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La fiesta

en Hetero: General

La fiesta

Durante aquel verano que pasé con mi amigo, en el apartamento de la playa de sus padres, celebramos una fiesta con la excusa de que nos venían a visitar varios amiguetes.

Mi colega, un tío con un piquito de oro, capaz de venderle una nevera a un esquimal en el polo Norte, había convencido a un montón de mujeres, casi todas extranjeras, para que se vinieran y además, que se trajeran amigas. Se montó una gran fiesta, con mucho alcohol y muchas mujeres donde elegir, nuestro gran sueño.

La fiesta transcurría según lo esperado. La música a tope, mucho calor y, sobretodo, las bebidas con más alcohol de la cuenta, hacían que la gente estuviera muy alegre. La gran mayoría de los "machos" habían elegido su presa y desplegaban sus armas para llevársela al huerto.

En esas estábamos cuando apareció la vecina de al lado. Era alta, rubia, de pelo liso, ojos claros y labios finos, piel ligeramente bronceada. Vestía con una camiseta blanca, unos tejanos azules y unas sandalias y tenía cara de pocos amigos.

Hola – le dijo a mi amigo – ¿Eres el responsable de esto?

¿La fiesta? – contesto mi amigo.

Sí.

Pues sí.

Yo vivo al lado y hacéis demasiado ruido y no me dejáis dormir.

Siento que no te dejemos dormir. ¿Qué quieres tomar?

¿Cómo?

Tomate algo mujer, ya que no te dejamos dormir, disfruta de la fiesta.

Pero yo necesito dormir. No quiero fiesta.

Pues no se como lo haremos porque esta gente no se querrá ir. Lo mejor es que te unas a nosotros. ¿Conoces a mi amigo Vladi? – dijo mi amigo dirigiéndose a mi – Mira Vladi que vecina más guapa tenemos. Atiéndela como se merece que yo voy a ver si aquella rubia se lo está pasando bien.

¿Qué quieres beber? – dije yo.

Bueno, pues un Gin Tonic.

Hablas muy bien el castellano. ¿De dónde eres?

Suecia. Soy profesora de español en mi país.

Preparé un Gin Tonic para ella y un ron con cola para mí y nos pusimos a charlar y a reír. Las consumiciones fluían como nuestra conversación y a la tercera copa me pidió si podíamos salir a la terraza a tomar el aire.

Ahí vivo yo – dijo señalando la mampara que separaba su piso del de mi amigo.

¿Dónde está tu marido?

¿Cómo sabes que tengo marido?

Todas las mujeres guapas tienen marido.

En mi país trabajando. El no tiene vacaciones y viene cuando puede.

Así que estás solita.

No dijo nada, pero se acercó a la mampara que separaba las casas y miró por uno de los agujeros. Luego me miró y me dijo:

Por aquí se puede ver el otro lado.

A ver – dije inocentemente.

Y me acerqué donde estaba ella. Puse mi mano en su espalda y la desplacé hasta la cadera, medio abrazándola, mientras me ponía a mirar por uno de los agujeros cercanos al que ella usaba para mirar, de tal manera que su cara y la mía se tocaban.

Que bien hueles – me dijo.

Es de la espuma de afeitar. Me he afeitado antes de la fiesta.

Yo también me he afeitado.

Pues lo has hecho muy bien. Tienes la cara muy suave – le dije mientras le acariciaba la mejilla.

No – dijo riendo – las piernas.

¡Ah! Que susto me habías dado. Lástima que lleves pantalones.

Me he puesto lo primero que he encontrado. Es que no aguantaba más el ruido. Si hubiera sabido que me iba a quedar, me hubiera arreglado más.

Hazlo.

¿Qué?

Arréglate.

¿Ahora? ¡Si son más de las cuatro de la mañana!

Sí. Ahora. Venga, que te acompaño.

Y juntos nos fuimos hasta su piso.

Yo me quede en la salita con mi cubata en la mano, mientras ella se fue la habitación a cambiarse. De pronto asomó la cabeza por la puerta y me dijo:

¿Qué me pongo?

Lo que quieras.

A ti – dijo soltando una carcajada.

¿Vestido o desnudo?

Desnudo. Jajajaja.

Inmediatamente me quité toda la ropa quedándome en calzoncillo.

¿Así te parece bien?

Jajajaja. Que rápido. Creo que he bebido demasiado.

Me acerque a ella. Estaba totalmente desnuda. Mi polla empezaba a despertarse. Nos besamos y ella aprovechó para desnudarme completamente. Recorrió mi pene desde la base a la cabeza con la punta de los dedos, lo que acabó de ponerla firme mientras yo me dedicaba a magrearle las tetas, y así poco a poco, entre besos y caricias nos íbamos desplazando hacía la cama, donde acabamos cayendo, yo encima de ella. Seguimos con los besos y el toqueteo:

Que suaves tienes las piernas.

Me he depilado hoy.

Me arrodillé al borde de la cama y empece a repasarle los muslos con mi boca, acercándome poco a poco a su sexo mientras ella se dedica a jugar con sus pezones. Llegué a su sexo, lo besé, lo acaricié con la punta de la nariz y lo volví a besar y luego lo volví a acariciar con la punta de la lengua. Por los suspiros que dejaba escapar yo diría que le estaba gustando mucho.

No me dejó estar mucho tiempo degustando con su coñito, al poco me dijo que me tendiera en la cama, me puso el condón mientras me acariciaba los huevos, se puso sobre mí y agarrando la polla la colocó para metérsela mientras se sentaba sobre mi.

Una vez con todo mi rabo dentro, empezó a moverse lentamente, de delante a atrás, sin sacársela, emitiendo pequeños suspiros con cada movimiento. Yo continuaba acariciándola. Amasaba sus pechos. Agarraba los pezones entre mis dedos y tiraba de ellos hasta que se soltaban, luego los lamía o pellizcaba con los labios. Recorría sus suaves muslos y pellizcaba sus nalgas, mientras la amazona vikinga seguía cabalgándome.

Poco a poco iba aumentando el ritmo y sus suspiros empezaban a ser jadeos. Me abrazó fuerte mientras me mordisqueaba la oreja y hablaba en su idioma. Yo no aguantaba más y me corrí. Me vacié totalmente dentro de ella, pero ella siguió moviéndose. Afortunadamente cuando ella acabó mi polla todavía no se había deshinchado del todo.

Nos quedamos en esa posición unos instantes. Abrazados, con mi pene reduciéndose en su interior. Al poco me susurró al oído:

- Ya no se oye la fiesta – miró el reloj - ¡Las cinco de la mañana, y a las nueve llega el avión de mi amiga! Tengo que dormir un poco.

Y se quitó de encima de mí, acostándose en la cama, dándome la espalda.

Yo me levanté y me vestí y cuando salía de la habitación me dijo:

Lo he pasado muy bien. Gracias por invitarme a la fiesta.