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Jugando con negros (3)

en Interracial

Allí, estaba yo disfrutando de un sandwich delicioso. En un túnel apenas iluminado. Siendo penetrada por mi vagina por una polla negra descomunal y por detrás por una blanca más fina pero igual de apetitosa.

Y esto no era lo único, había un espectador.

El amigo de mi chico negro, que ya antes, cuando simplemente conversaba con el otro se había limitado a observar, seguía observando, aunque esta vez de una manera activa.

Había sacado la polla de su pantalón y se la estaba meneando rápidamente. Creo que iba a disfrutar de otra polla negra en cuestión de segundos.

Le dije a mi negro:

-Ay, mi amor estoy cansada.

-Espera, cielo.

Me apartó sacando su verga y el blanco también saco la suya.

El joven me susurró al oido:

-Vas a seguir derritiendo de placer. Ummmmmmmm. Tus piernecitas no tendrán que preocuparse.

Puso sus enormes manos en mis costillas y me alzó hacia arriba.

-Agárrate a mis hombros y abre bien las piernas.

En unos segundos tenía mis brazos sobre sus hombros, y mis piernas rodeando su cuerpo. Él me sujetaba con un brazo en mi espalda y otro en mi nalga. Aunque notaba su verga dura no estaba dentro de mí.

Le dije :

Te quiero muy, muy dentro.

Olvidaba que él tenía en ese momento dos ayudantes para darme placer.

El ferroviario, le sirvió de mamporrero y le ayudó a meter la polla en mi vagina.

El joven le pidió que le ayudara a alzarme un poco más

Y así hizo con lo que pudo colocar sus brazos por debajo de mis rodillas.

-¡Qué bueno, mi amor! Así estamos de lo lindo.

Ahora perfectamente insertada y sin temor a caerme, apoyándome en los brazos de mi amante y mis pies ligeramente apoyados en la pared podía subir y bajar frotando su pecho con mis tetas y sus carnosos labio sorbiendo mi piel.

Subía y bajaba a ritmo frenético. Al principio sorprendida por no haber estado nunca en esa postura pero mi chico era un cachas y merecía la pena cabalgar en esa nueva posición subiendo y bajando como cuando era niña en los caballitos de feria. A mi chico le arrancaba suspiros de placer. Uuuummmmmmmmmmmmmmmmmm!

El me ayudaba a ir cada vez más rápido. Aaaahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!

El me dijo:

¡Me corro mi cielo!. Me apretó fuertemente y vi como en su casa había una expresión de sumo placer.

-Eres divina, merenguita.

Me tuvo sujeta un rato, aún dentro de mí y luego me posó suavemente en el suelo.

Volvió a besarme y abrazarme con fuerza y yo me volvi loca por su vigoroso abrazo. A pesar de que yo ya me había corrido con la maestría de su lengua quería más.

Pero no era la única.

El blanco todavía no había terminado y el amigo de mi moreno, acababa de empezar.

La fiesta iba a durar algo más.

Tortolita ¿Quieres más?

Síiiiiiiiiiiiiiiiiiii!

El ferroviario debía tener fijación por los anos porque volvió a abrazarme por la espalda.

Con una mano acarició mi vulva, bastante caliente y chorreando jugos propios y ajenos.

Me dolía un poco su caricia después de tanto ajetreo, pero tener una concha tan hambrienta tiene su lado bueno. Su otra mano acariciaba mi teta. El otro negro seguía con su paja cada vez más cerca mientras su amigo se aseaba con mis cosas y se vestía sin dejar de mirarnos.

Yo sentía la polla blanca entre mis glúteos.

¿La quieres ahí otra vez? Sí verdad, pues,…… tómala.

El blanco hizo que inclinara mi espalda hacia delante y volvió a meter suavemente su polla. El negro aprovechó la ocasión para acercarse más.

Ya estaba frente a mi cabeza. Otra polla negra para mi boca insaciable.

Notaba su olor aproximándose. Mientras el blanco entraba y salía de mi ano despacio.

Ya había sido penetrado por él antes pero ahora iba muy, muy despacio. Me traía y alejaba de su cuerpo con lentitud, teniéndome agarrada de la cintura.

La polla del negro ahora estaba muy cerquita.

En una de mis movimientos hacia delante mis labios rozaron sus testículos pero el blanco me trajo rápidamente hacia atrás lo que hizo que sintiera toda la presión de su polla en mi recto. Yo lancé un grito de dolor. ¡aaahhh! Lo que el negro aprovechó para meter su glande en mi boca.

¡Otra delicia africana para mi cosmopolita boca!

Al principio dejó allí sólo su glande. Yo rodee con la lengua ese magnífico capullo, muy suavecito. El blanco volvió a entrar profundo en mi ano y yo noté como sus bolas tocaban mis labios inferiores mientras los de arriba rodeaban otra bola. Mi lengua se situé bajo su glande, cogí el tronco de su polla y me la metí todo lo que pude dentro de mi boca. Después la saqué muy, muy despacio.

Miré a mi primer amante negro. Estaba allí con su preciosa boca sonriente. Se acercó.

-No, me voy a ir de tu lado hasta que llegue mi tren, me gusta tanto tu piel.

Y con sus hermosas manos empezó a acariciarme la espalda muy suavemente deteniéndose un rato en el hoyito que hay sobre mis nalgas.

El otro negro exclamó ¡Hey! Yo también quiero lo mío. Sigue chupando mamoncilla.

-Hasta que llegue su tren-pensé. Y su tren estaba punto de llegar así que me metí de nuevo esa polla sabrosa en la boca pues no pensaba que podría gozar en mucho tiempo de placer semejante.

Empecé a mamarla deprisa. Sacandola y metiéndola en mi boca. Magreando sus testículos y sujetándola con la otra mano. Cuando la sacaba, me metía uno de sus huevos en la boca y seguía pajeando con mis manos.

A todo esto el ferroviario seguía entrando y saliendo de mi culo con pasmosa lentitud.

Uuummmm, qué placer. Un blanco por detrás, una polla negra en mi boca y otro joven moreno que acariciaba la piel de mi espalda, mis tetas, mi tripa y no se olvidaba de mi clítoris.

El blanco sacó su polla y frotó su glande por mis nalgas, las aporreo con ella repetidas veces. Apartó a mi primer chico y noté como varios chorros de esperma caían en mi espalda.

-Eso, es guapísima, que buena eres! –Me dijo, apoyando la palma de su mano contra mi concha y mi ano aliviando en parte su dolor.

 

-De repente se oyo un pitido ensordecedor. El negro sacó la polla de mi boca y subió sus pantalones con gran rapidez.

-Dommage! Je pourrai pas finir.!

-Au revoir, ma petite !

 

 

Levanté mi espalda para verlos partir. Mi primer chico me abrazó y me besó. Pero duró un segundo, se marchó corriendo.

Sólo me quedaba el blanco. Él se dio cuenta de que me empezaba a invadir la tristeza.

-Ven, cielito, necesitas descansar antes de que venga tu tren. Ahora nos ducharemos, y esperaremos los dos calentitos hasta que venga.

El hombre me ayudó a vestirme me dijo que subiría arriba y luego a mi maleta. Me cogió en volandas. Yo apoyé la cabeza sobre su pecho, podía oír los latidos acelerados de su corazón. Me posó en el suelo, subió la maleta y me dijo.

-Ven hasta la ducha.

Lo seguí. Abrió un cuarto. Me hizo pasar y se desnudó. Luego me desnudó a mi muy despacio, como si quisiera empezar de nuevo.

Primero bajó la cremallera de mi falda y la dejó deslizarse por mis caderas, mis muslos hasta que cayó a mis pies.

Me bajó las medias de encaje, con mucha suavidad.

Se desprendió de mi liguero.

Me bajó muy despacito, mi tanga naranja.

Hacía todo esto con tremenda delicadeza.

 

 

Subió hacia arriba. Vi que su sexo estaba ya casi en reposo. El pareció adivinar mi pensamiento y me dijo:

-Las mujeres tenéis suerte. Podéis comenzar en cualquier momento. Pero no te preocupes mi lenguita todavía puede darte mucho placer.

Subió mi top hacia arriba y yo saqué mis brazos de las mangas mientras el besaba mis tetas.

-¿Más jueguecitos mi amor?

-Sí, rubia, yo jugaré contigo hasta volverte loca, tesoro.

Quitó los corchetes de mi sujetador anaranjado y mis tetas volvieron a estar al aire libre.

El chupo mis pezones haciéndome estremecer.

-¡Venga ya! Falta poco para que llegue mi tren.

-Entonces, sólo nos ducharemos, chochito.

Nos metimos en la bañera. Él abrio el grifo de la ducha y dejo que el agua caliente saliera. Luego pasó el chorro por mi espalda mientras enjabonaba una esponja.

Luego me dijo que me girara. Me frotó con la esponja toda la espalda, mis hombros y mis brazos, y me aclaró con el suave chorro de agua caliente, hizo lo mismo con su pecho peludo, sus brazos, su pene y sus testículos.

-Ya están limpitos otra vez para ti mi amor. Una mamadita como la de los morenitos no estaría nada mal. ¿Sabes? mi pollita es un poco celosita.

-calla, no tenemos tiempo.

-Sí, todo el tiempo del mundo. Ahora, no, claro. Pero cuando subas al tren puede que…

Le miré sorprendida, ¿qué habría querido decir con ese puede que?

Pero no me dejó preguntar. Volvió a enjabonarme los hombros, bajó a mis tetas que fueron muy mimadas por la esponja y por su mano. Se arrodilló y me hizo levantar uno a uno mis pies, aseándomelos con cuidado luego subió con círculos muy, muy lentos, hacia arriba, la esponja, primero por una pierna y luego por la otra.

Yo me estaba volviendo a acelerar. Mi corazón iba ya a cien.

-Uuummmmmm. Mi tren.

-Ya sé, que estoy bueno. Como un tren.

-Sí, si, si que lo estás. Uuummmm

 

 

Luego la esponja se detuvo frotó mi vientre …..

 

después mis caderas…….

 

a continuación mis nalgas………….

 

Volvió a subir a mi vientre y ……….

Poquito a poquito……

llegó a mi pubis. Fue enjabonado lentamente…

 

Me aclaró y posó sus labios abiertos sobre mi monte de Venus a escasos milímetros de la abertura de mi vulva.

Mis piernas temblaban de placer y sentía un estremecimiento en mi vientre. Aún tenía marcha para rato pero tenía que irme pronto.

-Abrete de piernas una vez más para mí.

Y así hice.

Me pasó la esponja con suavidad y yo noté como escocía.

-¿Te duele bonita? Ummmm, ¡Qué preciosidad de conchita!

Me la lavó muy despacito y me la aclaró.

Luego pasó al ano. La parte que, por lo visto le había gustado más de mi cuerpo.

Era una delicia verle de rodillas junto a mi. Me sentía como una diosa.

El subió el brazo entre mis piernas y posó la esponja en mi vulva y la llevó hacia atrás, metiéndola entre mis nalgas.

Me dijo que me volviera. Se levantó, hizo que inclinara mi espalda y dejó caer el chorro de la ducha entre mis nalgas haciendo que el agua entrara por el agujerito.

Eso calmó muchísimo ese ano que él tan bien había querido alimentar.

Luego él cogió otra esponja enjabonó bien todo su cuerpo mientras yo lo contemplaba, admirando su tripita, que me encantaba, su pecho peludo que volvía a desear repasar con mi boca y su pollita ahora en descanso, que había estado tremenda dentro de mí.

Él terminó su aseo y me ayudó a salir.

Me secó con suavidad y yo quise hacer lo mismo pero no se dejó. Me enjuagué con elixir y luego cepillé mis dientes. Me lavé la cara, me eché crema y recordé para que había servido, miré a mi chico sonrojándome.

El me dijo. ¡Qué pena que no haya tiempo para otro! ¡Me muero por tu culito! Ya falta poco para que llegué tu tren, vistote, rápido. Yo te ayudaré con la maleta.

Saqué de esta ropa limpia y metí la usada en una bolsa que metí en la maleta cerrando a continuación. Me vestí todo lo rápidamente que pude, aún excitada por la manera tan sensual en que había sido duchada y también intrigada por ese "Puede que…" ¿Qué había querido decir.

Una vez vestidos salimos, nos dirigimos a la sala de espera con paso rápido. El cogió mi maleta la bajó y volvió a subirla por el tramo de escaleras que llevaba al andén dos.

Yo iba tras él todo lo deprisa que permitían mis piernas pero dado el trajín de mi aventura mi vagina no estaba para muchas velocidades. Mi caballero andante, de larga lanza, miraba hacia atrás riendo, quizá acordándose de sus embestidas.

Quedaban aún tres minutos. Nos abrazamos. Tres minutos de abrazo. Y besos. Primero pequeños picos en la boca y en las mejillas y en el cuello. Mientras, nuestras manos acariciaban el cuerpo del otro. Luego besos con los labios bien abiertos y eran nuestras lenguas las que se acariciaban.

Llegó el tren. Era un tren, de esos antiguos que tenía unos peldaños enormes que con mi maletaza y con mi cuerpo dolorido me parecieron grandes montañas. Él me subió la maleta y luego me ayudó a subirme a mí.

Buscamos el compartimento. Lo encontramos. Abrimos la puerta corredera que lo separaba de pasillo. Y,

 

 

Sorpresa, allí estaba, ella. Una bella mujer de unos veinticinco años. La mezcla de razas había combinado bien para obtener un fruto sabrosón.

Su melena morena la tenía atada en cola de caballo. Mediría un metro ochenta. Tenía una cintura fina, unas curvas muy sensuales y su piel era de un ligero color tostado

La saludamos y en su saludo escuchamos un delicioso acento latinos.

Mi hombre subió la maleta y se despidió de la chica.

A mi me agarró de la muñeca y me sacó fuera.

Me achuchó contra la pared y me dio un fuerte abrazo y me besó casi dejándome sin aliento.

Cuando se separaron nuestras bocas, nos miramos fijamente y me dijo.

-Hasta la próxima, mi amor.

-Espero que haya próxima.

-Claro que la habrá. Quizá no tengamos que esperar mucho. Puede que…

De nuevo se quedaba con el puede que … en la boca, ¿qué quería decir?

De repente, se oyó un pitido, y el tren emprendió su marcha con una sacudida.

Mi chico me dijo.

Lo siento, tengo que irme, pero nos veremos muy, muy pronto. Hasta la vista.

Adios. –Le dije anhelando de nuevo estar con él.

Se fue corriendo. Se cerró la puerta del vagón tras él y el tren empezó a coger velocidad.

Yo abrí la ventana para decirle adiós desde allí pero no pude verle en el andén.

¿tan deprisa había llegado a las escaleras del túnel?

Me hubiera gustado que se hubiera quedado en el andén despidiéndome pero no fue así.

Pero su saliva estaba aún en mi boca mezclado con el recuerdo de otras bocas y otras pollas .

¡Qué aventura tan bestial!

Entré en el compartimento. La chica había puesto sus piernas sobre el asiento frente al suyo las bajó y me dejó pasar hacia la ventana. Me senté e hice lo mismo, sonriéndola agradecida.

-Pareces cansada.-me dijo.

Después de mi loca aventura sexual no tenía ganas de hablar pero la chica parecía batante simpática así que me decidí a darle conversación.

-Sí, pues verás, es que he tenido una noche un tanto movidita.

-Síiiiii. ¡No me digas!¿Con ese revisor tan guapo que con el que has entrado?

-Buenos, sí, con ese y otros dos.

-Por favor, cuenta, cuenta.

Así que empecé a contarle mi aventura interracial. Y al contarla y revivir todo lo que había pasado me calentaba yo y ella, también.

De todas formas, no se alejaba de mi cabeza el recuerdo de las últimas palabras de mi revisor.

Y no me imaginaba yo cuán cercana estaba la próxima vez que iba a disfrutar, quizá en compañía de sus manos y otros atributos.

Espero que hayáis disfrutado con mi aventura.

Prometo que habrá más. El viaje continúa y será movidito.

 

Muchos besitos.