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Las Crónicas de Bagman (1)

en Control Mental

Mi nombre es Mike, Mike Smith, pero poca gente me conoce por él. Para el común de los mortales son Bagman, el Héroe de la Bolsa en la Cabeza. Soy un superhéroe.

¿Cuáles son mis poderes?, querréis saber. Sí, no lo neguéis, es lo primero en que pensáis cuando alguien dice que es un superhéroe. Básicamente soy duro. Soy mucho más fuerte que un hombre normal, más ágil, es mucho más difícil herirme y me recupero con mayor facilidad. ¿De dónde he sacado estos poderes? Nací con ellos, creo. Los desarrollé en la adolescencia. A los 19 años me di cuenta de que era alguien especial, distinto de los demás. Entonces decidí convertirme en un superhéroe, para defender a mi familia, a mi pueblo y el modo de vida americano. Cogí una bolsa de papel reforzada, le hice dos agujeros para los ojos, me la encasqueté en la cabeza y salí a combatir el crimen. Durante un par de años combatí contra las amenazas que se cernían sobre mi pueblo: Local Drunkard, los malvados gemelos Jones y Montoya, el chicano. Pero a los 21 años decidí que ya era hora de afrontar un verdadero reto, de jugar en las ligas mayores. Cogí un autobús para New City, la ciudad de los superhéroes, la ciudad de Macho Man, el héroe más grande de América, y aquí estoy, dispuesto a defender la verdad, la justicia y el modo de vida americano.

BAGMAN, EL HÉROE DE LA BOLSA EN LA CABEZA

Los primeros días fueron bastante malos. Mike intentó que me contrataran en un periódico, como en los cómics: Spiderman y Superman trabajan en periódicos. Pero, al parecer, daban bastante importancia a tener un título universitario, o, al menos, a saber leer y escribir con corrección. Estuvo a punto de gritarles: “Soy un superhéroe. Para que cojones quiero saber leer y escribir”, pero, afortunadamente, cerró la boca a tiempo para proteger su identidad secreta.

Al final consiguió un trabajo de pinche en un bar. No pagaban mucho, pero terminaba de trabajar sobre la una de la mañana, muy apropiado para empezar su ronda nocturna por la ciudad.

Una de esas noches tuvo su primer encuentro con el mundillo superheroico de New City. Antes había visto un par de veces a Macho Man, volando a gran altura sobre su cabeza, pero esa noche tropezó con su primer “súper-crimen”.

Estaba en una azotea, no muy lejos de su trabajo, permitiendo que la luz de la luna recortara su sombra sobre los tejados y poniendo posturitas, que admiraba en su sombra. De pronto, un movimiento llamó su atención en la calle: una furgoneta de una floristería. Como es bien sabido que los supervillanos utilizan a menudo furgonetas de floristería para llevar a cabo sus fechorías, Bagman comenzó a seguirla por las azoteas. Tras recorrer unas cuantas calles y unos cuantos tropezones con obstáculos que, entre la oscuridad y las prisas, no había visto, se paró al ver que la furgoneta se había detenido frente a una joyería. De la furgoneta descendieron varios hombres. Dos de ellos, con pesadas mazas, golpearon el cristal del escaparate hasta que este se hundió. Rápidamente penetraron a través del boquete. Bagman no lo pensó dos veces, de un colosal salto se plantó en la calle, corrió hacia la joyería y llegó en el preciso instante en que el primer ladrón volvía a salir a la calle.

Nuestro héroe lo recibió con un puñetazo que haría tambalearse a un toro: el ladrón salió volando, de nuevo al interior de la tienda. El resto de sus compañeros intentó también salir, rápidamente, sin intentar defenderse, aunque de poco les hubiera servido. Bagman los derribó como bolos. Uno de ellos, al que parecía habérsele caído un auricular, gemía diciendo: “¿Qué ha pasado aquí? ¿Por qué estaba haciendo esto?”. - Vaya, vaya. Parece que un… héroe se ha empeñado en estropearme la noche. Al menos podría haber sido uno con un poco de clase. Una bolsa en la cabeza… Ridículo - dijo una voz femenina a su espalda. Bagman se volvió y vio a una mujer cubierta con unas ajustadas mallas verdes adornadas con rombos de brillantes colores, que permitían apreciar un cuerpo perfecto. Una máscara ocultaba su rostro, enmarcado por una ensortijada melena pelirroja. - Soy Bagman. - Un nombre muy apropiado, sin duda. - Quedas detenida por robo y daños a la propiedad privada. - Me parece que no. De hecho, dado que has noqueado a mis ratoncitos, tendrás que ayudarme a cargar las joyas en la furgoneta antes de que se presente aquí la policía. - ¡Estas loca! Desde luego que no. - Me temo que no tienes elección… ¡Uy! Claro, no sabes quien soy. ¡Que modales! Permíteme que me presente, mi nombre es Hammelin. Y esta es mi flauta - y alzó el brazo hacia él, lo que permitió a Bagman ver el extraño instrumento que llevaba en la muñeca: un brazalete unido a algo parecido a un caramillo metálico. Hammelin, con la otra mano, pulsó un botón sobre el instrumento y una extraña música inundó la calle. Un repentino malestar se apoderó del cuerpo de Mike. - Recoge los sacos con las joyas, rápido. Y también los auriculares que llevaban los otros ratoncitos - ordenó Hammelin. Incapaz de resistirse, Bagman se encontró siguiendo las instrucciones de la mujer. Aunque intentó detenerse, su cuerpo no le obedeció hasta que hubo recogido joyas y auriculares y subido a la parte trasera de la furgoneta. - Arranca, Mickey - dijo Hammelin al hombre que había junto a ella, al volante -. A la guarida secreta. - Sí, señora. Volviéndose hacia Mike, le dijo: - Tú, duérmete. Y el superhéroe cayó profundamente dormido.

- Despierta - fue lo siguiente que oyó Mike. Nuestro héroe abrió los ojos en el interior de una nave industrial. Junto a él se encontraba aparcada la furgoneta de la floristería. La extraña música continuaba sonando, así que seguía sin tener control sobre sus acciones. - Levántate - le dijo Hammelin. Al hacerlo pudo verla de nuevo, ante él -. Muy bien, ahora te vas a quitar esa estúpida bolsa de la cabeza para que puedas ponerte estos auriculares que repetirán constantemente mi melodía hipnótica y te mantendrán bajo mis órdenes. Sin poder evitarlo, Bagman se quitó la bolsa que escondía su identidad y tomó los auriculares que le tendía Hammelin. - Joder, ya me podía haber interrumpido un superhéroe más guapo - refunfuñó la mujer -. De cuerpo, en cambio, no estás nada mal - admitió, acariciando con su mano el pecho de Bagman, desnudo bajo el chaleco vaquero desabotonado con el que cubría su torso cuando tomaba la personalidad de Bagman. - Es un superhéroe, señora. Es peligroso. Deberíamos deshacernos de él - dijo una voz masculina. Era el hombre al que, anteriormente, Hammelin había llamado Mickey. Ahora Mike pudo verlo por primera vez: un tipo bajito pero fuerte, calvo y con perilla, que le miraba con hostilidad. - ¿Peligroso? ¿Este idiota? No digas tonterías, Mickey - se rió la supervillana -. Me parece que estás un poco celoso. No, me lo quedaré. Tengo planes para él. - ¿Qué clase de planes? - Cállate, Mickey. Parece que has olvidado cual es tu lugar - restalló la voz de Hammelin. A continuación, se dirigió hacia Bagman: - Tú, sígueme. Incapaz de controlar su cuerpo, el héroe siguió a la mujer hasta un el fondo de la nave, donde se abría una puerta que daba a una especie de vivienda. Hammelin continuó hasta un dormitorio lujosamente decorado. - Espérame aquí - dijo a Mike, desapareciendo por un arco en la pared.

Al cabo de unos minutos volvió la mujer, habiéndose despojado del disfraz. Bagman, a pesar de la situación, no pudo reprimir una erección, la visión lo merecía: Hammelin llevaba puesta una larga bata abierta de un tejido semitransparente, lo que permitía apreciar su cuerpo: unas piernas largas, rectas, mórbidas, realzadas por unas sandalias de tacón, el abultamiento del sexo bajo las breves braguitas, las sinuosas caderas, los pechos desnudos, redondos y prefectos… Se había quitado también la máscara, dejando al descubierto un rostro pícaro y muy atractivo, donde destacaban sus brillantes ojos verde esmeralda. - No recuerdo haber dicho: “Presenten armas” - dijo la mujer, riendo, mientras se sentaba frente a los pies de la cama, frente a Mike -. Muy bien, veamos que es lo que me ha deparado el destino al traer hasta mí este ratoncito. ¿Cómo te llamas realmente? - Mike, Mike Smith - contestó el superhéroe, sin poder evitarlo. - Vaya, pues ya tenemos un Mickey. A partir de ahora te llamarás… Bernard, como el ratón de “Los rescatadores”. ¿Cuánto hace que estás en la ciudad? - Casi un mes. - Vaya, vaya, así que he debido ser uno de tus primeros supervillanos, ¿no? - La primera. - ¿La primera? ¿Y la primera te captura? - se rió la mujer -. Es patético. ¿Qué poderes tienes? - Soy más fuerte que un hombre normal. También más ágil. Mi piel, o mis músculos, son más resistentes de lo normal, así que es difícil herirme. Además me curo rápidamente. - Vaya, vaya, un diamante en bruto. Me parece que te voy a adiestrar para ser uno de mis lugartenientes, ¿qué te parece? - Ni lo sueñes, zorra - escupió Bagman, al que la pregunta anterior había permitido por primera vez expresar sus verdaderos pensamientos -. Me liberaré y os llevaré a ti y a tu enano ante la Justicia. - Tienes temperamento, Bernard.

Eso me gusta. Hará más divertido doblegar tu voluntad - se rió Hammelin - ¿Y cómo piensas liberarte? - No lo sé - admitió Mike -. Otro héroe te rastreará hasta tu guarida y me rescatará. ¡Macho Man! - ¿Macho Man? ¿Ese inútil? Si esperas que Macho Man te rescate eres más tonto de lo que pensaba. Me parece que es hora de que te des cuenta de tu situación - le dijo la mujer con una sonrisa. E inclinándose hacia él, susurró: - De rodillas. Y Bagman cayó de rodillas ante ella. Hammelin alzó uno de sus pies hacia él. - Bésame los pies. El hombre no pudo sino obedecer. Le cubrió de besos los dedos del pie, el empeine, el tobillo… mientras la mujer iba haciendo descender el pie hasta posarlo en el suelo. Entonces se levantó y colocó el otro pie sobre la cabeza de Bagman. - Ahora estás en tu lugar. Arrastrándote bajo mis pies, besándolos, limpiando con tu lengua la suciedad de mis zapatos… Recuérdalo. Desde ahora eres mi esclavo y ese es tu lugar. Mike se sentía interiormente furioso por la humillación, deseoso de poder liberarse para vengarse de la mujer, pero, al mismo tiempo, extrañamente excitado. Hammelin volvió a sentarse sobre la cama y alzó un pie. - Límpialos con la lengua. Límpialos bien, sobre todo la suela y el tacón. Y Bagman continuó con su tarea, intoxicado por el olor del cuero, mezclado con el de los pies de la mujer. - Basta - ordenó la supervillana al cabo de un rato -.

Desnúdate. Bagman intentó levantarse para cumplir la orden pero Hammelin le empujó con el pie, desequilibrándole y haciéndole caer. - No te he dicho que te levantes. Sentado en el suelo, Mike se despojó del chaleco vaquero, las botas, los calcetines, los pantalones y, finalmente, los calzoncillos. - Vaya, vaya, parece que te está gustando esto más de lo que yo pensaba - comentó la villana con una sonrisa, al ver aparecer su enhiesta verga. El hombre, avergonzado, volvió a arrodillarse. Al verlo, Hammelin sonrió y le acarició la cara: - Aprendes deprisa, ratoncito. Acércate. Bagman se acercó a ella, arrastrando las rodillas. Cuando estuvo junto a la cama, entre sus piernas, la supervillana se abrió la bata y le ofreció sus pechos. - Chúpalos.

No habría tenido que decírselo dos veces, aun sin estar bajo su control. Aquellos senos redondos y pálidos, salpicados de pecas, le atraían como un imán. Lamió sus pezones, trazando círculos con la lengua, los mordió suavemente, haciendo a la villana gemir de placer, los chupó, colgándose de ellos como un bebé… - ¡Quieto! - la orden fue repentina, reforzada por una fuerte bofetada, lo que le desorientó totalmente. Hammelin se levantó y fue a la mesilla de noche, de donde sacó un consolador. - Te crees muy importante a causa de ese pingajo que te cuelga entre las piernas. Pues tienes que saber que ya no eres necesario, eres una reliquia de tiempos pasados. ¿Quién necesita un hombre, habiendo estos útiles juguetitos? - la mujer puso el aparato en marcha y comenzó a masturbarse con él frente a Mike. La supervillana intercalaba los gemidos de placer, mientras se introducía el vibrador en el coño, con puyas, insultos y provocaciones a Bagman, que permanecía arrodillado ante ella. Se corrió ruidosamente y después le ofreció la punta del juguete, empapada con sus jugos. - Chúpalo - le ordenó. Mientras el subyugado superhéroe lo hacía, ella comentó sarcástica: - Que bien se te da. Eres un estupendo chupapollas. Seguro que además de masoca eres maricón. ¿Y tú querías derrotarme, media nena? Hace falta un tipo bastante más hombre que tú para lograrlo.

Con un rápido gesto le lanzó los zapatos de tacón y las braguitas al hombre. - Póntelo - le dijo. Aunque profundamente avergonzado, la hipnótica música conseguía que Bagman cumpliera hasta el más mínimo de los caprichos de Hammelin. Ella le arrastró hasta un espejo cercano. - Que buena estás, Bernardine - se burló la mujer, mientras le acariciaba. Mike no pudo evitar un gemido cuando ella le pellizcó los pezones, erectos por la excitación -. Serías una mujer excelente, Bernardine. De hecho, creo que lo serás. Inclínate sobre la cama. El hombre hizo lo que se ordenaba. De un tirón, la supervillana le bajó las bragas hasta las rodillas. - Ahora te voy a enseñar la flauta preferida del flautista de Hammelin.

Vamos a quitarte lo poco que te queda de hombre. De la mesilla sacó un arnés equipado con un enorme pene de color rosa, que se sujetó a la cintura. - ¿Qué te parece, Bernardine? ¿Te apetece un solo de flauta por el ojete? - No, por favor, no lo hagas - rogó Mike, mientras lágrimas de humillación caían por sus mejillas. - Ya has oído al caballero, Hammelin - dijo una voz de mujer a sus espaldas. - ¡Nightgirl! - rugió la supervillana. Y dirigiéndose a Bagman, le ordenó: - ¡Ataca! Bagman vio entonces por primera vez a Nigthgirl, la misteriosa justiciera de New City, que, a pesar de carecer de superpoderes, no dudaba en enfrentarse con cualquier enemigo. Vestía completamente de negro: un antifaz que solo dejaba escapar algunos rizos morenos, un body de cuero con una pequeña luna blanca entre los pechos, botas hasta el muslo y una larga capa. Su presencia imponía respeto, al mismo tiempo que exudaba sensualidad. Pero el mentalmente controlado superhéroe no dudo más que unas décimas de segundo y atacó como un rinoceronte.

Un error. Su oponente le esquivó con un fluido movimiento, le agarró y le estrelló de cabeza contra la pared. Bagman quedó momentáneamente fuera de combate. Nightgirl hizo otro rápido movimiento, apartándose de la puerta. Mickey, el esbirro de Hammelin, había intentado golpearla por la espalda con un bate de béisbol. - Volvemos a encontrarnos, Mickey. Deberías ser más cuidadoso con a quien entregas tus afectos. El combate fue más largo que el de Bagman. Mickey era un luchador experto y estaba armado con el bate, pero eso le sirvió de poco contra la máquina de combate que era Nightgirl. De pie ante el cuerpo inconsciente de su oponente, la mujer se volvió hacia Hammelin. - Podemos hacerlo por las buenas o por las malas, Hammelin. Por toda respuesta, la supervillana intentó activar su flauta. - Por las malas, entonces - un bumerang en forma de luna destrozó el instrumento y de rebote golpeó a Hammelin, derribándola inconsciente.

- ¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? - fue lo primero que oyó Mike al despertar. - Soy Bagman, un superhéroe - respondió a Nightgirl -. ¿Cómo me encontraste? - ¿Un superhéroe? Valiente superhéroe… No te buscaba a ti, sino a Hammelin. Encontrarte a ti ha sido un extra. - Soy nuevo en la ciudad. Podríamos trabajar juntos. - Yo trabajo sola. O en todo caso con alguien que no sea tan tonto como para dejarse atrapar por una villana de segunda fila. Toma tu bolsa y lárgate.

Días más tarde, Mike subió a la azotea del bloque de apartamentos en que vivía. En su mano llevaba su máscara. Durante unos minutos permaneció en silencio mirando al horizonte. - Nightgirl, te demostraré, os demostraré a todos, lo que Bagman puede hacer. Algún día seré el más grande defensor de New City.