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Sin acuse de recibo, yo cojo y me exhibo

en Voyerismo

SIN ACUSE DE RECIBO, YO COJO Y ME EXHIBO

Pues sí, amigos,

Me exhibo para excitarme y excitar a quien se deja; me exhibo porque me la pone dura como una piedra y me gusta poner pezones duros de la misma manera; me exhibo ondeando mi rabo al viento y al masturbarme después no me arrepiento; me exhibo por que me da la gana... ¿Pasa algo?.

Hace muchos meses que lo hago (ya saben que mi hermana y yo jugamos a eso en "Relación Canalla" y "Relación Canalla (II)"). Pero aparte de eso, me suelo exhibir solo, sin ella, cuando me aburro y estoy algo excitado. A veces, en verano, me voy a la calle sin calzoncillos con un pantalón corto de deporte y me siento en los bancos con una pierna recogida para que la que pase y mire, vea mi pene colgando. Otras veces, hago como si estuviera meando y me casco una paja, esperando a correrme cuando pasa alguna muchacha. Otras, las menos, me paseo desnudo por casa con las persianas subidas para que mi vecina buenorra de cuarenta años me vea mientras tiende la ropa... En alguna ocasión, con la persiana a medio bajar, para que no me vea la cara, me he masturbado frente a ella, mirándola a los ojos entre las rendijas finas y alargadas.

¿Y porqué cuento esto?... Porque veo que esta temática no es predominante entre los relatos eróticos. Tan solo quiero partir una lanza por todas aquellas personas que disfrutan exhibiéndose y calentando a las demás... Les animo a todos a escribir sus experiencias en este sentido.

Ahora les contaré una historia preciosa que me pasó recientemente. Había ido con unos amigos al cine y llegamos demasiado pronto. Cuando nos sentamos en nuestros asientos las luces todavía seguían encendidas así que decidí ir a echar una meada antes de que fuera demasiado tarde. Estaba yo solo en el servicio de caballeros con la picha ondeando al viento cuando oigo unas vocecillas juveniles de chicas fuera. Pensé que se trataba de ese grupo de chavalas de unos 14 años que andaba rondando fuera, cerca del puesto de palomitas así que no le di importancia. Pero según arrancaba de la punta de mi rabo las últimas gotas de orín me dí cuenta que el servicio de mujeres estaba en la otra punta del cine, al otro lado. Aproveché para sacudirmela bien mientras pensaba eso y comenzó a ponerse durita. Mi sorpresa sobrevino cuando pude distinguir que una de las voces decía: "Tía, no, que no puedes entrar ahí". Supuse que a la más guarrona del grupo de apetecía hacer algo prohibido y morboso ante la incredulidad de sus amigas. Yo pensé: "Esta es la mía", y vaya si lo fue.

Giré levemente mi cuerpo de manera que mi verga dura, casi morada de la excitación, se viera desde la misma entrada, tan pronto como alguien abriera la puerta. Si abría un hombre, disimularía estar guardándomela. Pero si por el contrario no lo era...

Y no lo fue. Segundos después de escuchar eso una chica guapísima abrió la puerta. Era rubia natural, con los ojos más azules que he visto en mi vida. Vestía una falda tableada y una blusa blanca en la que apenas se adivinaban sus fututos pechos. Giró mirándome a los ojos y dijo con voz temblorosa: "Uy, me he equivocado". Pero antes de volver a girarse para salir y comentar la emoción con sus amigas bajó la mirada hacia mi paquete. Lo que se encontró le hizo abrir los ojos tanto que pensé que se desmayaría o gritaría. Pero no fue así.

Pasaron unos segundos preciosos hasta que ella decidió marcharse con el recuerdo de mi polla dura en su retina. Me había retirado bien la piel para que pudiera apreciar la dureza y las formas de mi glande. Cuando la puerta se cerró tras de ella tuve que evaluar si me iba a sentar o esperaba a ver que pasaba. Tuve un poco de miedo. Entre tanto entro un señor mayor al baño. Yo disimulé lavándome las manos, conservando mi erección y mis ganas de correrme pensando en sus ojos abiertos y su gesto de sorpresa. Fuera se escuchaban risas y pequeños chilllidos. Luego más risas. Justo después pude distinguir a la misma voz del principio que decía: "Jo, pues yo quiero verlo". Y tan pronto como el hombre se fue del aseo volví a mi posición original y desenfundé de nuevo mi polla.

Esperé pacientemente masturbándome mirando a la puerta hasta que se abrió. Pasaron tres chicas de la misma edad que la primera, a cual más hermosa. Pero estas no me miraron a los ojos sino que se clavaron mirándome el rabo. Yo, ya sin vergüenza, me la cascaba directamente mirándolas a la cara hasta que una salió de su obnuvilación momentánea y dijo con una voz débil y afónica: "Anda, nos hemos equivocado de baño". Pero ya era demasiado tarde. Mi calentón había subido al máximo y comencé a correrme violentamente en la dirección en la que ellas estaban. El primer y el segundo chorro casi las alcanza en los zapatos ante la mirada perdida de la más alta del grupo. La que había entrado la última salió rapidamente del aseo y le dijo a la rubita que se había quedado fuera: "Tía, que fuerte, se está corriendo". En eso, que en lugar de irse todas, entraron las dos de fuera para terminar de ver el festín. Los últimos chorros me hicieron cerrar los ojos y comencé a apretármela para escurrir los restos de mi glande.

Una de las de en medio dijo: "Perdone, señor. Nos hemos confundido de baño". Y las cuatro salieron pitando de allí, probablemente directas a sus asientos. Pero antes de eso pude oir a otro señor que las recriminaba haberse equivocado y se disponía a entrar. Cuando el señor apareció yo ya me la había guardado y me iba subiendo la cremallera. "Estas niñas de ahora son increibles", me dijo como pidiendo aprovación por la breve bronca que las había echado. "Si, no se puede soportar", respondí yo con una sonrisa de oreja a oreja.

Y salí de allí contento como una lombriz. Al sentarme de nuevo en mi sitio mis amigos bromearon sobre lo que había tardado, sobre si tenía problemas de próstata o algo así. Yo seguí el juego como si nada y no se lo conté. Al terminar la película busqué impaciente a mis voyeaur preferidas y las encontré saliendo entre cuchicheos. Cuando me vieron a mi se pusieron rojas como un tomate y aceleraron el paso entre risas nerviosas.

Ellas recordarán aquel día de cine de una manera especial. Pero imaginenme cómo lo recuerdo yo y como deseo cada vez que vuelvo a ese cine, que ellas estén rondando el puesto de palomitas.

Les animo a que relaten sus historias reales de exhibicionismo para que todos las disfrutemos a nuestra manera.

Dedicado a ti: "Nunca te has imaginado estar en una oficina con los cristales antirobo, es decir, aquellos que ves pero no puedes ser visto e imaginar que mientras tu te masturbas, tienes sexo oral o practicas una y mil posturas, la niña de 15 años que acompaña a su mami se mira y remira en el cristal, centrando su mirada, sin ella saberlo, en ti, en tus movimientos, en tu sexo..."