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Caballo loco (10)

en Grandes Relatos

CABALLO LOCO PARTE X

En plena siesta regresaron Juan y el herrero que había encontrado. Este era un hombre enorme de un metro noventa de estatura y fuerte musculatura. Apenas desmontaron de sendos caballos, Juan se acercó a la tienda para observar donde estaban todos. Cuando abrió la misma vio con sorpresa a todos dormidos unos sobre otros y desnudos. Enseguida cerró la tienda y regresó junto al herrero que algo había alcanzado a ver, aunque no entendió demasiado, su instinto animal lo hizo encabritar su mula.

Fueron a arreglar el eje y tras varios minutos pudo encontrar la falla y reparar al fin la carreta.

__ ¿Estaba difícil no?__ preguntó Juan a modo de comentario.

__ La verdad que sí patrón, pero ya está lista.

__ Bueno usted dirá cuanto le debo

__ Ya le voy a cobrar, no hay apuro. ¿Tendría un poco de agua?

_- Sí como no.

Dicho esto Juan fue a buscar el agua que se encontraba detrás de la tienda. Cuando regresó al lado de la carreta, el herrero no se encontraba allí. Trataba de encontrarlo con la mirada hasta que sintió un golpe seco en su cabeza y cayó pesadamente al suelo. Lo que Juan no sabía, era que el herrero, tenía fama de estar un poco chiflado.

Cuando Juan despertó un poco dolorido se dio cuenta de que estaba atado con las manos en la espalda, y completamente desnudo, dentro de la tienda. Allí también se encontraban el indio, su mujer y su hijo en el mismo estado que él. El herrero en tanto los miraba de pie y totalmente desnudo, blandiendo entre sus manos un falo como el no había visto nunca.

El herrero le dijo entonces __ Encontré la manera en que me va apagar patrón__

__ Si nos sueltas las manos, te haré gozar como nunca __ Intervino Clara, muy caliente al ver la herramienta del herrero __ ¡Tu cállate puta y cómeme, ven!__ Diciendo esto se acercó a la mujer y puso su tranca al alcance de su boca. La mujer tragó gustosa semejante pija. Lo lamía con ternura y sofocada por el calor de la tarde, pero sentía como su vagina chorreaba jugos incesantemente por el deseo.

El herrero sacó su verga de la boca de la mujer y se acercó al marido __ Ahora es tu turno, muéstrame como lo haces, gózalo __ Juan lo pensó un instante y se prendió al tronco que le acercaba el herrero, comprendió que no tenía muchas salidas, salvo hacer caso y chupar esa vara que además estaba para comerla, la lengua de Juan iba y venía sobre el hierro caliente y el gigante gemía enloquecido de placer. Mirando a Caballo Loco le ordenó __ ¡Tú, acércate! __ el indio se acercó como pudo __ ¡Ponte de rodillas! ¡ Así! ¡Tu sigue chupando! ¡Ahhhhh! __ Abriendo con sus manos el culo, mostró el oscuro agujero a Caballo Loco que comprendió y sin dudar metió su lengua dentro y salivó lujuriosamente el ano del herrero que suspiró y se entregó a las caricias del indio. __ ¡Ahhhh! ¡Sabes hacerlo, sigue así! __ El gigante ahora estaba siendo atacado por ambos lados, por dos lenguas que lo enardecían cada vez más.

__ Niño ven aquí, no mires más y abre bien la boca y trágate estos huevos__ El niño se acercó a quien mandaba y ubicándose como podía alcanzó los huevos del gigante y empezó a comer y lamer los enormes huevos del herrero que se ponía al rojo vivo a cada momento que pasaba. En tanto entre lamida y chupada Juan encontraba la boca de labios finos de su hijo y se besaban en la boca, intercambiando las lenguas.

Los hombres estaban ya con sus vergas duras como garrotes, el gigante seguía en su lugar de mandamás y tenía a los tres hombres dándole placer sin conseción. Clara se derretía por dentro y lo único que podía hacer era mirar esas escenas calientes. El ver esas bocas masculinas tragando verga, huevos y culo la enloquecían sin remedio y quería que la cojieran en ese instante.

El herrero se despegó de las bocas hambrientas y atrapó de los pelos al indio, lo colocó de rodillas y él se colocó detrás, se escupió la punta de su enorme vergota y buscó con un dedo el agujero del indio que dio un suspiro de placer __ ¡Ah! ¡Te gusta! ¡Ahhh! ¡Eso está muy bien!__ dicho esto dio un golpe con la mano abierta en las nalgas de Caballo Loco que solo sacudió la cabeza y cerró los ojos. El herrero atrapó la verga del indio y la apretó con ganas, la acarició un instante y luego la movió de arriba abajo varias veces, mientras hacía este movimiento se pegó a la espalda del indio y lo ensartó, Caballo Loco rebuznó como un asno y exclamó __ ¡Siiiiiiii!__ y el gigante empezó a ir y venir en el interior penetrado __ ¡Que buen culo! ¡Es maravilloso!__ Diciendo esto mordía el cuello de Caballo Loco que explotaba de placer y movía también su culo, para que la verga del herrero lo entrara profundamente.

El gigante sacó la pija como la había metido y encaró a Juan que solo se puso culo para arriba ofreciéndole al herrero su blanco culo, que estaba caliente y rojo esperando por la tremenda vara del gigante que apoyó la misma en la entrada y empujó suavemente primero, para luego ir a fondo, abriendo de par en par el anillo de Juan que gimió y bramó de calentura __ ¡Arrrrgggg! ¡Así, rómpeme el culo, así!__ El herrero apretó las nalgas de Juan con fuerza y este exclamo un ay más que de dolor de placer, luego dio vuelta el rostro para que el gigante plantará un enorme beso de lengua en la boca de Juan que lo saboreó intensamente. El herrero lo movió por unos instantes y luego salió de él dejándolo aún más caliente.

Clara fue puesta en la misma posición que los anteriores pero fue ensartada en su concha bañada en líquidos y flujos, la movía con salvajismo y apretaba sus tetas, pellizcándole los pezones. Clara pedía más y el gigante cacheteo varias veces las nalgas de la mujer que tenía un orgasmo detrás de otro. El gigante acariciaba el vientre hinchado de la mujer y le mordía la nuca y las orejas y nuevamente apretaba los pezones y las tetas que largaban leche a raudales, el gigante la bebía con la lengua.

__ ¡Ahhhh! ¡Voy a acabar! ¡Te doy toda la leche! ¡Ahhhhh! ¡Ahhhhhhhhhhhhhhh!__ El gigante descargó su vara, el semen resbalo dentro y fuera de Clara que gritaba fuera de si de la gran calentura que tenía.

El gigante pareció decaer, pero apenas pasaron unos minutos se acercó a los hombres y los sentó de frente a el. Caballo Loco, Juan y el niño, todos estaban con sus vergas paradas y rojas, a punto de incendiarse. Al herrero le brillaban los ojos de lascivia. Casi arrastrándose se perdió una a una las vergas en su boca y comenzó a mamar a los tres, haciendo que los varones perdieran la razón de tan gustosos momentos. Los succionaba, apretaba sus vergas, los masturbaba, se prendía de los huevos y lamía los culos. A está altura estaban todos acostados en el piso de la tienda, en un momento dado el gigante sintió una lengua en su parte trasera y se abrió como una flor, era el niño que metía su diestra lengua dentro de su anillo, el herrero sentía que lo inundaban calores sofocantes, fue entonces que ordenó __ ¡Pónmela niño, cójeme, hazlo ya! __ El niño entró en el hoyo del gigante que se revolvió de gozo y movió sus caderas al recibir la pequeña pija y enseguida sintió el chorro caliente de leche del niño que acabó rápidamente.

Enseguida su lugar fue cubierto por Juan que entró su vaina sin esperar la orden del gigante que la recibió con mucho ardor y pasión. El indio se había acercado por el frente y alcanzando la boca del gigante comenzó a besarse con él, simultáneamente a la cogida de Juan que iba y venía dentro del culo del gigante que estallaba de placer. Clara había llegado al mástil del indio y se lo tragaba de manera sostenida, tragando verga y huevos. Juan salió del vehemente gigante y su lugar fue ocupado por Caballo Loco que empezó a mover al gigante hasta llevarlo al máximo cielo. En tanto Juan llegó hasta su mujer y la clavó en el ano sin respiro.

La verga del niño había crecido nuevamente y se acercó a la boca de su madre está comenzó a besar y morder el pene del niño que gemía casi a punto de llorar, en tanto Juan se movía alocadamente dentro del culo de Clara que lamía gustosamente la pija del niño. Juan como pudo alcanzó la verga de su hijo y también se la tragó en tanto llenaba el culo de su mujer de un líquido viscoso y espeso, blanco que escapaba del dilatado agujero hambriento. Joaquín, el niño se vino en la boca de su padre sin ningún pudor, mientras Caballo Loco descargaba sus huevos en el humeante culo del herrero que caía rendido y satisfecho de gozo.

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