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Compartiendo a mi mujer (02: Sexo en las Cíes)

en Voyerismo

Vacaciones en las islas Cíes

Gracias por todos los comentarios que nos habéis mandado. De manera que continuaré escribiendo la historia a partir del punto en donde dejé la anterior. Espero que os guste. Igualmente podéis escribirnos lo que os parece nuestra relación tanto a mí (xavialonso5@hotmail.com) como a ella (veronica_feltrer@hotmail.com). Estaremos encantados de saber de vosotros.

Después de saciarse mutuamente sobre la playa, ambos se quedaron tumbados en la arena, descansando mientras el personal que había estado contemplando la escena se iba marchando poco a poco hasta quedarme nuevamente solo. Pero no se dedicaron a un nuevo asalto de placer, sino que ambos recogieron las cosas y volvieron al camping.

Ya en el camping se hicieron las presentaciones de rigor. Primero la normal, él la llevó hasta el grupo que formaban sus amigos y se la presentó. Y luego la menos normal, después de haber estado follando a la vista de todos supongo que lo que menos esperaba es que Vero viniese hasta mí y me presentase como su marido. La verdad es que la cara de desconcierto del muchacho fue bastante evidente y supongo que mayor fue todavía al vernos entrar en la tienda (yo todavía no había saciado mi deseo) directos a entregarnos al placer (supongo que era él quien esperaba volver a penetrar a mi mujer en la tienda).

Esa tarde discurrió normalmente y la pasamos como turistas normales, visitando parte de la isla. Pero por la noche la cosa volvió a subir de tono. Los italianos nos invitaron a una cena frugal que hacían. Eran tres parejas y tres solteros. La velada fue bastante amena y divertida y la verdad es que me estaba poniendo a mil viendo como el “amigo” de mi mujer la devoraba con la mirada, solicitando de manera evidente sus atenciones. Además, nos habíamos enterado que justo al día siguiente por la tarde se marchaban de vuelta a Italia.

Al final las tres parejas se retiraron a “dormir”, por lo que todos los demás dimos la fiesta por terminada. Nos retiramos a nuestras tiendas, a excepción de Vero y su amigo, que se quedaron hablando a solas. Al rato, Vero vino hasta la tienda y me dijo (con una amplia sonrisa) que iba a dar una vuelta por el camino a ver si le bajaba un poco la bebida.

Era evidente la clase de paseo que iban a dar, así que, nuevamente excitado, fui tras ellos en cuanto vi que desaparecían por el camino. Estuve un rato siguiendo el camino, hasta que los vi a un lado del camino, sobre una mesa de picnic para turistas. Me fui acercando con cuidado, observando la escena mientras buscaba un buen sitio para mirar.

Vero estaba sobre la mesa, desnuda, tumbada boca arriba y con las piernas abiertas disfrutaba con la cabeza de él entre las piernas. Conseguí situarme muy cerca de ellos y gracias a la luz de la luna veía perfectamente como jugaba entre sus muslos, como se incorporaba para besarle las tetas y como su mano se movía rítmicamente entre los muslos de ella, (supongo que penetrándola con los dedos mientras la besaba).

Estuvieron jugando un buen rato, hasta que Vero sucumbió a los labios del italiano. La vi retorciéndose de placer, gimiendo, con las manos sobre la cabeza de él, abriendo y cerrando los muslos.

Que decir tiene que para ese entonces, y aprovechando mi soledad, ya tenía mi propia polla entre las manos, masturbándome lentamente con el espectáculo que ofrecía mi mujer.

A continuación fue él quien se tumbó sobre la mesa, boca arriba y dejando que los labios de mi mujer empezasen a jugar con su erecto miembro. Vero movía la cabeza arriba y abajo lentamente, aumentando poco a poco y yo hacía otro tanto con mi mano, masturbándome al mismo ritmo que veía hacerlo a mi mujer.

No tardaron mucho en cambiar de posición. Vero se subió a la mesa y se montó a horcajadas sobre su amante, dejándose caer lentamente sobre su falo y penetrándose a medida que lo hacía.

Yo estaba a punto de estallar de excitación viendo como aquel tremendo pene entraba y salía de la vagina de mi mujer. Viendo como ella movía sus caderas adelante y atrás, imaginando como sus músculos vaginales se aferraban a la polla de aquel semental. Pero quería aguantar, correrme justo cuando ellos también lo hiciesen.

Los oía gemir dulcemente, la cara de él se incorporaba de vez en cuando a besarle los pechos, su mano jugaba entre las nalgas de mi mujer, podía ver como su dedo jugaba con la entrada del ano y como ella le dejaba hacer.

No sé el tiempo que llevaba observándolos cuando me pareció oír voces detrás de mí. Eran los otros dos italianos que también se habían decidido a ver que hacía aquella pareja paseando a solas por la noche. Se acercaron bastante a mí y, aunque se quedaron en el camino sin ocultarse, si no me vieron todavía era porque estaban absortos (y excitados) contemplando como mi mujer cabalgaba apasionadamente a su amigo.

Y así estuvieron, sin percatarse de mi presencia, hasta que unos cinco minutos más tarde mi mujer empezó a dar síntomas de estar llegando a un nuevo orgasmo. Moviéndose desesperadamente, subiendo y bajando, gritando de placer. Fue entonces, cuando totalmente fuera de mí al ver a mi mujer corriéndose no pude aguantar y lancé salvas de honor al arbusto tras el que me ocultaba. Fue entonces cuando algún gemido me traicionó y los dos hombres se sorprendieron de verme allí con la polla en la mano.

Aunque tampoco perdieron de vista a la pareja, al igual que yo, viendo como él cada vez aumentaba más su ritmo (con mi mujer sobre él moviéndose suavemente) y como sacando su verga con una mano consiguió correrse fuera de Vero, apoyando su verga en su entrepierna y lanzando chorros de semen sobre sus nalgas.

Debo reconocer que en aquel momento me sentí tremendamente humillado y avergonzado. Mi mujer y su amigo los habían visto y por fuerza me vi obligado a salir de mi escondite, con los pantalones por lo tobillos. Estaba ridículo y Vero me lo hizo notar con esas carcajadas suyas que tanto me gustan.

Pero el ambiente se hizo más distendido mientras, comiéndosela con los ojos con toda la lujuria del mundo se liaron unos porros y allí mismo, sentados sobre la mesa, Vero completamente desnuda, tapada únicamente con la camisa por los hombros, nos los fumamos, charlando de nuestros gustos especiales y de lo que podíamos hacer aquella noche. Vero decidía. Eso lo tenía bastante claro.

Es evidente que la velada (la última velada para ellos allí) no acabó aquí, pero tampoco es plan de contarlo todo... de momento.

Espero que hayáis disfrutado leyendo tanto como Vero y yo lo hemos hecho al recordarlo para vosotros.

Vero y Xavi