DULCE BOMBON
Me la presentó un conocido mío como su novia, vivo en una pequeña ciudad, así que podéis suponer que posteriormente nos hemos encontrado por casualidad solos en varias ocasiones. Siempre sonreía y ponía un énfasis exagerado en escuchar las cuatro frases que intercambiabamos. Alguna vez llegó a invitarme sutilmente a comer, y yo tonto de mi no entendía la indirecta. Hasta que por fin se decidió y directamente un día me invitó a su casa a tomar un café.
Por fin llegó el día, y yo desde el amanecer estaba como un flan. Fui a trabajar, esto es un decir, porque mi mente estaba en aquella chica. ¿qué iba a ocurrir?, ¿si me ha invitado a su casa es porque quiere sexo?, ¿saldrá con su novio, o lo habrán dejado?, por lo que sé, su novio, o ex, no trabaja en la ciudad, y suele llegar bastante tarde, o.. ¿estará de vacaciones y nos juntaremos los tres?,...
No estaba seguro si llegar a su casa, así que opté por dejar el ascensor y subir por las escaleras, despacito, meditando, subo o no subo, mejor me doy la vuelta,... ¿dónde vas cobarde?. Una vez en el rellano mi dedo tembloroso se dirigió hacia el timbre y el sonido de mi corazón no dejó escuchar el ding-dong del timbre. Se abrió la puerta y a través de mis entrecerrados ojos llegué a adivinar esa silueta con que estas últimas noches había soñado, senos pequeños, cintura extremadamente delgada y culo ancho, pero no caído, prieto, terso y respingón.
Después de saludarnos, y cerciorarme que estábamos solos en casa nos dirigimos a la salita, ella delante, mostrándome a través de sus vaqueros ese culo que tanto había deseado, yo detrás, me pesaban la piernas, lento, inseguro, sin embargo envalentonado, ya que había llegado hasta aquí, no podía desaprovechar la ocasión
Tenía preparado el café y pastas de todo tipo, y al servirlo pude ver como al agacharse su camisa se abría y mostraba como sus pechos se bamboleaban enfundados en el sujetador. Se sentó a mi lado y rozó su pierna como la mía, instintivamente la aparté, mis nervios me jugaban malas pasadas, al momento me di cuenta de mi error y poco a poco la fui acercando.
Al comer un bombón me ensucie los dedos y como buena anfitriona se dispuso a limpiarlos, tomó mi mano e introdujo suavemente un dedo dentro de su boca, era cálida, suave, su lengua envolvía mi dedo a la vez que lo metía y sacaba dulcemente, después siguió con otro, y cuando acabó acercó sus labios a los míos, aguardó unos segundos, cerró los ojos y me besó apasionadamente. Yo todavía perplejo pero con mi polla tiesa me limitaba a aceptar lo que pasaba,¡vaya tia!, no me ha preguntado si quería hacer el amor y ya se ha puesto a atacar, y yo que hago, ¿no debería acariciarla, besarla, comérmela, ...follármela, destrozarla?. Así que empecé a reseguir con un dedo su cuerpo desde su rodilla, pasando por sus caderas, su fina cintura y llegué a una de sus tetas, ahí paré y la acaricié suavemente, enredando a través de la camisa su pezoncito que ya lo tenía erecto. Después la abarqué con la mano y apreté, solté y volví a apretar más fuerte, gimió y dejó de besarme, levantó la cabeza, esperó, su respiración se volvió irregular, ¿qué le pasa?, ¿así que quiere que siga apretando la muy golfa?, ¿le gusta el dolor?, voy a comprobarlo. Seguí apretando su teta y volvió a gemir, no había duda, con dos dedos retorcí a la vez su pezón y su respiración se volvía mas profunda, estrujé su pecho y salía de su boca un quejido entrecortado pero placentero. La guié hasta el suelo y la dejé a cuatro patas, no se como lo hice, pero me atreví, ahí tenía a esa chica a mi merced, para hacerle lo que quisiera, así que era hora de ponerme a pensar y buscar situaciones que fueran placenteras para los dos.
Me senté de nuevo en el sofá, puse los pies sobre su espalda y me fumé un cigarro. No dijo nada, no se movió, y eso que de vez en cuando la ceniza del cigarro la echaba en la canalilla de su culo.
La mandé que se quedara en bragas, advirtiéndola que mas valía que fueran pequeñas y que no se viera ni un pelo de su pubis si no quería ser castigada. Se deshizo de la blusa, del sujetador y por fin vi sus pequeñas perillas de San Juan, sus oscuros pezones que seguían erectos, siguió quitándose el pantalón y se quedó frente a mi, mostrándome unas pequeñas braguitas que no eran tangas, apenas cubrían su arreglada mata, o ¿estaría depilada completamente? Más adelante lo comprobaría. Se distinguían sus labios, como si del Cañón del Colorado se tratase, y en medio, su desfiladero húmedo, mojado invitaba a secárselo.
Con esta pinta le mandé que me diera el cafecito untado en su pezones, así que cogió la taza, o más bien cogió su teta y la metió en le café, y seguidamente la otra, no debía estar muy caliente porque no se quejó, y después sorbí sus pezónes sabor café, primero uno y después el otro, mientras las gotas recorrían su vientre y se paraban en su braguita tiñéndola de tonos marrones. Las tetas se introducían en mi boca sin ninguna dificultad y aprovechaba para mamarlas, comerlas y masticarlas sin importarme si le hacía daño o no, pues sabía que de todas formas le gustaría.
Como soy goloso abrí un bombón y con una mirada a su conejito ella sabía lo que quería, se apartó hacia un lado la braga y mostró todo su coñete abierto para mí, así comprobé que sus labios estaban depilados y sus pliegues mostraban lo húmeda que se encontraba su raja. Colocó el bombón en la entrada de su agujero y con la mano abierta, la palma tocando su clítoris y los dedos sobre el dulce, como si estuviera masturbándose, con un pequeño movimiento hizo que desapareciera de mi vista, su cara mostraba un gran placer y continuó masajeandose unos segundos más.
Las dos cosas que más me gustan en el mundo, dulce y sexo, unidas en una sola, quien lo hubiera imaginado, una chica que apenas conozco proporcionándome semejante placer.
Me olvidé por un momento de su coño y como estaba que reventaba me bajé los pantalones y los calzoncillos mostrándole mi dura polla frente a su cara. La tomó entre sus manos y la frotó de arriba abajo, contemplando como mis líquidos salían por el agujerito de mi dolorido glande. No podía más, le agarré por detrás de la nuca y la obligué a mamarla, sin consideración se la introduje hasta el fondo de la garganta y me estuve así un rato, para que comprobara que el que mandaba era yo. Ella resoplaba, tomaba y expulsaba el aire por la nariz haciendo que mi vello se erizara, estaba a punto de correrme y todavía no habíamos echo mas que empezar. La saqué bruscamente, la volví a meter de la misma forma, así varias veces hasta que no pude más, busqué su tacita de café y me corrí en ella. El semen se hundía fundiéndose con la aromática bebida mientras ella me masturbaba con una mano. Sé que hubiera gozado corriéndome dentro de ella pero en ese instante es lo que se me ocurrió, quería que se tomara aquel brebaje a mi salud, y así lo hizo, dio vueltas con una cucharilla y sin ninguna actitud de desagrado lo bebió hasta el fondo.
Me acordé del bombón introducido en su chochete, bueno, es mentira, de su coño no podría olvidarme, y siguiendo con nuestro juego coloqué una mano en su raja, noté un espasmo, el calor que desprendía, su humedad, la suavidad y quise masturbarla, sus labios se deslizaban ondulantemente por su entrepierna cuando presionaba el clítoris a un lado y al otro, dos dedos se introdujeron sin querer en aquella cueva y empujaron hasta el fondo aquel objeto de deseo de muchas mujeres (el bombón), y hombres. Sus caderas se movían al son de sus jadeos, y su agujero se comió otros dos dedos más. Gritó, gritó, apoyó su espalda encima de la mesita, agarró mi antebrazo con sus manos e hizo un intento de introducir mas mi mano hasta que noté sus fluidos correr por entre mis dedos, eran pegajosos de color rojizo y con olor a licor. No tardamos en darnos cuenta que el bombón de licor cedió entre sus paredes y provocó un estallido de placer para los dos, pues ella gozó de su orgasmo, y yo me deleite de la mezcla de sabores que desprendía su cálido chochito.
Descasamos un rato y me di cuenta de lo débil que estaba siendo con ella, así que busqué por su casa y encontré lo que quería, cinta adhesiva de la que se utiliza para las cajas de cartón. Se tumbó de nuevo boca abajo en la mesita del salón, le até las manos a las patas de la mesa. Sus rodillas quedaron encima de la mesa, le desprendí sus pequeñas braguitas con fuerza y una oscura entrada se divisó entre la raja de su culo. Con un dedo recorrí desde su espalda aquella línea del placer, llegué a su ojete y se estremeció, continué por su vagina, su clítoris y descubrí una pequeña mata de vello encima de su rajita. Tiré de ella y su culo se levantó más, vi como su ano se moría de ganas por que le introdujeran algo.
Coloqué unos cojines en su vientre, apoyé sus pies en el suelo y los até a la mesa, su culo quedaba abierto, mostrándome todo su resplandor y a la altura adecuada. Me lo comí todo, su coño, su culo, sus muslos, todo. Recogía sus jugos con la lengua y los depositaba en su ojete, la introducía, la sacaba, ella disfrutaba, mi polla también, pues empezaba a ponerse tiesa, se la introduje por chocho sin avisar y la recibió con mucho agrado. Notaba como me la succionaba, sus culo se movía con excitación, su ojete también quería abrirse, así que introduje un dedo que se coló hasta el fondo. Gimió y se dejó llevar por el placer.
Igualmente, sin avisar la saqué de repente, la dejé vacía, sin su juguete de placer, su coño quedó abierto, esperando algo que no llegaba. Fui a la cocina a por una tarrina de margarina dispuesto a metersela por el culo. Unté un dedo y así fue, dentro de un solo movimiento. Metí dos dedos, metí tres, a esta chica no le hacía falta lubricante. Introduje mi polla con cuidado, no hizo falta, hasta dentro en un santiamén y comencé como dicen en las américas a bombear. Mi placer era máximo, la presión de su esfínter en mi pene me hacía disfrutar como nunca, no me cansaba de meter y sacar, sus gritos contribuían a nuestro placer. Cuando no pude mas acabé dentro de ella en una de las corridas más largas de mi historia.
Hice que me la limpiara con la lengua. Yo no sé si hubiera sido capaz, pero en fin, los placeres del sexo no deben ser recriminados. Por detrás recogí con la mano todos los fluidos que pude y se los introduje en su boca. Ella los deleitaba y los apreciaba por que fueron recogidos por la propia mano de su amo.
El tabaco se acabó, así que me vestí y le dije que me iba a comprar. Se me ocurrió que ella, no se porqué, quedaría castigada de esta forma, atada a la mesa y enseñando sus atributos bien abiertos hasta que volviera de nuevo al piso, pensé que la espera sería humillante. Asintió sumisamente. Cerré la puerta e instintivamente me eché la mano al pantalón y rápidamente al pomo de la puerta, la intenté abrir en vano. Qué tonto soy, no he cogido sus llaves, los nervios me han traicionado, ¿qué hago?, mejor me voy.
Pasaron los días y así, por casualidad, me encontré con ella y con su novio. Quería meter la cabeza en un hoyo pero no lo encontré. Mi sonrisa y mi quebrada voz mostraba mi nerviosismo. Sus sonrisas no supe interpretarlas. No se si aquel excitante día se escapó o la encontró su novio en esa guisa, no quise preguntarlo nunca aunque me quedé con las ganas, pues cada vez que nos encontramos solos en la calle desviamos la conversación hacia otros temas.