Mi tía Maribel
Me encontraba a las puertas de iniciar mis estudios universitarios. Deseaba estudiar Derecho, siempre me habían llamado la atención las noticias relacionadas con aquel mundo. Aún me hallaba indeciso entre el mundo de la judicatura o bien seguir la carrera de notario.
Me encontraba a las puertas de iniciar mis estudios
universitarios. Deseaba estudiar Derecho, siempre me habían llamado la atención
las noticias relacionadas con aquel mundo. Aún me hallaba indeciso entre el
mundo de la judicatura o bien seguir la carrera de notario. Acabé el bachiller
con matrícula de honor gracias a lo cual me fue concecida una beca lo cual fue
bien recibido por mis padres ya que mi familia es de clase media-baja motivo por
el cual el ahorro de ese dinero fue una gran noticia. Además pude elegir
facultad con lo cual les comenté a mis padres que deseaba ir a Madrid a estudiar
y así poder salir de aquel pequeño pueblo de provincias que tanto me oprimía y
agobiaba. No es que fuera un pueblo aburrido, nada de eso, pero necesitaba
conocer mundo y pensé que nada mejor que una gran ciudad como Madrid. Mi padre
habló con mi tía Maribel para ver si podía acogerme en su casa, al menos
mientras buscase algún piso compartido con algún estudiante. Mi tía Maribel
contestó al momento que ni pensarlo y que estaría encantada de recibirme en su
casa del centro de Madrid. Mi padre le dijo que trataría de encontrar algún
pequeño trabajo para ayudar en mis gastos de manutención. Así pues, quince días
antes de iniciar el curso cogí el primer tren que salía del pueblo en busca de
nuevos mundos y de nuevas sensaciones. Cargado con una mochila y una bolsa
grande de ropa y algún que otro libro llegué a casa de mi tía siendo recibido
con grandes abrazos y besos.
La verdad es que no conocía a mi tía pues ella se marchó a Madrid antes de que
yo naciese y nunca había vuelto. Sólo tenía noticia de ella por alguna foto de
joven que corría por casa de mis abuelos. Mi tía Maribel tenía 48 años, había
enviudado hacía unos cinco y vivía sola y tranquila, gracias al sueldo que tenía
como profesora de Ciencias Naturales en un conocido instituto de Madrid. Sus dos
hijos estaban felizmente casados con lo que mi tía se mostró entusiasmada ante
la idea de estar acompañada por su joven y desconocido sobrino. De ese modo no
se sentiría tan sola entre aquellas paredes que guardaban tantos recuerdos para
ella.
Presioné el timbre del ático dos veces y en pocos segundos escuché unos pasos en
el pasillo y como se encendía la luz del recibidor. De pronto se abrió la puerta
y apareció mi querida tía abrazándome de forma efusiva y dándome dos sonoros
besos. Debo reconocer que era una bella mujer, de mediana estatura y cabello
canoso recogido en un bonito moño, muy bien cuidado. Pese a su edad, me impactó
agradablemente su físico ya que poseía un par de tetas de buen tamaño, la
cintura era ancha y estaba rematada por un trasero grande, redondo y cuyas
nalgas bailaban al compás de sus pasos. Aquel día llevaba puesto un estampado
vestido de algodón, algo apretado, que remarcaba su apetecible y maduro cuerpo
de mujer.
Mi tía se mostró alborozada y excitada con mi presencia agradeciendo mi llegada
pues así no se encontraría tan sola en aquel amplio dúplex. Me dijo que yo
dormiría arriba en la buhardilla así no me molestarían los ruidos que pudiera
hacer ella. Vivía con un pequeño caniche pero me dijo que se puso muy contenta
al comentarle mi padre mi próxima visita.
Me ayudó a colocar mi ropa en el armario empotrado de la buhardilla, un
espacioso dormitorio con una amplia cama, una mesa y una silla de madera y un
gran ventanal gracias al cual el dormitorio quedaba iluminado en su totalidad.
Tras colocar todos mis enseres mi tía bajó a la cocina a buscar unos refrescos
diciéndome que fuese a la sala de estar que enseguida venía con las bebidas.
Nada más llegar nos pusimos a hablar de la familia. Nos acomodamos en el
confortable sofá que había frente al televisor y mientras charlábamos mi tía
tenía mis manos entre las suyas y aprovechaba cualquier comentario para
estrecharme entre sus brazos y besarme. En varias ocasiones noté la fortaleza de
sus poderosos e inmensos senos contra mi pecho. Me fijé en su suave y bronceada
piel. Pese a ser mi tía no pude evitar que mi entrepierna respondiese a tanto
abrazo aunque por fortuna no se percató del nerviosismo que me embargaba.
Estuvimos hablando unas tres horas y debo reconocer que estaba fatigado del
largo viaje. Mi tía me dijo que me diese una rápida ducha que así dormiría más
relajado. Tras ducharme me acompañó al dormitorio y sacó del armario una manta
pues me dijo que la necesitaría de madrugada pues al amanecer solía hacer
bastante frío. Se despidió risueña propinándome el enésimo beso y cerró la
puerta de mi cuarto. Me encontraba tan agotado que tras desnudarme me tumbé en
la cama durmiéndome a los pocos segundos.
Bien entrada la madrugada me desperté por el intenso frío que sentía; miré el
reloj y ví que eran las tres y media. Traté de encontrar la manta entre la
oscuridad y al dar con ella me tapé con ella por encima de la sábana. En esas
estaba cuando advertí que se abría la puerta. Aparenté dormir escudándome en la
oscuridad del dormitorio y noté entre la tenue luz que entraba por la ventana
que era mi tía cubierta con un fino camisón quien se aproximaba a mi cama. Se
acercó a mí y me cubrió con la manta. Con los ojos entornados descubrí entre su
camisón entreabierto la turgencia de sus morenos senos los cuales comprobé que
eran grandes tal como había podido constatar la tarde anterior. Estaban
coronados por un par de pitones bien afilados y de tono oscuro. Dicha visión me
calentó sobremanera, haciendo crecer sin remisión mi pene cubierto por la sábana
y la manta. Tras cubrir por completo mi cuerpo con la manta, mi tía me besó
acercando peligrosamente sus mojados labios a los míos. Finalmente se incorporó
y cerrando la puerta de la habitación se marchó. No pude menos que masturbarme
como un loco pensando en los senos de mi querida tía.
A la mañana siguiente y ya recuperado del agotador viaje me desperté bastante
pronto y me fui directo al baño para darme una buena ducha. Llamé a mi tía pero
no estaba; supongo que salió a la calle a hacer algún recado mientras yo seguía
durmiendo. El lavabo era harto espacioso con un gran espejo y en la pared de
enfrente había una amplia bañera que se cerraba con una mampara de cristales. Me
desnudé con prontitud, abrí el agua caliente mezclándola con fría llenando la
bañera hasta la mitad de su capacidad y me senté para disfrutar del reparador
baño.
Habrían pasado apenas diez minutos cuando escuché la puerta de la calle abrirse y la voz de mi tía llamándome. Le contesté que estaba en el lavabo bañándome y me dijo que iba a cambiarse de ropa, que había comprado algo para desayunar y que enseguida me traía un albornoz. Oí como mi tía trajinaba en su cuarto y la imaginé cambiándose de ropa. No pude menos que recordar aquel par de senos que pude vislumbrar la noche anterior a través de la tela de su camisón. Al instante mi polla creció debajo del agua tratando de buscar aire para poder respirar. Minutos más tarde escuché golpear la puerta del baño y cómo mi tía entraba sin esperar respuesta por mi parte. En la posición en la que me encontraba no podía taparme con nada y mi tía podía entrever mi total desnudez a través del cristal de la mampara.
Abrí tímidamente el cristal y le dije que me acercara el albornoz para poder taparme. Mi tía Maribel lanzó una sonora risotada y guiñándome un ojo me dijo:
No te preocupes sobrino que no me voy a escandalizar por verte desnudo. No creo que seas diferente al resto de hombres que he visto desnudos. Supongo que tendrás lo mismo que lo demás.
Maribel llevaba puesto el camisón de la noche anterior, la diferencia estribaba
en que gracias a la luz que entraba por la pequeña ventana del baño podía
entreverse su poderoso cuerpo y sus apetitosas curvas. Estaba seguro que lo iba
a pasar muy mal teniendo tan cerca aquel seductor y apetecible cuerpo. Pude
apreciar su turgente pecho debajo de la fina tela del camisón Se volvió de
espaldas a mí para colocar dos toallas en la percha mostrándome su formidable
trasero. La tela de las bragas se marcaba por debajo del camisón. Al moverse de
un lado para otro sus senos saltaban de arriba abajo provocando que mi polla no
pudiera mantenerse quieta. Empezaba a responder a los encantos de mi tía y
gracias a la espuma conseguí a duras penas que no se mostrase a los ojos de
ella.
En esas estábamos cuando Maribel se acercó a la bañera y mientras se ponía
champú en las manos me dijo que me pusiera de espaldas a ella que iba a lavarme
el pelo. Bajé la cabeza de forma obediente y mi tía empezó a enjabonar mi pelo
formando abundante espuma. Tan solo notar las manos de mi tía enjabonando mi
cabello con decisión pude notar como mi aparato crecía de forma desmesurada.
Aquello era ya difícil de esconder, era imposible que Maribel no se diera cuenta
de mi estado.
- ¿Te gusta cómo te lavo, cariño?
Tan solo pude articular algún sonido indicando el placer que estaba sintiendo gracias al masaje que realizaba sobre mi cabello.
- ¿ Así que te gusta, eh? En ese caso tu querida tía te lavará el pelo siempre que quieras.
Pude notar el intenso aroma de su raja al humedecerse pues Maribel tuvo que
abrir sus macizas piernas para así poder colocarse en mejor posición para poder
seguir con su masaje. Se trataba de un aroma penetrante que llenaba la totalidad
del lavabo.
Sin poder dominar mi creciente calentura agarré mi dura verga por debajo del agua e inicié un lento movimiento con mis dedos. Al mismo tiempo notaba las manos de mi tía acariciándome con decisión la cabeza. Empezó a aclararme el cabello para quitarme la totalidad de la espuma. Su respiración se hacía cada vez más y más profunda. Estaba seguro que debía haberse dado cuenta de lo que estaba haciendo con mi mano pues era bastante evidente. Sentí su respiración entrecortada, su aliento sofocado junto a mi oído. Sus caderas rozaban levemente mi cabeza en cada ocasión que acariciaba mi pelo. Ya no se conformó con acariciar sólo mi cabeza. De estar manoseando mi cabello pasó a mi espalda y a mi velludo pecho sin pedir permiso. Evidentemente no necesitaba que se lo concediese. Sentía una fuerte descarga eléctrica cada vez que notaba el roce de sus agradables y delicadas manos sobre mi bronceada piel.
No pude soportar por más tiempo aquellas turbadoras caricias y me volví hacia
ella agarrándola de las manos.
- ¿Pero qué estas haciendo? ¿Te has vuelto loco o qué te pasa?
Sin contestar a sus preguntas, rompí los botones del camisón de mi tía y empecé a lamer con fruición sus grandes senos. Jamás me había tirado a una mujer de su edad y el morbo que la idea me produjo me hizo olvidar quien era ella. Me comí un pezón y luego el otro notando como ambos crecían al contacto con mis labios y mi lengua. Aproveché la confusión que reinaba en ella para besar sus labios apretando con mi lengua para romper la resistencia de sus labios y llegar a contactar con su húmeda lengua. Agarré con mis manos su poderoso trasero propinándole dos fuertes azotes en cada nalga. Maribel gritó con fuerza y con voz entrecortada me dijo:
- Sobrino, estás completamente loco pero sigue con lo que estás haciendo. Soy toda tuya.
Mi caricia en sus nalgas se hizo aún más osada llegando a introducirle mi dedo corazón en su estrecho agujero el cual lo acogió sin aparente dificultad. Mi tía lanzó un suspiro de satisfacción al sentir dicha caricia. Jadeando de placer Maribel me hizo poner de pie. Su cara se encontró con mi dura herramienta la cual apuntaba hacia arriba desafiando la ley de la gravedad. Abrió los ojos como platos al tiempo que se relamía los labios pensando en lo que le esperaba.
- Joder niño, menuda polla que gastas. Nunca había tenido una verga así
entre mis manos. Si mi marido hubiera tenido algo así que bien me lo
hubiera pasado.
Mi tía abrió la boca tragándose de una sola vez mi palpitante miembro. Golpeé su
garganta con la punta de mi polla hasta hacerla atragantar. La sacó de su boca y
se dedicó a lamer con la punta de su lengua subiendo y bajando desde el glande
hasta la base. La agarré del cabello ayudándola a volver a tragarse la cabeza de
mi polla. Chupaba con maestría ensalivando mi polla para conseguir que resbalase
con mayor facilidad en el interior de su boca. Tragaba y tragaba a velocidad
endiablada masturbándome al mismo tiempo con su mano. Empecé a gemir animándola
en su mamada al tiempo que cerraba mis ojos con fuerza.
- Así Maribel, sigue así. No pares y sigue chupando así. Me voy a correr. Oh Dios, que placer. Me corroooooo siiiiiií.
Exploté en su boca lanzando andanadas de leche la cual tragó con evidente dificultad. Parte de mi corrida cayó por la comisura de sus labios yendo a parar a sus turgentes senos. Maribel esparció el semen a lo largo y ancho de aquellas dos mamas mirándome a los ojos con cara de viciosa.
Secamos nuestros sudorosos cuerpos y mi tía me dio la mano invitándome a acompañarla al salón. Al llegar al mismo me hizo tumbar en el sofá boca arriba arrodillándose frente a mí y volviendo a agarrar con su mano derecha mi excitado ariete el cual no había perdido nada de su anterior vigor.
- Muchachito, parece que este bastón sigue necesitando que le den guerra. Me encanta, es tan largo y grueso. No sé si mis agujeritos podrán resistirlo.
Tras estas calientes palabras volvió a engullirlo con ansias renovadas. La verdad es que Maribel chupaba de maravilla. Sus últimas palabras me llenaron de satisfacción pues me demostró que estaba dispuesta a darme tanto su conducto vaginal como el anal, agujero que deseaba probar desde hace tiempo. Estuvo entretenida lamiendo mi ariete durante tres largos minutos hasta lograr que el mismo mostrase el estado encabritado de minutos antes.
Ahora muchacho quiero que me folles hasta reventar. Clavámela sin compasión hasta que te corras en mi interior. Tranquilo que no me dejarás preñada.
Maribel, ¿estás segura de lo que me pides?
Pues claro, tonto. Después de lo que hemos hecho no pensarás dejarme así.
Mi tía se montó a horcajadas sobre mí y cerrando los ojos se dejó caer sobre mi barra hasta lograr que mis bolas golpeasen con sus labios vaginales. Emitió un agudo chillido que debió oirse en toda la escalera.
Diossss, me quema pero es tan bueno. Menuda polla tienes sobrinito. Me has sorprendido gratamente con eso que te cuelga entre las piernas. Voy a follarte hasta que los dos quedemos rendidos. No puedo dejar pasar la ocasión de estar con un joven vigoroso como tú. Hacía tanto tiempo que no encontraba algo tan bueno como esto que me estas ofreciendo
Inició un suave movimiento rotatorio sobre mi lubricado pistón. Gemía como loca empezando a cabalgar clavándose y desclavándose sin descanso. Me arañó el pecho con sus largas uñas hasta hacerme sangrar al tiempo que la agarraba de sus opulentas nalgas dándole fuertes manotazos que hicieron que las mismas adquiriesen un tono rojizo. Saltaba sin parar jadeando con cada pinchazo que le daba. Boqueaba tratando de buscar aire. Podía ver su rostro desencajado por el intenso placer que estaba sintiendo. Se soltó el cabello dejándolo caer por encima de los hombros. Mi madura tía galopaba sobre mí dándose y dándome un placer inenarrable. Gracias a mi anterior corrida mi aguante no disminuía un ápice lo cual agradeció ella enormemente. Estaba dispuesto a darle a mi tía todo el goce que fuese capaz de extraer de ese cuerpo maduro.
Maribel se corrió dos veces más gritando sin parar, lanzando su cabeza hacia atrás e impregnando mi émbolo con sus fluidos vaginales que brotaban sin cesar del interior de su hambriento coño.
Ven conmigo que ahora vas a saber lo que es bueno.
La hice levantar del sofá y la llevé hasta la escalera de caracol que conducía al piso superior. La senté en las escaleras y la abrí bien de piernas. Me dirigí ansioso en busca de ese par de pitones que apuntaban hacia el techo y me hice con uno de ellos. Golpeé con la punta de mi húmeda lengua sobre su redondo y oscuro pezón haciéndola suspirar de gusto. De un pezón pasé al otro repitiendo la misma caricia. Mi tía cogió mi cabeza con fuerza apretándome contra ella. Fui bajando con total parsimonia a través de su abultado vientre recreándome en las caricias que le iba prodigando.
Maribel, ¿Te gusta lo que te hago? Quiero que goces como nunca lo hayas hecho.
Cariño, lo estás haciendo fenomenal. No sé cuantas veces me he corrido ya y espero correrme muchas más.
Me situé entre sus piernas chupando sus apretados muslos, llenándolos de saliva, subiendo y bajando a través de su apetecible y caliente piel. Maribel sujetaba con fuerza mi cabeza cruzando sus piernas por detrás de mi espalda. Empecé a lamer su empapado botón arrancando los primeros lamentos de mi tía la cual perdió el oremus gracias al tratamiento que le estaba dispensando. Me dediqué a comerme aquel dulce manjar durante un buen rato. Logré que su duro clítoris se inflamara endureciéndose como un pequeño pene. El cuerpo de mi cachonda tía se convulsionaba llevando la cabeza de un lado a otro mientras encadenaba un orgasmo detrás de otro. Quedé gratamente sorprendido con la capacidad que mostraba mi tía para disfrutar del sexo sin ambages ni cortapisas.
Tras su último orgasmo me separé de su entrepierna y la hice levantar mientras ambos respirábamos afanosamente. La puse de espaldas a mi apoyada en la barandilla con su culo en pompa. Me acuclillé entre sus apetitosas nalgas y las abrí con mis dedos en busca de su escondido tesoro. Una vez encontrado dirigí mi lengua dándole pequeños lametones a su oscuro agujero anal.
Sigue, sigue cabrón. Me vuelves loca con esa fantástica lengua. Ummmmmmmmm. Qué gusto me das sobrinito.
Seguí comiéndole su estrecho ojete arrancándole escalofríos de satisfacción. Pude comprobar que era una de las zonas más erógenas y sensibles de mi queridísima tía. Aquella estupenda hembra se retorcía con cada uno de los lengüetazos que le daba. Mi tía volvió a correrse gracias a aquel fantástico beso negro que le estaba ofreciendo. Se lo dejé bien empapado para que fuese más fácil la inmediata penetración que se avecinaba. Estaba seguro que Maribel lo deseaba tanto como yo y sus cachondas palabras así lo evidenciaron.
Fóllame, no lo soporto más. No soporto más este intenso tormento. Sabes utilizar muy bien esa lengua que tienes. Joder que gusto me has hecho sentir. Me has hecho correr como una desesperada. Ufffffffff.
Me levanté satisfecho del orgasmo que había logrado arrebatarle y me situé tras ella ayudándola con mis manos a que abriese bien sus rotundas piernas. Estuve jugueteando un buen rato con mi polla llevándola de su ardiente vagina a su jugoso ano y de éste nuevamente a la vagina sin tratar todavía de profanar ninguno de los dos agujeros. Estos juegos hicieron que su sufrimiento se hiciera aún mayor. Estaba seguro que cuanto más la hiciera sufrir mayor placer sentiría posteriormente cuando llegase la ansiada penetración. Maribel lanzaba su trasero hacia atrás buscando mi enhiesto mástil mientras me miraba con ojos suplicantes. Finalmente apoyé mi oscuro glande sobre la entrada y empecé a apretar logrando que su esfínter fuese abriéndose con cierta dificultad hasta conseguir que entrase toda la cabeza. Levanté una de sus piernas sujetándola con fuerza por el muslo. Me quedé parado al escuchar el fuerte gemido que pegó Maribel. Pasados unos breves instantes apreté con mayor decisión entrando centímetro a centímetro en aquella estrecha cueva. Una vez hubo entrado una parte del tronco empujé de golpe hasta que mis testículos golpearon con sus nalgas. Mi tía se quedó sin respiración y con los ojos en blanco lanzó un fuerte aullido que rebotó en aquellas paredes.
Dios mío, que grande es. Pensé que podría aguantarla mejor. Me hace daño pero me encanta. Muévete y no te pares hasta que me hagas correr.
Tía, tienes un culito muy estrecho. Voy a follártelo hasta que reventemos.
Entré y salí de aquel agujero primero despacio hasta ir adquiriendo con cada entrada y salida mayor velocidad. Maribel rotaba sus nalgas produciéndome un placer intenso. Aquella madura sabía lo que hacer. Solté una de sus caderas y llevé mi desocupada mano hacia su lubricada entrepierna empezando a acariciar su clítoris con rapidez. Introduje un dedo y luego otro en su ancha vagina y pude escuchar como los gemidos de Maribel adquirían mayor intensidad. La agarré del cabello tirando su cabeza hacia atrás mientras seguía percutiendo sobre ella sin pausa. Azoté ambas nalgas haciéndola gritar con cada manotazo que le propinaba. Maribel volvió su cara hacia mí suplicándome que siguiera follándola de aquel modo sin parar. Metí y saqué la polla y noté como mi tía se aproximaba a un nuevo orgasmo. Así pues golpeé con mayor virulencia sintiendo que también llegaba mi deseado orgasmo.
Maribel voy a correrme. Me voy, no aguanto más. Toma toda mi leche.
Siiiiií, córrete siiiiiiií. Lléname el culito con toda tu leche. Qué bueno. Siiiiií. Me corro otra vezzzzzzzz.
Nos corrimos como descosidos gimiendo y gritando al unísono hasta caer derrotados en el frío suelo.
Ufffffffff menudo polvo. Eres un gran amante. Espero repetirlo pronto.
¿Acaso lo dudas, querida tía?, le dije con cara de vicio.
Pero que cabrón estás hecho, me dijo con los ojos brillantes de deseo mientras humedecía sus labios con su juguetona lengua.