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Encantadora de serpientes

en Control Mental

La encantadora de serpientes

Esta tarde es seca y calurosa. Necesito emoción. Vivo en esta pequeña habitación del piso 38 más cerca de las nubes que de la gente. Sólo me gusta tener sexo con más de dos hombres a la vez. Me masturbo todas las noches. Me drogo los días de pago. Fisgoneo con mi telescopio. Juego solitario con una baraja francesa sobre colchón. También juego póquer abierto yo con yo y me hago trampas. Leo porque me gusta, pero también compito a leer tanto como fornico. Invento teorías de conspiración y eso. Nunca me aburro. Salgo a buscar historias y miradas, soy cazadora, depredadora y competidora noctámbula como muchas especies. Y aunque mis amantes me hayan llamado perra, me identifico más con los reptiles. Adoro a las serpientes; nos parecemos: evolución, supervivencia, buen olfato, resbalosa, intimidante, enigmática y…la temperatura determina muchas de mis acciones. Hoy el calor me hará buscar sombra y agua. No soy amiga de la televisión, mi mente produce suficiente imagen eléctrica.

No tengo dinero. Escaparé edificio abajo por el ascensor. No hay mucha gente en la calle pero bajo una canasta con mis serpientes Paula y Frank. Hembra y macho; una del Brasil, el otro de Israel. Listo, ya estoy abajo, saco mi flauta y... efectivamente el negocio no camina hoy. Estoy en la entrada de un callejón cercano de la zona bancaria y a la gente no le interesa mucho las serpientes bailarinas. Aquí viene mi recurso: me quito la blusa y quedando en sostén y falda larga de lamé, empiezan a agruparse algunos curiosos. Curiosidad. Muy bien. Es todo lo que necesito. Les atrae mi pecho, pero más, el enigma de mis notas. Ellos no imaginan que el sonido de mi flauta no sólo domina serpientes sino también mentes humanas en las que las primeras células todavía reptan y escupen veneno para sobrevivir.

Yo compuse esta canción. Se llama heroína. Su sonido es una mezcla especial de exacerbación de sentidos, euforia y depresión. Todos me miran a los ojos. Hasta aquí llega su libertad. Empiezo a caminar tocando la flauta y las personas me siguen como ratas de Hamelin. Saco mi llave del viejo depósito que rento en el callejón Sunny y sin esfuerzo van entrando detrás de mí. Sin dejar de tocar, le doy la llave a un joven banquero, quien enciende las luces y cierra la puerta.

Ahora tengo a siete personas que no saben algo que yo si se. Su destino inmediato es mi elección. Acelero las notas y un mendigo que se ha logrado colar en el grupo se empieza a mirar con una joven fair lady en un raro afecto recíproco. Como si ambos sintieran la misma pena de si mismos. La chica suelta su maletín de fina piel en el piso y acerca sus dedos al rostro del mendigo. Está tan sucio que su edad y color se vuelven imprecisos. El mendigo aparta un mechón dorado de la frente de la bella dama. Ella tiembla, se sienta sobre una mesa redonda y él separa sus piernas para observarla muy cerca como si fueran novios. Una lágrima escapa del ojo izquierdo de la fair lady, y otra lágrima y otra. Muchas lágrimas empiezan a correr sin control. El mendigo comienza a beber sus lágrimas. Sorbe sus lágrimas del rostro, del cuello y luego del pecho. Ella se ve hermosa y feliz. No deja de llorar en silencio y él no deja de sorberla y lamerla con cuidado. Ella solo apoya sus manos en la mesa donde está sentada y por momentos inclina su cabeza hacia atrás.

Al joven banquero lo conozco de vista. Viste de Armani y cada mañana llega al banco en su Alfa Romeo. Tiene fama de conquistador de preciosas top models. El tiene con que. Ahora salió a almorzar y parece que volverá algo tarde. Me mira como si fuese un niño pequeño buscando aprobación. Yo afirmo con mi cabeza y él se acerca a un hombre de edad madura, que ostenta aún más clase que él. El hombre maduro se ve muy interesado en contemplarme, pero el joven busca tocarlo con insistencia. El hombre accede y en poco ya están besándose y abrazándose tórridamente. El chico lo derriba en un pequeño sofá, le desata el cinturón, le baja los pantalones. El hombre no opone resistencia. Se inclina hacia atrás y su miembro ya erecto empieza a ser succionado por el joven, quien cierra los ojos y se amamanta con fuerza desesperada como un cachorro.

 

Cansada de la flauta. Enciendo el reproductor de CD que tengo sobre una consola y otra vez se escucha la canción que antes estuve interpretando con la flauta. Me acomodo en una butaca cómoda y pequeña junto a tres torres de libros. Me sirvo una copa de vino ambiente y observo como mi música los aprisiona en mi pequeña burbuja.

Una chica de rizos rojos está realmente exacerbada dando vueltas con los brazos abiertos por los espacios del depósito. Tropieza con una torre de libros y me los desacomoda. Casi me molesto pero sigo observando. Se acuesta sobre una alfombra y empieza a mirar las mariposas de cristal que cuelgan del techo de mi depósito colgadas con hilos invisibles. Ha de sentirse volando -pienso. Sonríe y varias manos la levantan del piso para que siga dando vueltas. Son dos hombres bien vestidos, uno de ellos un negro muy elegante. Un tercero de apariencia mal viviente la toma de las manos y empiezan a jugar la rueda rueda. Dan vueltas juntos. Los otros se toman de las manos también y empiezan a jugar. De pronto la chica se suelta, pasa al centro de la rueda y empieza a sacarse la ropa sin mirar a nadie. Los tres hombres empiezan a acariciarla y besarla.

En eso veo a mi lado al mendigo lamiendo con ansiedad los pezones de la chica fina. Le ha roto la blusa de seda blanca. Y le ha subido la falda. Ella lo acaricia, besa su cuello. La dama mete la mano por la bragueta rota del pantalón, saca el pene del hombre y se lo introduce a si misma con firmeza. La chica levanta mucho sus piernas y se empiezan a mover circularmente.

Ahora veo algo hermoso, la pelirroja está siendo penetrada de pie por dos de los hombres. El negro está por el frente y ella besa su cuello como vampira. El otro aferra sus caderas y la penetra por detrás. Ambos sacuden con fuerza el cuerpo resbaloso de la chica y sus largos rizos envuelven los brazos. Luego, la ponen en cuatro y ahora se dejan ver sus pechos. El mal viviente se coloca debajo a chuparle los pezones con rudeza, mientras ella chupa por turnos los penes enrojecidos de los otros dos sujetos. El espectáculo se prolonga y parecen no cansarse ni concluir. Ella entonces se suelta de los tres y se retuerce de placer boca arriba con las piernas abiertas flexionadas. Los tres hombres se terminan de masturbarse sobre ella y luego la envuelven en una sábana blanca con afecto. Los cuatro permanecen un rato acostados sobre mi alfombra. Me hubiera gustado participar, pero negocios son negocios.

El joven ahora está siendo penetrado por el hombre mayor y lanzan unos gritos eufóricos. Mientras que la dama ha extraído con su boca todo el semen del vagabundo. Este la acaricia y le besa las manos y os pechos como despidiéndose. La canción va disminuyendo su marcha paulatinamente para no alterar a mis invitados. Empiezan a volver de su trance. Se limpian y acicalan consternados dispuestos a abandonar el lugar. Dos han dicho que desean morir. Otros sonríen con malicia. Y yo? Me paro en la entrada de la puerta. Abren sus billeteras y bolsos, y cientos de dólares son depositados dentro de mi canasta. Parece que Lisa, Frank y yo cenaremos sushi esta noche mientras edito un nuevo video para mis ventas.