Navidades junto a mi sobrino
La historia que voy a contaros tuvo lugar durante las pasadas fechas navideñas. Me llamo Gemma, soy una mujer de 47 años de melena rubia larga y ondulada, de estatura mediana, poseo unos senos grandes y que aún se mantienen lo suficientemente erguidos como para que más de un hombre se quede embobado mirándolos ..
La historia que voy a contaros tuvo lugar durante las pasadas
fechas navideñas. Me llamo Gemma, soy una mujer de 47 años de melena rubia larga
y ondulada, de estatura mediana, poseo unos senos grandes y que aún se mantienen
lo suficientemente erguidos como para que más de un hombre se quede embobado
mirándolos. El resto de mi figura no está nada mal pese a mi edad, tengo una
cintura estrecha y unas caderas anchas sin llegar a estar gorda. Los muslos son
duros y firmes y por último debo destacar que poseo un buen culo respingón que
seguro que es deseado por algún que otro compañero del trabajo o algún vecino.
Mi querido esposo es diez años mayor que yo, siendo más jóvenes no se apreciaba
tanto la diferencia de edad pero ahora si que ya es más evidente. Desde hace
tiempo me tiene muy desatendida, sólo se preocupa de ver esos insufribles
programas que dan en la televisión y de su querido fútbol. Ya no me acuerdo de
la última vez que hicimos el amor. De tanto en tanto se acuerda y me monta hasta
que descarga su semen en mi interior sin ningún placer por mi parte. Es por
dicha desatención que a mí me empezaron a atraer otros hombres. Si mi marido no
me daba lo que necesitaba no pensaba perder la menor ocasión que se me
presentara.
Coincidiendo con las fiestas navideñas habíamos invitado a nuestra casa a mi
sobrino Fermín y a su mujer. El segundo hijo de mi hermana, mi sobrino tiene 34
años y ya no es el niño con el que había jugado hacia años. Es un hombre hecho y
derecho, alto, fuerte, vaya la verdad es que no está nada mal. Al abrazarme con
mi sobrina en el salón de casa, la poderosa mano de Fermín quedó atrapada entre
el cuerpo de su mujer y el mío. Aquella mano quedó apoyada como por descuido
sobre uno de mis pechos y pude ver con agrado como mi sobrino en vez de
retirarla la mantuvo allí apretando tímidamente durante unos breves pero
interminables segundos. Aquella suave y rápida caricia en lugar de indignarme
por la osadía de mi sobrino produjo en mí el efecto contrario, notando como un
escalofrío ya casi olvidado me subía desde la entrepierna hasta llegar a lo más
recóndito de mi cerebro. Mis bragas se humedecieron al instante y no pude menos
que imaginarme en brazos de Fermín. Nuestras ardientes miradas se cruzaron al
momento y mi sobrino dejó sus oscuros y profundos ojos clavados en mis pechos.
Por suerte ni mi marido ni mi sobrina se percataron de nada.
Durante toda aquella tarde estuve pensando en aquella mano y al hacerse de noche
y, tras haber cenado algo de queso y fruta, mis sobrinos y yo nos pusimos a ver
una película que hacía un rato que había empezado. El tonto de mi marido hacía
ya un buen rato que se había metido en la cama y Elvira la mujer de Fermín fue
la siguiente en decir que se iba, que estaba cansada del viaje. Se despidió de
mí dándome dos besos en las mejillas y de su marido dándole un suave beso en los
labios. Sentí como Fermín no me quitaba ojo de encima y estaba segura que
deseaba que me quedara un rato más con él. Finalmente se dirigió a mí y me
preguntó si me quedaba a ver acabar la película. Por supuesto asentí a su
pregunta pues deseaba quedarme junto a mi sobrino.
Mi indumentaria de aquella noche era cómoda, llevaba una blusa estampada con los
dos botones de arriba desabrochados y unos tejanos desteñidos que sólo utilizaba
en casa. Le dije a mi sobrino que iba al baño a lavarme los dientes pero que
volvía en diez minutos escasos. Se quedó viendo la película tomando un whisky
con coca-cola que su mujer le había preparado. Me metí al lavabo dejando la
puerta entreabierta y me despojé con rapidez del molesto sujetador, de la blusa
y los tejanos y me puse una camiseta larga que me llegaba a medio muslo y unos
pantalones cortos. Me entretuve un rato cepillándome los dientes. Estaba segura
que me buscaría, no podría aguantar la tentación. Los dormitorios de mi marido y
de mi sobrina se hallaban en el otro lado de la casa por lo que no seríamos
molestados si Fermín quisiera unirse a mí. Sonriendo con malicia al espejo pude
oir sus pasos aproximándose a través del pasillo, vi su silueta acercarse entre
la penumbra del pasillo hasta llegar a la puerta del baño. Mi esposo dormitaba
profundamente hacía ya un buen rato. La puerta del balcón del salón se había
quedado abierta por lo que sentía frío aunque la presencia de Fermín junto a la
puerta del baño hizo que un calor insoportable invadiese mi entrepierna sin
poderlo evitar. Emití un grito falso al notar su presencia junto a la puerta, un
grito falso pues llevaba tiempo deseando que estuviera junto a mí, que me
estrechara entre sus vigorosos brazos, sentirme amada por mi joven sobrino,
sentir sus húmedos labios sobre mi cuello
..
Abrió la puerta con decisión y la cerró tras él. Me estrechó entre sus brazos sintiéndome apretujada contra su pecho, levanté mi cara hacia Fermín y cerré los ojos mientras le ofrecía mis labios para que los besara. Mi sistema nervioso se convulsionó al sentir el contacto de sus carnosos labios contra los míos.
Dios, que ganas tenía de esto. Desde que llegaste deseaba estar entre tus brazos.
Mis labios volvieron a unirse a los suyos pero esta vez la caricia se hizo más osada pues busqué con mi inquieta lengua la suya, apretando sus labios hasta conseguir que los abriese y entrelazar nuestras hambrientas lenguas. Me hizo volver de espaldas a él de cara al espejo y se dedicó a chuparme con fruición mi cuello. Dicha caricia hizo que me retorciese de placer y no pude evitar lanzar leves gemidos, ronroneando como una gatita. Fermín abrió el grifo mojando una de sus manos y la llevó hacia mis senos empapando la tela de la camiseta con lo que mis pezones empezaron a endurecerse al notar el contacto de sus dedos. Cogió ambos pechos con fuerza mientras apretaba su entrepierna contra mis ansiosas nalgas. Gracias al roce contra mi pompis pude notar como su polla iba creciendo más y más hasta alcanzar un tamaño considerable. Fermín acabó con mis últimas resistencias cuando empezó a chuparme el lóbulo de la oreja logrando hacerme alcanzar mi primer orgasmo. Aquel muchacho sabía como seducir y hacer gozar a una hembra madura como yo. Hacía mucho tiempo que no sentía aquellas sensaciones. Había logrado hacerme correr tan solo con el roce de sus labios sobre mi oreja. Me volví hacia él acercando nuevamente mis labios a los suyos, entablando una furiosa batalla con nuestras lenguas llegando a entremezclar nuestras salivas.
Me acuclillé a sus pies mirándole fijamente a los ojos mientras rozaba mis labios sobre la tela de su pantalón buscando aquel fruto prohibido que en pocos instantes sería mío. Aquella verga fue creciendo sin parar gracias al roce de mi lengua y de mis dedos sobre la tela que la cubría. Parecía palpitar buscando poder escapar de aquel encierro tratando de liberarse de aquel tejido que la oprimía. No aguanté más tiempo el fuerte deseo que me invadía y solté con celeridad el botón del pantalón dejándolo caer a sus pies. Fermín se deshizo de la camisa mostrando un torso sudoroso. Agarré con determinación de cada lado del bóxer bajándolo hasta dejar aparecer el objeto tan deseado por mí. Saltó hacia arriba curvándose apuntando hacia el techo, era un ariete grande y duro en el que se marcaban las venas cargadas de sangre. Descapullé con mis dedos hasta que apareció la cabeza del glande la cual era de un tono rosado.
Menuda polla que tienes sobrino!!!!! Me voy a volver loca con ella.
Chúpala Gemma, chúpala. Házme gozar, quiero correrme entre tus labios.
No podía apartar la vista de aquel monolito, me tenía absolutamente fascinada. Empecé a lamer sus cargados testículos, comiéndomelos con ansia. Los acaricié con mis labios oyendo los primeros gemidos ahogados de Fermín. Ello me demostró que lo estaba gozando. Pensaba aprovechar aquella noche al máximo. No existía el tiempo en aquellos momentos, tan solo aquel guapo muchacho y yo gozando de nuestros cuerpos. Me entretuve en subir y bajar a lo largo y ancho de su miembro jugando con la punta de mi lengua. Desde la punta bajé hasta la base y de allí nuevamente hacia arriba. Mi sobrino me agarró con fuerza de la cabeza y le escuché pedirme que se la comiera ya.
Tía cométela, no lo resisto más. Cométela, es toda para ti.
Abrí mi boca y me hice con aquella gruesa salchicha empezando a chuparla con gran placer. Aquella verga me llenaba por completo, llegándome hasta la garganta. Fermín me ayudó a comersela apretando mi cabeza contra él. Me sujetó con fuerza del cabello haciendo que mi mamada fuera cobrando mayor velocidad. La saboreé con tranquilidad y gran apetito, deseaba alargar su placer lo máximo posible, no quería que se corriese demasiado rápido. La saqué de mi boca y escupí sobre ella humedeciéndola con mi saliva hasta volver a tragarmela con glotonería. Dirigí uno de mis dedos hacia el agujero de su ano consiguiendo un profundo suspiro por parte de él. Pude comprobar con agrado como mi sobrino era receptivo a las caricias anales. Estuve jugueteando largamente con su estrecho agujero mientras seguía comiéndome aquel poderoso tallo que iba ganando tamaño gracias al tratamiento que le prodigaba con tanto cariño. Empecé a masturbarle con mis labios con mayor velocidad ayudándome con mi mano la cual subía y bajaba por aquel dardo sin descanso. Noté la proximidad de la corrida de Fermín pues parecieron fallarle las fuerzas ya que sus piernas empezaron a temblarle. Me sujetó del cabello tratando de que no escapase pero finalmente logré desembarazarme de él y sentí como una gran catarata de semen fue a parar a mi cara, a mi boca bajando hasta mis pechos. Fueron cuatro chorretones que me llenaron por completo y que recogí con mis dedos llevándomelos a mi sedienta boca para gozar del elixir de mi querido sobrino. La corrida de aquel muchacho no me defraudó en absoluto y tenía ganas de que volviese a correrse en más ocasiones.
Fermín cayó fatigado sobre el suelo tratando de recuperar el aliento. Estuvo un largo minuto respirando con dificultad hasta volver a recuperarse. Aproveché para situar mi entrepierna sobre su cara ofreciéndole mi peludo coñito para que se lo comiera. Su reacción no se hizo esperar y empezó a golpear mis labios vaginales con su lengua. Se ayudó de uno de sus dedos para abrir las compuertas de mi prenda más codiciada y chupó cada vez con mayor vivacidad. Tuve que morderme los labios para no gritar de placer. Mi sobrino sabía como utilizar aquella lengua para ofrecerme el mejor de los placeres. Debo reconocer que era un gran amante. Logró hacerme correr dos veces seguidas gracias a los golpes que propinaba sobre mi inflamado clítoris. Abrí los ojos con dificultad y quedé prendada ante aquel flácido animal que tanta leche me había ofrecido unos minutos antes. El guerrero reposaba del combate sufrido tratando de recuperar las fuerzas perdidas. Pese a su evidente flojera mostraba un tamaño más que respetable. Era un aparato enloquecedor que lograba sacar de mí los pensamientos más impuros.
Volví a aprisionar entre mis dedos aquel eje amoroso y lo engullí con voracidad redoblada deseando hacer que se enderezara de nuevo. Nos enzarzamos en aquel 69 explorando los rincones más exquisitos y recónditos del otro. Observé con entusiasmo el lento crecimiento de aquella incansable culebra hasta alcanzar un aspecto orgulloso y pujante. Fermín aprovechó la postura para humedecer con su lengua mi orificio trasero logrando hacerme perder la respiración. Siempre me gustó que jugaran con mi culito, desde la primera vez que lo probé. Es uno de los puntos más sensibles de mi anatomía el cual si el hombre sabe tratarlo convenientemente consigue que todos mis terminales nerviosos se desboquen.
Fermín cariño, levántate. No lo soporto más. Deseo que me folles con todas tus fuerzas.
Le hice que se sentara sobre la taza del váter apuntando con su enhiesta lanza hacia el techo. Me senté a horcajadas de cara a él ofreciéndole mis turgentes pechos. Se comió primero un pezón haciéndolo endurecerse para pasar a continuación al otro atormentándolo del mismo modo. Atrapé con fuerza su dura herramienta y la dirigí hacia la entrada de mi húmeda hendidura dejándome caer sobre ella con manifiesta satisfacción. Fermín me agarró de las caderas haciéndome que me clavara su polla hasta el fondo. No pude evitar poner los ojos en blanco emitiendo un leve aullido de dolor. Aquella intromisión era más de lo que podía aguantar mi dolorido cuerpo. Aquella barra de acero me llenaba por completo. Alcé con dificultad mi cuerpo apoyando ambas manos sobre su sudoroso pecho y comencé a cabalgar sobre aquella verga gloriosa. Mi querido sobrino me acompañó en el movimiento rotatorio de mi pelvis ayudando a que la penetración fuese más intensa.
Dios mío, me matas, Diossssssss. Fóllame, fóllame, así, así, másssssssss.
Gemma, muévete así. Lo estás haciendo muy bien. Eres una hembra insaciable.
Fermín volvió a dirigir uno de sus inquietos dedos hacia mi esfínter arrancándome un nuevo gemido. Volví a correrme sin poderlo evitar lubricando su verga con mis jugos vaginales. Me estaba matando de gusto, era un placer fantástico el que estaba logrando extraer de mí aquel estupendo semental. Pese a mis evidentes esfuerzos por lograr hacer que se corriese, aquel hombre no daba síntomas de cansancio. Reconozco que era yo la que me encontraba exhausta y a punto de alcanzar un nuevo orgasmo en brazos de Fermín. Jamás había gozado de aquel modo con mi esposo, ni en nuestros mejores momentos. Salté y salté sobre él cabalgando a galope tendido en busca de un nuevo orgasmo con el que poder relajar mi desfallecido cuerpo. Fermín acompañó mi desenfrenado galope introduciendo primero un dedo y después otro en mi dilatado ano. Arañé su torso con mis afiladas uñas corriéndome nuevamente cayendo desfallecida sobre mi sobrino.
Joder Fermín, menudo polvo. Me he vuelto loca de gusto. Mi sobrinita estará encantada contigo, menudo aguante que tienes. ¿Es que no te corres nunca, cabrón?
Gemma amor, me encanta follar con una hembra madura como tu. Me gustó verte saltar sobre mí y como gozabas con mi polla dentro de tu vagina. Me satisface enormemente hacer el amor con una mujer experimentada en las artes amatorias y que sabe realmente lo que desea de un hombre.
Estuvimos besándonos y acariciándonos mutuamente mientras expresábamos nuestros recíprocos deseos. Fermín se hizo dueño de mis excitados pezones manoseándolos sin parar. Ambos se pusieron rígidos al instante sintiendo el roce de sus dedos sobre ellos. Por mi parte me dediqué a masturbar aquel aparato que no perdía ni un ápice de su vigor y que suspiraba por que volviese a hacerme suya. Me tenía completamente hipnotizada y fascinada por el espléndido aguante que demostraba. Jamás había encontrado un hombre que aguantase de aquel modo. Aquel pene volvía a encabritarse sin aparente dificultad mostrando un estado realmente amenazador. Me relamí los labios y retomé mis anteriores caricias bucales sobre aquel vástago. Chupé primero con suavidad pasando más tarde a un ritmo más rápido y frenético para volver a la suavidad inicial. Mi joven sobrino gemía levemente gracias a la felación que le propinaba con tanto amor y dicha. Volví a acariciar su entrada posterior introduciendo lentamente uno de mis dedos haciéndole retorcer de placer.
Gemma vayamos al salón, por favor. Estaremos más cómodos.
Cuéntame Fermín, ¿Qué pretendes hacer conmigo?, le pregunté con cara de viciosa-
Nada que no desees, querida tía-
Me alargó la mano ayudándome a levantar del frío suelo y salimos al pasillo sin hacer ruido. Oímos como mi marido y mi sobrina dormían tranquilamente sin imaginar lo que hacíamos en esos momentos. Seguí los pasos de mi sobrino como un autómata dejándome llevar por él hasta llegar al salón. Fermín encendió el televisor y fue cambiando canales hasta llegar a uno de contenido erótico. En esos momentos aparecía en la pantalla una jovencita rubia siendo sodomizada por un joven mastodonte. Aquella jovencita gozaba como una loca pidiendo a su partenaire que siguiera martilleándola de aquel modo enloquecedor. Me hallaba apoyada en el respaldo del amplio sofá y al visionar aquellas imágenes tan turbadoras necesité llevar una de mis manos hacia mi entrepierna tratando de sofocar el creciente calor que iba ascendiendo a través de mi ardiente vagina.
Mi amable sobrino no desaprovechó la ocasión de situarse detrás mío viendo el estado en el que me encontraba al contemplar aquella escena tan estremecedora. Se apretó contra mí restregando su entrepierna contra mi consistente trasero al tiempo que agarraba con ambas manos mis mamas magreándolas con ansias renovadas. Cerré los ojos con fuerza tratando de gozar aquella presión que sentía sobre mi apretado culo. Me froté contra él buscando atormentarle del mismo modo que el lo hacía conmigo y parece que lo logré pues aquella presión era cada vez mayor. Sabía lo que Fermín deseaba en aquellos momentos y estaba segura que él también sabía que yo lo deseaba. Los actores de la pantalla nos dieron la mejor de las ideas para desarrollar en los siguientes minutos. Mi excitado sobrino me hizo estirar las piernas hacia atrás abriéndolas bien mientras me lanzaba hacia delante apoyada en el respaldo del sofá colocándome con el culo en pompa a la espera de recibir sus más voluptuosas atenciones.
Se situó en cuclillas detrás de mí y empezó a profanarme el agujero anal con su insaciable lengua humedeciéndolo a placer para así facilitar la posterior penetración que pensaba llevar a cabo. Jugueteó con mi tesoro más escondido haciéndome gozar como una perra. Estaba dispuesta a entregarle mi más preciada prenda para así someterme a sus caprichos por completo. Mientras se recreaba con mi esfínter intensificó la caricia masturbándome el clítoris al mismo tiempo haciéndome correr nuevamente mojando sus dedos con mi néctar vaginal. Me retorcí con aquel último orgasmo y giré mi cabeza hacia él suplicándole mientras clavaba mis ojos en los suyos:
Ahora amor, no lo resisto más. Fóllame con todas tus fuerzas. No tengas compasión de mí. Fóllame el culito, deseo que lo hagas tuyo.
Mi sobrino me miró con mirada maliciosa y los ojos inyectados en sangre. Volvió a abrirme las piernas y se acomodó entre ellas apretando con su grueso tallo sobre mi inflamado anillo anal. Tuvo que presionar con fuerza pues pese a mis evidentes deseos me hallaba al mismo tiempo temerosa ante el tamaño de semejante intruso. Volvió a dirigir su mano hacia mi lubricada entrepierna logrando que me relajase por completo. Al mismo tiempo que acariciaba mi vagina presionó nuevamente logrando abrirme el anillo anal permitiendo el paso de aquella cabeza hacia el interior de mi recto. Respiré con dificultad gozando con el empuje de Fermín. Se quedó parado unos interminables instantes hasta que finalmente fue apretando más y más introduciendo en mi estrecha cavidad cada uno de los centímetros de aquel hierro candente hasta quedar alojado totalmente en mi interior. Tuve que morder con fuerza mis labio inferior para evitar gritar como una perra en celo. Me sentí invadida por completo. Aquella polla sodomizaba por entero mi ano haciéndome sentir el mejor de los placeres. Sus cargados huevos apretaban contra mis doloridas nalgas buscando el mejor acomodo. Apreté con fuerza el respaldo del sofá preparándome a recibir las primeras estocadas de mi joven amante. Aquel poderoso macho extrajo mínimamente aquel torpedo que me quemaba por dentro y se apoderó de mis caderas volviendo a apretar con fuerza traspasándome hasta el fondo. Aproximó su boca a mi oído y me habló en tono conciliador:
Gemma, ¿te gusta lo que te hago? ¿Quieres que lo haga más deprisa?
Más deprisa sí. Fóllame con fuerza. Quiero correrme entre tus brazos y que me llenes con tu leche.
Así pues mi sobrino siguió mis instrucciones al pie de la letra insertando y extrayendo aquel tallo a velocidad endiablada. Follaba y follaba sin descanso, parecía que aquello no fuese a tener fin. Facilité la follada lanzando mis poderosas nalgas contra su polla ayudándole en sus movimientos.
Ahhhhh, más, más. Sigue así y no te pares por lo que más quieras. Es tan bueno. Sigue follándome, sí.
Siguió insertando sin pausa su incansable aparato agarrando uno de mis pechos apretandolo con fuerza hasta llegar a hacerme daño. Parecía que su corrida se iba aproximando, parecía que finalmente iba a conseguir que aquel animal se corriese dentro de mí. Fermín apoyó su pecho sobre mi espalda mientras notaba como mi recto era invadido por una espesa catarata de semen. El momento tan deseado había llegado por fin. Explosionó varias veces vaciándose por completo. Tanto tiempo aguantando aquella corrida hizo que sus huevos estuvieran bien cargados.
Fermín extrajo aquella lanza que poco a poco iba perdiendo vigor y me lancé hacia él besándole con lujuria para así agradecerle todo el placer que me había hecho sentir. Me hice con su polla y la estuve saboreando largo rato hasta dejarla totalmente seca. El semen salía del interior de mi ano cayendo muslo abajo. Fue mi mejor regalo de Navidad