miprimita.com

Fantasiando con L (elle)

en Bisexuales

Estaba en una esquina, atisbando piernas a través del vaso de mi refrescante bebida frutal. Mi atuendo pretendía ser casual, aunque abajo llevaba un babydoll escogido para la ocasión; había costado sangre, sudor y lágrimas llegar a decidirme por ese modelo, encontrar la talla, aceptar la figura que me devolvía el espejo. De vez en cuando me dejaba llevar por la música del local, el ritmo de una tonada despertaba en mis fibras algo lúdico, iba meneando relajadamente mi cabeza mientras jugaba a espiar culos. De mis chispeantes pupilas verdes salían guiños imperceptibles a la vista de los especimenes en circulación. Los chicos estaban bien, pasables, pero no eran mi objetivo de esa noche. Imaginaba mi piel rozando contra la popa de esa morena de taco alto, casi por casualidad, a la entrada de los baños. O calculaba como podría conseguir un "accidente" que derramara el trago de la gordita sobre su escote. ¡ MHH !. Seguramente tendría unos pezones ennegrecidos, unas adorables tetas lácteas pletóricas de carne blanda para mis hambrientos labios. Labios - oh si - jugosos los de abajo, temblorosos inclusive rojizos, como los de aquella pecosa que hablaba sin parar con dos jovencitos de su edad. Mis parpados se entrecerraban fantaseando con el placer que sería arrancarle gemidos a tan deliciosa criatura. A medida que me humedecía el asiento se volvía más incómodo, sin embargo aún temía dar un primer paso que precipitara mi aventura programada. Pedí una Coca Light, sin hielo, contemplé como la efervescencia de la espuma se calmaba, luego con cierta envidia, a sorbos cortos, fui rememorando olores marinos, solitarias escenas ficticias que nublaban mi conocimiento de la feminidad.

¿Mucho calor, eh? – me interpeló una aceitunada cuarentona de rasgos orientales

Uff, si – respondí con cautela, fijando mi mirada en sus uñas pulcramente cortadas

¿Siempre bebes tanto…?

Es sin alcohol – me defendí automáticamente

Lo sé, si te vengo observando hace ratito… lo tuyo ha de ser una sed intensa

Quisiera haberme ruborizado, en lugar de eso sonreí pícaramente, cómplice de la red de palabras que estábamos creando. Su mano se posó sobre mi muñeca, en ademán de tomarme el pulso. Mis ojos recorrieron sus brazos desnudos hasta la despejada frente, sus rulos artificiales cayendo sobre unas pequeñas orejitas coronadas por aros dorados, tipo argollas.

Tu corazón late acelerado – concluyó, esbozando una mueca de satisfacción

¿Eres doctora? – lamenté mi pregunta inmediatamente, pues no me importaba en absoluto si su diagnóstico era o no profesional

Soy mujer, soy quien conoce tus dilemas de aquí y ahora – y reforzó la afirmación llevándose el índice a su entreabierta boquita de frutilla.

Menos mal no había un detector de incendios cerca de mí. El fuego interno hizo fácil presa de mi organizado plan de conquista, las atónitas cenizas solo ahogaron un suspiro tibio en tanto que mis jugos llegaban a un punto de ebullición desconocido. Me daba vueltas el espacio, estrellando mi cielo bajo el techo iluminado con luces de fluorescentes fucsias.

Suavemente me empujó de la nuca fuera de mi silla. Su palma era tersa, pero firme. Caminamos entre la gente, con las carteras enlazadas, mis nervios hechos sudor de parpados, su espalda curveando los pasillos que doblaban uno tras otro. Un cuarto con cortinaje de velos nos recibió al final de la puerta del 504. Antes un comedorcillo con sofá de cuero ya había logrado buen efecto en mi análisis situacional. Si me iba a entregar a …a… a aquello, mi sensibilidad estética debía ser también considerada.

Deja que te enseñe

Miel para mis oídos. Tomó mi mentón y lo elevó, percatándose de mis imperfecciones, mis mejillas rechonchas y coloradas, mi nariz de bolita, mi falta total de maquillaje. Enredó sus largos dedos en mi cabellera espesa, pero cortada a menos de 5 centímetros de mi casco.

Me gusta estar fresquita – largué, cual excusa para interrumpir el silencio

Shhh – esta vez su dedo fue a mis labios con una ternura impositiva que me hacía crecer en curiosidad, y deseos – Vive

Fui acariciada pausadamente, torturantemente, por cada zona que mis ropas no cubrían. Del pecho exhalaba ronroneos tímidos, decentes y lujuriosos sin atreverme a alargar mis manos hacia ella. Sus senos tenían lunares, indicaban un caminito a la gloria que el sostén escondía. Tomándome de las sienes llevó mi cara a la suya, a una distancia en que podía percibir su aliento de Baileys, me sentí avergonzada me pilló saboreándome ese licor que hacia tanto no probaba.

¿Quieres beber?

No, … no… es que ya no…

Bebe de mi – las pestañas invitaban, su cuello largo, ladeado, daba forma al resto de la copa preciosa, el material más fino para depositar el líquido más glorioso.

Nuestras lenguas se unieron en una danza sinuosa, volteretas de placer inundando las papilas, furtivas lamidas a las comisuras, yo inmovilizada por la pasión contenida. Su experiencia desató los broches de mi brassier en segundos, mis temblorosos miembros apenas si concebían lo que estaba por suceder… aunque buenos aprendices seguían intentando dar con algún cierre que facilitara el acceso a su desnudez. Mi busto estaba endurecido, tenso al ser expuesto entre los botones de la blusa, su vestido negro seguía enmarcando esa silueta veloz que me dejaba apenas en panties, tragando saliva, expectante.

Amar sin prisas, Romy, es más amar

… ahh ahh

Nos presentaron cuando llegaste, no importa que hayas olvidado mi nombre, tranquila. Soy Danitza

¿ Te … te gusté desde el principio…?

Me pareció que necesitabas de mi para que hubiese un principio, una damita al natural, nueva, merece el privilegio de compartir así, acá…

La cama era azul piedra, destellos brillosos en la cubrecama presagiaban un excelente poder de deslizamiento. Dani me indicó que adoptara la postura que más me ayudara a soltarme. Mis omóplatos se estremecieron al contacto con la seda, mi pechos como jalea lucían divertidos, juguetonamente avanzó como una gata sobre el mullido colchón. Mordisqueando todo mi torso hacía que nuestras caderas brincaran y mis torpes manoteos por fin le arrancaron el bello traje negro, para dar con un aún más hermoso espectáculo oscuro, infinitamente terso, a la temperatura precisa para mis anhelos.

Con ella aprendí más de anatomía que de los libros, sentí más emociones de las que hay en el diccionario, y abrí los espacios más recónditos de mis propios secretos.

Solamente me falta conocerla

 

RAMS, Lunes 28 de noviembre del 2005