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Una deuda de hace 15 años

en Bisexuales

El carnaval se agitaba poderoso sobre la ciudad. Su rugido eran las voces de la muchedumbre que enloquecida enardecía al ritmo de los timbales, dejandose secuestrar por el deseo carnal. Aquí y allí, todos se entregaban a la pasión cobijados en el anonimáto de las máscaras.

Flotábamos inertes arrastrados por ese mar de seres sin rostro. Él tomo mi mano a traición y me arrastró a la oscuridad, sorprendiendo a mis labios que temblorosos se entreabieron para recibir su aliento. Su lengua confitada de alcohol fue mi ambrosía. Mis dedos torpes e inexpertos apenas sí alcanzaron a rozar su cara, él por el contrario tensó mi piel como nadie lo habia hecho, haciendo que llorara mis lágrimas del placer.

Siguió besándome hasta que presentimos miradas indiscretas que nos hicieron huir.

Aquella noche fue la única, aquella noche fue la última, desde entonces han pasado quince años...

Volví a verte en aquellos grandes almacenes, estabas cambiado, algo más gordo, pero igual de guapo que entonces. Nuestras mujeres se saludaron, la tuya estaba embarazada, nosotros llevabamos a nuestro hijo de la mano.

Te ofrecí mi mano y me la apretaste con dulzura. "No va a ser igual" pensé, pero tu mirada fue tan dulce e intensa que sobraron las palabras. No hubo que dar muchas explicaciones, sólo intercambiar nuestros números.

Llegué a aquel hotel tan elegante. Tú me esperabas en la zona bussiness. Todo en orden, no éramos más que dos señores de negocios. Estuvimos charlando un rato mientras tomábamos una copa. Yo no podía dejar de mirar tus labios. Tomando aire nos levantamos de la mesa y fuimos al ascensor. Habitacion 102, ¡10 de febrero, qué casualidad! la misma fecha que en aquel entonces.

Abrimos la puerta y no quisimos llegar a la cama. Nuestros labios volvieron a unirse como aquella vez. Y como aquella vez mi cuerpo temblaba y tu lengua me embriagaba con su sabor.
Pero fui más valiente que entonces y mis dedos más expertos liberaron con habilidad tu cremallera. Gemías como un cachorro mientras mi boca atrapaba con ansia tu generosa carne caliente, mientras mi lengua leía sabiamente en las líneas del placer.

Con mucho cuidado te abriste camino en mi hueco, acariciando mi piel mientras yo me resistía al placer de tu cadencia.

Sonreimos al sentir mi humedad y la tomaste con tus manos para apreciar su aroma. Tu rostro se volvió salvaje entonces y noté que crecías dentro de mí. Cuando todo estaba preparado, te vaciaste con generosidad en mi vientre.

Abrazados, besándonos, permanecimos ausentes hasta que llegó el momento de despedirnos.

Yo caminé muy despacio hasta llegar a casa. Sonriendo, con la actitud de un vencedor, con la sensación de haber cerrado una gran puerta, de haber saldado una deuda.