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Lo conocí por Internet (2)

en Interracial

Llegaba el viernes, me había visto con Manuel durante tres días seguidos, nuestras tardes de pasión las vivíamos en su apartamento gracias a que los problemas con su esposa habían echo que ella se fuera a vivir un tiempo con su madre.

Entonces con todo el tiempo disponible, hacíamos y deshacíamos en cada cuarto, en el comedor, en la sala, en la cocina, yo procuraba llegar temprano a casa para esperar la llegada de mi hijo del colegio.

Como les comenté en mi anterior relato "lo conocí por Internet", Manuel me hizo una invitación para pasar ese fin de semana en su finca a las afueras de la ciudad, yo acepté de inmediato pegarme la escapada con mi nuevo amante, le pedí a mi mejor amiga que cuidara de mis hijos por esos tres días, y que yo estaría de vuelta el domingo por la tarde.

Arreglé mi maleta con delgadísimos vestidos de baño, de esos que son pequeños triangulitos que apenas si cubren los pezones y la vulva, debí hacerme la apropiada depilación para evitar que todos los vellos saltaran por los lados del bikini.

Llevaba además ropa ceñida y un par de minifaldas provocativas para alimentar el erotismo y el morbo en los dos, ese fin de semana seria un completo festín de placer que me mojaba de solo pensar en todo lo que pasaría. Según lo que me decía Manuel, el lugar era gigante y bien acondicionado, con caballos y piscina, grandes cuartos y bonitos paisajes, yo contaba los minutos para llegar.

El viernes como a las 3:00pm apareció mi hombre en su carro gris, se estacionó frente a la puerta de mi casa e hizo sonar el claxon.

Agarré mi equipaje y salí cerrando con seguro la puerta, yo llevaba puesto un jean apretado y una camisa blanca, él elogió casi por cortesía mi atuendo, que no era nada fuera de lo común, había llegado demasiado temprano y no tuve mucho tiempo de arreglarme.

Tomamos camino fuera de la ciudad, charlando y escuchando música íbamos entretenidos, yo quería chuparle el palo a Manuel, pero el me lo impidió diciéndome que en carretera era sumamente peligroso tal distracción. El paisaje era hermoso, mucho verde, altas montañas.

Como dos horas después arribábamos a nuestro destino, una casa rustica inmensa en medio de la nada, Manuel, con la caballerosidad de siempre, me indicó desde afuera donde quedaban los establos y la piscina, me mostró con la vista algunos cultivos y los árboles con frutas en plena temporada, el aire del campo era fresco y renovador, mi cuerpo se sentía listo para maratónicas sesiones de incansable sexo, y así se lo hice saber.

Empecé a sobarle el pecho y a besarle la boca, caminamos hacia dentro de la casa y nos acomodamos en la sala, escurrió su mano por entre mi jean y desabrochó el botón para acariciarme la concha por encima de la tanga. Lo mismo hice yo y empecé a tocarle el pene tieso dentro del pantalón.

Manuel me recostó en el sofá y lentamente se colocó frente a mis piernas para deslizar con cuidado el jean hasta quitármelo, retiró mis zapatos y mis medias y me mordió deliciosamente los pies, algo que jamás nadie me había echo y que me encantó.

La humedad ya se hacia presente en mi tanga, él se divirtió besando mis muslos calentándome más y más siempre evitando tocar mi concha que ya palpitaba por sentir algo dentro. Me quitó la camisa y masajeó mis tetas por encima del sostén, luego retiraría la prenda para morderme los pezones y aparecerían entonces los primeros gemidos del fin de semana, mis jadeos se expandían por el gran salón y golpeaban con gran eco en las paredes y los grandes ventanales que mostraban un verde precioso.

Fue mi turno entonces, no esperé a que Manuel se decidiera a clavarme y me masturbé controlando un poco las ansias mientras me inclinaba sobre él y sacaba del pantalón la inmensa tranca roja que me pertenecía.

Me tragué su aparato grande y oloroso, le amasaba los testículos y le agarraba las nalgas clavándole las uñas, besé su pene por todos lados, como a una paleta le di de lengüeteadas largamente tragándome cada gota del delicioso y saladito liquido seminal que supuraba su ansiosa verga.

Manuel me tomó por la cintura y casi de un salto me montó sobre él ensartándome en su miembro vertical, grité del dolor por la punzante entrada inesperada mientras se sonreía, pero luego se me pasó y después de decirle que era un maldito cabron empecé a mover mis caderas en forma circular.

Su hermoso pene chocaba con mis paredes vaginales, el rítmico y cadencioso movimiento hizo que Manuel se relajara y me dejara hacer toda la tarea a mí, se recostó en el espaldar del mueble y cerró los ojos. Me encantó esa situación, mi mayor satisfacción es que mi hombre goce como nadie.

Entonces y llena de calentura empecé a saltar descontrolada sobre el pene de Manuel, mi cabello iba para cualquier lado y mis tetas brincaban cayendo pesadamente con cada bajada, comencé a gemir de a momentos junto con un interminable jadeo que de a segundos me llevaba a ahogarme.

Manuel me cogió las tetas y me las masajeo circularmente para después pellizcarme los pezones, yo estaba apunto de llorar y sin más, alcancé el orgasmo más pronto que jamás haya tenido, eran chorros y chorros de mis jugos rompiendo el aire, resbalando por mis muslos y por las piernas y el pene de mi hombre.

Caí desecha sobre el pecho de Manuel y yo misma me sorprendí por tal cosa, suelo ser bastante resistente.

¿Estas bien?, ¿Qué te pasa?

Nada, es que creo que estuvo tan rico que terminé cansada.

¿Seguro?

Si, tranquilo, no hay ningún problema.

Entonces ¿podemos seguir?...

Él se levantó y yo caí en el mueble sobre mi rostro con el culo empinado, Manuel simplemente se acercó y me tomó por las nalgas, me ensalivó el ano con un escupitajo y me fue metiendo un dedo, después dos y después tres, me anchó todo mi ojete trasero para darle paso a su gruesa tranca.

Yo me empezaba a sentir mal pero no dije nada, talvez era una cosa de momento, así que me tranquilicé y dejé que me enculara, talvez solo necesitaba otro poco de sexo.

Tras cada envestida mi cuerpo entero se zarandeaba, el pene de Manuel irrumpía en mi culo con tal fuerza que debía sostenerme del brazo del sofá para no caerme, que rico ese pedazo de carne estorbando en mi ano, empecé a gritar, "¡¡¡si papi, dale mi amor!!!", poco después sentí como me llenaba el culo de quemante semen, espeso y lento.

No se por qué, pero en ese momento sentí que mi cuerpo se rendía y caí de costado ya sin fuerzas, estaba caliente pero de la tremenda fiebre que de la nada me había entrado, empecé a sentir que todo me daba vueltas y no recuerdo más…

Desperté luego en una cama gigante, en un cuarto comodísimo, llevaba puesta una camisa grande y estaba bien arropada, intenté levantarme pero sentí de nuevo que el mundo se me venia encima, entonces solo me quedé acostada.

Escuché unos pasos que se acercaban, se abrió la puerta y era Manuel, en las manos traía una bandeja con una taza que humeaba.

¿Qué pasó?, le pregunté.

Tienes fiebre, te desmayaste allá abajo mientras follabamos, que mal momento ¿eh?.

Disculpa.

No, tranquila, todo esta bien.

Arruiné el paseo, no se como me pasó esto.

No digas eso, el paseo aun no se ha arruinado, aun tenemos un par de días para pasarla bien.

¿Qué hora es?

Ya es tarde, es mejor que te tomes esto y descanses, yo también me voy dormir y mañana temprano salgo para el pueblo más cercano a traerte algún medicamento y veras que todo va a estar bien.

 

Lo vi ponerse una pijama y se acostó junto a mí, me abrazó y me encantó sentirme tan cuidada y atendida, aun así estaba apenada por la situación, no era justo que pasara esto de enfermarme cuando todo pintaba tan agradable para esos días.

Me quedé dormida.

A la mañana siguiente desperté con la suave luz del sol mañanero, estaba un poco perezosa y decidí descansar otro rato antes de levantarme, cuando me daba la vuelta para darle la espalda a la luz encontré una nota, era de Manuel.

Cris:

Descansa tranquila y no hagas muchos esfuerzos, yo estoy buscándote un remedio para que te mejores. Si necesitas algo, abajo estarán "Armenio" el capataz de la finca y "Melinda", la criada.

Yo llego como a las 10:00am.

Un beso.

 

Se me quitó el sueño por completo, pensé en darle una sorpresa a Manuel organizándole un desayuno apetitoso, apenas eran las 8:00am, tenía tiempo de sobra.

La fiebre había casi desaparecido por completo, aun quedaba un molesto dolor de cabeza que no me impidió bajar las escaleras y buscar la cocina.

Iba yo con la camisa grande que seguramente Manuel me había puesto, noté después que no tenía nada por debajo, la prenda cubría hasta la mitad de mis muslos, el clima estaba fresco y no me preocupé por eso.

Al no encontrar a nadie en la cocina, me di a la tarea de buscar al capataz, necesitaba algunas instrucciones ya que no sabia donde quedaban las cosas.

Abrí la puerta trasera de la casa y salí caminando descalza por el pasto, el sol fuerte iluminaba todo cuando había, el verde era brillante y acogedor, no recuerdo un paisaje semejante.

Solo había una pequeña casa con la puerta abierta a pocos pasos de mi posición, supuse que hay estaría el capataz y me dirigí a ella.

Unos curiosos jadeos empezaron a llegar a mis oídos conforme me acercaba más a la deteriorada casa, después se escucharon claras palabras, "¡¡¡Armenio, si, si, si!!!", repetía una voz femenina con acento mulato.

Me asomé con sumo cuidado por el marco de la puerta y me encontré con una deliciosa sorpresa, un hermoso negro, grande y musculoso, con brazos como árboles y unas nalgas que daban ganas de pellizcar, sostenía sobre sus hombros un par de piernas morenas que temblaban ante cada envión del poderoso hombre, una falda colorida ocultaba parte de los muslos de la mujer, que supuse era Melinda, que en vez de estar cumpliendo son sus deberes en la cocina, había venido a visitar al capataz para follar en la ausencia de su patrón. Aunque yo hubiese echo lo mismo.

Hasta aquella fecha siempre había tenido la fantasía de que me hiciera el amor salvajemente un negro como aquel, y me ex marido tenía un amigo parecido, pero por respeto al matrimonio jamás hice nada.

Los gritos de Melinda no paraban y al parecer se emocionaba más cada momento, ahora estaba en cuatro en el suelo y Armenio que la sostenía por las caderas la penetraba por la vagina con una tranca del tamaño de un mástil, era simplemente inmensa, aunque él se echaba para atrás para tomar impulso y ensartar de nuevo a la mujer, nunca salía su pene completo. No soy demasiado buena para calcular, pero debería medir unos 22 o 23 centímetros.

Ambos cuerpos resplandecían cuando el sudor los invadía, eran hermosos y hasta quise follarmela a ella, me encantaba aquella perfecta mulata de rasgos caribeños y curvas exuberantes, con senos como melones y pezones como chocolates.

Metí mi mano por entre mis piernas levantando la camisa y empecé a frotarme la vulva con los dedos, me mojé prontamente y aproveché la lubricación para masajear mis mulos y mi cola mientras la otra mano ya buscaba los senos, duros y parados de tanta excitación,

Mis gemidos diminutos acompañaban a los potentes sonidos de Melinda que gritaba como puta cuando Armenio la cargó y la dejaba caer sobre su palo, tremendamente tieso y vertical, quise ser Melinda en ese momento.

Me metí dos dedos y empecé a follarme ferozmente, mi mano se empapaba de mis jugos y todo mi ser latía desesperado por hallar una satisfacción, de haber habido un caballo cerca en aquel momento habría experimentado una nueva faceta de mi abanico sexual.

Pasaban ya de los veinte minutos y el negro no parecía estar pronto a terminar, en cambio yo ya me corría poniéndome de rodillas regando mi mar sobre el verde del campo.

Minutos después Armenio inundaba la boca de Melinda con galones de espeso semen, blanco y fino.

Ambos se vistieron y terminaron con un beso cómplice, debí volver corriendo a la casa y esperar con cara de confundida a Melinda en la cocina.

La morena llegó y se sorprendió al verme ahí, le aseguré que me acababa de levantar y que estaba buscando un café y un pan para desayunar, ella me pidió amablemente que pasara a la mesa y que en segundos me tendría un delicioso desayuno.

Sentada en el comedor podía ver a través del ventanal la casa de Armenio, quería que ese negro me hiciera suya, entonces le dije a Melinda que antes de servirme me diera un rato para bañarme. Pero en vez de subir a la ducha me fui en puntillas directo a la casa del capataz.

Me asomé como la primera vez, allí estaba, revisando unos papeles con la máxima seriedad.

Tomé la camisa que llevaba encima y me la quite tirandola al piso, estaba por completo desnuda medio inclinada junto al marco de la puerta y me puse en acción.

Dando un paso dentro de la casa, aparecí en cueros ante los ojos de Armenio que se sorprendió al advertir mí presencia, quedó con los ojos abiertos y pasmado.

Antes de que pudiera decir nada y empezara a tratarme como la invitada del patrón, me acerqué a su cuerpo sentado en la silla y separando mis piernas de par en par me senté sobre las de él.

Junté mis labios finos con sus labios gruesos y abundantes, metí mi lengua por las profundidades de su garganta y se enredó con la de él, una larga, babosa y ágil.

El hombre respondió a mis atenciones agarrandome ambas nalgas con sus grandes manos, las abría y las cerraba ventilando mi agujero, me besaba el cuello y el rostro y me acercaba cada vez mas a su pecho, sentí entonces un duro palo que se acomodaba debajo de mi vagina aun dentro de su pantalón. Se sentía mas grande de lo que se veía, largo y poderosamente ancho.

Me bajé de encima de Armenio y ansiosamente me arrodillé ante él, con una sonrisa satisfactoria el negro se sacó la verga del pantalón, es el aparato más grande que jamás haya visto, venoso y cabezón, salió impulsado como un resorte y se mantuvo vertical a la espera de mis labios.

Prontamente lo tomé entre mis manos y lo masturbé rápidamente, mis diez dedos cercaban perfectamente el pene del hombre que se fue desnudando mientras yo seguía en lo mío.

Me acerqué estirando el cuello y lo puse dentro de mi boca, obviamente no cupo completo, pero procuré atacarlo por sectores, primero tomé el glande, le pasé la lengua por todo lado, excavé un poco en su conducto urinario y se lo mordí suavemente logrando hacer las delicias de Armenio.

Después fui repasando con la puntita de mi lengua todo el tronco de su aparato, era durísimo y se calentaba cada vez más, agarré sus huevos y acaricié su tórax marcado, me chupé todo cuanto pude de ese delicioso animal hasta que él me tomó por los brazos y me invitó a subirme.

Otra vez me coloqué sobre sus piernas para luego y ayudada por él, ponerme sobre la punta de su tranca, se mantenía precisa apuntando a mi vagina y esperando su descenso.

Caí sobre el pene de Armenio y sentí que era el final, me atravesó de lado a lado como con una espada, el dolor fue tremendo y mi grito se debió haber escuchado hasta bogota.

Jamás me había pasado y esta vez casi me puse a chillar recostada sobre el pecho de mi negro, me agarré de sus brazos y no me solté hasta que el dolor fue mermando.

Sin embargo él no esperó mi completa recuperación y empezó a subirme y a bajarme sobre su mástil, aquel monstruo entraba y salía de mí, primero lentamente recibiendo más de mis quejidos, pero luego veloz haciéndome gemir de placer, me aferraba a los hombros de Armenio mientras sentía todos sus centímetros hasta mi vientre.

Por fin era tomada por un ardiente negro, y estaba rebosante, la fiebre había desaparecido.

Estaba yo pues cabalgando sobre aquel espécimen de hombre cuando empecé a sentir que unos de sus dedos gruesos iba alcanzando mi culo, rozaba primero con mi ojete café y luego se iba metiendo sin previa lubricación en él. Me encanta sentirme llena por delante y por detrás.

Después de un rato cambiamos de posición y me colocó sobre su mesa tirando al suelo todo cuanto había en ella, en su caribeño acento me decía cosas que no recuerdo, halagaba mi cuerpo y decía algo acerca de las putas millonarias, seguramente yo no era su primera conquista.

Se ensalivó los dedos y me lubrico todo el ano, yo estaba allí a completa disposición, con las piernas abiertas boca abajo esperando la acción de Armenio que con toda tranquilidad observaba mi culo abierto. Debo decir que tenía algo de miedo por el inevitable dolor que se venia para los minutos siguientes, no sabia si podría soportar semejante cosa por detrás, mas la excitación era demasiada y esperaba con ansias.

Apuntó su verga hacia mi trasero y sentí como posaba la cabeza en mi ano, parecía una pelota redonda siendo empujada, creo que él pretendió ser algo cariñoso en el momento al ver mi cara de angustia, la inserto suave y pausada, se detenía cada que mi resistencia se veía mermada y mis gritos le avisaban el tremendo dolor.

Ya pasado lo malo, el negro se engolosinó enculandome, se recostó sobre mis nalgas y empezó a bombear rápido y fuerte, entraba y salía de mí con sutil ligereza, la mesa se corría más y mas para el frente y el chirrido propio de aquello acompañaba mi cantar de gemidos.

Juro que jamás había tenido algo tan grande dentro.

Yo sollozaba y le pedía más, gritaba "¡¡¡si mi negro, si!!!".

Me alzó como había alzado a Melinda hacia un rato, lo abracé con ambas piernas y sujetándome de su cuello, él me levantaba y me dejaba caer sobre su miembro, una y otra y otra vez, me penetraba profundo y a mi la verdad me encantaba.

Armenio se corrió en mi cara, andanadas de semen que se esparcieron por todo mi cuerpo, hasta mis piernas y mi espalda recibieron algo de los líquidos del negro, estaba completamente empapada y ahora si tuve que ir a bañarme prometiéndole un encuentro mas tarde.

Pensé en limpiarme con la camisa, pero viendo tanto desastre decidí irme así a limpiarme en el baño, caminé por toda la casa desnuda y llena de semen y justo cuando iba pasando por la cocina iba saliendo Melinda, quedó de una sola pieza al verme en tales circunstancias y vi que salía caminando hacia donde Armenio, no me importó la verdad.

Después de arreglada como a los diez minutos llegó Manuel, le informé que ya me sentía mejor y que no habría necesidad de las medicinas, aun así me obligó a tomar unas pastillas por si acaso.

Bajamos juntos a desayunar, me preguntó si ya había conocido a los empleados, yo con cara de virgen le respondí que si.

Melinda entró al comedor con la bandeja en las manos y me echó una mirada un tanto extraña, dejó los platos en la mesa y cuando se retirando Manuel la detuvo.

¿Pasa algo Melinda?

No señor, no pasa nada.

Entonces Manuel le agarró una nalga a la morena, la acercó a él y la fue desvistiendo mientras la manoseaba, le sacó un seno y le lamió los pezones oscuros, yo entre tanto me masturbaba por debajo de la mesa.

Pronto aparecería el cuerpo desnudo de Melinda ante mis ojos y Manuel me invitaba a tocarla.

Me acerqué y con las manos recorrí a la hermosa morena, exploré su piel desde lo hombros hasta las rodillas, toqué con mis dedos sus senos y si vagina y le ocasioné un par de gemiditos que me calentaron todita.

Ella también por órdenes de Manuel empezó a tocarme, sus dedos morenos se incrustaron en mi vagina, se llenaron de mis jugos y posteriormente ella misma los chupó.

Yo también quedé desnuda y ambas nos tiramos sobre la mesa del comedor, al piso se fueron los platos y los adornos, el color de nuestras pieles contrastaba deliciosamente haciendo como un café con leche.

Melinda era toda una experta en las artes amatorias, ella era mi segunda experiencia lesbica, me lamió la concha mientras Manuel la penetraba estando en cuatro, yo tomaba con ambas manos mis senos y me los apretaba tratando de controlar tanto placer que daba Melinda con sus labios.

El culo de la morena se veía deliciosamente empinado desde mi posición y quise tocárselo, relevé a Manuel en dicha tarea, ahora el se colocó de rodillas frente a Melinda para que ella se lo mamara.

Con la puntita de la lengua acaricié el ano de Melinda, ella daba de brinquitos con cada toque que le daba, su cara se retorcía de gusto y yo podía ver como se humedecía más y más su concha.

Le metí uno, dos, tres y hasta cuatro dedos y los recibió sin chistar, era obvio que manteniendo relaciones con Armenio, su culo ya estuviese más o menos acostumbrado.

Esa mañana hicimos y deshicimos con la morena en la mesa del comedor, Manuel me confesaría que él tenía un trato con Armenio y Melinda y que entre sus labores estaba, por decirlo así, prestar un servicio sexual, así que tarde que temprano ya iba a ser tomada por el negro.

Ese fin de semana vivimos una experiencia inolvidable fornicando los cuatro todo el día, tuve la oportunidad de gozar como nunca lo había echo.

 

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