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Un día de playa (1)

en Hetero: General

Un día de playa

Hola amigos y amigas de Todorelatos, voy a permitirme la pequeña libertad de contaros una nueva historia a mi modo de ver de alto contenido erótico y que espero que os guste. Mi intención no es otra que exponer el hecho de que debemos aprovechar los momentos más cálidos y lascivos que nos ofrezca la vida dejando a un lado los hábitos y costumbres diarios.

CAPÍTULO I

(RELATO DE DAVID)

Hola amigos y amigas de Todorelatos, voy a permitirme la pequeña libertad de contaros una nueva historia a mi modo de ver de alto contenido erótico y que espero que os guste. Mi intención no es otra que exponer el hecho de que debemos aprovechar los momentos más cálidos y lascivos que nos ofrezca la vida dejando a un lado los hábitos y costumbres diarios.


Para empezar os diré que me llamo David, tengo 30 años y vivo en un pueblo costero de la provincia de Málaga. Hace ya dos años que me casé con Lola y debo decir que desde los primeros días de la relación nuestra vida sexual es plenamente satisfactoria. Mido 1,74 y me mantengo bien pues hago bastante deporte, sobre todo natación y algo de ciclismo con los amigos.

Lola tiene 26 espléndidos años, mide 1,63 y posee un cuerpo ciertamente bonito con el que me encanta hacer las mayores diabluras. Se mantiene delgada aunque tiene unas piernas realmente hermosas con unos muslos firmes y robustos; disfruta de un trasero redondo y soberbio y de un par de senos de tamaño mediano y bien puestos con unos pezones de un tono marrón que me encanta chupar a la menor oportunidad que se me presenta. Ella los encuentra pequeños, confesando que le gustaría tenerlos más grandes. En cambio a mi me fascinan, son redonditos y firmes tal como a mi me gustan aunque debo reconocer que algo más grandes serían aún mejores.

Hasta ese día sólo habíamos realizado sexo entre nosotros aunque debo reconocer que en diversas oportunidades habíamos fantaseado con todo tipo de situaciones en las que nos encontrábamos acompañados por otras personas, generalmente hombres. Siempre que se presentaba la ocasión sacaba el tema a colación mencionando la musculatura de algún actor que aparecía en alguna película o le nombraba a un vecino de la urbanización que sabía que le gustaba especialmente a mi mujer. La mirada de Lola en esos momentos brillaba de un modo particular demostrando los pensamientos lujuriosos que recorrían su calenturienta mente. Diré que Lola siempre ha acabado teniendo varios orgasmos con solo imaginar la presencia de algún guapo compañero de trabajo o de algún amigo de la pandilla.

El pasado verano empezamos a frecuentar alguna que otra playa nudista según comentamos ambos para conocer la sensación de libertad que debía sentirse al estar completamente desnudo sin nada de ropa que cubra el cuerpo. Por otra parte tanto Lola como yo somos bastante mirones y nos excita bastante observar la presencia del cuerpo desnudo de algun o alguna bañista que tenga una figura interesante.

De ese modo una mañana de un domingo harto caluroso nos levantamos pronto y, mientras mi mujer preparaba unos bocatas de tortilla francesa, yo aproveché para comprar el periódico y una revista de cotilleo para Lola. Saqué el coche del parking y, una vez Lola montó con la bolsa de las cosas, puse rumbo a alguna playa solitaria donde poder tostar nuestros cuerpos y acariciarnos a placer con el propósito de poder ser vistos por alguien y así, más tarde, magrearnos y calentarnos fantaseando con la compañía de un tercero con el que poder jugar.

Tras hora y media de soportar aquella horrible cola en la carretera llegamos por fin a aquella solitaria cala que habíamos conocido hacía apenas diez días. Tuvimos que dejar el coche junto a la carretera y nos dirigimos hacia nuestro querido paraíso. Se trataba de una cala poco conocida y un tanto apartada pues había que recorrer un sinuoso y abrupto camino de aproximadamente un kilómetro para acceder a la misma.

Llegamos a la playa y nos encontramos con dos parejas bastante alejadas entre sí. Una de ellas parecía ser un matrimonio de unos cuarenta y tantos años y la otra una joven pareja de unos veintipocos que aprovechaban para hacerse arrumacos. Rápidamente nos olvidamos de ellos pues allí cada uno va a lo suyo tratando de buscar el máximo de discreción e independencia. Evidentemente, tal como comenté, no era lo que nosotros buscábamos. Debo aclarar que no llevábamos una idea preconcebida pero tampoco negaré que si se presentaba la posibilidad de juntarnos con alguien no ibamos a dejarla pasar.

Nos acomodamos en un rincón de aquella acogedora cala junto a unas rocas. Dejamos las toallas bien estiradas y la bolsa de la comida. No perdí un solo instante y me deshice con rapidez del polo y del pantalón corto de deporte quedándome tan solo cubierto por un pequeño tanga que apenas cubría mi entrepierna. Lola lanzó un sonoro silbido observando con ojos de tigresa mis, según dijo, apetitosas nalgas mientras me animaba a que me despojara del tanga a lo que procedí sin hacerme de rogar.

No esperé más y me lancé al agua para refrescarme un poco y combatir aquel insufrible calor. Me adentré entre el espumoso y agradable oleaje unos treinta metros volviéndome hacia la playa a ver dónde se encontraba mi esposa. Quedé ciertamente embobado viendo cómo Lola empezaba a desnudarse con parsimonia, quitándose la camiseta de tirantes para posteriormente deshacerse de los bermudas. De ahí pasó a despojarse de aquel bonito bikini de color negro que tan bien le quedaba. Respiró con fuerza llenando los pulmones de aire mientras proyectaba sus magníficos senos hacia delante. Una vez desnuda por completo se puso las gafas de sol y se tumbó en la toalla boca abajo dispuesta a disfrutar de un buen rato de sol. La imagen de mi mujer desnuda en plena playa consiguió que mi entrepierna se encabritara por debajo del agua con lo cual tuve que tardar un rato en unirme a ella

Durante aquella soleada mañana estuvimos bronceando nuestros cuerpos y gozando de la brisa marina. Se fue sumando a la desierta playa alguna nueva pareja de novios en busca de alguna nueva experiencia como nosotros así como dos matrimonios de mediana edad y una pareja de chicas que nada mas llegar aprovecharon para meterse en el agua y abrazarse y besarse entre ellas sin ningún tipo de tapujos. La verdad es que la imagen de aquellas dos chicas jugueteando entre ellas me puso a tono. Resultaba tremendamente morboso ver a dos chicas dándose la lengua y acariciándose sus bonitos cuerpos y aquellos morenos senos. Lola se dio cuenta de mis miradas y me preguntó riendo si me ponían aquellas dos muchachas, cosa que tuve que reconocer sonriéndole.

David, ¿te gustaría que me lo hiciera con otra chica?, -me preguntó Lola directamente observando el crecimiento del bulto de mi entrepierna ante aquellos estímulos visuales.

La verdad es que nunca lo había pensado, pero creo que podría resultar morboso para ambos.

Pero que cabrón estás hecho, -contestó guiñándome un ojo.

Ya me conoces, ¿por qué no probarlo? Podría ser interesante, sobre todo para ti, - le respondí mientras me encendía un cigarrillo al tiempo que le ofrecía otro a mi mujer.

Bueno, bueno, todo a su debido tiempo, dejame que lo piense, -zanjó la conversación humedeciéndose los labios con su lengua mirando hacia aquel par de muchachas como imaginando alguna tórrida escena en la que ella fuera una de las protagonistas.

La desnudez de nuestros compañeros de mañana empezó a excitarnos, la presencia de aquellos cuerpos resultaba altamente inquietante. Aquel sol abrasador la verdad es que no ayudaba a rebajar los caldeados ánimos. Tanto mi esposa como yo nos mostrábamos cada vez más agitados e intranquilos. Me acerqué a ella abrazándola con pasión. Me ofreció sus húmedos labios deseosos de unirse a los míos. Jugamos con nuestras lenguas tal como habíamos visto hacer a aquel par de chicas. Lola se apropió de mi dura herramienta con su mano sopesándola entre sus dedos mientras emitía pequeños gemidos de placer. De pronto pareció recuperar la razón y me soltó tumbándose boca abajo en la toalla y pidiéndome que le diese crema solar mientras cerraba los ojos y echaba la cabeza a un lado totalmente entregada a mí.

Sabía lo que aquella invitación representaba: Lola estaba realmente excitada y deseaba que la hiciera gozar sin más preámbulos con mis caricias a lo largo de su cuerpo. Así pues cogí el bote de crema solar y dejé caer las primeras frías gotas sobre su espalda logrando que mi esposa lanzase un profundo suspiro de satisfacción. En primer lugar dirigí mis manos hacia sus hombros empezando a esparcir con extrema tranquilidad la crema sobre su cuello y sus abandonados brazos. Me dediqué con precisión a apretar con mis dedos la zona comprendida entre su cuello y los hombros. Deseaba que mi querida Lola se relajase por completo.

Fui descendiendo con suma lentitud por su espalda acariciándole los omóplatos para más tarde entregarme durante un buen rato a masajearle a lo largo de la columna vertebral bajando y subiendo por ella constantemente desde la nuca hasta el cóccix. El placer que mi esposa demostraba en esos instantes era fenomenal.

Así, David así, sigue así mi amor. Lo haces muy bien, no pares de hacer eso que me haces disfrutar como una loca. Dios que bueno es esto.

¿Te gusta así mi vida? Disfrutalo cariño.

Tras lanzar un prolongado gemido de indudable aprobación oí con gran placer como me decía casi prácticamente susurrando:

Si sigues de ese modo estoy segura que no tardarás mucho en hacer que me corra de gusto.

Abandoné aquella tarea que proporcionaba aquellos estímulos tan placenteros a mi mujer desoyendo sus súplicas para que continuase con aquel tratamiento y me encaminé hacia sus pies masajeándolos con fuerza. Lola gemía débilmente recibiendo la presión de mis dedos en las diferentes zonas de su estupendo cuerpo. Conocía perfectamente cuales eran los territorios por los que debía adentrarme para obtener de ella la mejor respuesta.

Renuncié a seguir acariciando sus pies y sin pensarlo cambié de dirección empezando a ascender por sus soberbias piernas hasta alcanzar aquellas respingonas nalgas que tanto me fascinaban. Derramé dos abundantes chorretones de crema extendiéndola sobre toda la superficie de aquel estupendo trasero con delicados movimientos circulares de mis manos.

Me incliné sobre mi esposa y tras mordisquearle con suavidad el excitante lóbulo de su oreja le susurré con dulzura al oído:

Lola querida, me encantan tus redondeadas nalgas, me resultan terriblemente sugestivas y me hacen imaginar las más apasionantes escenas.

Aprovechando las caricias que le iba propinando sobre su adorable trasero, de vez en cuando y de forma aparentemente descuidada alargaba mis empapados dedos hacia su oscuro agujero posterior y de allí los dirigía hacia su clítoris el cual empezaba a responder endureciéndose y mostrando el placer del que tan a gusto estaba disfrutando. Mi osadía creció al agacharme hacia ella y comenzar a explorar con mis labios el agujero de su ano. Me entregué durante un buen lapso de tiempo a la dulce tarea de lamerle la entrada de su recto. Lola se retorcía de placer pidiéndome que siguiera haciéndole aquello. Me encantaba verla entregada de aquel modo.

Mi lengua húmeda pugnaba con su anillo anal tratando de introducirse en aquel estrecho conducto. De aquel modo tan malicioso logré arrancarle sus primeros gritos de placer. Tras disfrutar de aquel apetitoso plato empecé a penetrarla con uno de mis dedos. Sollozó deleitándose con aquellos roces apreciando la paulatina irrupción de aquel sorprendente extraño indagando en su interior. Una vez superada aquella primera fase de aceptación por su parte en la que Lola se acomodó al avance de mi diabólico dedo, aumenté mi atrevimiento introduciendo primero un dedo acompañándolo luego por otro más. Mi mujer empezó a gimotear con más fuerza exigiéndome que siguiera de aquel modo anunciando su eminente orgasmo. Así pues acabó corriéndose gracias a aquellas caricias quedando agotada sobre la toalla.

Tras un breve período de recuperación la obligué a darse la vuelta mostrándome aquellos magníficos senos sobre los que destacaban aquellos oscuros pezones. Su vagina se encontraba completamente empapada y lubricada ansiosa por sentir la verga que pronto la horadaría.

David cariño, te deseo. No aguanto más este tormento. Hazme tuya por favor, follame ya -me suplicaba totalmente sometida

Espera un poco más, aún no ha llegado el momento. Debes sufrir un poco más. Te volverás loca, te lo aseguro.

Llené ambas manos de crema y las llevé hacia los maravillosos pechos de mi mujer haciéndome con ellos de modo autoritario. El simple roce de las yemas de mis dedos sobre sus pezones consiguió que éstos se erizaran creciendo sin remedio y apuntando hacia el cielo de forma desafiante. Acerqué mis labios a sus pechos y succioné sus erectos pezones disfrutando de aquel momento al máximo. Mordisqueé la punta de sus oscuros pezones deleitándome con aquella caricia para que mi esposa quedara plenamente satisfecha. Sé desde hace mucho tiempo que los pezones es una de las principales zonas erógenas de Lola y que si se saben sensibilizar adecuadamente se transforma en una peligrosa gata en celo. Gracias a dicho contacto percibí el alboroto que produjo al volver a correrse de manera escandalosa sujetándome con fuerza de la cabeza para que no me retirara de tan preciado tesoro.

Tras aquella segunda explosión espasmódica fui descendiendo tranquilamente por su vientre envolviendo aquel pubis que tan bien cuidado y recortado tenía. Me encaminé sin demora hacia sus ingles y sus glúteos al tiempo que le sobaba entre mis dedos el triángulo del vello púbico extrayéndole escalofríos de placer. Me apliqué a pellizcar su empapado clítoris el cual se envalentonó al instante mostrándose duro y orgulloso. Lola chillaba en aquellos momentos sin el menor disimulo incapaz de soportar por más tiempo el dulce tormento que le prodigaba. La estuve masturbando sin descanso durante un buen rato consiguiendo que alcanzara un estado de locura como jamás le había visto. Me sumergí en su entrepierna lamiendo su botón con mi lengua y volvió a liberar toda aquella energía acumulada entregándome sus cálidos jugos que acogí entre mis labios con gran regocijo.

Me parecía inverosímil pero con aquel masaje había conseguido que alcanzara tres impresionantes orgasmos. Lola quedó plenamente complacida y dichosa sobre la toalla sin fuerzas para más. Al menos por el momento……tal como vereis si leeis la segunda parte de esta inquietante historia.

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