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Mi primo Tony

en Bisexuales

Yo no conocía a Tony. Él era hijo de una prima mía, y a pesar del parentesco, apenas y le ganaba por un par de años de edad. Él tenía 15, medía 1.70, era blanco, flaquísimo, y de pelo castaño; mientras yo tenía 17, medía 1.73, no era flaco, ni musculoso, y de pelo negro.

La primera vez que lo vi, fue en una fiesta familiar. En esa ocasión, ambos habíamos hecho una mancuerna perfecta, pues la química se dio desde el primer instante.

Pasaron los años, y lo volví a ver. Pero esta vez en mi territorio: vino de vacaciones a mi ciudad, por una semana, y se quedaría en mi casa, junto con su mamá, y otras de sus tías. Mi primera reacción que tuve al enterarme de ese acontecimiento, fue la más pura de las alegrías: volvería a ver a mi querido "primo", con quien tuve una excelente relación hace un par de años.

Cenamos en mi casa, y el siguiente paso fue asignar cuarto y cama a todos los visitantes. Debido a la edad, y a que ambos éramos hombres, me tocó compartir mi cama con él. Pero antes de irnos a dormir, jugamos un buen rato en mi consola de videojuegos.

Hasta ese día, jamás había tenido un pensamiento homosexual. Yo había sido un chico muy "normal", con novia y toda la cosa. Pero al llegar la noche, y para no dormir tan acalorados, fue que decidimos quedar en boxer y una ligera playera. Fue en el momento de quedar en boxer, que no pude evitar dar un ligero vistazo hacia su paquete. Y mi sorpresa fue mayúscula. Tenía un abultado paquete, que superaba, en mucho, al mío. Y eso que le ganaba por dos años. Y lo que sentí, fue muy extraño. Era una mezcla de envidia y admiración. De coraje y deseo.

No sé si notó mi asombro, porque me dijo:

- ¿Qué pasó, nunca habías visto una así de grande?

Yo, para disimular, le contesté:

- Pues ni tan grande. A simple vista se nota que la mía está más grande.

- No lo creo, primito. Nadia le gana a mi verga.

- Si tú lo dices.

- Ah, ¿no me crees? Pues es muy fácil de averiguar. Apostemos algo que nos duela, para ver quien la tiene más grande.

- ¿Qué nos duela? –le pregunté intrigado.

- Sí... algo que no sea material... que nos pese más perderlo... o darlo...

- ¿Pues cómo qué puede ser?

- ¿Qué te parece... si durante parte de la noche, acostados, el perdedor se la pasa... sobándole la verga al ganador?

Ante esa proposición, que yo sabía que perdería sin lugar a dudas, a pesar de que yo aún no me bajaba el pantalón, y el no había visto mi paquete, fue más mi excitación que el sentimiento de miedo o el rechazo.

- Ok, acepto. ¿Y cómo le vamos a hacer? ¿Al tanteo?

- No... con una regla. Yo te mido la tuya, y tu mides la mía.

Esa idea me excitó aún más.

-Ok, déjame traigo una regla.

- Mientras, levantaré a mi amigo.

Salí de mi habitación, queriendo contener una tremenda erección, pero una voz gruesa me asustó.

- ¿No se habían acostado ya?

Era una de mis primas, que venía siendo tía directa de Tony.

- Ah, hola primita. Es que me levanté por un vaso de agua.

- A mí también me dio sed, por eso me levanté. Que tengas buenas noches.

- Buenas noches, primita.

Afortunadamente no me había quitado el pantalón, y el pasillo donde nos encontramos estaba semi-oscuro. Ya sin más titubeos, tomé la regla que estaba en mi mochila, en la planta baja de mi casa, y subí a mi habitación, a toda prisa.

Al entrar, lo primero que me topé fue con la imagen más hermosa que había visto en mi vida... y la más cachonda. Tony estaba tendido sobre la cama, sin su playera, con el boxer bajo, y con su verga recargada en el estómago. Una verga hermosa, gruesa, blanca, con el glande rosado, con poco vello, con pocas venas verdes, y que era, sencillamente, enorme. Su glande superaba su ombligo.

Quedé impactado, paralizado. Y mi pene también se paralizó al ver aquella linda estampa.

- Pásate y cierra la puerta, no seas menso. Alguien puede pasar y vernos.

Yo, sin dudarlo, obedeciéndolo, cerré aquella puerta, y pasé, maravillado con aquel espectáculo.

- Cómo tú eres el que empezó esto, me la vas a medir primero.

Y sin titubear un segundo, me acerqué lentamente hacia aquel manjar, me puse en cuclillas, apoyándome en la cama, acerqué la regla a su pene... lo tomé con mi mano derecha, mientras que con la izquierda contrasté la regla con aquella cosa descomunal. Hasta ese día, con mis 17 centímetros, me consideraba el hombre más dichoso de la tierra. Pero ahora, con aquellos jugosos, carnosos y palpitantes 21 centímetros en mi mano, más que envidia, me sentía en la gloria.

- 21 centímetros –dije.

- Perfecto, sigues tú.

Con trabajos retiré mi mano de aquella delicia. Le di la regla, con la mano temblorosa, y me desabroché el pantalón. A pesar de lo sumamente excitado que estaba en aquel momento, con la verga a su máxima expansión, no pude superar aquella agraciada verga.

- ¿Lo ves? Te lo dije. No tenías ninguna oportunidad de ganarme, te lo dije, pero tú insististe... ahora, tienes que pagar la apuesta.

Bajé la mirada, como apenado, como si de verdad me hubiera incomodado perder, pero estaba encantado con aquel resultado.

Él se recostó sobre la cama, nuevamente, se puso la playera y se subió el boxer, y se cubrió con la sábana. Me hizo un gesto con su mano derecha, de "siéntate aquí", y yo, perdedor, lo obedecí.

-Ya acuéstate, que la noche es larga, y quiero disfrutarla.

Y como queriendo no parecer tan puto, le objeté:

- ¡Oye, no te la estaré sobando toda la noche! Quedamos que sería sólo parte de la noche!

- Ok... ¿y de cuanto quieres esa "parte" de la noche? ¿Dos horas?

- ¡No! –y dije eso no porque me pareciera demasiado, sino porque una parte de mí pretendía querer ocultar mi naciente afición.

- Ok... entonces, tú establece el tiempo.

- Media hora.

- Perfecto, comienza.

Ahora sí me acosté, cubriéndome con la sábana. El se volteó hacia mi lado –yo estaba de lado izquierdo de la cama-, cerró los ojos, y me dijo:

- Es toda tuya. Deléitame.

- De alguna forma, el hecho de que cerrara sus ojos, hizo que me diera menos pena, por lo que moví mis manos hacia su boxer, y por encima del mismo le di masaje a su pene por un par de minutos. Era una sensación por demás indescriptible, sumamente excitante. Nunca había vivido algo así. De vez en cuando su pene se contraía sobre su estómago, de la excitación, seguramente, por lo que yo tenía que volver a retraerla hacia mis manos.

- Ya es hora de que pases ese boxer, ¿no? –me dijo, sin abrir los ojos, pero también sin quitar de su rostro una mueca de placer. Ese llamado fue la excusa perfecta, lo que me redimía de hacer la putería a la que estaba destinado.

Lentamente deslicé el boxer de su cuerpo, hacia las rodillas, y su verga saltó con fuerza, rebotando en mis manos y la sábana. Yo la tomé con mi mano derecha, y comencé a masajearla lentamente, deslizando mis dedos por toda su superficie, por sus huevos, tratando de rizar los pocos vellos que tenía en los mismos. El ambiente fue poniéndose caliente –más aún!-, y de simplemente subir y bajar su prepucio, lentamente, con la punta de los dedos, aumenté la velocidad, pero ahora con toda la mano... hasta que, claramente, le estaba haciendo una puñeta, misma que el gozaba, con pequeños gemidos de goce.

Yo pensé que concluiría esa puñeta con lo usual, una lluvia de semen, que si salida de mi verga era abundante, salida del suyo sería todo un río. Pero en eso, él me detuvo:

- Ya pasó la media hora. Vamos a dormirnos.

Yo me quedé helado con aquellas palabras. No podía creerlo. ¿Acaso el entró el remordimiento católico? Sin más que hacer, solté su verga, ante lo cual él se volteó hacia el otro lado, diciendo:

- Buenas noches.

- Buenas noches – le contesté, e hice lo mismo.

Yo estaba súper caliente, y a pesar de las ganas de masturbarme, me aguanté, tratando de entender aquel corte tan abrupto. Pero, no obstante mi calentura, no tardé mucho en quedarme dormido.

A la mañana siguiente, el primero en abrir los ojos fui yo. Y lo primero que sentí, con algo de miedo al principio, y de encanto después, fue su verga, erecta, empalmada en mi trasero. Y de vez en cuando, se adentraba en mi, cuando se impulsaba, lentamente, como por una reacción instintiva de parte de Tony.

- Tony, ¿estás despierto?

Pero nunca respondió. Lo único que hizo fue dar un breve gemido, como todo aquel que está dormido, y lo molestan por la mañana. Muy a mi pesar, me levanté de la cama. No le perdonaba, aún, lo de anoche. En el punto climático, me detuvo. Así que traté de bajar un poco mi erección matutina, incrementada por la presencia de Tony, me puse mi pantalón, mi camisa, y salí de aquel cuarto, conteniendo las enorme ganas que tenía de levantar la sábana y volver a ver su deliciosa verga.

Salí de aquella habitación, saludé a los familiares que ya estaban despiertos, y después de esperar unos minutos a que se desocupara uno de los baños, me metí a bañar, tratando de que con eso se me bajara la calentura. Y la mejor forma que encontré, aparte de la ducha fría, fue el darme una tremenda paja que terminó en un abundante flujo de semen, que corría por la coladera.

Salí del baño, y cuando regresé a mi habitación, Tony ya estaba despierto.

- Buenos días –me dijo.

- Buenos días – le contesté, indiferente.

- Oye, sobre lo de anoche yo te quiero decir que...

No dejé que continuara.

- No sé a que te refieres. Por cierto, aprovecha que el baño está vacío ahorita, porque cuando todos se levanten, lo ocuparán por horas – y dicho eso, salí de mi habitación, hacia la calle. Por suerte, era miércoles, y aún no salía de vacaciones decembrinas. Toda la mañana, en la prepa, no pude eludir de mi mente la imagen de su deliciosa verga, ni su actitud tan estúpida, en medio de una deliciosa paja.

Al llegar la tarde, regresé a mi casa. Toqué, pero nadie me abrió. Seguramente salieron todos a dar un paseo, pensé. Así que abrí con mis llaves y, efectivamente, había una nota en la mesa de la sala: "Salimos a pasear por la ciudad. Hay comida en el horno. Besos. Mamá."

La casa estaba en el absoluto silencio, y yo no tenía ni ganas de comer, ni de ver la televisión, que es lo que usualmente hubiera hecho.

Así que fui a mi habitación, y me senté sobre la cama. Por lo regular cerraba la puerta, pero estando sólo, pues no había motivo para ello. Así que encubierto por la soledad, el silencio y la oscuridad de mi habitación, me dispuse a destender la cama, para poder olfatear la sábana, de la región donde había estado la verga erecta de Tony durante la noche.

Le di una profunda exhalación, y pude percibir aquel aroma tan deliciosa que me había embriagado el día anterior. Y el aroma, nuevamente, me drogaba con intensidad. Por ello, es que decidí pasar mi lengua por aquella sábana, en una pequeña mancha que bien podría ser de líquido pre seminal. Cerré los ojos, y le di un lenguetazo. Era un sabor exquisito. Fue en eso, cuando escuché un ruido. Alarmado, voltee, y vi a Tony parado al lado de la puerta.

- ¿No te fuiste con tu mamá?

- No. Les dije que prefería quedarme viendo la televisión, pues pasarían un partido de fútbol español.

- Pues yo no te veo viendo tele – le contesté, tratando de disimular un poco.

- Perdóname por lo de anoche. No fue mi intención herirte.

- Pues lo hiciste.

- Es que... tengo novia. Y sentí que la estaba traicionando. No creas que hago este tipo de "apuestas" con todos los chavos. Fue mi primera vez. Nunca había tenido una experiencia de este tipo.

Al oír esas palabras, se me pasó un poco el enojo. También era la primera vez que yo le agarraba la polla a un chico, y también tenía ciertos remordimientos. Además, yo no podía estar enojado con el portador de aquella delicia.

- ¿Bueno, entonces todo quedará aquí? – le pregunté.

- Sólo si así lo quieres –me contestó, viéndome de manera muy picaresca, que no pude resistir. Fue entonces cuando me abalancé sobre él.

Me acerqué a su rostro, sin dejar de mirar sus ojos, con una mirada lasciva, y tiernamente le di un beso, mismo que el respondió de inmediato. Nuestras lenguas comenzaron a juguetear por unos segundos, mientras sus manos recorrían mi espalda, hasta llegar a mis nalgas, y se quedaron ahí apretándolas. Mis manos, en cambio, estaban posadas sobre su abdomen.

Me separé de él, y desabroché su camisa, hasta hacerla volar por los aires. Y aquel cuerpo flaquito que apenas ayer había visto recostado desnudo en mi cama, ahora lo podría saborear sin prisa alguna. Besé su cuello, y lamí sus tetillas, hasta bajar por el abdomen, y quedarme ensalivando su obligo muchas veces. Y es que su ombligo me encantaba, pues no se lo había visto antes, por que su verga lo ocultaba. Llegué al pantalón, uno de mezclilla azul, que apenas contenía a su verga. Lo recosté sobre la cama, y lamí un poco de su verga, por encima del pantalón, hasta dejarle húmeda esa zona. Él sólo acariciaba mi pelo con sus manos, gimiendo de vez en cuando, lleno de alegría.

Le quité el cinturón, desabroché su pantalón, y bajé su ziper con mis dientes, lo que lo excitó muchísimo. Le quité el pantalón, por completo, y bajé lentamente su boxer. Y salió su verga a recibirme. La volví a colocar en mis manos, caliente, palpitante, la acerqué lentamente hacia mi rostro. Pude así, de cerca, oler su verga, un aroma que me volvía loco, y que era mil veces superior al de l sábana. Luego, desenfundé su rosado glande, y le di un pequeño besito, de piquito, lleno de ternura y cachondez. Eso, le encantó, y más porque yo de cuando en cuando volteaba a verlo a los ojos, con una cara llena de lujuria. Después de ese primer beso, volvía besar su verga, una y otra vez, desde el glande, hasta los testículos, que estaban un poco rojos por lo cachondo. Rojos y enormes. Intenté meterme uno a la boca, y lo logré. El problema fue cuando intenté meter los dos, pero no pude.

Luego, lamí su tronco como si se tratara de una paleta de pirulí, hasta que metí su glande en mi boca, y le di mil caricias con mi lengua. Intenté meterlo todo en mi boca, pero no pude, debido a su enormidad. Así pasaron cerca de quince minutos, cuando el dijo "me vengo". De inmediato retiré mi boca de esa exquisitez, y comencé a masturbarlo, acercando mi boca, para recibir en ella su potente disparo, uno que triplicaba los míos, y que inundó mi boca, llenó toda mi cara, y parte de mi pelo.

Era un sabor no muy agradable, salado, agridulce... pero todo lo tragué. No quería dejar desperdiciar una sola gota de ese elíxir mágico. Incluso limpié con mi lengua el semen que se derramaba aún de su verga, hasta dejarla limpiecita.

Su verga e durmió en mi boca, y fue cuando por fin pude meterla toda. Pero debido a mis succiones, de nuevo se fue poniendo en pie a los cinco minutos. Esa sensación fue maravillosa, por cierto. El se puso de pie, me levantó a mí también, y me dio un beso, sin importarle que mi rostro estuviera lleno de semen.

- Nunca había sentido tanto placer. Mi novia ni siquiera fue capaz de darle una lamida a mi verga, porque le dio asco.

- Pues deberías dejarla.

- Tal vez lo haga, después de lo sucedido hoy – dijo, y nuevamente nos besamos.- Quiero penetrarte. ¿Me das permiso?

Wow, pensé. Tener esa enorme bestia dentro de mí, sería muy doloroso. Pero también sumamente excitante.

- Puedes hacer de mí lo que quieras. Soy tuyo desde el día de hoy.

Al recibir esa respuesta, sus ojitos se iluminaron, me besó de nuevo, y volvió sus manos otra vez contra mis nalgas, que son enormes, acolchonaditas. Fue en eso cuando se escuchó un carro que se estacionó fuera de la casa. Eran mis papás y mis primas, que habían regresado. Yo de inmediato me fui a enjuagar la cara y el pelo, mientras Tony se puso su ropa y se fue a sentar al sillón de la sala, donde estaba la televisión. Yo prendí la computadora, e hice como si estuviera haciendo tarea.

- Ya regresamos, niños. ¿Cómo la pasaron? –preguntó mi mamá.

- Muy bien, tía. Bueno, al menos yo la estoy pasando muy bien, viendo el clásico del fútbol español. Pero Daniel está haciendo tarea desde que llegó de la escuela.

Sin hacerle mucho caso, se dirigieron hacia la cocina, para hacer la cena, y comadrear la maravillosa tarde que había pasado recorriendo la ciudad. Aunque, al igual que Tony, yo la había pasado de maravilla esa tarde. Nunca la olvidaré en mi vida. Y eso que apenas era el segundo día de su estancia en mi casa. Faltaban cinco más, y tendría que aprovechar el tiempo restante. Por lo pronto, pensaban en las nuevas aventuras que nos envolverían al anochecer de nuevo.

 

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