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Al maestro, con cariño

en Jovencit@s

Al maestro, con cariño

Por: Gatacaliente

Nunca pensó que estaría tan cerca de la tentación. Su cuerpo casi rozaba el suyo, sin embargo no se atrevió a decir nada a pesar de que él, de vez en cuando, dejaba que se le escapara una fugaz mirada de interés. Para ella ese interés se relacionaba con la atención que le ponía a su clase, jamás pensó que era atracción. Su respiración se aceleró. Cruzó sus largas y blancas piernas por debajo de la mesa. Tenía puesto un ligero vestido azul que se ceñía a su delgada figura, recostó su espalda en la silla, apretó sus muslos y estirando los brazos se arreglo el largo y negro cabello. Habían pasado muchas horas y se estaba volviendo a acomodar para seguir con las lecciones. Ella quería aprender otra cosa. Él quería seguir enseñando italiano.

Todo empezó cuando con ese pequeño estirón cayó el lápiz bajo la mesa y ambos hicieron el intento de recogerlo. Adrián y Sheyla se rozaron y él tocó su pecho al tratar de ayudar. Sorprendida exhaló un pequeño gemido producto del deseo y del desconcierto al encontrarse con los grandes ojos de él y al sentir su cálida mano.

Adrián a sus 27 años y con 2 de ellos dando clases particulares a muchas chicas lindas, jamás se había sentido tan atraído. Él tenía una simpática novia con quien la relación iba viento en popa pero lo que sentía por Sheyla era muy fuerte e instintivo, así que cuando su alumnita llegaba puntual todos los días a las 6pm, él la esperaba con la ventana abierta para contemplar como su cuerpecito se acercaba contorneándose por la calle e imaginando que rico sería poseerla si es que se pudiera, que buen polvo se echaría con esa dulce chiquilla de 17.

Adrián vivía sólo. Su departamento era casi todo salón de clases, sólo una división partía la sala de la habitación. A pesar de su libertad era un hombre correcto y fiel y prefería no meterse en problemas con su chica ni con nadie.

Sheyla, luego del roce, cerró los ojos tratando de pensar que sólo imaginó a su maestro viéndola con deseo. Al abrirlos, notó que él, igual que ella, temblaba e intentaba disculparse. Sheyla tomó sus cosas apresurada, empujó la silla y se dirigió a la puerta con paso firme, él la seguía confundido:

disculpe señorita, no quise…

yo… me tengo que ir…

La sujetó despacio del brazo y la acercó a su cuerpo:

disculpe, no quise ofenderla…

Ella no aguantó más e imaginando que sería la última vez que lo vería le dio un beso. Inmediatamente su maestro respondió abrazándola fuerte, con la mente en blanco y atendiendo al deseo latente de sus instintos. Sus grandes manos se colocaron primero en su espalda y luego bajaron al culito, ella soltó las cosas, lo tomó del cuello apretándolo a sus finos, rosados y húmedos labios. "Sigue" le dijo, "apriétame más", le pidió. Ni corto, ni perezoso levantándola del piso la cargó al cuarto y colocándola en la cama se empezó a desnudar, retiró la camisa de su peludo y firme pecho, se sacó los zapatos y desabrochó su pantalón dejando su bronceado cuerpo sólo con la ropa interior la misma que casi no tapaba la erección de su gran miembro. Saltó sobre ella bajándole el cierre del vestido y mientras la besaba sacó su pecho del sostén para acariciarlo con las dos manos. Sus senos eran firmes y tersos. Bajó poco a poco los labios y humedeció sus pezones rosados largamente con su cálida lengua. Su pene estaba caliente y ella lo sentía duro entre sus piernas y a través del calzón su cocha palpitaba por tenerlo dentro.

Se acordó de Bruno, aquel chico que fue su enamorado y con el que había perdido la virginidad y no había punto de comparación. Su maestro estaba enseñándole como debe ser un verdadero calentamiento antes de la penetración.

Le retiró el calzón y colocó su miembro sobre los labios de su concha. Estaban bien lubricados de tanta excitación así que empezó a juguetear con su bien dotado pene sobre su cosita sin penetrarla todavía de un lado a otro una y otra vez. Este movimiento la volvía loca. Él se dio cuenta de esto y decidió postergar la entrada para lamerla entera. Luego bajó y entre sus piernas continuó lamiéndola, puso las manos en sus nalguitas como quien saborea una deliciosa y jugosa fruta haciendo que la chiquilla gritara de placer. Entonces Adrián se colocó sobre ella levantando hacia los lados sus bellas piernas con ambas manos y la penetró poco a poco hasta que quedó todo su muñeco apretado en la vagina. La cama comenzó a crujir, la alumnita temblaba de gozo repitiendo: "así, así… sigue Adrián…"

Bastaron un par de minutos para que la diera y la explosión fue tan intempestiva como abundante, que, retirándola por temor a embarazarla, salpicó a su alumna sobre el vientre al mismo tiempo que se le escapaba un grito de placer que sacudió el lugar.

Luego de lo ocurrido, ambos permanecieron el resto de la hora desnudos sobre la cama acariciándose y conociéndose un poco más, de pronto él se dio cuenta de la hora "Niña linda, debes irte o se preocuparán por ti", a lo que ella respondió "yo quisiera quedarme toda la noche contigo", entonces Adrián le explicó que eso sería muy difícil, que él había disfrutado mucho de estar con ella pero que no podría volver a suceder porque tenía un compromiso. Ella reaccionó con naturalidad pues sabía de la situación desde que lo conoció y ante la sorpresa de su maestro respondió "No importa, me conformaré estando contigo cada tarde". Al principio esta respuesta hizo palidecer a Adrián pero se sello el pacto de modo tácito con una sonrisa de complicidad.

Y así fue, no pasaron ni una sola tarde sin desaprovecharla. Lo tomaron como parte de las lecciones y también en esta faceta ella se aplicaba con dedicación y esmero cumpliendo con las instrucciones que él daba. Todo continuó hasta el final del verano en que el padre de ella fue trasladado a otra ciudad.

Más adelante les contaré cada lección aprendida y disfrutada por los dos.