"FANTASÍA. UN PERRO Y YO".
Una cálida tarde de verano, mientras estaba sola en casa recibí una visita inesperada y fantástica.
Estoy sola en casa, ya que mi perro labrador está en la clínica del veterinario para una estancia de observación durante una noche. Es una tarde muy calurosa, por lo que decido tomar una buena ducha y cuando termino me seco y me envuelvo con una toalla alrededor de mi cuerpo, para pasar a mi dormitorio. Una vez allí, me acerco hasta el amplio espejo, a cepillar mi cabello y de repente, miro al espejo y veo reflejado en el mismo un perro, que está justo detrás de mi.
Temerosa de volverme, me quedo inmóvil, asustada por lo que él pudiera hacerme. Le miro por el espejo y compruebo que el también me está mirando. Yo nunca había visto a este perro antes, el no era del vecindario, probablemente se trataba de un perro extraviado; no pude determinar su raza, pero era de complexión media y de aspecto muy fuerte y fiero. Me pareció que se trataba de una mezcla de pitbull y de rottweiler. Era tal el miedo que tenía, que me temblaban las rodillas y me venía justo tenerme en pie. Entonces me pregunté como había entrado hasta aquí y recordé que había dejado la ventana de la sala de estar abierta, así pudo haber saltado por ella.
No estaba segura de quién de los dos haría el primer movimiento, él no estaba por moverse, así que decidí dar el primer paso, me volví lentamente y me encaré con él, que estaba todavía sentado mirando; de vez en cuando sacaba su larga lengua y la deslizaba alrededor de sus labios. Como esto no llevaba a ninguna parte, pensé, que sería mejor salir disparada hacia la puerta, podría escapar y cerrarla tras de mi, dejándolo encerrado en la habitación. Así, con las piernas temblándome, inicié una loca carrera hasta la puerta, que estaba a unos dos metros de distancia, pero como la toalla se arrollaba muy ceñida a mi cuerpo, impedía a mis piernas moverse todo lo rápido que yo deseaba.
En el momento que él me vió realizar el movimiento, soltó un gruñido y se lanzó detrás de mi, alcanzándome justo cuando estaba a punto de llegar a la puerta; me volví a mirarle y él saltó por los aires arrojándose sobre mi, me golpeó con sus patas delanteras, derribándome sobre el suelo y colocándose seguidamente sobre mi espalda, para sujetarme debajo de él, mientras cerraba sus poderosos fauces alrededor de mi cogote. Por favor! -le supliqué gritando-, no me hagas daño, por favor!. Pensé que lo más seguro es que iba a cortarme el cuello y herirme seriamente.
En lugar de hacerme lo que me temía, soltó lentamente su mordaza en mi cuello, me quedé liberada pero sin atreverme a mover un músculo. Entonces comencé a oír como olisqueaba (esnifaba) mi cuerpo y al instante noté que de un tirón me quitó la toalla del cuerpo, la cogió por un extremo y la retiró prendida de sus dientes, dejando mi cuerpo al desnudo. Volví la cabeza ligeramente y observé como abría su mandíbula y dejaba caer la toalla, luego vino junto a mi lado y empezó a golpearme con su fría nariz, como si quisiera que me volviera, pero como yo no me atrevía a hacerlo soltó un gruñido y yo me revolví quedando tumbada de espalda tan rápido como el deseaba. El se quedó allí sentado clavando sus ojos en mi cuerpo desnudo.
Me preguntaba que es lo que iba a pasar a continuación, pero su siguiente movimiento no se hizo esperar mucho; el se bajó hasta mis pies y atenazó mi tobillo izquierdo con sus fauces y separó mi pierna todo lo que pudo, luego hizo lo mismo con la pierna derecha y dejándome patiabierta ante él; entonces se situó entre mis piernas separadas y tan pronto como comenzó a chupar el interior de mis muslos, es cuando adiviné lo que este perro deseaba de mi. Quería follarme y no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
Súbitamente, al insertar su lengua dentro de mi sexo, sentí una sacudida en mi cuerpo. Luego, él comenzó a introducirla más profundamente en mi vagina, al instante miré hacia abajo y le ví como mientras chupeteaba mi concha volteaba su cabeza a un lado para tener mejor ángulo y poderme lamer más profundamente. Yo alcé mis piernas y las abrí todo lo que pude para hacérselo fácil, ya que deseaba que disfrutara y se sintiera feliz. Lentamente, bajé mi mano y se la puse sobre la cabeza y empecé a acariciársela diciéndole: "Buen chico, muy bien..!!". Solamente deseaba animarlo y al tiempo que le hacía esto, él comenzó a mordisquear suavemente mi vulva; llegué a estar asustada y excitada a la vez por ello, pero él me estaba volviendo loca de gusto, me estaba demostrando que era un perro que no tenía nada de tonto.
Pronto mi cuerpo empezó a tener convulsiones y al llegar al orgasmo di un chillido y me tiré de los pelos, de tan intensamente como estaba gozando. Después de correrme, el perro lamió ansiosamente mis jugos, mis pechos se tornaron supersensibles y los pezones se me pusieron muy duros y tiesos. Empecé a frotármelos, mientras el seguía lamiéndome. De pronto, hizo una pausa, se hizo un poco atrás y comenzó a ladrar y a gemir, empujándome con sus patas, como indicándome que quería que me pusiera en posición de ser montada; al verle tan nervioso y apremiante, me levanté del suelo, me volteé y me puse a cuatro patas a disposición de mi raptor. Apenas me había puesto en posición se me acercó por detrás y empezó a lamerme un poco más, completando mu lubricación para el apareamiento.
Entonces él ascendió por mi espalda y yo solo pude cerrar los ojos adivinando lo que iba a ocurrirme. Mi única esperanza era que aquello acabara pronto y sin problemas, pero pronto empecé a dudarlo cuando se dispuso a abrazarme fuerte y me montó por la vía rápida. Traté de afianzarme lo mejor que pude, cuando sentí la punta de su pene golpeando en mi vulva y una vez sintió el contacto con la carne de mi coño, se dio cuenta de que estaba en casa y clavó su polla húmeda dentro de mi. Oh Dios! Grité al empujar su verga hacía dentro y empecé a arrastrarme hacia delante entre asustada y dolorida, pero él no atendía razones, solamente me dio un gruñido y atrapó mi cintura más estrechamente, para clavarse más dentro de mi.
Luego, comenzó a golpearme como si fuera un martillo neumático, yo incliné la cabeza sobre el suelo y chillé con mi cara apretada contra la alfombra, mientras el continuaba su asalto sobre mi cuerpo. A continuación, me dio una última embestida y conectó su bulbo dentro de mi; se quedó inmóvil unos segundos y súbitamente sentí como su bulbo crecía dentro de vagina,-Dios mio!- se había hecho enorme y seguía creciendo mas todavía, de manera que sentía como si fuera a desgarrarme pero al fin se ajustó dentro y noté como si tuviera una pelota blanda atascada dentro de mi vagina.
A pesar del miedo, pronto sentí que estaba empezando a correrme, grité presa de un intenso orgasmo, mientras su bulbo y su polla se mantenían sujetas a mi, las paredes de mi vagina apretaban con fuerza su bulbo con un orgasmo de sensaciones increíbles, en lo más profundo, que yo deseaba que no acabara nunca. Entonces, de repente, su cuerpo se tornó muy rígido y quieto, sentí que su verga empezó a palpitar y a latir en mi interior, luego dejó escapar un gemido y se puso a descargar su semen caliente dentro de mi. Disparaba chorros de semen, en largos y calientes arrebatos, llenando mi útero por completo de su leche, que pronto empezó a derramarse por mis muslos y piernas, hasta que eyaculó el resto de su esperma dentro de mi. Luego, se dejó caer sobre mi espalda totalmente exhausto, soportándolo mi maltrecho cuerpo, a esas alturas empapado de sudor y de este misterioso semen de perro. Él yacía echado sobre mi espalda, jadeando pesadamente sobre mi oreja y babeando sobre mi cuello. En esto, intentó desmontarme pero no pudo porque tenía su hinchado bulbo todavía empotrado en mi cuca. Con mi mano derecha extendida hacia atrás, empecé a recorrer su espalda para calmarlo hasta que pudiéramos desabotonarnos y después de veinte minutos su bola se deslizó afuera acompañada de una buena cantidad de semen. Tan pronto como se bajó de mi, corrió hacia la misma ventana por donde había entrado, con su pene semi erecto colgando entre sus piernas; saltó por la ventana y desapareció por donde había venido.
"Bienvenido",- dije sonriendo-, mientras me dejé caer sobre el suelo, con mi entrepierna dolorida y muy mojada por la leche que me había vertido. Permanecí allí durante casi una hora antes de recobrar mis fuerzas y me dirigí al baño; mientras me duchaba, pensaba en mi misterioso raptor y en lo que me había hecho, mientras me lavaba entre las piernas y sin saber como, pronto alcancé otro orgasmo al reproducir repetidamente en mi mente los hechos que habían sucedido. Fue una experiencia que nunca olvidaré.