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Gajes del oficio, Rica penetración

en Bisexuales

En el siguiente viaje de trabajo que mi compañero José y yo tuvimos por varios estados del norte de México, llegamos a una ciudad relativamente cercana donde vive una hermana de mi padre que es viuda, por lo que cada vez que voy por esa ciudad llego a visitarla y ella es tan buena anfitriona que tiene muchas atenciones para conmigo y José y nos presta unas recamaras con baño para sus visitas y además es excelente cocinera. Llegamos sin avisar pero con la confianza que da el parentesco. Ella nos recibió muy amablemente ya que reconoció a José porque habíamos estado en su casa en viajes anteriores y el siempre es muy atento con ella y le ha llevado algún pequeño regalo en cada ocasión.

En ninguna de las ocasiones anteriores habíamos estado juntos en la misma recamara José y yo, porque aprovechando la hospitalidad y generosidad de mi tía y buscando algo de privacidad, habíamos tomado cada quien una recamara. Ahora era diferente, la nueva condición de nuestra relación de amistad había cambiado y queríamos aprovechar el tiempo de intimidad. Desde el viaje planeamos quedarnos en la misma habitación, nos dijimos algunas cosas que nos pusieron calientes por el camino, recordando algunos momentos de la semana anterior en la otra ciudad y de cómo nos habíamos sentido cada quien en lo particular después de las primeras relaciones sexuales. Yo le dije que me había gustado hacerlo con el y le confesé lo ocurrido con mi hermano mayor hacia ya muchos años esperando que el me confiara sus experiencias también, pero no tenía nada que platicarme, salvo las formas de masturbarse y que había visto a sus padres tener relaciones sexuales cuando el era un joven. De cualquier manera el trayecto nos resultó algo excitante por el tipo de conversación que giraba alrededor de lo sexual en nuestras vidas.

Cuando regresamos en la tarde a la casa de mi tía, nuestros comentarios y bromas incluían tocamientos de nalgas y de pene cuando no nos observaba nadie, así que después de cenar y llevarnos unas cervezas a la recamara nos dedicamos a dar rienda suelta a nuestras preferencias protegidos por la intimidad de la recamara y discreción de mi tía. Ya sin ningún obstáculo yo tomé la iniciativa de desnudarme para andar sin ningún prejuicio por toda la habitación, después de una cerveza José se animó pero se dejó la trusa y los calcetines. Provoqué acercamientos para tocarnos y acabamos abrazados y fundidos en un beso con intercambio de lenguas, de ahí en adelante, no sin antes comentarle a José lo ridículo que se veía con la escasa ropa puesta, los dos desnudos totalmente y acariciando nuestras nalgas y el pene, iniciamos una mutua masturbación. Decidimos tomar un baño antes de seguir adelante. Nos metimos a la regadera y nos bañamos casi uno al otro. Había en la recamara un gran espejo que nos hacía deleitarnos con nuestros cuerpos reflejados en el y no podíamos dejar de observar cada cosa que hacíamos, los besos en la boca, las mamadas de verga y caricias de nalgas, pero sobre todo ver nuestras manos recorriendo libremente el cuerpo del otro.

La visión que teníamos frente a nosotros, había logrado llevarnos a un grado de calentura que se notaba la lujuria en los rostros, nunca nos habíamos acariciado tanto el uno al otro ni nos habíamos besado como ahora con tanta libertad sin miedo a ser observados. Creo que después de esa ocasión, José se convirtió en algo especial para mi, desde aquella noche lo traté diferente, lo apreciaba de otra manera, mas familiar con mas confianza y respeto. Aún recuerdo el momento de irnos a la cama, el se acostó de espaldas con su verga dura y destilando liquido cristalino apuntando hacia arriba mientras con una de sus manos se lo acariciaba suavemente sin quitarme la vista de encima, yo me acerqué a la cama y con mi mano seguí la suave masturbación que el estaba haciéndose como invitándome a continuar. Me senté en la orilla de la cama y el me acariciaba las nalgas con mucha suavidad y acercando sus dedos a mi orificio anal, me incliné para mamar su verga y acariciarla al mismo tiempo que la observaba, era dura y gruesa, larga como de 19 o 20 centímetros, sus bolas eran grandes y redondas cubiertas de pelo color castaño muy rizado.

Después de mamarle su verga un rato, metí mis manos bajo sus nalgas y se las acaricié con mucha excitación, le metí un dedo en su culo y le estuve observando el orificio del ano cuando le metía el dedo, se lo ensalivé y luego le metí dos dedos para ablandar su esfínter al mismo tiempo que le daba unas chupadas de vez en cuando en la verga para saborear su liquido lubricante que le salía en cantidades abundantes mismo que ocupaba en su propio culito. En esa posición, me acomodé entre sus piernas y las levanté siempre mirando su cara, acerqué mi pelvis para estar en posición de penetrarlo y lo vi que cerró sus ojos como abandonándose a lo que seguía, con mucho cuidado y suavidad acomodé la punta de mi verga en la entrada de su culito, sin empujar solo acomodada en el orificio lubricado y ablandado por mis dedos, sentí como lo fruncía cuando hice el intento de penetrarlo, luego aflojó y nuevamente empujé, entró la cabeza de la verga y el con sus ojos cerrados todavía, en esa posición me detuve un poco, quería sentir y ver su rostro cuando lo penetraba, poco a poco fui avanzando a como sentía su aceptación, le fui metiendo la verga centímetro a centímetro y el empujaba en el sentido contrario hasta que se la clavé toda, hasta que las bolas quedaron pegadas a sus nalgas, sus piernas levantadas y separadas de tal forma que yo no podía ver ni un centímetro de mi verga, toda estaba adentro de su culo.

Así nos quedamos unos instantes, le dije que lo tenía completamente clavado, que tenía la verga totalmente adentro de su culo, le pregunté que si no tenía molestia por eso. Y me dijo que no que había sido una sensación muy agradable, así estuvimos casi sin movernos, mi excitación era tal que pensé que podría eyacular en cualquier momento aún sin el mete y saca. Al tiempo que comencé a bombear su culo, tomé su verga entre mis manos para acariciarla, estaba durísima, pensé que explotaría de un momento a otro. José hacía esfuerzos por levantar su cabeza para lograr ver la penetración de la verga en su culo, tal vez por la expresión de mi rostro cuando yo lo estaba viendo, le pregunté que si quería ver su cogida y asintió con su cabeza, sin sacarle la verga, lo abracé de sus piernas levantadas y estando yo de rodillas, literalmente lo arrastré hasta el borde de la cama (ya que el gran espejo no estaba centrado en la cama) hasta quedar frente al espejo para que mi gran amigo pudiera verse penetrado y disfrutara de su cogida. El ritmo lo hice mas lento, casi le sacaba toda la verga y luego se la volvía a meter hasta el fondo para que el pudiera disfrutarlo, el separaba bien sus piernas y se masturbaba con mucha suavidad, de pronto aceleró sus movimientos en señal de que se acercaba su eyaculación.

Yo aceleré el ritmo del bombeo y cuando pude ver que José estaba por eyacular, le arrebaté la verga de sus manos y le hice una suave masturbación para disfrutar de los chorros de semen que salían de su verga y cayeron sobre su estómago en cantidades abundantes dejando mis dos manos embarradas de su leche blanca y espesa. En los momentos de su eyaculación, su culito se contrajo varias veces, cada chorro que salía de su verga, era una contracción de su esfínter anal que producía un apretón en mi verga acrecentando las sensaciones dentro de su ano. En esas condiciones no pude soportar más y comencé a descargar mi leche en su interior, chorros y chorros de leche caliente, hasta que sentí que ya no salía nada, aún así la verga estaba dura todavía y no quería sacarla de aquel rico agujero de mi amigo. La noche fue larga, seguimos en lo nuestro hasta quedarnos dormidos desnudos y abrazados hasta la mañana siguiente.

Últimamente no he visto a mi José, pues ya no trabajo en esa compañía pero hubo muchos viajes más y experiencias posteriores que relataré si así lo permiten.

Como siempre, espero sus comentarios. jaeliwil@yahoo.com