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Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

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Un buen polvo en los probadores del Corte Inglés

Me llamo Alicia, tengo 43 años aunque me conservo mejor que una treintañera. Tengo las piernas largas y esbeltas, buen pecho y subido, de esos que apuntan hacia arriba. Un culete respingón en consonancia con las tetas y una cabellera rubia, rizada, larga y sedosa. Soy una de esas mujeres con muchas batallas ganadas que gustan a los hombres que saben de qué va eso del sexo. Ellos las prefieren maduras y expertas a jóvenes sosas y poco dadas al cachondeo.

Me llamo Alicia, tengo 43 años aunque me conservo mejor que una treintañera. Tengo las piernas largas y esbeltas, buen pecho y subido, de esos que apuntan hacia arriba. Un culete respingón en consonancia con las tetas y una cabellera rubia, rizada, larga y sedosa. Soy una de esas mujeres con muchas batallas ganadas que gustan a los hombres que saben de qué va eso del sexo. Ellos las prefieren maduras y expertas a jóvenes sosas y poco dadas al cachondeo. Yo no pierdo el tiempo y cuando veo a un hombre que me gusta me insinúo y se lo digo a la cara y se lo pongo en bandeja para que me lleve al huerto. Me gustan igual mayorcitos experimentados que jóvenes inexpertos pero vigorosos. De los segundos extraigo toda la fuerza de su juventud mientras con los primeros se trata de un sexo quizá más reposado pero igualmente satisfactorio y enriquecedor. Si mi marido imaginara tan solo la cornamenta que le cubre la parte superior de la cabeza seguro que me pedía el divorcio al momento. De todos modos soy una chica lista que lleva a cabo sus conquistas sin dejar rastro pues no quiero perder el status social con el que me obsequia mi adorado esposo gracias a su sueldo de director de una importante compañía financiera. Estoy demasiado bien acostumbrada a los regalos bonitos, a las fantásticas joyas con las que me obsequia mi marido de tanto en tanto, a los viajes al extranjero por vacaciones…..

El motivo del relato que pretendo daros a conocer es que siempre me ha rondado por la cabeza una fantasía que me atraía desde jovencita: hacer el amor con un completo desconocido, con cualquier hombre de quien desconociera incluso el nombre.

Y un día de la forma más fortuita y sin buscarlo, sucedió. Sólo que no fue simplemente hacer el amor. Fue algo más salvaje y escandaloso. Fue follar simple y llanamente.

La historia comenzó en el momento en que entré en unos grandes almacenes.conocidos por todo el mundo. Esto es El Corte Inglés. No conozco a nadie que no haya comprado alguna vez en ellos aunque haya sido la cosa más insignificante. Nos encontrábamos en época de rebajas. Así pues miré de ir a comprar al mediodía cuando normalmente la cosa suele estar más calmada. De todos modos no era así. Me encontré rodeada de mucho jaleo, mucho ruido, mucha gente. Rodeada por todo ese gallinero me topé con los probadores de mujeres los cuales estaban a reventar. Tenía algo de prisa y pocas ganas de esperar como suele suceder en estos casos, así que cogí la falda roja y el vestido estampado que quería probarme y, sin pensarlo ni por un segundo, me dirigí rauda y veloz hacia la sección masculina. También ahí había lío, pero nada que ver en comparación con la zona de mujeres, desde la cual se podía ver todo el guirigay que tenían montado esas enloquecidas marujas que peleaban por la misma prenda. Ahora entiendo el motivo por el que los hombres no quieren acompañarnos a ir de compras. Al intentar acceder al probador, el dependiente se colocó delante de mí impidiéndome el paso.

Disculpe señora, pero no puede pasar ya que, como habrá visto, estos probadores están reservados tan solo a caballeros.

Lo sé, pero en los de señoras hay tanta gente que, si me hiciera el favor de dejarme probar estas prendas que llevo, se lo agradecería eternamente. Tan solo es una falda y un vestido y además tengo tanta prisa…………..

No sé si fue la mirada de cordero degollado que le clavé en sus oscuros y marrones ojos o la que él clavó en el canalillo de mis tetas lo que hizo que se apartara y me dejara pasar.

Era un muchacho de unos 26 años de piel oscura. Luego me enteré que su madre era de Senegal y su padre español de ahí el tono oscuro de su piel. Debo reconocer que me produjo una impresión muy favorable haciéndome poner algo nerviosa. No era especialmente guapo, ni especialmente alto. Era atractivo, con ese algo indefinible que te hace estremecer cuando ves a uno de esos hombres. Iba vestido con un traje azul marino inmaculado que le quedaba perfecto junto a una corbata color granate y zapatos negros de estilo inglés.

Me dirigí al probador que se encontraba más al fondo para estar más tranquila y permanecer lejos de miradas masculinas. Cerré la puerta con pestillo y me dispuse a probarme aquella falda que tanto me había gustado. En esos menesteres andaba enfrascada cuando al intentar ponerme la falda, se me enganchó el tacón del zapato con la tela y perdí el equilibrio sin llegar a caer. De todos modos hice bastante ruido al golpear con la pared pese a sujetarme con una de las manos. Inmediatamente, aquel guapo y atractivo dependiente golpeó con los nudillos la puerta para saber qué ocurría y el motivo de aquel ruido.

Abrí mínimamente la puerta y asomé medio cuerpo, agradeciéndole el interés mostrado y confirmándole que me encontraba perfectamente mientras le brindaba una de mis mejores sonrisas. No me percaté que a través de la luna del espejo le ofrecía una visión completa de mi pompis respingón el cual se hallaba cubierto mínimamente por el tanga negro que llevaba. Observé que los ojos de aquel joven dependiente pasaban de mi cara al espejo abriéndose como platos.

De veras se encuentra usted bien? No se hizo daño?

Joven, le agradezco su interés, sólo tengo el tobillo un poco dolorido, pero me encuentro perfectamente.

De todos modos permítame que le mire un momento el tobillo. Tengo algún conocimiento de primeros auxilios.

Asomé la cabeza y miré al fondo del pasillo para ver si había moros en la costa y al ver que no había nadie agarré al muchacho con fuerza de la corbata y le atraje al interior de aquel amplio habitáculo mientras le besaba tratando de mezclar mi lengua con la suya. Volví a echar el pestillo con rapidez para que no fueramos molestados. Se arrodilló sumisamente ante mí y tomó mi pie con tanta suavidad que hizo que se me erizara la piel arrancándome un breve suspiro.

Dígame, le duele aquí, señora?, me decía mientras me acariciaba el tobillo.

Y aquí?, mientras subía la mano lentamente a lo largo de mi pantorrilla buscando mis poderosos muslos.

La respiración del dependiente se fue acelerando a marchas forzadas y creí que mi corazón iba a explotar rompiendo los botones de mi ceñida blusa. Agradecí la valentía de aquel joven muchacho el cual se estaba jugando su trabajo por un polvo con una madura desconocida. Esos son los hombres que me gustan: osados y sin temor a cualquier tipo de peligro. Lentamente se fue poniendo de pie al tiempo que iba acariciando mi potente muslo con las dos manos. Aquel chico sabía cómo tratar a una dama como yo y debo reconocer que me estaba poniendo cachonda perdida.

No pude evitar dirigir mi mirada hacia abajo y comprobé el bulto que se iba formando debajo del pantalón del muchacho. Volvimos a besarnos nuevamente con pasión desenfrenada y aproveché para agarrar con fuerza su paquete a través de la tela del pantalón. El dependiente gimió con fuerza debido al tratamiento que le dí. Le agarré con fuerza de ambas nalgas atrayéndolo hacia mí.. Él tenía sus poderosas manos sobre mi cintura y, mientras yo le acariciaba el culo, él las colocó sobre mis turgentes pechos y empezó a juguetear con mis pezones, masajeándolos lentamente primero y frotándolos con fuerza después. Le desabroché lentamente la hebilla del cinturón, solté con rapidez el botón del pantalón, bajé con desesperación la cremallera y busqué dentro de su slip aquello que tanto deseaba desde que lo ví fuera del probador. Cuando tomé entre mis manos aquel pene palpitante, grande y duro creí que no podría esperar a que fuera de mi propiedad. Era un músculo de un tamaño respetable, de aquellas pollas que tanto me gustan. Rondaría los diecinueve centímetros, tenía la cabeza rosada y las venas se marcaban a lo largo y ancho de aquel oscuro tallo. El emitió un gemido ahogado cuando me agaché y lo introduje en mi boca. Debo decir que me costó alojarlo en el interior de mi golosa boca debido a su grosor. Nunca había follado con un hombre mulato así que le miré a los ojos y se lo comenté haciéndole sonreir mientras me acercaba el miembro a mi hambrienta boca

Tranquila señora que siempre hay una primera vez para todo. Simplemente disfrutelo.

Me encanta la polla que tienes. Es grande y dura como me gustan. Si mi marido me viera hacer esto se moría del susto.

Me alborotaba el pelo con sus manos, tiraba de él con sus dedos mientras se movía suavemente para aumentar aún más si ello era posible el tamaño de su pene al roce con mi lengua y mis labios. Yo me deleitaba viendo cómo crecía dentro de mi boca y el modo en que su respiración se hacía más y más dificultosa. Fue entonces cuando me ayudó a ponerme en pie y se agachó entre mis piernas. Apartó mi tanga con suma delicadeza y comenzó a comerme. Aquella lengua parecía tener vida propia y él sabía perfectamente qué elementos de mi entrepierna debía tocar para hacer que yo tuviera un orgasmo tras otro. Tenía entre mis piernas un amante maravilloso y pensaba disfrutarlo al máximo, pensaba aprovecharlo hasta el final. Apenas si podía evitar los gritos de placer que deseaba dejar salir de mi pecho, de aquel pecho que él excitó de forma tan fantástica con sus largos manoseos y su frenético sobeo. Mis pezones estaban duros como rocas y le pedí que los chupara, que los mordiera con suavidad y que me penetrara en ese mismo momento, que no aguantaba por más tiempo aquel dulce tormento. Entonces se sentó en la silla que había en el interior de aquel probador y apuntando con su polla hacia el techo me retó con su mirada a que me sentara sobre él. Acepté su invitación y montándome a horcajadas agarré entre mis dedos su verga dirigiéndola hacia el interior de mi vagina. Me agarró con fuerza de las caderas y me clavó la totalidad de su falo haciéndome gritar ahogadamente. Me quedé quieta unos breves instantes acostumbrándome al grosor de aquel eje que me invadía hasta el fondo de mi vagina. Poco a poco empecé a rotar sobre él humedeciendo su miembro con mis líquidos vaginales que comenzaban a manar en abundancia.

Así querido, lo estás haciendo muy bien. Eres un experto en el arte de amar, le susurré suavemente al oído.

Empieza a moverte con fuerza, no aguanto más. Me gustan las amazonas cachondas como tú.

Con cada embestida suya yo notaba que tocaba el cielo. Primero eran suaves, mientras se hallaba tumbado debajo de mí y seguía mordisqueándome suavemente los erizados pezones con sus dientes al tiempo que me agarraba firmemente de las caderas con sus manos como pretendiendo que no escapase de su control. Aprovechaba la posición que adoptábamos para chuparme el lóbulo de la oreja mientras me decía palabras subidas de tono que me hacían vibrar de deseo. Todo el ritmo de la follada lo llevó a cabo aquel estupendo semental; yo simplemente me dejé llevar por el ritmo acompasado y cada vez más veloz que me ofrecía aquel joven amante. La actitud de aquel joven dependiente se hizo más osada abandonando de pronto mis nalgas para dirigir uno de sus dedos al estrecho orificio de mi ano. Masajeó mi esfínter primero con delicadeza haciéndome estremecer de placer gracias a las caricias que me prodigaba. Introdujo un dedo en mi agujerito con lo que me hizo dar un respingo; tras la entrada del primer dedo se dispuso a meter un segundo con el fin de ir ampliando su campo de acción. Mientras me hacía gozar con este tratamiento anal, yo seguía cabalgando sobre mi afortunado acompañante.

- Le gusta lo que le hago en su lindo culo?, me preguntó con voz entrecortada por el placer que iba sintiendo.

- Sigue así amor, no te pares ahora. Me estás dando un placer increíble. Me encanta que me acaricien el culito así que sigue así que vas muy bien.

El muchacho se incorporó sobre sus pies sin sacar su miembro de mi vagina al tiempo que me agarraba con fuerza de ambas nalgas y se levantó hasta conseguir ponerse de pie, no sin cierta dificultad. De este modo me cargó sobre él clavándome sin compasión su polla de ébano con lo cual tuve que morder su hombro para no gritar la pasión que recorría la totalidad de mi cuerpo Le hice sangrar y me agarré con fuerza de sus hombros cruzando mis brazos alrededor de su cuello. Crucé mis piernas por detrás de sus nalgas apretándolo contra mí buscando no dejarle escapar por nada del mundo. Me llevó contra la pared para conseguir un punto de apoyo que le facilitara la sujeción de mi cuerpo.

- Fóllame con fuerza cabrón. Me vuelves loca con lo que me haces. Diosssssssssss es demasiado bueno para ser verdad. Clavámela hasta el fondo.

Botaba sobre él clavándome y desclavándome sin descanso. Aquella verga no daba signos de cansancio. Era un aparato maravilloso que conseguía llevarme a un estado de éxtasis único. Consiguió hacer que el mundo que nos rodeaba desapareciese por completo. Tan solo nos encontrábamos él y yo gozando de nuestros cuerpos en una comunión perfecta.

Finalmente no pudo aguantar el peso de mi cuerpo y me descargó en el suelo. Me puso de espaldas a él apoyada con ambas manos en el espejo del probador y con las piernas bien abiertas. Se situó entre mis nalgas e introdujo su caliente lengua en el interior de mi ano arrancándome un suspiro de satisfacción. Siempre me ha encantado sobremanera que me comiesen el orificio estrecho del ano. Humedeció el mismo a conciencia dándome un placer inmenso. Sólo con esa caricia logró que me corriese sin remedio. Diossssssssss qué bueno era aquello. Aquel muchacho sabía lo que se hacía. Pasé la lengua por los labios que se me habían quedado resecos.

Me hizo curvar más la espalda haciéndome bajar la cabeza. Me agarró firmemente de las caderas y apuntó con su poderoso instrumento tratando de buscar acomodo en mi culito. Contuve la respiración por unos segundos esperando la penetración que se avecinaba. Apretó la cabeza del glande con decisión consiguiendo que entrara poco a poco en mi cavidad posterior. Gemí al notar como aquel gordo champiñón presionaba sobre mí. Respiré afanosamente tratando de aguantar la penetración que me daba aquel desconocido dependiente. Una vez entró la cabeza de su miembro el resto fue coser y cantar. Fue entrando centímetro a centímetro hasta lograr alojar todo su falo en mis intestinos. Estuvimos recuperando el resuello por unos breves segundos hasta que inició el movimiento de mete y saca. Me folló primero lentamente como regodeándose de la hembra que estaba haciendo suya para poco a poco y sin darse descanso ir aumentando el ritmo de la follada.

Más fuerte cabrón. Dále más fuerte y no pares. Fóllame con ese pepino que tienes entre las piernas.

¿Quiere que la folle con más fuerza? me preguntó al oído.

Sólo házlo y no preguntes más, le contesté con vehemencia.

Le miré con cara de vicio y le animé a que continuara con mayor descaro. Así pues aquel muchacho no se contuvo por más tiempo y enterró la totalidad de su polla en mi culo hasta golpear mis nalgas con sus cargados huevos. Mientras tanto dirigió una de sus manos hacia mi inflamado clítoris acariciándolo sin parar. Aquel mulato al que tenía la fortuna de tener junto a mí era un follador fantástico pues sabía cuando ser delicado y cuando tratarme con mayor virulencia. Aquella barra de carne me quemaba por dentro. Me corrí al menos tres veces con aquel tratamiento que me propinaba. Me volvía loca observando nuestras caras reflejadas en el espejo.

Noté como su respiración se fue haciendo más dificultosa. Le costaba respirar. Ello me hizo comprender que se aproximaba el momento de la corrida definitiva. Aún aguantó treinta segundos más clavándome contra la pared mientras me agarraba con fuerza del cabello haciéndome tirar la cabeza hacia atrás. Bajé con decisión la cabeza colocándola entre mis piernas y agarré con fuerza sus testículos y escuché el gruñido que lanzó al correrse en mi interior. Explotó como un animal inundándome con su interminable leche. Estaba bien cargado cosa que me demostró con la abundante corrida que tuvo. Me corrí junto a él logrando dos orgasmos más.

Dáme toda tu leche. La quiero toda para mí. No la saques hasta llenar todo mi culo con tu semen. Me quema pero me encantaaaaaaaaaa. Qué rico lo sientooooo. Sigue así, más……….másssssssssssss.

Tras expulsar toda su lefa aquel atractivo muchacho se quedó parado detrás mio tratando de recuperar el ritmo cardíaco. Nos dimos un beso de tornillo mientras sacaba su dardo de mi cavidad anal con sumo cuidado. Nos vestimos con rapidez y antes de despedirnos aproveché para abrir mi bolso y darle una tarjeta con mi número de móvil.

Llámame cariño, me has hecho muy feliz. Eres un gran amante. Me gustaría repetirlo otra vez.

Descuide señora, lo haré sin falta, me sonrió con aquella sonrisa tan seductora que poseía.

Se arregló el nudo de la corbata y salió raudo del probador mezclándose con el jaleo de la sección masculina. Tardé unos minutos en salir y al dirigirme a pagar la falda y el vestido ví la bronca que le echaba el jefe de sección a mi joven amante preguntándole dónde demonios se había metido. Lo que más me gustó fue la tranquilidad con la que el muchacho aguantó el chaparrón. Le envié un beso y bajé las escaleras mecánicas en busca del tumulto de las calles.

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