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Se casa la nena (1)

en Sexo con maduros

Se casa la Nena 1

Chico…

¡La nena se casaba! ¡Qué fecha tan maravillosa! ¡Mi bebé, mi cielito!

Meches…

¡Estaba tan emocionada que no pude parar de llorar en toda la boda! Así soy yo, muy sentimental…

Chico…

Todavía me cuesta creerlo, hace apenas unos años aun era mi bebé, mi nena consentida… y ahora la estoy entregando a otro hombre para que se la lleve de mi lado… me da no sé qué.

Meches…

Consentida es poco, ¡mi marido la tenía malcriadísima! Claro, como era la única niña y la más pequeña, pues obvio…

Chico…

Sin embargo, no todo fue felicidad… pasó algo que me hicieron cambiar por completo lo que yo pensaba de nuestra hija.

Meches…

Algo feo… o… bueno, no sé, lo cierto es que ni mi esposo Francisco ni yo, lo esperábamos. Se lo vamos a contar…

La ceremonia transcurrió como lo habíamos planeado desde hacía tantos meses. Mechitas desfiló frente a todos lo invitados tomada de la mano de su papá, que a punto estuvo de reventar su traje del inmenso orgullo que sentíamos. Su traje era de un blanco virginal, con una velo largo. se veía divina, con su cuerpito delgado bajo aquella tela de seda, que no obstante se veía a punto de reventar por la fuerte presión que sus turgentes y voluptuosos senos ejercían. Lo mismo ocurría con sus nalguitas, nosotras, las herrera, siempre hemos sido chichudas y culonas.

Raúl la esperaba en el altar, tan guapo como siempre, orgulloso, ufano, feliz. Ni Chico ni yo podíamos haber pedido un mejor yerno, el era tan respetuoso y responsable que se ganó un lugar en la casa inmediatamente. Y eso que mi Chico siempre ha sido muy celoso y sobreprotector con la nena. Y sus hermanos… esos 3 siempre le ahuyentaron los novios, pero Raúl se los ganó rápidamente.

Chico…

Raúl Chacón, acepta como esposa a María Mercedes Mérida para… – bla, bla, bla, al final ambos novios se dijeron que si mutuamente.

Luego se besaron, y yo sentía una fuerte presión en el pecho cuando comprendí que ella ya no era mi bebé… "ahora es el bebé de otro" me dijo Meches entre lágrimas, siempre tan bromista.

Meches…

Pero bueno, la cosa es que ella iba toda vestida de blanco como siempre soñamos que se casaría. Yo, la verdad, me imaginaba que ya no era virgen, ya tenía edad y dado su carácter no me hubiese extrañado que ya hubiese tenido sexo con su novio antes. Claro, eso a Chico ni se lo insinué, el siempre tan correcto, no lo hubiera entendido. Además, era su nena adorada…

La ceremonia terminó y la recepción fue igualmente buena, en un excelente hotel capitalino y sin escatimar en gastos, Chico y yo tiramos la casa por la ventana en esa boda. Los novios abrieron el baile, mi esposo bailó el vals con el en la pista y todo transcurrió así, perfecto. Hasta que vimos, a lo lejos, como Mechitas se escapaba furtivamente con su flamante nuevo esposo de la concurrida fiesta.

Le dije a Chico, le propuse que los siguiéramos para ver a donde iban, pero el no quiso. "No hay que meternos, no quiero que te convirtás en una de esas suegras metiches", me dijo el abusivo.

Chico…

No le quise dar importancia al hecho de que se fue con su marido por eso mismo, ya eran marido y mujer. Por supuesto que no me simpatizó nada la idea de que mi bebé fuera a perder la virginidad de una buena vez… bueno, su supuesta virginidad. Pero creí que debían empezar a hacer su propia vida lejos de su nido paterno.

Por mi parte había alquilado una suite en aquel hotel, era de 5 estrellas y quería pasar una noche romántica con mi amada Meches. Estaba descuidando un poco a mi señora y aquello me pareció una muy buena idea. Además, con el efecto que la luna llena tiene en ella no quise salir de madrugada de regreso a nuestro hogar.

Meches…

Desde niña tuve reacciones extrañas ante la presencia de la luna llena. Me ponía sumamente irritable, ansiosa, nerviosa, hiperactiva, total, me volvía otra. Como en aquello tiempos no existían medicamentos para esos casos (tengo 48 años, así que comprenderán por qué digo esto), mis padres optaban por encerrarnos a todos en la casa durante esas noches. Digo todos porque a mis hermanos también les pasaba lo mismo. Con el paso del tiempo aprendí a controlarlo, siempre continuaba poniéndome nerviosa y ansiosa, pero logré canalizar aquella energía hacia actividades más productivas.

Chico…

Le conté a Meches lo de la habitación y ella se emocionó mucho… tanto que inmediatamente quiso que subiéramos a verla…

Meches…

¡Me tenía muy descuidada y ese día había luna llena!

Chico…

Nos fuimos inmediatamente sin que nadie notara nuestra ausencia. Salimos por una puerta lateral que daba hacia una espléndido corredor en medio de una arboleda. Nos perdimos allí, los que causaba mucha gracia en Meches, hasta que escuchamos unos gemidos cercanos. Traté de alejarnos de allí para no importunar a nadie pero mi mujer no quiso.

Meches…

¡Soy muy curiosa! Además, si estaban haciendo algo allí, en un sitio por donde cualquiera podría pasar, quería decir que no les molestaba que lo vieran. Lo malo fue darnos cuenta de que era mi hijita adorada… ¡con un hombre que no era su esposo!

Chico…

¡Tuve la seria intención de lanzarme a partir en 2 pedazos a ese grandísimo hijo de puta! Pero entonces mi hija dijo algo que me dejó más anonadado que molesto:

Jorge… ¿no preferís mejor subir con nosotros a la habitación para un trío? Aquí alguien de la fiesta me puede ver amor.

No Meches, no… ya te dije que tu noche de bodas tiene que ser solo entre Raúl y vos… aunque todos los demás lleguemos después y te hagamos gang bangs hasta reventarte. – no tenía ni idea de lo que era un "gang bangs", pero no me sonó a nada bueno.

¿Entonces si me van a llegar a reventar todos? ¿Me van a dar duro? ¿Me van a coger por todos lados? – ¡¡¡¡POR LA GRAN PUTA, AQUELLA NO ERA MI NENA!!!!

Meches…

¡Aquella más parecía ser una gran puta la que hablaba! ¡Le estaba pidiendo a ese desconocido que se la cogiera como a una perra! ¡No lo podíamos creer!

Su amigo ya no le pudo contestar porque ella se le lanzó encima a besarlo con furia. El muchacho degenerado la agarro de las nalgas y le devolvió el beso con todo y lengua. en ese momento comprendí por qué quiso un vestido con un cierre de zipper en la espalda y sin hombros, para que se lo pudieran abrir y bajárselo por completo sin problemas.

Luego se separó un poco de ella le agarró las tetotas, un par de blancas y rosadas esferas de carne, recordatorio de las mías a su edad, apretándolas y pellizcándolas con mucha fuerza, pero se detuvo cuando un largo chorro de blanca leche materna salió volando por el aire, su cara dibujó una pérfida sonrisa.

A Mechitas le pasa lo mismo que a mi, por algún desorden hormonal, ambas producimos leche constantemente. Yo he podido controlar un poco eso, mediante la evitación de estimulación excesiva sobre los pezones, pues han de saber que para que una mujer empiece a lactar, a veces no es suficiente un embarazo, la estimulación a los pezones es importante también. Aparentemente mi hija hizo caso omiso a esa recomendación, pero bueno, ella, que aun se mantiene delgadita y esbelta (¡no es que yo esté convertida en un cerdo!), apenas se le nota.

¡Me excita tanto exprimirte las ubres de vaca que te andás echando encima, cabrona!

¡Y a mi que lo hagás! Pobre mi madre, no sabe de lo que se pierde…

¡Cómo, entonces le daba lástima! ¡Muchachita ingrata! Y mientras seguía hablando esas cochinadas se desnudaba a la velocidad de la luz. Pronto su desnudez con leves matices rosa quedó ante nuestros ojos, qué bella era nuestra nena. Rubia, con el cabello recortado hasta la barbilla, y de ojos grises como los de su padre, combinaba las enormes redondeces de mi cuerpo con su cuerpo juvenil y delgado, de 1.75 de altura.

El muchacho se puso a apretarle los pechos solo para ver los chorritos de leche volar por el aire. Agarraba una con las 2 manos y la apretaba hasta que esta casi se le desparramaba entre los dedos, luego hacía lo mismo con la otra. La leche caía sobre el pecho de la nena, así que el se puso a lamerlo.

Chico…

Violame… – ¡¿qué fue lo que dijo?!

¿Querés que te viole?

Si… haceme tuya…

¿Cómo?

Con violencia, quiero que me duela, haceme sufrir… ¡haceme gritar! – ¡¡POR LA VIDA DE LAS ONCE MIL PUTAS DEL INFIERNO!! ¡¿QUÉ ES LO QUE LE PASA A MI HIJA?!

Aquí nos pueden oír si gritás mucho, como siempre hacés… pero una probadita si te puedo dar…

Debo haberme quedado con la cara de estúpido más grande que se podría haber visto en este mundo. No comprendía a mi hija, lo que le estaba pidiendo a ese muchacho estaba fuera de cualquier cosa que me hubiese podido imaginar en mi vida. y aunque siembre fui un hombre sumamente conservador, sabía perfectamente que eso caía dentro de la enfermedad mental.

Sin embargo, algo que no me esperaba de mi propia persona ocurrió allí, no me pude mover, ni para partir en pedazos a ese imbécil, ni para irme lejos y no ver nada, me quedé como petrificado, estático. Vi a Mechitas dejar caer su vestido al suelo, junto con una pitita que hacía de calzón (no entiendo como algo así podía cubrir su intimidad) y se quitó al brasier. Su amigo se quedó con los ojos cuadrados al verla así, completamente desnuda frente a el.

Noté que tenía argollas doradas en los pezones, además del piercing que se había puesto tiempo atrás en el ombligo y que a mi nunca me gustó. Y yo igual, no me podía mover.

Meches…

No comprendía por qué Francisco no le caía a golpes a ese muchacho, parecía estar hipnotizado mirándolo todo. Aquello era muy inusual en el, dado su carácter sobreprotector y muy paternal, y más inusual era la gran erección que mostraba bajo el pantalón. Y no es que el nunca las tuviera, al contrario, le dan muchos problemas, pues, además que tiene un pene inmenso, este se le para cuando se le da la gana y en los momentos menos adecuados. Claro, eso no es malo para mi, je, je, je…

Yo, por mi parte, estaba caliente, lo confieso, y eso me daba una vergüenza terrible pues era mi hija a la que estaba mirando y por la que me estaba calentando.

Chico…

Cuando me di cuenta de la tremenda erección bajo mi pantalón, me quise morir, me dio una rabia por la vergüenza… pero igual no me quité, y mi calentura creció cuando me di cuenta que mi mujer no dejaba de ver la carpita que se formaba sobre mi ingle. No, no, aquello ya se estaba saliendo completamente del guacal… bueno, todavía más, pero no lo pude parar.

El hijo de la puta ese no podía quedarse sin hacer nada cuando una mujer como esa se le ofrecía con toda mansedumbre. Dejó caer sus pantalones y calzoncillo, quedando con una erección de 17 cm duros entre sus piernas. Entonces mi hijita se dejó caer de rodillas y, tomando aquella verga entre sus manitas, se dispuso a mamársela. No lo podía creer, mi hijita adorada le estaba dando una gran mamada a ese desgraciado.

Meches…

¡Ni yo, en 30 años de matrimonio feliz y satisfactorio con Chico le había hecho una mamada a el! primero, porque nuestra formación conservadora nos decía que aquello era algo asqueroso, segundo, porque el nunca me lo quiso proponer por pudor y respeto, porque yo, la verdad, no creo que se lo hubiera negado a mi amado marido.

Entonces la pareja fue interrumpida, un mesero pasó muy cerca y de milagro no los vio. Ellos se arreglaron rapidísimo, en medio de miraditas cómplices y pícaras, y se despidieron con un beso, ella se dirigió hacia los elevadores, seguro que para reunirse con el cornudo de su marido en su habitación. Claro, de seguro que los cuernos no le molestaban a ese tipo extraño que tenía como yerno.

Pero nosotros 2 nos quedamos mal, paralizados, hirviendo, calentísimos. Como autómatas reaccionamos y nos comenzamos a dirigir hacia el elevador más cercano. Entramos en el, ambos tratábamos de pensar en otras cosas, de guardar la compostura, pero… no, ya no podíamos.

Chico…

Los 2 estábamos muy alterados, Meches actuaba como una loca, seguro que la luna llena la había alterado más de la cuenta por ese penosos incidente. Por mi parte llevaba una dolorosa erección, pues el pantalón me molestaba mucho, y los testículos me dolían horrores. Miren, padezco de un problema a nivel testicular, una hiperactividad, por lo que producen más esperma de lo normal y mucho mayor velocidad. Esto me provoca terribles dolores testiculares, que no se claman a menos que me masturbe por lo menos una vez al día. Gracias a Dios mi señora siempre ha tenido una excelente apertura para tener relaciones conmigo, claro, muy convencionales, pero altamente satisfactorias.

Mi señora se movía de un lugar a otro dentro del elevador, respiraba aceleradamente, haciendo subir y bajar la tela de su apretado vestido, a ella toda la ropa le queda muy apretada. Sus enormes senos siempre son una amenaza para cualquier botón de sus blusas, sus caderas amplias con ese trasero gordo y paradito hace que todas sus faldas y pantalones corran el riesgo de descoserse… ¡ya le ha pasado!

Meches empezó a frotarse los senos por encima del vestido, luego bajó una mano a su entrepierna y se la tomó como queriendo arrancársela. Aquello ya no era posible, mi propia esposa actuando como una mujerzuela. Y yo, cada vez más caliente, la ira que sentía crecía y crecía.

Meches…

Estaba completamente fuera de mi misma, lo único en lo que podía pensar era en mi hija mamándole la verga a ese tipo, me calentaba tanto, estaba tan excitada, que no podía pensar claramente. La comezón en mi sexo y en mis senos me volvían loca y no lo podía soportar. Encontré alivio cuando empecé a restregarme las tetas y al sujetarme con fuerza mi hinchado sexo. ¡Qué sensación!, fue como un fuerte corrientazo recorriendo cada rincón de mi cuerpo de hembra madura.

Llevaba un vestido verde con caída de cascada al frente, con un escote normal, diría yo, pero con mis 110 cm de busto, ningún escote es normal para mi, tenía que estar forcejeando con el a cada rato para que no se me viera más de la cuenta. Por abajo la falda era larga, con un pijazo del lado izquierdo hasta la mitad de mis torneados muslos. La tela se pegaba muy bien a mi culito… o más bien, culote, paradito y respingón. En el elevador, por mis constantes sobeteos, llevaba el escote del vestido peligrosamente bajo, dejando bastante más de la mitad de mis senos expuestos.

Aquello no le agradó anda a mi esposo, que desconcertado y molesto por lo que estaba pasándonos, se apresuró a tratar de subirme el escote de nuevo, hablándome para hacerme volver a la razón de nuevo.

¡Pero mujer, controlate!

¡Chico! ¡Chico!… ¡No puedo Chico, no puedo! ¡¡ESTOY ARDIENDO!!

¡No mujer no, eso no puede ser, no!

¡Y no aguanto Chico… perdoname!

Casi me le tiré encima, mis 170 cm de estatura buscaban con desesperación su alto y robusto cuerpo. Je, je, estoy casada con un auténtico semental de 50 años y 190 de estatura, y no lo había aprovechado hasta entonces. Pro mi continuo y frenético roce contra su cuerpo no hizo otra cosa que calentarlo más, haciéndolo perder casi por completo la paciencia.

¡¡YA VASTA MERCEDES!! – me gritó, a lo que no contesté más que con sonidos guturales y forcejeando con el más todavía.

Entonces hizo algo que nunca me hubiera esperado de el y que jamás en la vida me había pasado: me pegó. Me cruzó la cara con una fuerte cachetada.

Chico…

No me lo explico, yo jamás he sido un tipo violento, al contrario, siempre resuelvo las cosas hablando, y cuando no se puede, pues no se puede, me doy la vuelta y me retiro sin prestarme a estupideces de violencia. Y mucho menos les he pegado jamás a mis hijos o a mi esposa, siempre creí que los hombres que hacían eso debían ser azotados hasta que el verdugo cayera exhausto.

Pero aquel día… no sé, una ira irracional me cubrió por completo, verla a ella así, actuando peor que mi hija me enardeció, me excitó mucho más y me enfureció. Reaccioné violentamente propinándole un fuerte golpe a mi esposa en la cara, tirándola hacia atrás y derribándola en el suelo. Para cuando me di cuenta de lo que había hecho, ella estaba agarrándose la cara, pensé que la había lastimado mucho y me sentí una cucaracha, pero no…

Meches…

Me quedé tirada en el suelo, tapándome la cara pero no del dolor, era un morbo y un placer tan increíble que no me dejó reaccionar rápidamente. Y cuando Chico, sumamente preocupado se acercó a mi para ver si estaba bien, yo salté y me aferré a el, besándolo con desesperación.

Chico se asustó, pero ese extraño embrujo se había apoderado de el también, y me correspondió el beso. Fue un beso como nunca me había dado, lleno de fuerza, ira, agresividad, pasión, furia. Nuestras lenguas luchaban entre ellas y sus fuertes y musculosos brazos me rodeaban por completo, parecía querer comerme y eso me calentaba más.

Chico…

Parecíamos otras personas diferentes a nosotros, estábamos tan calientes y excitados que apenas nos dimos cuenta de cuando el elevador arribó hasta nuestro piso. Me puse de pié, con mi mujer aun pegada a mi cuerpo como una lapa. Nuevamente le di una bofetada, pero mucho más suave, que hizo que me soltara. Cuando vi su cara no la reconocí, tenía los ojos muy abiertos, con ese 2 luceros verdes que me cautivaban brillando de lujuria, su boca entreabierta se moría de sed, sus pechos enormes prácticamente estaba fuera del vestido, con los pezones apenas cubiertos aun. No la reconocía.

Meches…

Me sentía muy excitada, como jamás lo había estado, la única idea que había en mi mente era la de darme placer, placer y más placer, no podía pensar en nada más. la ropa me estorbaba y me moría porque mi esposo me tomara de una buena vez.

Chico…

Salimos del elevador, la llevaba del brazo con brusquedad, jaloneándola, casi arrastrándola. Llegamos a la suite y abrí la puerta, ella se me soltó y salió corriendo hacia el frente, yo inmediatamente salté y la atrapé de un pié, haciendo que cayera al suelo estrepitosamente. Forcejeó un poco lo consiguió liberarse, se puso de pié y me clavó una mirada de calentura como jamás había visto.

Meches…

¡Estaba ardiendo, ya no podía más! ¡La rudeza con la que me trataba me tenía loca! No podía esperar más, así que me despojé de mi ropa, rasgándolas en el proceso, y me subí a la cama, colocándome con las piernas abiertas y en alto, exponiéndole mi chorreadísima y enrojecida pusa para que mi macho diera cuenta de ella. Lo veía desafiante, con ojos retadores, realmente deseaba que me partiera en 2 y que me lastimara.

El se denudó como rayó, dejándome ver ese cuerpo atlético y musculoso de hombre de 50 años. El siempre fue muy deportista, así que tenía toda la musculatura perfectamente marcada, aunque menos en volumen como la tenía unos 10 o 5 años antes.

Velludo como un oso, siempre me gustó sentir sus pelos sobre mis pechos cuando hacíamos el amor, las cosquillas que me causaban eran otro aliciente para amarnos. Su cabello castaño, ahora tiñéndose de un elegante gris, me encantaba, y ese par de ojos grises que el tiene me enloquecían.

Pero lo mejor, creo yo, está abajo. allí tiene ese falo enorme, macizo, duro, cabezón. Le mide 23 cm y tiene un grosor de 5, con un glande en forma de sombrilla algo más grueso. Debajo, un par de huevos enormes, redondos, peludos, duros, siempre repletos de semen. Ya les habrá comentado sobre su problema, sus testículos producen demasiado esperma y eso le produce dolor.

Tras de si, un trasero redondo y bien parado, que me encanta acariciarle cuando lo tengo montado sobre mi cuerpo. En resumen, mi marido, Francisco Miranda, es un garañón que se cae de bueno.

Chico…

Cuando la vi así, no me resistí y me desnudé en un santiamén, pronto me vi parado entre las piernas abiertas de mi esposa, observándola, mirándola mientras me frotaba el miembro. Tan linda, tan sometida, tan indefensa.

Tomé el grueso glande de mi pene y lo comencé a frotar por encima de su vulva palpitante, un largo y agudo gemido se escapó de su garganta. Veía como intentaba menear las caderas hacia arriba para ser penetrada por fin, pero yo la quería hacer sufrir.

Estaba fuera de mi, nunca jamás habría pensado siquiera en hacer algo así, pero la empecé a abofetear, gritándole que era una puta, una sucia mujerzuela, una ramera de esquina a la que todo el mundo se cogía como si nada. Y para mi posterior sorpresa, constaté que estaba excitadísima con ese trato.

Meches…

¡Perra sucia! ¡Te gusta que te apaleen, ¿verdad?!

¡¡¡SSIII!!! ¡¡¡MMMFFFFMMMGRRRRR!!! – balbuceaba yo mientras el seguía insultándome.

Las mejillas me ardían por sus cachetadas, pero les juro que en medio de ese dolor mi vagina se empezó a contraer como cuando se llega al clímax. Fue el orgasmo más extraño de mi vida, duró poco y fue leve, es cierto, pero me dejó peor de cómo estaba y yo lo celebré a gritos y palabras ininteligibles.

Le me vía con los ojos desorbitados, tenía frente a el a una hembra caliente y sometida, con las piernas abiertas de par en par, en medio de las cuales estaba la pusa más caliente que había visto, palpitando por el inmenso deseo de ser penetrada hasta el fondo.

Corrió el prepucio de su imponente mástil no circuncidado y dejó la enorme cabeza expuesta, entonces me penetró de un solo golpe. El glande me causó mucho dolor, el nunca acostumbraba a penetrarme de esa manera, siempre era un proceso largo y metódico. Su paloma se deslizó en mi interior forzando las paredes de mi intimidad, a pesar de estar más lubricada que un motor nuevo. Además del dolor, también me hizo ver las estrellas del gozo, me hizo sentir un tremendo placer que jamás había sentido antes.

Y así, empezó a embestir con fuerza, furia y violencia, a la perra en que su casta mujer se había convertido. Sentía perfectamente bien como entraba y salía la masculinidad de Raúl, como se le clavaba hasta el fondo de su sexo, salía, y se volvía a clavar con violencia.

Chico…

Ella apretó los dientes y se aferró a las sábanas, poniéndose a berrear como una desesperada, sin importarle que nos pudieran oír en la vecindad. Sus senos se sacudían cada vez el animal salvaje en que me convertí entraba con fuerza en ella, y sus carnes se estremecían ante las intensas oleadas de placer que esas penetraciones le provocaban.

Pronto, mi sudor la cubrió, y mis gruñidos de macho desbocado se fusionaron con los agudos y fuertes gemidos de ella, una sinfonía de sexo, sudor y saliva que jamás podremos olvidar. Me enderecé, la agarré de los tobillo y los separé lo más que pude, y arqueándome para atrás rugí cuando sentí el orgasmo estremecer cada poro de mi cuerpo, inundando el cálido canal vaginal de mi amada en eyaculaciones interminables.

Meches…

Chico me inundó de semen, lo podía sentir caliente salirse de mi interior por los bordes de mi sexo, dejándome encharcada por completo. Y los espasmos de mi vagina, que también me regaló un segundo y bestialmente delicioso orgasmo, contribuían a que ese níveo líquido se me saliera.

Ni me di cuenta de cuando Chico se salió de mi interior y se echó a mi lado, jadeante exhausto. Yo me hallaba embelesada sintiendo las últimas contracciones de mi intimidad, enloquecida de placer. Me di la vuelta y me abracé de el, el me correspondió al abrazo y caímos rendidos, en un profundo y dulce sueño como nunca habíamos tenido…

 

Viejos Calientes.

(Viejos los caminos, y todavía echan polvo…)