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Explicación Cientifica del Fetichismo de Pies

en Fetichismo

El fetichismo (del pie, las botas o lo que sea) es un producto cultural y, por lo tanto, aprendido durante la primera infancia, junto al desarrollo de la sexualidad.

Si nos ponemos en freudianos, la explicación del fetichismo por los pies de la mujer pasa por una de las fantasías primordiales del género humano, la fantasía de castración, es decir el temor a perder el pene por la acción punitiva del padre para castigar y evitar el amor incestuoso y rival del niño por la madre (recordar el Edipo, que es otra de las fantasías primordiales).

Este temor es comprensible como fantasía, sobre todo si tenemos en cuenta que en la época en que escribe Freud (principios del Siglo XX) predomona una visión muy machista del mundo y el pene simboliza el PODER masculino. La pérdida de ese poder expondría al niño a la debilidad, la incompletud y la verguenza, sentimientos que todavía podemos ver hoy expresados en aquellos hombres que sufren cualquier tipo de impotencia física (tenga el origen que tenga) o, incluso, psicológica, como la pérdida del prestigio, el dinero o el trabajo.

La fantasía inconsciente del fetichista de los pies tiene que ver con depositar en ellos la posesión de un pene por parte de la mujer. La favorece su forma alargada (del pie) y relativamente eréctil. Este proceso también se vería favorecido por asociación, dado que el niño, al intentar curiosear el sexo de la madre, no puede evitar el abarcar también con su mirada los pies (entre otras cosas porque mira desde abajo).

¿Para qué serviría ésto, siempre a nivel inconsciente? Demostraría que, si la mujer tiene un pene (su pie), pues entonces el de uno mismo no corre peligro de ser cortado (recordar las eternas amenazas a los niños de "te corto el pito" por ésto o por lo otro). Esto puede verse así porque, para el niño, la mujer es un hombre que ha perdido su pito.

Siguiendo con la idea, al adorar los pies de una mujer los hombres nos aseguraríamos de que ella tiene su propio pito y, por consiguiente, también nosotros, que así nos reaseguraríamos del temor a perderlo a manos de la ira paterna y nuestra propia culpabilidad por el Edipo. Las mujeres no necesitarían adorar pies masculinos, porque tienen pitos de carne y hueso (y no fantaseados) para adorar. Las chicas que adoran pies de otra chica irían por el mismo carril que los hombres, aproximadamente: comprobar que hay mujeres "enteras" y, entonces, ellas también lo serían.

Hago esta explicación lo más simplemente que puedo, sólo a título ilustrativo y sin ninguna pretensión de rigurosidad científica. Entendámosla, entonces, como algo de "divulgación".

Sea o no una hipótesis aceptable, resulta muy árida y poco romántica al lado de la idea de que, siendo la mujer el "sexo bello" (como lo es), sus pies deberían ser adorados más frecuentemente, justamente por su belleza. Y ellas deberían dejarnos adorárselos más frecuentemente también (ésto es un agregado mío).

Por otra parte, el pie femenino es también sinónimo de DOMINACION y no debe ser muy ajeno a ésto el hecho de que los pequeños varoncitos han sido educados para depender, obedecer y adorar a una mujer que es la fuente de todo su sustento y satisfacción durante sus primeros años: su madre. Difícil es terminar de encontrar las formas de pasaje de esa dependencia básica a una independencia donde el varón fuera el dominante. En general, las formas de dominación masculina tienen que ver más bien con la fuerza y la transformación de los sentimientos propios del niño en sus contrarios, pero casi siempre subyace la sumisión cuando los afectos predominan. Ilustrando ésto, bien dice el Martín Fierro: "es zonzo el crestiano macho cuando el amor lo domina" o, también en nuestro país, toda esa retórica falsamente machista del tango, donde los hombres, por más que maten a la "percanta", siempre terminan dominados por el amor a la mujer.

La gran mayoría de los fetichistas somos también sumisos y, a veces, hasta grados extremos: nos encantan los pies de mujer sucios y/o con su olor característico; que nos pisoteen o postrarnos ante ellas; lamer sus botas; besar sus pies o que nos penetren con ellos por la boca; etc. Así, el pie de la mujer queda revestido de esa aureola de PODER sobre nosotros.

En particular, el fetichismo del pie y del zapato (no así el de la lencería u otros) está casi siempre asociado también a modalidades y juegos de tipo sado-masoquista, donde el pie de la Dómina no actúa sólo como falo sino también como látigo, tomado como emblema de la supremacía femenina. Los fetichistas del pie femenino, en consonancia con lo anterior y también asociado con las características del masoquismo, solemos ser tambien exhibicionistas pasivos: nos encanta relatar nuestras experiencias y ser "expuestos" (más o menos públicamente) ante la mirada de terceros cuando estamos adorando los pies de una Dama.