miprimita.com

Vampire

en Otros Textos

Vampire.

Por, Arkangel Galadriel.

 

La miro a través de la ventana. Te miro. Revivo las anteriores visitas... tú te despiertas presintiendo mi presencia, abres la ventana recibiéndome en tu alcoba. Al principio con mucha frecuencia... entraba y te arrebataba tu líquido vital... sólo lo justo para satisfacerme y no dañarte. Con el tiempo tu bello rostro se tornó más mortecino. Señal inequívoca de que mi sed te estaba matando... Mis visitas nocturnas se redujeron hasta ser esporádicas pues el mayor de los pecados sería robar al mundo tan hermosa criatura. Tú, que por tu propia voluntad te me has sometido y te me entregas sin temor aún a sabiendas que puedo destrozarte si lo deseo...

Y lo deseo...

No espero más, entro por la ventana con sigilo, y te sigo contemplando. Esta vez sin el cristal por medio. Apenas cubierta por las finas sábanas de seda que dejan trasparentar tu desnudez... me vuelve a la memoria, tan claro como si lo estuviera viendo, nuestros primeros encuentros, por entonces te vestías al dormir... pronto dejaste de hacerlo y me esperabas tal como ahora, mostrando toda tu belleza sin pudor.

Me presientes y despiertas. Tus ojos enseguida me encuentran y brillan con algo que no puedo identificar, te levantas y te pones ante mí, esperando a que tome a que he venido a buscar.

No lo sabes.

No.

No sabes que ya me he saciado y no es ése el motivo de mi visita. Sigo sin moverme. Me interrogas con tu mirada y sólo encuentras unos ojos oscuros que no reflejan emoción alguna. Los míos.

Me inclino sobre ti, mi objetivo es tu cuello y lo sabes. Te me acercas, ladeas la cabeza y me lo ofreces. Mis labios tocan tu piel y mi lengua te degusta, con fuerza te aferras a mí. Mis colmillos rozan tu piel y contienes la respiración, cierras tus ojos anticipándote al dolor... Pero éste no se produce... mis labios siguen acariciando tu piel. Mantienes la tensión en tus músculos. Sé que dudas de mis intenciones pues nunca había roto la rutina... hasta ahora. Sientes miedo... lo noto... siento como recorre todo tu cuerpo y entra por el mío. Me embriaga esa sensación... Sigo lamiendo tu cuello con todo el cuidado que soy capaz, mientras deslizo mis dedos por tu largo cabello.

Sé lo que pasa por tus pensamientos, puedo leerlos... temes que me he haya cansado de ti y cumpla con el fatal hado que crees que está descrito para ti. Aún así, no te importa, pues crees ser merecedora de tal fatalidad. Pobre idiota... ¡Qué lejos estás de la verdad!

Me separo de ti... todavía tienes los ojos cerrados. Sé que nunca has intentado resistirte y que no lo harás ahora. Tu indefensión me fascina.

Te tomo en mis brazos, te recuesto en la cama. Muestro mi poder sobre ti... el poder de hacer contigo lo que me plazca... lo que quiera... lo que desee. No dejo de observar tus rasgos mientras con las yemas de mis dedos trazo el relieve de tu rostro suavemente, luego desciendo por tu cuello, tu pecho, tu estómago, allí detengo la mano.

Noto un cambio en tus sensaciones; tu miedo desciende pero aumenta otra sensación... puedo sentirla, es similar a lo que siento cuando mi saliva y tu sangre se unen en mi boca. Como si necesitara calmar la sed y lo que la apagase lo tuviera justamente delante... interesante...

Tienes los labios entreabiertos, me atraen, me llaman. Me inclino sobre ti y los poseo. No reaccionas a mí... todavía. Me separo un poco y te dedico una sonrisa. Una despiadada sonrisa.

No he olvidado mi mano, detenida en tu abdomen. La desciendo hasta llegar a tus rizos... sin titubeo y sin demora, profano tu lugar sagrado, ése que nadie ha tocado.

Una caricia. Un gemido se escapa de tu garganta y enmudeces en tu boca. Me ha gustado como todo tu ser se ha contraído. Ese movimiento de la cabeza hacia atrás. La súbita tensión en tus facciones que dura lo que un suspiro y la relajación posterior. Me gusta este modo de martirio, así que vuelvo a hacerlo y obtengo el mismo efecto.

Percibo un calor en ti, unas ansias que te devoran ¿Las sientes? ¿Las sientes como las siento yo? Esa misma tortura que cuando quiero beber más de ti y no puedo. No sabes como me has hecho sufrir, pequeña.

Ahora te toca a ti.

Extraigo la mano intrusa y observo el flujo transparente que envuelve mis dedos. Sonrío por ser yo quien te ha llevado hasta ese estado. Me miras sin comprender. Entonces yo descubro mis colmillos apenas iluminados por la tenue luz de la luna. Veo como te estremeces cuando los perfilo con mi lengua, despacio recorriendo el contorno. De ese modo te hago saber que pronto los sentirás en ti. Y no te hago esperar más. Tomo tu boca con la mía mientras tú te me rindes una vez más con pasividad. Yo busco tu lengua, quiero tentarte, hacer que reacciones, que me exijas, te someteré a una dulce agonía... No quieres, no importa, tengo más recursos.

Mis manos recorren de arriba abajo tu desnudez. Poco a poco vas despertando a las sensaciones, por fin tus labios se mueven contra los míos. Tus instintos toman las riendas, y te aventuras a explorar mi boca, a unirte a mi juego... te detienes al contacto con un colmillo. Vuelves a tener conciencia de con quien estás... y te detienes.

Me molestas. Prefiero una muestra de odio que tu estoicismo. Prefiero tener un motivo para forzarte y someterte... tal vez el verdadero reto sea conseguir lo contrario, destrozar esa imperturbabilidad bajo la que te cubres.

A esto he venido esta noche... a esto y a algo más...

Sabes que estoy jugando contigo, pero no el porqué. Eso tampoco importa. Lo verás tú misma.

Te vuelvo a besar, esta vez con menos delicadeza, hundiendo mis dedos en tu pelo pero con cuidado de no clavar mis afiladas y vítreas uñas.

Cautiva bajo mi peso, uso mis rodillas para separar tus piernas. Tú ni siquiera te debates a mi incursión. Mi mano cobra vida para volver a ese lugar cálido que casi te arranca un gemido.

Cruelmente introduzco dos dedos, mis uñas desgarran tu delicada piel, tu cuerpo se convulsiona y un leve grito de dolor se escapa de sus labios. el daño recorre tu cuerpo y atraviesa el mío.

Por primera vez producir dolor no me conforta.

Aparto mi mano de ti y a mis sentidos llega un familiar y ansiado aroma. Interpongo mi mano entre nuestros rostros de modo que puedas verla. El líquido rojo que baña mis dedos es ahora negro a la luz de la luna.

Tus cristalinos ojos todavía reflejan el dolor. En cambio no dejas de mirarme ¿por qué no me odias? Te odio porque no te entiendo. Quiero hacerte daño, pero no me dejas. Todo lo que te hago es tolerado con total sumisión. Te vuelvo a odiar por ello.

Sangre...

Limpio con mi voraz lengua el delicioso líquido. La sed se ha despertado. Quiero más. Desciendo por tu cuerpo y devoro el paraíso que tienes entre las piernas, limpiando atentamente el daño causado, succionando el elixir que me da la vida, intentando no tocar con mis colmillos tu suave carne expuesta.

Te empiezas a mover contra mí de modo inconsciente. Mis caricias surgen efecto. Interiormente río. Vuelves a exigirme, durante un momento tomas las riendas, te aventuras una vez más a desinhibirte, a olvidar tu pasividad. Y no pienso desaprovechar el momento, voy a averiguar a dónde me va a llevar esto.

Mi lengua recorre cada pliegue, mis labios acarician allí donde te hace perder el control. A mis sentidos llega la misma sensación de antes y descubro que es tan fuerte que supera mi sed, mi ansia. Ahora mis sentidos los dominas tú.

Me arrebatas mi poder, me doblegas ante ti. Y la ironía es que tú, pequeña, eres ignorante de todo ello.

Una pasión visceral que nace por debajo de tu estómago. Tu cuerpo habla y yo escucho, me pide más. De nuevo coloco los dedos en tu entrada. Esta vez con leves movimientos voy introduciéndolos, muy despacio. Mientras mantengo los suaves ataques de mis besos en tu sensibilidad y las caricias de mi lengua.

Aumentas la cadencia de tus embestidas y sólo tengo que acompasarme a tu ritmo. Leves sonidos huyen de tu boca, me conformaré con ellos, es más de lo que he conseguido antes. No sé por qué, eso me satisface.

Una nueva sensación se manifiesta en ti. Me obliga a cerrar los ojos como te ocurre a ti.

No detengo mis atenciones, pero estoy a punto de perder la concentración. Abro los ojos para no perderme en la embriagadora sensación que lo nubla todo. Mis ojos abiertos ya no ven. Noto como tu cuerpo se tensa y ha dejado de moverse, como se arquea y contienes el aire durante incontables segundos, para luego dejar escapar un hondo suspiro.

Tu cuerpo se relaja, pero...

Esto no ha terminado. Tu cuerpo sigue hablando y de repente lo sé. Rápido asciendo por tu cuerpo te obligo a mirarme. Mi mano vuelve al lugar que parece hecho para ella y frenética te acaricia exprimiendo cada retazo de placer no aflorado. Me abrazas tomando mi cuello. Hundes la cabeza en mi hombro y contra la tela te obligo a gritar. Ese sonido salvaje y descontrolado llega a mis oídos. No me detengo, sé que todavía no debo hacerlo.

Leo en tu cuerpo como debo tocarte, por eso sigo mi labor... tus brazos me atenazan más. Otro espasmo te sacude y yo lo siento en mi piel. Sin aire, sin fuerzas, en cambio no me sueltas...

Ya doy mi trabajo por terminado. Quiero irme pero no me dejas. Tiras de mí hacia abajo. Depositas mi cabeza en tu pecho.

Tiemblas, sollozas. Exiges...

Me gusta.

Oigo tu corazón latir rápido, desesperado, su ritmo me martillea la cabeza... parece susurrar algo... cosas que nunca has dicho... cosas que tal vez con el tiempo encuentres palabras para explicar...

Será divertido esperar hasta ese momento.

Tus manos buscan una entrada hacia mi piel, tiran insistentes de mis ropas. Las detengo capturándolas con las mías. Pongo distancia por medio. Me miras sin entender, yo sólo las beso con cuidado.

Pequeña, te esfuerzas en vano. apenas percibo el calor que emanan de las manos que ahora beso. Pero, sentir a través de ti ha sido algo nuevo, tendré que acostumbrarme a eso... quizá sea un comienzo, quizá con tiempo... Demasiadas preguntas sin respuesta.

Es la hora. Me alejo, me voy.

Me detienes, me atas.

Te aferras a la tela de mi brazo. Mas, comprendes mi prisa y con pesar me sueltas, mi lejanía te estremece y tus lágrimas mueren sobre las sábanas.

Llego a la ventana, allí me detengo y te miro una última vez. Sólo veo pureza y todo aquello que no merezco. Maldigo mi suerte. Maldigo el conocerte. Maldigo regresar a este lugar. Maldigo mi necesidad de ti.

El viento sopla y las cortinas se agitan. Vuelves a estar sola... y maldices. Maldices tu suerte, maldices el conocerme sin vida, maldices lo muros testigos de tu tórrida pasión, maldices tu enloquecido amor.

 

-FIN-