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La Señorita Cecilia muestra...

en Voyerismo

Esta historia está basada en otra que encontré en la web, habiéndola adaptado...

Cuando tenía 12 años, estaba terminando el colegio primario. Mis padres decidieron entonces contratar una profesora particular, para que fuese a su casa y me ayudara a prepararme para comenzar al año siguiente el colegio secundario.

Antes que nada, me presento: me llamo Iván, y esta historia que les cuento sucedió hace exactamente 10 años. Vivo en Montevideo, Uruguay.

La señorita Cecilia, mi profesora particular, era una mujer de unos 35 años, castaña, con el pelo largo, 1.70m de altura, muy bonita a mi entender de entonces. Estaba casada, y tenía un hijo pequeño. Era muy cariñosa conmigo, me abrazaba todo el tiempo y me llenaba de besos. A mí me encantaba que hiciese eso y la quería mucho.

Ella me gustaba secretamente, pero lo que me gustaba aún más era mirar las cosas que no tenía permitido mirar.

La profesora Cecilia estaba embarazada por aquel entonces y un día se puso un vestido demasiado corto para los 6 meses que llevaba, así que al sentarse tenía que abrir bastante las piernas, lo que dejaba completamente a la vista su bombacha. Era una bombacha ni muy pequeña ni muy grande, blanca y de algodón, sin ningún tipo de detalle.

Ella se dio cuenta de que me había pasado toda la clase mirando por debajo de su falda y a partir de ese día empezó a usar siempre vestidos cortos.

Empecé a darme cuenta de que no solo a mí me gustaba mirarla, sino que a ella parecía agradarle que yo la mirase, ya que siempre se colocaba de forma tal que yo pudiese dar rienda suelta a mi debilidad por sus prendas íntimas. Tanto la observaba que empecé a distraerme al hacer los ejercicios y me equivocaba.

Iván, no te concentrás y lo haces todo mal. Si no prestás más atención a tus tareas tendré que decírselo a tu madre. ¿No te das cuenta de que si no mejoras en el colegio tu madre no te dejará venir más a mis clases y no podrás prepararte tan bien para el colegio? ¿Querés que pase eso?...

No, yo la quiero mucho señorita Cecilia, y no quiero dejar de venir a sus clases.

Pues prometeme que a partir de ahora vas a prestar más atención a mis explicaciones...

Se lo prometo...

Tengo una duda, Iván. Acaso te distraes porque te gusta verme la bombacha?...

Yo no podía creer que me hubiese descubierto. Bajé la vista y no dije nada porque sentía mucha vergüenza.

Iván..., ¿te gusta verme la bombacha?...

Sí, confesé con la cara roja..., es muy linda...

Bueno, vamos a hacer una cosa: Si me prometes que vas a sacar buenas notas en el colegio, y si tanto te gusta, yo voy a dejar que me veas la bombacha siempre que vengas a mis clases. Pero no tenés que decírselo a nadie, ¿eh?...

No se lo diré a nadie...

Muy bien, pues para que veas que no te miento, vayamos al sillón. Si me prometes que no vas a contárselo a nadie, y que vas hacer los deberes en tu casa, te la muestro ahora mismo. ¿Me lo prometes?

Sí, señorita.

Bien, entonces acercate. Mira, esta falda me queda pequeña por culpa de la barriga. ¿Has visto desnuda alguna vez a una chica embarazada?...

Yo negué con la cabeza mientras ella se levantaba el vestido por encima de la barriga. Usaba una bombacha muy bonita, y su barriga estaba muy gorda, parecía a punto de reventar.

Tocame la barriga si quieres. Podés pasar la mano por donde quieras, este será nuestro pequeño secreto.

Se la toqué con cuidado, porque tenía miedo de hacerle daño. Luego empecé a bajar y toqué la delicada tela blanca de su bombacha.

La señorita Cecilia se la apartó un poco y me enseñó su concha, que estaba bastante peluda. Yo la acaricié, me gustaba el suave tacto de sus pelos y noté que empezaba a mojarse. Me explicó que ese era el lugar por donde salían los bebes y luego ella también me tocó a mí. Me gustaba tocar su concha porque era muy suave.

Al poco tiempo tuvo el bebé y mi madre me llevó a verla al hospital. Vi cómo amamantaba a su hijo y me quedé como hipnotizado, cosa de la que ella también se dio cuenta. Al cabo del rato le pidió a mi madre que bajase al bar a comprarle una gaseosa, pero quería que yo me quedase para hacerle compañía, así que mi madre se fue sola.

¿Has visto cómo toma el bebé la leche de mis pechos? ¿Te gusta?

Sí... ¿Tienes leche en los dos?

Sí, cariño, en los dos. Ven, acércate antes de que venga alguien.

Me acerqué a ella y vi cómo tomaba su otra teta con una mano y se apretaba los pezones con los dedos, lo que hizo que saliese un hilo de leche. Unas blancas gotas cayeron por sus pechos que ahora parecían más grandes que antes.

Son más grandes, ¿verdad?. Eso es porque están cargados de leche. El médico me dijo que tengo demasiada leche, tanta que si quisiera podría dar de mamar a otro bebé. Así que para que no te pongas celoso de la niña, a partir de ahora cuando vengas a casa dejaré que tú también mames la leche de mis pechos.

Mojó un dedo con unas cuantas gotas de leche y me dijo que se lo chupara para que me fuera acostumbrando al sabor. Era un poco diferente al de la leche normal, pero no estaba mala.

Cuando la señorita Cecilia salió del hospital, fui a su casa para ver cómo estaba.

Pasa Iván, estoy en el cuarto. ¿Cómo estás?.

Bien. He venido para ver si ya está bien.

Ya estoy mejor, gracias. Pero vos viniste a otra cosa, ¿verdad?...

Sí... El otro día me dijo que si venía a visitarla... me dejaría mamar de sus pechos como el bebé.

Y no te mentí. Sentate aquí que nadie nos va a molestar. Mira, primero me doy un masaje en los pechos, así... ¿ves?. Tocalos con las manos y apretalos despacito, así se me va calentando la leche. Ahora poné la boquita en el pezón y comenza a chupar... Así, eso hará que me salga más leche.

Yo chupaba y notaba cómo la leche fluía de sus pechos y caía caliente por mi garganta. Era una sensación que, aunque debía haberla vivido con mi madre cuando era pequeño, no la recordaba en absoluto..., aunque me encantaba.

La señorita Cecilia llevaba una bata abierta, con sólo una bombachita celeste debajo. Parte de sus pelos se escapaban por los costados de la bombacha, que era mucho más pequeña que las que usaba cuando estaba embarazada.

Desde que tuve al bebé y tengo tanta leche soy la mujer más feliz del mundo. Ahora chúpame el otro, muy bien. ¿Has visto cuánta leche tengo?...

Así pasamos el resto del año: durante dos meses, chupaba sus tetas para tomar su leche..., luego, simplemente por gusto.

Las clases me las daba generalmente en bombacha y corpiño y le encantaba sentarse en mis muslos.

Pero en la vida, todo tiene un final..., y al comenzar el siguiente curso, tuve que irme a otra ciudad por el colegio, y no volví a verla...

Hasta ayer, cuando viajando en el colectivo, la vi pasar con su marido y 3 hijos..., lo cual trajo a mi mente todos aquellos recuerdos...