eso, hermana ? - se interesó Ciríe.

- Lo sabes muy bien, mi adorada pero en ocasiones quizá un tanto tiránica reina - le dijo acarameladamente ella - Cada vez me cuesta más concentrarme, por culpa de lo que Darlane me está haciendo en los bajos. ¿ Me dejas que me corra ya, amada y deseada hermanita ?

- No, pero si quieres puedes pedirle a Darlane que lo deje ya.

- Darlane, si no te importa, quítame los pies de ahí, o terminaré manchándote las medias con algo bastante más espeso que el flujo preseminal - le rogó Hepente a la ángel.

- No hay cuidado: recuerda que, al igual que el resto de mi ropa, están encantadas, manteniéndose limpias por sí mismas - le dijo ella, con una cándida sonrisa.

- Como tú digas, pero para ya.

- Es una lástima, esto de aquí abajo es tan cálido y mullido... - bromeó Darlane, bajando finalmente los pies ( llevaba un rato valiéndose de ambos ) - Por cierto, yo ya he seleccionado los hechizos que considero más oportunos: ¿ te queda mucho a ti ?

- Enseguida acabo, espera tan sólo un poco. Luego, decidiremos entre ambas cual es el más apropiado de todos los que hayamos reunido.

- Me parece bien.

- ¿ No me vas a dar un besito en la polla, Óscar ? - le dijo Ciríe, desentendiéndose de las hechiceras.

- Claro que sí - repuso él, dándole un tierno beso, más cariñoso que lascivo.

- A nosotras también nos gustaría que nos las besases... - le dijo Fasme.

Óscar repartió unos cuantos besos, cada vez más lujuriosos. Pronto los acompañó de lametones, y no tardó en clavar los dedos en el ojal de todas, mientras amasaba sus genitales, que también recibieron algún que otro chupetón. Engulló el glande de cada una, chupándolo con ganas, y decidió repetir la operación, aunque insertando la punta de la lengua en el meato.

- Ay... - se quejó Melein, la segunda en recibir la lengua dentro de su tranca ( la primera fue Ciríe, y, aunque también le dolió un poco, no se quejó ).

- ¿ Te duele, mi niña ? - le preguntó Óscar.

- Sabes que sí, pero pese a ello me pirra.

- Veo que, a diferencia de mí, no tenéis entrenada la uretra.

- Lógico, nosotras no hemos parido por la polla - rió Albarí.

- ¿ Os gustaría que os ayudase a entrenarla ?

- Oh, sí... - suspiró Fasme.

- A mí también me la tienes que entrenar, Óscar - le recordó Ciríe.

- Más tarde - le prometió él, meneando su falo con una mano - Ahora, cielo, afloja un poco esta preciosidad.

- ¿ Para qué ?

- Quiero darme el gusto de clavarla en tu propio culo, que compartiré contigo.

- ¿ Te vale así, o la pongo más fláccida ? - le preguntó ella, dejándola bastante flexible aunque sin disminuir significativamente la erección.

- Así mismo valdrá - le dijo él, clavándosela en el ano ( no sin besárselo antes ).

Los testículos de Ciríe quedaban a ambos lados de su abatido pene, que se perdía en el ojal, y Óscar no pudo resistirse a la tentación de estrujárselos con las manos, mordiéndolos alternativamente ( no apretó lo suficiente para hacerle daño, quizá jugase a eso más tarde ).

- ¿ Te parece bonito, tratar con tal rudeza a una dama ? - le regañó ella, recibiendo tan sensual maltrato con alborozo.

- Calla, puta, y clávate ya mi polla en el culo, que se me va a resfriar de tenerla al aire.

- ¡ No podemos permitirlo ! - bromeó ella, levantándose rauda y empalándose con el falo de Óscar - ¡ Cada vez que te diese por estornudar, lo pondrías todo perdido de mocos !

- Quizá no fuese tan malo - le siguió el juego Sarigza, relamiéndose con nada fingida glotonería - Los mocos de Óscar son deliciosos.

- Que yo sepa, aún no los has probado.

- ¿ Eso crees ? - rió Hedelia - ¿ Hace falta recordarte dónde nos gestamos ?

- No me digas que bebisteis de esa mezcla de lefa y líquido amniótico - se sorprendió Julián.

- Toma, claro - dijo Sarigza - ¿ Quien, en su sano juicio, no aprovecha un delicioso y confortante baño de esperma para libar de él ?

- ¿ No nos vas a hacer más cositas, papá ? - le preguntó Melein a Óscar no bien Ciríe comenzó a cabalgarle ( su tranca, unida a la de Óscar, era más de lo que podía encajar sin algo de dolor... pero en aquel preciso momento le apetecía sufrir un poco, de modo que todo estaba en orden ).

- No te cortes, esposo, juega con sus pollas - le animó Alicia - nosotras también tenemos derecho a ver cómo te diviertes.

Óscar lamió, acaricio y engulló las tres trancas, deleitándose con su tacto, su olor y su sabor. Aún prefería una buena almeja, y no creía que aquello cambiase jamás, pero, si tenía que elegir entre un coño humano ( excluyendo los de sus chicas, por supuesto ), y un rabo deluyrei, se quedaría con lo segundo ( el que éste, además, pudiese dar lugar a una raja, facilitaba notablemente la elección ).

- Tenéis el agujerito muy prieto, chicas, y eso no puede ser - les dijo al poco, tanteando sus meatos aunque por el momento sin perforarlos.

- ¿ Se te ocurre alguna solución, papi ? - le preguntó Fasme.

- Si queréis, os podría meter un dedito.

- ¿ Sólo uno ? - le picó Albarí.

- Por algo hay que empezar. El problema, hijas, es que os va a doler...

- ¿ Y eso es un problema ? - se hizo la sorprendida Melein - Disfrutaremos mucho, papá. Vamos, haz pupa a tus hijas.

- ¿ Estáis seguras de ello ? Quizá os deba aplicar alguna lágrima.

- Sin un poco de dolor, no será tan divertido - le aseguró Fasme.

- Tú primera, hala - sentenció él, apretando su meñique izquierdo ( cuya uña extendió un centímetro ), contra el falo de ella.

- ¡ Ay, duele ! - se quejó Fasme - Pero, ¡ qué condenadamente rico duele !

- Vaya, y yo que pensé que te haría cosquillas - se burló él.

- Yo también quiero un poco, papá - le dijo Melein.

Dado que Albarí también quería, Óscar separó los dedos de su mano derecha, clavando a Melein el anular y a Albarí el meñique ( ambos, con sus uñas expandidas ). De vez en cuando los extraía, para meterlos con aún más ganas, retorciéndolos con creciente determinación.

- ¿ Por qué no os hurgáis el culo ? - les sugirió Óscar - de ese modo, quizá se os haga más llevadero lo que os estoy haciendo en el rabo.

- Preferimos concentrarnos en el delicioso dolor que nos estás procurando, papá - le dijo Fasme, llevándose las manos a la espalda, donde las entrelazó, y entonces añadió - ¿ Por qué no alargas el cabello, inmovilizándome ? Quiero sentirme completamente indefensa ante ti.

Las otras dos, claro, también quisieron que les atase. Pronto, los dedos de Óscar estaban enrojecidos, de sangre, y las lágrimas de las tres muchachas comenzaron a gotear sobre su rostro. Él las lamía, continuando con la tortura: pese al daño que les estaba haciendo, disfrutaban mucho. Por otra parte, y aunque no lo pareciera, estaba siendo extremadamente gentil con ellas ( no en vano, la mayor parte de las lágrimas no eran de dolor, si no de felicidad ).

- Basta por hoy, hijas - les dijo cuando todas eran capaces de encajar tres dedos ( en cierto momento comenzó a alternar sus atenciones, para darles ocasión de reponerse ) - Ya seguiremos otro día. ¿ Habéis gozado ?

- Desde luego - suspiró Melein.

- Mm, sabrosa mezcla - dijo él, lamiéndose los dedos ( pese a que estaban muy rojos, la hemorragia no había sido excesiva: en realidad, el fluido preseminal era notablemente más abundante ).

- Oye, Óscar, no te distraigas tanto y córrete de una vez - se quejó Ciríe - Yo ya me he corrido una vez, y voy camino de la segunda...

- No me lo tengas en cuenta, he estado muy ocupado maltratando la uretra de tus sobrinas: a fin de no hacerles más daño de la cuenta, dándoles incluso algo de gustirrinín, me he abstraído de lo que me estás haciendo ahí abajo.

- ¡ Pues ya estás remediándolo ! - le regañó ella - ¡ Quiero tu esperma, y lo quiero ya !

- ¿ Te parece esa forma de hablar al patriarca que te parió ? - se rebotó él ( fingidamente ), bajando sus brazos a fin de apresarle los genitales con las manos, y presionándolos con fuerza. Ahora sí que le iba a hacer daño.

- ¡ Para, que me los revientas ! - gritó ella, dolorida... pero sin hacer nada para defenderse. Óscar disminuyó la presión, comenzando a eyacular, y Ciríe, que en el fondo había disfrutado de aquel apretujón, lo hizo también.

- ¿ No querías leche ? ¡ Pues toma dos raciones, la mía y la tuya !

- Bruto... - gimió cariñosamente ella, cuando se recuperó ( segundos después ) - No tenías necesidad de hacerme la eyaculación asistida...

Todos rieron aquella gracia. Iban a seguir jugando entre los cinco, pero entonces Hepente ( que se había sentado al lado de Darlane poco antes, consultando entre ambas los hechizos recopilados ), anunció:

- Ya hemos elegido el hechizo más idóneo. Precisa de bastantes preparativos, pero la mayor parte de ellos podría llevarlos a cabo un profano con total efectividad. Si nos ayudáis, estaremos listas para ejecutarlo en un cuarto de hora.

- ¿ No os podríais arreglar vosotras solas ? - se quejó Albarí - Con lo bien que nos lo estábamos pasando con Óscar...

- Cuanto antes estemos protegidos, antes nos podremos desmadrar por completo, sin temor a que la matriarca neharai nos agüe la fiesta - razonó Óscar, cogiendo a Ciríe de la cintura y alzándole.

- Que hagamos de ayudantes no debería impedirnos seguir gozando - le dijo Ciríe, volviéndose a clavar su propio miembro en el ano y dándose la vuelta ( al salírsele el de Óscar también se la había salido el suyo ).

- ¿ Qué pretendes ?

- Anda, ponte bocas en las palmas de las manos y saca sus zups - le rogó ella, empalándose de nuevo con el falo de Óscar.

- ¿ Y ahora ? - le preguntó él, con las manos ya transmutadas.

- Úntame la espalda con su baba.

- Listo - le dijo al poco Óscar, habiendo, en efecto, embadurnado la espalda de Ciríe.

- Si vas a estar jugando a los alquimistas, mi amor, necesitarás cuánto menos un delantal - le dijo ella, apoyándose contra su pecho - Deja que sea yo tu delantal...

Óscar, que captó la indirecta, desencadenó el efecto adherente de la baba de sus zups, por lo que Ciríe se quedó pegada a su pecho.

- Incluso como delantal luces de miedo, tía - le dijo Fasme, aduladora.

- Muchas gracias, sobrina.

- Nena, métete la polla en el culo, como ha hecho tu tía - le sugirió Óscar a Fasme, desvaneciendo bocas y zups de sus manos - Y vosotras dos, también. Que os cuelguen los cojones por los lados, como a Ciríe.

- ¿ Algo más ? - le preguntó Albarí, mordisqueándose incitante un dedo ( simuló que se trataba de otra cosa ).

- Eso depende de vosotras. Tenía previsto inducir unas cuantas vibraciones en vuestra polla, pero tendrías que dejarme hacerlo...

- Puedes vibrarnos a placer, papá - le aseguró Melein, en nombre de las tres.

- Me alegra oírlo - dijo él, comenzando a agitar mentalmente sus falos - Oh, se me olvidó deciros que no voy a permitir que os corráis: cada vez que estéis a punto, pararé un poco. Os voy a volver locas de deseo, chicas: ¿ qué os parece ?

- ¡ Estupendo ! - le dijo ella.

- Si lo que quieres es hacernos de rabiar, papá, ¿ por qué no nos das un poco de tu cera ? - le propuso Albarí, tras pensárselo un poco.

- ¡ Eso, eso ! - exclamó Fasme, animada.

- ¿ Estáis seguras de querer el amargo ámbar de la abstinencia, chicas ? - les preguntó Óscar, deteniendo la estimulación vibratoria.

- ¡ Eh, has usado la fórmula exacta ! - se sorprendió Melein, dirigiéndose a Ciríe y preguntándole - ¿ Cuándo se lo has contado, tía ?

- No lo he hecho, nena: más aún, ni siquiera soy consiente de haber pensado en ello - repuso ella.

- Ha tenido que extraer la frase en cuestión del subconsciente de alguna de nosotras - dijo Hedelia.

- Es lo más probable - coincidió Sarigza, volviéndose a Óscar y preguntándole - ¿ Por qué dijiste eso ?

- No lo sé, sencillamente me pareció lo más apropiado.

- Y lo es - le aseguró Ciríe - Así es cómo nos referimos a nuestra cera cuando la usamos entre nosotros.

- Qué curioso - dijo él - A saber cómo me he enterado de ello...

Las tres jóvenes deluyrei se le acercaron y se apretujaron contra sus costados y espalda, poniéndose de puntillas y extendiendo sus lenguas, con las que empezaron a lamerle las orejas, centrándose de inmediato en sus oídos ( a fin de introducirlas en ellos, estrecharon la punta ). A menudo las retraían, deglutiendo el cerumen que habían logrado extraer, volviéndolas a proyectar. No mucho después, las tres se separaron de Óscar, y Melein anunció:

- Con lo que hemos tomado, estaremos bajo tu control orgásmico durante unos cuatro días, siempre que no lo anules tú antes.

- Vaya, esa es precisamente mi estimación - dijo él, tras concentrarse por unos segundos - ¿ Cómo puedo saberlo, si jamás antes lo he hecho ?

- Tu intuición cada vez es más intensa, tal y como ha quedado demostrado esta misma noche - le dijo Sarigza.

- ¿ Cómo inhibo vuestros orgasmos, nenas ? - les preguntó Óscar.

- Cuando llegue el momento, papá, sabrás hacerlo - le aseguró Fasme - Si quieres, nos estimularemos nosotras mismas, a fin de ahorrarte la molestia de menearnos.

- Está bien.

- No pararemos hasta que lo digas, aún sabiendo que no nos correremos hasta que se te antoje - le aseguró Albarí.

- Queremos llorar de frustrado deseo, papá - se le unió Melein, comenzando a menear su falo por medio de su don vibratorio ( sus hermanas también lo hicieron ) - Es así como queremos demostrarte nuestra absoluta entrega...

- Sois un encanto, sobrinas - les dijo afectuosamente Ciríe, alzando con aire casual los pies.

- A ti también nos someteremos, tía - le prometió Albarí, postrándose ante ella y cogiéndole con ternura ambos tobillos ( las demás le imitaron ) - Como pronto descubrirás, tus hermanas han educado correctamente a sus hijas, mostrándoles el extremo placer que supone entregarse por completo a sus mayores.

- Son adorables, ¿ no te parece ? - le dijo Sarigza a Ciríe, muy orgullosa de sus hijas.

- Lo son hermana, lo son - suspiró ella, dejándose adorar los pies por sus sobrinas. ¡ Con qué pasión se los besaban y lamían ! Estarían así durante horas, pero...

- ¿ Vais a seguir así por mucho rato, Ciríe ? - le regañó Hepente, mientras Darlane extraía todo lo necesario de su espacio de almacenaje ( reactivos, ingredientes e instrumental ) - En ese caso, ¡ de menuda ayuda nos vais a ser !

- Vale, vale, ya vamos... - cedió ella, dejando que sus sobrinas le dedicasen una última muestra de sumiso afecto ( la cual consistió en inclinar la cabeza y guiar los pies a su coronilla, en las que los apoyaron por unos breves instantes ).

No mucho después, todos estaban haciendo algo, y eso también iba por los humanos. Algunos apartaban distintas cantidades de este o aquel ingrediente, pesándolos por medio de una precisa balanza, provista de un amplio surtido de pesas, que tenía Darlane ( hicieron una lista con las cantidades, por cierto en español: su don de lenguas no sólo les permitiría expresarse oralmente en cualquier idioma, si no también hacerlo por escrito ).

Otros, las mezclaban en cierto orden, macerando la mezcla cuando había lugar. Otros, ponían a calentar algunas sustancias en mecheros de alcohol ( muy similares, apreció Óscar, a los que podría haber habido en cualquier laboratorio de principio de siglo ).

No se produjeron efluvios tóxicos, así que los humanos no tuvieron que usar mascarillas ( sí, Darlane también tenía - eran de tela -, a pesar de que los ángeles, al igual que los deluyrei, son inmunes a buena parte de los venenos existentes ). Casi veinte minutos después de comenzar, ya habían terminado la primera fase de los preparativos ( la estimación de Hepente, por tanto, fue bastante acertada ).

- Lo habéis hecho muy bien - les felicitó a todos Darlane, removiendo con una vara de cristal el puchero donde se cocía todo el asunto ( era de bronce, teniendo una capacidad de cinco litros, y estaba hechizado, no precisando de fuego para calentarse ).

- Ha sido divertido, aunque diría que le faltan algunas cosas - bromeó Laura.

- Y así es - se hizo la sorprendida Hepente.

- Ya decía yo que le echasteis muy poca sal - dijo Óscar - Además, ¿ dónde está el ajo, o el perejil ?

- Guasas aparte, es cierto que le faltan algunas cosas, concretamente dos - dijo Darlane cuando las risas cesaron - En primer lugar, necesitamos como mínimo una gota de sangre del propietario ( o propietarios, si hay más de uno ), del lugar que vayamos a proteger.

- El chalé es de los dos - dijo Alicia, cogiendo de la mano a Óscar.

- Compró la finca y lo construyó gracias a un préstamo que le hizo la malnacida de su madre, devolviéndole el dinero, intereses incluidos, tan pronto como le fue posible - le explicó Óscar a Darlane - Hace unos doce años, le dio por ponerlo todo a nombre de los dos, pese a haberse encargado íntegramente ella del pago, y no dejó de darme le lata hasta que accedí.

- Era lo menos que podía hacer, considerando que lo costeé a base de serte infiel - le dijo Alicia, tendiéndole un dedo a la ángel a fin de que se lo pinchase con su dispositivo de almacenaje ( la mágica araña, acatando los deseos de su creadora, había extendido una de sus finas patas, que sería usada a modo de alfiler ).

Darlane condujo gentilmente la mano de Alicia al puchero, dejando que de su dedo índice se desprendiesen unas cuantas gotas de sangre, y entonces se la soltó. Sarigza aprovechó para hacerse con ella, llevándosela a la boca y succionando con ternura del dedo, mientras sostenía su mirada. Tras esto, la condujo a su miembro, del que había hecho surgir una única gota de orina que mantuvo en la punta, y con ella le curó la pequeña herida.

Alicia, como era de esperar, aprovechó que tenía a mano el rabo de la sacerdotisa para asirlo, comenzando a jugar con él. Hedelia no quiso ser menos, por lo cogió la mano libre de la humana y la llevó al suyo, que ella también asió. Óscar, que no se perdió detalle ( le encantaba ver a su mujer en acción, y por supuesto también a las deluyrei ), le tendió a la ángel la mano izquierda, y ella presionó la pata de la araña contra su dedo meñique, aunque sin obtener resultados.

- El chisme no parece ser capaz de hendir mi piel - apreció él.

- Eres muy resistente, pero me aseguré de que mi dispositivo de almacenaje fuera virtualmente indestructible, así que, si empujo con las suficientes ganas... - dijo ella, apretando aún con más fuerza: lo único que consiguió fue que la araña, a fin de preservar su integridad, dejase la pata fláccida, y así no había forma de pincharle.

- No importa, yo mismo me haré sangrar - le dijo Óscar, empujando su sangre contra cierto punto de la yema del dedo por medio de sus poderes.

Se le formó una ampolla que pronto estalló, debido a la enorme presión que estaba ejerciendo su sangre, salpicando a algunos de los presentes con minúsculas gotas. Darlane, que había ordenado a su araña que volviese a asumir forma de anillo, le cogió de la mano y la mantuvo sobre la marmita hasta que ésta recibió tres gotas ( ahora que la sangre tenía vía libre, al haber sido perforada la piel, manó sin problemas... al menos hasta que la herida, gracias a la impresionante capacidad regenerativa de Óscar, comenzó a cerrarse ). Cada vez que una de las gotas entraba en contacto con el mejunje, se produjo una curiosa efervescencia fosforescente que cesaba con rapidez.

Hepente le cogió la mano a Óscar y repitió con él lo que Sarigza había hecho con Alicia ( a diferencia de su hermana, de nada le sirvió succionar, pues la herida ya estaba demasiado cerrada, y su orina poco efecto hizo en el dedo del patriarca, casi curado ).

- Supuestamente ya sólo falta una cosa: ¿ de qué se trata ? - se interesó Óscar, prescindiendo de acariciar la polla de Hepente, y no porque no le apeteciese hacerlo, si no porque quería ser equitativo con las tres hermanas de Ciríe, gozándoles a la vez.

La hechicera, que supo de sus motivos, no se ofendió, dedicándole una sonrisa, y Sarigza, que consideró injusto disfrutar de las caricias de Alicia mientras su hermana se quedaba con las ganas de sentir a Óscar, le susurró a la humana que les dejase de sobar la tranca por el momento, pues deseaban reservarse para su marido.

Ella accedió, no sin antes restregar enérgicamente sus glandes con los pulgares, dejándolos así empapados del delicioso líquido preseminal de ambas. Entonces, se llevó las manos a la cara y los olfateó, disfrutando de su aroma para a continuación lamérselos, golosa.

- Verás, podríamos valernos exclusivamente del poder que hay en nuestros cuerpos para ejecutar el hechizo, pero me temo que eso nos dejaría fuera de combate durante unos días - le explicó Darlane ( si tardó tanto en responder fue porque lo que estaba haciendo Alicia le distrajo ) - Por consiguiente, drenaremos buena parte de la magia a emplear de un objeto previamente encantado, y acabo de decidir cuál usaremos - dicho esto, extrajo de su espacio de almacenaje un plato, metálico, que a Óscar se le antojó familiar.

- ¿ Qué es ? - se interesó Hepente.

- No lo sé, lo adquirí en una famosa feria de artefactos insólitos. Su magia me llamó mucho la atención, pero es tan exótica que, pese a mis esfuerzos, aún no he logrado averiguar para qué sirve. Hace tiempo que me harté de estudiarlo: sí todavía no me he deshecho de ello es porque lo reservo como eventual fuente de energía.

- ¿ Por qué no te informaste de su utilidad antes de comprarlo ? - se extrañó Ciríe ( desde que estaba haciendo de delantal, se había estado trabajando a fondo las dos vergas que tenía clavadas en el recto: justo en aquel instante, ambos se corrieron por cuarta vez, y sus satisfechas expresiones les volvieron a delatar ).

- No lo compré, lo canjeé - le explicó ella ( si Óscar y Ciríe hubiesen sido humanos, habría esperado a que terminasen de correrse para responder, pero eran deluyrei, y uno o dos orgasmos, por satisfactorios que éstos fuesen, no les impedirían prestar atención a lo que se les dijese ) - Su último propietario también ignoraba su propósito, pues se lo regaló un conocido que no entendía apenas de magia, habiéndolo adquirido quién sabe dónde. Parece tener una frase de activación, pero no he dado con ella... principalmente porque, cada vez que te equivocas, hasta pasados diez años no puedes hacer un nuevo intento.

- Déjamelo, Darlane, quiero comprobar una cosa - le pidió Óscar, con una expresión entre concentrada y divertida ( ya había terminado de correrse, al igual que Ciríe ).

- Aquí tienes - le dijo ella, tendiéndoselo ( eso sí, bastante extrañada ).

Óscar lo sopesó, asintiendo para sí. Era de acero, y tenía algunos grabados. La mayoría eran símbolos que él intuyó mágicos, pero no faltaban los ideogramas, siendo el más llamativo una simplificada mano en pose de aferrar algo, justo en el centro. No bien reparó en él, todas sus dudas se disiparon. Sonriendo ampliamente, anunció:

- He aquí nuestro misterioso plato secuestrador de penes.

- ¡ No fastidies ! - exclamó Hepente - ¿ Fue ese trasto con el que soñaste ?

- Sin ningún género de dudas. Como bien dedujiste, sólo hay que decir una frase clave para activarlo.

- ¿ La sabes ? - le preguntó Darlane, cayendo en la cuenta de que el artefacto ya estaba listo para un nuevo intento: el último lo hizo unos meses antes de partir hacia la Tierra, y desde entonces había transcurrido más de un milenio ( su espacio de almacenaje, a diferencia del de Hepente, no había sido sometido a distorsión temporal ).

- No la recuerdo muy bien, pero desde luego me hizo mucha gracia - dijo él, cogiendo a Ciríe de las caderas y empezando a bombear en su recto con violencia: la deluyrei, que se había estado haciendo de rogar para que Óscar tomase la iniciativa en aquella ocasión, se dejó hacer, feliz.

- Dame duro, mi amor... - gimió ella.

- Si quieres algo realmente duro, cielo, alza las rodillas y sujétate las piernas contra los pechos - le propuso Óscar.

- ¿ Qué más ? - se interesó ella, tras asumir la postura sugerida.

- Tan sólo esto - le dijo él, inclinándose un poco y acercándose más a la mesa, incrementando el ritmo de las arremetidas, así como su violencia. Los genitales de Ciríe, completamente expuestos, comenzaron a chocar contra su borde... y también contra los de Óscar, aunque por detrás.

- ¡ Duele, duele ! - se quejó ella, y Óscar, al comprender que se estaba excediendo, le penetró con menos fuerza, cambio que el recto, pero sobre todo los testículos de Ciríe, agradecieron.

- ¿ Qué tal ahora ? - se interesó él.

- ¡ Perfecto ! - suspiró ella ( ahora, sí que lo estaba disfrutando ) - ¡ Joder, qué rico !

- En cuanto a la frase de activación, Óscar, ¿ no la recuerdas, aunque sea parcialmente ? - insistió la ángel.

- Algo de una teta y de un armario - dijo él, tras hacer memoria.

- ¡ Doctor, ha salido una teta en el armario ! - exclamaron las dos hechiceras al unísono, en el idioma de los deluyrei.

La base del plato pareció licuarse, y los grabados que había en torno a la mano se difuminaron, siendo sustituidos por otros ( la mano en sí permaneció inmutable ).

- ¿ Qué pone ahí ? - se interesó Julián.

- Por lo visto, todo lo necesario para manejarlo - le dijo Óscar, tras captarlo de las mentes de las dos hechiceras.

- ¡ Magnífico ! - exclamó Hepente, segundos después - No puede ser más sencillo de usar.

- ¡ Tonta, tonta, tonta ! - se reprendió Darlane, que se había hecho con el artefacto, dándose con él en la cabeza repetidas veces - ¡ Mira que no probar con esa frase !

- ¿ Qué tiene de especial ? - se extrañó Alicia ( Óscar se había tomado la libertad de traducírsela a los humanos, mientras los grabados del plato se rehacían, por supuesto sin dejar de bombear ).

- Los magos la usan con cierta frecuencia - le explicó Hedelia - Se puso de moda a raíz de que un aprendiz de mago intentase ejecutar por cuenta y riesgo un hechizo para el que no estaba preparado, sufriendo el mobiliario de su maestro ciertos, mm... efectos secundarios. Parece una fábula, pero me consta que se trata de un hecho real ( conocí en persona a uno de los implicados ).

- Tetas que crecen en los armarios y platos que secuestran pollas - dijo Laura, entre risas - No os ofendáis, pero para mí que algunos magos no están del todo bien de la azotea...

- Este plato no secuestra únicamente pollas, se hace con cualquier parte del cuerpo - le explicó Darlane, agitándolo ante la humana - Basta con poner algo perteneciente a la víctima sobre él y decir otra frase ( esa está apuntada, así que no tiene pérdida ), enunciando, acto seguido, la parte del cuerpo que se desea abducir: ésta aparecerá de inmediato sobre el plato.

- Lo que quiera que le quites sigue vivo, y por completo incólume, dado que en realidad no hay corte, tratándose tan sólo de un pliegue espacial a larga distancia - continuó Hepente.

- ¿ Se puede retornar el cacho ? - le preguntó Esther.

- Por supuesto, y también coger prestados otros - repuso Darlane - El artefacto es capaz de gestionar nada menos que quinientos pedazos a la vez. Luego quizá lo probemos, promete ser divertido. Por fin voy a amortizar su adquisición...

- Si no usáis el chisme para hacer el hechizo, ¿ qué usaréis ? - se interesó Julián.

- Vaya, no había caído en ello - reconoció la ángel, algo fastidiada.

- Tranquila, preciosa - le dijo Hepente - usaremos parte del líquido amniótico de Óscar.

Vertieron un litro directamente en el puchero ( no cabía más ), y lo removieron nuevamente ( no mucho ). Entonces, repartieron el contenido a partes iguales, en dos fuentes de cristal. Darlane se iba a levantar para coger las botas, pero Ciríe les hizo un gesto a sus sobrinas, que se las trajeron con premura, ayudándole a ponérselas.

Lo hicieron con sensualidad, apoyando las suelas contra sus testículos ( sin olvidarse de los afilados aguijones, con los que la ángel les hizo, traviesa, algunos arañazos... que ellas recibieron con alborozo ), y estirando cuidadosamente las medias para que no se le formasen pliegues al calzarle ( en realidad no era necesario, pues los hechizos con los que contaba la lencería de la ángel no sólo mantenían todas sus prendas limpias e intactas, si no que también se encargaban de detalles como aquel, pero así aprovecharon para meterle mano ).

Ninguna de las tres había dejado de estimularse, por lo que ya llevaban un rato al filo del orgasmo, tanto fálico como rectal ( de no ser por el bloqueo orgásmico que les había sido impuesto, se habrían corrido tiempo atrás ). Pese a ello, habían desempeñado las tareas que se les asignaron con bastante eficacia ( aunque de vez en cuando se les escapaba un gemido ), y Óscar decidió premiarles su entrega dejando que se desahogasen en aquel preciso instante.

- ¡ Espera, Óscar, aún no ! - se quejó Albarí, retorciéndose en el suelo de placer.

- No creas que vas a conseguir que nos corramos, amado padre... - gimió Melein, esforzándose en eludir el clímax, al igual que sus dos hermanas.

Les costó un gran esfuerzo, pero ninguna de ellas se corrió ( tuvieron que morderse la lengua a fin de que el dolor les ayudase a centrarse ). Estaban preciosas: sus pieles brillaban por el sudor, sus cabellos estaban alborotados, y sus respiraciones eran agitadas. Sus pezones estaban realmente erectos, y las tres dejaron que por ellos se deslizasen algunas gotas de leche, como invitando a Óscar a probarla ( luego lo haría, decidió él ).

Sus caras estaban bastante enrojecidas, y sus testículos cada vez más inflamados ( tenían que estar acumulando cantidades ingentes de esperma ). Demostraron un excelente control sobre sí mismas. Emocionados, y muy excitados, quienes se corrieron, en su lugar, fueron Óscar y Ciríe.

- Vaya, parece que os ha gustado que nos quedemos con las ganas - les dijo sensualmente Fasme, amasándose los pechos para a continuación lamérselos, apurando su propia leche de ellos. Las tres habían reanudado su estimulación vibratoria, dispuestas a parar nuevamente cuando ya no pudiesen más.

- Anda, Óscar, vuelve a inhibir nuestros orgasmos, para que podamos excitarnos a tope sin correr el riesgo de alcanzar el clímax - le rogó Melein - Es tan maravilloso rabiar de ganas por ti...

- De acuerdo, hijas - rió él, volviendo a bloquear su capacidad para tener orgasmos ( era muy sencillo ). No bien se dieron cuenta de ello, le dedicaron una sonrisa, volviendo a estimularse sin trabas.

- Acercaos, sobrinas, que tengo un regalo para vosotras - les ordenó Ciríe.

- ¿ De qué se trata, tía ? - le preguntó Fasme, acercándosele, al igual que sus hermanas, a gatas.

- Vamos a despegarnos y a sacar nuestras pollas de mi culo, dejando que nos las beséis - les dijo ella, y Óscar anuló el efecto adherente de la baba de sus zups, sujetándole de las caderas para que no se cayese.

Ambos se arrodillaron, siendo Óscar el primero que extrajo su miembro, seguida por Ciríe. Se aseguraron de que no se derramase ni una gota de esperma ( sería injusto que las sobrinas y hermanas de Ciríe, habiéndose esmerado tanto en prepararle a Óscar un buen desayuno, no fuesen correspondidas: por consiguiente, más tarde se deleitarían las seis con los jugos combinados de su reina y el patriarca ). Entonces, se pusieron en pie, y Óscar asió el pene de Ciríe, meneándolo con parsimonia frente a la cara de sus sobrinas, a las que les dijo:

- ¿ Os gustaría saborear ahora mismo el falo de vuestra tía, chicas ?

- Muchísimo, padre - dijo Melein.

- Imagino que eso es también aplicable al mío - les dijo, cogiéndoselo con la otra mano y simulando masturbarse, muy despacio.

- Desde luego, Óscar - suspiró Albarí.

- Estaríamos dispuestas a recibirte por la boca hasta que te aburrieras, dándote tanto placer como nos fuese posible: lo disfrutaríamos una barbaridad, nos dejases o no corrernos - le aseguró Fasme.

- Sois una delicia, chicas. En fin, podéis comenzar a besarnos la tranca, pero os advierto: los besos han de ser sin lengua, sólo con la punta de los labios, y tan breves como os sea posible. Y nada de tocárnoslas.

- Pero, si lo hacemos así, apenas os enteraréis... - se quejó Melein.

- Ya tendréis ocasión de comernos la polla como es debido, de momento os tendréis que conformar con, mm... saludárnosla cortésmente - les dijo Ciríe.

- Hola, hermosa, es un gusto volver a verte - le dijo Fasme a la tranca de Ciríe ( al igual que sus madres y hermanas, había tenido ocasión de disfrutar de ella antes de que se les uniese Óscar, así que ya se conocían ), dándole un par de tiernos, y fugaces, besos.

- ¿ No nos presentas a tu nueva amiga ? - la reprochó dulcemente Melein tras besarla, señalando a la polla de Óscar.

- Es tan linda como tú - la aseguró Albarí, una vez la besó.

- Si no te importa, la besaremos también a ella - la dijo Fasme, besándole la tranca a Óscar.

Pronto estaban las tres repartiendo besos entre las dos, y Albarí las dijo:

- Oh, nenas, cuánto nos gustáis. Vuestra hermosura nos tiene subyugadas.

- Somos vuestras esclavas, dadnos cualquier orden y la acataremos gozosas - añadió Melein.

- Es suficiente - les dijo Óscar, y ellas se detuvieron en el acto ( tanto a él como a Ciríe les divirtió mucho aquel juego que las muchachas, todo sea dicho, también habían disfrutado ).

- Nos ha sabido a tan poco...- suspiró Fasme.

- Abre la boca tanto como puedas y repliega tus dientes - le instruyó Óscar, cogiéndole de la cabeza.

- ¿ Me la vas a clavar ? - se emocionó ella, abriendo exageradamente la boca.

- Podría decirse que sí, aunque la meteré sin que establezca contacto ni con tu boca ni con tu lengua - le dijo él, taponándole la nariz con dos dedos.

- ¿ Para qué me tapas la nariz ?

- Quiero sentir tu ardiente aliento de hembra cachonda en mi polla - repuso él, hundiendo su viril vástago en la boca de Fasme, aunque asegurándose de que no llegaba a tocarla.

- Mm, la noto tan cerca de mí... - dijo vibratoriamente ella.

- Te gustaría comérmela, ¿ no es así ?

- Sabes muy bien que sí...

- ¿ Qué suplicios estarías dispuesta a sufrir para ganarte el derecho a mamármela ?

- Lo que tú me pidieses, padre.

- Ponme algunos ejemplos, hija.

- Me arrancaría con los dientes todas las uñas de una mano, me reventaría el clítoris con un cascanueces, me rompería un brazo pillándomelo con una puerta - le fue enunciando ella.

Estaba exagerando, claro, pero se negaba a que Óscar le tomase por una melindrosa: si le exigía alguna de aquellas pruebas, u otra aún más dura, ella la pasaría sin rechistar. A fin de cuentas, reponerse por completo le llevaría sólo un rato.

- Mira que eres bestia, hija - le regañó afectuosamente él, sacando el pene de su boca y restregándolo contra su nariz, que ya había soltado - ¿ Y sí me diese por masturbarme contra tu cara, sin rozar para nada tus labios ? ¿ Te conformarías con eso ?

- Lo que sea con tal de darte placer - rió ella ( le estaba haciendo cosquillas ), recibiendo alborozada aquella caricia.

Óscar repitió la operación al completo con sus hermanas, aunque sin dar tantos rodeos, y entonces les echó a las tres un breve chorro de orina en la cara, que ellas lamieron con deleite. Finalizado aquel ritual, les tendió las manos, para ayudarles a incorporarse, dándole a cada una de ellas un fraternal beso en la mejilla: estaban tan calientes que, de no ser por el bloqueo orgásmico, aquello habría bastado para que se corriesen.

Las dos magas, al comprender que ya habían terminado, cogieron cada una un par de brochas y un pincel, dirigiéndose hacia la puerta de la casa con su respectiva fuente bajo el brazo. El día, comprobaron de inmediato, dejaba mucho de desear: hacía un poco de viento y estaba bastante nublado, habiendo llovido varias veces desde que amaneció.

- Esperad que subamos a ponernos algo, tiene pinta de hacer frío y estamos bastante sudados - les pidió Alicia, y Hepente, que era quien había abierto, volvió a cerrar.

- Voy yo, será más rápido - se ofreció Óscar, teletransportándose a su habitación, justo frente al armario para abreviar aún más ( antes de partir, había cruzado la mirada con Hedelia, la cual le asintió, esbozando una sonrisa ).

No mucho después, se presentó en el recibidor, que era donde estaban todos, con cuatro abrigos largos ( y bastante amplios ), tres pares de zapatos, unas sandalias de playa, tres pares de medias y uno de calcetines ( salvo éstos últimos, que eran suyos, lo demás era de Alicia ). Tenía la tripa inflada, pero se colocó de forma que ninguno de los mortales se diese cuenta.

- Danos las medias y los zapatos, Óscar, queremos ayudar a vestirse a las humanas - le pidió Albarí, poniéndose de rodillas.

- Ahí tenéis - les dijo él, dándoselas.

Las tres mujeres se acercaron a las deluyrei, que les dieron unos cuantos besos en los pies antes de ponerles las medias ( estaba claro que les encantaba jugar a aquello ): entonces, tumbándose boca arriba, posaron los tacones de los zapatos en sus erectos pezones, dejando que fuesen ellas quienes deslizasen el pie dentro, dándoles un travieso pisotón que les hizo gemir de excitación ( que no de dolor ).

Julián se vistió él mismo, poniéndose los calcetines, las sandalias y la gabardina ( había crecido un poco, lo justo para que buena parte de los zapatos de Alicia, que antes le valían, ahora le quedasen prietos: fue por ello que su cuñado se decantó por unas sandalias. Además, con la pinta de macho ibérico que ahora tenía, unos zapatos de mujer, y más con tanto tacón como tenían aquellos, le habrían quedado realmente mal ).

- Laura ya está lista - anunció Melein ( era la que se había encargado de ella ), incorporándose.

- Alicia y Esther, también - dijeron a la vez Fasme y Albarí.

- Pues yo también - dijo Julián.

- No me mintáis, os falta una cosa muy importante - les reprendió Óscar, amasándose el abdomen con aire casual.

- ¡ Estás hinchado ! - se percató por fin Alicia.

- Si quieres saber el motivo, querida esposa, ponte de rodillas y bésame el culo - le sugirió él.

- Con mucho gusto - le dijo ella, arrodillándose tras él y separando sus nalgas.

- Qué envidia - dijo Melein.

- Vosotras también me lo comeréis, pero de momento os tendréis que conformar con un pequeño aperitivo.

- ¿ En qué consiste ? - le preguntó Albarí.

- Poneos otra vez de rodillas, con los brazos cruzados en la espalda.

- Listo - le dijo Melein, al igual que las otras dos ya en posición.

- Perfecto. Ahora, os acercaréis a vuestra tía, como perritas obedientes, y le lameréis la polla con todo vuestro amor...

La jóvenes, claro, no se hicieron de rogar. Entretanto, Alicia no había dejado de trabajarse el ojal de su esposo, alternando besos con lametones, y Óscar decidió que había llegado el momento de apretar: cuando lo hizo, de su ano salió una esfera de cristal de unos seis centímetros de diámetro.

- ¿ De dónde has sacado el cristal para fabricarlas ? - le preguntó Alicia.

- No las he hecho yo, se las he cogido prestadas a Hedelia.

- Hice unas cuantas anoche, usando parte del cristal que sobró de cuando Ciríe creó los recipientes - les explicó a los humanos la aludida - Las repartí entre mis hermanas e hijas, que aplaudieron mi iniciativa. Todas hemos dormido con algunas metidas en el culo, es muy grato. Esta mañana nos las quitamos.

- Más, quiero más - le dijo Alicia, lamiendo el trasero de su esposo, que le obsequió con cuatro más.

- ¿ Te apañas con esto, nena ?

- Anda, dame al menos otra, para poder meterme tres en cada agujero...

- Oye, tú, no seas egoísta, que nosotras también queremos - le regañó Esther.

- Tranquila, he pensado en todos - le dijo Óscar, defecando no una, si no tres más - Me he enchufado veintiocho, así habrá cuatro por orificio.

- ¿ Significa eso que para mí también habrá ? - se emocionó Julián, tras hacer las cuentas.

- Sí... aunque, si las quieres, tendrás que adorarme el ojal.

- ¡ Quita, Alicia, que ahora le toca a tu hermano ! - se apresuró a decirle él, poniéndose de rodillas a su lado.

Alicia, que se había metido provisionalmente las bolas en dos de los bolsillos de la gabardina, se apartó a fin de dejar vía libre a Julián, que lamió el ano de su marido con ansia, casi desespero, recibiendo como recompensa cuatro de aquellas hipertrofiadas canicas ( le excitó mucho verles en aquella pose ).

- Joder, hermanito, hay que ver lo que te gusta el ojal de mi marido - rió Alicia, acariciándole la polla - Mm, qué dura se te ha puesto, debes tener unas ganas locas de clavársela ahí...

- Sabes que sí, hermanita.

- Anda, Óscar, date la vuelta, que me apetece restregar tu polla por la cara de mi hermano - le rogó Alicia.

- De acuerdo - cedió él, girándose.

Mientras Alicia repasaba la cara de su hermano con el miembro de su esposo, testículos incluidos, Esther se puso tras el deluyrei, besándole el culo para ganarse sus bolas. A Óscar no le disgustó en absoluto sentir el rostro de Julián contra su virilidad, de hecho se le antojó muy estimulante el roce de sus pelos ( evidentemente, las atenciones de su cuñada también le fueron gratas ).

- Tienes la cara algo rasposa, cuñado - le dijo al poco.

- Cuando me levanté parecía un oso, tenía pelos por todos los lados - se excusó él.

- El hombre y el oso, cuanto más peludo, más hermoso - saltó Laura.

- Cuanto más feo, más horroroso - le corrigió Julián, entre risas.

- Dejad de destripar refranes - les amonestó Óscar - Además, por esa regla de tres, mm... ¿ qué os parece este otro ? La mujer y la foca, cuanto más hambrientas, mejor te lo hacen con la boca.

- Sólo es cuestión de ofrecerles un pescado lo suficientemente apetitoso... - dijo Ciríe, dedicando un guiño a sus sobrinas, que le sonrieron sin dejar de trabajarle el falo con las lenguas ( las habían expandido más de un palmo ).

- Pues a mí, lo que más me gusta de las focas es la habilidad que tienen para aprender a jugar con pelotas - intervino Hedelia - Una vez les has amaestrado, no tienes más que hacerte crecer un buen par de cojones, poniéndoselos a tiro: creedme, es divertidísimo, se desviven por atizártelos con los morros.

- Chorradas aparte, una de las primeras cosas que hice esta mañana fue afeitarme la cara, pero no me quedó tan apurada como habría querido - dijo Julián, asumiendo, erróneamente, que Hedelia bromeaba.

- Lógico, ahora tu pelo es muchísimo más abundante y resistente que antes - le dijo Óscar - Hasta hoy, sólo te habías afeitado como mujer: si quieres, mañana te enseñaré cómo nos afeitamos los hombres.

- Pero, si tú ya no tienes pelos...

- Me los podría hacer crecer, aunque bien pensado será mejor que ni lo intente: considerando lo resistente que ahora soy, destrozaría la cuchilla. Si te parece bien, te afeitaré la mitad de la cara, y tú imitarás lo que te haga en la otra mitad.

- Buena idea.

- Lo haremos completamente desnudos, delante de todas las chicas, y yo me pondré detrás tuya, clavándotela por el culo. Haremos que dure, y, cuando terminemos, te echaré en la cara una buena meada, a modo de loción.

- Promete ser divertido, ¿ no crees, hermano ? - le dijo Alicia, sin dejar de restregar la tranca de Óscar contra su cara.

- Creo que voy a ser un alumno muy, pero que muy malo: de ese modo, Óscar no tendrá más remedio que darme la lección a diario - bromeó él.

- Eres un goloso, tío - le regañó en broma Laura, acercándose a ellos. Sus manos pronto se unieron a las de su madre, una en la herramienta de su padre y la otra en los bajos de Julián, que se seguía dejando hacer.

- Será todo lo goloso que quieras, hija, pero yo aún no he visto que abra la boca para saborear la polla de tu padre - dijo Alicia.

- ¡ Pues es verdad ! - se escandalizó Laura, intercambiando una mirada cargada de complicidad a su padre antes de añadir - No podemos permitirlo: di "ah", tío, que tu hermana y tu sobrina te van a dar a probar un rico pirulí de carne.

Julián lamió con deleite la tranca de Óscar, que le acarició la coronilla. La verdad es que le habría dejado seguir con la manada, pero las hechiceras esperaban, así que expulsó la última de las bolas destinadas a Esther y volvió a darse la vuelta, apretando su trasero contra la cara de su hija, que se agarró a su cintura tras recibir la última bola, negándose a parar.

- Me vuelves loca, padre - suspiró ella, entre lametones - Mm, cuánto me gusta hacerte gozar...

- Qué cosa más rica, cuñado - le dijo Esther, que había aprovechado el giro de Óscar para hacerse con el control de su tranca - Joder, me tiraría horas comiéndotela...

- Me halagáis, nenas, pero ahora no podemos entretenernos con eso.

- Dijiste que nos dejarías comerte el culo - se quejó Laura - Anda, papi, deja que siga hasta que te corras...

- Ya tendréis ocasión de darme placer con la sinhueso ahí atrás... y en cualquier otro lugar que se os antoje.

- ¿ Qué tal si os metéis ya las bolas ? - les animó Ciríe, empezando a eyacular en aquel preciso instante, lo cual no le impidió añadir, entre gemidos - Os hacéis tanto de rogar que estoy empezando a temer que no podáis con ellas...

- ¡ Nuestros agujeritos se zampan lo que les echen ! - se hizo la ofendida Esther, comenzando a introducírselas.

Pronto estuvieron todos listos, de modo que Óscar, abriendo la puerta, se hizo a un lado para dejarles pasar ( él no tuvo que agacharse demasiado, pero Darlane sí. Ser tan altos tenía ciertos inconvenientes ). Las últimas en salir fueron las sobrinas de Ciríe, cuyas caras tenían aún bastantes restos de esperma.

- Estáis hechas un desastre, chicas, mirad cómo tenéis la cara - les dijo él.

- Lo hemos hecho a propósito - le confesó Albarí.

- Nos gusta mucho exhibirnos pringadas de esperma, así la gente se entera de lo guarras que somos - añadió Melein.

- No os mováis, que os voy a limpiar - les ordenó él, adecentándoles por medio de unos rápidos lametones ( se apresuró, pues no quería demorar más a las magas, y por supuesto tampoco perderse el comienzo del hechizo ).

- Gracias, papá - le dijo Fasme.

- Vaya, veo que os empiezan a doler los huevos - les dijo él, palpando sus testículos con gentileza ( para su satisfacción, los notó muy, muy pesados ).

- De momento no mucho, papá - le quitó importancia Melein.

- Sigue bloqueando nuestros orgasmos tanto tiempo como se te antoje - le pidió Albarí - Queremos que nuestros cojones estén a punto de reventar.

- Ya verás qué corrida vamos a echar cuando por fin dejes que alcancemos el clímax - le dijo Fasme - Nuestras porras van a parecer mangueras.

- Y, toda la leche que echéis, ¿ para quién será ?

- Para ti, padre - le dijo Melein, arrobada.

- ¿ Toda ?

- Hasta la última gota, para hacer con ella lo que te plazca - suspiró Fasme.

- ¿ Me dejaréis que os ordeñe ? - les preguntó él.

- ¡ Desde luego ! - respondieron a coro.

Tras aquel pequeño intercambio, siguieron a los demás, andando rápido para alcanzarles. Se estaban dirigiendo a la parte trasera. La hechiceras, no bien llegaron al muro de la finca, empezaron a contonearse, recitando en voz baja una letanía incomprensible. Sin dejar de agitarse ( parecían estar bailando, aunque con majestuosa serenidad... y no poca sensualidad ), mojaron la brocha más gruesa en sus respectivas fuentes e hicieron unos trazos, aumentando el tono del canturreo ( no mucho, en realidad ). Comenzaron en el mismo punto, alejándose: de seguir así, pronto se volverían a juntar, esta vez en la puerta.

Una vez dieron la primera media vuelta, prescindieron de la brocha más grande y usaron la mediana, repitiendo la operación. Los nuevos trazos, al solaparse parcialmente con los anteriores, dieron lugar a símbolos arcanos, por el momento aún bastante toscos: sería a lo largo de la tercera ronda, en la que hicieron uso del pincel, cuando los símbolos quedaron perfectamente perfilados, habiendo dado vuelta y media cada una.

No bien remataron entre las dos el último de ellos, el conjunto centelleó, desdibujándose hasta desaparecer... o eso es lo que les pareció a los humanos. Sin embargo, si se fijasen con la suficiente atención, probablemente aún viesen algunos de aquellos trazos, que en realidad tan sólo se habían mimetizado, siendo aún razonablemente visibles para aquellos que contaban con una vista privilegiada, como los deluyrei o la ángel ( Óscar se preguntó si se verían astralmente, y vaya si lo hacían: la sensación se le antojó muy similar a cuando se mira el filamento incandescente de una bombilla, aunque sin quedar deslumbrado por su brillo ).

Habían gastado algo más de las dos quintas partes de la mezcla, y, aunque se les veía un poco cansadas, se sentían mucho mejor de lo que habría sido de esperar: era evidente que la magia de los fluidos de Óscar les estaba ayudando más de lo que habían previsto, de lo cual no se quejarían. Las dos se miraron, con expresión calculadora.

- ¿ Lo repetimos por fuera ? - le preguntó Darlane a su colega.

- Por mí no hay problema.

- Podría veros alguien - se preocupó Alicia, dando un gritito de excitación ( no fue el primero que se le escapó desde que Óscar había comenzado a inducir placenteras vibraciones en las bolas que tenía dentro, cosa que también hacía con los demás ).

- Podría oírte alguien - se burló Óscar.

- Nos trae sin cuidado - gimió Esther, y ahora fue ella quien gritó, dando un pequeño brinco, cuando Óscar, juguetón, meneó con algo más de ímpetu sus bolas, logrando que se entrechocasen.

- Hacernos invisibles no interferiría con el hechizo - dijo Hepente, tras pensárselo un poco, desvaneciéndose junto a las brochas, el pincel, y el recipiente con el potingue - A fin de cuentas, la pintura se camufla a sí misma una vez ha sido finalizado, para no dar demasiado el cante...

- Sí, yo también opino lo mismo - coincidió Darlane, volviéndose a Óscar y diciéndole - ¿ Me ocultas tú ?

- ¿ Te las apañarás ? Delante hay calzada, pero la parte de atrás es relativamente accidentada, y no podrás ver dónde pones los pies.

- No hay problema, los ángeles tenemos unos sentidos astrales muy desarrollados.

- Perfecto. Te rociaré generosamente con mi poder de invisibilidad, a ti y al mejunje ese, para asegurarme de que te dure: cuando acabéis, reabsorberé el que no se haya consumido aún.

- ¿ Deberíamos amortiguar vibratoriamente vuestras voces ? - les preguntó Hedelia a las hechiceras, ambas ya invisibles.

- No, pues eso sí que podría interferir con el hechizo - le dijo Hepente.

- Lo que sí podríais hacer, en caso de necesidad, es generar sonidos, a ser posible fuertes, con los que encubrirnos - les propuso Darlane - Eso sí, no los vayáis a dirigir hacia nuestros oídos, estaremos muy concentradas y podríais sobresaltarnos, malogrando el hechizo. Oh, y procurad mantener despejado el perímetro: con nervadura y media en torno al muro, supongo, nos bastará para maniobrar.

Salieron al exterior ( los restantes deluyrei imitaron a Hepente, haciéndose invisibles ), y las magas repitieron el hechizo, comenzando por la parte de atrás a fin de terminar junto a la puerta. Óscar lamentó en el acto no haberse calzado: dentro de la finca, anduvo sobre el tupido césped y las limpias losetas, de irregulares formas, que en él formaban caminos, no manchándose en absoluto los pies. Sin embargo, no bien salió a la calle pisó un traicionero chicle. No se le pegó, pero le dio bastante grima, y no sería la única porquería sobre la que caminaría. Estuvo tentado de manifestar las alas de vuelo, a fin de alzarse del suelo, pero no quería correr el riesgo de que aquello interfiriese de algún modo con el hechizo ( no lo veía probable, pero ya no le era posible cerciorarse, pues las únicas que podrían haberle asesorado al respecto estaban muy ocupadas ).

Era de agradecer que la calle a la que daba la parte delantera de la finca, de todas la más transitada, estuviese pavimentada: de lo contrario, las huellas de las dos mujeres, especialmente las de Darlane, habrían podido delatarles conforme eran impresas en la arena, fenómeno que se produjo en los laterales y en la parte de atrás ( no sólo carecían de asfalto, tampoco contaban con el estrecho paso peatonal, cubierto con baldosas, que había a ambos lados de éste ), pero que probablemente nadie viese.

También hubo que agradecer que la finca no compartiese su muro con ninguna de las adyacentes, separadas de ella por callejones de la anchura justa para ser transitables por coches. De no haber sido así, las hechiceras se habrían visto obligadas a entrar y salir en las parcelas vecinas varias veces, maniobra que, además de molesta, bien podría haber roto el ritmo que precisaba el encantamiento.

La primera persona que pasó, cuando las magas iban a completar la primera vuelta, se trataba de un jubilado que tenían por vecino ( vivía dos fincas a la derecha ). Regresaba de hacer su exigua compra, montado en bicicleta, y saludó a Alicia y los demás sin detenerse ( simularon estar charlando entre ellos, aunque respondieron con la mano al saludo ).

No mucho después, pasó un tipo corriendo ( trabajaba por las tardes, captó de su mente Óscar, así que aprovechaba la mañana para hacer algo de ejercicio ). Iba por la acera anexa a la finca, pero, al ver que estaba ocupada, se cambió de acera. Sin embargo, al reparar en las tres bellezas que acababa de dejar atrás, estuvo a punto de parar, simulando que hacía unos estiramientos. Si no lo hizo fue porque Óscar le disuadió telepáticamente.

Pasaron dos coches, muy seguidos, y, no mucho después, una furgoneta. Las magas acababan de comenzar la tercera ronda cuando Cecilia, otra de las vecinas, apareció tras la curva que hacía la calle cuatro fincas a la izquierda, camino de su casa ( vivía una parcela más allá del jubilado de antes, cuyo nombre no recordaba ). Le acompañaba Beatriz, su hermana.

Hasta el momento no había circulado nadie por aquella acera, por lo que se limitaban a apartarse, por lo común adentrándose momentáneamente en la calzada, cuando las hechiceras pasaban por la parte delantera del muro ( de haberse acercado algún vehículo en tan crítico momento, habrían simulado estar cruzando la calle, pero no hubo necesidad de hacerlo ).

Considerando el ritmo al que avanzaban Cecilia y Beatriz, lo más probable es que llegasen a la finca cuando las hechiceras estuviesen a punto de concluir la tercera vuelta, y eso no podían permitirlo. Mientras pensaba una solución, Óscar les evaluó, pensativo.

Cecilia tenía treinta y dos años, rondaría el metro sesenta, y era bastante delgada, aunque sin caer en la anorexia ( a decir verdad, por poco margen ). Relativamente pálida, tenía el cabello y los ojos castaños. Era bastante mona de cara, teniéndola ovalada, si bien su mentón no armonizaba por completo, siendo algo más pronunciado de lo que debiera. Se maquillaba mínimamente, y sólo para complacer a su marido, pues a ella no le gustaba.

Beatriz era de la misma estatura, o acaso una pizca más baja, y no estaba tan delgada como su hermana, aunque, al igual que ella, le vendría muy bien coger unos cuantos kilos. Tenía veintiocho años, y también era relativamente agraciada, pero cuidaba su imagen aún menos que Cecilia. Para empezar, llevaba recogido el pelo ( que era más claro ), en un moño, y vestía una ropa realmente sosa con la que casi parecía una colegiala ( el que tuviera algunas pecas en la cara, por cierto más estrecha que la de su hermana, ayudaba bastante ). Usaba gafas, y eran sencillamente abominables, pareciendo datar de mediados de siglo ( como en efecto ocurría, pues pertenecieron a su difunta abuela ).

No pudo resistirse a la tentación de leer sus pensamientos. Venían de hacer la compra ( Cecilia tiraba de un carrito, mientras que Beatriz cargaba con una bolsa que, por cierto, se veía bastante pesada ), aunque antes habían ido a misa. Eran pocos los días que no iban, aunque tan malsana y fea costumbre había tenido un inesperado y beneficioso efecto secundario: aquella larga caminata, unida al hecho de que no padeciesen de ningún vicio, les había mantenido en forma. Gracias a ello, aparentaban menos de veinticinco ( en realidad Beatriz, de arreglarse un poco, podría haber pasado por menor de edad ).

Cuando divisaron a Alicia y a Laura, se sintieron disgustadas, y Óscar comprendió que sus chicas les caían mal. No tuvo que rebuscar demasiado entre sus pensamientos para averiguar el motivo. En más de una ocasión les habían visto jugar con algunos de sus sumisos dentro de la finca ( eran muy cotillas, aunque por fortuna de las que se lo callan todo, y espiaban a la mayor parte de sus vecinos por medio de una especie de periscopio casero que entre las dos habían instalado en el ático, que era donde vivía Beatriz ).

Nunca les habían distinguido muy bien, pues algunos de los árboles de sus respectivas fincas, sin olvidarse de los de las dos que las separaban, entorpecían bastante su visión. Además, Alicia y Laura muy rara vez se desmadraban por completo en el exterior, y eso que su único temor era que alguien trepase el muro, cosa no muy probable. Con todo, esas dos fisgonas mojigatas habían sido incrédulas testigos de cosas que ni siquiera aparecían en los vídeos pornográficos que el marido de Cecilia ocasionalmente compraba y que ellas, a fin de comprobar hasta donde llegaba su perversión, se ponían cuando él no estaba ( les daban tanto asco que a veces vomitaban, especialmente Cecilia ).

Óscar creía recordar que Alicia le había dicho que se rumoreaba que su marido les maltrataba a ambas, y procedió a informarse al respecto. Era mentira: el marido de Cecilia, pese a ser en efecto alcohólico ( como consecuencia de su frustración en el terreno sexual, supuso ), no le ponía la mano encima, ni tampoco a su cuñada ( eso sí, se cogía unos berrinches tremendos, aporreando el mobiliario y las paredes con tal fuerza que en más de una ocasión se había lastimado manos y pies ).

Al igual que Alicia y Laura, a sus ojos no era más que un pecador, un cerdo promiscuo que estaba siempre pensando en cochinadas... pero les era imposible no quererle, sobre todo a Cecilia, y en cualquier caso estaba casado con él, y para ella, al igual que para su hermana, el divorcio era impensable.

Así pues, cuando Genaro se ponía especialmente pesado, ella se abría de piernas, resignada, y dejaba que se desfogase mientras rezaba en voz baja un rosario, confesándose al día siguiente si por un casual comenzaba a sentir ese inquietante hormigueo que, según su confesor, precedía al más terrible de los pecados, el orgasmo... crimen que, por fortuna, jamás había cometido.

Recién casados, su marido le estimulaba a conciencia, llegando a mojarse ( otro de los síntomas que indicaban que estaba a punto de adentrarse en las tinieblas ), pero nunca logró que se corriese, pues ella se resistió con toda su alma. No es de extrañar que Genaro pronto le diese por imposible, tachándole de frígida y centrándose tan sólo en la obtención de su propio placer... cuando los insistentes rezos de su esposa no le bajaban la moral, claro.

Sabían de buena tinta que Genaro llevaba dos años viéndose con una amiga común, haciendo cochinadas con ella. Se sentían un poco heridas, pero al menos se hacían cargo de que el hombre, no pudiendo saciarse con su propia esposa, buscase alternativas, y a sus ojos el adulterio era menos pecaminoso ( aunque por muy poco margen ), que la masturbación. Además, les horrorizaba la posibilidad de que se quedase ciego al tocarse su sucio colgajo pecaminoso, tal y como la gente de bien sabe que les termina pasando a los hombres que abusan de su cuerpo... rumor que su guía espiritual les había confirmado.

Óscar, molesto, maldijo en silencio al clero. Por culpa de su inicua influencia, aquellas pobres mujeres estaban realmente mal de la cabeza, no habiendo disfrutado de un mísero orgasmo en su vida. Su deber como buen vecino era hacer algo para sanarles ( de lo cual, presumiblemente, también se beneficiaría su marido ), y se propuso hacerlo, aunque aún no sabía cómo: a fin de establecer un plan de acción, ahondó un poco más en sus mentes.

Cuando Cecilia y Genaro eran novios, nunca pasaron de cogerse las manos y besarse ( casi nunca en la boca, y menos con lengua ), y eso siempre le molestó mucho, llegando a amenazarle con romper un día que se puso demasiado caliente. Fue entonces cuando Cecilia le prometió que haría con él de todo no bien se casasen, y él siguió aguantando. Cuando, en la noche de bodas, comprendió cuán variado podía ser el sexo, aquella pobre perturbada se horrorizó, siendo incapaz de cumplir su promesa. Le era mucho más soportable dejar que hiciese guarradas con quien le viniese en gana: ella y su hermana rezarían por su alma, e incluso por la de su amante de turno, para salvarles del infierno.

Si Genaro había acogido a su cuñada en su casa, cosa que hizo al poco de casarse, supuestamente era porque a ésta se le hacía muy cuesta arriba vivir sola ( sus padres tenían Alzheimer y habían sido ingresados en un geriátrico ). Lamentablemente, el auténtico motivo para que se hubiese instalado en casa de su cuñado era bien distinto, descubrió Óscar, cada vez más enojado: el cura que había fanatizado a sus padres, desencadenando su precoz demencia, había abusado de ella desde que era una cría ( para ser más precisos, a raíz de la primera comunión ). ¡ Malditos cerdos paganos ! ¿ Acaso no había ni uno decente ?

El tiparraco aquel le había dejado en estado a los doce años, y el muy sinvergüenza les había convencido, a ella y a su familia, de que había sido poseída por al menos un demonio. Así, cuando llevaba dos meses de embarazo, le hicieron un aborto disfrazándolo de exorcismo ( lo llevó a cabo una improvisada comadrona disfrazada de monja ), que por cierto estuvo a punto de costarle la vida.

Los abusos habían continuado, solo que a partir de entonces Elías, el degenerado aquel, se negaba a darle su blanca absolución en la vagina, alegando que había sido el cubil del demonio, de modo que le sodomizaba, haciendo también que se la mamase ( por lo que averiguó Óscar, el tipo no debía lavarse más que una vez al mes, y para colmo acostumbraba a orinarle en la boca, o en el culo, al acabar ).

Cierto día, al poco de ser ingresados sus padres ( para entonces, ya tenía veintidós años ), Elías se acercó a su casa acompañado por cuatro de sus colegas, además de seis muchachos, y ella tuvo que complacer a todos varias veces, de dos en dos e incluso de tres en tres... cosa que hicieron ante una cámara de vídeo ( se pusieron un antifaz, aunque la cara de ella la dejaron al descubierto ). No le penetraron vía vaginal ( no querían correr el riesgo de que le poseyese otro demonio, le dijeron ), y le hicieron tomar unas pastillas que le hicieron sentirse muy rara: de pronto, todo aquello no era tan terrible, de hecho se le antojó bastante divertido ( le aseguraron que eran unas hostias especiales que consumían en secreto los altos cargos de la iglesia, y la muy ingenua se lo creyó ).

El día siguiente, cuando despertó, ellos ya estaban levantados. Se habían reunido en un cuarto desde el que podían verle ( quedaban enfrentados, y habían dejado abiertas las puertas de ambos ), pero se hizo la dormida, pues no creía que pudiese soportar otra de aquellas comuniones fálicas múltiples, y además el estado de gracia en el que le habían sumido las santas hostias papales parecía haber pasado.

Se dedicó a escucharles, y poco a poco comprendió hasta que punto le había estado utilizando aquel cabrón. Se quedó helada cuando se enteró que dos de los muchachos con cuyo santificado esperma había tenido que comulgar eran hijos suyos, y no precisamente en el sentido figurado de la palabra. Cuando supo que su posesión demoniaca fue en realidad un embarazo normal y corriente, a poco estuvo de delatarse, pues comenzó a sollozar por el bebé que nunca tuvo, viéndose obligada a morderse los labios para que no le oyesen.

Mas las atrocidades del cura no acababan allí: Elías también había abusado de su madre, convirtiéndole en su barragana y compartiéndole con algunos de sus amigos... cosa que siguió haciendo, aunque con menos frecuencia, tras casarle con su padre. Cecilia era tan sólo medio hermana suya, pues fue ese maldito cura, y no su padre, quien dejó en estado de ella a su madre, precipitando la boda para ocultarlo ( ese debió ser el motivo por el que jamás abusó de ella ).

Inducidos por Elías, sus padres habían hecho un montón de donativos a la iglesia, entregándole a él en persona los cheques... buena parte de los cuales había ingresado en una cuenta a su nombre. Pero aquello no le bastaba, así que había decidido explotarle, convirtiéndole, sin que ella lo supiese, en una actriz pornográfica: el vídeo de la noche anterior sólo había sido el primero de muchos, y paulatinamente irían induciéndole a hacer cosas más y más fuertes.

Con el tiempo, posiblemente ni siquiera tuviesen que drogarle para desinhibirle, aventuró uno de los jóvenes, y fue entonces cuando Beatriz supo qué las hostias papales no eran si no algún tipo de alucinógeno. Bajo sus efectos, tenía la sensación de haber hecho algo especialmente horrible, pero no lo recordó hasta que no hablaron de ello.

No podía creerse que hubiese estado jugando con una serpiente, lamiéndola como si se tratase de una polla y metiéndosela tanto por delante como por detrás. Con aquel viscoso bicho, y una manzana ( que se restregó con impudicia por todo el cuerpo, repitiendo entre risas todas las obscenidades que le apuntaban ), había escenificado el pecado original... secuencia por la que cierto tipo les había prometido un millón de pesetas.

Cuando el cura les explicó que el paso siguiente sería aparearle con perros, cerdos y burros, revolcándose en sus heces y orines cuando acabase, Beatriz ya no pudo aguantar más. Levantándose de un brinco, se hizo con la cámara de vídeo ( seguía en la habitación ), tras lo que huyó hacia la alcoba de sus padres, donde se encerró. Ellos, al comprender que lo había oído todo, intentaron echar la puerta abajo, entre insultos, amenazas y blasfemias: para cuando lograron entrar, Beatriz ya había cargado la escopeta de su padre ( antaño, le gustaba cazar ), y les juró que les acribillaría a tiros si no se iban de inmediato. Tuvieron que comprender que lo haría, porque enseguida estaban en la calle. No bien se cercioró de que abandonaban la finca, llamó a su hermana y le dijo que no podía vivir ni un segundo más en aquella casa, no sin sus padres: horas después, Genaro se presentó allí para recogerle.

Óscar no comprendía cómo Beatriz podía fiarse de Claudio, el cura con el que su hermana se confesaba desde que se casó, considerando lo que le había hecho aquel otro: la curiosidad le llevó a profundizar un poco más en su psique.

Beatriz no encontró el valor de contarle a Cecilia lo sucedido. Conservó la cinta que le logró quitar a Elías, pero no podía mostrársela, pues, si bien ella reconocía al cura sin problemas, pese a la máscara ( le tenía muy visto ), su hermana bien podría no hacerlo, caso en el que quedaría ante ella como la peor de las fulanas, y no quería ganarse su enemistad ( además de perderle, y ya tenía suficiente con haber perdido a sus padres, corría el riesgo de que convenciese a Genaro de que le echase de casa, y eso le supondría volver a instalarse en la de sus padres, que estaba a un tiro de piedra de la parroquia donde oficiaba Elías, allá en Badajoz, que no a cuatrocientos kilómetros largos ).

Una persona con algo de discernimiento habría renunciado para siempre a tan absurdas creencias, pero la vida de Beatriz se había estructurado en torno a ellas, siendo como un lento veneno que parecía haber emponzoñado sin remedio su mente.

Así, en contra de toda lógica, pronto recurrió al cura preferido de su hermana para aliviar tan terrible carga. Éste, cuando Beatriz terminó de explicarse ( cosa que hizo a lo largo de una confesión que les llevó tres horas ), decidió demostrarle que él, a diferencia de Elías, era un auténtico siervo de Dios, un hombre santo e incorruptible.

Claudio le propuso a Beatriz lo siguiente: ya que sabía qué tenía que hacer para excitar a un hombre ( por desgracia, había practicado mucho con Elías ), debería intentar excitarle a él. Si su miembro se endurecía, significaría que su fe no era lo suficientemente fuerte como para resistirse al maléfico influjo de Satanás: de lo contrario, quedaría demostrado que Dios estaba de su parte.

Beatriz, absuelta de antemano por Claudio de los pecados que iba a cometer, le esperó a la salida de misa y se dirigieron a su casa, donde ambos se desnudaron. Estuvo a punto de echarse atrás, pero no podía dejar pasar la oportunidad de comprobar si aquel cura estaba realmente en gracia de Dios. Él, al ver sus dudas, le ordenó en nombre de la santísima trinidad que se la tocase: Beatriz, al principio muy asustada, pronto comprobó que aquello no se levantaba, y se fue animando, incrementando su estimulación.

Le lamió todo el cuerpo ( a diferencia de Elías, Claudio era bastante aseado, cosa que agradeció ), le metió un dedo en el culo, restregó sus pequeños pero bonitos pechos por donde se le antojó, e incluso estampó su trasero en la cara del cura, que se dejaba hacer. Su respiración se aceleró notablemente, pero su miembro permaneció virtualmente inmutable, por lo que Beatriz terminó creyendo en él. Claudio, que tenía cincuenta y cinco, era algo obeso, casi calvo, más bien bajo y bastante corriente, pero ella sólo podía verle como a un hombre santo, lo cual le hacía irresistiblemente hermoso a sus ojos, y eso, curiosamente, le comenzó a excitar.

Él, al percatarse de aquello, le anunció ( no sin cierta brusquedad ), que la prueba ya había terminado, rogándole que mantuviese en estricto secreto lo ocurrido. Le pidió que le diese la cinta, a fin de aliviarle de tan pesada carga. En caso de que Elías intentase hacer algo contra ella, se valdría de la grabación para castigarle: de lo contrario, y a fin de no perjudicar la credibilidad de la santa madre iglesia, jamás la vería nadie. A Beatriz aquello le pareció muy razonable, y con mucho gusto se la entregó.

Óscar, sin embargo, no era de la misma opinión: si Claudio hubiese sido una persona correcta, habría organizado un buen revuelo, asegurándose de que Elías recibiese su merecido no importa el descrédito que sufriese la iglesia. Además, el que no se le pusiese dura no tenía por qué ser síntoma de virtud. Claudio bien podría ser homosexual, sintiendo tal asco por las mujeres que le fuera imposible alzar la bandera en su presencia. También cabía la posibilidad de que estuviese tan embrutecido que considerase el sexo algo demoniaco ( claro síntoma de disfunción mental ). Por último, podría ocurrir que padeciese de alguna dolencia física que le hubiese provocado impotencia.

Óscar intentó acceder a más recuerdos relacionados con aquel sacerdote, pero para su sorpresa no los obtuvo de la mente de Beatriz, si no de la de Alicia. Uno de sus sumisos a tiempo parcial le había confesado en cierta ocasión que conocía a un cura que era bisexual, habiendo llegado a organizar orgías ( a bastantes de las cuales él había asistido ), en uno de los salones parroquiales. Pues bien, aquel cura era Claudio.

Por lo visto le iba de todo, pero había abusado tanto del pinganillo en sus años mozos que no se le levantaba a menos que se tomase un mejunje que él mismo se preparaba ( a base de drogas varias, entre ellas cocaína ), aunque también se valía de unos aros que se ponía en la base del pene, constriñéndolo: ¡ con razón no se había empalmado cuando Beatriz le manoseó !

Así pues, la última de sus hipótesis resultó ser la correcta: el tipo era impotente. Sin embargo, gracias a las tretas de las que se valía, podía joder como un campeón, cosa que Alicia había podido comprobar en persona, pues el sumiso en cuestión le invitó a una de aquellas fiestas ( no hace falta decir quién acaparó la atención ese día ). Esto, claro, lo leyó también de la mente de su mujer, y ya sabía el motivo por el que aquel tipo les previno a Cecilia y a Beatriz de Alicia: no quería que se enterasen, a través de ella, de lo que hacía.

Lo iba a tener muy difícil, pues aquel día Laura acompañó a su madre, escondiéndose en un confesionario roto que tenían arrinconado en la sala ( que hacía de almacén ), y grabándolo todo ( la pobre lo pasó muy mal, le habría gustado mucho participar, aunque por fortuna tuvo la prudencia de llevarse varios consoladores, así como un buen surtido de baterías de alta capacidad, por supuesto cargadas a tope ).

Lo hicieron para tener un recuerdo de la orgía, pero Óscar decidió que se lo mostrarían a Cecilia y Beatriz. Qué mejor que desprestigiarle para que se librasen de su influencia. Ya le daría algunas vueltas al asunto, ahora tenía que asegurarse de que las dos mujeres no estorbasen a las hechiceras.

Pronto dio con una solución, sugiriéndoles a su mujer y su hija que hiciesen una buena escena lésbica, cerciorándose antes, por medio de su percepción exhibicionista, de que no les viera ningún extraño ( aparte, claro, de Cecilia y Beatriz ).

Si los humanos habían salido a la calle no era para ver cómo las magas lanzaban de nuevo el hechizo ( más que nada, porque les era imposible ), si no para despistar, de ser necesario, a la gente que por allí pasase: por fin iban a servir de algo. Esther y Julián se separaron para no interferir, apoyándose contra la puerta ( estaba algo hundida en el muro, lo suficiente como para que las feligresas, al dejar de verles, pensasen que se habían metido en la finca ).

Las dos humanas empezaron a meterse mano y a besuquearse. Se desabrocharon los abrigos, dejando a la vista sus pechos y su entrepierna. Las expresiones de sus vecinas traslucían simultáneamente sorpresa, ofensa y asco, resultando realmente hilarantes. Laura y Alicia les miraban a menudo, dedicándoles lascivas sonrisas y no pocos guiños. Como buena hija, Laura se puso de rodillas, comenzando a deleitarse con el néctar vaginal de su madre, que se amasaba los pechos con sensualidad. Cuando Alicia procedió a orinar en la boca y cara de su hija ( no mucho, pues reservaba la mayor parte de su dorada lluvia para Óscar ), aquellas dos timoratas, que se habían quedado paralizadas, casi se desmayaron ( de hecho, a Beatriz se le cayó la bolsa ).

Cuando pararon, estaban tan sólo a unos treinta metros de Alicia y Laura, no faltándoles mucho para cruzar la calleja que separaba la finca anexa de la de ellas: fue por ello que no se perdieron detalle, y los gemidos de Laura, agradeciendo a su madre la meada, no les dejaron ninguna duda de lo que habían hecho. Dado que los zapatos estaban limpios ( exceptuando sus suelas, claro ), Laura se agachó aún más, lamiéndole la punta de ambos a su madre, postura en la que dejó al descubierto su trasero, que Alicia amasó con ambas manos.

- ¡ Y ahora, hija, dame placer por detrás ! - le ordenó su madre, imperiosa, alzándose el abrigo y girándose entre contoneos. Óscar, por medio de su poderes vibratorios, se aseguró de que aquellas palabras llegasen con total nitidez a los oídos de sus vecinas, aunque evitando que pudiesen ser oídas desde cualquiera de las fincas cercanas ( le fue muy sencillo establecer hacia donde tenía que propagarse el sonido, y de qué forma lo hacía ).

- ¿ Acaso quieres que la zorra de tu hija te coma el ojal, mamá ?

- ¡ Calla y cómemelo de una vez, hija de puta !

Laura comenzó a hacerle un delicioso beso negro a su madre, excitándole mucho exhibirse de aquella forma ( a Alicia también le gustó bastante ). Al poco, protestó, mimosa:

- Mamá, yo también quiero que me coman el culo...

- ¡ Eh, vosotras dos, venid para acá ! - les increpó Alicia a las hermanas, girándose hacia ellas - ¡ Mi nena necesita vuestras lenguas comedoras de hostias en su goloso culo, y las necesita ahora !

- ¡ Degeneradas ! - gritó, estrepitosamente, Cecilia ( Óscar, naturalmente, evitó que aquel improperio llegase a oídos indebidos ).

- ¡ Usted sí que es una degenerada, que no se folla ni a su propio marido ! - gritó Laura, repitiendo lo que su padre le había sugerido que le dijese - ¡ Qué vergüenza, a los treinta y dos y sin haber estrenado el ojal ! ¡ Arderás en el infierno, frígida de mierda !

- ¡ Entremos en casa, hija, y hagámonos el amor hasta caer rendidas ! - gritó Alicia, también instruida por Óscar - ¡ A la mierda con ese par de perras pecadoras !

- ¡ Vosotras sois las pecadoras, adúlteras del demonio ! - chilló Beatriz ( lo hizo con todas sus fuerzas, pues quería que todo el vecindario le oyese, sorprendiendo a madre e hija cometiendo incesto cuando saliesen a ver qué pasaba, pero Óscar evitó que su berrido fuera oído por extraños ).

- ¡ Tú a callar, o le mostraremos a tu hermana el vídeo que le diste a Claudio, ese donde se ve cómo Elías y sus amigos se divierten contigo ! - le amenazó Laura ( de parte de Óscar, claro ), haciendo como que sabía de qué estaba hablando.

Beatriz retrocedió unos pasos, horrorizada, poniéndose mortalmente pálida. Cecilia quiso saber de qué iba aquello, y ella, tras unos titubeos, le aseguró que no era de su incumbencia ( habría sido absurdo decirle que no sabía a qué se refería Laura, pues su reacción le había delatado ). Para su desgracia, su hermana no se iba a conformar con eso, y comenzó a interrogarle ( cuando alguien oculta algo, razonó, es por que se siente avergonzado de ello ).

Mientras Cecilia acosaba a su hermana, cada vez más convencida de que le estaba ocultando un terrible secreto ( como en efecto ocurría ), Darlane llegó por fin a la esquina cerca de la que se encontraban y torció, sin que las humanas llegasen a percatarse de su canturreo ( tal y como había previsto Óscar, estaban demasiado ocupadas, y en cualquier caso la ángel no estaba alzando demasiado la voz ).

El peligro había pasado, por lo que Óscar abrió la puerta de la finca, y los humanos, captando la indirecta, entraron, seguidos de las deluyrei ( él se quedó momentáneamente fuera, volviendo a cerrar la puerta ). Cuando las hechiceras remataron entre ambas el último ideograma ( o lo que fuera aquello ), los invisibles trazos centellearon brevemente, pero sus vecinas, enzarzadas en una amarga discusión, no se dieron cuenta.

Pese a que ejecutaron el hechizo dos veces, una por dentro de la tapia y la otra por fuera, y aún considerando que ello les supuso dar tres vueltas enteras a la finca, en algo más de media hora habían terminado ( a fin de cuentas, los símbolos estaban relativamente distanciados, habiendo por término medio un metro entre ellos ).

Ya dentro de la finca, Hepente se hizo visible, haciendo también visible su instrumental, y Óscar hizo lo propio con Darlane. La mágica pintada que acababan de hacer también fue hecha visible, pero, considerando su capacidad mimética, aquello no supondría ninguna diferencia para la gente normal.

Antes de meterse en la casa, Hepente le pidió a Darlane el recipiente del que ésta se había valido, vertiendo su contenido en el suyo, y entonces lo sopesó, con expresión concentrada ( mientras lo hacía, restregó distraídamente sus pies contra la hierba ).

- Posiblemente baste para repetir el hechizo, al menos de ejecutarlo en torno a las paredes exteriores de la casa - le leyó el pensamiento la ángel.

- Soy de la misma opinión, pero no me apetece hacerlo tres veces seguidas - le dijo Hepente, tendiéndole la fuente donde había reunido lo que quedaba del potingue - anda, mete esto en tu espacio de almacenaje, mañana repetiremos el hechizo para no desperdiciarlo.

- ¿ Qué te pasa en los pies ? - le preguntó Alicia ( la deluyrei volvió a restregárselos en el césped no bien Darlane envió el recipiente al hiperespacio que generaba su araña encantada ).

- Los tengo sucios, pues la parte de atrás está bastante embarrada, y no quiero mancharte el parqué.

- Algunos de nuestros vecinos no parecen distinguir entre un riego y una inundación - se justificó Laura.

- Yo diría que ni siquiera saben distinguir entre un camino y un urinario - bromeó Darlane.

- Alcémonos en el aire levemente, para no pisar el suelo, y que tus hijas nos limpien los pies a todos, empezando por ellas mismas - propuso Óscar.

- ¿ Con la lengua ? - se interesó Albarí, manifestando, al igual que los restante deluyrei, las alas de vuelo.

- No, id a la cocina y coged unos barreños - les dijo él - Coged también alguna jarra con agua, para aclarar.

- ¿ De dónde cogemos el jabón ? - les preguntó Fasme.

- De nuestro cuarto de baño - les dijo Alicia - Traed también unas esponjas, y no os olvidéis de coger toallas.

Las tres jóvenes partieron de inmediato a reunir todo lo necesario, mientras los demás se acomodaban en el salón ( antes de sentarse, los humanos se desvistieron: en cuanto a los deluyrei, se sentaron con los pies en alto, desvaneciendo entonces sus alas ). Enseguida se presentaron las tres muchachas ( ellas también habían desmaterializado sus alas ). Se habían lavado los pies en el bidé, aprovechando que tenían que entrar en el cuarto de baño. Se dirigieron a Óscar, pero él les dijo:

- Yo quiero ser el último. Que cada una se encargue de su madre vaginal: luego, limpiaréis a vuestra tía entre las tres.

A decir verdad, Hepente era la única que estaba realmente sucia. Se dejó hacer mientras trasteaba con una especie de molinillo de viento dotado de varios conjuntos de aspas, contando también con unas espigas metálicas ( lo había extraído de su dispositivo de almacenaje, que cogió antes de sentarse ).

- ¿ Qué es eso ? - le preguntó Esther.

- Un calibrador sobrenatural de propósito general - le dijo Darlane, atenta a sus manejos - Hepente está determinando la potencia de la barrera protectora que ahora rodea la propiedad de tus padres.

- ¿ No deberíais saberlo ? - se extrañó Julián.

- Hemos hecho dos veces el hechizo, que no una, y además el líquido amniótico de tu cuñado lo ha potenciado más allá de toda previsión - le explicó Hepente, manipulando algunas de las espigas, que Óscar, repentinamente ( y no sin cierto fundamento ), tomó por antenas.

- ¿ Te queda mucho ? - le preguntó Sarigza - Creo que ya va siendo hora de explicaros lo que averigüé esta noche...

- No, de hecho acabo de obtener el resultado - anunció Hepente, disponiéndose a leerlo. Cuando lo hizo, se quedó boquiabierta.

- Increíble - musitó la ángel, tras interpretar la configuración de las numerosas aspas por sí misma.

- Qué portento - suspiró Hepente.

- ¿ Qué pasa ? - se alarmó Alicia.

- El nivel de protección que hemos obtenido es... ¡ pasmoso ! - repuso Darlane.

- Ahora, esta casa es el lugar más seguro de este mundo frente al mal - añadió Hepente.

- ¿ Cómo de seguro es, comparado con el templo ? - se interesó Sarigza.

- No quieras saberlo, hermana - le previno Hepente.

- Insisto en saberlo - le dijo la sacerdotisa.

- Unas mil setecientas veces más - le dijo Hepente, tras hacer los cálculos pertinentes.

- ¡ Imposible ! - gimió Sarigza, descompuesta - ¡ Estuve décadas orando a diario para santificar el templo ! ¡ Y tú urdiste a su alrededor más de cien hechizos de protección !

- Parece que el líquido amniótico de Óscar está aún más cargado de lo que suponíamos - dijo Hepente.

- Ya estás, mamá - le anunció entonces Melein, tras aclararle los pies.

- Gracias, hija - le dijo Hepente, guardando el calibrador en su dispositivo de almacenaje.

- Fue un placer, mamá - le aseguró Melein, comenzando a secárselos con la toalla que se había bajado ( aquello era mucho más sensual que limitarse a escurrir el agua mentalmente ).

- Ahora que lo pienso, que el hechizo os haya salido tan bien no tiene nada de particular - dijo Sarigza, repuesta ya de la sorpresa - Enseguida sabréis por qué.

- Acabé, mamá - le dijo Fasme.

- Yo también - le dijo Albarí a Hedelia, y las tres muchachas se acercaron a Ciríe.

- Chicas, dejad de menear la polla un ratito - les pidió Óscar - Vuestra mamá va a explicarnos unas cosas muy importantes y no quiero que vuestra excitación me distraiga.

- ¿ Nos la sacamos del culo ?

- No, quiero darme el gusto de hacerlo yo. Intentad relajaros un poco, pero procurando que no se os baje la deliciosa hinchazón de vuestros cojones. Los quiero bien llenos.

- Como desees, papá.

- Intentaré ser breve - les prometió Sarigza - Como ya os dije antes, para que podáis comprender qué nos pasó en los dedos pulgares deberíais saber antes unas cuantas cosas de Khali...

- No hay problema - le aseguró Alicia, sacándose todas las bolas ( sus hermanos e hija le imitaron: la sacerdotisa iba a hablarles de cosas especialmente trascendentes, y, al igual que Óscar, no querían que nada les distrajese ).

Sin más preámbulos, Sarigza comenzó a hablarles de la maléfica diosa. Khali, a la que la mayoría de sus colegas tenían por loca ( no sin razón ), sostenía que los machos eran inferiores a las hembras, teniendo por tanto que someterse a ellas. La idea que tenía de una sociedad ideal era en verdad aberrante. Si dependiese de ella, todos los hombres serían esclavos, viviendo únicamente para complacer a las mujeres. No sólo trabajarían para ellas, si no que además satisfarían todas sus necesidades sexuales sin pensar jamás en su propio placer, que sus amas les proporcionarían cuando se les antojase ( esto, es, casi nunca ). Más aún, aceptarían gozosos todo tipo de suplicios, para diversión de ellas, siendo tratados peor que bestias: ni que decir tiene, las mujeres que se pusiesen de parte de los hombres sufrirían su mismo destino ( Alicia y a sus hermanos estaban comenzando a comprender de dónde habían sacado Remedios y su madre todas aquellas ideas: fue Khali, a través de la neharai, quien había emponzoñado sus mentes ).

La pérfida diosa sedujo a algunos mortales con su impío credo ( casi siempre mujeres, claro, aunque de vez en cuando caía en sus redes un masoquista, que naturalmente no tardaba en lamentar su error ), pero sus adeptos eran demasiado escasos como para extender sus ideas por los reinos terrenales. El Matriarcado Universal, su mayor sueño, jamás podría ser impuesto con tan poca influencia como tenía.

Finalmente comprendió que su principal problema era la falta de credibilidad. Nadie estaría dispuesto a aceptar que las hembras eran superiores a los machos mientras los dioses aceptasen como líder a un dios en vez de a una diosa. Si quería que se le tomase en serio, debería hacerse con el liderazgo.

Mas, muy a su pesar, tenía que reconocer que su poder no era nada comparado con el rey de los dioses ( las deluyrei, al no poder pronunciar su auténtico nombre, se referían a él como Zeus, apodo que a Darlane le hizo esbozar una sonrisa: por lo que captó Óscar de su mente, aquel apodo tenía cierta semejanza fonética con su nombre real ). De hecho, muchos eran los dioses, y diosas, que estaban por encima de ella.

Khali urdió un plan a fin de incrementar su escaso poder. Sedujo a Zeus ( le costó bastante, pues nunca se sintió atraído por ella, y no porque no fuese hermosa, que lo era, si no por su maldad ), logrando quedarse encinta de él sin que se diese cuenta. Como ya tenía lo que quería, se retiró sin darle explicaciones a su tétrico reino, gestando al hijo en el más absoluto de los secretos.

Su sangre, combinada con la del dios, daría lugar a un ser que, sin ser tan poderoso como Zeus, sin duda sería más poderoso que ella. Si era una hembra, se aseguraría de educarle como es debido, inculcándole sus ansias de dominación sobre los hombres: cuando creciese, entre las dos atacarían por sorpresa a Zeus, haciéndose con el control de los reinos superiores. Si era un varón, tanto peor para él, pues se limitaría a devorarle, asimilando sus poderes.

Por algún motivo tardó bastante en averiguar su sexo ( cosa que debería haber hecho, al disponer de la penetrante percepción que caracteriza a los dioses, inmediatamente después de la concepción ). Su vientre ya se había abultado significativamente para cuando supo que se trataba de un varón, y estuvo tentada de comérselo antes siquiera de alumbrarlo, pero logró refrenar sus ansias: cuanto más desarrollado estuviese, más poder le aportaría.

No bien le parió, entre grandes dolores ( supuso que el hijo había comprendido que le iba a matar, y estaba intentando defenderse ), le arrancó el corazón y se lo comió. El poder de su hijo empezó a llenarle, pero, en vez de fortalecerle, le debilitó, desgarrando y modificando su esencia. Mientras se retorcía de dolor ( un dolor que empequeñecía el de su reciente parto ), Zeus y algunos de sus colegas aparecieron ante ella, contemplando su agonía.

Nunca estuvo en estado, le explicó Zeus. Supo desde el principio sus intenciones, y decidió simular, por medio de sus poderes, que le había dejado embarazada de un varón, aunque asegurándose de que no supiese su sexo hasta pasado cierto tiempo. Si el ficticio embarazo despertaba en ella sentimientos maternales, si a través de él aprendía a amar de verdad a alguien, aun siendo hombre, Khali no seguiría adelante con su plan, aceptando al hijo ( caso en el que, nutrido por su amor, se habría hecho real ), y eso le libraría del castigo que había establecido de antemano para ella. La diosa, aterrada, quiso saber qué castigo era aquel, y Zeus se lo explicó.

En primer lugar, y dado que había demostrado no ser digna de tener hijos, en aquel preciso instante estaba siendo esterilizada.

En segundo lugar, había intentado seducirle ( nunca lo logró: si finalmente había accedido a mantener relaciones carnales con ella, pese a la profunda aversión que le tenía, era para comprobar hasta dónde estaba dispuesta a llegar... y para que le dejase en paz de una vez ). ¿ Cómo se atrevía a creer que su simple apariencia física bastaba para encandilar al mismísimo rey de los dioses, convirtiéndole en un pelele ? Para que jamás se le volvería a pasar por la cabeza intentar seducir a ningún dios, mientras estuviese en presencia de cualquiera de sus colegas su aspecto físico se alteraría, tornándose horriblemente fea y no pudiendo hacer nada para evitarlo u ocultarlo.

En tercer lugar, había intentado engañarle. ¿ Acaso él, el rey de los dioses, era un retrasado mental ? En lo sucesivo, cada vez que mintiese sentiría un gran dolor.

Por último, y a fin de que todo el mundo supiese que era una criatura maligna, un ser que reniega de la luz, estaban siendo introducidas en ella tres debilidades, todas ellas relacionadas de algún modo con la luz ( al parecer Zeus se sentía poético cuando estableció su castigo ).

La principal fuente de luz en los reinos terrenales, aquellos por donde tanto deseaba extender su malsana influencia, son las estrellas ( que ella, por cierto, había amenazado con aniquilar en más de una ocasión, para aterrorizar a algunas de sus fieles... naturalmente en vano, pues ni siquiera Zeus podría destruir las incontables estrellas del firmamento ). Pues bien, la luz de las estrellas le heriría, produciéndole una tremenda agonía de ser lo suficientemente intensa.

Negando lo masculino, cuando lo masculino y lo femenino son partes de un todo, también negaba la sexualidad, y con ella la vida misma. La vida depende casi exclusivamente de la luz de las estrellas, y el enlace entre ambas es...

- La clorofila - se le adelantó Óscar a Sarigza.

- Eso es - le felicitó la sacerdotisa.

- Hemos acabado con tus pies, papá - le anunció Fasme a Óscar, interrumpiendo sin proponérselo a su madre, que iba a añadir algo más.

- ¿ Podemos besártelos ? - le preguntó Melein, mimosa - La tía nos dejó besárselos cuando terminamos de limpiárselos...

- Anda, papi, dinos que sí - le rogó Albarí.

- Recoged todo eso y volved enseguida - les ordenó él, sonriéndoles enigmáticamente - Oh, y traed un par de dados. Encontraréis algunos en la habitación de Laura, buscad en el segundo cajón de su escritorio.

- Imagino, papá, que ya sabes el uso que les doy... - le dijo Laura mientras las deluyrei lo recogían todo.

- Claro que sí. Cuando organizas una pequeña fiesta en tu cuarto con algunos de tus amigos y amigas más sumisos, a veces te vales de ellos para elegir la forma en la que han de demostrarse su adoración.

- Eso es.

- Y yo, ingenuo de mí, pensando que estáis viendo una película o jugando con la videoconsola...

- A veces lo hacemos, y esos no son mis únicos entretenimientos de índole no sexual - se defendió ella - Oh, y, algunas de las veces que te decía que tenía que estudiar, realmente lo hacía.

- ¡ No puede ser ! - se burló él - ¡ Qué pérdida de tiempo !

- Me has leído el pensamiento - bromeó ella.

- Ya estamos aquí, papá - le dijo Melein, apareciendo ante él junto a sus hermanas ( habían hecho uso de la teletrasportación para tardar menos ).

- Sí que os habéis dado prisa, chicas - les dijo Hedelia.

- No queríamos hacer esperar a papá - le dijo Albarí, tendiéndole los dos dados a Óscar.

- No me los des, hija, y haz tres tiradas con ellos.

- ¿ Para qué ? - se interesó Fasme.

- Se me ha ocurrido que podría usar vuestras caras como escabel. El problema es que sólo tengo dos pies, y vosotras sois tres.

- Y quieres que sea el azar quien decida - comprendió Melein, entusiasmada ante la idea.

- Exacto. Pero tranquilas, que todas os divertiréis: la que obtenga más puntuación, hará de cojín.

- ¿ Te... sentarás... en su cara ? - jadeó Fasme.

- Eso es. ¿ Os parece bien ?

- ¡ Sí ! - exclamaron a coro la tres.

Ganó Albarí. Óscar separó las piernas y se alzó del sofá lo justo para que la joven pusiese la cara bajo su trasero, dejándose caer. Entonces levantó las piernas, y las hermanas de Albarí se tumbaron boca arriba, con la cabeza hacia el sillón, recibiendo de inmediato sobre sus caras los pies de Óscar, en cuyas plantas manifestó vaginas.

- ¿ Estáis cómodas, hijas ? - les preguntó Óscar, rebullendo a propósito sobre la cara de Albarí.

- Estamos en el paraíso, padre - suspiró Melein, muy tentada de aventurar la lengua en la vagina que Óscar había puesto contra su cara.

- Oh, Óscar, dinos que nos dejas que te devoremos - le suplicó Fasme.

- Os dejo, pero sin usar las manos.

- ¡ Gracias ! - le exclamaron las tres, comenzando a lamerle. Albarí expandió la lengua y la enrolló en el miembro de Óscar, pero él le dijo:

- La polla no, hija, céntrate en mi culo.

- Como desees, padre. Joder, qué ojal más delicioso tiene, me hace perder la razón...

- Pues los coños de sus pies no se quedan atrás - dijo Melein - Mm, exquisitos...

- ¿ Podemos seguir ya, o vais a seguir de cháchara ? - les regañó Sarigza, que se estaba comenzando a impacientar ( que sus hijas se divirtiesen con Óscar no le molestaba, de hecho le hacía muy feliz, pero habían elegido un momento algo inoportuno para ponerse a jugar ).

- Perdona, mamá, ya nos callamos - se disculpó vibratoriamente Fasme.

- La fotosíntesis no siempre está basada en la clorofila, hay muchos mundos donde los seres que la efectúan se valen de otras sustancias, pero está muy extendida - puntualizó Hedelia, retomando la conversación - En los mundos de la magia, sin ir más lejos, todas las plantas se valen de ella.

- Pues bien, para Khali todas esas sustancias serían en lo sucesivo venenosas - dijo Hepente.

- Vamos, que se le acabó el comer verdura a esa zorra - bromeó Julián.

- ¿ Qué nos decís de su tercera debilidad ? - les preguntó Óscar.

- Los elementos pesados también pasaron a ser venenosos para ella - repuso Sarigza.

- ¿ Qué coño tiene que ver eso con la luz ? - se extrañó Esther.

- ¿ Sabéis ya cómo generan su luz las estrellas ? - les preguntó Hedelia.

- Sí - dijo Óscar.

- Perfecto. En ese caso, supongo que habréis deducido qué pasa cuando explotan...

- ¿ Te refieres a las novas, o a las supernovas ? - le preguntó Óscar.

- A lo último - repuso ella, tras captar de su mente el significado de ambos términos - Cuando entran en nova ( supongo que se dirá así ), tan sólo se, mm... inflan. Pero, cuando explotan, la tremenda energía liberada...

- Permite la formación de elementos pesados, más allá del hierro - le interrumpió Óscar.

- Eso es - le felicitó Hedelia - Khali había amenazado a algunos mortales con destruir las estrellas: pues bien, algunos de los restos mortales de las estrellas amenazarían con destruirle a ella.

- Física, astronomía, filosofía y justicia, todo junto - resumió Sarigza, continuando con la explicación.

Tras aquel castigo, la vida social de la diosa se resintió bastante ( ya no se relacionaba con sus colegas más que en muy contadas ocasiones, pues odiaba hacerse fea a sus ojos ). Los dioses aún eran jóvenes, y a alguno se le ocurrió la genial idea de crear sus propias criaturas, seres racionales que vivirían en los mundos terrenales junto a especies que habían aparecido por evolución natural, como por ejemplo los humanos.

La mayor parte participó, aunque hubo dioses que no quisieron hacerlo, entre ellos Khali. Si no se les unió fue por dos motivos: en primer lugar, su vanidad le impedía presentarse ante ellos desprovista de su antigua hermosura. En segundo lugar, nadie querría crear una especie en la que las hembras estuviesen destinadas a dominar a los machos ( ni tampoco al revés, pues sus colegas, por lo común, eran muy equitativos, pero eso de poco consuelo le servía ).

Las nuevas especies fueron creadas, y, en vista del éxito obtenido, algunos dioses decidieron crear especies propias, sin contar con la ayuda de sus colegas. La mayoría fracasaron, pues su poder y su intelecto no eran lo suficientemente grandes como para acometer tamaña empresa en solitario ( los seres que creaban, además de deformes, eran inestables, muriendo enseguida ). Pero hubo algunos, entre ellos Afrodita, que lograron maravillas.

Khali y Afrodita siembre se habían llevado muy mal. La envidia corroía a Khali, que siempre intentó imitar en todo a su hermana, con muy poco éxito. Por otra parte, Afrodita rechazaba de lleno las ideas de Khali: para ella, los machos y las hembras debían vivir en armonía ( quizá por ello los deluyrei, pese a ser hembras, también tenían algo de masculino en ellas ).

Cuando supo del rotundo logro de Afrodita, Khali montó en cólera, decidiendo crear por sí misma una especie racional. Contaría con machos y hembras, a diferencia de los deluyrei, y no hace falta ser muy perspicaz para saber quienes estarían al mando.

Fracasó, claro, pero su soberbia le motivó, intentándolo de nuevo. Tras numerosos experimentos fallidos, Khali se empleó a fondo, consiguiendo una forma de vida relativamente estable ( era una hembra, los machos los crearía después ). Para su disgusto, pronto descubrió que el ser había heredado las debilidades que Zeus le impusiera, así como su esterilidad. El que hubiese heredado sus impuestas debilidades era un incordio, pero podía dejarse pasar: el que fuese estéril, sin embargo, era desastroso.

Estuvo tentada de destruir el ser, pero decidió dejarle vivir en su reino, sin que los demás dioses se enterasen. La criatura, debido a su leve inestabilidad, no tardó en comenzar a debilitarse. Se estaba muriendo, pero ni siquiera Khali, que le había creado, supo dar con el problema.

Cierto día, la diosa estaba torturando a unos cuantos humanos que había secuestrado ( sus colegas no se enteraron de aquella terrible afición suya hasta mucho después, y no se sintieron nada complacidos, de hecho Zeus a poco estuvo de descuartizarle viva como castigo ), casi todos hombres.

La hembra piloto estaba presente, y Khali le preguntó si quería jugar a aquello ( estaba en las últimas, tanto física como anímicamente: quizá hacer daño a alguien le animase un poco ). Ella accedió, demostrando de inmediato un sadismo que sorprendió gratamente a su creadora.

A una de sus víctimas le abrió de un tajo la garganta, dejándose salpicar por su sangre, cuyo contacto le hizo sentirse muy bien. Intrigada, la probó, y justo en aquel momento supo qué le estaba faltando, empezando a beber directamente, con ansia, del cuello del pobre infeliz. Era evidente que la sangre estabilizaba su esencia, y a partir de aquel día no le faltaría.

Por aquel entonces, no sólo los dioses eran jóvenes, también lo era la magia, poder que, si bien tuvo su mismo origen, pronto se independizó de ellos. Los primeros magos fueron humanos, y lograron cosas que incluso a los dioses sorprendieron.

Uno de los magos más poderosos ( cuyo nombre, maldito, sólo recuerdan unos pocos, y que por supuesto no era terrestre ), quiso usar la magia para imitar a los dioses, creando una o más especies racionales ( que, naturalmente, pondría a su servicio ). Fue él quien dio vida ( por decirlo de algún modo ), al primer golem. Tenía intención de dotarle de capacidad reproductiva, pero no lo consiguió, de modo que pronto abandonó aquella línea de investigación.

Capturó todo tipo de entes racionales, entre ellos humanos, y se dispuso a modificar su esencia. Los seres pertenecientes a especies que eran fruto de la evolución natural demostraron ser muy difíciles de manipular, muriendo en el proceso, pero aquellos que pertenecían a las nuevas razas, las que habían creado los dioses, sí eran susceptibles de alteración. Al principio sólo logró crear seres terriblemente grotescos, y de escaso discernimiento, pero confiaba en mejorar su técnica.

Por fortuna, una pareja se le escapó. Tenía previsto sacrificarles, pues le daban muchos problemas y además ya había creado una versión más avanzada de ellos ( además de ser algo más inteligentes, eran sensiblemente más dóciles, y no tan fuertes ), así que se limitó a enviar tras ellos unos perros que también había modificado, dando por hecho que les habían matado cuando regresó el único superviviente de la jauría, por cierto malherido. Pero no era así: si aquel perro había vuelto era porque les perdió la pista ( cuando se enfrentaron a ellos, cosa que hicieron en la orilla de un caudaloso río, le dejaron inconsciente, cruzando a la otra orilla. Una vez el chucho despertó, fue incapaz de seguir su rastro, pues su entrenamiento dejaba mucho que desear ).

Así, y dado que aquellos brutos podían engendrar, pronto proliferaron. Los dioses, al llegarles rumores de la existencia de una nueva especie, decidieron investigar, descubriendo que estaba basada en una de las primeras razas que habían creado.

El que alguien estuviese pervirtiendo su obra no les agradó, así que siguieron investigando, y no tardaron en localizar al osado infractor, que se escapó de los agentes que enviaron a capturarle de chiripa. Tarde o temprano habrían dado con él, pero Khali se les adelantó, ofreciéndole refugio en su reino a cambio de su ayuda.

El mago aceptó, así que pronto estaba relativamente a salvo. Khali le mostró su criatura, dándole de plazo tres años para conseguir que se reprodujese: si lo lograba, le dejaría vivir en su reino hasta que los dioses se olvidasen de él. Si no, le entregaría.

No logró que se reprodujese, pero estaba tan motivado que consiguió algo bastante similar: la criatura podía alterar la esencia de otras, haciendo que se convirtiesen en sus semejantes. Al principio, aquello no satisfizo a Khali, pero, cuando vio cómo su criatura se replicaba en unos cuantos mortales, cambió de parecer. El mago fue impregnado en contra de su voluntad, pero logró escapar a los reinos terrenales, convirtiéndose en el principal foco de aquella especie de infección espiritual.

Khali había intentado emular a su hermana, por lo que los poderes de aquellos seres se parecían vagamente a los de los deluyrei. Aunque eran inferiores a ellos en todos los aspectos, superaban ampliamente a los humanos, siendo diez veces más fuertes, bastante más ágiles, y de sentidos mucho más penetrantes. Sanaban rápidamente de cualquier herida, siendo capaces de regenerar miembros, y tras la impregnación no envejecían, siendo virtualmente inmortales.

Contaban con cierta telepatía, y podían teletransportarse, aunque les suponía un gran esfuerzo. No tenían poderes lumínicos, pero podían crear ilusiones. Eran metamórficos, pero sólo podían asumir la forma de criaturas nocturnas, aparte de alterar moderadamente sus rasgos físicos. Carecían del fluido afrodisiaco de los deluyrei, pero aun así contaban con cierta capacidad de seducción.

Podían hacerse invisibles, pero no podían extender esa cualidad a otros objetos. Contaban con un remedo del don vibratorio de los deluyrei, pero era tan débil que no lo podían usar como arma ofensiva: tan sólo les servía para imitar voces.

Sus defectos, además, les habían extremadamente vulnerables. Por poner un ejemplo, no podían desenvolverse al aire libre de día, pues la luz del sol les mataba sin remedio.

- ¿ Por qué la del sol ? - se extrañó Laura - Se supone que Khali era sensible tan sólo a la luz de las estrellas.

- ¿ Y qué es un sol, sino una estrella especialmente próxima al sitio desde el que sea considerada como tal ? - le dijo Hedelia.

- Vaya, tienes razón...

- De noche tampoco deberían poder estar al aire libre - dijo Julián.

- La luz estelar llega muy debilitada, por culpa de la distancia, así que sólo les produce un sarpullido, y sólo en los mundos cercanos al centro de la galaxia, cuyos cielos nocturnos están cuajados de estrellas - les explicó Hedelia.

- ¿ Qué pasa con la clorofila ? - se interesó Óscar, a punto de correrse gracias a las expertas atenciones de las tres muchachas, lo cual no le impedía tomar parte de la charla.

- No pueden comer vegetales, y el contacto con las plantas a veces les ulcera la piel - repuso Sarigza - Eso, unido a su dependencia a la sangre, les convirtió en carnívoros... y predadores.

- Y, ¿ qué nos dices del yodo ? - insistió él, escapándosele un gemido casi inaudible.

- ¿ El yodo ? - repitió la sacerdotisa, extrañada.

- Es uno de los oligoelementos más importantes, y su número atómico es muy superior al del hierro - logró decir él - El que haya en sus cuerpos, por poco que sea, debería dañarles.

- Joder, papá, hay que ver lo que sabes - se asombró Laura.

- Bah, tampoco es para tanto - se quitó importancia él - Viene bien leer de vez en cuando, hija, se aprenden cosas realmente interesantes.

- ¿ Te pasa algo ? - se extrañó Alicia, pues algo en la expresión de su marido no le cuadraba.

- Nada, cariño, tan sólo me estoy corriendo - suspiró él, con cara de felicidad.

- ¿ Gozas, papá ? - se interesó Fasme, sin dejar de estimularle.

- Uf, ya lo creo que gozo. Seguid, putas, dadle placer a vuestro papá.

- Zeus ya había previsto esa problema, por lo que Khali, y por consiguiente sus creaciones, son inmunes a los elementos que, aun siendo su número atómico superior al del hierro, forman parte de los seres vivos - repuso Hedelia por Sarigza cuando padre e hijas dieron por finalizado aquel breve intercambio.

- ¿ Hay muchos más ? - le preguntó Julián.

- Ahora mismo sólo caigo en dos, el cobalto y el zinc - dijo la deluyrei.

- ¡ Ostras ! - exclamó Óscar, pues acababa de unir todas las piezas de aquel puzzle ( para entonces, ya había terminado de correrse ) - ¡ Nos habéis descrito a los vampiros, y yo sin darme cuenta !

- Vaya, así que ahora reciben el mismo nombre que esos bicharracos - dijo Hepente.

- En realidad no es de extrañar, esa es una de sus apariencias favoritas, junto a la de lobo, rata y serpiente - dijo Sarigza.

- ¿ Qué más nos podéis contar de ellos ?

Lo de que no se reflejasen en los espejos era una falacia ( quizá tuviese su origen en su capacidad para hacerse invisibles ). Clavarles una estaca en el corazón no les dañaba seriamente, a menos que la madera estuviese muy verde, conteniendo cierta cantidad de clorofila ( caso en el que morían sin remedio ). Otro tanto de lo mismo ocurría con los ajos: sólo les dañaban de estar verdes. ¿ Sensibles a la plata ? Naturalmente, pero también eran sensibles al plomo, al oro, al molibdeno, al iridio, al criptón, al uranio... la lista era bien larga.

Lo de que contagiasen a sus víctimas cuando les mordían también era un mito. La impregnación no se producía a través de la sangre, si no como consecuencia de un contacto íntimo prolongado. No bien sus mucosas entraban en contacto con las de la víctima ( por ejemplo a través de un beso ), el proceso podía dar comienzo ( tenían que desearlo, de lo contrario no sucedía nada ).

La infección solía llevarles unos veinte minutos ( si el contacto con el futuro vampiro se suspendía, aunque fuese tan sólo un instante, se veían obligados a comenzar de nuevo ). Para colmo, la gente de bien acostumbraba a ser inmune a la conversión... que un sacerdote al servicio de un auténtico dios podía, si su fe era lo suficientemente intensa, revertir.

También era falso que ardiesen con facilidad, de hecho resistían relativamente bien el calor, aunque ni de lejos tanto como los deluyrei ( en lo que respecta al frío, no obstante, la diferencia no era tan patente, aproximándose mucho a ellos ). Su temperatura corporal era levemente inferior a la de un humano normal, por lo que el rumor de que eran fríos al tacto tenía cierto fundamento: sin embargo, y a diferencia de lo que se decía, no carecían de pulso ( su presión sanguínea era menor, y su corazón latía más despacio, pero eso era todo ).

Además de las debilidades heredadas de su creadora, padecían de tres más. El exiguo poder vibratorio con el que contaban a veces se volvía en contra de ellos. Determinadas frecuencias, todas ellas ultrasónicas, provocaban su activación involuntaria, dando lugar una especie de eco, aunque en tonos audibles, que desgarraba sus órganos internos hasta la muerte. Con un silbato especialmente diseñado para ellos, podía matárseles a kilómetros de distancia.

Su segunda debilidad extra estaba relacionada con el agua. Khali había intentado dotarles del poder de control de fluidos de los deluyrei, pero había fracasado. En vez de poder controlar los líquidos, se habían hecho sensibles al agua ( que era el más abundante de todos ellos ), cuyo contacto agarrotaba sus músculos. Cuanto más mojados estuviesen, más les costaba moverse.

- Algo me dice que no les gusta bañarse - dijo Julián.

- En agua dulce no, por supuesto, aunque a veces sí lo hacen en el mar, pues el agua salada no les afecta - le dijo Hepente.

- ¿ Y eso ?

- Sólo son sensibles al agua virtualmente pura ( como por ejemplo la de lluvia ).

- ¿ Significa eso que sólo beben sangre ? - se asqueó Esther.

- Si sólo tienen sed, cualquier fluido de origen animal, orina incluida, les basta ( a veces beben zumos de diversas frutas, pero antes, por la cuenta que les trae, se aseguran de que no tengan restos de clorofila ).

- Entonces, eso que se dice de que el agua bendita les mata... - indagó Alicia.

- Es verídico, de hecho les hace arder. Eso sí, tiene que estar bendecida por un auténtico dios ( excluyendo a Khali, que siempre estuvo de su parte ).

- Entonces, si alguien se va a una iglesia y coge un poco de agua bendita, echándosela a un vampiro...

- Ni el agua esa está bendecida, ni hay vampiros en la Tierra, al menos que nosotras sepamos - le dijo Sarigza.

- Es más, supongamos que importamos uno de los escasos vampiros que quedan en los mundos de la magia y le rociamos con ese agua, a modo de experimento: apenas le provocaría parálisis, pues no es precisamente pura - dijo Hepente.

- De hecho, está llena de inmundicias - añadió Hedelia - Las pilas donde la echan son un caldo de cultivo copado con microorganismos patógenos: todo el mundo mete ahí la zarpa, sin lavarse previamente, y algunos incluso tienen la osadía de hacer enjuagues, o de untársela por llagas creyendo que los efluvios del inexistente dios que hipotéticamente la permean les curarán. No sé si estaréis al tanto de las terribles epidemias que hubo poco antes de que nos asesinasen...

- Imagino que hablas de la peste - dijo Óscar.

- Eso es. ¿ Adivinas por qué se extendió tanto ? Cientos de supersticiosos se pegaban por acceder a un agua que, además de no tener nada de santa, estaba ya infectada con los bacilos de la peste.

- Y no nos olvidemos de la aberrante tendencia de esa secta a asociar la higiene con el pecado ( según ellos, la gente de bien no tiene necesidad de lavarse, aunque algo me dice que con el tiempo han ido rectificándose, al menos en ese aspecto ).

- Además de mentirosos y manipuladores, guarros - dijo Laura, enojada - ¡ Abajo los curas !

Tras aquel inciso, Sarigza prosiguió. La última de las debilidades no heredadas de Khali afectaba tan sólo a sus hembras. Si un vampiro impregnaba a una mujer en edad de procrear, convirtiéndole en una de los suyos, ésta seguiría menstruando con regularidad pese a no poder tener ya hijos: aquella hemorragia les debilitaba bastante, de modo que las hembras, para indignación de Khali, estaban en clara desventaja con los machos.

Se extendieron con bastante rapidez, pero, no bien se supo de sus debilidades, estuvieron condenados: la introducción del silbato eólico marcó el comienzo de su veloz declive. Óscar se interesó por el artefacto en cuestión, y Hedelia lo describió sucintamente. A grandes rasgos, consistía en una veleta asociada a uno de los silbatos ultrasónicos que se habían inventado para erradicar vampiros, delante del cual se ponía un embudo para concentrar el aire ( aquel sencillo ingenio producía un silbido casi constante, de ubicarse en un lugar estratégico, protegiendo grandes áreas ).

Se dice que aún quedan algunos, pero ya no se alimentan con la sangre de seres racionales, por la cuenta que les trae. También se dice que hubo magos que experimentaron con ellos, logrando introducir leves mejoras en su esencia, pero tales rumores aún no han sido confirmados, y probablemente jamás lo sean.

Pese a su estrepitoso fracaso, Khali no se dio por vencida. Si no lograba crear una nueva especie a su gusto, modificaría una ya existente, tal y como había hecho el mago del que se sirvió para dotar a la madre de todos los vampiros de capacidad replicante. Eligió a los deluyrei como modelo, secuestrando a algunas y haciéndoles todo tipo de atrocidades... cosa que, por desgracia, aún no había podido ser probada.

La diosa siempre argumentó que se había limitado a imitar a su hermana, pero comenzando desde cero. Le tuvo que suponer un gran dolor mentir tan descaradamente, pero jamás se desdijo ( más le valía, pues, si se supiese que había interferido en la obra de una de sus colegas, todos los dioses se habrían enojado con ella, y Zeus, que había prohibido a Afrodita que atacase a su hermana, bien podría haberse hecho el despistado mientras le daba de una vez por todas su merecido ).

Seis de sus víctimas sobrevivieron a la manipulación, siendo sus poderes incrementados entre ocho y nueve veces, casi como una matriarca deluyrei ( las córneas de sus ojos se volvieron negras, siendo incapaces de alterar su color por medio de sus poderes metamórficos, peculiaridad que heredó su descendencia ). Ellas también serían matriarcas, pero neharai, dando lugar a todas las demás.

Los poderes de una neharai son por término medio un quince por ciento inferiores a los de una neharai. Padecen de las mismas debilidades que Zeus impuso a Khali, aunque muy amortiguadas. Así, para que la luz del sol les dañase, tendría que ser unas siete veces más intensa que en el ecuador terrestre, con el sol en su cenit y sin ninguna nube de por medio ( resumiendo, no existe planeta habitable donde la luz solar les mate ). En cuanto a los elementos pesados, sólo les resultaban tóxicos en grandes concentraciones, y lo mismo debía aplicarse a los pigmentos fotosintéticos.

Aunque podían manifestar penes, testículos incluidos, su esperma no era fértil, lo cual significaba que les era imposible fecundarse entre ellas. Mas sus óvulos sí eran viables, por lo que se reproducían haciéndose fertilizar por machos pertenecientes a otras especies. En vez de enredaderas, de sus cráneos salían espinos, siendo capaces de germinar en ellos los mismos frutos que sus predecesoras.

- Ya sé en qué se inspiró Inmaculada para diseñar tu emblema - le dijo Julián a Alicia.

- ¿ Mi emblema ? - se extrañó ella.

- Me refiero a la marca que te viste obligada a hacernos en el culo - le aclaró él - Tenía espinos, y algo me dice que los puso en honor a la neharai.

- Sí, es muy posible - coincidió Sarigza - Oh, y habéis de saber que Khali logró dotar a las neharai de dos poderes extra, ambos ubicados en sus espinos...

Las espinas podían secretar un líquido paralizante capaz de inmovilizar, con suma eficacia, a la mayoría de los seres ( sobre los deluyrei, por fortuna, apenas tenía efecto ). Aunque impedía que se moviesen, no mermaba en absoluto su sensibilidad. En cuanto a los espinos en sí, púas incluidas, estaban dotados de una capacidad innata para ocasionar dolor. Era como si tuviesen mente propia, aunque supeditada a la de sus dueñas, que no tenían que molestarse en controlarlos conscientemente para torturar a aquellos que tuviesen la desgracia de caer en su punzante abrazo ( los espinos continuarían torturando a su presa, si ese era el deseo de la neharai, incluso cuando ésta durmiese ).

Sarigza ya les había explicado todo lo que necesitaban saber para que comprendiesen lo ocurrido con sus dedos, así que por fin comenzó a abordar el tema.

Gracias a la iluminación de Afrodita, su capacidad para tener sueños tanto precognitivos como postcognitivos se había potenciado mucho. En uno de sus sueños, había sido testigo de cómo una matriarca neharai ( no le identificó como la hechicera que les atacó, pues en el sueño no estaba cubierta con una armadura ), creaba los monolitos en un remoto mundo ( aquello no tenía nada de especial, pues todas las matriarcas, tanto deluyrei como neharai, tarde o temprano habían terminando aprendiendo a hacer magia ). En su manufactura empleó algo de su sangre, contaminándolos con su impía esencia.

En otro de sus sueños, había presenciado cómo Óscar liberaba a Ciríe de la piedra en la que estaba presa. Su percepción de aquel suceso no fue tan sólo de índole física, si no también astral, y aquello le permitió apreciar ciertos hechos de gran relevancia que a Ciríe se le pasaron por alto ( estaba muy ocupada mientras transmigraba del artefacto a su salvador, y la pena que le embargaba al creer que éste iba a morir colaboró a distraerle aún más ).

Cuando el alma de Ciríe penetró en el cuerpo de Óscar, arrastró consigo, inadvertidamente, buena parte de la magia del artefacto... junto a la esencia neharai que permitió crearlo. Óscar debería haber muerto, y aquella aberrante energía extra se habría ido desvaneciendo, inofensiva, conforme su cuerpo, que se había convertido en su nueva morada, se descompusiese. Pero el alma de la Tierra decidió alinearse momentáneamente con él, protegiéndole y desencadenando su transformación en deluyrei, proceso que, si bien se inició minutos después de que Ciríe entrase en él, no se hizo evidente hasta el parto.

- ¿ Tiene alma la Tierra ? - se sorprendió Óscar.

- En cierta forma, sí. Se nutre de la energía psíquica de los humanos.

- Se supone que los humanos no tenemos de eso - dijo Alicia.

- Todos los seres racionales generan energía psíquica, y la de los humanos, pese a carecer en la actualidad de poderes mentales, supuestamente es tan intensa como la de los deluyrei.

- ¿ Insinúas que antaño sí teníamos ? - se sorprendió Julián.

- Por lo visto sí, y bastantes, pero los perdisteis - repuso Hedelia por su hermana.

- ¿ Qué pasó ?

- No se sabe - les dijo ella, encogiéndose de hombros - Para cuando vinimos a la Tierra, ya habíais perdido vuestros dones. Lo que quiera que pasase, también sucedió en los mundos de la magia, pero allí no fue tan generalizado, pues aún quedan algunos humanos con poderes mentales.

- Los que son magos, imagino - aventuró Óscar.

- A veces sí, pero no siempre - dijo Hepente.

- ¿ Sabes por qué protegió la Tierra a Óscar, Sarigza ? - le preguntó Alicia.

- Lo ignoro, aunque sin duda tendría un buen motivo.

- ¿ Qué pasó con la energía que absorbí sin querer ? - le preguntó Óscar.

Al notar que estaba comenzando a transformarse en un deluyrei, y para colmo uno macho, la aberrante energía procedente de la matriarca oscura, dotada de cierto nivel de autoconsciencia, intentó desbaratar los cambios que en él estaban teniendo lugar. El proceso de transformación era muy delicado, y aquella contaminación sobrenatural podía malograrlo, de modo que la esencia de Óscar, cada vez menos humana, decidió escindirse. De su núcleo principal fue liberada una pequeña parte, que sería empleada como carnada. Así, mientras la esencia de la neharai atacaba lo que se le había arrojado, cual infecto perro rabioso, Óscar se consolidaba con la generosa ayuda de su mundo natal como un patriarca.

De todas las cualidades que podían sacrificarse, los penes pulgares parecían ser la elección ideal. Pese a su insólita ubicación, eran atributos masculinos, y las neharai odiaban todo lo masculino: serían un buen cebo. Por otra parte, eran los falos menos sensibles del cuerpo, por lo que su pérdida se haría más llevadera.

En contra de toda previsión, resultaron un hueso duro de roer. La esencia neharai no pudo aniquilarlos, si bien deformó su estructura ( a fin de cuentas, eran como una semilla que aún no ha germinado ). En el calor de la intensa batalla metafísica se forjó algo nuevo e inesperado.

Cuando la esencia neharai se extinguió, la estructura resultante gravitó en torno al núcleo principal, ya consolidado. Tras unos titubeos, y dado que éste no detectó en ella inestabilidades, ni tampoco incompatibilidades, la aceptó como parte de sí... dando lugar a un nuevo tipo de deluyrei. Aquella alteración parecía ser contagiosa, por lo que Ciríe también la sufrió, al igual que sus hermanas y sobrinas.

- ¿ En qué consiste ? - se interesó Ciríe.

- Observad atentamente - les dijo Sarigza, mostrándoles el dorso de las manos y concentrándose.

Cuando de ellos surgieron varias ramas ( idénticas a las que, en teoría, sólo podían surgir de su cráneo ), Hepente exclamó:

- ¡ No puede ser !

- Y sin embargo es, querida hermana - le dijo Sarigza mientras sus enredaderas se hacían más y más robustas - Ahora, podemos hacernos crecer ramas no sólo en la azotea, si no también en cualquier parte del cuerpo, incluso aquellas que están metasexuadas.

- ¿ Metasexuadas ? - repitió Julián, entre risas.

- Sí, ya sé que esa palabra no existe, pero es la traducción más fiel que se me ocurre del concepto - se disculpó la sacerdotisa - Con ese término nos referimos a todo aquello a partir de lo cual podemos hacer surgir un órgano sexual, lo sea previamente o no.

- No entiendo - se disculpó Esther.

- Considera nuestro ombligo, por poner un ejemplo. Como tal no es un órgano sexual, pese a lo sensible que lo tenemos, pero lo podemos transmutar en un montón de cosas, y es por ello que está metasexuado. Ahora, considera nuestro coño. Es de por sí un órgano sexual, pero además podemos transmutarlo en otros: por consiguiente, también está metasexuado.

- Sin embargo, cuando nos ponemos una polla en la entrepierna, ésta no está metasexuada: es tan sólo la metasexuación de nuestro coño.

- ¿ Qué me decís de mis pechos ? - intervino Óscar - Aunque están metasexuados, a su vez son la metasexuación de mi masculino torso, en el que por defecto no tengo senos.

- Vaya, no se me había ocurrido - reconoció Ciríe - Sí que es curioso...

- ¿ Qué tal si dejamos el asunto ? - les rogó Laura - Me estáis poniendo la cabeza como un bombo. Al final, se me terminarán metasexuando las meninges.

- Resumiendo, ahora estamos más floridos que nunca - bromeó Óscar, tras reír la gracia de su hija.

- No sabes hasta qué punto - le dijo Sarigza, poniéndose espinas en las ramas. De tamaño y forma muy variables, parecían tan versátiles y resistentes como las de las neharai: al igual que éstas, eran capaces de exudar cierto líquido, como de inmediato quedó demostrado.

- ¡ Por la santa lefa de Afrodita ! - exclamó Ciríe cuando se repuso de la sorpresa - ¡ Hemos adquirido las espinas de las neharai !

- Eso es.

- ¿ Eso es lo que creo que es ? - le preguntó Hepente, refiriéndose a las gotitas que colgaban de la punta de muchas de ellas ( su secreción era un acto voluntario, por lo que Sarigza las había liberado a propósito ).

- Sí, nena. Ahora disponemos de una versión mejorada del fluido paralizante de las neharai.

- ¿ Cómo sabes que es mejor, mamá ? - se interesó Fasme.

- Simplemente lo sé, cariño. A nosotras nunca nos afectó demasiado el suyo: pues bien, se supone que ellas deberían caer por completo rendidas ante el nuestro. Pero ese no es el único fluido que podemos secretar por las espinas, que por cierto podemos hacer elásticas.

- ¿ Qué otros líquidos podemos echar por ahí ? - le preguntó Óscar, muy tentando de hacerse crecer sus propias ramas para experimentar con ellas ( no era el único ).

- Abre la boca, precioso, que te los voy a dar a probar - le dijo Sarigza, alargando una rama hacia él ( tuvo que hacerla crecer cerca de cinco metros, pero aún así logró mantenerla relativamente tiesa ).

Una de las espinas de la rama exudó una gota, y Óscar dejó que le cayese en la boca, saboreándola.

- Me suena de algo - dijo él.

- ¿ De qué, papá ? - le preguntó vibratoriamente Albarí ( su lengua seguía felizmente ocupada ).

- Es muy similar a... ¡ ya lo tengo ! ¡ Se parece un montón a la baba de los zups !

- Exacto, y además de lubricar también cuenta con su capacidad adherente - le dijo Sarigza.

- ¿ Para qué necesitamos lubricación en las enredaderas ? - se extrañó Hedelia.

- Para que podamos usarlas como lo que ahora son - repuso la sacerdotisa, con aire de misterio.

- Y, ¿ qué se supone que son ahora ? - le preguntó Ciríe.

- Un nuevo órgano sexual - se le adelantó Óscar a Sarigza.

- ¡ Muy bien ! - le felicitó ella.

- De lo que se deduce que, ahora, todo vuestro cuerpo está metasexuado... - dijo Julián.

- ¡ Ya estamos otra vez con eso ! - se quejó teatralmente Laura.

- ¿ Estás diciendo que ahora podemos corrernos por ellas ? - se asombró Hedelia, haciéndose crecer unas cuantas.

- Sí, al menos en teoría. El placer que antes sentíamos con los penes pulgares no ha desaparecido, tan sólo se ha trasladado a nuestras ramas.

- Pues yo no noto nada - dijo Hepente, que también se había hecho crecer algunas, sobándoselas intrigada ( en realidad todos los deluyrei lo habían hecho ).

- Ponerse espinas es muy fácil - comentó Albarí, examinando como buenamente pudo una de sus ramas ( se la hizo surgir de la nuca, y la pasó por entre las nalgas de Óscar a fin de ponerla frente a sus ojos: ni que decir tiene, se aseguró de no pinchar a su padre ).

- Y secretar baba lubricante también - dijo Melein, pringándose las manos con la baba de las espinas de la rama que se hizo brotar del ombligo.

- Ay, pinchan un montón - se quejó Fasme, lamiéndose las heridas que se había hecho en las manos al asir una de sus ramas, a las que previamente había dotado de espinas ( lo hizo sin despegar la cara del pie de Óscar ),

- Pero cuando se dejan fláccidas son una gozada - dijo Melein - Mm, qué suaves son...

- No revolucionéis tanto, nenas, y dejad que vuestra mamá siga compartiendo con nosotros lo que ha averiguado esta noche - les regañó Óscar, abriendo la boca para que la sacerdotisa, que aún no había retirado la rama de su cara, le diese a probar otro de los fluidos.

La única gota que le dio tenía un tono vagamente azulado, y Óscar reconoció aquella sustancia de inmediato. Albarí, que también lo hizo ( sus efluvios le alcanzaron ), exclamó:

- ¡ Es nuestro afrodisiaco !

- ¿ Ahora también lo podemos secretar por la enredaderas ? - se sorprendió Hedelia, intentando emular a su hermana.

- ¡ Estáte quieta ! - le previno Óscar - Si nos ponemos todos a soltar afrodisiaco, y se evapora, no va a haber quién se concentre, y aún hay muchas cosas de las que hablar antes de comenzar la orgía que tanto hemos pospuesto.

- ¿ Estás segura de que se han transformado en un órgano sexual ? - insistió Hepente, dirigiéndose a Sarigza - Por más que me restriego las enredaderas, no me corro por ellas...

- No funcionan así. Verás, su placer es, mm... inductivo.

- Pues no les veo electroimanes por ningún lado - bromeó Óscar, fingiendo examinarse las ramas que se había hecho crecer de las manos.

- Menos guasas - le regañó la clérigo ( la única de las deluyrei que sabía lo que era un electroimán era Hedelia, pero su telepatía les permitió hacerse una idea aproximada ) - Lo que quiero decir es que su placer no es si no el de otros, siempre que contribuya a provocarlo.

- ¿ Sentimos los orgasmos ajenos por ellas ? - aventuró Hedelia.

- Exacto.

- Eso ya lo hacemos, por medio de nuestra telepatía - le recordó ella.

- No es lo mismo. Una cosa es hacer de espectador y otra muy distinta participar plenamente en el evento. Luego lo probaremos, dejad que termine. Óscar, abre otra vez la boca, que te voy a dar una gota del restante fluido.

Él dejó que aquella sustancia dorada, que se le antojó muy familiar, cayese en su boca. Tenía un regusto metálico y a la vez dulzón, pero muy vago. Lo notó cargado de energía sobrenatural.

- ¿ Qué se supone que hace ? - se interesó Hepente - Está saturado de magia.

- A Óscar, absolutamente nada - repuso Sarigza - De hecho, no debería tener el menor efecto sobre ninguno de los presentes. Pese a ello, el líquido en cuestión es sin duda nuestra mejora más significativa.

- Déjate de misterios y explícate - le regañó Ciríe.

- Es una sustancia que ataca al mal.

- ¿ Cuán potente es ? - se interesó Hedelia.

- Su poder es inconmensurable, considera que cuenta con el respaldo combinado de Afrodita y del alma de la Tierra.

- Soñé con ella - anunció Óscar.

- No nos lo has contado - le dijo Ciríe.

- Sí que lo he hecho, es más, tú también soñaste con él. ¿ Recuerdas el sueño dónde aparecían Inmaculada y Remedios, ese en el que también hizo acto de presencia la neharai pero tú no pudiste verle ?

- ¡ El líquido que salía de la polla en la que estaban atadas ! - exclamó Ciríe - ¡ Ese que intuiste como procedente de ti pese a manar del tótem, y que les achicharraba !

- Eso es.

- ¿ Qué les hace a los que son tan sólo un poco capullos, sin llegar a ser unos verdaderos maleantes ? - les preguntó Alicia.

- Es preciso un nivel mínimo de maldad para que el fluido comience a actuar: a partir de ese umbral, sus efectos son proporcionales a la maldad del sujeto... o del objeto - le explicó Sarigza.

- ¿ Acaso puede un objeto ser maligno ? - se extrañó Julián.

- Y también benigno - le aseguró Darlane.

- ¿ Cómo es posible eso ?

- Suelen impregnarse con las emanaciones espirituales de sus dueños - le explicó Hepente.

- Eso me recuerda que una vez le quité un puñal a un mago realmente malvado - dijo Darlane. Señalando con su araña encantada a Ciríe, extrajo de su espacio de almacenaje un puñal, que apareció sobre la rodilla derecha de la deluyrei.

- ¿ Quieres que pruebe a rociarlo con mi fluido de erradicación del mal, nena ?

- Eso es - le dijo la ángel, ocultándole sus emociones.

- Te noto rara - dijo Ciríe, sin llegar a secretar el mágico líquido de sus espinas.

- ¿ No reconoces el puñal ? - le preguntó Óscar, que seguía siendo él único que se había enterado de lo que había entre Darlane y Ciríe.

- ¿ Debería hacerlo ? - se extrañó ella, examinándolo intrigada. El único adorno, ubicado en la empuñadura, consistía en una garra de águila. Por lo demás, era completamente anodino.

- Darlane, deja que te ayude a desnudarte - le pidió Óscar, haciendo ademán de levantarse - No puedes demorar más tan importante revelación, sobre todo teniendo en cuenta que ya eres la única a la que le quedan cosas por explicar a los demás.

- ¡ Espera, papá ! - le suplicó Albarí, agarrándole de las caderas.

- Estás a punto de correrte otra vez, no puedes quedarte con las ganas - le dijo Melein, asiendo su pie para que no lo alzase de su cara.

- Por favor, deja que te hagamos gozar una última vez - le pidió Fasme, imitando a Melein.

- De acuerdo, pero daros prisa - cedió él.

Sus preciosos escabeles vivientes engulleron sus pies hasta el talón, mordiéndolos con desesperación mientras sus lenguas hacían maravillas en sus vaginas, cuyos clítoris asediaron con especial saña. En cuanto a su no menos hermoso cojín, incrementó la estimulación, agitando con más energía la lengua y restregando la barbilla contra sus genitales.

Mientras Albarí acariciaba las nalgas, caderas y cintura de Óscar ( en cuyo ombligo a menudo internó algún dedo ), sus hermanas le acariciaban las piernas. Las tres aceleraron su estimulación vibratoria, haciendo palpitar las trancas en sus respectivos rectos como si realmente pensasen que iban a poder correrse.

- ¡ Joder, guarras, qué bien me lo hacéis ! - exclamó Óscar, empezando a dar botes sobre la cara de Albarí ( se impulsó únicamente con los pies, por lo que Melein y Fasme también disfrutaron de tan rudos achuchones ).

- ¡ Córrete ya, papá, córrete ahora ! - le ordenó afectuosamente Fasme.

- ¡ Así, padre, así, cabálganos como a potrancas que es preciso domar ! - le dijo Melein.

- ¡ Bota más fuerte, padre, haz que nos duela ! - exclamó Albarí.

- ¡ Como queráis, putas ! - exclamó él, aumentando la violencia de sus brincos y comenzando a correrse ( les llegó a hacer daño, pero en realidad no demasiado ).

- Uf, Óscar, me encanta que te pongas así de dominante - le dijo Alicia, acariciándose la entrepierna.

- Estupendo, porque a mí también - le dijo él, entrecerrando los ojos mientras seguía disfrutando de sus hijas.

Cuando terminó, Óscar se levantó y se acercó a Darlane, que también se incorporó. La ángel, al poco de regresar a la casa, se había quitado nuevamente las botas ( no había manchado el suelo pese al barro que antes había pisado, pues no olvidemos que su ropa, gracias a los hechizos con los que contaba, se mantenía en todo momento limpia ). Por consiguiente, sus piernas sólo estaban cubiertas por las medias, que fue lo primero que Óscar le quitó, arrodillándose ante ella ( aprovechó para besarle el coño a través de las bragas, mientras le magreaba el culo ). Poniéndose de nuevo en pie, le quitó la camiseta, liberando sus apoteósicos pechos.

Cuando quedaron libres, se bambolearon incitantes, reclamando con aquel gesto la atención de todos los presentes. Aunque le colgaban un poco, su forma era básicamente hemisférica ( lo cual, considerando su peso, parecía desafiar toda lógica ). Sus erectos pezones, de unos tres centímetros de diámetro y otros tantos de longitud, estaban atravesados por un aro plateado de unos tres milímetros de grosor y siete centímetros y pico de diámetro ( idénticos, por cierto, al que tenía en el ombligo ).

Sus aureolas ( eran casi negras, ofreciendo un delicioso contraste con su oscura piel ), debían tener unos quince centímetros de diámetro, puede que algo más. En unos pechos de tamaño normal habrían quedado casi grotescas, pero en los suyos se veían perfectas.

- La leche, qué pedazo de tetas - atinó finalmente a decir Esther.

- ¿ Te gustan ? - le preguntó con coquetería ella, acariciándoselas con la ayuda de Óscar.

- Pues claro que sí - repuso la humana.

- Joder, mirad qué pezones más gordos tiene, he visto pollas más finas - dijo Alicia, acariciándose los suyos propios.

- Qué melones más lindos, parecen hechos de chocolate - dijo Julián, meneándosela lentamente - Deben estar riquísimos...

- Eso tengo entendido - le dijo la ángel, alzándose ambos pechos y lamiéndoselos, centrándose principalmente en sus pezones, con cuyos aros jugueteó, traviesa.

- ¡ Quítale de una puta vez las bragas, papá, queremos verle el coño ! - se impacientó Laura, comiéndose con la mirada a Darlane ( no era la única ).

- ¿ Te importa si te quito antes la lazada, para poder saborearte un poquito ? - le preguntó Óscar, agachándose nuevamente ( decidió hacer un alto en el camino, deteniendo su descenso a la altura del ombligo de Darlane, cuyo aro asió con los dientes, dando suaves tirones de él ).

- Claro que no, cariño, pero ten cuidado, pues no quisiera correrme antes de tiempo, y, además...

- Descuida, sé el trabajo que te supuso prepararlo todo, así que no intentaré penetrar tu raja, ni con los dedos ni con la lengua.

- ¿ Se puede saber de qué habláis ? - les preguntó Esther.

- Pronto lo sabréis - les prometió Óscar, mordiendo la lazada de las bragas de Darlane mientras sostenía su mirada. Tirando de ella, la hendidura de las bragas se abrió levemente: expandiendo la lengua, la introdujo por ella.

- Mm, qué rica estás...

- Gracias.

- Me encanta que estés tan sudada.

- Ay, Óscar, qué bien se siente tu lengua...

- Veamos qué tal estás por detrás...

- Uf, qué lengua más traviesa tienes - gimió ella.

- Delicioso - dictaminó él - Mm, tengo que probar a lamértelo justo tras hacer caca...

- No digas esas cosas - le reprendió entre gemidos ella, enrojeciendo levemente.

- Te estás poniendo roja, nena.

- Y tú morado, cabrón - bromeó Darlane ( su dominio del castellano era tal que ya podía valerse de argot ) - Por lo que más quieras, deja de hurgarme ya con la lengua, o me dará un síncope.

- Como desees - le dijo él, sacando la lengua de entre las piernas de la ángel y devolviéndola a su talla normal. Sin demorarse más, le bajó las bragas.

Como pronto pudieron comprobar, el sexo de Darlane era increíblemente peludo, cosa también aplicable a la raja de su culo ( sin embargo, en el resto de su piel no había el menor vestigio de vello ). Apenas podía verse lo que había bajo aquella salvaje espesura... de la que emergía otro de aquellos anillos.

- ¡ Hostias, menudo felpudo ! - exclamó Alicia, al borde de la histeria.

- Pues aún no le has visto por detrás - rió Óscar ( conocía el terreno a fondo, gracias a su breve exploración con la lengua ), girando galantemente a Darlane y separando sus apetitosas nalgas ( para entonces, estaba otra vez en pie ).

- ¡ Qué barbaridad, podría hacerse trenzas ! - dijo Julián - ¿ Sois todos los ángeles tan peludos ?

- Qué va, de hecho nuestro vello genital suele ser más escaso que el de los humanos - repuso ella, muy divertida con todo aquello - Si yo tengo tanto en la entrepierna es debido a que algo ha estimulado su crecimiento.

- ¿ El qué ? - le preguntó Hepente.

- Paciencia, enseguida os hablaré de ello - les prometió la ángel, restregándose contra Óscar.

- No seas tímida, cielo, enséñanos ese ojal - le animó Hedelia, silbándole con fingida grosería.

- ¿ Me ayudas, Óscar ? - le preguntó con picardía ella, agitando las caderas mientras frotaba con su tupido pubis el pene del patriarca ( y sus pechos contra el suyo: dada la diferencia de alturas, casi le llegaban hasta el cuello ).

- Será un placer, cariño - le dijo él, apartando el pelo con los dedos para dejar visible su sonrosado ano, en el que clavó amorosamente dos de ellos, a fin de abrirlo ( se aventuró en su interior mucho más que poco antes con la lengua, notando su recto cálido, resbaladizo y suave, muy suave. Darlane se estremeció de gusto: además de acogedor y apetecible, su ojete era muy sensible ).

- ¡ Qué pandero tienes nena ! - exclamó Esther - ¡ Y tu sumidero es de ensueño !

- Joder, qué ojal, me lo zamparía ahora mismo con pelos y todo - dijo Laura, hurgándose el suyo propio con una mano.

- ¿ Se puede saber qué coños comes, nena, para estar tan buenorra ? - le piropeó Julián a la ángel.

- Oh, tengo una alimentación muy equilibrada, así que no sólo me conformo con coños - bromeó ella - También como tetas, pollas, cojones, bocas... cuanto más, mejor.

- Y, ¿ qué tal comes por esta boca de aquí ? - le preguntó Óscar, introduciendo dos dedos más en su ano, que abrió aún más.

- Modestia aparte, bastante bien - le aseguró ella, acariciándole el pene con la mano aunque sin dejar de restregárselo contra el pubis.

- Lastima de pelo - le dijo Alicia - Te queda precioso, pero debe ser un incordio a la hora de comerte.

- Tranquila, no me durará mucho tiempo - le aseguró la ángel, girándose de modo que era ahora su trasero lo que rozaba contra la polla de Óscar ( él, que le había quitado las manos del culo, estuvo tentado de clavársela, y a ella poco le faltó para pedírselo, pero lograron refrenarse ).

- Ese bulto que se adivina bajo tu pelo, al lado del aro, ¿ es el clítoris ? - le preguntó Julián.

- Sí.

- Lo tienes enorme.

- No es la primera vez que me lo dicen - rió ella.

- No me digas que también lo tienes anillado - se estremeció Esther.

- Eso es - le dijo ella, separándose de Óscar ( no sin antes agradecerle su ayuda con un rápido beso ), y acercándose a Ciríe.

Le cogió de las manos y le invitó, en silencio, a que se levantase ( entretanto, Óscar se volvió a sentar en su sofá, dejando que las sobrinas de Ciríe se acurrucasen, mimosas, contra sus piernas ). Ciríe, dejando el puñal en uno de los reposabrazos del sillón donde estaba sentada, se incorporó. Darlane le condujo al centro del salón, y la deluyrei le preguntó:

- ¿ Qué te has hecho en la piel ? Parece que te hayas cosido...

El torso y los pechos de Darlane, en efecto, mostraban diminutas pero incontables puntadas. Habían sido hechas con un hilo finísimo, de un color casi idéntico a la piel, y saltaba a la vista que la mayor parte de aquel filamento permanecía bajo la misma ( los humanos, claro, fueron incapaces de apreciarlas ).

- Hace siglos, de hecho milenios, que espero este momento - le aseguró Darlane, mirándole con amor e ignorando su pregunta.

- ¿ De qué hablas ? - se extrañó Ciríe.

- Toma, sujeta - le dijo Darlane, guiando su mano izquierda al anillo que pendía de su pezón derecho.

Ciríe lo asió, intrigada, y se dio cuenta de que el hijo estaba anudado al anillo. Si tiraba de él...

- Quieres que te arranque el aro del pezón, ¿ verdad ?

- Eso es, mi amor - le dijo Darlane, suspirando ( aquello era muy importante para ella, por lo que le fue imposible ocultar su nerviosismo ).

Ciríe empezó a tirar, mientras Darlane sostenía su mirada con dulzura. Se le escapó un quejido cuando el pezón se rasgó, liberando el aro, ahora unido a su cuerpo tan sólo por el filamento. La deluyrei comenzó a apartarse mientras continuaba tirando, y el hilo comenzó a desgarrar la piel de la ángel.

No eran heridas graves, lo justo para que la sangre las enrojeciese. Sin duda había algún tipo de magia en juego ( probablemente, ubicada en el hilo ), porque aquellos finos y rojizos trazos comenzaron a iluminarse, desprendiéndose de ellos un vistoso fulgor blanco azulado. Dieron lugar a palabras, y éstas a frases, extendiéndose por todo su seno derecho formando una artística espiral. Estaban escritas en el mismo idioma que las deluyrei habitualmente usaban entre ellas, y todas las leyeron en respetuoso silencio ( Óscar, pese a que ya sabía a grandes rasgos de lo que iba el texto, también lo hizo ).

- Es precioso - suspiró Hedelia, sin dejar de leer.

- ¿ Qué es ? - les preguntó Alicia.

- Un poema con una rima realmente lograda y original - les explicó Óscar - Traducido al castellano la pierde, claro, así que no tiene sentido que os lo traduzca textualmente: en vez de ello, si queréis, os haré un resumen...

Aquellos versos hablaban de una familia de ángeles que desde hacía generaciones vivía libre, sin servir a ningún dios. Moraba en uno de los escasos reinos superiores que no estaban bajo la influencia de ninguna deidad, y gozaban de una gran reputación. Aquel reino se regía a grandes rasgos democráticamente, eligiéndose cada siglo a un mandatario. El último mandato estaba expirando, y los últimos sondeos parecían indicar que el siguiente líder sería el representante de la familia en cuestión.

Por desgracia, los ángeles no siempre están libres de ambición, y la representante de una familia rival, una hembra corrompida hasta la médula por el ansia de poder, no iba a tolerar que el liderazgo volviese a eludirle: si lo hacía, ya no tendría una nueva oportunidad de ser elegida, pues su familia, que estaba empezando a dudar seriamente de su capacidad como representante ( no dejaba de involucrarse en asuntos turbios, frecuentando compañías nada recomendables ), estaba a punto de transferir sus prerrogativas a una de sus primas.

Contactando con algunos elementos de la peor calaña, por supuesto a espaldas de su familia ( a diferencia de ella, aquellos a los que representaba difícilmente se asociarían con maleantes ), organizó un ataque al clan rival. Los matones, aprovechando su estancia en un paraje solitario ( estaba de excursión ), secuestraron a su oponente político, junto a su mujer y a sus cinco hijos... cuatro de los cuales apenas eran unos críos. No podía matarles, pues alguien podría averiguar lo ocurrido a través de la necromancia, pero eso no significaba que no pudiese deshacerse de ellos sin verse involucrada en su desaparición.

Había hecho un trato con un maléfico hechicero, extremadamente poderoso, que estaba obsesionado con los ángeles, habiendo capturado a más de uno para hacer con él todo tipo de atroces experimentos... de los que, hasta el momento, ninguno había sobrevivido ( se le temía tanto que ya eran muy pocos los ángeles que acudían a los reinos terrenales cuando sentían que un mortal estaba invocando a alguno de los suyos: la prudencia solía prevalecer sobre la curiosidad ).

Lo arregló todo para entregarle a sus presas, animándole a hacer lo que se le antojase con ellos, aunque con dos condiciones. En primer lugar, tenía que propagar el rumor de que habían acudido a él de su propio motivo, tras haberles invocado, cayendo en sus redes. En segundo lugar, debería asegurarse de que sus almas no accediesen a los reinos superiores si por casualidad morían al experimentar con ellos.

En aquel momento, el hilo del que Ciríe había estado tirando se acabó. Estaba anudado al aro del otro pezón y, no bien quedó por completo expuesto al aire, se desintegró. La luz que se desprendía de las heridas había comenzado a amortiguarse, pero aún permanecería un rato. Ciríe, al ver que aquel aro estaba anudado a otro hilo que se perdía en la piel de la ángel, tiró de él, y sobre el seno izquierdo de Darlane fueron apareciendo nuevos versos.

- ¿ Qué pone, papá ? - le preguntó Laura.

- Describe los suplicios que ese indeseable hizo pasar a aquella pobre gente - le dijo él, asqueado.

Aquello no era experimentación, era sencillamente tortura. Al hijo mayor le abrió en canal, diseminando todos sus órganos por la enorme mesa en la que le tenía atado, aún unidos a su cuerpo por los nervios y vasos sanguíneos más importantes, que fueron estirados por medio de un hechizo ( lo único que respetó fueron sus pulmones y su cerebro ). Por medio de otro hechizo, evitó que se desangrase, asegurándose, por medio de otro, de que no perdía la sensibilidad. No usó anestesia, y el pobre infeliz no dejaba de desmayarse, volviendo a despertar cuando removía sus entrañas con unas pinzas.

Al cabeza de familia, le puso en un potro, estirándole de brazos y piernas hasta que se las quebró. A su esposa, le empaló con una barra metálica del grosor de un dedo, manteniéndole viva mágicamente.

A otro de sus retoños, también varón, le arrancó toda la piel, sustituyéndosela por escamas de metal. A otro, le obligó a ingerir una poción que le provocaba terroríficas alucinaciones. En cuanto a sus hermanas, a una de ellas le colgó boca abajo, completamente inmovilizada, de un mecanismo que cada cierto tiempo, sin previo aviso, le dejaba caer en una bañera llena de agua helada, alzándole cuando estaba a punto de perder el conocimiento y haciéndole la respiración asistida con una especie de sifón articulado si respiraba agua.

La restante chica fue obligada a beberse una poción mágica. Simulaba un extenso periodo de inanición, consumiendo a una terrible velocidad todos los nutrientes que había en el cuerpo, dejando de él poco más que huesos y pellejos.

El padre, que sabía algo de magia, aprovechó una breve ausencia del mago para hacer un hechizo que le permitiría atraer, por medio de un triste pero hermoso canto, a cualquier ser de alma pura que le oyese. Su canción se dejó oír en la tétrica fortaleza donde estaban encerrados, logrando salir al exterior por una ventana. El mago, al comprender sus intenciones, irrumpió en la sala y le partió varias costillas de una patada.

El ángel siguió cantando como buenamente pudo, sabedor de que le quedaba muy poco de vida ( su torturador había decidido matarle, lo leyó de su mente ), pero su voz quedó prontamente truncada, pues el mago le rodeó el cuello con una cuerda, comenzando a apretar.

No sabía muy bien si estrangularle o cortarle el cuello con un puñal que llevaba: decidió lo segundo, pero acababa de posar el filo en el maltratado cuello del ángel cuando una joven deluyrei se presentó en la sala de torturas, con cara de pocos amigos. El mago le arrojó el puñal, pero éste no le acertó, clavándose inofensivo en un potro, desocupado, que había cerca de la joven a la que había suministrado la poción dietética.

Numerosos y potentes hechizos de protección rodeaban al hechicero, que apenas sintió los ataques de la deluyrei. Ésta simuló aterrarse, huyendo de él ( no se valió de la teletransportación, para que le pudiese seguir ). Cuando estaba bien lejos de la mazmorra, volvió a atacarle, pero esta vez empleándose a fondo, pues ya no corría el riesgo de que sus poderes, desbocados, aniquilasen accidentalmente a los prisioneros.

El mago comenzó a temer por su vida, y convocó a sus tenebrosos siervos para que le ayudasen. A su llamada, no sólo se presentaron toda clase de esbirros mortales, si no también bestias sobrenaturalmente alteradas ( algunas de ellas, procedentes de los infiernos ). Todos fueron derrotados, y él, finalmente, también ( su expresión, mientras moría, estaba cargada de incredulidad: ¡ había sido vencido por una cría, una simple adolescente ! ).

Tras lo que a los cautivos les pareció una eternidad, la joven deluyrei se presentó en el calabozo. Estaba terriblemente herida, pero hasta la última gota de su orina la usó para curar a los ángeles, a los que liberó. Alimentó con su leche a la cadavérica muchacha ( por fortuna, la magia de la poción dietética se había extinguido ya, dejando de consumirle por dentro ), y vertió sus anestésicas lágrimas en todas las heridas... salvo en las suyas propias.

Una vez se cercioró de que los ángeles vivirían, se dejó vencer por el cansancio. Estaba durmiéndose cuando se presentaron unas cuantas sacerdotisas deluyrei, que les llevaron a un templo de Afrodita, donde terminaron el trabajo que Ciríe había comenzado con los ángeles ( no por estar ya fuera de peligro se encontraban lo que se dice sanos ).

En aquel momento, el hilo se acabó, dando un tirón al anillo del ombligo antes de desintegrarse. Ciríe jugueteo con los dos aros que ya había arrancado, y entonces le dijo a Darlane, señalando al puñal:

- Imagino que es el que me arrojó el mago...

- Eso es, mi valiente heroína.

- ¡ Fue Ciríe quien te salvó, y a tu familia también ! - comprendió Alicia.

- En efecto - le dijo Darlane - Si soy tan alta es por la gran cantidad de leche deluyrei que Ciríe me hizo beber, para paliar los efectos del potingue adelgazante ( no sé cómo pudo producir tanta, me consta que le supuso un esfuerzo tremendo ). Estaba en edad de crecer, y aquel estímulo me afectó mucho.

- Fuiste muy valiente, Ciríe - le dijo Laura.

- Bah, lo peor que me podría haber pasado era que me matasen, y recuerda que los deluyrei podemos resucitar. Cuando escuché aquella hermosa voz supe que se me necesitaba, actuando en consecuencia. Eso es todo. Además, para valentía, la que demostró Hedelia con aquel ejército de muertos vivientes.

- ¿ Qué pasó ? - se interesó Alicia.

- Os lo contaré luego - les prometió Hedelia - Ahora estamos hablando de Ciríe, no de mí.

- ¿ Qué edad tenías, Ciríe ? - le preguntó Julián, comprendiendo que su hermana no les hablaría de aquello por el momento.

- Treinta y nueve, por lo que aparentaba unos dieciséis de vuestros años.

- Aunque aún no era adulta, sus poderes siempre estuvieron muy desarrollados - dijo Sarigza.

- Le gustaba presentarse a torneos, y siempre ganaba - añadió Hedelia.

- ¿ Os acordáis de aquella ocasión en la que derrotó a tres adultas ? - dijo Hepente.

- Eran unas debiluchas - se quitó importancia Ciríe.

- Quizá, pero la más joven de ellas tenía trescientos años, y tú aún no tenías treinta - le recordó Sarigza.

- No es de extrañar que a los cincuenta y dos años ganases el campeonato mundial - le dijo Hedelia.

- ¿ Qué es un duelo de poderes ? - les preguntó Óscar, habiendo captado aquello de sus mentes.

- ¿ Recuerdas cuando te enseñé a usar algunos de los tuyos ?

- Sí.

- Pues es muy similar. Dos deluyrei entrelazan uno de sus poderes y, en vez de aunarlos, como hice contigo, los contraponen, buscando efectos opuestos.

- ¿ Qué ocurre entonces ?

- Que uno de los dos tarde o temprano pierde, quebrándose su poder.

- ¿ Se queda para siempre sin ese poder ?

- Por lo común no, pero, si los daños son lo suficientemente extensos, si la contienda deja de ser un enfrentamiento amistoso y se convierte en algo personal... - comenzó Ciríe, incapaz de seguir.

- Cuanto más cruenta sea la lucha, mayores son los daños, tardando más en repararse - les explicó Sarigza - Si el poder en cuestión queda lo suficientemente quebrado, sencillamente se extingue. Dado que Afrodita es quien nos dio nuestros poderes, sólo ella puede devolvérnoslos cuando los perdemos.

- Ciríe ha tullido a más de una de sus adversarias, ¿ verdad ? - adivinó Óscar.

- Sí - repuso la aludida, contrita - Me gusta sentir cómo sus poderes ceden ante los míos, dejándoselos inutilizados durante unos días, pero a veces peleé demasiado en serio y se los quebré por completo.

- Ellas sabían a lo que se exponían - le consoló Hepente.

- ¿ Lo sabíais tú y nuestra prima, hermana, cuando quebré vuestro poder lumínico con el mío mientras jugábamos ? - le dijo ella.

- De eso ya hace mucho, y Sarigza nos curó en nombre de nuestra señora. Además, si no nos hubiésemos picado tanto, no habría pasado nada.

- ¿ Qué ocurre si una deluyrei y una neharai se enfrentan, y a una de ellas se le quiebra por completo alguno de sus poderes ? - les preguntó Óscar.

- Si es la deluyrei quien se ve perjudicada ( cosa poco probable, pues por lo común somos más poderosas que ellas ), cualquier clérigo de Afrodita le puede dejar como nueva - repuso Sarigza - Pero, si es la neharai quien se queda tullida, lo tiene bien crudo, pues las clérigos de Khali no pueden hacer nada por ella ( ni ellas, ni su señora en persona ).

- Es justo lo que imaginaba.

- ¿ Qué fue de vosotros ? - le preguntó Ciríe a Darlane, agotado ya aquel tema.

- Tira del aro y lo sabrás - le animó la ángel.

Al saber de lo ocurrido, las religiosas devolvieron a los ángeles a su reino, pero ya era tarde: las elecciones se habían celebrado, ganando la traidora, que dio un golpe de estado para adquirir más atribuciones de las que le correspondían como presidente. El padre de Darlane jamás había confiado en ningún dios, pero lo que había hecho Ciríe, por él y por su familia, le había conmovido. Si las creaciones de Afrodita eran un reflejo de la diosa, sin duda ésta era digna de total confianza.

Presentándose ante ella, le contó lo sucedido, agradeciéndole la ayuda prestada, primero a través de aquella joven y después a través de sus sacerdotisas, y disculpándose por querer aún más.

Afrodita no se ofendió, acompañándole en persona a su reino para detener la guerra civil, dándole a aquella maleante su merecido. El padre de Darlane, de haberse presentado a las nuevas elecciones que se convocaron no bien la tirana fue depuesta, habría ganado por un margen aplastante, pero le ofreció su servidumbre a Afrodita, yéndose a vivir a su reino junto a su familia más cercana. Como pronto descubriría, servir a un dios no siempre era malo.

Darlane se interesó por la magia, y Afrodita la nombró discípula de uno de sus hechiceros preferidos ( pronto superó a su padre, que en el fondo sólo era un aficionado ). Para cuando terminó su adiestramiento, ya era adulta, y quiso entrevistarse con su salvadora, a fin de demostrarle su agradecimiento. Pero Ciríe ya se había mudado a la Tierra, que estaba fuera de su alcance.

Cuando, mucho tiempo después, Afrodita le anunció que le iba a enviar a la Tierra de emisaria, Darlane decidió hacer a Ciríe un regalo a la altura de su heroicidad.

En ese momento, el hilo se acabó, tensándose. Tal y como Ciríe había sospechado, estaba anudado al aro que atravesaba el clítoris de Darlane. El epílogo de aquella historia había sido escrito sobre los abdominales de la ángel, aunque evitando las inmediaciones de su ombligo... donde los deluyrei notaban una inquietante perturbación de índole sobrenatural, una especie de huella metafísica muy similar a las que acostumbran a dejan las cicatrices. Sin embargo, y a diferencia de éstas, no sólo no desmerecía, si no que estaba dotada de una extraña y sugerente belleza ( algo les decía que no tenía nada que ver con los versos, y así era ).

- Ha sido un regalo precioso - dijo Ciríe, tan emocionada como sus hermanas ( a Hedelia, de hecho, se le habían escapado algunas lágrimas ).

- Mi amada reina, me hace muy feliz saber que los versos han sido de tu agrado, pero no eran más que una dedicatoria. En realidad son tres mis regalos, y uno de ellos ya está en tus manos, al menos la mayor parte de él.

- ¿ Te refieres a los aros ? - dedujo ella.

- No sé qué hacen, Ciríe, pero son mágicos ( incluyendo el del clítoris ), y cuentan con un poder muy intenso - le dijo Hepente.

- Erigirán para ti un palacio, colmado de todo tipo de lujos, que sólo percibirán aquellos que tú desees - le explicó Darlane a Ciríe.

- Suena muy bien...

- Gracias, aunque no esperes usarlos enseguida, pues el poder de esos aretes sólo puede desencadenarse durante el equinoccio de primavera.

- Llegado ese momento, ¿ cuánto tiempo se mantendrá alzada la construcción ? - le preguntó Ciríe, temiéndose que el castillo se desvaneciese pasados unos días.

- Indefinidamente, al menos en teoría.

- ¡ Fabuloso ! Y, ¿ cuáles son tus dos restantes presentes ?

- Sepárame los pelos de la entrepierna y echa un vistazo a mi rajita - le sugirió Ciríe.

- ¡ Te la has cosido ! - exclamó Ciríe, tras examinar el sexo de la ángel. Del aro de su clítoris también partía un hilo, con el que sus labios vaginales habían sido sellados ( allí ya no parecía haber nada escrito ).

- Veinte días antes de venir a este mundo, preparé los versos que acabáis de leer sobre mí, cosiéndome por medio de un hechizo: aproveché para precintar mi sexo. Desde entonces, como comprenderás, no he sido penetrada...

- ¿ Llevas todo ese tiempo sin joder ? - se horrorizó Sarigza.

- Ni por delante, ni por detrás - repuso ella, aunque sin apartar la mirada de Ciríe - Es más, tampoco me he masturbado, e incluso he tomado medidas para no tener orgasmos ni en sueños. Todo ese deseo acumulado, mi reina, te lo brindo únicamente a ti.

- Oh, nena, no tenías la menor necesidad... - le regañó Ciríe, halagada y por supuesto también conmovida.

- El tercer regalo lo guardo en mi vagina - le dijo Darlane, tras una breve pausa.

- Entonces, ¡ es lo que me imaginaba ! ¡ Te has metido una de nuestras uvas mágicas !

- Reconozco que estuve tentada de hacerlo, pero quise ser más original.

- ¿ Para qué sirven ? - les interrumpió Óscar.

- Para hacer vino, pero no un vino cualquiera: está riquísimo, y es levemente afrodisiaco - le explicó Hedelia - Aunque se sube a la cabeza con bastante facilidad, muy rara vez emborracha hasta el punto de llegar a sufrir nauseas, vómitos, o dolor de cabeza. Oh, y jamás produce resaca.

- Se fermenta en la vagina de cualquier hembra racional, lo que le lleva entre uno y tres días, protegiéndole del calor liberado y de las toxinas producidas - agregó Hepente - Por descontado, las de una matriarca fermentan diez veces más rápido, y producen un vino aún más delicioso.

- Si las uvas son tan pequeñas como esa que me enseñasteis a germinar ayer, junto al resto de los frutos, de poco le habría servido a Darlane meterse una.

- No se usan tal cual, se mezclan con el mosto de uvas normales, cuya fermentación aceleran y optimizan - le explicó Sarigza - Oh, y a menudo añadimos zumo de otras frutas, para mejorar el sabor.

- Acostumbramos a exprimirlas revolcándonos en ellas mientras hacemos el amor, y nos solemos coser la vagina para asegurarnos de que nada interrumpa el proceso fermentativo ( por ejemplo una polla ), menoscabando la calidad del vino - se extendió Hedelia.

- ¿ Se pueden comer tal cual ?

- Sí, y están muy buenas.

- ¿ Podemos germinar racimos enteros ?

- No, sólo de una en una.

Óscar se dio por satisfecho con aquella explicación, y Darlane le dijo a Ciríe:

- Anda, examina mi bajo vientre con tus sentidos astrales...

- ¡ Tiene algo dentro, algo que está vivo ! - exclamó Hedelia, la primera en darse cuenta - ¡ Es algún tipo de criatura sobrenatural !

- ¿ Qué es ? - le preguntó Ciríe - ¿ Está relacionado con esa perturbación metafísica que hay en torno a tu ombligo ?

- No, lo de su ombligo es un tatuaje mágico que permanece invisible cuando está inactivo - intervino Óscar - Supongo que coincidiréis conmigo en que, astralmente, a diferencia de los tatuajes comunes, es muy vistoso.

- ¿ Insinúas que los tatuajes normales no quedan del todo bien a nivel astral ? - le preguntó Laura, palpándose instintivamente la cadera donde, no hace muchas horas, tenía tatuada una rosa.

- ¿ Bromeas, hija ? Decir que no quedan bien es hacerlos un favor. Son absolutamente abominables, los percibimos como un borrón de mugre contaminando la piel... y eso, a poco que se piense, es exactamente lo que son.

- ¿ Por qué no me lo dijiste ?

- Porque no quería que te sintieses disminuida.

- ¿ Qué hace ese tatuaje, Darlane ? - le preguntó a la ángel Hepente, enfocando sus sentidos sobre la zona afectada por la perturbación astral sin lograr sacar nada en claro.

- Me confiere cierto polimorfismo - repuso Darlane - Cuando mi familia se puso al servicio de nuestra señora, Afrodita, mis padres estuvieron de acuerdo en que a cada uno de sus hijos se le asignase un tutor que le enseñase todo lo referente al sexo ( mi hermano mayor creía no necesitarlo, pues él ya había mantenido relaciones carnales, pero su tutora, que también era una ángel, le abrió los ojos a un montón de nuevos placeres ). Mi profesora, y la de mi hermano más pequeño, fueron deluyrei.

- Se dice que en el reino de nuestra amada diosa vive una pequeña comunidad deluyrei, pero nunca creí en tales rumores - dijo Sarigza.

- No interesa airearlo, la mayoría de los dioses no ven con buenos ojos que se deje vivir en los reinos superiores a aquellos que fueron creados para vivir en los reinos terrenales. Sólo toleran la presencia de sus almas.

- ¿ Son muchos ? - se interesó Hepente - Se dice que su población oscila entre tres mil y cinco mil ( me refiero a los deluyrei de carne y hueso, claro, que no a la almas de los que, por algún motivo, no han podido resucitar, eligiendo como última morada el reino de nuestra creadora ).

- El último censo excedía de siete millones, pero de eso ya hace mucho tiempo - les dijo Darlane, tras pensárselo un poco - La natalidad es extremadamente baja, pero, como la mortandad es nula, la población no cesa de crecer, duplicándose cada aproximadamente dos mil años. Esto que os he dicho es información de carácter reservado, así que confío en que seáis discretos.

- Descuida, lo seremos - le prometió Hedelia.

- Nos estabas hablando del tatuaje - le recordó Ciríe.

- Tienes razón. Veréis, mi tutora me puso en cierta ocasión una polla por medio de uno de sus pepinos mágicos, y la sensación me cautivó sin remedio. Desde entonces, jugamos a ello muy a menudo, pero yo no quería depender de ella cada vez que me apeteciese ponerme un rabo... o quitármelo. Por consiguiente, cuando comencé a estudiar magia, me propuse encontrar un medio de manifestar a voluntad un pene entre las piernas, tal y como podéis hacer vosotras. Me llevó su tiempo, pero al final di con un hechizo que se adaptaba a mis necesidades, y lo ejecuté sobre mi persona. Os puedo asegurar que estoy muy satisfecha con los resultados ( y mis amantes, sobre todo cuando son chicas, también ).

- Calla, nena, que se nos está haciendo la boca agua - bromeó Sarigza.

- ¿ No desenvuelves tu último regalo, Ciríe ? - le animó Darlane, posando las manos en sus caderas.

- ¿ Cómo quieres que te lo haga ? - le preguntó Ciríe, asiendo el arete.

- Muy despacio, mi reina - le dijo Darlane - Quiero sentir cómo mi coño se va llenando de pequeñas heridas mientras se descose, abriéndose en exclusiva para ti.

- Separa las piernas y aparta el pelo, quiero tener buenas vistas.

La ángel así lo hizo, y Ciríe comenzó a tirar. Lo peor fue rasgar el clítoris, el resto en comparación no fue doloroso. Darlane de vez en cuando se quejaba, pero no por ello dejó de sonreír a la deluyrei, mirándole con amor, gratitud... y creciente lujuria.

- ¿ Y ahora ? - le preguntó Ciríe cuando terminó ( en aquella ocasión, el hilo no estaba sujeto a ningún otro anillo, quedando suelto: pese a ello, también se desintegró ).

- Pon las manos bajo mi vulva - le dijo ella - Voy a hacer un poco de fuerza para expulsarle. Espero no despertarle...

- Espera, deja que ponga esto en algún sitio - le pidió Ciríe, mostrándole los cuatro aretes.

- Póntelos a modo de anillos - le sugirió ella.

- Me bailarían un poco - ironizó Ciríe, agitando los dedos ante Darlane.

- No si te los pones en este lindo dedo de aquí - le dijo ella, agarrándole el falo a la deluyrei.

- ¿ Haces los honores ? - le preguntó Ciríe, tendiéndole los anillos.

- Con mucho gusto - le aseguró la hechicera, cogiéndolos para a continuación metérselos en la boca.

Darlane se agachó y engulló el pene de Ciríe, sosteniendo su mirada. Sin separar los labios de su escroto ( se lo había metido hasta el fondo ), se valió de la lengua para deslizar los cuatro aros por el mástil de la deluyrei, quedando todos agrupados en la base del mismo.

- Te quedan muy bien, tía - le dijo Melein.

- Ciríe es preciosa, cualquier cosa le sienta fenomenalmente - dijo Darlane, incorporándose.

- Aduladora... - le reprendió cariñosamente Ciríe, poniendo sus manos bajo el sexo de Darlane, que había tenido la precaución de no separar las piernas hasta aquel preciso instante.

De la vagina de la ángel salió una especie de oruga. Tendría cinco centímetros de diámetro, y unos doce de longitud. Apenas se movía, pues no se había despertado. Estaba vagamente segmentada, y contaba con dos franjas de sedoso vello, cada una a un lado. De apenas un centímetro de anchura, recorrían toda su longitud ( los diminutos pelos apenas se alzaban de su piel dos milímetros ).

Disponía de numerosas patitas, y tanto su cabeza como su parte posterior se estrechaban un poco. Estaba empapada con los fragantes fluidos vaginales de la ángel. Era de color carne, aunque en el primero y último de sus segmentos exhibía unas pequeñas manchas negras. En cuanto al vello, era de un llamativo tono verde oscuro, levemente metalizado.

- ¡ Es un lirógite ! - se sorprendió Hepente, poniéndose en pie de un brinco y acercándose a ambas.

- En efecto.

- ¿ Cómo se te ocurre traerle contigo ? - le regañó ella - ¡ Se supone que no pueden vivir en los reinos terrenales !

- Este sí - le aseguró Darlane.

- ¿ Qué nos podéis decir de ellos ? - se interesó Ciríe, olfateándolo intrigada ( el bicho seguía quieto ).

Los lirógite son una de las muchas formas de vida creadas por Afrodita. Son mortales ( su esperanza media de vida es de tan sólo setenta años ), así como racionales, pero su mente muy rara vez logra superar en complejidad a la de un humano de seis años. Pese a su moderado intelecto, pronto aprenden a dar placer, tanto a mujeres como a hombres. Podrían considerarse una especie de híbrido entre mascota y consolador... aunque los animales de compañía por lo común no hablan, y ellos, pese a su reducido vocabulario, sí ( su voz es muy chillona, pero no por ello desagradable ).

Sólo se dan en los reinos superiores, pues en los mundos terrenales mueren enseguida ( a lo sumo aguantan dos días, diez si se cobijan dentro de alguien ). Como es de suponer, el reino de Afrodita es en el que están más extendidos: aunque hay algunas zonas donde es raro encontrarse con alguno, hay otras donde sólo hay que tumbarse desnudo y comenzar a masturbarse para que varios de ellos se presenten, dispuestos a colaborar. En los restantes reinos superiores son bastante menos comunes, sobre todo en aquellos regidos por dioses ( no digamos ya si éstos no se llevan bien con Afrodita ), pero abundan lo suficiente como para que no se les considere una leyenda ( pocos son los que no han visto ni siquiera uno en toda su vida ).

Aunque pueden vivir en estado salvaje, por lo común tienden a buscarse un dueño al que complacer. A veces se dejan transferir, pero no siempre acceden a servir a otra persona. Pero, si su amo muere, y le apreciaban lo suficiente, probablemente elijan como nuevo amo a algún familiar o amigo de éste.

Son omnívoros, aunque su alimento preferido son los fluidos sexuales, la orina y las heces. Aunque pueden usar las cavidades íntimas de sus dueños como guarida, sin provocarles la menor molestia, prefieren hacerse un nido con los pelos de su entrepierna, cuyo crecimiento estimulan ocasionalmente por medio de una secreción mágica ( para cosecharlo, se valen de otra secreción que provoca su caída en minutos ). Si Darlane tenía tantísimo vello en la entrepierna era únicamente porque su lirógite quería hacer unas cuantas reformas en su nido, habiéndole rociado con el potenciador capilar para hacer acopio de materia prima.

Pueden expandirse dentro de unos márgenes muy amplios ( hasta en un factor de cinco con respecto a su talla normal ), y cuentan con una potente musculatura. Son físicamente muy resistentes, además de elásticos. Se sienten muy realizados cuando satisfacen a sus dueños, y también encuentran muy de su agrado jugar con los amantes de éstos. No es nada infrecuente que dos o más lirógite decidan servir a una misma persona, caso en el que hay que procurar ser razonablemente equitativo con ellos, pues pueden llegar a tener celos ( sin embargo, les es imposible sentir celos hacia los amantes de su amo, y por supuesto tampoco hacia los congéneres que sirvan a otro amo ).

Son hermafroditas, y suelen desovar una vez al año no bien se hacen adultos, cosa que les lleva unos doce años. Pese a ello, adquieren su talla final en tan sólo ocho meses. Sus huevos son tan pequeños como la cabeza de un alfiler, y suelen poner entre cien y trescientos. Mientras los maduran en su interior, cosa que les lleva de treinta a cuarenta y cinco días, se pasan casi todo el tiempo durmiendo.

Cuando viven salvajes, los ponen en ríos de agua cálida, y tardan unos dos meses en eclosionar. Sin embargo, si tienen amo, y éste les deja, prefieren desovar en su vejiga, caso en el que eclosionan en no más de cinco días ( hasta que lo hacen, se mantienen pegados a las paredes de la vejiga, sin provocar el menor trastorno: llegado el momento, las crías abandonan a través de la orina su cuerpo ).

Los lirógite que nacen salvajes son un poco volubles, y a veces abandonan a sus dueños si éstos no les prestan la suficiente atención. Sin embargo, los que nacen en la vejiga de alguien le consideran desde el primer instante su amo, siéndole extremadamente fieles. Si uno de estos últimos lirógite está a punto de desovar, y su amo le da permiso, pondrá gustoso hasta el último de sus huevos en él. Pero, si su amo le ofrece como alternativa la vejiga de uno o más familiares, amigos o incluso simples conocidos, no aceptará de inmediato: antes, tendrá que comprobar si los futuros amos de sus hijos dan la talla.

En primer lugar, se asegurará de que sean razonablemente sensibles, estimulándoles a conciencia ( sería muy triste que sus hijos se viesen obligados a servir de por vida a alguien al que le cuesta alcanzar el orgasmo ).

En segundo lugar, se asegurará de que no le tienen asco, haciéndose chupar y excretando en sus bocas ( sus detritus, muy escasos, son un poco amargos, y no huelen precisamente a flores, pero son por completo inocuos ).

En tercer lugar, le darán un pequeño mordisco, saboreando detenidamente su sangre. Si el futuro amo de sus retoños tiene una salud endeble, lo notarán, quedando descartado.

- Entonces, no es el bicho lo que pretendes regalarme, si no algunas de sus crías - dedujo Ciríe.

- Eso es. Tenía bastantes ( todos ellos adaptados ya a los reinos terrenales ), y dio la casualidad de que uno de ellos fecundó sus huevos horas antes de que me cosiese, durmiéndose a fin de madurarlos: me pareció una gran idea traérmelo puesto. No me cabe duda de que te considerará apta para incubar algunos de sus huevos, pues no se sabe de ningún lirógite que haya rechazado a una deluyrei como la futura ama de algunas de sus crías... y tú no eres una deluyrei cualquiera.

- Aún no nos has explicado cómo es posible que tus lirógite subsistan en los reinos terrenales - le recordó Hepente.

- Estaba a punto de hacerlo - se quejó ella.

Darlane aún era una aprendiz de maga cuando Afrodita le concedió el honor de nombrarle ayudante de una de sus embajadoras ( más tarde le confesó que si lo hizo fue únicamente para ayudarle a superar el miedo que le había cogido a los mundos terrenales tras lo ocurrido en su niñez, sorprendiéndole tanto lo bien que se le daba que decidió hacerle fija ).

Al principio, las misiones eran muy breves, y Darlane se encontraba tan nerviosa que, pese a lo activa que ya era sexualmente, apenas sentía deseos. Pero durante la cuarta misión logró calmarse lo suficiente para masturbarse, y a la décima ya no pensaba en el incidente con el mago, si no en la mejor forma de divertirse cuando se quedaba a solas y no tenía tiempo, o permiso, para buscarse a alguien con el que divertirse.

Un día le preguntó a su jefa cómo calmaba el prurito de su deseo cuando éste se despertaba y se encontraba a solas, y ella, compadecida, le invitó a su cuarto, donde se dieron un buen repaso. La demonio ( hermana por cierto de aquel del que le habló a Rodrigo, al que conocería dos siglos después, y tan bondadosa como él ), le prestó a un par de sus lirógite.

Darlane hasta el momento no se había divertido con ninguno de ellos, pese a haberlos visto muy a menudo ( su tutora, por algún motivo, aún no los había incluido en sus prácticas carnales ). Le gustaron mucho, y decidió hacerse con algunos no bien regresase. La demonio le explicó cómo llegar a un bosque, no muy conocido, cuya población lirógite era desmesurada, e incluso accedió a acompañarle.

No bien informaron a Afrodita, terminada ya la breve misión, ambas fueron al citado bosque, y Darlane se tumbó, comenzando a masturbarse para atraer a unos cuantos ( su jefa se limitó a observarle ). Ninguno le aceptó como ama, pero consintieron en jugar con ella. Estaba disfrutando de sus nuevos amigos cuando un mensajero se presentó ante ellos de parte de su diosa: lamentándolo mucho, tenían que partir de inmediato, pues había surgido una emergencia en cierto mundo ( la anterior visita, que había sido a otro, fue más bien de cortesía ).

Darlane cogió varios lirógite ( procuró elegir los más gordos ), y se los metió en la vagina, vistiéndose. Aunque la demonio ( por la que empezaba a sentir algo muy especial ), le había contado lo que les pasaba a aquellos seres de permanecer demasiado en un reino terrenal, decidió arriesgarse a llevárselos.

Afrodita no exageraba, en aquel planeta se estaba preparando algo muy gordo. Ambas lucharon contra reloj para evitar una guerra, suavizando las diferencias entre los tres bandos. Les llevó siete días apaciguar los ánimos ( apenas tuvieron tiempo de dormir, no digamos ya de fornicar: Darlane ni siquiera pudo hacer uso de sus lirógite, que no llegó a sacar de su cuerpo, aunque más valía así, pues estaban en las últimas ).

Iban a retirarse cuando unos cuantos sicarios, al mando del principal instigador del conflicto, les atacaron. No les hirieron de gravedad, pero el portal sobrenatural que les permitiría regresar al reino de Afrodita quedó irreparablemente destruido, y tardarían cinco días en construir otro.

Los lirógite que había seducido Darlane estaban condenados, y eso no era lo peor: de los seis que había cogido, tres se acababan de despertar, tras madurar sus huevos ( con razón se veían tan inflados ). Estaban a punto de ponerlos en un río que pasaba por el bosque aquel cuando olieron a Darlane, decidiendo jugar un poco con ella mientras comprobaban si era apta para recibir sus huevos ( ni ella ni su jefa se percataron, pues fueron muy discretos ).

Darlane, al saber de ello ( como aquellos lirógite eran salvajes, no habían tenido ocasión de aprender a hablar, así que se valió de un hechizo para comunicarse ), y dado que le habían encontrado de su agrado, les ofreció su vejiga como incubadora: ellos iban a morir, pero quizá sus hijos vivieran.

Darlane recibió en su vejiga unos seiscientos huevos, la mayor parte de los cuales se echaron a perder antes siquiera de poder eclosionar. Los seis adultos murieron enseguida, y todo parecía indicar que sus retoños no tardarían en imitarles. Para colmo, la construcción del nuevo portal interdimensional se empezó a retrasar, pues faltaban algunos de los ingredientes necesarios para ejecutar el hechizo que lo pondría en funcionamiento, que tuvieron que ser traídos de otro continente.

Algunos de los huevos llegaron a eclosionar ( quizá la décima parte ), pero, pasadas unas horas, las pequeñas larvas morían... todas, menos una, que logró sobrevivir hasta el que portal estuvo listo. Darlane le cogió un gran cariño.

Era bastante raquítico, pero a ella le daba igual. Cierto día, cuando ya era casi adulto, se lo llevó consigo a una de sus misiones ( era poco más que un recado, por lo que concluiría en unas horas ).

Antes de regresar al reino de Afrodita, y finalizada ya su sencilla misión, decidió dar un paseo por una hermosa playa, acariciada por la luz de los dos soles ( el mundo formaba parte de un sistema estelar binario ). Se encontraba a solas, y la criatura, que estaba en su coño, aprovechó para hacerle unos mimos. Aquello le extrañó: llevaban las suficientes horas en aquel mundo como para que el lirógite hubiese empezado a debilitarse, aún estando en su interior. Le preguntó si se encontraba bien, y él le aseguró que sí, saliéndose del sexo de su ama y comenzando a jugar con ella.

Unos jóvenes mortales ( casi todos humanos ), pasaban por allí y le vieron, quedando prendados de su belleza: Darlane les propuso un buen rato de sexo, y ellos no pudieron negarse. Se lo pasó tan bien que se olvidó del peligro que supuestamente corría su mascota. Al día siguiente, Darlane despertó, en una sencilla choza, rodeada de sus inexpertos pero fogosos amantes. Cuando vio al lirógite en el suelo, inmóvil, creyó que se había muerto, pero en realidad sólo dormía. Seguía sin dar muestras de deterioro, y la ángel decidió tomarse unas breves vacaciones para comprobar si sus sospechas eran ciertas.

Cuando se vio obligada a regresar, diecisiete días después, ya no le cabía duda: su pequeño y juguetón amigo era capaz de vivir en los reinos terrenales. Decidió experimentar con su descendencia, aunque sin exponerles nunca a riesgos severos. No todos sus hijos heredaron esa propiedad, y los pocos que lo hicieron eran tan raquíticos como el padre, viviendo tan poco como él ( ninguno pasó de los cuarenta años ).

Hizo con ellos multitud de cruces, entre ellos mismos y con otros. Poco a poco fue aislando la resistencia a los mundos terrenales del raquitismo y de la escasa longevidad. Le llevó dos mil seiscientos años conseguir un ejemplar como el que ahora Ciríe tenía en la mano. No sólo subsistían sin el menor problema en cualquier reino, superior o terrenal, si no que además contaban con unas medidas más que aceptables, siendo para colmo muy longevos ( a veces vivían cerca de un siglo ).

- ¿ Cuales son sus medidas ? - le preguntó Hepente, cada vez más interesada por aquel espécimen - Me refiero a cuando está completamente desinflado...

- Ya lo está ( en realidad está un poco más grueso que de costumbre, por culpa de los huevos, pero eso es todo ).

- ¡ Santa Afrodita ! - exclamó Hepente - ¡ Menudo bicho !

- Pues eso no es todo - dijo Darlane, orgullosa de su creación - Su factor de expansión no es de cinco, si no de ocho, y ponen el triple de huevos que uno normal. Oh, y son bastante más listos.

- Se debe poder poner casi tan grande como tus piernas...

- Poco le falta, y desde luego supera con creces el grosor de mis muslos.

- ¿ Es cierto que cuando se expanden crean masa extra ?

- Sí, y no veas cómo pesan los condenados - repuso la ángel, señalando con su dispositivo de almacenaje la mesa donde habían hecho los preparativos del hechizo que ahora protegía la casa. Sobre ella, apareció el nido de la criatura.

Como era más o menos esférico, podía rodar, cosa que no solía agradar a sus huéspedes, así que Darlane lo había fijado, con unas varillas de hierro, a una peana de bronce. Tenía unos veinte centímetros de diámetro ( la peana, circular, tenía veinticinco, y dos de grosor ). Contaba con una única entrada, de cinco centímetros de diámetro, y estaba a otros cinco de la parte inferior. El nido, hecho a base del pelo de la entrepierna de Darlane, evidentemente era negro.

- ¿ Le vas a, mm... acostar ? - le preguntó Ciríe.

- Sí. ¿ Quieres encargarte tú ?

- No, preferiría no despertarle.

- En realidad es inevitable, pues para entrar en el nido tiene que reptar por un túnel empinado que conduce a la cámara principal.

- ¡ Eh, se está desmontando ! - les avisó Fasme, señalando al nido que, en efecto, se estaba deshilachando, quedando reducido a polvo.

- Lógico, han pasado ya mil cien años desde la última vez que el lirógite lo reforzó - dijo Darlane, molesta consigo mismo por no haber pensado antes en ello - Para mí y para él sólo han pasado veintiún días... uno de los cuales, el último, ha cundido un montón.

- ¿ Qué hacemos con él ? - le preguntó Ciríe.

- Supongo que dejarle en un lugar mullido y cálido - dijo Hepente.

- Y silencioso - añadió Julián.

- Oh, eso no es necesario - le dijo Darlane - Fíjate la de ruido que hemos hecho desde que me lo saqué, y aún no se ha despertado. De lo que sí deberíamos asegurarnos es de que huela a sexo, para que se sienta más a gusto.

Alicia les trajo un cuenco sopero, y Laura les trajo unas cuantas bragas que cogió del cesto de la ropa sucia ( se alegraron de no haber hecho aún la colada ). Antes de ponerlas en el cuenco, para que hiciesen de colchón, Darlane las examinó.

- Me gustan. Son muy sugerentes, a juego con sus dueñas.

- Muchas gracias, nena - le dijo Alicia.

- Veamos qué tal huelen - dijo Darlane, llevándoselas a la cara y aspirando profundamente al par que entrecerraba los ojos, casi como si estuviese paladeando un preciado vino, tras lo que dictaminó - Vuestros efluvios íntimos son realmente cautivadores, a mi lirógite le van a gustar mucho. Lástima que os hayáis quitado las bragas hace tanto ( en especial dos de ellas ), eso los ha atenuado mucho. Quizá debiésemos hacer algo para intensificarlos un poco...

- Buena idea, y ya sé cómo lo haremos - dijo Óscar.

Laura había cogido cinco bragas. Dos eran suyas, dos de su madre, y una de Esther ( era la primera que había echado en aquel cesto, pues hasta la fecha, y al igual que Julián, jamás había podido permitírselo: de hacerlo, habría corrido el riesgo de que Óscar, al no reconocerlas como de su mujer o de su hija, sospechase algo ). El patriarca descartó dos, una de Laura y otra de Alicia, echándolas directamente a la sopera. Entonces, a Alicia le tendió la de Laura, a Laura, la de Esther, y a Esther, la de Alicia.

- ¿ Quieres que nos las metemos en el coño, hechas una pelota ? - le preguntó Esther.

- No, quiero que os la pongáis.

Ellas así lo hicieron, y Óscar les preguntó:

- ¿ Os excita intercambiar vuestras bragas, posando con ellas ante vuestro macho ?

- Claro que sí, papá - le dijo Laura.

- Chicas, tumbáos en el suelo, boca arriba - les ordenó Óscar a las sobrinas de Ciríe - Poneos costado contra costado.

Fasme fue la que se puso en el centro, colocándose Melein a su izquierda y Albarí a su derecha. Óscar separó las piernas y pasó los pies por entre sus cinturas, abarcando a las tres y mirando hacia sus caras.

- ¿ A qué viene todo eso ? - le preguntó Alicia.

- Ponte de rodillas, con la entrepierna pegada a la cara de Fasme - le instruyó Óscar.

- ¿ Quieres que nosotras también tomemos asiento ? - le preguntó Laura a su padre no bien su madre se acomodó.

- Naturalmente, hija.

Laura se puso sobre la cara de Melein, y Esther sobre la de Albarí.

- Muy bien, nenas - les dijo él, agitando su falo cerca de sus caras ( lo inclinó un poco ) - Ahora, me comeréis la polla entre las tres, usando la linda cara que tenéis entre las piernas para obtener placer.

- ¿ Podemos lamerles, amado padre ? - le preguntó Albarí.

- No. Entreabriréis la boca y dejaréis los músculos de la cara relajados. Imaginad que sois un simple trozo de carne sin voluntad.

- Y no la tenemos, pues estamos por completo rendidas a ti - le dijo Fasme, mimosa.

- Le sé, hija, y vuestra sumisión me satisface mucho.

- ¿ Deseas algo más de nosotras, padre ? - le preguntó Albarí.

- Ya que lo mencionas, sí. Cerrad las piernas, quiero que las juntéis con fuerza.

- ¿ Nos aplastamos los cojones hasta que creamos tenerlos a punto de estallar ? - le preguntó Melein, dispuesta a torturárselos si así lo deseaba Óscar.

- No, quiero que reposen sobre vuestros muslos.

- Has elegido una forma deliciosa de empapar las bragas - le dijo Esther, comenzando a restregar su sexo, a través de las bragas de Alicia, contra el momentáneamente inane rostro de Albarí.

- ¿ Te importa si te metemos algún dedito en el agujero de hacer pipí ? - le preguntó Alicia.

- Haced lo que creáis oportuno para darme placer. Eso sí, os prohibo que os llevéis las manos a la entrepierna: tenéis que alcanzar el orgasmo valiéndoos únicamente de vuestros, mm... cojines.

- Si crees que podemos ayudar en algo, Óscar, no dudes en decírnoslo - le dijo Ciríe.

- Precisamente estaba a punto de pedirte que te nos unieses - reconoció Óscar.

- ¿ Qué he de hacer ?

- Expande un poco tu polla y hazte crecer tres o cuatro milímetros las uñas de los pies.

- ¿ Qué más ? - le preguntó ella, habiendo acatado ya sus instrucciones.

- Súbete sobre los cojones de tus sobrinas, arañándoselos ( no te excedas ), y dame por el culo.

- ¡ Con mucho gusto ! - exclamo Ciríe, dándole a Darlane el lirógite para tener las manos libres.

Pronto Ciríe bombeaba con ganas en el recto de Óscar, cuyo pene las tres humanas mamaban con deleite ( al haber separado tanto las piernas, su trasero quedó más bajo, y la deluyrei no tuvo el menor problema para llegar con su rabo a él, sobre todo tras subirse sobre la cálida tarima que sus sobrinas le habían preparado ).

- ¿ Os gusta compartir la polla de vuestro macho ? - les preguntó al poco a las humanas.

- Claro que sí - dijo Esther.

- Sois unas cerdas, os ponéis ropa sucia ajena.

- Mm, sí, somos unas cerdas... - gimió Laura.

- Estáis abusando de unas pobres crías indefensas - les reprendió él, buscando calentarles más.

- Y no veas cómo estamos gozando haciéndolo - le aseguró Alicia.

- ¿ Os vais a correr en sus caras, guarras ?

- Sí... - suspiró Laura.

- ¿ Os habéis dado cuenta de que estáis destilando vuestros jugos sobre unas bragas que no son vuestras y que además ya están sucias ? - insistió él - ¡ Qué guarras sois !

- Las vamos a dejar empapadas - le aseguró Esther.

- Y, ¿ qué vais a hacer con mi esperma ?

- Nos lo vamos a beber - le prometió Alicia.

- Pero sólo parte de él, pues el resto lo quiero ver en vuestra cara. ¿ Adivináis con qué os lo limpiaréis ?

- ¿ Con la lengua ? - aventuró Esther.

- No, con las bragas que ahora lleváis puestas.

- Con tan ricos jugos en sus sábanas, el bicho ese va a dormir más a gusto que en un hotel de cinco estrellas - bromeó Laura.

- ¿ Os habéis fijado en el tamaño de mi polla, chicas ? - les dijo poco después.

- Difícil no hacerlo... - suspiró Alicia.

- Pues Ciríe se la ha puesto casi igual de grande. ¿ Notáis los achuchones que me da ? ¡ Me están dando por el culo, chicas, y lo estoy disfrutando como toda una señorita !

- Joder, papá, que cochino eres - le dijo Laura, restregándose contra la cara de Melein con cada vez más fuerza.

- ¿ Os gustaría ver cómo me taladra Ciríe, chicas ? ¿ Os gustaría ver su oronda polla dentro de mis entrañas ?

- Sí... - gimió Esther.

- ¡ Pues disfrutad de las vistas ! - exclamó él, simulando un amplio corte en su abdomen, por medio de su poder de invisibilidad, por el que se veía el miembro de Ciríe en plena faena.

- ¡ Menudo espectáculo ! - gimió Alicia, al borde del orgasmo ( en realidad todos estaban a punto de correrse ).

- ¡ Pues ahora viene lo mejor ! - les anunció Ciríe, comenzando a eyacular - ¡ Mirad cómo me corro dentro de nuestro macho, zorras !

- ¡ Se están corriendo en mi el culo, chicas, me lo están llenando de esperma calentito ! - les dijo Óscar, que incluso estando a punto de correrse seguía esforzándose en excitar, por medio del apropiado léxico, a las tres humanas - ¡ Me está dando tanto gusto, que voy a correrme ! ¿ Queréis mi leche ya, chicas ?

- ¡ Sí, papá, dánosla ya, riéganos con ella ! - gritó Laura, comenzando a correrse ( Alicia y Esther también lo hicieron ).

- ¡ Aquí la tenéis ! - exclamó él, empezando a derramarse en sus bocas y sus rostros.

Una vez se limpiaron la cara con las bragas ( ¿ o sería al revés ? ), las echaron en el cuenco. Entonces Óscar, dejándolo en el suelo, se puso en cuclillas sobre él y expulsó en su interior, tras hacer un poco de fuerza, la abundante corrida de Ciríe. Darlane puso de inmediato a la criatura sobre las empapadas bragas ( al captar aquellos fragantes efluvios, el lirógite se rebulló en sueños, feliz ).

- ¿ Crees que se encontraría más a gusto con algo de pelo a su alrededor ? - le preguntó Óscar a Darlane.

- No me cabe duda.

- ¿ Dónde tiene las glándulas que secretan la sustancia depiladora ?

- En la cabeza.

- Tiene varias - apreció Óscar, tras emular varios incisiones en la cabeza del lirógite, que seguía profundamente dormido, por medio de su poder de invisibilidad - ¿ Cuáles son ?

Darlane se lo indicó, y Óscar, detectando en ellas algo de líquido, lo hizo manar, con mucho cuidado ( los conductos daban a la boca del ser ). Logró reunir del orden de doscientos milímetros cúbicos, y dejó la gota que formó con ellos levitando.

- ¿ Eso es todo ? - dijo Julián, algo decepcionado.

- Supongo que podría extraerle algo más, pero no quiero correr el riesgo de hacerle daño.

- Es más que suficiente para depilarme - les aseguró Darlane.

- No entiendo cómo, siendo tan poco, lo puede repartir con eficacia - dijo Ciríe.

- Por lo que he leído, lo mezclan con su saliva, para que les cunda más - dijo Hepente.

- De hecho, también lo mezclan con los jugos íntimos de sus amos, y, cuando ha lugar, también con su orina - les explicó Darlane.

- Excelente - dijo Óscar, al que se le había ocurrido una idea que de momento se reservó para sí - Darlane, ponte boca arriba que Ciríe te va a curar con su orina las heridas que te hizo al tirar de los aros.

- ¿ Te gustaría que antes de curarte te diese algunos besitos ? - le preguntó Ciríe a Darlane, que se ya había tumbado.

- Claro que sí, preciosa...

Ciríe cubrió las heridas de la ángel de besos, alternando éstos con lametones e incluso mordiscos ( muy suaves, claro ), y entonces orinó sobre ellas sensualmente, esparciendo la orina como si de un bálsamo se tratase. No le llevó mucho tiempo curarle ( las heridas no eran ni de lejos severas, aunque las que habían dejado los aretes al ser arrancados, especialmente la del clítoris, le estaban produciendo algunas molestias ).

- Ahora, Ciríe, túmbate tú - le dijo Óscar.

- ¿ Qué estás tramando ? - le preguntó Darlane.

- Llevas desde poco antes de que os atacase la neharai sin orinar - le dijo Óscar, acariciando su bajo vientre con una mano - Eso son muchas horas.

- Horas para mí, pero siglos para el resto del mundo - dijo la ángel.

- Razón de más para que eches un buen pis - le dijo Óscar, sin dejar de recorrer con sus dedos el abdomen de Darlane. Cogiéndole de la barbilla con la otra mano, le hizo girar la cabeza, con suavidad, haciendo que mirase a Ciríe y agregando - Fíjate bien en tu salvadora. Es preciosa, ¿ verdad ?

- Sí...

- A juego contigo - le aseguró él - ¿ Te gustaría usarle de orinal ?

- Oh, sí...

- Y a ti, Ciríe, ¿ te gustaría hacer de orinal a Darlane ? ¿ Te gustaría beber su pipí directamente de su peluda, negra y lujuriosa raja ?

- No te quepa duda.

- ¿ Os gustaría hacerlo bajo mis directrices ?

- Mucho - suspiraron las dos, tras intercambiar una mirada.

Óscar ayudó a Darlane a ponerse de rodillas, pasando sus piernas entre el tronco de Ciríe y mirando a su cara. Le hizo agacharse hasta que su sexo quedó a menos de un palmo de la boca de la deluyrei, y las dos esperaron nuevas instrucciones.

- Comienza a orinar, Darlane, pero hazlo despacio, muy despacio.

Del velludo sexo de la ángel salieron varias gotas, pero cada una en una dirección. Parecía un aspersor.

- Lo siento, cuando se tiene tanto pelo no hay manera de conseguir un chorro en condiciones, sobre todo al principio, y no me has dado permiso para apartármelos... - se disculpó ella.

- ¿ Me dejas que te los aparte yo ?

- Claro que sí...

Óscar no sólo le apartó los pelos, también le apartó los labios vaginales, aprovechando para acariciar su contundente y erecto clítoris.

- Por favor, para, no quiero correrme aún... - le rogó ella.

- Tranquila, no te correrás - le prometió él, asegurándose de no estimularse en exceso.

Ciríe tragaba sólo cuando Óscar le daba permiso, y sólo besaba el sexo de Darlane, metiéndole la lengua, cuando Óscar le ordenaba que lo hiciese.

- ¿ Me dejas que se lo mantenga abierto yo ? - le pidió Ciríe.

- Sí, pero sólo si vosotras me dejáis que beba un chorro.

- Sírvete a placer - le dijo Darlane, y Óscar se agachó, plantando su boca contra el sexo de la ángel, que orinó brevemente en ella.

- ¿ Quieres probar tu propio pipí de mi boca ? - le preguntó Óscar, habiendo deglutido sólo la mitad ( estaba muy rico, tenía algo que lo hacía más sabroso que el de los humanos, aunque se le notaba muy fuerte, quizá debido al estrés que la ángel había sufrido últimamente ).

- Sí - dijo ella, abriendo los labios.

Se dieron un jugoso beso. Óscar, sin dejar de comerle la boca a Darlane, sintió que ya no le faltaba mucho para vaciar por completo su vejiga, y le advirtió vibratoriamente a Ciríe:

- Darlane está acabando, y necesito que tengas la boca llena de su pis para cuando haya terminado: a tal fin, a partir de ahora sólo tragarás cuando se te esté a punto de salir.

- Como desees, nene.

No mucho después, Darlane había acabado, y Óscar le dijo a Ciríe:

- Mantén abierta la boca tan sólo un poco más, que tengo que añadir algo.

- ¿ El qué ? - le preguntó Hepente.

- Esto - dijo él, dirigiendo el líquido que había extraído de la criatura a la boca de la deluyrei ( era el único que no se había olvidado de aquella gota, principalmente debido a que la había estado manteniendo en el aire todo aquel rato, cosa que, a decir verdad, no le había supuesto ningún esfuerzo ).

- Buena idea - dijo vibratoriamente Ciríe - Depilaré a Darlane con su propio pipí.

- ¿ Me dejáis que sea yo quien decida cómo debe hacerse ?

- Por supuesto - le dijeron las dos.

Óscar le ayudó a Darlane a ponerse a gatas, separando sus piernas y poniendo bajo ellas la sopera, donde el lirógite seguía durmiendo, ajeno a los juegos que había desencadenado. Colocó a Ciríe tras ella, de rodillas y con las piernas también muy abiertas. Puso un cojín debajo de cada uno de los pechos de la ángel, y se acercó a Laura y Alicia, tomándoles de la mano y ayudándoles a tumbarse boca arriba, perpendiculares a Darlane y con sus cabezas sobre el cojín que había bajo el seno izquierdo, que casi rozaba sus caras. Repitió la operación con Julián y Esther, que disfrutaron de una excelente panorámica del restante pecho de la ángel.

- ¿ Qué hacemos nosotras ? - le preguntó Sarigza.

- De entrada, vuestras hijas vaginales os van a meter vuestra propia polla en el culo, para que estéis a juego con ellas.

- Ya le habéis oído, chicas - les dijo Hepente a las tres muchachas.

- ¿ Qué más, Óscar ? - le preguntó Hedelia una vez sus hijas les penetraron el ojal con sus propias trancas.

- Me preparasteis un desayuno delicioso: es justo que os corresponda, así que le vais a comer el culo a Ciríe.

- Habíamos empezado a pensar que se te había olvidado - le dijo Fasme, acercándose a su tía ( al igual que las otras ).

- ¿ A dónde vais, chicas ? - les regañó Óscar.

- A deleitarnos con tu esperma - repuso Albarí, confusa.

- Quiero que lo hagáis por turnos, de dos en dos.

- ¿ Cómo nos emparejamos ? - le preguntó Hepente.

- Cada una de vosotras se emparejará con su hija vaginal.

- ¿ Qué haremos mientras esperamos nuestro turno ? - le preguntó Sarigza.

- Adoraréis los pies de Ciríe y Darlane, cosa que haréis con boca, lengua y genitales.

- ¿ Le vamos a poder chupar las tetas a Darlane, Óscar ? - le preguntó Julián.

- Eso depende de ella.

- Por mí no hay inconveniente...

- Perfecto, en ese caso se las podéis chupar, pero os prohibo tocárselas. Cuando empecemos, Darlane flexionará un poco los brazos para que sus pechos se estampen contra vuestra cara, de modo que no tendréis que alzar la cabeza para acceder a ellos.

- Imagino que al menos nos dejarás pajearnos... - dijo Esther.

- Imaginas mal, cuñada. Nadie se va a correr mientras dure la depilación. Nos concentraremos en excitar a Darlane y a Ciríe, preparándoles para su feliz reencuentro. Si a alguien le parece mal, que lo diga.

- Estamos de acuerdo - le aseguró Ciríe.

- Y tú, papá, ¿ qué vas a hacer ?

- Lo que decidáis por mayoría - les dijo él - He decidido qué haréis vosotros, es justo que vosotros decidáis qué he de hacer yo.

- ¡ Que se la meta a Darlane por la boca ! - propuso Alicia.

- ¡ De eso nada, yo quiero ser la primera a la que se la coma ! - exclamó Ciríe ( Darlane estuvo de acuerdo ).

- ¡ Que nos chupe los pies ! - dijeron las sobrinas de Ciríe.

- Ni pensarlo, se supone que os habíais sometido a él - les regañó Hedelia - Hasta que no os libere, no me parece bien que os dedique ese tipo de atenciones.

- ¡ Que se la clave por el culo a Ciríe ! - propuso Esther.

- Sí, claro, para que me corra... - se quejó Ciríe.

- ¡ Pues que dé por culo a Darlane ! - insistió Esther.

- No, Ciríe ha de ser la primera en penetrarme - dijo la ángel, consciente de que Óscar no se molestaría - Ya llegará su turno...

- ¡ Que nos restriegue la polla contra las tetas mientras nosotros nos comemos las de Darlane ! - propuso Laura.

- No sería justo, tu tío ahora no tiene de eso - le dijo Alicia.

- Está bien, se acabó - les regañó Óscar - En vista de vuestra indecisión, decidiré yo por vosotros.

- ¿ Qué vas a hacer ? - le preguntó Darlane.

- Me voy a sentar sobre tu espalda y voy a menearme suavemente, restregándote los cojones y la polla mientras derramo algunas gotas de pipí sobre ti. ¿ Qué te parece ?

- ¡ Magnífico ! - exclamó ella.

- En ese caso, mi hermosa y deseable yegua de ébano, prepárate, que tu jinete va a montarte...

Óscar se montó sobre la ángel, descargando la mayor parte de su peso sobre ella ( podía con eso y más ). Lo hizo mirando hacia su cabeza, cuyos pelos asió, usándolos de riendas ( los tirones que les daba no eran muy violentos, lo justo para que a la ángel le hiciesen sentirse un poco dominada, que no dolorida, incrementando su excitación ).

Los humanos devoraban los pechos de Darlane sin pausa, empezando a echar de menos algo de acción en su entrepierna pero sin osar transgredir las reglas impuestas por Óscar. En cuanto a las hermanas y sobrinas de Ciríe, se turnaban con regularidad, disfrutando dos de ellas del ojal de su reina ( así como del nutritivo y delicioso néctar que de él salía ), mientras las cuatro restantes adoraban con fervor los pies de ésta y de la ángel, a veces con la boca y a veces con los genitales.

Ciríe dejaba salir de su boca breves chorros del orina de Darlane, restregándola manualmente contra su entrepierna, que pronto comenzó a acusar los efectos de la secreción depiladora del lirógite, cayendo en el cuenco húmedos rizos de angelical vello genital que a menudo se posaron sobre su pequeño inquilino, que fue quedando cubierto con los pelos de su ama.

Tal y como había previsto Óscar, quienes más se estaban excitando, gracias a los estímulos recibidos, eran Darlane y Ciríe. Para cuando la depilación había finalizado, casi un cuarto de hora después, las dos estaban tan cachondas que poco les faltó para abalanzase mútuamente.

- ¿ Qué tal lo habéis pasado ? - les preguntó Óscar, levantándose de la ángel y quitando el recipiente de entre sus piernas, llevándolo a la mesa donde estaban los restos del nido del lirógite ( las varillas de hierro, en las que aún permanecían algunos cabellos, le daban al soporte el aspecto de un árbol de hoja caduca en pleno invierno ).

- Fenomenalmente - suspiró Darlane.

- Me alegra oír eso. Ahora, Darlane, tienes dos opciones: puedes amarte con Ciríe delante de todos nosotros, o puedes hacerlo a solas, en su habitación.

- ¿ Acaso no te gustaría vernos ? - se extrañó Ciríe.

- No seas tonta, claro que me gustaría veros, pero ten en cuenta que Darlane lleva la mayor parte de su vida deseando entregársete. Es muy importante para ella, y quizá no quiera que nada le distraiga.

- Cuando comencemos, no creo que haya nada que me pueda distraer, aunque... - comenzó Darlane.

- No quisieras correr el riesgo de que alguien intente intervenir - terminó Óscar por ella.

- Eso es. Ya sé que puede parecer muy egoísta por mi parte, pero no quiero compartir a Ciríe con nadie hasta que le haya expresado como es debido mi gratitud.

- Estás en tu perfecto derecho, cielo - le aseguró Sarigza - Te prometo que nadie intervendrá hasta que tú lo decidas: sólo espero que no nos prives del placer de gozar con nuestra hermana durante demasiado tiempo...

- Tranquilas, creo que me conformaré con cuatro o cinco polvos bien echados.

- En ese caso, y puesto que no os importa hacerlo delante de nosotros, ¿ a qué esperáis ? - les animó Hedelia.

- Esperad un momento, no me parece correcto que os hagáis el amor sobre unas colchonetas, al menos no la primera vez - les dijo Óscar - ¿ Queréis que os traiga una cama, para que estéis aún más cómodas ?

- Mi cama es grande, pero a Darlane le quedaría un poco justa - dijo Ciríe.

- Os podría traer la nuestra, o la de mi hija - insistió Óscar - Son mucho mayores.

- Por mí no hay ningún inconveniente en hacerlo sobre las colchonetas, son muy cómodas - le dijo Darlane - Además, pareces olvidarte de que no somos humanas: incluso aunque nos amásemos directamente sobre el suelo no nos haríamos daño... a menos, claro, que nos tirásemos muchas horas dale que te pego.

- Está decidido, lo haremos aquí mismo - dijo Ciríe, buscando con su boca la de la ángel.

Ver cómo las dos mujeres se amaban era de lo más sugerente, quizá debido a los fuertes contrastes que había entre ambas. Una era de piel oscura, grande, morena y de ojos azul violáceo: la otra era de piel blanca, comparativamente diminuta, rubia y de ojos verdes ( más importante aún, una era una ángel, y la otra una deluyrei ).

Pero no todo eran contrastes, también había muchos puntos en común. Ambas eran inmortales, y su dilatada experiencia les daba una sensualidad difícil de expresar con palabras. Ambas era preciosas, más de lo que cualquier mortal podría serlo. Ambas eran telépatas, y no sólo sus cuerpos se acariciaban, también lo hacían sus mentes. Por último, ambas disfrutaban mucho fornicando ante tan atento público ( quizá no les prestasen atención, pero eso no impedía que se sintiesen observadas... y deseadas ).

La diferencia de tamaños hacía que, cuando se besaban, pareciese que Darlane iba a tragarse la cara de Ciríe. La ángel podía abarcar los pechos de la deluyrei con la boca, mientras que la boca de Ciríe se perdía en la inmensidad de los senos de Darlane. Cuando se cogían de las manos, entrelazándolas, apenas se veían los dedos de Ciríe sobresalir por entre los de su pareja: pese a sus dispares dimensiones, cada una demostró ser más que capaz de estimular a la otra.

Ciríe se dotó de un miembro de unos treinta y cinco centímetros de longitud por diez de diámetro que Darlane encajó en su ardiente vagina sollozando de placer ( antes de expandirlo se quitó los aretes, claro, o se habría desgraciado ). La ángel lo sentía contra su útero, y si hubiese sido tan sólo dos centímetros mayor le habría dolido, pero Ciríe tuvo mucho cuidado de no excederse ( la verdad es que podría haber aumentado significativamente su grosor, pues Darlane podría encajar dos como aquel - doliéndole un poco - pero optó por ajustar sus medidas a las necesidades actuales de su pareja ).

Echaron de menos poderse besar mientras realizaban el coito, pero su diferencia de alturas lo impidió, así que tuvieron que conformarse con sostener sus miradas. A veces era Ciríe la que estaba encima, y a veces era Darlane la que le cabalgaba. Pese al deseo que les estaba consumiendo, se aseguraron de prolongar su primer polvo tanto como les fue posible. Se corrieron a la vez, y Darlane gritó de placer ( no acostumbraba a ser escandalosa, pero llevaba mucho tiempo sin tener un orgasmo, y aquel le hizo perder por completo el control ).

- ¿ Qué tal si ahora me la clavas por aquí ? - ronroneó ella, hurgándose el ano, no bien se recuperó ( tardó cerca de dos minutos: generalmente se reponía de sus orgasmos con la misma rapidez que un deluyrei, o poco menos, pero estaba un poco desentrenada ).

- Toma rabo, nena - le dijo Ciríe, perforando su ojal - Mm, qué agujero más jugoso...

- Gracias...

- Espero que más tarde te pongas polla, quiero comprobar por mí misma las virtudes de tu tatuaje - le dijo Ciríe, acariciándole el abdomen e intentando sentir la magia que allí se encerraba ( como no era maga, no captó gran cosa ).

- Lo haré, descuida...

- Mm, me encantas. Cuentas con una musculatura fabulosa, pero de marimacho no tienes ni un pelo. Uf, qué curvas...

- Las tuyas también son de impresión, y eso que aún tienes el cuerpo de una niña. Quizá te guste saber que tú fuiste la primera mujer en la que me inspiré para hacerme una paja...

- Oh, Darlane, oír eso me hace muy feliz...

- Muchas veces, cuando mi tutora me hacía el amor, imaginaba que eras tú. Ella, que siempre fue muy buena conmigo, a veces asumía tu aspecto y tu voz ( duplicó tu apariencia gracias a los recuerdos que captó de mi mente ).

- Me halagas. Mm, tu culito es increíblemente acogedor, tanto como tu coño. Se supone que los ángeles sois bastante más propensos a la sodomía que los humanos, pero lo tuyo es exagerado.

- Dale las gracias a mi tu tutora: me administró algunas de sus peras, y su efecto se hizo permanente en mí...

Durante su primer coito, apenas habían intercambiado palabras, pero ahora, más desinhibidas, no cesaron de conversar. Sus espectadores no osaron interrumpir tan íntimo intercambio, disfrutando del mismo.

- Papá, estamos empezando a necesitar de veras corrernos - le susurró al poco Melein ( las tres muchachas se habían acurrucado nuevamente contra sus piernas, y continuaban estimulándose ).

- Soy consciente de ello - le dijo él.

- ¿ Vas a hacer algo para remediarlo ? - le preguntó Fasme, melosa.

- De momento no, quiero haceros de rabiar un buen rato más.

- Eres un abusón... - se quejó, aunque sin excesivo rencor, Albarí.

- Tengo una idea - les anunció, tras pensárselo un poco - En vez de hacer el amor con vosotras, voy a hacerlo con vuestras madres.

- Pero, papá, dijiste que a nosotras nos gozarías primero... - le recordó Melein.

- Lo sé, pero he cambiado de parecer.

- No es justo... - sollozó Albarí.

- ¿ Me privaríais de ese capricho ?

- No, papá, pero... - comenzó Fasme.

- Cuanto más os aguantéis, mis niñas, más gozaréis cuando por fin os deje alcanzar el clímax - les recordó él - Además, ¿ no os gustaría ver cómo me divierto con vuestras madres ?

- Sí, y mucho, aunque nos gustaría participar...

- Está bien, os dejaré participar. Venga, acomodémonos en las colchonetas, aunque lejos de vuestra tía y de Darlane.

Óscar se sentó en primer lugar, mientras las jóvenes iban a por sus madres, que trajeron en brazos. Todas se pusieron en torno a Óscar, que comenzó a palpar sus genitales.

- ¿ Te gustan ? - le preguntó Hepente - No están tan inflados como los de nuestras hijas, pero por algo se empieza...

- Veo que aún no os habéis sacado la polla de culo.

- Supusimos que te gustaría sacárnosla en persona - le dijo Sarigza.

Óscar se agachó y comenzó a lamerles los testículos, tanto a las madres como las hijas, agarrándoles la polla y extrayéndosela del recto. Aprovechó para degustar sus lubricados mástiles, además de sus ojales. A un gesto de Óscar, Fasme se acercó a por los dados.

- Haced tres tiradas cada una, como antes - les instruyó él.

En aquella ocasión, fue Albarí la que sacó la puntuación más baja, seguida de Fasme: la ganadora era Melein.

- Antes de comenzar a colocarnos, chicas, poned vuestros cojones frente a mí, que os voy a curar la pupa que os hizo Ciríe.

- A buenas horas - se hizo la ofendida Melein, poniéndose junto a sus hermanas, costado contra costado.

- Mejor tarde que nunca - le dijo Óscar, cargando su orina con energía curativa y echándose un poco en las manos, con las que amasó los genitales de las tres muchachas. En ellos se veían algunas marcas rojizas, producto de los cortes que Ciríe les hizo con las uñas de los pies: desaparecieron al instante.

- Ya está, papá, gracias - le dijo Albarí - ¿ Qué hemos de hacer ?

- Túmbate boca arriba - le dijo Óscar - Tu puntuación fue la más baja, así que comenzarás en la posición más baja.

- Estoy lista - le anunció ella.

Óscar acomodó a Hedelia sobre su hija vaginal, también boca arriba, no sin antes asegurarse de penetrarle con su polla. Las dos quedaron con las piernas extendidas. Entonces, sentó a Melein sobre Hedelia, mirando hacia su cara y recibiendo en su recto su tranca. Tras ello, sentó también a Hepente sobre la sacerdotisa, mirando igualmente hacia su cara y con la polla de Melein bien clavada en su ojal. Poniendo de rodillas a Sarigza, que se apoyó parcialmente en las piernas de Albarí y Hedelia, enfiló su tranca en el ojal de Melein, donde se unió a la de Hedelia. Por último, puso a Fasme de rodillas tras su madre vaginal, enchufando su miembro en su culo.

- Esta es una de nuestras posturas favoritas, la hemos practicado infinidad de veces y en todas sus combinaciones - le dijo Hedelia.

- No lo sabía. Espero que no os importe...

- Tranquilo, nunca nos aburrimos de ella - le aseguró Sarigza.

- Perfecto - dijo él, sentándose sobre Hedelia asegurándose de recibir en el recto el tranca de Hepente ( sus genitales quedaron a la altura de sus pechos ).

- Si dejas la polla perpendicular a tu tronco, podré trabajártela con las tetas y la boca - le dijo Hedelia.

- Aquí la tienes, nena.

- ¿ Cómo quieres que lo hagamos, papá ? - le preguntó Albarí.

- Como tú tienes encima demasiado peso, hija, no será necesario que te muevas: aplica pulsos vibratorios a tu polla para hacer gozar a tu madre vaginal.

- ¿ Y yo, papá ? - le preguntó Fasme.

- Tú sí que puedes moverte, a fin de taladrar el culo de tu mamá vaginal mientras ella taladra, junto a tu mamá fálica, a tu hermana. La que no se puede mover es Melein, que tendrá que valerse de la musculatura de su recto para ordeñar a sus madres fálicas, y de su don vibratorio para dar placer rectal a su madre vaginal.

- Joder, menudo trabalenguas - bromeó Laura, que en aquel momento regresaba de su habitación, a la que había subido en busca de instrumental con el que divertirse junto a sus tíos y su madre.

- ¿ Qué es todo eso, hija ?

- La polla del tío no nos basta, y además su culo también parece querer algo de marcha, así que me he traído algunos juguetes.

- ¿ Os vais a poner un arnés con pene ?

- Sí, las tres, pero de los que dejan al aire el coño.

- No os lo pongáis vosotras, quiero ser yo quien os lo afiance.

- Pues ya puedes empezar por el mío - le dijo Laura, sacando, de la bolsa de plástico en donde había echado todo, un falo de casi siete centímetros de grosor y veintitrés de largo que tenía algunas correas ( no simulaba genitales, y era de color negro, siendo su tacto gelatinoso ).

- Listo - le dijo enseguida él - Déjame que te vea, hija.

- ¿ Qué tal me queda ?

- De aspecto muy bien, pero el color no te pega - bromeó él.

- Toma, Óscar, ponme este a mí - le pidió Alicia, tendiéndole un pene levemente más largo. Tenía el mismo tacto, aunque era un poco más rígido, y en su base exhibía un conato de pelotas. Formaba parte de una especie de bragas, que contaban con cremallera, pudiendo dejar la raja al aire o no. Era de color carne.

- Este me gusta más - le dijo él, tras ayudarle a ponérselo.

- Ahora me toca a mí - le dijo Esther, tendiéndole un pene translúcido, de color azul claro, lleno de protuberancias ( se sujetaba por medio de correas, siendo lo único en lo que se parecía al de Laura.

- ¡ Qué horterada ! - rió él, tras ver el resultado - ¡ Parece que te han implantado la polla de un alienígena con quistes !

- ¡ Será rara, pero no veas que gusto da ! - se defendió ella, entre risas.

- Óscar... - le dijo Alicia, haciendo como que se masturbaba.

- ¿ Sí, cariño ?

- ¡ Bésale la polla a tu esposa ! - le ordenó ella, cogiéndole del pelo y simulando que le obligaba a agacharse ( él, divertido, le siguió la corriente, besando y lamiendo aquel sensual trozo de látex ).

- Bésasela también a tu cuñada - le dijo Esther, imitando a Alicia.

- Espero que la hayas vacunado - bromeó Óscar, mientras mamaba aquel trasto con fingido deleite - No quiero pillar el sarampión venusiano.

- Ahora me toca a mi, padre - le dijo Laura, reclamando su atención a base de golpearle cariñosamente en la cara con su respectivo consolador - Cómete mi polla negra, tienes que entrenarte para cuando Darlane se ponga la suya.

- Con esta birria no tengo ni para empezar - dijo él, metiéndosela hasta el fondo con expresión indiferente, como si aquello no fuese con él - Anda, lárgate de aquí antes de que esa minucia se me cuele por la nariz sin darme cuenta, o quizá por el oído.

Las humanas se retiraron entre risas, reuniéndose con Julián, y los siete deluyrei por fin pudieron comenzar. Ni Óscar ni Hepente se movieron: ambos se limitaron a trabajarse, con la musculatura de sus rectos, la tranca que tenían en ellos. Óscar en algún momento le dijo a Hepente que ya entendía por qué se había hecho maga: su polla, definitivamente, era cosa de magia. Todas rieron la gracia, que dio lugar a nuevas bromas. No por estar conversando dejaban de amarse, y se fueron aproximando al clímax, del que sólo los cuatro adultos disfrutaron.

Cambiaron de posición, colocándose según Óscar les fue indicando. Ahora fue Fasme quien se puso debajo del todo, empalándose Sarigza con su porra. Albarí se empaló con la polla de la sacerdotisa, y Hedelia se empaló con la de Albarí. Hepente, de rodillas, encajó su tranca en el ojal de Albarí, junto a la de Sarigza, mientras que Melein le daba por el culo a Hepente. Óscar siguió en la misma posición, recibiendo en su recto la polla de Hedelia y siendo devorado por Sarigza.

Como era de esperar, cuando todos menos las muchachas se corrieron, Óscar volvió a proponer una reorganización, siendo Melein la que se tumbó, haciendo de soporte a Hepente, con cuyo rabo se atravesó el culo. Fasme se tragó por el ojal la polla de Hepente, junto a la de Hedelia, de rodillas tras ella. Albarí, detrás de su madre, le enchufó su tranca. Sarigza, evidentemente, se empaló con el pirulo de Fasme, y Óscar se clavó el de Sarigza, dejando que fuese Hepente quien se encargase esta vez de su pene.

Tras el nuevo orgasmo general ( del que las sobrinas de Ciríe, una vez más, no disfrutaron ), se dejaron caer al suelo, entre risas ( las de las tres jóvenes pronto cesaron ), saliéndose todos de todos.

- ¿ Qué te parece que hagamos ahora, cariño ? - le preguntó Hedelia.

- Se me ha ocurrido que os podríais emparejar con vuestras hijas vaginales y atravesarles el culo con vuestras rollizas estacas de carne - les dijo él.

- ¿ Qué harás tú ? - quiso saber Hepente, tras penetrar rectalmente a Melein.

- A partir de ahora, vuestras hijas no cuentan, pues su único cometido es daros placer en la verga con su ojal - dijo Óscar, poniéndose lascivamente a gatas - Dado que tendréis la polla ocupada, creo que gozaré únicamente de vuestras apetitosas bocas, las de arriba y las de abajo. Quiero que asediéis con ellas mi polla, mi boca y mi culo...

Durante un buen rato, las hermanas de Ciríe estuvieron turnándose para mamársela a Óscar, recibiéndole también por el culo mientras él saboreaba los suyos, sin privarse de comerles la boca ( por medio de aquellos besos, profundos y prolongados, obtuvieron más de un orgasmo faríngeo/bucal ). En cuanto a su culo, se lo comieron a fondo, y él extrajo su zup anal, que introdujo en la boca y en el ano de ellas. Sólo se corrían quienes podían hacerlo, y finalmente ocurrió lo que tenía que ocurrir: Melein rompió a llorar, en silencio, y sus hermanas no tardaron en imitarle.

- ¿ Qué os pasa, nenas ? - les preguntó Óscar, dejando de jugar con sus madres, que se salieron de sus hijas.

- Lo sabes muy bien, Óscar - sollozó Fasme, sorbiéndose los mocos - ¡ Nos vamos a morir de ganas !

- Libéranos de tu control orgásmico, Óscar, o al menos deja que nos retiremos al cuarto de nuestras madres para que se nos baje la calentura - le suplicó Albarí, cuyos ojos, al igual que los de sus hermanas, se enrojecían por momentos.

- Fue maravilloso, Óscar, pero lo que comenzó siendo un juego se está transformando a marchas forzadas en una pesadilla - añadió Melein.

Óscar tomó nota, algo preocupado, de que ya no le llamaban padre. Habían estado soportando muy bien aquel excitante suplicio, de hecho lo habían disfrutado, pero estaban al límite.

- ¿ Recordáis lo que me pedisteis ? - les preguntó él, limpiándoles las lágrimas con la lengua, mientras les acariciaba fraternalmente - Dijisteis que queríais llorar de frustrado deseo, y así ha sido. Habiendo alcanzado ese objetivo, podemos dar por finalizado el juego. Haced una última tirada con los dados, para establecer el orden en que he de calmar vuestra calentura...

En esta ocasión ganó Melein, quedando Albarí en segundo lugar y Fasme en tercero. Óscar tumbó a Sarigza boca arriba y abrió sus piernas ciento ochenta grados, tumbando a Hedelia junto a ella, también boca arriba y con las piernas, igual de abiertas, pegadas a las de su hermana. De ese modo, sus trancas quedaron en contacto. Sabiendo lo que se avecinaba, redujeron un poco su diámetro, aunque no su longitud ( él y Hepente también adecuaron el grosor de sus vergas ).

Cogiendo a Melein en brazos, aproximó su trasero a la cara de Sarigza, que le dio un beso en el ano, sin moverse del sitio. Repitió la operación con Hedelia, y entonces le puso en pie, perpendicular a sus madres fálicas y con las piernas a ambos lados de las suyas ( les daba la espalda ). Hepente se le acercó por detrás y también le besó el ano, poniéndose de rodillas perpendicular a sus hermanas, con las piernas también a ambos lados de las suyas y mirando hacia la espalda de su hija. Se inclinó hasta que su polla quedó en contacto con las de ellas.

Ahora fue Óscar quien le besó el ano, desde delante ( retorció momentáneamente el cuello para poder hacerlo ), volviéndose a incorporar y transmutando su ombligo en un coño, por el que extrajo un zup. Agachándose, se clavó la tranca de Melein en él, introduciendo en su ombligo el zup. Retorciendo su polla, se la metió a Melein en el ojal, y le cogió de los muslos, alzando exageradamente sus piernas y dejándolas a ambos lados de su cuerpo ( no llegaron a estar paralelas a su tronco, pero no faltó mucho ).

Manifestando pechos, aunque no muy grandes, se puso bocas en ellos, y con cada una de ellas engulló uno de los pechos de Melein. Era el momento de agacharse, y eso hizo. Las tres pollas de sus madres se fueron aproximando a su culo conforme Óscar descendía, poniéndose de rodillas con las piernas a ambos lados de las de las madres fálicas de la muchacha y mirando hacia su madre vaginal.

Melein gimió cuando los penes de sus madres comenzaron a ingresar en su recto, junto al de Óscar. Le dolía un poco, pero, gracias a la reducción de grosor, pronto se acostumbraría. Las cuatro pollas no se moverían: Hepente pasó sus brazos en torno a la cintura de su hija, y entre ella y Óscar comenzaron a subirle y a bajarle, al principio muy lentamente. Óscar expandió su lengua y la internó en la boca de Melein, explorándola con cada vez más ganas: ella le correspondió, alzando la cara y uniendo sus labios contra los del patriarca.

Óscar se puso dientes en las bocas de los pechos y mordisqueó los de la joven con dulzura, y Hepente comenzó a lamer alternativamente las sensibles axilas de su hija. Las manos de Melein tampoco se privaron de estimulación, pues Óscar se puso bocas en las axilas y las atrapó de un travieso mordisco, lamiéndolas sin cesar.

Sarigza y Hedelia se incorporaron, aunque sin modificar las posiciones relativas de sus piernas y caderas, comenzando a lamer las piernas y los pies de su hija fálica, que se veía asediada, o eso creía ella, por todos los lados. Comprendió que se equivocaba cuando Óscar se hizo crecer un par de tiernas enredaderas de las fosas nasales y las metió dentro de las suyas. Pese a toda aquella estimulación, aún no se corrió, pues Óscar de momento le seguía teniendo bajo el influjo de su cera: cuando él y sus madres comenzaron a correrse, le liberó súbita y completamente del mismo ( podría haberse limitado a suspender momentáneamente la inhibición orgásmica, pero quería que la joven comprendiese que realmente el juego había acabado ).

Melein fue incapaz de contar los orgasmos que alcanzó, encadenando sin cesar uno tras otro y sintiéndolos por todos los lugares susceptibles de sentirlos ( no sólo se corrió por el recto y la polla, si no también por sus pechos, su nariz - orgasmo del que Óscar también disfrutó, gracias a la capacidad orgásmico inductiva de sus ramas, propiedad que encontró de lo más útil -, su inmaduro ombligo, sus axilas, las palmas de sus manos y las plantas de sus pies ). No era capaz de recordar mayor placer en toda su vida. Su éxtasis fue tan prolongado que sus madres y Óscar tuvieron ocasión de correrse por segunda vez, momento en el que se desmayó.

- ¡ Bestias, le habéis matado de gusto ! - se alarmó Laura ( al igual que los demás humanos, había seguido atentamente la cuádruple penetración anal ).

- Tan sólo ha perdido el conocimiento - le tranquilizó Hepente, saliéndose de ella y cogiéndole en brazos para acomodarle en uno de los sofás. Le sangraba la nariz, y Óscar no era consciente de haberle arañado con sus pequeños brotes ( que además lubricó ), así que llegó a la acertada conclusión de que aquella breve hemorragia era consecuencia del intenso placer recibido.

Repitieron la operación paso a paso con Albarí ( quien se puso a su espalda, claro, fue Hedelia ). También se desmayó, mostrando los mismos síntomas que su predecesora ( Hedelia le quitó la sangre de la nariz de un lengüetazo, antes de acomodarle en un sillón ). Fasme fue la siguiente, siendo Sarigza quien se puso a su espalda ), ocurriéndole lo mismo.

Para entonces, hacía rato que Darlane se había puesto una polla, haciendo uso del poder de su tatuaje, que se hizo visible. Lo tenía alrededor del ombligo, y consistía en tres círculos concéntricos de ideogramas arcanos. El miembro del que le dotaba contaba con algunas de las cualidades metamórficas del de los deluyrei, pudiendo alterarse su talla ( si bien no en un margen tan amplio ), y pudiendo moverse cual libidinosa y sugerente culebra. Los testículos también podían expandirse y contraerse, claro. Darlane había estado perforando a Ciríe con una tranca que tan sólo era levemente más pequeña que la de ella ( no era cuestión de destrozarle ). Cuando Sarigza acomodó a Fasme en otro sofá, Ciríe anunció:

- Nosotras dos ya nos hemos entendido como es debido. ¿ Alguien quiere jugar con nosotras ?

- ¡ Yo ! - exclamaron a la vez todos los humanos, que también se habían divertido lo suyo.

- No creáis que no nos lo pasamos bien con estos trastos, pero no hay nada como una polla de verdad, y más si es tan versátil como las vuestras - dijo Alicia, quitándose el pene de látex junto a las bragas que lo sostenían.

- Pues os tendréis que conformar con la de Darlane, pues yo ya no creo que pueda mantenerla mucho más rato - dijo Ciríe.

- Nosotras tampoco - dijeron a la vez sus hermanas.

- Pues nosotras aún menos - dijo Melein ( se había despertado cuando comenzaron con Fasme, pero hasta el momento había permanecido con los ojos cerrados ).

- ¿ Cómo os sentís, nenas ? - les preguntó Óscar ( se dirigía a ella y a Albarí, que acababa de despertar y que aún no había abierto los ojos ).

- Muy cansadas, pero satisfechas como jamás antes lo estuvimos - repuso Albarí, mostrando algunos problemas de dicción.

- ¿ Me guardáis rencor por haber sido tan duro con vosotras ? Sé lo mal que lo pasasteis, sobre todo al final.

- ¿ Cómo podríamos guardarte rencor, padre ? - se escandalizó Melein - ¡ Te limitaste a darnos lo que te habíamos pedido !

- Con tu permiso, papá, nos vamos a quitar la polla - le dijo Albarí, algo más despejada.

- Hacedlo, nenas: lleváis desde ayer con ellas y eso, considerando vuestro desarrollo actual, es una exageración.

Todas las deluyrei suprimieron sus penes: Fasme, al despertar, les imitó.

- ¡ Por fin se acabó la competencia ! - bromeó Óscar.

- Me da la sensación de que te olvidas de mí - dijo Darlane, agitando su tranca a modo de desafío.

- No es por nada, pero creo que yo también tengo algo que decir al respecto - dijo Julián, que también presentó armas.

- ¡ Os sigo ganando por dos ! - exclamó él, poniéndose los penes pectorales.

- Yo sólo cuento tres, y eso tan sólo te da una ventaja sobre ellos de una - dijo Ciríe.

- Recuerda la que puedo sacar de aquí - le dijo él, señalándose la vagina umbilical.

- ¡ Hala, tienes la tripa casi tan hinchada como antes, cuando te metiste las bolas ! - cayó en la cuenta Laura.

- ¿ Todo eso es la lefa de las crías ? - se asombró Esther.

- Sí, y no veas qué bien se siente dentro de mi coño - dijo él, acariciándose el abultado abdomen y metiéndose un dedo en la vagina umbilical, que saboreó detenidamente - Mm, qué rico está...

- Nos alegra que te guste, padre, la hemos fabricado expresamente para ti con todo nuestro amor - le dijo acarameladamente Melein.

- ¿ Tardaréis mucho en menstruar, chicas ? - les preguntó Óscar a las deluyrei en general, quitándose los dos penes extra.

- No creo - dijo Ciríe.

- ¿ Os parece bien si nos tomamos un descanso mientras esperamos ?

- Sí, por favor, estamos reventadas - dijo Fasme.

- Maravillosamente reventadas, debería añadir - dijo Melein, sonriendo a Óscar.

- Debe ser la caña que te metan cuatro pollas en el culo - dijo Esther - Eso tengo que probarlo algún día.

- ¡ Toma, y yo ! - exclamaron Alicia, Laura y Julián.

- Pues yo tengo que probarlo también, de hecho quizá me atreva con algunas más, pongamos por caso siete, o incluso ocho - bromeó Óscar - A lo mejor algunas de ellas las pongo yo mismo...

- ¡ Acaparador ! - se escandalizó Laura.

- Tienes suerte de que ya no estemos en condiciones de ponernos polla, si no te ibas a enterar - le amenazó Ciríe.

- Mientras esperamos a que tú y tus súbditas os hagáis mujeres, creo que Alicia debería hacer una llamada - dijo Óscar, repentinamente pensativo.

- ¿ A quién ?

- Imagino que se refiere a Fernando - dijo Julián - Recordad que habíamos quedado en llamarle como a las siete menos cuarto, para intentar averiguar qué quieren esos detectives que le están rondando.

- Anda que no queda para eso - bufó Esther.

- En realidad estaba pensando en Arturo - dijo Óscar - Me preocupa el sueño que tuve.

- La verdad es que a mí también - reconoció Alicia.

- ¿ No podrías preguntarle si por casualidad no tuvo una tía que se llamase María Antonia, y si murió en circunstancias inusuales ? Sería horrible que Yolanda y sus hermanas hubiesen asesinado a su tía y hubiesen practicado la necrofilia con ella, tal y como el sueño parece dar a entender.

- Ahora mismo le llamo - dijo Alicia, cogiendo el inalámbrico.

- Hablando de necrofilia, ¿ qué tal si Hedelia nos cuenta qué le pasó con esos muertos vivientes ? - propuso Julián.

- Eso, y aún nos tenéis que contar qué coño es eso del cáliz de la lascivia - dijo Esther.

- Callad, que ya he marcado - les regaño Alicia.

Continuará...

 

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