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Candor a la alemana

en Interracial

Un carnaval en Alemania

En un mes de febrero, ya muy lejano en el calendario de los recuerdos, ibamos caminando con dos amigos alemanes y un costarricense rumbo a la estación de ferrocarril de una ciudad alemana llamada Dortmund. Ellos se llamaban Franz, Jürgen y Rafael. Ambos alemanes conocían sobre notas de guitarra así como su interpretación, y por tanto iban armados con sus respectivos instrumentos. Nosotros, los dos latinos, fungíamos de cantantes; era carnaval y nadie prestaba atención a la calidad de las interpretaciones las cuales eran solamente dos: Guantanamera y La bamba.

Nuestro destino era la ciudad de Düsseldorf a orillas del río Rin y famosa por sus festividades carnestoléndicas, época en la cual el pueblo alemán deja su disciplina y puntualidad para entregarse a la juerga y la celebración. Camino de la estación nos dio hambre y sed; decidimos dirigirnos a un bar-restaurant de renombre situado en el centro de dicha ciudad. La tarde ya estaba avanzada y el sitio se encontraba a media luz. De todas formas entramos allí para calmar nuestra sed y apetito.

Franz y Jürgen abrieron la pesada puerta antañona y se dirigieron directamente a la barra; Rafael y yo echamos un vistazo hacia una mesa larga, pues al final de ella estaban sentadas dos chicas muy atractivas. Una rubia de pelo ensortijado y corto, con ojos de sueño azul; labios gruesos y resecos; vestía una maxifalda y un suéter blanco de manga larga. Al frente suyo una coqueta chica de pelo lacio y corto de color castaño oscuro; nariz respingada y ojos muy alegres; una piel más tersa que la porcelana; labios pequeños pero muy carnosos; una minifalda roja y un suéter negro con trenzas a su espalda eran su atuendo; no era muy alta, alrededor de 1,60 mts. Observé fijamente aquel rostro de muñeca viviente.

Rafael y yo intercambiamos miradas de complicidad y nos lanzamos como chacales, en pos de la cacería huyente, hacia ellas; las chicas sonrieron y se hicieron las apáticas, no dándose por aludidas. Rafael se encaminó directamente a la rubia y yo acerqué una silla para entablar conversación con la más pequeña; las saludamos y las invitamos a una cerveza; rehusaron. No dimos nuestro brazo a torcer y seguimos bromeando para sacarles una sonrisa de aceptación; ellas intercambiaban miradas divertidas y nosotros aguijoneábamos con nuestras palabras.

Los dos alemanes llegaron en nuestra ayuda sin  quererlo, pues comenzaron a rasgar las cuerdas de la guitarra y arrancamos con la ya mencionada canción de Guantanamera; luego La bamba y después tomaron asiento con nosotros. Ello rompió el hielo; ellas entonces aceptaron la cerveza y entramos en conversación. Les interesaba mucho saber de qué país veníamos y cuánto tiempo teníamos en Alemania; alabaron la capacidad para expresarnos en su idioma; bueno, y así temas similares.

Yo me le acerqué más a la pequeña chica cuyo nombre era Cecilia. Mi mente se acordó de un solo brinco de una canción famosa y de moda por aquellos años de un grupo llamado Simon and Garfunkel, pero callé para no apabullarla con tanto ataque frontal. En realidad estaba como un caramelo aquella alemanita coqueta y dicharachera.

Fui al baño y al retornar a su lado no me senté en mi silla, sino que me acurruqué en frente suyo, posé mis manos sobre sus rodillas, le besé la juntura de sus piernas y esperé su reacción; sólo sonrió indefensa y buscó apoyo dirigiéndose a su amiga, continuamos conversando; ambas reían mucho con nuestras ocurrencias hasta que decidieron irse pues se les hacía tarde para tomar el tranvía; además, estaba comenzando a nevar. Se despidieron y salieron en medio de carcajadas. 

Franz, serio, nos indagó secamente si les habíamos preguntado por el teléfono o dirección; ahora comprendíamos sus risas burlonas. Rafael y yo salimos en estampida hacia la cercana parada del tranvía; apenas pudimos ver que nos hacían señas de adiós. Regresamos a soportar las burlas de ellos y los pocos presentes en el lugar; comimos y luego decidimos retornar a nuestra residencia estudiantil porque las líneas del ferrocarril habían suspendido su servicio a causa de la tormenta de nieve.

El futuro es benigno

El final del invierno se presentaba alegre y matizaba los días con esporádicas apariciones del sol radiante ocasionando que las temperaturas no fueran tan gélidas. Un día cualquiera regresaba yo del centro de dicha ciudad y entré a una panadería para beber un chocolate y comerme un croissant. Tomé sitio en una mesa alta; la señora me trajo la bebida  y un recien horneado panecillo al tiempo que me deseaba buen provecho. Yo bebía chocolate y masticaba el panecillo, lo terminé y pedí otro.

Intempestivamente se abre la puerta de la panadería y entra una chica muy nerviosa y apurada solicitando una docena de pancitos, así como media docena de croissants; la señora la atiende parsimoniosamente, en ese momento yo carraspeo para llamar su atención; la chica gira, mira de reojo y lanza una exclamación de sincera alegría: -"¡Agturo*!, ¿tú aquí?, ¡qué sorpresa!"-. [*Los alemanes tienen mucho problema para pronunciar nuestra r intermedia y la rr.] 

Cecilia vestía esa mañana un traje de paño compuesto de un saco y maxifalda; era la época de la transición de la mini a la maxifalda; una bufanda roja le envolvía su cuello para protegerla del frío invernal. Sus manos temblaron al poner las monedas sobre el platillo para pagar y se me acercó para solicitarme un favor: -"Bébete pronto tu chocolate y me ayudas a cargar los panes hasta la inmobiliaria donde trabajo, no es lejos, ven"-. Su risilla nerviosa me cautivó y convenció al instante.

Le entregué a la señora la taza con su plato, pagué y salimos de allí con sus panes y croissants; ella no hallaba cómo iniciar una conversación, el inesperado reencuentro la ponía fuera de balanza. Hablábamos sobre tonterías interrumpidas por sus preguntas sobre mí; le expliqué que vivía muy cerca de allí y que a veces en las noches pasaba, con otros amigos, por un centro deportivo en el cual tenían servicio de sauna. Ella aseveró conocer el lugar porque también iba allí a sudar un rato de vez en cuando, comer algo y beberse una cerveza. Intercambiamos nuestras direcciones y mi teléfono; ella estaba recien mudada y aún no le habían instalado el aparato en su apartamento que compartía con otra chica.

Llegamos a la oficina de la inmobiliaria, le entregué la bolsa con sus panes y acordamos que nos encontraríamos en el centro deportivo en uno de esos días siguientes, pero no fijamos cita alguna. Otro error mío. Entre el apretón de manos y el intento de beso en su mejilla me olvidé de ese detalle. Caí en cuenta al abrir la puerta de mi cuarto en la residencia estudiantil. Me tranquilicé pensando que ya conocía su sitio de trabajo y podía ir a buscarla allí cuando yo quisiera. 

Yo necesitaba en ese momento urgentemente una chica para consolarme, pues me acababa de separar de mi amiga francesa y las huellas estaban muy frescas todavía. Esta criatura divina me venía como anillo al dedo y por ello decidí buscarla en aquel sitio de esparcimiento deportivo. Varias noches estuve allí con mis amigos comiendo, jugando a los dados; pero ella no se aparecía. Los fines de semana se iba a su pueblo a visitar a su familia; estaba muy tierna aún, sólo contaba con 19 años. 

Una semana después del encuentro con ella en la panadería me fui solo al susodicho lugar; me senté en la barra para platicar con la dueña así como beber una fría cerveza pilsen. Estábamos enfrascados en una tonta conversación sobre el tiempo cuando escuché unas voces masculinas que venían por el pasillo que daba acceso a los salones de la sauna. Entraron al bar y tomaron asiento en una mesa; uno de ellos le dijo a su vecino que hiciera espacio para una chica que llegaría enseguida.

La dueña y yo proseguimos con nuestra charla luego de que ella le sirviera las bebidas a los veteranos; en ese momento vi que uno de ellos le hacía señas a alguien para que se acercara. Era ella que venía de la sauna cargando un maletín deportivo. Yo la estudiaba por el espejo; vestía un jean negro militar y suelto que permitía admirar la sinuosidad de su trasero; un suéter rojo de manga larga con cuello alto que resaltaba sus pechos firmes; unos zapatos negros de tacón mediano completaban su atuendo. Giré sobre mí mismo y la miré fijamente; su sorpresa fue muy espontánea y sincera: -"¡Agturo!, ¿qué haces tú aquí?, siempre te encuentro donde menos lo espero; ven y te presento al jefe de la inmobiliaria en donde trabajo"-. Me acerqué e hicimos la presentación del caso, tomé una silla y me senté a su lado.

Los veteranos charlaban sobre sus negocios; ella y yo tratábamos de iniciar una conversación, pero éramos interrumpidos por alguno de ellos. De pronto bostezó dándoles a entender que estaba cansada y señaló que quería irse a casa. Se levantó y fue a la barra para pagar su consumición, se enfundó en su abrigo negro de maxifalda y regresó para alzar su maletín; me miró invitadoramente y me preguntó: -"¿me puedes acompañar hasta mi apartamento?, no es lejos y de paso te muestro donde vivo"-. Asentí mudamente. Los veteranos interrumpieron para despedirse y prosiguieron con sus negocios. 

Est-ce que tu....?

Salimos del lugar, afuera le quité el maletín y me lo eché a mis espaldas, ella me señaló la dirección hacia su morada. Nos internamos en una calle mal iluminada, incluso un poco tétrica. Unas voces grostescas de jovenes se oyeron, eran unos melenudos de mal aspecto; entonces le pasé un brazo por su talle y ella reconoció mi gesto: -"gracias, me das seguridad; no me gusta pasar sola por aquí y menos de noche"-. Sus ojos brillaban con el reflejo del alumbrado, me indicó que al atravesar la avenida estaríamos cerca al edificio de su apartamento.

Llegamos y me quedé parado esperando que ella abriera y se despidiera, pero no fue así. Abrió la puerta, le entregué su maletín, sonrió muy pícaramente y propuso: -"¿quieres subir conmigo?, tengo cerveza y emparedados para comer"-. Nos contemplamos unos instantes; me percaté de que era temprano, asentí y ella se alegró: -"no te arrepentirás, es muy cómodo y bien calientico, agradable; además, Monika, mi compañera, ya está durmiendo; ven, entremos"-. Me haló hacia adentro y comenzamos a subir la escalera hasta el sexto piso. Un minimaratón, ella se divertía.

Los muebles eran bastante espartanos; una cama ancha y un sofá, un armario para la ropa, un lavamanos con un tocador; la ducha y los servicios estaban en el pasillo que unía a ambas habitaciones. Me indicó el sofá y me arrellené allí para ver cómo arreglaba la ropa que traía de la sauna; me trajo una cerveza y continuó con su tarea: -"espera saco todo esto y luego me dedico a ti; ¿estás apurado?, no, no lo creo; ji, ji, ji, ji; enseguida te preparo un emparedado"-. Bebí un sorbo de la pilsen y me dedique a estudiar sus movimientos; se notaba nerviosa e insegura; yo estaba igual. ¿Qué pasaría?....

Termino de colocar la ropa en su lugar y preparó unos sándwiches con baguette -pan francés- salami hungaro picante, queso manchego, tomate, pepino y lechuga; acercó la mesita al sofá para ponerlos allí y volvió para hacerme compañía: -"ahora sí tengo tiempo para ti; pruébalos, seguro que no has cenado y te caerá bien con la cerveza; ven,.... come...."-. 

Fijé mis ojos en los castaños suyos y le disparé un dardo directo: -"Cecilia, you are breaking my heart....."-. Agachó su rostro y paseó la mirada por el apartamento buscando un apoyo que no encontraría, cruzó sus piernas; una mano mía tomó su tersa barbilla para que no me evadiese; estaba insegura, le susurré nuevamente el estribillo de la canción de Simon y Garfunkel: -"Cecilia, you are breaking my heart....."-. Sostuve su barbilla para darle vehemencia a mis frases.

Sus ojos resplandecían, sus labios se entreabrieron pero su voz se negaba; de su garganta emanó un susurro interrogante, leve, casi insonoro: -"¿tienes una amiga?"-. Sus labios entreabiertos y rosadamente carnosos incitaban a acariciárselos; me fui acercando a ella hasta que nuestros ojos no soportaron la carga y se cerraron; posé mi boca sobre la suya; me aparté de ella y contesté en tono muy sereno y confiado: -"tenía una amiga, pero se acabó hace varias semanas"-. 

Ella quiso saber más: -"¿y dónde vivía?, ¿qué hacía?, ¿cómo la conociste?-" Calmé su ansiedad pues yo deseaba seguir adelante con ella y sus preguntas obstaculizaban mi sed de mujer, bebí algo de la cerveza y calmé su inquietud: -"la conocí en una fiesta de carnaval el año pasado; ella hacía una práctica en un instituto de idiomas aquí en Dortmund y ya regresó a Francia, era francesa; no nos veremos más, todo se terminó; ......... tout est fini...."-. Y la abracé.

Nos separamos un momento y me preguntó sonriente: -"¿no quieres saber si tengo un amigo"-; muy seguro de mí le dije simplemente: -"tú eres una chica bien y no estás cada día con uno diferente; no eres una chica fácil, fíjate, llevo ya varias semanas buscándote y sólo hasta hoy logro estar aquí para decirte que me gustas, y mucho..."-.

Posó un dedo sobre mis labios para que silenciara y ella confesó: -"no digas más, yo estuve igual todo el tiempo; el día que nos encontramos en la panadería me iba muriendo de la sorpresa y alegría, viste que tiré las monedas y salí contigo trastabillando; tonto, aquella noche en el restaurant no me pediste ni la dirección ni el teléfono, y esta noche te tuve que rogar que me acompañases; ¿en realidad te estoy rompiendo tu corazón?, ¡uhhh!, dímelo"-. Mis manos hurgaban entre su suéter; ella se defendía mientras me reprochaba por mi torpeza, según su opinión.

Esbocé una mueca sonriente de triunfo y le murmuré a su oído: -"sí mi muñequita querida, sí; you really are breaking my heart-" Sólo repitió suavemente: -"¿soy tu muñequita?"-; y se entregó: -"ven, bésame; te pertenezco"-. Se oyó un solo chasquido de nuestras bocas uniéndose y nuestras lenguas atándose; nuestras manos luchaban ardientemente.

Se dejó atraer sin la menor oposición; sus redondos pechos presionaban asfixiados sobre mi torax, nuestras manos eran un nudo indesatable; me mordió un lóbulo y susurró una frase interrogativa: -"Est-ce que tu veux te coucher ce soir avec moi? - [¿Te quieres acostar conmigo esta noche?]"-. Hablaba francés, reflexioné yo. 

Mi respiración se contuvo ante una proposición tan sincera. Aspiré profundo y la estrujé entre mis brazos sin hacerle daño y afirmé: -"oui"-. []. La frescura de su piel llegó hasta mi olfato, recordé que había estado en la sauna y debería estar totalmente deseable, para lamerla de arriba hasta abajo y viceversa. Me ofreció nuevamente su boca en flor, como capullo en nacimiento; rocé primero la suya con la mía y luego mis labios se fueron adueñando lentamente de los suyos; nuestros efluvios bucales se confundieron; sus suspiros se escucharon: -"¡uhhhmmm, uuuhhhmmm!; déjame respirar"-. 

¿Pasa algo?

La puerta de la habitación estaba abierta aún, ella me explicó que se tenían mucha confianza con su compañera; además, me recalcó que Monika dormía desde hacía mucho rato y no tenía que preocuparme. Nos contemplamos y ella rompió el silencio: -"no te has comido el emparedado; espera lo parto con el cuchillo y lo compartimos; déjame probar de tu cerveza y así no tengo que destapar otra botella"-. Cortó el sándwich en varios trozos pequeños y los fue poniendo en mi boca; ella comía también y bebíamos cerveza del mismo vaso; ambos estábamos inseguros y en realidad no sabíamos cómo continuar, a pesar de que éramos conscientes que en aquella noche ella sería mía y yo suyo; un cuerpo solamente. 

Recogió los restos y los colocó en el lavaplatos; retornó y se paró frente a mí silenciosa y preguntándose qué sucedería a continuación; yo posé mis manos en su trasero y la atrajé hacia mí; trastabilló y se sentó sobre mi regazo a horcajadas; mis manos envolvieron su cintura tratando de subirle el suéter; palpé la tersura de su piel en su torso; ¡que suave!, comprobé y continué introduciendo mis dedos para deshacerla de su prenda. Ya no me pude contener y halé hacia arriba su suéter; allí  entonces saltaron orondos y altivos sus redondos senos que eran coronados por repletas frutillas rosadas. 

Su cabecita se apoyó en mi frente; su nariz rozó la mía y mi lengua empezó a masajear su torso admirable y deseado por mí; mis labios apresaron sus frutillas una a una; ella suspiraba hondamente: -"sí, más; todas tuyas"-. Entretanto, mis manos trataban de bajarle su pantalón; ella no se defendía y observaba mi labor; el cierre de su pantalón cedió y a mi vista quedó la sedosa pantaleta blanca escondiéndose fugazmente tras su mano; ella murmulleó: -"¿qué quieres?; ¿qué buscas?"-. 

Inclinó su cabeza hasta hallar mi hombro y me mordió allí con distracción; insistió con una nueva pregunta: -"¿tu gatote quiere acariciar mi gatita melosa?, ¿eso quiere él?"-. Mis manos luchaban con su jean y yo silenciaba; una mano mía resbaló  entre su pantaleta y su pubis; mi dedo corazón halló la ranura de su historia y se fue introduciendo lento pero seguro entre sus labios vaginales; permanecí tranquilo palpando aquella intimidad, su piedrecilla penosa crecía con el roce de mi dedo y Cecilia aprobaba todas mis caricias; de ella emanaba un aroma fresco pues la sauna la había liberado de todo mal sabor; la fui empujando para que se levantara y así poder quitarle su pantalón.

Ambos de pie, ella con su torso al aire libre, nos abrazamos lujuriosamente; mis manos echaron su jean hacia abajo y éste fue cayendo lentamente hasta sus pies desnudos; ella se aferró a mi cuerpo y me ordenó: -"quitate tu ropa y nos vamos a la cama"-. Sus dedos tremulantes desataron mi correa y bajaron el cierre de mi pantalón; yo me deshice de mi chaleco y camisa; ahora estábamos en paños menores y ella bajo sus ojos curiosos para admirar la erección atrevida de mi miembro; dejó escapar unos leves sonidos: -"¡qué gatote tienes!, ¡uuhhhmmm!"-; al tiempo que halaba el calzoncillo; mi pene saltó pendulante, ella lo asió murmulleando: -"¡uuhhmm, qué duro es!, ji, ji, ji, ji; vamos a la cama"-. 

Se tendió boca arriba y echó sus piernas hacia su pecho; su vulva no estaba cubierta por mucho vello tupido, solamente unos pelitos cortos y ralos; me posicioné en cuatro entre sus piernas y mi glande rozó sus labios mayores; ella posó sus pantorrillas sobre mis hombros suspirando: -"ven a mí, ven a mí pronto; veeen aaaa mííí, síííí"-.     

Inicié la penetración en aquella cosita inundada y estrecha; sus paredes se asían al miembro como caracol a una roca resbalosa; Ceci empezó a gemir desesperada: -"más, más, más hondo; sí, más hondo, más, más; uuuffggg"-. 

Yo me apoyaba sobre mis codos y los dedos de los pies, tenía temor de aplastar aquella frágil y tierna hembra con el peso de mi cuerpo, pero ella deseaba más fogocidad y hombría entre sus entrañas: -"Agturo, por favor; más hondo, más, más hondo; uuggg, aayyyy"-. Paré al oir su queja, no sabía cómo interpretarla: -"¿te duele?, ¿te estoy haciendo daño?"-.    

Su respuesta fue clara e impulsó mi brío: -"no, no Agturo; no me duele ni me haces daño, es que me siento feliz; ........ uhhhmm, muuaahhh; no pares y ven a mí hasta lo más profundo que puedas; ................ continúa, continúa, sí, continúa; mi gatita melosa quiere más gatote; .............más, más hondo Agturo; ............... aaggghhhh, qué fuerte eres; más hondo; uuggghhhh; ahora sí estás bien hondo en mí; al fin eres mío; aaayyyyyyyy, aaaayyyyy Agturo"-. 

Sus suspiros, aullidos y chillidos me daban más ánimo y me apoyaba firmemente para darle el placer que ella pedía. De repente, una voz femenina interrumpió nuestra refriega corporal: -"Ceci, Ceci, ¿te sientes mal?; ¿te están golpeando?; Ceci, contéstame, ya te llego"-. La puerta de la habitación había quedado abierta, la habíamos olvidado totalmente.

De pronto se sentó al borde de la cama una desgarbada rubia flacuchenta envuelta en una dormilona de lana y con aire de preocupación; yo encima de Cecilia forcejeaba para complacerla, y ésta debajo mío resoplaba suspirando; cesamos en nuestro agradable trajín ante tan inesperada visita; nuestro acoplamiento se deshizo y me tendí detrás de Ceci ocultando mi enhiesto miembro entre sus nalgas; la Muñequita se cubrió con su frazada y la calmó: -"Monika, disculpa que te hayamos despertado; me olvidé cerrar la puerta pues creía que ya dormías; estaba muy entretenida con él y,.... bueno.."-. 

La rubiecita sonrió pícaramente y le contradijo segura: -"No Ceci, no dormía; estaba leyendo con la luz de la mesita de noche y escuché toda su conversación desde que llegaron, perdona, fue sin querer; ¿y éste?, ¿es tu amigo?; ¡qué pelo tan negro tiene!; ¿es éste el sureño que me contaste que habías conocido en el carnaval?"-.

Antes de contestarle Cecilia protestóme por mi jugueteo con mis manos en sus senos y vagina: -"cálmate, mira que nos llegó visita sin saberlo"-; y una mano suya se aferró a mis genitales para que cesara en mi exploración; le chupeteé un hombro mientras observaba fijamente a la intrusa; Cecilia respondió a sus preguntas: -"sí, es él; la casualidad quiso que nos encontrasemos; Monika, estamos cansados y queremos dormir; por favor cierra la puerta; buenas noches"-. 

Su vecina se despidió sonriente y comprensiva: -"sí Ceci, ya te lo creo, con tanto trabajo; cerraré la puerta y les deseo que la pasen bien y gocen mucho"-. Escuchamos el CLAC tranquilizador y soltamos ambos una carcajada que apagamos con la almohada. Ella lanzó la cobija hacia un lado y preguntó inocentemente: -"¿y ahora qué hacemos?"-.

Perdón, me resbalé 

Su mano masajeaba ardientemente mis testículos al tiempo que observaba mi reacción; le susurré queda y ardientemente mi deseo extremo en ese momento: -"Muñequita, te quiero dar un beso en tu cosita rica y después beber de las frutillas que coronan tus senos"-; mis palabras fueron un catalizador para ella: -"sí, haz conmigo lo que quieras; Monika ya no vendrá más a interrumpirnos; uhhhmmm, este gatote tuyo, uuhhhm"-. Me arrodillé a su lado para besarle su vulva.

Estaba seductoramente embrujador el sabor de su piel totalmente limpia por los efectos de la sudadera en la sauna; sus poros aún refulgían; la punta de mi lengua horadó en su ombligo y ella se sacudió indefensa: -"¿qué haces conmigo?"-; hice caso omiso a sus palabras, proseguí en mi camino hacia su Monte de Venus trazando jeroglíficos y dejando la húmeda huella de mi saliva sobre su terso cutis Sus manos jugueteaban con mi cabello entre suspiros: -"más, así, continúa; uhhmm"-. 

Mis labios se apoderan de su ralo Monte de Venus; una mano suya aprisiona mi miembro tratando de acercarlo a su boca, pero no se atreve a engullirlo, sólo lo lame y le propina besos; mis manos masajean fuertemente sus nalgas y mis labios se adueñan de uno suyo vaginal; ella exclama entusiasmada: -"sí, lámela, dámele muchos besitos"-; luego el otro, su suave carne íntima me recordaba las almejas recien pescadas; un frenesí irrefrenable se apoderó de mi mente y cuerpo; hallé su perlita penosa y la empecé a saborear con plácido entretenimiento: -"Agturo, me enloqueces; más, más, ven a mí"-. 

Ahora fue ella quien levantó mi barbilla e imploró: -"no me hagas esperar más y ven a mí; soy toda tuya, sírvete"-; y se colocó otra vez en su posición como un pollito asado a la parrilla; tomé mi miembro y empecé a refregarlo entre su abertura; mi glande palpó la humedad de su excitación y empezó a introducirse lentamente entre esas paredes ardientes y deseosas. 

-"Ahora sí estás bien hondo en mí; Agturo, muahhh, eres muy fuerte para mí; no presiones tanto y domínate porque deseo sentirte en mí bastante tiempo"-; cesé mi balanceo para que no sufriera y recordé una frase de mi maestra de artes eróticas en Berlín: <<no eres una máquina, pero hazla feliz; opta por la posición ideal para que ella goce>>.

Sus dedos y uñas se clavaban a mis espaldas mientras lanzaba suspiros insonoros; la aprisioné entre mis brazos y empecé a darle vuelta para que ella quedara sentada en mi regazo; reconoció satisfecha: -"¡oh Agturo!, qué bien me haces!"-. Ahora ella estaba sentada sobre mí, la penetración era total y ella se autosatisfacía porque controlaba toda la acción.

Su cuerpo se balanceaba cadenciosamente de adelante hacia atrás; yo le mordisqueaba sus pendulantes pechos delante de mi rostro, sorbía ávido de sus pequeños y rojizos pezones; su vulva expelía montones de flujos que se extendían por todo mi púbis; nuestras pelvis chasqueaban al rozarse frenéticamente; mis manos oprimían fieramente sus glúteos; ella mordía y lamía mis hombros y lóbulos; echó una mano suya hacia su espalda y buscó mis testículos entre mis muslos; los apretó con tacto y haló para que mi erección se fortaleciera más: -"estoy feliz con todo tu gatote; mi alma arde de dicha con todo él dentro de mí; uuhhmm, ¡y cómo la acaricia!; eres muy fuerte para mí pero delicado y tierno para amar, muah"-. Sólo se oyó el chapoteo del miembro entre su vagina al ella descargar todo el peso de su cuerpo sobre mi regazo. 

En un balanceo suyo mi miembro queda al aire libre y busca donde refugiarse; ella retrocede sus nalgas para permitirme que la penetre; toda su íntima genitalidad está inundada, hasta la parte interna de sus muslos han llegado sus jugos vaginales; mi hombría bamboleante encuentra una cueva e inicia su consabida exploración constatando que esta caverna es algo estrecha pero muy dócil; la Muñequita se inclina para balbucearme protestando: -"¿no te basta con mi gatita melosa?; ji, ji, ji, ji, ¿sabes dónde estás?, es mi culito; ¡glotón insaciable!; me lo estás deflorando, es la primera vez; uhmmmm"-.

La abracé vehemente y me disculpé: .-"perdón, él se resbaló y perdió la dirección; ¿te dolió?"-; me besuqueó para tranquilizarme: -"no, no me duele, estoy muy excitada y mojada, se me dilata fácil mi culito; .....déjalo ahí y sigue pues quiero saber cómo es por atrás; ........... Monika no toma píldoras y su coito con su amigo es siempre anal, me cuenta ella; .......... ven, sigue entrando entre mis nalguitas y no pares; ...........soy toda tuya esta noche y de ahora en adelante; aahhh, nunca me imaginé que me deflorarían el culito; uuuhhhmm, eres muy delicado; ...........  Agturo, te amo, sí, te amo; uhmm, muuahh; tu gatote en mi culito, uhmm; más hondo Agturo, más, uuffffgggg"-. 

Su anito había sido presa de mi fragor sin yo quererlo; un temblor hormigueante fue invadiendo toda mi humanidad y mi pene se endureció más todavía; la envolví entre mis brazos y fui girando con ella hasta colocarla bajo mi cuerpo; nuestra cópula no se desataba un sólo instante pues su esfínter se contraía y anillaba al miembro; ella notó que mi dominio llegaba a su fin y pronto la irrigaría con mi savia seminal, me suplicó tiernamente: -"Agturo, por favor, no te muevas cuando eyacules, me harías daño ahí con tu gatote tan duro; ven, bésame mientras me riegas mis intestinos"-. 

Le di un suave tope con mi pelvis a sus nalgas para iniciar y acelerar la eyaculación; ya no me podía contener más; ella sintió en sus entrañas el pene que cabeceaba expulsando el semen espeso y pesado: -"sí Agturo, así; muahhh, qué caliente es; dámela todita esa leche tuya; aaayyyyy, no empujes; sí, quietico, así"-. Sus piernas eran un nudo sobre mi cadera; apretó fuertemente y luego cayeron sobre el colchón desmadejadamente; permanecí sobre ella lamiéndole el rostro; respiraba desordenadamente y sus brazos encerraban mi cabeza atrayéndola hacia su pecho; sus convulsiones cesaron poco a poco.

-"Gracias, gracias; lástima que no te conocí antes; eres muy fuerte pero tierno para hacer el amor; ¿quieres ser mi amigo?, yo quisiera ser tu amiga, dime, ¿quieres ser mi amigo?, tú me gustas mucho Agturo"-; le aprisioné una oreja con mis labios al tiempo que mi miembro se retiraba de su ano; me tendí a su lado y ella oprimió el pene ansiosa; le musité entonces una frase complaciente: -"sí Muñequita, tú también me gustas mucho y quiero que seas mi amiguita"-.

-"Lindo, lindo todo lo que me dices, lástima que yo no hablo español; sí seré tu amiga, muahh, uhhmmm qué besote; sabes, anda lávate tu gatote porque te lo quiero mimar con mi boca"-; fui hasta el lavamanos dentro de la habitación para aseármelo; ella se aproximó con un champú muy perfumado y lo embadurnó hasta provocar una espuma muy jabonosa, lo enjuagó y lo secó: -"ahora sí te lo puedo acariciar con esta boca que es tuya; muahhh"-.

Ahora sí acertamos

Regresamos a su lecho muy alborozados; mas Monika entró sorpresivamente y nos halló en el instante en que Cecilia se posicionaba para proceder a introducirse el glande en su boca, se disculpó: -"perdón Ceci; pensé que ya habían terminado y dormían, sólo quiero un poco de azúcar para mi té"-. Moni apagó la luz y salió cerrando tras de sí la puerta, pero esta inoportuna aparición le cortó el entusiasmo a Cecilia; la consolé: -"ven, no importa, me lo acaricias con las manos mientras nos dormimos, ya es tarde y mañana tengo que ir al tecnológico y tú a tu trabajo"-.

Se arremilgó en mi hombro y regañó entredientes a Monika: -"esa tonta; cuando viene su amigo ella le pasa el seguro a su puerta"-; ella hablaba y yo le recorría con mis dedos sus espaldas, sus nalgas; tomé una mano suya y la llevé hasta mi miembro para que lo asiera y se distrajera; la besé para que silenciara: -"uhhmm, uhhmm, déjame respirar; bueno, sí, te lo masajeo con mis manos; ¿vienes mañana temprano en la tarde?, estaré más preparada; sabes, mejor me buscas en el trabajo; ¡oohhh!, ¿qué es esto?, ji, ji, ji, ji; no puede ser, si mi hermana te conoce, no te suelta"-. 

Mi hombría se había recuperado de la batalla anterior y se erguía presta a calmar la sed de placer de cualquier chica; ella, muy golosa y al mismo tiempo comprensiva propuso: -"sí ven y me haces tuya; déjame voltearme y me pongo boca abajo; me gusta esa posición para copular; ji, ji, ji, pero mi culito me lo dejas en paz por hoy; ahora te lo quiero envolver en la gatita melosa; ven, tiéndete sobre mí y me la bañas, deseo tus jugos en mi vagina también"-. 

Ella yacía sobre su estómago y abrió sus piernas en compás para facilitar mi acceso a su historia femenina; echó una mano hacia atrás para orientarlo; yo me apoyaba sobre mis manos como haciendo flexiones; mi glande tocó su hendidura y descargué mi cuerpo sobre el suyo; mi pene se introdujo en su vulva de improviso y ella protestó: -"aayyyy Agturo, con cuidado que me arde; ..... así es mejor, dámelo todo pero con mucha mañita, uhhmm, más, más, uhhmm"-; lo hundí todo en su deliciosa cosita linda y me limité a babearle sus hombros; su rostro reposaba de medio lado sobre el almohadón, le lamí sus mejillas y labios; ella sólo suspiró agradecida: -"uhhmmm, estás bien hondo en mi, riégame y dormimos"-. 

Empujó sus nalgas para sentirse más penetrada aún y ello provocó que mi eyaculación se adelantase; esta vez sí inicié un ligero bombeo sobre sus prietas nalguitas y ella lo mismo; murmuró complacida: -"ahora sí tengo tu jugo también ahí donde debe ser; quédate tendido sobre mi cuerpo; quisiera dormirme con él en mí, no te separes, uhhhmm, qué lindo; uuhmm; dame un besito, muaahhh; buenas noches Agturo; qué feliz y contenta me siento, uhhmm"-. Reposé mi rostro sobre su nuca y nuestras respiraciones se conjugaron hasta que el sueño nos venció a ambos; en algún momento de la madrugada me bajé de su cuerpo y la cubrí con mis piernas y brazos. 

Consumación total

En la mañana nos vestimos y salimos de prisa; la acompañé un largo tramo pues el trayecto era el mismo para ambos; al despedirse propuso sería: -"salgo a las cuatro, me buscas y nos venimos para entretenernos; ¿te parece bien?; a esa hora no llega aún Monika, ella viene entre las siete y media y las ocho, a veces más tarde; te espero, muahhhh"-.

Yo acababa de comprar un carro de la marca Volkswagen y de un modelo conocido como escarabajo; decidí sorprenderla y en la tarde me fui en el vehículo para buscarla; me estacioné cerca de su oficina y esperé a que saliera a la calle. En punto a las 4:05 apareció, miró su reloj y se plantó allí; yo encendí el motor y aceleré hasta llegar a ella; los frenos chirrearon y ella saltó hacia atrás exclamando divertida: -"¡Agturo!, ji, ji, ji, ji; ¡tienes un escarabajo!, ¡qué práctico!"-. Abrió la puerta y tomó asiento, nos besamos y ella me indicó: -"vamos al restaurant yugoeslavo, tengo mucho apetito, yo te invito"-. 

El sitio no estaba lejos y hacia allá nos encaminamos. Nos atendieron pronto ya que a esa temprana hora de la tarde estaba casi vacío el restaurant; luego de comer nos fuimos a su apartamento. Ella constató que Monika no estuviera allí y entramos a la habitación; yo de inmediato salté a la cama; colgó su abrigo en la percha y se sentó en la cabecera; mi mano le señaló el lecho y le insinuó que se tendiera junto a mí; anotó coqueta: -"estás muy perfumado y fresco, espera y me ducho"-. 

Y lentamente se desabotonó su suéter, luego la blusa, no tenía brasier y le pregunté por qué, contestó apenada: -"con el brasier me veo muy tetona, mis pechos son muy grandes para mi estatura; sin brasier no se notan tanto"-; yo no pude ocultar una sonrisa burlona y agregué: -"je, je, pero son divinos tus senos; déjame acariciarte tus pezoncitos"-; protestó segura aunque burlona al mismo tiempo; -"no, no, me quiero duchar primero, lavarme bien y  perfumarme; ji, ji, ji, me esperas ahí tranquilito; te destapo una cerveza para que te refresques; muah, ya vuelvo; muaah"-.

Me trajo la cerveza ya destapada y salió hacia la ducha; yo me tendí en la cama impaciente, bebí un largo sorbo y me fui deshaciendo de mi ropa. Tenía razón, me había excedido con mis jabones perfumados y mi loción, un vaho de aroma dulce se escapaba de mi cuerpo; la oía tararear entre el ruido de la ducha; me eché perezosamente en su lecho y una mano mía se encargaba de masajear mi hombría; una ansiosa excitación incontrolable me embargaba; pensé en ir hasta la ducha para sorprenderla, mas el pensamiento de que su amiga podría llegar en cualquier minuto me hizo desistir; bebí de la cerveza y seguí masajeándome distraídamente, mis testículos, el miembro, el púbis; la otra mano sostenía el vaso con pilsen.

Entró y soltó una estruendosa carcajada: -"ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja, ja; Agturo, ¿qué haces?, ja, ja, ja, ja; todo desnudo y con ese gatote tan despierto; ja, ja, ja, ja, ¿no tienes frío?, espera y enciendo la calefacción"-; así lo hizo y vino a hacerme compañía: -"haz espacio para mí; bbrrrr, qué cuarto tan frío, bbbrrr; Monika apagó el automático esta mañana; qué caliente estás, ven abrígame; sí, así, espera y lo acomodo a este gatote tuyo tan impaciente"-.

Nos cubrimos con su cobija invernal; ambos de frente yacíamos en su lecho, mi pene se refregaba contra su vientre; ella se burló de mí: -"ji, ji, ji; ¿te estabas masturbando?, ¿no podías esperar a que volviese?; ¡aaayyy!, no que me duele con tanta empujadera tuya en mi estómago y ombligo; cálmate, ¿sí?; ya estoy a tu lado; ven, acaríciame y bésame para que se me quite este frío, bbbrrr; dame tu boca y tu lengua; uuhhhhmmmm, ¡tan brusco no!"-.

La estrujé tiernamente para complacerla, ella se separó un poco para contarme sus peripecias laborales: -"sabes, me llamó Monika al trabajo para decirme que no la habíamos dejado dormir; ji, ji, ji, que mis gritos y tus bufidos la habían excitado tanto que se había tenido que masturbar para dormirse, ji, ji, ji"-; hablaba mientras que los dedos de una mano suya oprimían ávidamente mi miembro; mis dedos hurgaban en todas sus ranuras: -"préstame atención, qué mano tan inquieta la tuya; uuhhhmm, déjame hablar, uuhhhmmm; Agturo, por favor,..... ji, ji, ji, escúchame; te dejo que me poseas pero si te quedas esta noche aquí, ¿me entiendes?, trajiste el carro y eso es por alguna razón"-.  

Ni había pensado yo en ese detalle; había ido con mi vehículo por comodidad y la tranquilicé: -"Muñequita linda, vine en él porque de aquí salgo mañana directo al tecnológico, traje mis libros y demás cosas, podemos desayunar juntos y te llevo a la oficina"-; me contempló perpleja y agradablemente sorprendida: -"Agturo, perdóname pero creí que tenías algo para esta noche; sí es una buena idea; entonces, ¿te quedas hasta mañana conmigo?"-; asentí: -"sí, muah"-.

Luego de un lujurioso y largo beso ella se apartó para interrogarme: -"Agturo, dime una cosa, ¿tanto te excito que te tienes que masturbar aunque yo esté cerca de ti?; ¿por qué no fuiste a la ducha?, hubiésemos hecho como en la canción: ..... making love in the afternoon...; prefiero que lo hagas conmigo y no solo; además, debe ser muy lindo con ambos cuerpos enjabonados y resbalosos, esta noche lo hacemos; ¿sí?, estoy muy sedienta de ti........"-.

Me miró esperando mi respuesta; mis manos no se cansaban de estrujarla y palparla; ella oprimía ardorosa mi pene, asentí a su interrogación: -"sí, sí, me excitas mucho porque estás muy bella, divina y sabrosa; sí, ahora más tarde vamos a la ducha y hacemos el amor allá, bien enjabonados; verás que la penetración es mucho más suave en la cosita y sobre todo en el culito, disfrutarás más porque el miembro entra y sale fácilmente y el roce es mayor"-. 

Me mordió un lóbulo, apretó voraz mi hombría y me indagó lujuriosa: -"¿mi culito?, ¿te gustó estar en él?, ¿por qué?"-; hice lo mismo, le hablé a su oído: -"porque lo tienes redondo, paradito, duro y es un buen refugio para mi hermanito aquí abajo, estrecho y excitante"-; manifestó estar de acuerdo: -"sí, me causó mucho placer sentirte en mí ahí atrás, todo eso tuyo tan fuerte, uuhhhm;  y ahora, ¿qué quieres que hagamos?, estoy enterita a tu disposición"-.

Mi mano se fue hasta sus senos y se los acaricié uno tras el otro, enfaticé mis gestos con palabras: -"tus pechos, tus pechos; quiero que me amamantes, tus frutillas rosaditas quiero"-; me animó: -"tómalos, sí, tómalos"-. Se recostó contra la cabecera de su cama advirtiéndome: -"ahora sí, acaríciamelos todo lo que quieras, pero no me los muerdas como anoche ni tires los pezones con los dientes; solamente me les das besitos y me los chupas con cariño, sin halármelos con tus labios, son muy sensibles, ¿sí?; tómalos"-. Me acerqué a su pecho para realizar su deseo. 

Se los acaricié muy mimosamente y ello la entusiasmó hasta tal punto que me susurró incitadora: -"déjame hacerte lo que no pude anoche; ahora voy a terminar lo que empecé anoche; ahora voy a probar con mi boca de este gatote tan atrevido que tienes aquí; ¿quieres?"-. Me erguí y prácticamente me senté sobre su pecho; su cabeza quedó presa entre mis muslos y mi miembro frente a su rostro; pasé una mano por debajo de su cabeza para acercar su boca al glande; abrió sus labios y lo tomó entre ellos; la punta de su lengua giraba sobre la cabeza hinchada de mi hombría; lo soltó e indagó: -"¿te gusta así?"-; aprobé silencioso y ella envolvió golosamente el glande nuevamente entre sus labios.

Chupaba y chupaba, yo sostenía su cabeza para su comodidad; sus manos se aferraban a mis nalgas para atraerme hacia ella; succionaba desesperada entre gemidos sordos míos y suyos. Súbitamente giré mi rostro hacia mi izquierda y vi que su vecina nos espiaba tras la puerta, me hizo una seña de silencio con su dedo sobre su boca; Ceci no se percató ya que estaba entretenida con mi pene y mi cuerpo le impedía visión alguna, sólo mi púbis y pelvis podía apreciar al abrir sus ojos. 

Mi miembro empezó a dar señales de querer eyacular, ella lo notó y cesó para implorarme: -"Agturo, ven, ven; en mí, en mí; ven a mí pronto, pronto"-. Me bajé de su pecho y ella tiró sus piernas hacia su pecho; la vagina se me ofrecía con todo su esplendor; Ceci introdujo dos dedos en ella y luego untó mi pene con sus jugos: -"ven, es tuya, házmela feliz, no esperes más; uuuufffffff, sí, sí, Agturo, sí, sí, uuuuffff, máááás hondo; lindo, bello, uuggggmmmm, uuhhmm"-.

Sus piernas se apoyaban en mis brazos y mi pelvis golpeaba reciamente la suya; mi pene la penetraba profundamente y salía totalmente húmedo de su vulva en rítmico vaivén; gritó desesperada: -"tu lengua, dame tu lengua también"-. 

Mi cuerpo se desplomó sobre el suyo; ella resoplaba ahogada entre mis besos y jugos que la inundaban hasta desbordarse; permanecimos así bastante rato, ambos mudos pero felices; de pronto se oyó un CLAC; despertó de su clímax: -"¿qué fue eso?, ¿escuchaste?, uhh, ¿qué fue eso?"-; la tranquilicé, aunque yo sabía que era su amiga cerrando la puerta tras haber contemplado nuestra refriega coital: -"eso fue el viento que empujó la puerta, dame tus senos"-; levantó su pecho para que le acariciase sus frutillas; suspiraba dichosa y complacida: -"aaahh, uuuhhmm, qué lindo es hacer el amor contigo; uuhm, aaahhh, me siento muy feliz; muaahh, gracias Agturo, gracias; uhmm, aahh; esta noche lo hacemos en la ducha y en el sofá, ¿sí?; hago todo lo que me pidas; uuhhmm; qué lindo es estar enamorada, muahhh;... no con los dedos no; acaríciame la gatita con tu boca, con tu lengua, con tus labios, como anoche; uuhhhhhmmmm...."-.

Así se inició una muy intensa y romántica relación con esta joven chica alemana que procedía de un pueblo cercano a la ciudad de Dortmund en el centro de Alemania. Ella me hizo olvidar a la francesa, aunque Cecilia a veces me preguntaba por ella porque todo estaba muy reciente aún. Yo me limitaba a satisfacerla carnalmente y así se olvidaba de todo ese romance mío anterior con la franchute. Terminábamos coitando frenéticamente y luego se disculpaba por sus celos. Seis meses más tarde finalizó la relación  porque yo empecé a preparar el regreso a mi país -Venezuela- y no quería dramas en la despedida.