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Tres mujeres para mi hijo

en Amor filial

Tres mujeres para mi hijo

La historia que voy a contaros tuvo lugar hará escasamente dos meses. Tengo 48 años y me llamo Paloma, estoy felizmente casada y tengo dos hijos, un chico llamado Ricardo y una chica llamada Mónica. Ricardo actualmente tiene 24 años, es un chico normal, alegre, divertido, aún soltero y sin novia y claro está, vive con nosotros al igual que su hermana aunque Mónica sale con un chico desde hace algo más de un año.

La historia que voy a contaros tuvo lugar hará escasamente dos meses. Tengo 48 años y me llamo Paloma, estoy felizmente casada y tengo dos hijos, un chico llamado Ricardo y una chica llamada Mónica. Ricardo actualmente tiene 24 años, es un chico normal, alegre, divertido, aún soltero y sin novia y claro está, vive con nosotros al igual que su hermana aunque Mónica sale con un chico desde hace algo más de un año. Yo soy una mujer alta pues mido 1,68 y peso 66 kg, tengo una talla 110 de pecho, pero debido a mi robustez y a mi altura queda algo disimulado el abultado tamaño del mismo, las caderas son anchas y el trasero opulento y poderoso. Pese a mi edad, me considero una mujer de espíritu joven y con ganas de disfrutar de los placeres que nos ofrece la vida.

Residimos en Madrid, en una comunidad de vecinos con solo dos pisos por rellano. Vivimos en el último piso y compartimos el rellano con mi hermano y mi cuñada la cual es la madrina de Ricardo. Las dos familias compramos los pisos juntas ya que al venir del pueblo nos gustó la zona pues era tranquila y que mejor que vivir tan cerca al ser hermanos. Ellos no han tenido hijos, pero ambos consideran a Ricardo como un hijo, sobre todo mi cuñada Mamen.

Mamen está casada con mi hermano desde hace ocho años, es más bajita y delgada que yo y, al no haber tenido hijos, debo reconocer que se mantiene en buena forma. Ambos pisos quedan unidos a través de los balcones y de las galerías lo cual viene muy bien si en algún momento te dejas la llave o cualquier problema que pueda surgir. Mamen y yo habíamos sido partícipes de algún que otro flirteo con un inexperto repartidor del supermercado de debajo de casa, pero de dicho suceso hacía ya bastante tiempo volviendo todo a la desesperante serenidad, siendo fieles a nuestros maridos y manteniendo una vida sexual absolutamente tediosa.

El asunto se inició al comenzar a observar en Ricardo un súbito incremento en las salidas de casa. Noté que le llamaban al móvil frecuentemente y que dejaba de lado los libros más de lo conveniente. Mi hijo me decía que prefería estudiar en la biblioteca de la facultad o en casa de algún amigo o amiga. Tanta salida hizo que me picase la curiosidad y una mañana tras desayunar mi hijo con prisas, salí tras él sin que se diera cuenta. Tras bajar unos cuantos escalones con sigilo descubrí a Ricardo llamando en el piso de abajo donde vivía un matrimonio mayor. No hicieron falta palabras, simplemente pude contemplar como mi vecina Clara miraba a un lado y otro del rellano y agarraba a Ricardo del cuello de la camisa introduciéndolo en su casa mientras le susurraba en voz baja que le acompañase a su dormitorio que su marido no estaría en toda la mañana.

Desde la ventana de mi cocina se observa perfectamente el dormitorio de mis vecinos por lo que pude ver como Clara tumbaba a mi hijo en la cama y con urgencia bajaba la cremallera de los tejanos de Ricardo haciendo aparecer su enorme polla desafiante apuntando hacia arriba.

- Joder Ricardo, nunca me cansaré de comerme esta inmensa verga que tanto placer me da. Gracias a ella no echo en falta al tonto de mi marido.

El tronco de Ricardo presentaba un aspecto colosal, aquello mediría al menos dieciocho centímetros. Clara se introdujo el aparato de mi hijo de una sola vez iniciando una increíble mamada con la que Ricardo no pudo más que dejarse hacer agarrando la larga cabellera de aquella madura mujer. No podía creer que aquello entrase en aquella boca sin ninguna dificultad. Tras un rato de estar dándole ese fantástico tratamiento Clara se levantó con rapidez la bata que llevaba puesta y agarrando con decisión el miembro de mi hijo se montó a horcajadas sobre él lanzando un pequeño gemido al sentirse completamente empalada por aquella verga que tanto placer le empezaba a dar. No pude evitar seguir mirando aquella tórrida escena en la que mi querido hijo era parte activa de la misma. Ricardo se estaba follando a la vecina con todas las de la ley, la manoseaba por encima de la tela de la bata tratando de abrirla para así poder palpar sin dificultad sus grandes senos. Clara era mayor que yo y se encontraba montada sobre mi hijo cabalgándolo como una loca, gritando y aullando como una posesa con cada una de las embestidas que Ricardo le daba. Acabaron follando como auténticos salvajes. Aquel encuentro duró apenas un cuarto de hora, el tiempo justo que Ricardo necesitó para hacer feliz a esa leona. Clara quedó derrengada sobre mi hijo una vez que éste se corrió en su interior.

Una vez finalizado aquel desenfrenado combate sexual entre mi hijo y la vecina, en vez de sentirme enojada, estuve pensando unos minutos sobre todo aquello que me estaba perdiendo. Sentí envidia de lo bien que parecía haberlo pasado la vecina en brazos de mi hijo. Me hubiera gustado estar en su lugar, tan necesitada de sexo me encontraba.

Tras unos cuantos días acechando los delirios de mi hijo y la vecina, acabé contándole a Mamen lo que ocurría así que ahora éramos dos las conocedoras del secreto de Ricardo y Clara. Mi cuñada se mostraba celosa de la suerte que tenía aquella mujer de poder agenciarse un pene joven que la saciara. Por mi parte tuve que reconocer que me producía un morbo fenomenal ver joder a mi hijo con esa mujer. Un día Mamen me sorprendió diciéndome que deseaba seducir a Ricardo, que no se conformaba sólo con ver copular a mi hijo con la vecina y que estaba decidida a acostarse con Ricardo. Me dijo que podía observarles mientras hacían el amor. Por supuesto accedí al ofrecimiento que mi cuñada me hacía ya que en más de una ocasión la había visto follando con su marido igual que ella a mi con el mío.

Así pues una lluviosa tarde en que sabíamos que nuestros respectivos esposos no se hallarían en casa, Mamen me dijo que estuviera atenta que en cuanto volviera Ricardo lo abordaría con cualquier excusa en el rellano. Así fue, a través de la mirilla pude ver como Mamen esperaba a mi hijo mientras subía las escaleras. Apenas pude entender la charla entre ambos pero mi cuñada en voz baja le decía a mi hijo que estaba al tanto de lo que pasaba con la vecina y que si no quería que sus padres se enteraran debería satisfacerla del mismo modo. Ricardo se puso como un tomate y le respondió que haría lo que quisiera pero que no nos dijera nada ni a mi marido ni a mi. Mamen se acercó a mi hijo poniéndose de puntillas y le dio un beso en la mejilla diciéndole algo al oído. Supongo que le invitó a pasar pues ambos entraron en casa de Mamen.

Me dirigi al dormitorio desde donde tenía una vista perfecta del salón donde se encontraban mi cuñada y mi hijo. Pude ver como Mamen acariciaba el paquete de Ricardo a través de la tela de los tejanos. Mamen se había cuidado de dejar la puerta del salón abierta con lo que podía oir perfectamente lo que hablaban. De pronto Ricardo soltó el botón del tejano y bajándose la cremallera lo dejó caer a sus pies mostrando un miembro monstruoso y amenazador. Mamen se tapó la boca con la mano mostrándose realmente sorprendida ante el tamaño que presentaba aquello.

Jesús muchacho, menuda herramienta gastas. No me extraña que tengas tan enamorada a la vecina.

No tardó Ricardo en entrar en el juego que mi cuñada tan amablemente le ofrecía. Mamen desnudó a mi hijo sin prisas mientras se besaban apasionadamente entremezclando sus lenguas. Ricardo aprovechó para acariciar los pechos de su tía por encima de la blusa al tiempo que le chupaba con suavidad el cuello y la oreja arrancando leves gemidos por parte de Mamen.

Así, Ricardo, así. Haz feliz a tu tía. Tu tío hace tiempo que no me toca por lo que necesito de alguien que me quiera.

Mamen, jamás pude imaginar que me pidieras lo que me pides. Trataré de no defraudarte.

Ricardo, cariño, se que no lo harás después de haber visto lo que haces con la vecina.

Mamen empujó a mi hijo haciéndole caer sobre el amplio sofá boca arriba, se situó entre las abiertas piernas de mi hijo y se entretuvo lamiendo con parsimonia los muslos subiendo y bajando a través de ellos evitando en todo momento el contacto con el brillante miembro de Ricardo. La muy zorra de mi cuñada pretendía hacer sufrir a mi querido hijo huyendo de la presencia amenazadora de aquel fenomenal músculo. Subió lentamente jugando con su golosa lengua hasta llegar a los pezones de Ricardo el cual gimió al sentir los labios y la punta de la lengua de mi cuñada sobre ellos.

Así tía, así. Me gusta lo que me haces, me da mucho placer. Sigue así.

Ricardo, quiero que olvides a la vecina por unos momentos. Sé que podrás satisfacernos a las dos. No creo que un muchacho joven como tu tenga problemas en dar placer a dos mujeres a la vez. No me siento celosa porque te acuestes con Clara, solo te pido que me hagas feliz de vez en cuando.

La cachonda de mi cuñada fue bajando con extrema lentitud hasta llegar al pubis de mi hijo. Observó con mirada lasciva el miembro que mi hijo le brindaba. Estuvo un largo minuto examinándolo con suma dedicación sin atreverse de momento a ir más allá. Agarró el vigoroso tallo de Ricardo con su mano derecha y lo engulló con voracidad. No pude soportar por más tiempo aquella estampa perturbadora y tuve la necesidad imperiosa de buscar alivio debajo de mi falda. Humedecí dos de mis dedos con mis labios y mi lengua y los dirigí hacia mi empapada vagina. Ver a la calentorra de Mamen comiéndose sin miramientos el manubrio de Ricardo fue más de lo que pude soportar. Tal como dije la había visto en brazos de su marido pero aquello superaba todo lo imaginable.

Mi cuñada disfrutaba como una loca mamando y lamiendo aquel músculo arriba y abajo. Empezaba en el glande y bajaba con tranquilidad a lo largo y ancho de aquel falo hasta llegar a los huevos los cuales chupó con desmesura. No parecía tener prisa por gozar de mi hijo, lo tenía completamente entregado a sus designios. Escupió sobre la polla de Ricardo para ayudar a lubricarla y esparció con su mano arriba y abajo la saliva. Tras un buen rato de haberse divertido con aquel juguete, agarró con fuerza su blusa y tiró de ella haciendo saltar los botones de la misma mostrándole a mi hijo sus gigantescos senos de los cuales se apoderó Ricardo empezando a comerselos con voraz apetito.

Se alzó la falda y deshaciéndose de la molesta braga se sentó con rapidez sobre aquel curvado aparato hasta acogerlo por completo en su húmeda cavidad. Su rostro empalideció al sentirse ensartada por el candente instrumento que la perforaba. Sus ojos se pusieron en blanco y profirió un lastimero aullido de dolor al clavarse sobre aquella ardiente vara. Desde el observatorio en que me encontraba tenía una inmejorable visión de lo que Ricardo y la puta de su tía hacían. Divisaba como la banana de mi hijo entraba y salía sin descanso de aquel peludo coño, como Mamen botaba y botaba sobre aquel dardo envenenado que tanto placer le daba. Ricardo sujetaba con fuerza los senos de su ardiente tía ayudándola a mantener el equilibrio. Mamen rugía de placer lanzando su cabeza hacia atrás mientras apoyaba ambas manos en el pecho de su apuesto amante. Por su parte, mi hijo agarró enérgicamente las nalgas cooperando activamente en aquella fantástica copula. Aprovechó para azotar con fuerza las posaderas de Mamen la cual gritaba con fuerza agradeciendo el tratamiento que Ricardo le daba. Finalmente mi hijo extrajo la polla de su coño y expulsó una abundante cantidad de leche la cual fue a parar a las encarnadas nalgas de su querida tía. Joder, menuda corrida había logrado arrancarle la cachonda de Mamen. No pude menos que correrme junto a ellos sin poderlo remediar llenando mis bragas con mis líquidos.

Dos días más tarde de haber tenido lugar aquel explosivo encuentro hablé con Mamen sobre lo que había ocurrido. Me sonrió con cara de viciosa y me dijo que la vitalidad de aquel muchacho no podía desaprovecharse. Me propuso compartirlo si no tenía inconveniente, que no se iba a mostrar celosa con la madre de su amante. Ver follar a mi hijo con aquellas mujeres me inquietaba sobremanera pero jamás pasó por mi imaginación la idea de ser yo quien disfrutara de las caricias de Ricardo. Mamen aprovechaba cualquier momento en que nos veíamos para contarme con pelos y señales todo lo que hacían. Me comentaba todas las fantasías de Ricardo, las innumerables posturas que llevaban a cabo, las copiosas corridas con que la obsequiaba a pesar de haberse acostado también con Clara, el deseo que anidaba en mi hijo de follarles el culo, agujero que ninguna de las dos le habían entregado pues se mostraban temerosas ante el tamaño de aquel diamante. Yo me masturbaba cada día con mayor profusión imaginando que todo aquello que mi cuñada me contaba pudiera ocurrirme a mí.

Por fin una tarde me decidí a realizar la mayor locura de mi vida. No podía aguantar por más tiempo la calentura que me embargaba. Era totalmente consciente que no debía llevar a cabo dicho paso pero en estos casos solemos dejarnos llevar por nuestros deseos sin pensar en las consecuencias que puedan acarrearnos. Una hora después de comer aproveché para darme una ducha fría pues hacía un calor insoportable. Al irme a secar tuve que llamar a Ricardo pues había olvidado coger una toalla. Por supuesto que no la había olvidado, pero necesitaba alguna excusa para hacer que mi hijo entrase al baño. Al entrar Ricardo tras haber llamado a la puerta, me puse de espaldas a él mostrándole en todo su esplendor mis desnudas posaderas. Mi hijo se quedó completamente parado ante el espectáculo que le ofrecía su madre. Cogí la toalla y salió sin hacer comentario alguno. Olvidó cerrar la puerta del baño o tal vez tampoco fue ningún olvido por su parte, sequé mi piel con lentitud extrema imaginando que me observaba a través del pequeño hueco que ofrecía la puerta abierta. No tenía duda que lo estaría haciendo por lo que empecé a acariciar mis pechos cuyos pezones se erizaron al contacto con mis dedos. Bajé la mano hasta alcanzar mi empapada entrepierna y golpeé con suavidad mi clítoris jugando con él durante unos segundos interminables. Imaginé que las manos de mi hijo sustituían a las mías haciéndome gozar hasta alcanzar límites insospechados. Cerré los ojos con fuerza mientras me corría en silencio.

Cubrí mi desnudez con una blusa blanca y una falda negra que me llegaba a la altura de la rodilla. Encontré a Ricardo en la cocina y noté sus ojos inyectados en deseo fijos en mis pechos y en mi culo. Su entrepierna formaba un bulto enorme debajo de sus desgastados tejanos, si no me daba prisa seguro que el pobre reventaría sin poderse aguantar por más tiempo. Le dije que se cambiara si no pensaba salir y me dijo que iba a su habitación pues esa tarde debía hacer unas cosas. Cinco minutos más tarde le llamé apareciendo vestido con una camiseta blanca y un pantalón corto de chándal. Ricardo seguía estando excitado tal como pude comprobar viendo la tienda de campaña que presentaba.

- Hijo, sé desde hace un tiempo que tienes relaciones con Clara y con tu tía Mamen. No me extraña que un muchacho fuerte y joven como tú necesite desahogar sus deseos con una buena hembra de vez en cuando, es algo normal a tu edad. Sin embargo debes pensar en el escándalo que se montaría si sus maridos se enterasen. Si tu quieres puedo ayudarte para que alivies tus pasiones cuando tengas necesidad. Será un secreto entre tu y yo. No debe enterarse tu padre de nada y mucho menos Clara y tu tía.

Tras pronunciar dichas palabras no pude menos que sonrojarme sin creer todavía lo que le había propuesto. Le dí la espalda totalmente ruborizada y me dispuse a enjabonar los cubiertos y unos vasos de la pila del fregadero. Ya no había marcha atrás, ahora sólo faltaba que Ricardo se decidiera a dar el siguiente paso. Y por supuesto que lo dio. Noté su presencia perturbadora detrás mio y como introducía una mano por debajo de mi falda levantándola hasta dejar al descubierto la braga que cubría mis redondas nalgas. Mis cabellos se erizaron al sentir como sobaba mi piel, suspiré con fuerza y abriendo las piernas para facilitarle su labor me dejé hacer sin poder negarme a sus magreos. Ricardo atrapó con ambas manos mi apetitoso trasero buscando con una de ellas el tesoro que mi entrepierna albergaba. Me encontraba absolutamente empapada gracias a su manoseo y aún más lo estuve cuando alcanzó mi inflamado clítoris con sus dedos juguetones. Mordí con fuerza mis mojados labios hasta notar como sangraban, me hallaba completamente entregada a mi hijo. Sus dedos lucharon con mi clítoris, abrió mis labios vaginales con delicadeza introduciendo primero un dedo y luego un segundo masturbándome sin descanso. De ese modo logró arrancarme el primer orgasmo de esa tarde. Mi hijo dirigió la mano que le quedaba libre hacia mi necesitado agujero anal. Hacía años que mi marido no me acariciaba dicha zona. Me agarré con fuerza al fregadero sin poder evitar correrme por segunda vez. Ricardo era un maestro en dichos menesteres pese a su juventud.

Se bajó con gran nerviosismo el pantalón de chándal y sin mayores rodeos buscó el feliz acoplamiento; se puso de puntillas para lograr estar a mi altura y restregó la cabeza amenazante sobre mis húmedos labios vaginales los cuales se hallaban deseosos de albergar a semejante invitado. Ingresó en mi vagina sin grandes dificultades gracias a lo mojada que me hallaba. Exhalé un angustioso quejido al sentir como entraba la totalidad de su miembro de un solo empujón hasta quedar parado al golpear sus cargadas bolas sobre la ardiente piel de mi trasero. Me agarró de las caderas empezando a entrar y salir de mi coño hasta lograr un ritmo de follada realmente interesante. Estaba claro que sabía como tratar a una buena hembra, eso lo sabía de sobra tras haberle visto acoplarse con Mamen y Clara. Lo bueno es que en esos momentos lo estaba gozando en mis propias carnes. Me follaba salvajemente haciendo rebotar su pubis en mis nalgas. Varias veces trató de meter uno de sus dedos en mi ano. Dicha caricia lograba hacerme perder la respiración durante breves instantes. Metía su virilidad hasta el fondo parándose en seco unos segundos hasta volver a sacarla de golpe y volver a entrar nuevamente. Así una y otra vez haciéndome degustar aquella maravilla que tanto placer me proporcionaba. Ricardo adquirió mayor velocidad dándome a entender que su corrida estaba próxima. De pronto de aquella manguera brotó una andanada de cálido esperma que irrumpió en mi interior arrasando con todo aquello que se pusiera a su alcance. Me corrí nuevamente agarrándome con angustia al fregadero.

Recuperamos fuerzas con cierta dificultad. Ricardo se mantuvo en mi interior sin sacarla pues aún mantenía cierto vigor pese a la reciente corrida. Ambos necesitábamos un segundo combate para dar por finalizado aquel incestuoso encuentro. Le cogí de la mano y le llevé hasta mi habitación. Por el pasillo me deshice con urgencia de la falda y la blusa mientras mi hijo se despojaba del molesto pantalón y los calzoncillos. Nos encontrábamos totalmente desnudos cara a cara en mi dormitorio. Ricardo recorrió mi cuerpo de la cabeza a los pies deteniendo su mirada llena de deseo en mis pechos y mi entrepierna. Humedecí mis labios viendo como su herramienta volvía a curvarse hacia arriba provocándome para unirme a él nuevamente, hacía muchísimo tiempo que no me sentía deseada de ese modo. Le obligué a tumbarse encima de mi cama y trepé sobre él colocándome sentada hasta volver a clavarme sobre su afilada espada. Mi coño se encontraba perfectamente engrasado gracias al semen con el que me había gratificado anteriormente. Cabalgué a galope tendido sobre aquel miembro incansable rotando mi pubis sin desmayo. Aullaba como nunca, aquello superaba con creces todo lo imaginable. Encontrarme en brazos de mi hijo gozando de aquel modo era algo enloquecedor. Volví a correrme nuevamente mientras Ricardo me golpeaba con fuertes embestidas mostrándose indesmayable en el esfuerzo realizado. Su rabo mostraba una rigidez asombrosa, anhelaba que me la diera en el culo pero al mismo tiempo su tamaño y grosor me horrorizaban. Me desclavé con claras muestras de cansancio pero todavía encontré las últimas fuerzas para situarme a cuatro patas al borde la cama.

Hijo, quiero que me la metas por el culo. Métemela hasta el fondo, sólo te pido que lo hagas despacio pues hace tiempo que no entra nada por ahí. Tu padre hace años que no me lo hace.

Ricardo se acarició su descomunal miembro con infinita tranquilidad. Con dificultad pude separar la cabeza de las sábanas y ver cómo mi hijo se cogía la polla y empezaba a masturbarse, corriendo la piel que cubría el glande adelante y atrás. Cada vez se mostraba más amenazante y sólo deseaba sentirla dentro de mí. Noté la presión de sus manos sobre mis nalgas. Yo temblaba atemorizada ante lo que se me avecinaba. El mástil de mi hijo era mucho más grueso que el de mi marido y si a éste ya le costó sodomizarme, imaginaba que más le costaría a Ricardo.

Madre, voy a follarte. Relájate y deleitate con lo que voy a entregarte.. Tranquílizate que no quiero hacerte daño, sólo que lo disfrutes. Abre las piernas y goza como nunca.

El tono de sus últimas palabras fue tan autoritario que, pese a estar tan excitada, no me atreví a mover un solo músculo. Sin embargo, presa de curiosidad, volví la cabeza y ví a Ricardo golpeando con su largo estoque sobre la entrada de mi oscuro orificio tratando de abrirse paso.

Tómala toda, madreeeeeeeeee. Ahí la tienes, gózala, es toda para ti.

Aaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh. Sácalaaaaaaaaaaa, aaggggggggghhhhhh. Me matassssssssssssssssss. Dioooooooooooooossssss. Es demasiado grande. Me quemaaaaaaaaaaaaaa. Sácala Ricardo por lo que más quieras. Me vas a matarrrrrrrrrrrr.

Me embistió violentamente alojando aquel ardiente taladro en mi recto. Perdí el sentido durante unos interminables segundos, tratando de acoplarme a aquella impresionante barra de carne que me había entregado para mi total disfrute. Ricardo me ayudó quedándose quieto durante un minuto hasta que conseguí volver a recuperar el resuello. Sus acometidas se fueron haciendo cada vez más intensas y, aunque al principio me estremecí de dolor, no tardé mucho en jadear de placer.

Así, así mi niño. Agggggggggggg. Más, más, dáme mássssssssssssssss. Auggggggggggg. Por lo que más quieras no la saques. Dioooooooossssssssssss. Fóllame más fuerte, no te pareeeeeees. Me matas de placer. Que buenooooooooooooo.

Empezamos a movernos como bestias en celo, respirando afanosamente en busca del aire que nuestros pulmones necesitaban con urgencia. Ricardo golpeaba con furia sobre mis nalgas follándome y follándome como un auténtico animal. Sentí la presión de su polla desgarrando los músculos de mi ano…

Aunque me hallaba al borde del orgasmo, logré contener la respiración y comencé a acariciarme el clítoris con el dedo pulgar, mientras introducía el resto de dedos en el interior de mi vagina dilatada. El placer que sentí fue tan intenso que volví a correrme sin poder remediarlo. Quería moverme pero el cuerpo de mi hijo me lo impedía. Gracias a la anterior corrida Ricardo aguantaba sin dar muestras de cansancio. Me atizaba una y otra vez haciendo que mis orgasmos se sucedieran uno tras otro. Aquel coito eterno superaba con creces todas mis expectativas.

Madre, me corrooooooooooooooo. Tómalo todooooooooo. Aggghhhhhhhhhhh. Toda mi leche para ti. Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.

Síiiiiiiiiiiii, dámelo. Llena a tu madre con todo tu caliente semen. Arrrrgggggggggg. Me quema por dentro. Dios míoooooooooooo. Lléname toda. Síiiiiiiiiiiiiiiiii.

Clavé las uñas con fuerza tratando de desgarrar las sábanas para de ese modo soltar toda la energía que me invadía. Ricardo me complació con todo el esperma que contenían sus testículos inundando por completo mi galería anal. Al acabar ese polvo terrible le supliqué que no la extrajera de mi ano, quería notarla eternamente dentro de mí. Sentí como esa maravilla fue perdiendo su anterior fortaleza hasta salir por si sola de mi culo. Me volví hacia Ricardo sonriéndole con cara maliciosa. Se desplomó en la cama y aproveché para tumbarme a su lado y apoyar mi cabeza para notar como su corazón latía con fuerza tras la batalla que habíamos mantenido.

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