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Lanas y pieles suaves (2)

en Fetichismo

LANAS Y PIELES SUAVES... continuación

ya no había vuelta atrás, mi pasión secreta me había traicionado

Mientras Lidia me guiaba tirando de la cadenilla, por un corredor que nos conducía a los aposentos de Madame, sentía el roce del ruedo de la falda sobre mis medias, lo cual me producía aún más placer y mi pene trataba de liberarse de su prisión. Al parecer, élla se dio cuenta, pues se detuvo y levantándome la falda me dio un fuerte palmazo en los genitales que me hizo gritar de dolor. Voy a tener que hacer algo para que no goces sin el permiso de Madame – me dijo, y agarrando la cadenilla sujeta al aro en mi nariz y las argollas en los pezones, tiró de élla haciéndome gritar nuevamente. Me condujo a una habitación sin ventanas, con un closet en una de sus paredes.

De él saco un par de esposas de cuero y colocando mis brazos a la espalda, me las puso, dejándome así sin posibilidad alguna de reaccionar ante el sufrimiento que me estaba provocando y el que vendría más adelante. Tomando el sujetador para el pene que tenía puesto, me lo sacó y en su lugar me colocó un anillo con pequeñas púas que encajó en mi miembro un poco más abajo del glande. Estaba sujeto por un cordón de seda que pasó hacia atrás, encajándolo en mi ano y lo amarró al portaligas. De este modo, si mi pene trataba de ponerse erecto por el deseo, las púas se iban a enterrar en la piel y la carne y el dolor me quitaría toda ansia de goce. Ahora sí estaba comenzando a tomarle el peso a la situación en que me había colocado mi debilidad por la ropa femenina y si bien el anhelo oculto de sentirme esclavizada me hacía realizarme con lo que me estaba anconteciendo, no podía negar una cierta dosis de temor ante el hecho de que ahora era un mero objeto de placer en manos de unos travestis que sabían lo que querían.

Una vez que terminó, me arregló la falda y ya me iba a tirar nuevamente, cuando apareció otra "chica", que tuve que reconocer era preciosa, bien maquillada, vestía una túnica de raso estampada y se podía apreciar que no llevaba ropa interior debajo, pues los pezones de sus pechos se notaban bajo la tela. Las piernas enfundadas en una medias brillantes color visón y unos zapatos de taco aguja preciosos, color beige. Su nombre era Sofía, ya que Lidia se encargó de que lo supiera yo al preguntarle que deseaba.

Ella se acercó a mi, y acariciando el chaquetón que tenía puesto, me dijo - asi que tu eres la putita de Madame. Bueno ella desea que te preparen un poquito más y que Lidia te deje suavecita totalmente – dicho esto, me llevaron nuevamente al salón de belleza, donde hicieron que me arrodillara y estirara mi cabeza hacia delante para que, según me di cuenta después, no ensuciar las prendas que tenía puestas con mi cabello, pues tomando una rasuradora, Lidia me dejó totalmente rapado, seguido de lo cual, esta vez con una develladora, me sacó las cejas. Después, Sofía me hechó espuma de afeitar en la cabeza y la frente y me afeitó completamente, dejándome peladita y sin cejas. Me limpiaron, me rociaron con el mismo perfume y se dispusieron a llevarme ante Madame, no sin antes colocarme un gorro precioso de mouton blanco, que hacía juego con el chaquetón.

No podía negar que todo esto me había excitado, pero al sentir las agujas del anillo clavándose en mi piel, tuve que hacer un esfuerzo y calmarme. Realmente me veía como una esclava elegante, pues pude mirarme en uno de los espejos. Lidia, al darse cuenta, me dijo – ¿Te gusta, putita ?, bueno ahora estas lista para que Madame se dé un gusto contigo, aunque veo que falta algo,- diciendo lo cual me hizo apoyar la cabeza en el sillón y levantándome la falda, me metió un consolador que tendría unos 22 cms. por lo menos, hasta el fondo, haciéndome dar un grito de dolor. Después, con un toque de sadismo, comenzó a meterlo y sacarlo, para producirme un orgasmo, que yo trataba a toda costa de evitar por el dolor que me provocaba el anillo en mi pene.

Las lágrimas por el sufrimiento me corrieron el maquillaje, en vista de lo cual me lo dejó encajado, y bajándome la falda, me hizo levantarme, procediendo a maquillarme de nuevo. Una vez terminado, me tomaron de los brazos y me encaminaron nuevamente a los aposentos de mi señora, para entregarle a su nueva esclava, que ya no volvería a ser un hombre. El sentir el consolador encajado en mi ano me producía sensaciones encontradas, pues por un lado sentía el dolor por la dilatación, y por otro, me hacía sentirme una puta preparada para su entrega.

Al llegar a lo que en realidad era una suite de lujo, alfombrada de muro a muro en color blanco, pude apreciar en primer lugar una gran cama, cubierta por una colcha de piel de zorro blanco y unos cojines de la misma piel, haciendo juego. Reclinada en élla, estaba Madame, mi señora, esperando a su esclava. Si cuando la ví en la vereda, al principio de todo, la encontré preciosa, ahora quedé maravillada ( ya había aceptado mi nueva condición de puta para su placer ) ante lo que vieron mis ojos.

Estaba desnuda, cubierta solo por un chaquetón de zorro plateado, que hacía resaltar la suavidad y blancura de su piel. Sus piernas enfundadas en un par de medias color humo y los pies dentro de una chalas preciosas de charol negro con un taco aguja que invitaban a sufrir con ellas. Sus pechos erectos, tenían un tamaño que para mi gusto, eran hermosos. Su pubis estaba totalmente depilado, resaltando en el centro un pene que tendría unos 20 cms. por lo menos, levemente rosado, sin circuncidar y que al verme élla, comenzó rápidamente a erguirse y engrosar, demostrándo con eso que su esclava era excitante a su vista.

Lidia y Sofía me hicieron arrodillarme ante élla, quien les hizo una seña para que se retiraran. Después se levantó de la cama y parándose ante mi, me dijo – ¿Te gustó como te dejaron, putita mía ?, ahora vas a conocer al que será tu amo y señor – dicho lo cual me colocó su pene en la boca, que yo abrí para que lo metiera hasta mi garganta, lamiéndolo con mis labios y lengua. Mientras, me sacó el gorro y comenzó a acariciarme la cabeza afeitada, diciéndome – Así te quiero, sin ningún pelo en el cuerpo y dispuesta para mi placer. Luego de un instante, eyaculó y me tragué su semen, dejando limpio su miembro

suavemente rosado y tierno. Me ordenó pararme y colocar mi cabeza sobre la piel de la cama, me levantó la falda y tomando el consolador me lo sacó de un tirón, haciendo que diera un grito de dolor. Te quedó un buen agujero – me dijo – asi que tendrás uno de estos metido en tu culito todo el tiempo, para que quede bien domesticado. ¿Entendiste, esclava?. Si mi señora – dije – cumpliré todos sus deseos, pues estoy para su placer. En mi interior, trataba de rebelarme, pero la realidad era que el estar vestida con prendas tan hermosas y suaves, sentirme tratada como una esclava por una hermosa travesti, para lo cual me habían depilado toda, me tenía goteando dentro del condón y si no fuera por el anillo con púas, habría eyaculado hacía rato.

Se colocó detrás de mí y tomándome de las caderas, me clavó su pene hasta que sentí sus testículos golpeando mi culo, y al ver que no gritaba, ya que entró mientras estaba dilatado, comenzó un mete y saca feroz, que me hizo mover mi trasero por el placer que me estaba provocando, a pesar del dolor por las púas del anillo que se estaban incrustando en mi pene. Cuando sentí que estaba a punto de acabar, lo sacó de un golpe y tomándome la cabeza, me lo metió en la boca para terminar de eyacular. El sabor de su semen, unido al de

mi ano, que impregnaba su delicioso pene, terminaron por hacerme acabar aún con el dolor

que me provocaba el dichoso anillo. Las agujas se clavaron en mi miembro, haciéndome sangrar, provocando manchas en mis medias. Al darse cuenta Madame, me dio un fuerte palmazo en los testículos, lo que provocó la inmediata relajación de mi pene, debido al dolor. Entonces soltó el cordón y me sacó el anillo, limpiándome después con un algodón impregnado con un desinfectante y cicatrizante, según me dijo. Aliviada, pensé que mis torturas habían terminado, pero estaba muy equivocado. De su velador, tomó una aguja para piercing y tomando la piel del glande de mi pene, la estiró y la atravesó. Di un grito de dolor, mitigado por la piel de la cama sobre la cual estaba apoyada mi cara. Luego de perforarla, me colocó un arito de oro, igual al que tenía puesto en la nariz, para que no pudiera masturbarme sin su permiso, me dijo, pues impedía la manipulación. Me colocó otro condón y me hizo levantar, arreglándome ella la falda, que volvió a acariciar mis piernas.

Después, me saco las esposas que sujetaban mis brazos, y colocándose de espaldas a mí, me ordenó que le sacara el chaquetón que tenía puesto. Mis manos tomaron esa prenda hermosa y se la saqué lentamente, saboreando su exquisita suavidad y su perfume, mientras iba descubriendo su cuerpo maravilloso. Después me hizo dejarlo sobre la cama y ahí pudo apreciar la erección que yo estaba teniendo y que se destacaba debajo de la falda. ¿Te gusta mucho, verdad esclava?- me dijo – ahora puedes acariciar tus ropas y gozar con éllas, mientras te digo cuales serán tus obligaciones a partir de ahora.- Mi señora es realmente hermosa, y es muy generosa con su esclava, al permitirme usar esta ropa tan bella – dije, mientras acariciaba el chaquetón y la falda que llevaba puesta, hasta que sentí que empezaba a eyacular, llenando de semen el condon. Se dio cuenta de éllo al ver mi cara, y enojada, me hizo tirarme sobre la alfombra y que levantara mi falda para dejar mi culo al aire. Se sentó en la cama y colocando el taco aguja de una de su chalas en mi ano, comenzó a metermelo todo, mientras yo sentía que iba desgarrándome.

Una vez lo tuvo adentro, me dio un empujón con la suela, lo cual provocó mi caída y que el taco saliera de golpe, haciéndome dar un grito de dolor. – Lámelo, puta, así aprenderás a que sólo podrás acabar si te lo permito – me dijo, mientras colocaba el taco de la chala ensangrentado y con restos de tejido anal en mi boca. Mientras lo hacía, sólo atinaba a pensar en que diría mi esposa al enterarse de las humillaciones a las que había llegado, por haberme dejado llevar por mi deseo hacia la ropa suave y hermosa de mujer. Todo esto, además del dolor de mi culo roto, hicieron salir lágrimas en mis ojos, que hicieron que se corriera el maquillaje y fuera objeto de más castigo por ello.

continuará........

me escribirán para contarme si les sigue gustando ? adriana_pielsuave@yahoo.es