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Nochevieja de Pasión

en Jovencit@s

Tendría yo unos 15 años por aquél entonces. Era nochevieja, el día mas excitante del año ya que era el único día en el que mis autoritarios padres me dejaban empalmar por la noche hasta el amanecer por ahí, y eso fue exactamente lo que hice, empalmar.

Mi grupito de colegas de mi edad, los colegas del barrio y del instituto de toda la vida, estaban formados por otros dos chavales (Roberto y Manuel) y tres chicas (Laura, María y Marta) a las que nosotros cariñosamente llamamos las tres emes. Roberto y Manuel al igual que yo, éramos chicos deportistas, los tres jugábamos al baloncesto, Laura y Marta eran (y son) chicas espectaculares; María quizás no pero era una chica simpatiquísima a la que todos queríamos. Pero Laura era una auténtica diosa para mí, era la perfección absoluta. Una chica agradable, inteligente, y preciosa: Piel pálida, ojos azul claro, rostro de ángel, y cuerpo increíble, su culo y sus pechos tenían la proporción perfecta, su mano, su cuello, sus pies… Su piel era suave y tenía un lunar en el muslo, cerca de la ingle que solo podía verse en verano cuando íbamos a la piscina. Estaba totalmente enamorado de ella.

Aquella noche habíamos quedado los seis en ir a casa de Marta, puesto que sus padres se habían ido a pasar las navidades fuera. Se podría decir que lo teníamos preparado desde el año pasado: El alcohol, los vasos, la cadena de música, los altavoces, incluso una fregona que habíamos comprado porque… ¿En que fiesta nunca el suelo ha llegado a beberse un cubata?

Llegué al edificio donde habíamos quedado.

-Hola chicos ¿que tal?

-Hola. –Me saludaron. Siempre llegas el último.

-No, el último no aún falta Manuel.

-Manuel nos ha dicho que no vendrá. –Se apresuró a decirme Roberto. Por lo visto tiene jaleo en casa.

Miré el reloj, eran la una y media, tenía pensado aparecer por casa a las siete tal vez, no sabía lo que aquella noche me iba a acontecer.

La primera parte de la velada, fue bastante tranquila, incluso rozando el aburrimiento diría yo. Roberto y yo estuvimos charlando la mayor parte, mientras bebíamos, aunque ellas entre bailecitos y tal habían bebido algo más que nosotros. Después empezamos a bailar con ellas, después de haber bailado un par de canciones con Laura, ya tenía su aroma inundando mi nariz, la verdad es que no se si se trataba de su perfume o de su propia esencia, pero me estaba volviendo loquito.

Entonces ocurrió lo que ninguno de los íbamos a sospechar, María cogió y empezó a hacer un striptease. Yo me reía junto con los demás, "es lo que tiene la bebida" pensé, pero aún no me imaginaba que el striptease iba a ser íntegro, la tía se desnudó entera. Como ya he dicho no era muy atractiva precisamente y aunque estuviera algo gordita, consiguió excitarme un poco. Entonces ella comenzó a caminar hacia delante y le plantó un apasionado beso a Roberto el cual no sabía que hacer, y mirome hacía mi con los ojos bien abiertos queriéndome decir: "¿Qué hago?", a lo que le contesté de forma vocal "Tu tira para adelante".

Me apresuré a mirar atrás para ver la reacción de las otras chicas, pero solo estaba Laura, anonadada; volví a mirar a los "enamorados" y vi que ha ellos se había sumado Marta, la cual ya se había desnudado y le estaba quitando la ropa a Roberto. Una gran erección ya recorría mi pene, no sabía que hacer, Laura estaba detrás de mí. Me habría lanzado, de saber que es lo que ella estaba pensando en ese momento. Entonces sentí un susurro en mi oído derecho, y mi olfato volvió a sentir aquel olor que tanto le excitaba.

-Solo quedamos tú y yo…

-Si jajajaja, ¿Quieres que nos sumemos?. –Dije yo en esa forma en la que parece que lo dices de broma

-Agh por Dios no…

La verdad es que me avergoncé bastante, no sabía que decir y me puse rojo, incluso noté como mi erección bajó al instante. Me había hundido, hasta que su dulce voz me volvió a sacar a flote.

-No tengo ninguna intención de hacerlo con nadie más que contigo. Todo este tiempo he visto como me mirabas, y ya que veo que no te lanzas, tendré que hacerlo yo ¿no?

Entonces noté como me sorbía el alma con sus labios, había estado esperando este tiempo durante meses, años,… busqué desesperadamente en el salón algún buen sitio, no veía ninguno. La alfombra estaba siendo ocupada por el trío de mis amigos, a los que no envidiaba en absoluto. Puesto que no había otro remedio, tiré todos los objetos de la mesa al suelo (Marta estaba muy ocupada como para echarme la bronca) y tumbé a Laura en ella mientras suavemente acariciaba sus pechos y la despojaba de sus ropas. Y allí estaba, el lunar, creí queme iba a explotar la poya cuando lo vi, y más aún cuando pertenecía a la chica que amaba, desnuda. Entonces ya cuando los dos nos habíamos quitado la ropa, me tumbé en la mesa (puesto que soy un caballero, y si tengo que destrozarme la espalda me la destrozo yo) y ubiqué a mi diosa encima de mí. Sentía su coño, apoderarse de mi poya y noté como rompía el himen. Ella se quejó un poco, pero se le iba pasando en las idas y venidas, yo me fijaba en sus perfectos pechos, ahora sin ningún bañador que pudorosamente los tapase. Estuvimos así bastante tiempo, hasta que ella se incorporó y se tumbó entre mis piernas, con la intención de destrozar mi manubrio a lametones. Su boca subía y bajaba, parecía incluso una experta, y me llegó a asaltar el pensamiento de si ya lo habría hecho otras veces. El carmín de sus labios manchaba mi miembro, pero eso me excitaba aún más, necesitaba hacer algo yo también así que decidí girarme y empezar a lamer su chochito, recientemente estrenado arriba y abajo, era una situación bastante placentera y yo ya estaba empezando a sentir ganas de correrme, y no deseaba hacerlo en su boca, me parecía que era mancharla (nunca mejor dicho) así que me la puse entre las piernas, saque mi cacao y lubriqué bien su culito para que pudiera recibir mejor mis embestidas, y así lo hice, ella gemía y gemía de placer y decía que lo hiciese más rápido, entonces yo ya no pude soportarlo más, y descargué todo mi amor dentro de ella. Laura sentía como me corría en su culo y me animaba a que siguiera haciéndolo.

Cuando hube terminado ya estaba rendido y me tumbé al lado de ella, para empezar a besar su piel y sus pechos de quince años. Allí estábamos los dos, tumbados en la mesa, desnudos besándonos. Yo miraba a mi compañero que aún estaba luchando contra esas dos fieras, tras lo ocurrido, María ya no conseguía excitarme en absoluto.

Como ya no llevábamos tanta prisa decidimos acostarnos en una cama en los dormitorios de arriba (era un chalet) y allí pasé el resto de la noche. Contaría también el año que nos dimos, pero también requeriría otro relato entero así que lo dejo para si os gusta, Salu2 y recordad:

"Haz el amor bien y no mires a quién"